Capitulo XXVI: Death Cab For Blondie

 ¡Qué gran día se mostraba frente a los ojos de un joven de cabellos blondos! ¡El día en que aquella que seguía amando le correspondería una vez más!

—Así que... ¿Nos damos una oportunidad? —Will preguntó, incrédulo, ante las respuestas positivas de Sarah.

—¿Tú que piensas? —ella contestó besando en breve su mejilla y abrazando al muchacho.

Gran estampa, digna de un ensueño: una pareja joven en medio del parque con las hojas de los árboles paseando por un suave ventarrón otoñal.

Y es que, si era una imagen de ensueño, era porque justamente se trataba de eso.

—No otra vez —Will se dijo la notar la luz de la mañana entrar en su habitación, percatándose al fin que aquellas escenas eran escenas de un sueño y nada más.

Todo rompimiento tiene dos etapas que marcan el final de la relación: el fin "oficial" que es el que se anuncia de modo directo, lejos de ambigüedades, y el fin "real": aquel final donde la emoción sentida por aquella persona se extingue y se puede de una vez por todas, retomar la vida que tenías antes de conocerlo o conocerla.

Sarah tuvo una relación, y para ella, ponerle fin, tanto oficial como real fue sencillo hasta cierto punto, y digo "hasta cierto punto" porque no existe tal cosa como un rompimiento fácil: se llora y se lamenta lo perdido: las ilusiones de poder tener un futuro con otra persona, aquellas ocasiones en las que juguetearon pensando en posibles nombres para un hipotético primer hijo, donde se va a querer vivir, a donde se pueden ir a vacacionar, a casar incluso.

Pero aunque a toda persona con un corazón y sangre caliente le duele, hay diferencias entre aquellos que tienen la fuerza para superar la melancolía y los sueños rotos, y aquellos que no.

En la mente de Will, el nombre de aquella chica de piel morena y larga cabellera negra y ondulada cuya sonrisa podía traer la luz de un sol de verano a la medianoche hacía sus rondas como un fantasma vagando en una casa abandonada; la había tratado de ignorar, tanto en mente como en emoción, pero tras volverse el centro de atención y adulación de todo joven en Hopewell High por su lucha contra un completo demente en la dirección (substituyendo al demente anterior), tratar de enfocarse en otro tema era una tarea herculeana.

En ocasiones, Will se percataba que, de modo inconsciente (o quizá, no tanto como a él le gustaría admitir) escribía en los bordes de sus cuadernos el nombre de esa mujer. Si su mente le permitía el tiempo, hasta hacía bocetos de su rostro, de sus ojos, de su figura, de sus labios...claro, él no era un artista, así que sólo mostraban un nivel digno de un jardín de niños. No, la de verdaderas habilidades artísticas era ella: podía pintar, podía esculpir, podía dibujar, podía...crear forma y color, podía todo aquello qué él no.

Cada vez que caminaban por los pasillos, trataba por un lado, de ignorarla: de no verla ni ser notado. Sin embargo, al mismo tiempo una fuerza le impedía alejar de todo sus ojos: quería ver si ella lo veía y lo buscaba.

Nunca fue así.

Y en días de especial debilidad (los cuales se volvían cada vez más frecuentes), él tomaba bolígrafo o lápiz, y un papel, y escribía sus anhelos de regresar con ella. Cartas de un amor que deseaba con todas sus fuerzas que volviera a florecer.

—"...Y es por eso que...si me permitieras una nueva oportunidad, desearía..." —Will leyó mentalmente las entrecortadas frases que escribió.

Eran terribles.

Puso el lápiz a un lado, y guardó la carta en una caja debajo de su cama, junto a todas las demás: ninguna era buena en sentido alguno, pero quizá algún experto en letras podría armar un argumento decente y con coherencia juntando lo menos peor de todas ellas.

—Hijo, ¿estás bien? —Will escuchó de la voz de su madre a las afueras de su habitación—. Ya es muy tarde y mañana tienes escuela.

—Y-ya voy mamá, es sólo...

El silencio de Will fue la contestación más efectiva que pudo dar: su madre comprendió la naturaleza del asunto de inmediato.

—Sólo trata de descansar un poco —ella mencionó—. ¿De acuerdo?

—Sí...gracias mamá.

—Buenas noches Will.

La carta tendría que esperar. Sólo que Will, ni Sarah, ni nadie en realidad sabían cuánto.

Al día siguiente, mientras el joven soñaba despierto en camino a su siguiente clase, al cruce de dos pasillos, chocó contra una joven.

—¡Lo siento! —Will se disculpó.

Pero el resto de sus lamentaciones se apaciguaron al ver aquella persona con la que chocó.

—Tranquilo Will, no pasa nada, yo también tenía prisa —Sarah le contestó.

—Oh...c-claro. ¿Y...cómo estás...?

—¡Luego hablamos muchacho! ¡Hoy nos toca diseccionar! ¡Esas ranas no se van a destripar solas!

Y se marchó; un saludo simbólico, y ella estaba lista para proseguir su camino. En cierto modo, en más de un sentido aparte del de simplemente correr a la clase de biología.

Will trató de proseguir, no sin antes pensar en lo bella que siempre parecía lucir Sarah; y luego está su voz, de un jubilo contagioso al grado de que, por un instante, él casi pudo recordar la dicha que llegó a sentir a su lado, y le hacía pensar que, quizá, valía la penar intentarlo otra vez.

En algo tendría que pensar, y el pensar fue todo en lo que se ocupó todo el día en el colegio, el los pasillos, y en el camino a casa...

—...es por eso que pienso que los mapaches son sólo perros disfrazados —Sarah comentó a sus amigos, al día siguiente, en espera de la primera clase.

—Parece legitimo —Allyson respondió.

Entre argumentos de gran fondo cultural, el maestro de gramática, el profesor Kovacs, entró al aula.

—Buenos días, jóvenes —anunció mientras dejaba su maletín sobre el escritorio —. Muchachos, tengo que informar...es algo, lamentable, si he de ser honesto.

—¿Su esposa lo dejó? —Jake sugirió.

—No, no joven Zabrocki; mi esposa me dejó hace meses. Lo lamentable a estas alturas sería si ella decidiera regresar; lo que quiero decir es que, me informan que sucedió una tragedia...es probable que más de uno la haya visto en el noticiero si es que no estaban muy perdidos viendo pornografía...pero ya en serio: debieron escuchar del accidente.

La mitad de los alumnos, en efecto, parecían haber escuchado del asunto: se notaba por la solemnidad de sus expresiones; la otra mitad, estuvieron en efecto, muy ocupados frente a sus monitores de ordenador para notar cualquier cosa que no fuera un pezón o un glande.

—¿De qué habla, profesor? —preguntó Allyson, haciendo notar de modo indirecto sus hábitos interneteros.

—Bien, señorita Martin, explicaré: ayer, uno de sus compañeros, un alumno de Hopewell High, sufrió un terrible accidente. No es alguien del grupo, lo sé, pero es probable que algunos de ustedes lo hayan conocido: el joven William Hoggard, del segundo año, fue la victima del accidente.

—¿Qué le sucedió? —Una chica de la primera hilera cuestionó.

—No están claros todos los detalles, pero parece que el joven estaba distraído cuando cruzó una calle y no vio un autobús...el vehículo lo impactó...el joven falleció de camino al hospital.

La nota de una muerte es impactante por cuenta propia, pero lo era aún más cuando en las mentes de Sarah, Allyson y Jake el nombre comenzó a resonar.

—¿William...Hoggard? —Allyson murmuró—. ¿Will?

—¿Will qué?

—¡Vamos Sarah! ¿No era el nombre de...ya sabes?

—Eh...¡Ya sé! ¿No es el sujeto que vendía los celulares norcoreanos?

—No Sarah, quiero decir...el chico rubio con el que tú llegaste a...pasar el tiempo...

La morena batalló un poco para remembrar, al menos eso indicaban sus gestos. Pero para su fortuna, Jake tenía métodos menos sutiles para informar las cosas:

—El chico con el que te revolcabas —aseveró.

—¡Ah! ¡Sí, sí, ya recordé! ¡Will! Lo vi ayer de hecho. ¿Me pregunto qué estará haciendo hoy?

Las preguntas de Sarah rozaban una linea muy delgada y en ocasiones indistinguible entre la ignorancia honesta (y estúpida) y la morbosidad de una comedia británica.

—Ya sabes Sarah...el chico como que estiró la pata.

—Sí, sí...lo acabo de escuchar...

—¿¡Pueden por favor ustedes tres guardar silencio!? —gritó el profesor Kovacs—. ¡Es un asunto delicado y no puedo continuar con ustedes cuchicheando!

—Lo sentimos —Allyson contestó.

—En fin, volviendo al tema...por tal desafortunado motivo, tendremos un pequeño memorial a las afueras de su aula...por si quieren escribir algún mensaje para su familia, sé que no siempre se conocen todos entre sí, pero sería un buen detalle si alguno lo hiciera...

El resto de la clase transcurrió con regularidad, con Allyson y Jake ante cierta expectativa: para ellos, la idea de perder a alguien que significó algo, aunque haya sido por poco tiempo, y estar bien, era imposible. Pero eso era justamente como Sarah se mostraba: su misma sonrisa, su misma voz animosa y algo molesta, los mismos comentarios sin sentido que la mitad del tiempo eran graciosos y la otra mitad aterradores.

—¡Les juro que las clases de aritmética están cada día más aburridas! —Sarah, estirando sus brazos para tratar de despertar su cuerpo un poco tras una hora tediosa de números incomprensibles, exclamó—. ¿No tenemos robots e inmigrantes para hacer esas cosas de cálculos?

—Jake te ha estado pegando un poco lo xenófobo...—Allyson, un poco ofendida, mencionó—. Aunque dadas ciertos eventos recientes, creo que se pueden entender ciertas cosas.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Ya sabes Sarah...sobre lo que ocurrió...con Will.

—¿Qué tiene que ver él con todo lo demás?

—¡Vamos Sarah! ¡Fue algo...! Al menos a mi me cayó como un baño de agua fría.

—Sí, pero siendo honesta, a ti todo te cae como un baño de agua fría —Jake agregó.

—¿Cómo? ¿Por qué lo dices?

—Siempre tienes algo de nerviosismo, ansiedad, y tus pezones se ponen erectos cuando tienes miedo y/o tristeza.

—¿¡Qué!? —Allyson exclamó, revisando su figura bajo su ropa—. ¿E-es eso cierto?

—No Allye, estoy bromeando...

—¡No estoy de humor para burlas de mi físico! ¡Mi hermana vendrá pronto! ¡Ya tendré las que necesito con ella en casa!

—Igual no es sobre ti hoy, rojilla —aclaró Jake—. Sarah, Allye tiene un punto: lo de la noticia del chico ese, ¿no te llamó la atención?

—Hay muchas cosas que me llaman la atención —la morena respondió —: los eventos con comida gratis y los fuegos artificiales...las luces brillantes y los sonidos fuertes también...

—Sí, pero...

—¡Y eso de los sonidos me recuerda algo! ¿Cuál creen que es el sonido más irritante del mundo? ¿Las uñas sobre un pizarrón, o las arcadas de nausea de una persona a punto de vomitar?

—Te contestaré si prometes no hacer demostraciones de los sonidos —advirtió Allyson.

—¡Pero como van a saber entonces! ¡Tienen que escucharlo para que puedan tomar la decisión correcta!

Sarah no estaba bien...bueno, eso lo sabe todo mundo, pero inclusive en el manicomio hay categorías, y la joven, en el exterior lucía como siempre: con sus adorables incoherencias sazonando las vidas de sus compañeros de fechorías, pero "esta Sarah" lucía y sonaba demasiado como una imitación de si misma. Y cuando más "ordinaria" parecía, sus amigos sabían que más horrible era la realidad interior.

—Hay muchas cosas que podía decir —Sarah, esa tarde, decía en soledad mientras alimentaba a sus celacantos—, pero al final de cuentas, es sólo una de esas cosas que ocurren: no hay ningún sentido, ni objetivo, ni fin...es el azar: todos tenemos un boleto de partida sin marcar, porque no corresponde a nosotros decidir cuando irnos; eso es decisión de ese boletero místico que llega para avisarnos que nuestro tren está por partir...Santo cielo, ¿qué mierda acabo de decir? —ella se preguntó, admirando lo que parecía en superficie un hablar profundo, pero sin realmente comprender el significado de cada palabra.

En lo que fue a buscar el diccionario, escuchó el teléfono de su hogar sonando; algo que no era frecuente, dado que si alguien deseaba hablar con ella, podía marcar a su número móvil. Tal señal era signo de que o eran policías preguntando por testigos o...bueno, justo eso se iba a descubrir.

—¿Aló?

—Si, disculpe, ¿estoy marcando al hogar de la familia Greenberg?

—Sí, en efecto. ¿Quién habla?

—Habla...habla la señora Hoggard. Darcy Hoggard, ¿me podría comunicar con la señorita Sarah Greenberg, por favor?

—Ella atiende.

—Disculpe, soy la madre de Will...b-bueno, no es algo fácil de decir, es que...

—Señora Hoggard: escuché la noticia...comprendo.

—L-lo siento —la mujer al otro lado de la linea murmuró, tratando de encontrar dentro de si el poder para otorgar claridad a su hablar.

—Yo entiendo señora Hoggard; para empezar, me parece de una enorme fuerza el hecho que pudiera llamar a alguien.

—Sí...sí, es cierto —Con un tono un poco más calmado, la señora Hoggard respondió—. Sólo quería decir que...bueno, el servicio de Will es mañana, y...

—¡Claro! ¡Por supuesto que me gustaría asistir!

—¡Muchas gracias! ¿Puedo llamarte Sarah?

—Es mi nombre, claro que puede.

El sonido alegre y dichoso de la adolescente calmó a la madre de Will, quién pudo controlar su llanto y prosiguió a darle la dirección del lugar donde se llevaría a cabo el servicio fúnebre.

Las dos se despidieron: Sarah continuó con su observación a sus mascotas, esta vez en silencio. Y en silencio total, hasta el día siguiente.

Después de las clases, Sarah se vistió de sus ropas más elegantes y conservadoras: adoraba llamar la atención y crear escándalo, pero hasta su mente sabía poner limites. Se limitó a un largo sacó negro, una falda rodillera y zapatos de tacón, todo en negro, esta vez no por cuestiones de estética, sino por respeto al luto.

Y de camino a la capilla, ciertas preguntas comenzaban a hacerse notorias: ¿Cómo esa mujer supo de su número? ¿Y de todos modos por qué querría invitarla? Y es que a pesar de que había salido con Will, no fue algo que pareciera tan serio; no conocía a la mujer en cuestión. Pero...era una madre en sufrimiento, y podía dejar de lado por un momento su sentido critico para demostrar empatía: la ansiedad de entrar en terrenos desconocidos con un montón de sujetos que no conoces podía quedar olvidado por poco tiempo.

—¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué vengo a esto? —preguntaba conforme se acercaba al recinto—. ¡No conozco a nadie! ¡Todos se me quedarán viendo! ¡Me estoy...me estoy convirtiendo en Allyson de los nervios!

Y entre pregunta y pregunta, sin darse cuenta de ello, Sarah terminó a la entrada de la capilla, y la gran multitud que esperaba, no era tal.

—¿Puedo ayudarla, hija? —El reverendo de la capilla preguntó a la joven, confundida, mirando a sus costados.

—Si...padre...

—Reverendo.

—Bien: Padre Reverendo, ¿es aquí el servicio de Hoggard, William?

—¡Ah! Claro que sí, de hecho, la señora Hoggard se encuentra en primera fila; por favor, acompañeme.

El "Padre Reverendo" señaló a la única persona presente, aparte del personal de la capilla.

—Buenas tardes —Sarah saludó—. ¿Puedo sentarme?

—Claro...muchas gracias por venir, querida.

—No hay de qué...

Y enfrente, el féretro, discreto, sencillo en diseño pero sin caer en lo humilde: y ahí yacía el joven; Sarah lo alcanzó a ver de reojo, sólo para alejar su mirada tras menos de un segundo.

—¿Está usted bien? —Sarah interrogó, notando la atención de la señora Hoggard sobre su persona.

—Sí, lo siento. No quise importunarla, es que Will me contó que era una joven bella pero no sabía hasta que punto.

—¿En serio? ¿Will le hablaba sobre mi?

—¿Cómo no hacerlo? El niño se quedaba hasta muy noche escribiendo todas esas cartas y notas.

—¿Y cómo consiguió mi número, por cierto?

—Encontré en su habitación una agenda con diferentes números; uno de ellos decía "Sarah". Supuse que sólo podías ser tú...

—¿De verdad?

—Sí...y bueno —La señora volteó por un momento a sus alrededores—, no tenemos muchos invitados de todas maneras, y aún de tenerlos...creo que era obvio que le gustaría a mi Will que estuvieras presente hoy.

—Claro...

—Hay algo que me sorprende —la madre dijo entre lagrimas.

—¿Qué cosa?

—Tú fuerza.

—¿Mi fuerza? ¿Qué hay con eso?

—Bueno, lo que quiero decir es que pareces tan tranquila, tan fuerte en una situación tan...horrible.

—La tragedia nos afecta a todas en formas diferentes. No crea que no es algo que me impactó, y mucho, pero todos tienen su forma de lidiar con sus sentimientos.

—Aún así...yo en tú lugar, sería...bueno, ¡sólo mírame! —La madre señaló, fingiendo un poco una breve risa.

—Lo siento, no conozco su nombre...

— Tipico de Will: guardando siempre detalles importantes. Me llamó Julianne. Puedes llamarme Julia o Julie, si así lo deseas.

—Gracias.

Era sorpresiva para la gótica la enorme soledad del recinto: hasta ella sabía que, por más que a la gran mayoría de su propia familia le importe un bledo su bienestar, si es que saben de su existencia en primer lugar, pero hasta su muerte jalaría un puñado de personas: sus amigos, su abuela, quizá su hermano si cree que hay alguna herencia en juego, y uno que otro curioso y admirador. Pero esto era silencio y soledad casi total, exceptuando por la madre del muchacho, que su presencia impedía que sólo ecos fueran las únicas voces que se escucharan en el lugar.

—¿No debería...? —Sarah estaba deseosa por preguntar sobre la ausencia de gente, pero no encontraba el modo más sensible para plantear la cuestión.

—¿Esperar a que aparezca más gente? —interrumpió Julianne.

—Pues...sí.

—Siempre fuimos, bueno, no siempre, pero casi todo el tiempo, solo Will y yo.

—¿Pero qué hay de su padre?

—Un pequeño tropezón en la vida: a todos nos pasa.

—Oh...l-lo siento.

—No, no...perdóname a mi: estoy...sé que estoy mal, no debería estar hablando de cosas así ahora.

—No diga eso seño...Julie: es un momento difícil, y sé que debe querer desquitar un poco algunas cosas con las que carga.

—Gracias por tu comprensión, Sarah...

La joven apoyó su mano sobre el hombro de la mujer; un poco de contacto humano que tanta falta le era, un poco de compresión, algo de apoyo, y calladas las dos, esperaron al clérigo para que comenzara el servicio.

En la televisión, y en las películas, siempre llueve en los funerales, pero nada podía estar más lejos de la realidad que el viaje final del joven, y ambas se percataron de ello tras el servicio en la capilla y la caminata al cementerio: el día era soleado, con apenas unas pocas nubes a la vista, incapaces de ocultar los rayos del astro rey. Casi como un juego torcido, enfermo de alguien que da el día más bello posible para enmarcar una tragedia.

—Hay una canción, llamada "El Moribundo" —Julianne comentó, tras haber dejando unas flores sobre la tumba de su hijo—, es una vieja melodía francesa, en la que el cantante se despide de todos, y les dice que no lamenten su final, porque se va en la primavera, con las flores en esplender para despedirlo. Y...bueno, en realidad no tengo punto, sólo me pareció un detalle...interesante...

—Y lo es en verdad.

—Después alguien hizo una versión en inglés en los 70; la llamaron "Seasons In The Sun". Es una versión mucho más cursi, pero...igual me gusta. No creo que la conozcan, aún no habías nacido.

—De hecho, sí la conozco —Sarah aclaró—. "We had joy, we had fun, we had seasons in the sun / but the hills that we climbed were just seasons out of time".

—¿De verdad? ¿De dónde la conoces?

—Uno conoce una tonada o dos de esa época si tienes una madre atrapada en la era hippie...además, creo que Westlife sacó un cover a finales de los 90.

—¿Más cerca de ti, no es así?

—¡Bueno! No es como si me hubiera gustado Westlife —Sarah contestó, sonriente y sonrojada—, pero tenía como tres años y la tonada era pegajosa.

—Eres una joven llena de sorpresas, Sarah. Lastima que cuando finalmente nos conocimos, haya tenido que ser en un día así.

—Sólo una cosa...sobre eso, ¿qué le dijo Will exactamente de mi?

—Me dijo...bueno, me dijo tanto, aunque...

—¿Sí?

—Creo que hay algo que te gustaría ver...si es que así lo deseas, no quiero quitarte mucho tiempo.

—¡No, no! —Sarah hizo notar—. ¡Con mucho gusto me gustaría ver!

Y en breve, Sarah acompaño en una caminata al hogar de la familia Hoggard; era extraño por tantas razones, pero por uno solo, se sentía como lo correcto en el momento.

—Esto...lo encontré en su escritorio —Julianne explicó, ya ambas en la que fuera la habitación de Will —. Yo sé que está mal, pero...creo que sería mejor que tú conservarás esto.

Era una caja de zapatos, un poco maltratada, aquello que la madre tenía en sus manos.

—¿Qué es...? —Sarah preguntó.

—Míralo...

Sarah abrió la caja: en su interior, un montón de notas y papeles de todos colores, y en cada uno, la joven reconoció la letra de Will.

—¿Son...cartas?

—Él se quedaba hasta muy tarde escribiéndolas; él creía que no me daba cuenta, pero yo también fui joven: sé lo mucho que puede importar el amor para un adolescente.

—¿Amor?

—Sí, bueno, y ahora me estoy dando cuenta...de lo afortunado que fue al tener una novia como tú.

—¿Novia?

Había algo que no cuadraba de todo: sí, Sarah había salido por unas semanas con Will, pero por la manera en que su madre se expresaba, ella parecía tener una impresión errónea: como si pensara que ella y su hijo habían estado mucho más tiempo, en una relación de mucha mayor profundidad de la que fue en realidad.

—¿Al menos te llegó a enviar alguna? —Julianne inquirió—. Porque siempre escribía esas cartas pero no sé si alguna te llegó.

—B-bueno...señora, de hecho...

Sarah estaba incomoda; Will aparentemente le dijo algo totalmente distorsionado de la realidad: la idea de que ellos fueron pareja durante todo éste tiempo.

—¿Desde cuándo sabe de...lo nuestro? —La adolescente preguntó.

—No lo sé en realidad. Tendría que tomarme un poco para pensarlo bien...ya han sido meses, creo, puede ser que casi el año.

¿Año? Bueno, entonces el retrato comienza a tomar color: fue a finales del año pasado cuando Will y ella mantuvieron una relación, la que se mantuvo hasta principios del presente ciclo escolar, lo que significaba que el joven probablemente le dijo de esta, pero calló la parte donde terminó.

—¿Sabía de mi desde entonces?

—Creo que sí...y recuerdo bien porque, en ocasiones le decía a mi hijo, "vamos, ¿cuándo me vas a presentar a tu amiga?", o "¿No es hora ya que la fuera conociendo?"

—¿Y qué le decía Will?

—Me respondía: "Mamá, con mucho gusto lo haría, pero Sarah es algo reservada, y necesita aún algo de tiempo para agarrar confianza."

—¿En serio le decía eso?

—Sí, lo que en realidad, ahora que veo, no tiene mucho sentido: digo, no te veo particularmente reservada o con tanta timídez como me decía. Quizá, simplemente le avergonzaba un poco...

Y Sarah hubiera revelado la verdad, pero cualquiera con un gramo de humanidad hubiera entendido la manera en la que la adolescente actuó:

—No diga eso, Julie: es cierto. Puedo parecer algo confiada ahora, pero me cuesta abrirme con la gente; Will insistía en que debía conocerla, pero tontamente lo seguí atrasando y atrasando...fue mi culpa.

—Bueno, entonces, finalmente su deseo se cumplió, ¿no es así? Ya nos conocemos...

Sarah pasó el resto de la tarde y parte de la noche hablando con Julianna: primero sobre detalles de su relación con Will, algunos ciertos, otros inventados, y otros más inspirados en eventos reales pero que no sucedieron tal y como la joven los relataba, y conforme avanzaban los minutos y luego las horas, comenzaron a hablar de temas de poca importancia, pero que de alguna manera parecían tener más peso del que se pudiera suponer.

 Y ya, a hora de haber regresado a su hogar, con la caja de cartas en cama, leyendo toda esa poesía abortada dedicada a su nombre, cuando por fin, el verdadero sentimiento que trató de ignorar y de hacer pequeño la alcanzó.

—Will —Sarah alcanzó a susurrar, con su rostro bañado por el llanto, antes de rendirse ante el sueño y el agotamiento.

Y es que si bien no sentía por él algo cercano al verdadero amor, es imposible para todo ser provisto de alma conocer a alguien por un tiempo, y que una tragedia no estremezca tu persona. 

Y de todos modos, ¿qué es el verdadero amor en realidad?

N/A: Hace un tiempo ya que deseaba escribir esta idea, pero no encontraba el modo de hacerlo, por lo menos, de modo decente: que va, no estoy seguro si salió bien, ya que sé que desentona mucho con el resto del libro, pero...hay cosas ahí que tenía que desquitar.

Si no les gustó, lo comprendo perfectamente...puede ser que les haya parecido muy cursi, o muy duro, ya depende del gusto de cada uno, pero al menos, a mi, sí me gustó.

Nos vemos la siguiente entrega.




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