Capitulo VIII: De Tundra a Tundra
Anteriormente en "El Club de Hopewell"
¡Hola! Me llamo Allyson S. Martin, y en el capitulo anterior descubrí que al parecer, el movimiento emo tiene más de cien años: encontré el diario de lo que parece ser mi antepasada (cuyo nombre tengo que arrastrar).
Dado que tengo que mejorar en la clase de historia con un reporte sobre la inmigración a nuestro país esto puede darme cierta ventaja...y así ya no tendré que pararme a la biblioteca a investigar (¡Malditos maestros! ¿Qué tiene de malo ?)
Ahora comenzamos...
...y aquí estaría el tema musical de la serie si esto fuera un show de TV...em...para fines prácticos, imaginen el que quieran, yo empezaré a narrar en el siguiente párrafo.
Le presenté el diario al profesor al día siguiente, el cuál tuvo varias palabras que decirme.
—Nada mal Señorita Martin —me dijo mientras leía—, creo que tiene aquí un buen recurso que le daría una perspectiva más profunda del tema que le dí.
Si bien es cierto que terminar el trabajo lo mejor posible era importante, la verdadera razón por la que me quede tan, bueno, "obsesionada" (quizás no sea la palabra correcta pero no se me ocurre alguna otra) con el texto es...francamente, no lo se, al menos no lo se expresar verbalmente (o textualmente ya que andamos en eso); quizás lo mas parecido a una explicación que les puedo dar es que hay cierta "conexión" entre el pasado con esta chica, Sigrid (qué debe ser mi tataratataratatara...bueno, la abuela de mi abuela ¿OK?) y yo.
—¿Sigues leyendo eso? —Jake me preguntó al salir de clases, los tres, caminando hacia nuestros hogares.
—¿Tiene algo de malo? —le respondí—, es interesante, y si me voy a obsesionar con una lectura, podría ser peor...podría ser con "Anita Blake".
—Lo siento, es que me dan algo de alergia los libros: si no tienen mujeres con poca ropa jugando luchas de almohadas o fondos huecos para guardar mi dinero no me interesan.
Bien, Jake no lo entendía, pero no me llevo demasiado descubrir que las mujeres Martin(sen) siempre tuvimos problemas con los "chicos malos".
29 de abri de 1892
A pesar de la decepción inicial, en realidad este nuevo país no estaba tan mal, y me estaba acostumbrando, y la vida parecía mejorar: mi madre consiguió un empleo en una fábrica de textiles y aunque la paga era una miseria, una "miseria" era mejor que "Dios mío, dime que al menos trajiste las migajas de las migajas".
Pero para completar el pan, también tuve que trabajar, y conseguí un empleo ayudando en una tienda cerca de nuestro hogar; el dueño era otro inmigrante, aunque el llevaba algo más de tiempo: su nombre era Andrei Zabrocki, y creo que era polaco.
—¡Jovencita!—me llamó la atención en mi primer día—. ¡Ponga atención con lo de la maquina registradora!
Si, estaba distraída, y el detalle es que aunque no estaba muy motivada por vender fruta a medio podrir a nuestras pobres victimas (o "clientes"), hubiera puesto más atención...de no ser por él.
—¡Oye, cuidado con las peras! —me gritó con su varonil voz mientras se me caia la fruta en la cabeza dejandome con más moretones que nuestras manzanas,
¿Su nombre? Jacob Zabrocki, y era el hijo del dueño...y...si, me siento como una idiota: siempre me consideré una chica inteligente (Para empezar, soy la primera mujer en mi familia en saber leer o que no se ha enfermado de la peste porque me baño todos los días) y me burlaba de esas jovenes admiradoras de Jane Austen (¡Dios mío! ¡Esos libros son malisimos!¡Son tan cursis que mi hermana pudo haberlos escrito! Bueno...si supiera escribir).
—¿Ése soy yo? —Jake interrumpió mi lectura
—¿Qué cosa?—le dije, y me vi en la entrada de mi hogar (¿Leí todo el camino a casa? ¿Cómo no me caí en una fosa...caramba, ¿dependo tanto del "Sid Vicious" de los pobres y la "Zoey Deschannel" morena?)
—¿Será que es algo mío? ¿Jacob Zabrocki? ¿No te suena alguna campana?
—¿Por qué dices qué si "eres tú" en lugar de "es un familiar"? ¿No suena un poco extraño?
—Tal vez —Sarah interrumpió—, pero desde la perspectiva de alguien ajeno a nosotros, sería como un programa donde los personajes descubren que sus antepasados ya se conocían y para representarlos son solo los mismos personajes del show pero en la época en cuestión o...tal vez no.
Sarah una vez más hablaba incoherencias, pero eso no me detuvo una duda.
—¿Estaban leyendo el diario?
—Claro que no Allye —contestó Jake.
—¿Entonces?
—Siempre hablas en voz alta y ni te das cuenta, Y siempre cantas lo de tu mp3 también, y por cierto: no sabía que te gustaba Taylor Swift...
Nos despedimos después de ser humillada por mis tontos gustos culpables en música; subí a mi cuarto, me cambié a unos pantalones que no me apretaran tanto (Dios, ¿ahora hasta la insulsa gelatina de la escuela engorda?) y seguí leyendo:
Era un patán: y sin embargo, aquí estoy: admirando a un varonil chico con brazos musculosos, ojos azules profundos, y un torso que me hace...
...¿Dónde estaba?
—¿Estás bien? —me dijo Jacob tras verme caer.
—Si, creo que sí...
—Tienes que fijarte más en esto, pero bueno, ¡qué se puede esperar! Las mujeres no son muy fuertes que digamos, no sé en que pensaba mi papá al contratarte.
Y ese tipo de comentarios me hacían volver a la realidad. ¿Qué no soy muy fuerte? Bueno...tiene un punto, no lo soy (¡Cuidaba gallinas! Mi madre cuidaba las vacas, mi hermana las ovejas, y yo las gallinas: nunca fui de esfuerzos físicos, ¡me hubieran mandado a cuidar chinchillas si las hubiéramos criado!) ¡Más eso no significa que esta en lo correcto!¡O qué estaba bien que lo señalara!
Y para colmo, el maldito era un flojo de primera clase.
—¿A dónde vas? —le pregunté al verlo salir.
—Tengo que hacer unas...cosas; cómo sea, quizás no deba irme, después de todo, una pobre inmigrante no podría manejar la tienda, no tienes la capacidad.
—¿¡Qué!?—indignada por aquella aseveración exclamé—. ¡Claro que la tengo!
—¿Estás segura? ¿No son los noruegos sólo buenos en talar árboles y en envidiar a los suecos?
—¡No! ¡Claro que tenemos capacidad!
—¿Y no envidias a los suecos?
—¡Malditos traga-albóndigas...! Pero no...eso no.
—Oh bien, entonces la tienda estará segura en mi ausencia, ¿verdad?
—Bueno, creo que sí, pero...
—¡Adiós!
Y se marchó a toda velocidad engañándome por mi estúpido orgullo; el maldito es tan brillante como un patán...nació en el país y se siente parido por Zeus...
No obstante, al menos me dio algo de tranquilidad: estar sola, atendiendo a los clientes no era tan malo, y me daba cierto sentimiento de "aquí mando yo" que no tenía en casa, y todos eran bastante amables, me hacían sentir bienvenida en esta nueva tierra...
...pero nunca falta el animal que lo arruina para todos...
—Un kilo de tomates...van a ser... —decía mientras atendía a un cliente: un hombre mayor, lucía impaciente, estaba nerviosa: había comprado muchas cosas y aunque sabía contar más de 100, con algo arriba de eso siempre batalla,
—Señorita, por favor, tengo mucha prisa —me dijo, cada vez más molesto por mi tardanza.
—Lo siento señor, en verdad disculpe, soy nueva aquí...
—¿Nueva? ¿Se refiere a la tienda o en el país?
Sí...una de las cosas que mas me avergonzaban (aparte de mi segundo nombre) era el acento...sabía el idioma local, pero por más que trataba sonar correctamente, a veces se me escapaban algunos errrores al hablarr*.
—¡Más aprisa maldita frente mojada! —finalmente me gritó.
"Frente mojada", debería aclarar, era una de las peores cosas que le podías decir a un recién llegado. No tengo entendido de dónde surgió el insulto, pero se dice qué es porque la frente de los inmigrantes en los barcos se humedece con la llovizna de las costas canadienses al llegar a puerto; sí, no tiene mucho sentido en realidad, pero no es tanto lo que significa, sino la manera en que lo quieren hacer sonar.
—¡Hey! ¿A quien le dices "frente mojada"?—cuestionó una joven de cabellos negros gruesos y largos haciendo fila detrás de ese hombre; por su acento, era obvio que ella también era inmigrante
—¿Qué? ¿Qué van hacerme un par de niñas recién llegadas?
—¿Qué voy a hacer? ¿Quieres saberlo? ¡Amiga!
—¿Me...hablas a mi?—pregunté
—¿Venden aquí cuerda?
—Claro que sí...
Lo qué hizo...no puedo describirlo con palabras, pero involucra un poste improvisado de bandera y una bandera improvisada colgada de la cuerda: ese hombre.
—¡Pide perdón a mi amiga! —gritaba esa joven.
—¡De acuerdo! ¡Perdón por burlarme de tu acento, por tardarte en contar mi cuente y de tú ropa!
—Hey...no recuerdo que se haya burlado de mi ropa —pensé, mientras bajé un poco la mirada revisando si había algo mal con lo que llevaba puesto.
—Em...eso sólo lo pensé ¡Pero también me disculpo por eso!
—¿Contenta pelirroja? —me dijo esa chica
—Sí, supongo...
—¡Perfecto! ¡Puedes bajar!
Y ella simplemente soltó la cuerda y ese individuo cayó al piso noqueado por el impacto; eso fue...algo excesivo, lo admito, pero al menos era genial ver a una inmigrante que no se dejaba amedrentar por nadie.
—¿Oye, como te llamas? —le dije
—Zarahi Greenberg, ¡pero nunca sabrás mi nombre!
—Pero...me lo acabas de decir...
—¡Oh cierto! A veces mi cabeza se adelanta a mi boca a responder las cosas, ¿O era que mi boca se adelanta a mi cabeza? ¿Tienes un reloj que puedas prestarme? ¡Quiero ver cuál de las dos cosas es más rápida!
No era necesario una opinión experta para saber que algo no estaba de todo bien con esta chica, pero ¿qué no estamos todos un poco locos?
—¡Esa es algo mío! —Sarah comentó...desde la ventana de mi cuarto, ya casi al anochecer.
—¿Qué haces aquí?—dije asustada ante su sorpresiva presencia en mis aposentos (caramba, la forma de hablar del siglo XIX se me esta pegando)
—Quería saber un poco más de esto del diario: es bastante interesante, de hecho.
—¿De verdad?
—¡Si! Es como leer sobre nosotras en ropas más chistosas y más disentería.
—¿Y desde cuando estas aquí?
—Desde que te cambiaste los pantalones: ¡Si que batallas con esos! ¿Has estado comiendo gelatina del colegio otra vez?
—¡Bueno ya! Si quieres escuchar esta bien pero no ando para que me critiques mis partes, así que silencio, ¿si?
—Tranquila Allye, no pasa nada—Jake comentó...desde detrás de Sarah, trepado en mi ventana
—¿Jake también esta aquí? ¿Desde cuándo?
—Desde qué te cambiaste los pantalones, y no le hagas caso a Sarah: te ves bastante bien en realidad. Me gustan mis mujeres con carne en los huesos —sonriente, me contestó.
—¿Pueden dejar los piropos disfrazados de insultos y los insultos disfrazados de piropos? Si quieres escuchar, esta bien, ¡pero no se hagan los ninjas! Además...siempre fueron mejores que yo en eso y me da envidia...
—¿En los piropos-insultos, los insultos-piropos, o lo de los ninjas? —Sarah pidió aclaración.
—¡Ya silencio y vengan aquí!
Y con ellos tomando lugar a los costados de mi cama, seguí el texto:
—¿Y tú como te llamas?—me preguntó
—Sigrid: Sigrid Martinsen...bueno, Martin: nos cambiaron el apellido, creo...aún no nos llega la nueva documentación.
—Bueno, gusto en conocerte Sigrid, y recuerda ¡Inmigrantes unidos jamás seremos...! Mmm...algún día encontraré rima para esa frase...oh, como sea, ¡Cuidate!
Y tan rápido como hizo su acto de justicia (sea cuál sea la definición de "justicia" en el diccionario de esa chica) se fue; era extraña, no solo por su manera de actuar, sino por su manera de verse: tenía un vestido completamente negro, ¿qué es esto? ¿Un funeral? ¿A quién se le ocurre eso de vestirse todo de ese color fuera de un servicio fúnebre?
—¿Ya conociste a Zarahi eh?—Jacob preguntó mientras caminaba hacía a mi; por fin había regresado
—¿La conoces?
—Todos los locales la conocemos: dicen que hay algo malo en esa chica, pero en lo particular creo que solo lo dicen por antisemitismo...aunque algunos dicen que por ahí tiene cruza con india o algo así...lo cual también tiene tonos discriminatorios, pensándolo bien.
—¿Y tú qué? ¿No me insultaste también de maneras machistas y xenofóbicas? ¿No soy solo una "pobre inmigrante"?
—Na, solo lo dije de broma, además, explotar tu orgullo me hace más sencillo el trabajo en la tienda.
—Eso...de algún modo sonó peor...
El chico me estaba hartando, pero después encontré la razón de ser de su persona, o al menos una justificación.
—¿Te encuentras bien? —le pregunté al verlo tambalear, con un paso que parecía que perdería pronto el equilibrio
—Si, no pasa nada, solo algo ando cansado...digo, solo ando algo cansado.
—¿De verdad? ¿Y por qué tienes los ojos rojizos? ¿Estuviste llorando?
—¿Llorando? ¿Tengo cara de italiano? ¡Claro que no!
Su marchar irregular lo llevaron a tropezarse con una caja antes de entrar a la tienda; cayó y se pegó con fueza al piso, y del bolsillo de su camiseta salió unos paquetes de papel con lo que parecía ser unas hojas o hierbas...
—¡Eso...no es mío! —Jake se apresuró a gritar, sin siquiera darme el placer de inculparlo primero
—Salió de tu bolsillo, ¿Qué crees que soy idiota?
—Bueno...
—¡No me respondas! ¿De todos modos que es? —pregunté mientras me agachaba para ver esas cosas de cerca—, ¿Esto es...opio?
—¿Sabes qué es el opio?
—Mi padre murió por sobredosis de esto...eso o se lo comió un tiburón en las costas de Trondheim, mi madre siempre se contradice en eso, pero EL PUNTO ES...¿Sabes acaso lo peligroso que es esto? ¿Qué diría tu padre si te viera?
—¡Oye malcriado!—gritó su padre al llegar—, ¿Ya trajiste la...?—se fijó que Sigrid observaba cierta hierba en el piso—, digo, quiero decir...el...em... "orégano".
Voy a tomar un pequeño receso de la lectura para decirlo: como pueden ver, una leyenda nació...pero prosigamos.
—No tiene porqué fingir Señor Zabrocki: estoy enterada de lo que es —le dije.
—Oh, si, si, comprendo bien...entonces le harás el pequeño favor a tu querido jefe de no hablar de esto con nadie, ¿Verdad?
—No se preocupe, no tengo problemas con eso, solo traten de no hacerlo tan obvio: en una de esas a mi me involucran también y me devuelven de una patada a Noruega.
Quisé trabajar y salir de ahí, pero antes de eso, Jacob me interceptó a la salida de la tienda al anochecer.
—¿Cómo estas linda?—me dijo de la manera más falsa, cínica, desvergonzada, manipuladora, ruin...y linda e irresistible (¡Dios mío! ¿Cuándo me convertí en Jane Eyre?)
—¿Qué quieres? —lo confronté.
—Nada, nada, solo es qué...bueno, mi padre aún esta nervioso por si puedes guardar silencio por nuestra "hierba familiar".
Respondí como la señorita educada y de buena alcurnia que soy.
—Me importa un jodido carajo.
—¿Estás segura?
—¿Me van a seguir pagando?
—Pues...claro que si.
—Entonces no tiene que importa, ¿verdad? ¿y no sería estúpido de mi parte denunciar a mis empleadores?
Lo dejé pensando, y entonces me dijo la primer cosa buena que había oído de él.
—Sigrid; no eres tan tonta cómo creía.
Esta bien: la primer cosa "buena" hasta ese momento, y seguía siendo mejor que el último hombre con el que había hablado al entrar a Canadá: "Señorita, ha sido elegida para un examen al azar de salubridad: si puede hacerme el favor de quitarse la ropa..." (Ya no les cuento más: no es nada agradable de recordar...tampoco ayudo que el desgraciado no me escribió aún cuando me prometió hacerlo).
Veo que mi miedo patológico a que me vean en ropas más cortas que mis tobillos y más bajas que mi cuello tiene una explicación genética.
1 de mayo de 1892
¿Recuerdan el pobre diablo que esa chica rara, Zarahi hizo escarmentar? Ahora empiezo a lamentar su ayuda.
—Buenos días señora Martin —comentó un oficial de la ley esa noche a nuestra puerta.
—¿Puedo ayudarlo?
—Si, y lamento decir que no traigo buenas noticias: vengo por su hija.
—¡No se la lleve! Se que parece debió leer su expediente, pero le aseguro que tuvo que hacer esas cosas en la vieja patria para traer dinero a la mesa, ¡sólo use su poder de deducción! ¿Por qué otra razón una chica linda joven se acostaría con ese viejo tuerto?
—No, no es eso; venimos por Sigrid Martin.
—Oh, ¿No es por Jessika?
—No, verá...
Y procedió a explicar lo que pasó: ¿Quién lo diría? Ese sujeto de la tienda resultó ser encargado de la oficina de inmigración, y estaba furioso, y una persona enojada con el poder para sacarte del país es una terrible mezcla.
—¡Yo no hice nada!—me defendía en la mesa, después que mi madre recibiera un citatorio para mi a la Corte municipal—, ¡fue una chica loca! ¡Zarahi Greenstrom o algo así!
—Tal vez sea cierto, pero eso no cambia el hecho que ahora te van a juzgar, y lo peor de todo: nos van a juzgar...ahora esta en riesgo el simple hecho de quedarnos aquí.
—¿O sea que podrían corrernos del lugar al que nos corrieron cuándo nos corrieron de nuestro país de origen? —Jesikka añadió.
—No pienses mucha en eso hija, se te puede freír el cerebro...
2 de mayo de 1892
No tuve más remedió: esa noche después del trabajo, decidí buscar a esa chica.
—¿Si?—preguntó Zarahi al tocar a su puerta en el barrio judío—, ¡Hey! ¿Sigrid no es así?
—Si, si, ahora, tengo algo que decirte...em...¿recibiste una notificación para presentarte en la Corte por agresión a cierto tipo?
—¡Ah si! Nos amenazan con corrernos, bueno, así es la vida, pero el viejo país tampoco es tan malo, después de todo, ¡todos sabemos lo geniales y tolerantes que son los alemanes con los judíos!
Ella parecía tomarlo con una calma casi perturbadora, cosa que me gustaría decir que yo también hice, pero estaría mintiéndoles.
—¿¡Qué no vez lo que puede pasarnos!? —la tomé del vestido y le grité agitándola de hombros.
—¡Hey! ¡Tranquila, no te compliques! No pasará nada —contestó—. ¡Y al menos invita a la chica primero a cenar si me vas a andar dando una movida!
Tomaré otro pequeño receso de la lectura para hacer notar que, al parecer, en la boca de Zarahi nació esa frase cliché. Prosigamos.
—¿No?, mira, tal vez para tu gente que controla los bancos y el dinero mundial no signifique nada, ¡pero para las personas decentes y trabajadoras y...!
Cielos...Sigrid era un poquito antisemita...mejor saltaré esa parte. Es medio incomodo ver a una persona nórdica hacer comentarios así.
—Cielos, tu tataraabuela era poquito antisemita—Jake comentó.
—¡Si, ya me dí cuenta! ¿Bien? ¿Puedo continuar?
—Perdón, vale, vale, tú dale.
—¡Hey! ¿Qué haces aquí?—escuché de una voz conocida, molesta...y sensual.
—¿Jaboc? ¿Qué haces TÚ aquí?
—Nada, pero...em...Zarahi, me debes algo todavía por lo de la..."mercancía"
—¿Todos fuman esa cosa aquí en Canadá acaso? —cuestioné.
—La bandera del país es una hojita, ¿qué esperabas? —Jacob señaló—. ¿Y sucede algo, Sigrid? Luces algo nerviosa.
—Sí, una posible deportación tiende a causar eso.
—¿Deportación?
Y le dije lo que había sucedido: sí, me habían clasificado como una inmigrante peligrosa al igual que a Zarahi y ahora podríamos afrontar la deportación.
—...y eso es lo que sucede —terminaba de explicar desde la azotea de la casa de Zarahi.
—Parece grave —dijo Jacob, con pánico en su mirada y sus manos tras su cabeza.
—Lo estás minimizando mucho: para ti es fácil, naciste aquí, pero para mi...¡no voy a volver a un lugar donde el plato nacional es bacalao con cebollas!
—Pero no ganas nada preocupándote tampoco, ¿o si? —Zarahi aportó—, mira, si tienes problemas para relajarte, toma un poco de esto.
Y me pasó un rollo de hierbas de la "mercancía" de Jacob.
—No, lo siento, no me meto drogas.
Oh...asi que de ese modo empezó...que lindo tatarabuela...
—Esta bien, tengo un plan—Jake dijo, bajo la influencia de sus hierbas especiales, y normalmente le hubiera dicho que no a su ridículo plan, pero yo estaba aún peor...
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