Capitulo XXX: Feliz Cumpleaños
Sarah había señalado la fecha con varias semanas de anterioridad, más que nada, por dos razones: la primera, porque era importante para ella; y en segundo lugar, porque ella nunca fue buena con las fechas.
—¡Ahí tienen preciosos! —la joven exclamó tras alimentar a sus peces aquella mañana de sábado.
Pero al mirar el reloj en su pared, se dio cuenta que no podía desaprovechar el tiempo.
—Tengo que irme muchachos—dijo a sus mascotas mientras acababa de ponerse sus botas—. ¡Mamá estará de vuelta pronto!
Sarah tenía que embarcarse en una larga búsqueda: la búsqueda de un tesoro de vital importancia por el cual no importaba que tan lejos tuviera que ir ni cuánto tiempo tuviera que buscar, no volvería viva sin ese preciado objeto.
—¡¿Cómo que ya no tiene velas?! —Sarah reclamó al señor Yamada, propietario y operario de una pequeña tienda de conveniencia del barrio de Hopewell.
—Lo siento mucho, señorita Greenberg —respondió—. Justo se me acabaron...de hecho, se me acabaron cuándo usted...
—¿No pidió más? —la morena interrumpió.
—Siempre pido más de todo, pero con las velas me tardó algo...la mayor parte ya no las usa, sólo como decoración, y no es algo que urja en la vida diaria: si se va la electricidad, casi todos usan sus celulares como fuentes de luz.
—¡No necesito un sermón sobre los cambios de paradigma en la rutina de la sociedad contemporánea! ¡Necesito velas!
—Hay otras tiendas, señorita; si no hay algo que pueda darle, pues...
—¡Pues eso haré, señor listillo!
Y Sarah se retiró.
Había un mini-super que se había puesto en su calle hace tan solo unas pocas semanas; tenían de todo, desde drogas de prescripción, hasta drogas de no-prescripción (si bien esas se vendían sólo en la noche, y técnicamente a las afueras del establecimiento), así que algo tan sencillo como unas cuántas velas no debía representar problema alguno.
—¿Velas, dice? —la tendera preguntó tras el pedido de su cliente.
—Sí, velas: esas cosas alargadas con la punta caliente...
—¿No es un nuevo modelo de vibrador acaso? Porque tenemos de esos, pero necesita ser mayor de edad.
—¡No hablo de un dildo! ¡Son esas cosas de cera que se usan para iluminar!
—¡Oh, velas! ¡Lo siento, no comprendía bien! Pero...déjeme ver —revisó el inventario en su computadora —. No...lo siento; nos llegan hasta mañana.
—Mañana ya es demasiado tarde, ¡las necesito hoy!
—Lo siento señorita; lamento de verdad no poder ayudarla.
Y Sarah lamentó una vez más su incapacidad de encontrar esos objetos; se marchó cabizbaja de la tienda, pensando dónde más tendría que ir.
—Quizá debí haber guardado un poco —pensó en su caminata, recordando el proyecto que terminó con el suministro de velas, veladoras y lamparas de gas de varios kilómetros a la redonda, cuándo de súbito sintió las hojas de un periódico llevadas por el viento hacia sus pies.
—“Joven crea retrato de luces de Robert Downey Jr capaz de ser visto desde el espacio” —leyó las palabras del encabezado que describía su gran proyecto artístico en honor al interprete de Ironman.
Sarah sonrió, pensando que si bien valió la pena soltar tal cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera, quizá debió guardar una vela o dos.
—No puedo rendirme —se dijo—. ¡Hay muchas tiendas! ¡Alguna debe haber! ¡No es posible que realmente me haya acabado todas las velas de Toronto!
Y su nueva meta es el gran supermercado a 8 calles del parque Hopewell; un Giga-mart que era tan grande y extenso que existen equipos de rescate preparados en las cajas para ir en la búsqueda de clientes que se han extraviado en sus pasillos sin fin. ¿Cómo no iban a tener velas ahí?
—No tenemos velas aquí —un empleado de la tienda advirtió a Sarah tras revisar los registros de inventario.
—¿De verdad? ¿¡Ni una!?
—¿No eres la chica que nos compró catorce cajas de eso hace unos días? —señaló el hombre —. ¿Qué acaso era tan necesario hacer con tanto detalle el bigote de Robert Downey?
—¿Por qué todos me repiten eso?
Quizá había esperanza, y es que en ocasiones tienen que ir donde todos conocen tu nombre.
—¡Muchachos, necesito ayuda! —Sarah entró gritando con pasos fuertes y pesados —. Me urgen unas velas y...
Pero su caminata la llevó no sólo lejos de su destino, sino a una serie y un tiempo completamente diferente.
—No permitimos la entrada de menores de edad aquí —un joven bartander preguntó.
Sarah volteó a su alrededor; los tonos marrones y rojizos, el apuesto empleado del bar con cuerpo de atleta, los horribles peinados ochenteros de las mujeres.
—¡Bien hecho idiota! —Sarah se dijo tras darse una palmada en la frente—. ¡Fuiste a dar al bar de “Cheers!”
Tras volver a su propio espacio-tiempo, Sarah retomó curso al hogar de Allyson.
—¿Sarah? —la pelirroja contestó al abrirle la puerta de su casa.
—¡Buenos días querida!
—¡No te ayudaré con la tarea de matemáticas esta vez! ¡Al final tuve que hacer yo tus problemas y se me olvidaron hacer los míos!
—Vale, en primera: claro que me ayudaras, tienes que hacerlo, y en segunda: no, no vengo por eso.
—¿Qué sucede?
—¿No tendrás velas?
—¿Velas? ¿No tienes luz en tu casa? ¿Por que no sólo usas la luz de tu teléfono?
—¡Que no es eso! ¡Realmente las necesito!
—Pues...dejame revisar, ¿si? Quizá...quizá tenga algo, aunque tendría que ver bien...
Allyson y Sarah subieron al ático, llenó de recuerdos, antigüedades y memorias en las cuales puede que una vela se pueda contar entre ese mini-mar de artículos empolvados.
—No creo que encontremos nada por aquí —Sarah comentó tras varios minutos de búsqueda entre libros, álbumes y discos de portadas dañadas y de colores desteñidos.
—Algo debe de haber, digo...una vela podría aparecer —Allyson contestó—. Vieja foto mia...vieja foto de Jessica...diario de mi madre —la pelirroja abrió y leyó un par de lineas —: “Ojala nunca mi hija encuentre estas palabras en este texto convenientemente escondido en el ático y que lo descubra a sus 17 años: tengo la regla retrasada, y si Malcolm se da cuenta que he pasado tiempo con el chico que nos limpia la casa”...¿¡QUÉ!?
—¡Ahora no, Allye! —Sarah gritó—. ¡Luego trataremos otro drama emo tuyo tan típico de ti pero por ahora necesito las velas!
—Oh, pues...creo que de verdad no tengo ninguna.
—¡Puta madre! ¡Mi reino por una vela!
—¿Y si vamos con Jake? —Allye sugirió tras poner de lado el diario de su madre.
—Pues...si alguien puede tener algo flamable tiene que ser él.
Y salieron hacia el hogar de su compañero.
—¿Más velas? ¡Mujer, te di todo lo que tenía hace días! —Jake exclamó en su puerta tras oír la petición de Sarah —. ¿Ahora harás a los Vengadores completos acaso?
—¡No es mala idea! —la morena aseveró—. Pero eso vendrá después, ¿en verdad no tienes velas?
—¿Se te fueron las luces en tu casa, acaso? ¿No tiene tu teléfono carga para que la puedas usar como...?
—¡Qué no se trata de eso!
—No se trata de eso, cielo —Allyson, de brazos cruzados, parcamente complementó.
—Bueno, pues no tengo...pero, ¿para qué las quieres Sarah?
—Eso no tiene la menor importancia...el caso es que de algún lado deberé conseguirlas.
Si no se encontraban en la zona inmediata de Hopewell, tendrían que ir a otras tierras lejanas y exóticas para cumplir su cometido.
—¿Cuál autobús llevaba al centro? —Sarah preguntó en la parada del bus, mientras Allye contaba sus monedas para el pasaje.
—El B-17 —Jake contestó—. Y ahí viene.
Y en su imponente vehículo, cuidándose de no aplastarse mucho entre el gentío y Allye preparando un golpe de mano cerrada contra un viejo que le veía de modo muy poco inocente el trasero apretujado en sus jeans, viajaron hacia las exóticas tierras...del centro de la ciudad.
—¡Jodido pervertido! —la pelirroja gritó tras bajarse del bus —. ¿¡Cómo se le ocurre pellizcarme ahí!?
—Lo que sorprende es que de hecho haya encontrado carne de la cual sujetarse...
—¡Jake, ya callate!
—¡Silencio! —Sarah ordenó—. ¡No nos faltará tiempo para burlarnos de la plana figura de Allye, pero primero lo primero!
Los chicos se encaminaron a un mall; en su colección de tiendas de mercancías sobrevaloradas y frívolas, debía haber espacio para encontrar velas en alguna de ellas.
—...y así fue como di a parar al bar de Cheers —Sarah narró mientras caminaban hacia el pasillo de un mercado de accesorios de relajación—. ¡Miren! ¡Ahí está!
Parecía como si una luz divina cayera del cielo sobre ese paquete de velas como si fuera el Santo Grial tan buscado tras años y años de sangrientas batallas por el objeto; Sarah marchó apresuradamente y alzó su palma para tomarlas...
...y ya no estaban ahí.
—¡Finalmente! —una niña pequeña exclamó, saltando de felicidad con las velas en sus manos.
—Disculpa, pequeña —Sarah se le dirigió.
—¿Si, señora?
—¿Señora? ¡Todavía no puedo votar legalmente!
—Concentrate linda —Allyson, de brazos cruzados, sugirió parcamente.
—¡Va! —Sarah respondió—. ¿Cómo te llamas?
—Ethel —la niña contestó.
—¿Ethel? —los tres comentaron —. ¿Hay gente que sigue llamando a sus hijas de ese modo? —Jake señaló.
—¿Puedo ayudarlos? —La niña cuestionó.
—Sí, linda, verás —Sarah se alistó a explicar—: Verás, he estado buscando por velas en varios lugares y este es el último paquete que parece haber en la ciudad hasta que los fabricantes logren reabastecer a todos los minoristas...en fin, ¿podrías ser tan amable de...quizá cedérmelo?
—P-pero...necesito estas velas.
—¡Está bien, comprendo que las necesitas! Pero podrías si es que se fue la luz en tu barrio usar un teléfono como una lampara improvisada, ¿lo sabias?
—No las quiero para eso...
—Hagamos esto, a ver que te parece: son unas ocho velas las que tiene el paquete, ¿por qué no me das una? Unicamente me basta eso; quedate con el resto, no importa, pero tan sólo una te andaría pidiendo.
—¡Las necesito todas! —Ethel advirtió.
—¡Tranquila, tranquila! Veo que tenemos un malentendido: solamente eso, y lo podremos arreglar. Mira, aquí te tengo otro trato: te pago las velas, ¿qué tal? Conservas el dinero de tu mesada y sólo pido una del paquete.
—¡Las necesito todas!
—¡Esta niña presenta argumentos muy fuertes! —Sarah pensó —. ¡Pero no puedo dejar ir las velas! ¡Soy ya casi una mujer adulta ante la ley! ¡Tengo más experiencia, soy más inteligente e ingeniosa y una niña pequeña no debe representar un reto para mi mente!
—¿Señora? —la niña murmuró, inquietada por la mirada penetrante y fija de Sarah hacia su persona.
—¡DAME LAS MALDITAS VELAS!
El grito de guerra de Sarah aterrorizó a más de un presente en el negocio, y la niña corrió, espantada por una mujer que debía suponer era una de las razones por la cual los adultos siempre le repetían esa frase de “no hablar con extraños” (y ciertamente, Sarah era muy extraña).
—¡Oye, no te vayas! ¡Espera!
Sarah corrió en persecución de la pequeña Ethel; no deseaba lucir como la mala en turno, pero a menos que ese mensaje a los proveedores de cera y velas de la ciudad tuviera respuesta, no podía contar con otro método para conseguir tan ansiado articulo.
—Si alguien pregunta...
—Lo sé Allye, ya conozco como va —Jake comentó—. No la conocemos...realmente no estamos para pagar seguros de daños de otra tienda.
Sarah era una chica que presumía de una gran condición; era rápida, ágil, e indetenible...y todo eso hacia más sorprendente aún el hecho que la niña pudiera mantenerse alejada de ella.
—¡Pero tenías que ponerte las botas de combate, Sarah! —la morena pensó en su carrera por la pequeña.
Ethel salió de la tienda; perseguirla en los pasillos del centro comercial sería un reto grande, con todas esas personas caminando tratar de no perderle al tiempo de no chocar contra nadie eran un desafió para su velocidad, reflejos y capacidad de aguantar el sudor por calzado incomodo de piel.
—¡Auxilio! —Ethel alcanzó a gritar—. ¡Una mujer loca me persigue!
—¡Cómo corre esa criá! ¿Por qué no es como todos los demás niños del país y es una obesa que no puede caminar dos pasos ni para ir al baño?
Eso sin mencionar la ventaja de su tamaño: más pequeña, más fácil que ocultarse y perderse en una multitud mientras que Sarah, con su rostro clamando saborear la sangre (metafóricamente) de alguien que tenía en su poder un tesoro a sus ojos.
—¡Sarah, calmate por favor! —Allye se acercó a su amiga, detenida alrededor de la fuente principal, volteando a todas direcciones como un depredador a su próximo alimento —. ¿E-estás sangrando de la nariz?
—¿Me vas a ayudar?
—Pues, em...
—¿¡ME VAS A AYUDAR!?
—Allye, sólo busca la maldita escuincla —Jake comentó desde el lado opuesto de la zona de la fuente, mientras observaba cada detalle una pista para seguir a la pequeña niña.
Allyson se unió a la tarea, pero las esperanzas estaban bajas (y la disposición de encontrar a la niña no fue tanta como la de no querer hacer enloquecer a su amiga), y los resultados, pobres.
—No es tan grave, Sarah —Allye consoló a su amiga, tomando asiento a su lado en una banca frente a una tienda de ropa para caballero —. No se pueden ganar todas, y las velas las podrás comprar en otro día; quizá inclusive mañana algún negocio podría tenerlas ya.
—Soy una idiota...
—¿Perdón? —reaccionó la pelirroja ante el susurro de su compañera.
—Hasta había señalado la fecha, y sin embargo no me fije...y el día pasará, y se me fue...
La voz de Sarah se estaba quebrando, e inclusive Allyson escuchó un leve sollozar; un ruido que quería ser ahogado, tenía que serlo, pero aún así alcanzó los oídos de la pelirroja.
—¿Sarah? ¿Estás...bien?
—Sí —replicó con sus dedos limpiando la zona de sus ojos con su mirar dirigido al suelo—. Es que...a veces no sé cómo puedo ser tan estúpida.
Y ahí, Allyson se dio cuenta que si bien estaba habituada a escuchar caprichos sin sentido, este parecía ser algo más; temía el hacer la pregunta, así que confió en la simple voluntad de Sarah, y que aquello que lucía superficial podía tener una profundidad insospechada.
—Vamos a encontrarla —Allye dijo, tomando de la mano a Sarah, y arrastrándola fuera de la banca.
—¿¡Cómo!?
—Con algo que siempre nos ha sobrado.
—¿Libido?
—Ingenio.
Allyson se acercó a la zona de anuncios del sistema de audio del centro.
—¿Puedo ayudarlas? —preguntó el locutor.
—Queremos hacer un anuncio —dijo Allye.
—¿Un anuncio? ¡Claro!
—¡Y no aceptare sus negativas burocráticas! ¡Voy a hacer el anuncio y usted no podrá detenerme!
—Por supuesto señorita; aquí está el aparato, sólo hable en él y...
—Después de todo —Allye se recostó en la consola —, un hombre ocupado como tu quizá necesite algo de...ya sabes...compañía femenina —se desabrochó un par de botones de su blusa—. ¡Puta madre! ¡Nunca me van a crecer! ¿Verdad? —pensó al ver que sus atributos no resaltaban tanto como lo deseaba.
—Allye, por favor, ¡el hombre dijo que sí! —Sarah dijo, tomando a su amiga de la cintura y haciéndola bajar—. ¡Generalmente eres tú la que me dice que no actué así!
—Vale, ya entendí: mi intento por ser sexy fue patético, no lo volveré a intentar jamás...—Allyson dijo, re-abrochando su ropa —. Dame el micrófono...el anunció es... “Clientes de Yorkdale, se les anuncia que cerca de la cabina de sonido se están regalando para todos los niños y niñas...” —Allye paró—. ¡Hey, Sarah! ¿Qué le gusta a los niños de hoy? ¿Siguen viendo Bob Esponja?
—Di que Suzanne Collins está regalando su cuarto libro.
—Oigan chicas, ¿es cierto lo que están diciendo? —preguntó el locutor.
—¡Oh, eso no tiene la menor importancia, lindo! —Sarah dijo guiñando su ojo derecho y con una enorme sonrisa en su contestar.
—C-claro...comprendo...
—¡Oh por favor! ¡¿TODO LO QUE BASTÓ FUE HACERLE OJITOS Y SONREIR!? —Allyson reclamó.
—¡Haz el maldito anuncio de una vez! —ordenó Sarah.
—“Se les informa que Suzanne Collins estará regalando de manera exclusiva su cuarto libro”.
—¡Ay, gracias peque! —Sarah abrazó al locutor y se despidió.
—Bien, vamos a esperar a ver...espera —Allye señaló—. ¿Sientes eso?
—¿Qué es esa...vibración?
Ambas chicas salieron de la zona de cabina al tiempo que sentían la vibración crecer en intensidad y frecuencia, y poco a poco siendo acompañada por voces agudas y eufóricas.
—¡Santa Madre de Trondheim! ¡¿Cuántos niños van ahí?! —Allye exclamó.
—Los que tienen que haber...—Sarah respondió.
Y tras sus palabras, la morena corrió hacia esa masa amorfa de fans de la literatura juvenil a toda velocidad, lanzándose cual si fuera una piscina.
—Sarah...¡Sarah! ¡No! —Allye gritó saltando hacia el lado opuesto a la tienda, tratando de no ser aplastada por la estampida aproximándose.
—¡Tú no eres Ethel! ¡Tú tampoco eres Ethel! —Sarah repetía tras tomar cada niño en sus manos para luego lanzar al infante en turno por los aires—. ¡Jolines! ¿Dónde te ocultas?
—¡Sarah! ¡No puede ser! ¡Eran tan joven! —Allye sollozaba, aún de rodillas lamentando el sacrificio sin sentido de su amiga.
—Eso luce brutal —escuchó la joven a su espalda.
—¡Jake! ¡Ahí estás! ¿Y...espera...?
—¿Quieres helado?
—¿Tienes a esa niña contigo? —notó Allye con Ethel comiendo un cono de helado de fresa —. ¿C-cómo la encontraste?
—Fui a la entrada, esperé a que alguien como ella saliera; le dije a su madre si me podía hacer un favor y le compré algo para tenerla quieta.
—¿Alejaste a una niña de su madre?
—No...ahí está —Jake señaló a una mujer expectante, en un vestido con estampado de flores, saludando con su mano.
—¿Todo se solucionó usando lógica, razón y siendo pacientes? ¡Quién lo diría!
—Creo que es hora de que le avises a Sarah que detenga su batalla contra media población infantil de la ciudad.
—Sarah, ¡Sarah! —Allye buscó llamar su atención—. ¡Por favor Sarah, deja eso de una vez!
—¿¡Madre, por qué nunca me quisiste!? —Sarah gritó agitando a una niña de los hombros.
—¡SARAH! —Jake se unió en el grito.
—Oh...¿Q-qué pasó? —preguntó, con la horda de niños calmada y empezando a retirarse ante la aparente ausencia de su autora aclamada.
—¿Regresión y desquite de mommy issues, Sarah? —Allye preguntó.
—Va...perdonen niños...perdonen...
Tras haber creado un trauma en una generación aterrorizada por una mujer de largos cabellos ondulados y oscuros y el frenesí de un veterano con síndrome de estrés postraumático, Sarah se acercó a sus amigos, calmada y más centrada en pensamientos e ideas.
—¡Esa perra tiene mis velas! —gritó al ver a la niña en compañía de Jake.
—¡Espera, espera! —Allyson sujetó a Sarah de sus espaldas —. ¡Por favor, algo de auto-control por una vez en tu vida!
—Bien...no pasa nada...me tranquilizo, me tranquilizo...
Allyson soltó a Sarah, quién se dirigió a la pequeña Ethel, a un paso normal, despacio y civilizado.
—¿Así que, aquí estás, eh?
—Vamos, no seas tímida —Jake dijo a la niña—; te garantizo que ella te tiene más miedo que tú de ella.
—¿Es verdad?
—Bueno, alguien tiene miedo y lo tiene de alguien más aquí; no sé quién a quién, ¡pero detecto el miedo!
—Pequeña, lo siento —Sarah se agachó—. Quizá exagere, pero eso es lo que pasa cuándo tu madre sigue bebiendo y fumando durante su embarazo...en fin; sé que son tus velas, y entiendo que tienes algo pensado para ellas, ¿no?
—Adelante, contesta —Jake clamó a una Ethel inhibida.
—Sí —finalmente contestó la niña.
—Pero yo las quería para algo muy especial, y aunque fuese una sola vela la que me pudieras dar...créeme que significaría el mundo para mi.
—Yo entiendo, pero de verdad las necesito todas.
—¿Todas? ¿Pero para que necesitas con tanta urgencia todas esas velas?
La infante se silenció de nuevo.
—Creo que puedo traer algo de luz a la situación —la madre dijo, acercándose y sacando algo de su bolso —. ¿Acaso no escucharon de esto?
Era una hoja de periódico.
—“Joven crea retrato de luces de Robert Downey Jr...” —Sarah leyó las palabras —. ¿Qué significa...esto?
—Ethel escuchó de ese gran proyecto de arte, y bueno, a ella siempre le ha gustado dibujar, pintar y jugar con masilla, y le encantan las cosas creativas; quería unas velas para hacer mini-figuras con luz, porque le encantó tanto esa idea de esa artista que...quiso empezar a imitarla.
—¿Es...en serio?
—Vale, no voy a dejarla jugar con fuego, pero para que al menos hiciera cosas pequeñas, ¿y quién sabe? Quizá podría hacer algo grande, como lo hizo la persona del artículo.
—Ethel...em...¿de verdad te gustó esa cosa con las velas?
—Sí —la niña respondió, sonriendo y agitando su cabeza.
—Yo...he escuchado que la que hizo ese retrato empezó desde muy pequeña, más o menos a tu edad...si sigues en eso, para cuándo crezcas, podrías ser muy buena en el arte.
—¿La conoces? ¿¡De verdad!?
—Bueno, he oído de ella...pero está bien: no quiero quitarle el material a una futura artista...
Sarah se levantó, se despidió sonriendo de Ethel y su madre, y...
—¡Espera! —la niña imploró antes de que Sarah se alejara.
—¿Si?
—Puedes tener una —Ethel extendió su brazo con una de las velas en mano.
—¿De verdad? ¿No la necesitas?
—No...vamos. Toma.
Como si no se sintiera ya conmovida, Sarah aceptó el gesto: tomó la vela, se agachó una vez más, y abrazó a la niña.
—Muchas gracias —le dijo.
Y tras esa extraña visita al centro comercial, los tres se retiraron y se encaminaron de nueva cuenta su barrio.
—Me sorprendes, Jake —Allye dijo.
—¿En qué?
—Con lo de esa criatura...la encontraste, y se sentía en confianza contigo; eres...eres bueno con los niños.
—B-bueno...teníamos que ayudar a Sarah —se justificó apenado.
Y tras quedar silentes por su caminata, al momento de llegar a los caminos separados del barrio de Hopewell, Sarah se despidió, y marchó a su hogar.
—No sabes lo mucho que me costó esto, ¡así que más vale que lo aprecies! —Sarah exclamó al entrar, con la vela sujeta en una mano y su otra tomando un encendedor de una mesita tras la puerta principal —. Pero...la próxima vez te juro que lo recordaré mejor.
Sarah subió a las escaleras, y entró a su habitación; posó su vela en una taza, la prendió, y la puso en su escritorio; volteó a sus celacantos, y los saludo, y su atención volvió a la vela.
—No nos conocimos por mucho tiempo...pero el poco tiempo que estuvimos, lo atesoraré por siempre —Sarah pronunció mientras veía atrás de la vela, a una foto enmarcada de ella, abrazando a un joven de cabellos rubios y ojos celestes como el cielo —. Feliz cumpleaños, Will.
N/A: Espero que hayan disfrutado de este capitulo, y no olviden que la sección de flores y tomatazos siempre está abierta (especialmente tomatazos).
Ahora, una premisa: de hecho alguien me pagó para hacer publicidad en este espacio final a mi cuenta de PayPal, así que pongan atención que sin esto su autor no le alcanza para el Internet.
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