Capitulo X: La Naranja Impúdica

¿Conocen a ése chico problematico que disfruta con todo aquello que otros encontrarían repulsivo? ¿Aquel muchacho que en su mirada ya refleja una hostilidad innata? Ése era yo, Jake Zabrocki, y mis dos drugos...o drugas, o drogadictas, o bueno, como quieran llamarles: Allyson y Sarah, disfrutando de un poco de nuestra leche con ácido y de una generosa dosis de ultraviolencia a la vieja escuela aquel mágico momento.

—¡Rompe sus bolas!— gritó Sarah al ver esa pelea entre esos dos peleadores de la noche en el club de la jaula, haciendo más escándalo del que debía, si consideramos que la entrada a menores de edad estaba prohibida, pero si de alguien era culpa, esa era mía: ella había elegido la actividad de todo el día anterior, y ahora me tocaba esta noche a mi, y lo disfrutaría de la misma manera que disfrutaba mis cumpleaños: viendo volar dientes y sangre.

—¡Silencio!—Allyson comentó, con su "confianza" tan característica—. ¿Quieres llamar la atención?

—Están demasiado ocupados viendo al tipo con el cerebro de fuera, creo que no pensaran en tres chicos de 16 años...

Y entonces, un enorme silencio...

—¡¿16 AÑOS?! —exclamó el guardia del club del otro lado del lugar, con todos haciéndose a un lado y señalando a estos tres niños perdidos, extraños en una tierra extraña...

—Cálmense niñas, yo me encargo de esto —les comenté, y con mi mejor actitud adulta confronté a ese gorila con camisa ajustada.

—¿Puedo ver la identificación de usted y de sus acompañantes? —me pidió el monigote.

—Con mucho gusto señor...

Y le entregué las tres credenciales falsamente caras que Sarah hizo en su equipo de edición que le robó al club de artes gráficas de Hopewell High como "regalo de despedida".

—Muy bien, señor...Bin Laden, parece que todo esta en orden, no hay problemas, pero por cuestiones de burocracía, debo hacerles una pregunta de rutina, una pequeña prueba para comprobar que sean adultos.

—No hay problema, haga la pregunta.

—Perfecto. ¿Qué significa VHS?

Maldita tecnología de los noventa y diferencias generacionales. Esa pregunta resultó nuestra perdición: nos echaron del club justo cuando Igor "El Carnicero de Odessa" iba a arrancarle los ojos a Tarsem "El Turco Loco", pero las cosas no se iban a quedar así.

—¿Dónde está Jake? —Allyson preguntó a Sarah mientras estas dos niñas transitaban por la acera alejándose de ese antro de, LITERALMENTE mala muerte.

—¡Corran pero ya! —les grité, pero al ver la lentitud con la que Allye respondió, la tomé de la mano y la obligué a moverse.

—¿Qué rayos te pasa? —Allye preguntó.

No tardó en voltear y allar en el fuego de un cóctel Molotov su respuesta.

—Jake, hijo de bruta ¡Eso estuvo genial! —Sarah me felicitó

—¿Hijo de bruta?—le cuestioné su peculiar expresión

—Trato de hacer que se quedé, ¡ayúdenme a propagar la frase!

La hija de bruta de Sarah veía con gusto la escena de destrucción, más no podía decir lo mismo de Allyson, cuyos ojos denotaban una instantánea desaprobación por mi improvisada venganza, pero ¿Qué podía hacer? Ver violencia no causa violencia...interrumpirte la violencia si lo hace.

Pero eramos expertos en escabullirnos y en salir de todas, inclusive de destrucción de propiedad privada (y clandestina), y esta no sería la excepción...

...hasta la mañana siguiente.

—¡Más vale que sea importante!—gritó mi padre esa mañana de sabado tras escuchar el timbre de nuestra casa/taller—. ¡Esta vez si contraté esta peli de Playboy!

—¿Señor...Bin Laden? —preguntó un agente de policía

—¡JAKE!

Me llevaron a la estación; resulta que en la quema del edificio estúpidamente mi credencial fue de las únicas cosas que sobrevivieron (la otra sería Igor "El Carnicero de Odessa"), y aunque mi nombre era falso, por algún motivo (como por ejemplo, estar drogado hasta la verga) puse por error mi dirección

—Hijo, hemos revisado tu expediente—preguntó una oficial en la sala de interrogatorios—, y tenemos una muy buena sospecha y evidencia que tu fuiste quien comenzó ese incendió.

—Vaya al grano, señora oficial...

—Muy bien joven, pero espero que muestre un poco más de respeto ¿De acuerdo?

—Como diga hija de bruta.

—¿Hija de...? ¿Cómo dijo?

—Perdón, me lo pegó una amiga...curioso, siempre pensé que si una mujer me pegaba algo sería una sífilis...

—¿Podemos volver al punto, señor Zabrocki? ¿O Bin Laden? ¿Cómo desea qué me refiera a usted?

—En tu caso, diría "Su Sensualidad", pero iré por Zabrocki por esta vez.

—Como guste—respondió con un gesto de disgusto—. Nos pone en una situación algo difícil de explicar porque lo interesante es qué, estábamos buscando ese club durante años, y su acto de vandalismo nos ayudó a encontrarlo, así que en cierto modo, hizo algo de bien.

—Gracias, mi número de cuenta de banco es el 01450...

—No tan rápido: sigue siendo un acto criminal de consideración que debe ser castigado, esta vez con tiempo de cárcel.

Esto no estaba sonando bien en absoluto: siempre había logrado evitar pisar una prisión con toda clase de excusas, coartadas y apelando a la demencia, pero ahora no tenía trucos preparados para esta función, y la amenaza de terminar tras las rejas era una realidad palpable.

—¿No tengo opciones? —pregunté—. Después de todo, por algo me llamó aquí.

—Usted...no es nada tonto joven Zabrocki como muchos otros delincuentes juveniles con los que he tratado—me respondió—; verá, tiene una de dos: puede cumplir un tiempo de unos cinco años de condena, o...podría asistir a un nuevo tratamiento experimental, una especie de "reformatorio".

—¿Reformatorio? ¿Y en cuánto saldría?

—Cuestión de un día.

—¿Es todo lo que toma?

—Es todo lo que toma... ¿fácil, no?

A veces ciertas cosas parecen demasiado buenas para ser verdad, no obstante, tenía que ir esta vez contra mis instintos primarios; pase lo que pase, yo no iría a la cárcel...otra vez.

Me llevaron los guardias hacia una especie de centro médico, psiquiátrico tal vez; si mi madre no estaba en una de las prisiones, estaría por aquí sin lugar a dudas, pero esa es cocaína de otro sobre: lo que me importaba era enfrentar fuera lo que fuera que me hicieran.

—¡Ah! ¿Es él el sujeto de pruebas no es así? ¡Nuestro conejillo de indias! —uno de los doctores dijo cuando me vio entrar a lo que parecía ser una enorme sala de cine

—¿Conejillo...de indias? —murmuré, en un momento en que me di cuenta que la cárcel no sonaba tan mal

—Es sólo un término médico ordinario, tales como "Radiografía", "Electrocardiograma" o "Demanda por Mala-Praxis".

—¿Al menos puedo saber el nombre del doctor? Ya sabe, por si necesito demandar...si es que salgo de esto.

—Soy el Doctor Ludovic, usted tranquilo, yo nervioso, no tiene nada porque temer.

Entonces dos gorilas guardianes me pusieron en una camisa de fuerza, me sentaron al medio y al centro de la sala y valiéndose de narcóticos para músculos (y algo de cinta adhesiva) se aseguraron que viera con toda atención la pantalla.

Y de ahí aparecieron escenas de mi amada ultraviolencia: peleas de pandilleros, policías rompiendo cabezas de hippies, peleas de perros, Rosie O'Donnell peleando por el último subway del día...brutalidad total ¡Y la amaba!

—¿Cuál es el punto de todo esto? —pregunté.

—Sólo es una pequeña prueba, el verdadero tratamiento viene enseguida.

Y una de las asistentes de este Doctor Frankenstein de segunda se acerca y me pone las gotas más irritantes para los ojos que he sentido desde que confundí un medicamento con cloro desinfectante; otra más llegó a inyectarme una solución a través del brazo, y de no ser por el hecho que tengo más huecos en esa parte de mi cuerpo que un campo minado, hubiera sentido mucho dolor.

Las imágenes continuaban en un ciclo perpetuo, pero el placer inicial desapareció tras esas aplicaciones, al contrario: empezaba un extraño malestar, casi náuseas al verlas.

—¿Que coño me pusieron?—les pregunté—. ¿Vacunas podridas?

—Casi pero no, después de todo, esos sobrantes de la amenaza de la gripe aviar nos deben servir de algo—contestó el Doctor Ludovic

—¿Están guardando eso desde todos esos años?

—En el Departamento de Salud no desperdiciamos nada; si no aprobaban este tratamiento, hubiéramos tenido que tirarlas, o venderlas a Somalía.

Dejando de lado por un momento los horrores de la falta de ética medica...no, esperen, de hecho eso continua: cada vez me sentía peor: no podía aguantar las enormes ganas de vaciar mis entrañas frente a mi: algo en esas escenas ahora me causaba repugnancia total, no podía soportarlo.

—¡Apaguen esta cosa! —grité

—¿Sucede algo joven paciente?

—¡No puedo seguir viendo! ¡Me da asco!

Pero no podían detenerse ahora, no en ese momento en que estaban tan cerca de algo concreto (mi desayuno, por ejemplo) y prosiguieron con las imágenes, el sonido, y hasta añadieron algo de música al espectaculo.

—¿Eso es...Arcade Fire? —pregunté una vez más

—Algunos de mis colegas creen que el tratamiento es más efectivo si se incluye música.

—¿Pero por qué esa banda?

—La elección es aleatoria: pudo ser esa, pudo ser Beethoven, pudo ser Black Eyed Peas...

—Na, esos últimos me dan asco ya, pueden ahorrárselos.

El tratamiento duró varias horas más ese día, y otra sesión más el domingo; hasta el lunes tuvieron la descencia de soltarme.

—¡Jake! —Allye exclamó al verme la mañana siguiente en las puertas del colegio, corriendo a abrazarme—¡Que bueno que estas bien! ¿Dónde estabas?

—Cumpliendo con la sociedad —respondí, MUY gustoso de recibir tal muestra de cariño.

—¿Qué hay Jake? —Sarah me saludó—. ¿Y en que te entretuviste este fin de semana?

—En hacer lo que puedo para evitar la responsabilidad de mis actos tomando un atajo que al final resultará más dañino que lo que la alternativa pudo ser.

—Comprendo perfectamente —Sarah me respondió, no con sarcasmo, sino con una completa honestidad, al saber exactamente a que me refería.

Y normalmente diría "y todo siguió normal" o "las cosas salieron como siempre", más la vida me ha enseñado tres grandes verdades:

1.-El hip hop dejó de ser relevante en el 2004

2.-Los programas de "armas por dinero" nunca llegan al precio real de tus arsenal.

Y por supuesto:

3.-Cuando más normales parecen las cosas, más fuera de control están en realidad.

Para comprobarlo, no tuve que esperar más allá del receso.

Tras ver como Allyson se encontraba perdida en el enamoramiento del señor número 402, Sarah quería sacarla de su ensueño.

—Allye...Allye...¡Allye!

Pero al no responder, no tenía Sarah otra opción más que recurrir al lenguaje que mejor sabía hablar: violencia infantil y de dibujos animados.

—¡Oye! —Allyson reclamó tras sentir una fuerte cachetada por parte de nuestra gótica de cabecera—. ¿Y eso por qué fue?

—Es el mejor modo para traerte de nuevo a nuestra dimensión.

Más esa pequeña muestra de agresión fue recibida por mi parte de una manera...diferente; amo cualquier excusa para ver a una persona lastimando a otra, Y ADORO con todo mi ser (desde mi cabeza hasta mi cadera) cuando una chica golpea a otra (si, diganlo: soy un cerdo ¿Podemos avanzar?) pero esta vez en lugar de mi mirada sádica-lujuriosa (la proporción aun esta en debate) solo...tocí.

—¿Te pasa algo Jake? —Allye preguntó.

—No, nada serio, es que recordé esa vez cuando vi a mis abuelos haciéndolo ¿Por qué no cierran las malditas puertas bajo llave?

—¿Estás seguro?

—Sí...bueno, al menos eso creo.

Y todo fue colina abajo desde ahí...

—Así que—explicaba el Señor Filipenko durante la lección de historia—, los indios de la región fueron masacrados: sus armas no fueron rival para las de los colonialistas europeos, que con solo abrir fuego herían de muerte a sus enemigos: les hacían sangrar de la cabeza, el torso o los brazos, y los que sobrevivían a la lluvia de munición eran rematados con espadas y cuchillos: rebanados o apuñalados hasta su muerte...

—¿Tiene que ser tan gráfico? —preguntó una de las alumnas.

—¡La historia no tiene censura! ¡Ni para violencia ni para sexo! ¡No se quejaron con el capitulo sobre las aventuras de Cleopatra!

Y normalmente estaba de acuerdo con las vividas y sangrientas lecciones del profesor (lo único digno de poner atención en la escuela), pero por esta vez su reacción indicaba lo contrario.

—¿Pasa algo señor Zabrocki? —el maestro preguntó tras verme torcer mi cuerpo y toser de repulsión

—Sí, estoy bien...creo...no estoy tan seguro, ¿puedo ir al baño por favor?

—Claro, pero que no tarde: falta la parte donde colgaban a los criminales.

Aguantando una arcada tras esas palabras, salí al baño, me lavé la cara y traté de calmarme un poco; un par de chicos entraron al baño con otro más pequeño de las manos y lo llevaron hasta uno de los inodoros, y le aplicaron un "falso ahogamiento"...bueno, siendo sinceros, era un ahogamiento mucho muy real, pero ustedes entienden, y si pudiera citar a mi amiga Allye: EL PUNTO es qué ese acto de abuso que tanto podía disfrutar (y en ocasiones, unirme a) ahora me daba el mismo asco que entrar a una fiesta donde solo hay pizza con piña y la música es solo un loop perpetuo de Miley Cyrus.

—¿Qué me esta pasando?

Ese sería el primer día del resto de mi vida...pobre de Jake Zabrocki, pobre de mi ¡O malaventura de la vida que me ha hallado en un estado de tribulaciones y...!

OK, que flojera hablar así, lo demás lo sabrán en la próxima entrega.

N/A: La dedicación a Coleta, por sus dulces e inspiradores palabras y animos a éste pobre payaso infeliz :D

Nos vemos la siguiente entrega :)

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