Capitulo XIX: El Punto Es...
Ir a casa para las fiestas...quien sabe desde cuando he planeado hacerlo, pero nunca había tenido el valor para en verdad realizar el viaje...
...no, esperen; necesito corregir eso, y es que no puedo creer que me haya referido a ese lugar como "casa", después de todo, hace años que lo dejé atrás. Y que las dejé atrás; me gustaría decir que fue el día más oscuro de mi vida, pero aunque está lejos de ser un recuerdo grato que saque a la luz de vez en vez, he tenido peores días, y dejar ese lugar, bueno, fue como una vacuna: te duele un poco, pero sabes que es por algo mejor, y que el riesgo de no hacerlo es demasiado alto.
Sí...creo que ahora se dan cuenta de hacia donde va el asunto.
Hoy en día, hay un enorme debate sobre qué es mejor: seguir juntos por los hijos, o fingir ser feliz en un matrimonio sin amor. ¿Pude haber aguantado algo más? Bueno, hice mi mejor esfuerzo, aunque a veces no parezca así.
Pero si hay algo que no me perdonó aún, es no haber tomado el vuelo a Toronto antes.
Al salir, del aeropuerto, recuerdo el maldito frío de Ontario. No es como si mi hogar actual no tuviera sus ondas gélidas, pero el invierno de Canadá es otra cosa completamente diferente. Si es que mi cuerpo perdió la resistencia al clima, es que en verdad hace mucho que no pongo pie aquí.
Pero no todo es tan malo. Por ejemplo, aquí hay mucho menos trafico, y en definitiva la ciudad es mucho más limpia.
Al llegar a mi hotel, una idea me invade: una idea que quizá, lo más prudente fue haberla hecho desde un tiempo bien planeado. ¿Cuál es? Tomar el teléfono, y comunicarme con ella...
...no con mi mujer; con ella hablo todo el tiempo, casi siempre para reclamar la pensión (que no piensen que soy irresponsable: si envió mi dinero, pero el traspaso de país a país es medio lento y burocrático).
Vale, no los aburriré con detalles de la ley de lo familiar, que no es el punto aquí. El punto es, ¿llamo? ¿Estará mi niña esperando?
No, que tonto...digo, ella ya no es una niña. ¿Qué edad debe tener ahora? ¿Quince? Quizá hasta un poco más...sé que la otra está en la Universidad, y eso lo sé porque mi dinero bien paga su colegiatura, pero la otra, la pequeña...
...Allyson.
No quiero dar una impresión equivocada: las quiero a las dos, pero al menos Jessica me tuvo ahí, pero con Allye, bueno, no me sorprendería si me odiara. Yo lo haría, y sé que debe de.
Pero eso ya no me da miedo: por una vez, haré lo correcto.
Llamé a Colleen: ella está sorprendida, por decir lo menos. Me pregunta como está, yo hago lo mismo; meras formalidades. Amabilidad, diplomacia de guerra, por decirlo así. Le digo que el cheque ya está en camino antes que vuelva a reclamar por eso.
Y le digo que estoy en la ciudad.
—Oh... ¿D-de verdad? ¿Estás hablando en serio? —cuestionó incrédula.
—Sí. Algo de negocios me trajo aquí, y si tengo tiempo...quizá pueda pasar por la casa.
Ahí voy de nuevo llamándole así al viejo lugar; ni modo, reflejo acondicionado. Pero no le digo de todo la verdad. ¿Cuál negocio? Ninguno: es mi excusa, porque...aún no soy tan hombre como admitir que quiero ver a mis niñas.
El día siguiente transcurre entre momentos en los que me pongo al día con el trabajo pendiente en mi computadora y agarrar valor para confrontar lo inconfrontable.
Que delicada es la nieva hoy: no cae como una tormenta salvaje, sino con sutileza, de manera suave; es casi romántico, o salido de una postal. No soy el único que parece pensar eso, al ver parejas jóvenes juntas y abrazadas, o familias con sus niños y niñas caminar viendo esas hermosas luces de la ciudad y tan características de la temporada.
Casi había olvidado lo mucho que me gusta la Navidad, a pesar de todo. Y Toronto, bueno, no es una ciudad que uno piense como "bella" o "romántica", pero verla con las luces y las decoraciones es como ver a esa chica algo tosca que un día, para una ocasión especial, se arregla, y sólo ahí notas lo hermosa que es en realidad.
Y aunque muchos critiquen el comercialismo que uno ve tan pronto al entrar a una galería o a las tiendas, para mi hay cierta...
...lo siento, no quiero de verdad usar la palabra "magia" porque es tan cliché, pero, ¿saben? En ocasiones, la razón por la que algo se convirtió en cliché en primer lugar es porque había verdad ahí.
El bullicio en el centro comercial era tremendo: ropa, juguetes, películas, artesanías, videojuegos, televisores...todo pasando de tienda a clientes (y ocasionalmente, de cliente a tienda si el objeto comprado no había cumplido garantía).
Y fue ahí donde me hice una pregunta necesaria.
¿Qué les puedo comprar?
Vale, no es tan difícil, al menos no las primeras dos: Colleen, la conozco bien. Practica, algo dura para el trabajo, pero tiene sueños, o al menos los tuvo...siempre que compraba música, nunca fallaba.
...luego, está Jessica: coqueta, vanidosa desde niña. Siempre deseaba ser el centro de atención, de un gran carácter histriónico. Una joya, una prenda de ropa...no había pierde con eso.
Pero el reto era Allye.
Momentos así es cuando me pesa el haber hecho lo que hice, y no haber llamado cuando pude. No sé realmente mucho de mi niña, aparte de, cosas vagas: rubia natural, oí que se lo pintó rojo (ninguna heredo mi pelo castaño, como si la propia naturaleza no quisiera que alguna de ellas tuviera huella mía), algo callada...claro, cuando me fui apenas sabía hablar.
Dios, soy una basura...
Podría arriesgarme de dos maneras:
* Comprar algo esperando que le guste
* No comprar nada y desear lo mejor
Sí...estoy muerto.
Bueno, exagero; no todo está perdido, al menos, no aún.
Puedo ir a ciegas de tienda en tienda y suponer que le gustaría a una chica adolescente blanca de Toronto (estoy en mercadeo, por si no lo habían notado). Vale, sé que no es algo precisamente ético, pero no tengo demasiadas ideas.
No todo está perdido, digo, no es como si fuera una guerra y mi ejercito hubiera sido derrotado: es comprar algo, un regalo, un detalle; todo lo que tengo que hacer, es recordar...
...y ahora que recuerdo, me doy cuenta de una verdad aterradora: únicamente he hablado con Allyson en una ocasión. Una nada más, hace cuatro años, y fue por (casi) accidente.
Mi intención era llamar para notificarle a Colleen que el cheque de la pensión alimenticia tardaría un poco más (no estaba en la mejor de las situaciones económicas en ese momento), sólo que por error marqué al teléfono del domicilio en lugar de su teléfono móvil.
Y ella, contestó.
—¿Bueno? —Escuché la voz de una niña ya no tan niña al otro lado de la linea—. ¿Quién habla?
—Disculpe, ¿se encuentra la señorita Colleen Martin?
—Ella no se encuentra de momento. ¿Quiere que le deje un mensaje?
—N-no...yo le llamó después.
—¿Está seguro? ¿De parte de quién habla?
—¿A-Allyson? —tartamudeé en ese momento. Un reflejo, algo inconsciente, porque haber pronunciado su nombre había abierto la puerta a una gran e incomoda pregunta de la que no podía escapar.
—¿Sabes mi nombre? ¿Quién habla?
La solución para salir de tal problema era sencilla: sólo debía colgar. Un acto tan simple como ése era más que bastante para eludir tal pregunta. Mas no podía; la acción de apretar el botón me parecía tan dura e imposible como el simple respirar me parecía también.
Y lo peor de todo era que, aunque breves segundos de silencio, me parecían centurias de condena; algo, cualquier cosa, tenía que decir.
—Señor, disculpe —Allyson me dijo—. ¿Sigue ahí? ¿Aló? ¿Aló?
—Sí, lo siento —Eventualmente respondí (tan pronto como el aire volvió a mis pulmones) —. Soy un viejo amigo de tu madre.
—Bien...entonces, ¿quiere o no que le deje su mensaje?
—No, no gracias. Yo la llamaré más tarde.
—De acuerdo. Buen día.
—Buen día.
Y colgó...y colgué. ¡Santo cielo! ¡Creo que envejecí diez años en esos segundos!
Pero hay un detalle interesante, y es que, yo sabía muy bien el teléfono móvil de Colleen; nunca, jamás en mi vida, había marcado el de su casa para discutir asuntos de la pensión. Sí, entonces, ¿por qué lo hice esa vez?
Y es que lo que creo, es que a pesar de todo, tenía la necesidad de escuchar a alguna de mis niñas...y nada más.
No obstante, aquí viene el "pero" del asunto, porque verán: estoy viciado al Facebook, lo cual es, entendible entre adolescentes, pero patético en cuarentones como yo, pero dejando de lado eso por un momento, y una de entre tantas imágenes como la de mentir diciéndole a niñas horrendas que también son bellas como princesas de Disney o aquellas que dicen que si no compartes no amas a Jesús, había una que con gran elocuencia explicaba un concepto complejo, y las palabras iban así: "¡Ay sí, ay sí! ¡Dices que me extrañas pero no haces nada por verme!"
Eso dolió más de lo que esperaba que pudiera doler. Y es que por un lado, claro que quisiera ver a mis niñas de nueva cuenta. Por el otro...bueno, ése es precisamente el meollo del asunto.
No hay nada interesante en el primer nivel del centro comercial. Bueno, un puesto de kebabs (¡Cómo había extrañado los kebabs de Toronto también!) pero nada que me pudiera ser útil. Ni modo, al segundo piso.
Tomé uno de los asesores. Curiosamente, a pesar del bullicio, no me tocó nadie con quien compartirlo...excepto, por un jovencito apresurado.
—¡Pare el ascensor! ¡Por favor! —Me imploró.
El chico entró, y vaya que se notaba agitado; aunque debo admitir que era genial ver a alguien en lo que parecía estar un problema mayor al mio.
—¿Problemas, hijo? —Le preguntó. El chico casi llega arrastrándose, con la lengua de fuera como un perro agotado.
—¡No es de su incumbencia! —Me contestó.
Bueno, allá se fue a la torre el estereotipo de que todos los canadienses somos amables, y en una segunda vista, quizá dejar entrar a ese chico a mi ascensor no fue una idea brillante, y es que sé muy bien que todo eso de juzgar por la apariencia es erróneo, pero no me gustaba la pinta del muchacho: parecía un refugiado serbio excepto por no tener acento, y me daba la impresión que un arma tendría por ahí oculta.
No obstante, pudo ser peor: pudo de hecho asaltarme, y aunque podía (en verdad necesito meterme a un gimnasio), lo que hizo...me sorprendió un poco.
—L-lo siento —Me dijo tras levantarse.
—No hay problema —contesté—: es una temporada que pone a todos como locos.
—Dígamelo a mi...
Y aunque no era mucho el tiempo de espera para subir, el joven se veía inquieto, apresurado: se veía en sus ojos un sentido de prisa, y al mismo tiempo, desesperación.
—¿Compras de última hora? —pregunté.
—Algo...
—Bueno, como todos aquí.
—Sí, lo sé, pero esto es un poco más importante para mi.
¿Importante, dijo? Bueno, en ese momento usé mis super-poderes de mercadotecnia para entender a qué se refería: chico blanco, del tipo "alpha-male" o "badboy", ascendencia eslava, de unos quince o dieciséis años, muy impaciente en vísperas de Navidad.
—¿Una chica, eh? —Me atreví a sugerir.
—¡Qué le importa!
—Lo siento...
—Em...por cierto...sí.
¿Qué tal eh? ¿Soy bueno no?
—Siempre es difícil comprar para una chica especial...
—¿Usted, tiene una? —Me preguntó.
—Bueno, a mi edad ya tengo mis millas recorridas...y en realidad, estoy en una situación similar.
—¿Amante?
—Ojala —contesté—, hijas.
—Uy...bueno, eso sí es difícil.
—Lo sé...
—¿Sabe lo qué podrían querer?
—Tengo una ligera idea, pero voy un poco...a ciegas.
—Mujeres...
—Sí, pero...EL PUNTO ES, que, hey, hay que hacer esfuerzo, de no ser así, quizá llegues como quince años tarde, queriendo reconstruir algo que tal vez no este en primer lugar.
El joven me vio de un modo muy extraño...casi me orino esperando el cuchillo...
—¿P-pasa algo? —pregunté, mientras la puerta del ascensor se abrió frente a nosotros.
—Nada, es que por unos momentos...el modo en que dijo eso me recordó a alguien...
—Em...vale. Buena suerte con lo del regalo.
—Y a usted.
Ahora mi gran pregunta regresó: ¿qué le compro?
Podría escuchar mi propio consejo, y al menos haber intentado, hacer el esfuerzo...
...sí, no es mi estilo...
Me retiré, y en un par de días, mi vuelo a Nueva York estaba listo...vaya desperdicio, pero por lo menos había llegado más lejos que antes; quizá en otros quince años, tendré el valor...
*
—Feliz Navidad, rojilla —Jake le dijo a Allyson; ambos caminando de mano por el parque frente a Hopewell, disfrutando la suave nevada que se sentía sobre ellos.
—Feliz Festivus, Jackie —Allye contestó.
—Sólo por ser quién eres, te dejaré llamarme así; pero cuando las fiestas se terminan, si me vuelves a robar así te robo la casa.
—Vaya romanticismo.
—Lo siento, es que...bueno, Allye, tengo tu regalo.
—¿Es en serio?
Jake sacó un pequeño paquete envuelto del interior de su saco. La propia Allye se encontraba sorprendida...
—Jake...te dije que no era necesario, digo...no soy como otras chicas: ya te había dicho que no quería un regalo, y no es como cuando otras chicas dicen "no quiero nada" pero al final si querían algo...como sea, EL PUNTO ES...
Jake entonces cayó los labios de Allye con su dedo indice.
—Sé que no, pero son las fiestas: tenía que hacer el esfuerzo.
—Jake...
Y la pelirroja se abalanzó en un abrazo, y en segundos, la pareja compartieron un beso. Y aunque Jake también había dicho que no quería nada, la pelirroja también se tomó la molestia en buscar algo.
¿Le gustaría? ¿Y a ella lo que Jake compró? Era lo de menos. Como un hombre más o menos sabio dijo, al menos había que hacer el esfuerzo.
N/A: Sé que es fuera de temporada, pero para seguir con la secuencia del año escolar, tenía que ser XD
Perdón si lo sintieron algo sentimentaloide.
Shalom gente :D
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