Capitulo XXI: Engaño de Engaños

El escándalo era tan jugoso como el más dulce de los néctares; uno de esos eventos que muchos periodistas esperan con ansías, y una vez que llega, no se contienen en lo más mínimo en explotar cada pequeño detalle que se pudiera encontrar.

¿Cómo no podía ser de tal manera? Había fraude, había racismo, había armas de fuego, e inclusive habían acusaciones de abuso sexual.

—¿¡Abuso sexual!? —exclamó el director mientras leía el diario en espera a las afueras de la sala dónde el Juicio comenzaría.

—A muchos medios les gusta poner esas cosas para hacer más atractivas las historias —Tomika explicó.

—¡Había una miembro de nación aria, un director musical que no puede oír y fraude! ¿¡Qué acaso no les pareció lo suficientemente interesante?! ¿Quién podría decir algo tan espantoso?

—Entonces les conté de que LaFontaine me manoseó los pechos —Sarah narró, metida en medio de sus compañeros, en la banca del parque frente a Hopewell High, esa tarde —. No era cierto, pero un reportero me dio 100 dolares si decía que sí.

—¿No es algo irresponsable? —Jake preguntó—. ¿No vas a meter en grandes problemas al director? Podrías hacer que termine en la cárcel, podrías hacer que la escuela cierre, podrías...en realidad —el muchacho se detuvo un instante a pensar—, creo que ahora veo la lógica detrás de eso...

—Y conociendo a Sarah, no me sorprendería si alguien en la producción de hecho le haya metido mano...

—¿Perdón, Allye?

—No, nada...

—Tú, Allyson, no deberías preocuparte por ese problema —Sarah planteó con un sentido de orgullo al expresarse—. Después de todo, ¿cómo podrían toquetearte algo de lo cuál careces?

—¡Oye! ¡Es mejor que tener esas ubres tuyas! —la pelirroja reclamó.

—Niñas, niñas, calma —Jake les interrumpió—. No tienen que ponerse tan ariscas. Si tienen una diferencia, puedo sugerirles una manera de resolver su disputa que...

—¡Jake, si vuelves a sugerir lo de luchas en lodo en bikinis juro que que te unirás a Sarah y a mi en eso de no tener testículos!

—Allye, calma —murmuró Sarah.

—L-lo siento...y lo siento, amiga —Allyson comentó—. De veras que no era mi intención sonar grosera, es sólo que esto me pone un poco...

—¿Nerviosa? —Jake y Sarah dijeron al unisono.

—¿Soy acaso tan...?

—¿Predecible?

—¡Basta...!

—¿Ya?

Tras esa muestra del nivel de conocimiento de las potenciales respuestas de la pelirroja, Allyson dejó ir su indignación y su temor de ser tan visible a la distancia como un iceberg de greñas coloradas en medio del desierto y retomó el tema del Juicio.

—Puede ser un gran riesgo, chicos —les dijo.

—¿De qué manera? —Jake cuestionó.

—Ya sé que no lo parece, pero en realidad el director LaFontaine es...es de hecho un muy buen director, relativamente hablando.

—¿Hablamos del sujeto que organizó una ronda de inspectores especial porque alguien se había robado la tarjeta de memoria dónde guardaba sus ROMS de Pokémon?

—Como dije: quizá no lo parezca, pero en realidad, sí Jake, con todo y eso, es un buen director tomando en cuenta las circunstancias.

—¿Cuáles circunstancias? —Sarah preguntó.

—¿Se han puesto a leer lo que dicen de Hopewell High detenidamente, chicos?

—Allye: Sarah no lee nada que no tenga que ver con desmembramientos y ciertamente yo no es una actividad en la cuál yo me vaya a empeñar.

—¡Chicos, hablo en serio! —urgió Allyson—. El 50% de los alumnos de Hopewell High han sido victimas de crímenes, mientras que el 49% tiene antecedentes penales.

—¿Y el 1%?

—Creo que esos somos nosotros —Sarah sugirió.

—Aún así, no entiendo porque te preocupas de más por algo que ni siquiera es tu problema —dijo Jake.

—¿No? Bueno, piénsenlo de esta manera: ¿Recuerdan la última vez en la que LaFontaine fue destituido y cómo acabamos en básicamente una dictadura académica?

Y finalmente la verdad hizo sentir su peso.

—¿Saben lo que eso representa? —Jake cuestionó, compartiendo esta vez en su modo de expresarse el tono de urgencia de Allyson—. ¡Podrían poner a cargo a de hecho alguien peor!

—¿¡Peor!? —Sarah exclamó.

—¡Ahora lo entienden! —añadió Allye.

—Alguien que revise los casilleros —Sarah sugirió.

—Alguien que se muestre duro contra los narcóticos —Jake agregó.

—O peor. ¿Saben a qué me refiero?

—¡Alguien que de hecho nos haga trabajar! —Jake y Sarah contestaron al mismo tiempo, abrazados uno del otro tratando de encontrar consuelo ante tal aterradora idea.

—¿Saben lo qué debemos hacer, no? —la pelirroja preguntó.

—¿Intervenir en el engranaje del sistema legal para salvar a alguien acusado de fraude, conspiración y crímenes de odio? —Jake resumió.

—¿Sería acaso la primera vez que hacemos eso?

—Vale...ya se nos ocurrirá algo...

Y debían actuar de manera pronta, pues el Juicio ya se encontraba en curso, y no estaba tomando uno muy favorable para el director.

La fiscal se paseaba con insolencia de lado a lado mientras preparaba el veneno en sus preguntas; todo aquello que fuera necesario, que se requería para desarmar al educador tan rápido como fuera posible.

—¿Va a hacer más preguntas, fiscal Bennett? —el Juez preguntó.

La presencia de aquella experta en leyes era total: Sidney Bennett era conocida como una de las fiscales más agresivas del sistema de Ontario, y no descansaba, no cedía, no retrocedía ni un espacio hasta que su objetivo estuviera en sus garras. Y sus garras se preparaban para atrapar al director LaFontaine.

—Disculpe la demora, Señoría —la fiscal Bennett replicó—. Es que por un momento, al recordar haber leído sobre este caso, quedé...abrumada.

—¿Abrumada, dice?

—En efecto; quizá suena como demasiado, tal vez un calificativo exagerado a primera vista, muchos podrían pensar, pero tras tener en mis manos el largo expediente de hechos y dichos sobre la administración del director Jean Phillip LaFontaine en el colegio de Hopewell, uno se queda sin aire para respirar. Algunos ejemplos incluyen, pero no están limitados a: una organización de personal caótica en la que al menos un delincuente sexual y un hombre buscado por crímenes de guerra terminaron como profesores del liceo.

—En mi defensa, el 30% de los alumnos que egresan de Hopewell terminan en los siguientes cinco años como delincuentes sexuales y/o acusados por crímenes de guerra —LaFontaine argumentó.

—Mal manejo de recursos escolares.

—¡Mi PC es vieja! ¿Cómo iba a entrar a ese torneo en linea de “League of Legends”?

—Y ahora el pastel de su administración quedó decorada con una hermosa cereza en la que intentó cometer fraude contra un ya de por si mermado sistema escolar, a través de montar una obra que haría sonrojar hasta a los miembros del Ku Kux Klan.

—¡Y lo peor de todo! ¡Usted ya había sido convocado a esta Corte por una demanda a la que nunca se presentó! ¡Hace tres años ocurrió una misteriosa explosión en terrenos de su escuela y se reportaron daños en hogares, negocios y vehículos con salchichas, jamones y carnes frías diversas!

—¿Ya fueron tres años? ¡Como vuela el tiempo!

—¡Como pueden ver, estamos ante un completo incompetente que a lo largo de su tiempo como director ha incluso puesto en peligro las vidas de muchos que podrían ser sus hijos!

—¡Alguien quiere por favor pensar en los niños! —una mujer del jurado, en medio de un ataque de histeria, se levantó y gritó.

—¡Exacto señora Alegría! ¡Tiene toda la razón!

—Eso no sonó nada bien en absoluto...

—Es por eso que ahora les presentó mi primer testigo..¡Finkel Weinbach!

—¿Quién?

—Ya sabe: el antiguo profesor de educación física de Hopewell High.

—¡Oh, el sujeto que intentó derrocarme! —sonrió al recordar—. Esperen, eso no puede terminar bien.

Y el personaje avanzó hacia el estrado tras ser desocupado por el director; estaba esposado y siendo escoltado por dos guardias, y su rostro no se mostraba con muchos deseos de recordar viejos tiempos excepto claro, para escarbar cualquier cosa que pueda hundir a LaFontaine junto a él.

—Así que, profesor Weinbach —comenzó su diatriba la fiscal Bennett —. Enseñó en el colegio Hopewell High hasta el año pasado, e incluso desempeñó el cargo de director del colegio, ¿no es así?

—Así es —respondió fuerte y claro, con su característico acento del Medio Oriente que a pesar de que no era demasiado fuerte, se alcanzaba a filtrar en una pronunciación o dos.

—Su expediente nos dice que usted es sin duda una persona...particular. ¿Verdad?

—Depende de lo que quiera decir con “particular”.

—Bueno, lo que quiero decir con tal caracterización es que también tiene un pasado colorido que incluye servicio en el Ejercito Israelí.

—Nací en Israel. Es mi patria, al igual que la de ocho millones de personas. No sé que tenga de relevancia que haya servido o no en sus fuerzas armadas.

—Pero verá, es que sí tiene relación de lo que estamos hablando. Después de todo, ¿no fue acusado usted de actos de brutalidad contra civiles en el Líbano?

—No es una región para débiles. Si uno no responde con fuerza, se convierte en un tapete.

—No estamos aquí para discutir los métodos del ejercito de su país para tratar con las amenazas a su seguridad, profesor Weinbach —la fiscal explicó—. Pero según reportes, inclusive para la dureza de su país, usted iba más allá, y fue incluso acusado de crímenes de guerra. ¿No es esa la razón por la que tuvo que venir a esta Corte esposado?

Weinbach demoró un poco en su contestación. La fiscal casi se desespera, pero justo antes de insistir y presionar, él finalmente otorgó su respuesta.

—Cómo usted dice: es sólo una acusación.

—¿Fue capturado hace unas...?

—Dos semanas.

—Dos semanas; estaba prófugo desde que dejó el cargo de director de Hopewell High. Y además, según tengo entendido, usted enfrenta la ex-tradición, y la Corte de La Haya tiene un par de temas pendientes con su persona.

—Tipico. Cuándo los judíos están desarmados, se cometen actos brutales contra mi gente y nadie hace algo al respecto mas que lamentarse un poco y luego seguir con sus vidas. ¡Pero el día en que nosotros tenemos las armas y no hacemos más que defender nuestros hogares y nuestras vidas se nos sataniza y se nos...!

—No estamos aquí para discutir sobre revanchismos históricos. Su Señoría, miembros del jurado, tan sólo vean esto: aquel hombre sentado en la defensa pensó que un acusado de crímenes espantosos dignos de la más sangrienta y explicita película de terror era lo suficientemente calificado para enseñar en su escuela. ¿Acaso no podemos ver un peor juicio y criterio qué ese?

—¡Hey! ¡El hombre tenía muy buenas referencias! —el director LaFontaine.

El Juez pidió orden; en realidad, LaFontaine necesitaría calmarse, dado que no sería el único ahí listo para difamar su nombre.

—¿Puede decirnos su nombre completo?

—Kristana Helga Siegfrieds Braunn Martin —la escritora de “Oda a Andrews” contestó.

—Interesante sin lugar a dudas. ¿Es la autora de la obra montada por el colegio de Hopewell, no es así?

—Es verdad. ¡Y estoy muy orgullosa de mi obra! Me tomó años escribirla y perfeccionarla, ¡y el que alguien preguntara por ella para hacerla en un escenario era como...como...!

—¿Un sueño hecho realidad?

—¡Sí! O bueno, casi: quizá mi segundo sueño de vida. El primero sería que Dios nuestro Señor enviara su fuego nórdico a azotar esta tierra hasta acabar con todas las razas de lodo.

—¿Señora Martin, por lo qué veo usted tiene una forma de ver la vida...muy suya, no?

—Tengo mis opiniones. No son siempre populares, pero casi siempre la verdad nunca lo es.

—¿Es usted miembro vitalicia de “Canadá Blanca”?

—Desde hace 40 años.

—¿Y es o no verdad que su obra, “Oda a Andrews” está dedicada a un personaje muy divisivo en la política nacional!

—¡No es divisivo! ¡Y no tendría que ser un gran escándalo! ¡Ese hombre es una de las pocas personas hoy en día que siguen tratando de decir la verdad le pese a quién le pese!

—¡Damas y caballeros! —la fiscal se dirigió al jurado—. ¡Seguramente ustedes han oído de tal hombre! ¡Don Andrews! ¡Afamado supremacista blanco! ¡Una autentica vergüenza para nuestra nación, usualmente una tolerante a toda clase de pueblos y culturas! ¡Y el director LaFontaine pensó que era una gran idea montar una obra que no era más que una carta de amor hacia él! Una escuela que es casi un tercio no-blanca. ¿No se le ocurrió que eso podría ser más que ofensivo, peligroso?

—Hemos tenido una fuga de gas y un dos osos grises apareándose en una de nuestras secciones, ¡comparado con eso, una obra controvertida es poca cosa! —se defendió el educador, no tardando en caer en cuenta que tal argumento no le servía para mejorar su caso en absoluto—. ¿Por qué estoy en un juzgado civil de todas maneras? ¿No me deberían enviar al comité disciplinario nada más?

—Normalmente sí —respondió la fiscal—. Pero el caso decidió enviarse a las cortes cuándo se descubrió que a menudo, alguien citado por problemas administrativos pagaba su salida y la sepultura de los casos en su contra. ¿Usted conoce a tal persona, no director LaFontaine?

—¡Maldita Beatriz! ¡Me dijo que nadie se daría cuenta! —reclamó LaFontaine a una secretaria que había jurado un silencio que no pudo mantener.

El juicio continuó por días, con grandes e interminables (o así parecían) desfiles de personas dispuestas a ocupar asiento y comerse el hígado en vivo del director, y en la mente del jurado el espacio para la duda era cada vez más estrecho ante la certeza de lo que presenciaban.

—Todos de pie —informó el guardia conforme el Juez entraba en el recinto, el último día de las sesiones, dónde pronto se daría el veredicto.

—De acuerdo, que esto sea rápido porque el hipódromo no esperaba a nadie —el Juez murmuró.

Pero lo que parecía ser sólo un suceso rutinario con el guión conocido linea por linea y escena por escena, tuvo un invitado inesperado de última hora.

Más bien, debería decir, tres invitados.

—¡Objeción! —Allyson gritó tras patear la puerta de entrada —. ¡Ay! ¡Se me torció el pie! ¿De quién fue la idea de usar tacones?

Los tres chicos organizadores del 87% de las apuestas ilegales del área de Hopewell ingresaron al recinto, pero en lugar de sus usuales vestimentas “de batalla”, lucían, en palabras de Jake, “como los miembros del club al que mi tío Zlata lava los baños”: Allyson y Sarah en trajes de oficina, con faldas a tres cuartos y sacos cual si fueran a laborar a una oficina o cualquier cosa que implique ganarse la vida de manera legitima por un trabajo honesto. El conjunto de Allyson era en un purpura oscuro y el de Sarah en gris.

—¿Crees que exagere con los lentes? —la morena preguntó—. ¿Sí me hacen ver madura, no?

—Te vez bien, Sarah —Jake respondió—. Las dos de hecho se ven bien: soy yo el que parece un idiota; luzco como el sujeto que envió a mi madre a la cárcel.

Jake lucía un traje Armano (no lo escribí mal: eso es lo que está escrito en las etiquetas) negro que una amiga de su tía Maja le había conseguido en su viaje a la Nueva Belgrado; sus zapatos eran del mismo color, incómodos, y algo viejos, pero bien teñidos en un negro que disimulaba su edad. Y hasta su cabello, su mata de greñas alborotada la mayor parte del tiempo lucía aplacada por gel y químicos que el muchacho temía que le fueran a dañar el cerebro.

—¿Quiénes son ustedes, jóvenes? —el Juez preguntó.

—Déjenos presentarnos: ellos son mis compañeros, Sarah Greenberg, y Jake Zabrocki, y yo me llamo Allyson Martin. Somos...

—¿Martin? ¿Es algo de casualidad de Kristina Martin?

—Em...sí —contestó con lo que probablemente fue el “sí” más tímido y retraído que el Juez hubiera escuchado hasta ese momento en su vida.

—¡Hola! ¡Hola mi pequeña strudel!—la abuela saludó desde su asiento.

—¡Oh vamos abuela! ¡El strudel es alemán! ¡No noruego!

—De todas maneras —el Juez retomó la palabra—. ¿Qué es lo qué los trae aquí, jóvenes?

—¡Venimos a poner fin a esta travestía! —Sarah exclamó.

—¿Están hablando del juicio?

—Así es —Allyson declaró—. Hemos seguido esto, Su Señoría, y aunque no queremos cuestionar los métodos judiciales de esta corte, debemos decir que no nos sentimos satisfechos con la manera en la que se ha estado llevando.

—¿Qué quieren decir con eso?

—Queremos decir que para un cambio, aquí hay tres personas dispuestas a hablar a favor del acusado —Jake contestó.

—No creo que sea apropiado, además...

—¡Tenemos aquí un elemento de defensa que tiene que ser expuesto en este proceso! —Sarah gritó con un DVD en sus manos.

—¿Qué es eso?

—Esto es material perfecto para limpiar el nombre de un director inocente que no ha hecho más que tratar de volar un bote del modo en que las circunstancias le han permitido.

—¿Volar un bote?

—¡Bueno! ¿Entiendo el punto o no?

—No.

—Sarah, por favor, deja de hablar dos segundos —Allyson reprendió al oído de su compañera—. Su Señoría, con el permiso de la Corte, ¿podría pedir que se trajera el equipo indicado para reproducir este disco?

—Pues...supongo que si...

El Juez ordenó que se trajera un televisor y un equipo de DVD, y en pocos minutos, los tres jóvenes estaban preparados para exponer su verdad y sus argumentos.

—Hola, mi nombre es Sarah Greenberg —dijo la muchacha en el video, vestida con la misma indumentaria que estaba usando en la Corte, caminando en el verdor de un parque una mañana soleada—. Soy estudiante de Hopewell High, la escuela dirigida por el educador Jean Luc LaFontaine...

—¡Jean Phillip! —se escuchó en la pista de audio del video la voz susurrante pero insistente de alguien, como corrigiendo el nombre pronunciado por Sarah.

—Jean Phillip LaFontaine..¿Phillip? ¿Es en serio así como se lla...?

El video hizo una transición; esta vez, Jake fue el que apareció en pantalla, en un aula cerrada d ela escuela.

—El director LaFontaine ha manejado por años el colegio, y si bien algunos de sus métodos son poco ortodoxos, ¿se han preguntando por qué insiste en usarlos en primer lugar? ¿Será acaso porque...funciona? Los números no mienten: el hecho que sólo 48% de los alumnos se gradúen puede parecer un número bajo, ¿pero acaso se han puesto a preguntar cómo era la estadística antes de su llegado al poder? Tan sólo 15% de todos los alumnos se graduaban...sí, es cierto: Hopewell antes estaba recubierta con pintura de plomo y pudo haber causado daño cerebral permanente en más de uno al grado que no es extraño ver ex graduados que necesiten cuidado de enfermeras las 24 horas apenas a los 30 años, ¡pero aún así la primera orden de LaFontaine fue quitar esa maldita pintura!

—Ahora que lo estoy viendo —Allyson comentó—, creo que nos hubiera convenido pagar los 50 dolares por la edición...

Más era tarde para lamentarse: todo lo que podían hacer era ver su obra y esperar que fuera suficiente.

—Por eso mismo —la pelirroja era quién dirigía el video en ése segmento, mientras caminaba por los pasillos de su colegio—, creo que valdría la pena preguntar a aquellas personas que conocen la vida y obra del director en directo...

Lo que siguió fue una transición de distintos jóvenes dando su opinión ante una pregunta hecha por Allyson fuera de cámara: ¿Qué piensa del director LaFontaine?

En los jóvenes que se expresaron frente a las cámaras había un poco de todo: un rico matiz de razas, credos, gustos y tribus urbanas que enseñaban la enorme diversidad de su escuela que enchinaría la piel del National Film Board de Canadá.

Marina Saucedo, capitana del equipo de arquería que logró una plata en el torneo regional después de años de fracasos humillantes sonriente agradeció al director la fe (poca, pero hubo) que LaFontaine depositó en su club y en ella; Mackenzie “Mac” Fenton, miembro del equipo de fútbol, también agradeció el gran apoyo que recibió durante la temporada (no ganaron nada, pero llegaron a un nuevo record al haber sólo dos heridos por juego). Salvatore “Toto” D'Ancona se tomó su tiempo para explicar la importancia de su voz en el club de cine.

—...y es por eso que, siempre estaré agradecido con el director LaFontaine —el muchacho finalizaba sus palabras—. Así que..¿Allyson? ¿Allye, tienes planes para esta noche o...?

—¡Ya hablamos de esto antes Toto! ¡Y te diré lo mismo qué te dije antes! ¡NO!

—¿Todavía sigue intentando salir contigo? —Jake murmuró tras ver esa escena.

—¡Pues ayudaría que hicieras tu parte de vez en vez! —la pelirroja exclamó—. ¡Abrazame, has una cara fea a los chicos que se me queden viendo demasiado tiempo! ¡Al menos finge que te interesas!

—¿Te lastimaste muy feo al patear la puerta, verdad?

—¡LA PERSONA QUE INVENTÓ LOS ZAPATOS DE TACÓN MERECE UN CIRCULO ESPECIAL EN EL INFIERNO!

Mientras Allyson reclamaba el alma del creador de cierto estilo de calzado, el video prosiguió hasta su fin con cuánto mensaje de alumno pudo caber; la opinión en el alumnado era casi unánime: a pesar de todas sus fallas, el director LaFontaine hacía más bien qué mal, y merecía ver su cabeza salvada.

—Sin lugar a dudas eso fue conmovedor...de alguna manera —el Juez comentó—. Pero esta sesión es meramente para la sentencia.

—¿Cómo dice? —Allyson preguntó.

—Que esta audiencia es sólo para determinar la sentencia: el juicio oficial finalizó ayer, así que ya no se aceptan más argumentos, pruebas o testigos.

—¡Jake, te dije que lo hiciéramos más temprano!

—¡Vale ya! ¡Fue mi error! —se excusó el joven.

Lo que siguió fue el tiempo de deliberación: el jurado estaría encerrado por un tiempo en lo que se decidían sobre el destino que el director LaFontaine sufriría a continuación.

—Fue un gran intento muchachos —el docente les dijo tras verlos tomar asiento detrás de él—. Pero la próxima vez, ¡revisen un maldito calendario!

El tiempo de espera no fue demasiado; en breves diez, quizá quince minutos de estadía en la sala, el jurado ya se encontraba de vuelta. LaFontaine sintió terror, pensando que entonces su caso les había quedado demasiado claro, sin lugar a ambigüedades o dudas en ninguno de ellos.

—Presidenta del jurado, ¿tiene el veredicto? —el Juez preguntó.

—Así es Su Señoría —la mujer representando a sus pares de pie y con sus manos en la espalda replicó—. Hemos encontrado al acusado, Jean Phillip LaFontaine...inocente.

—Muy bien: lo sentencio a una vida de trabajos forzados en..¿Perdón, cómo dijo señorita?

—Que declaramos al acusado, inocente.

—¿Q-qué? ¿C-cómo puede ser eso posible? —la fiscal saltó de su lugar—. ¡¿Están ebrios, ciegos, drogados o simplemente se durmieron?! ¡Me maté para llevar a ése loco a la freidora! ¿Y todo para nada?

Nadie en el juzgado lo podía creer, ni siquiera el salvado en cuestión, quién no se pudo controlar y alzo sus brazos como un guerrero triunfante tras una batalla en el Coliseo. Y antes de que el jurado recobrara una pizca de sensatez y razón, los tres chicos tomaron a su director de sus brazos y lo escoltaron a las afueras del recinto.

—No puedo creer que lo hayan logrado —el director aseveró tras una parada para comer en un burger joint —. ¿Cómo lo hicieron?

—¿Hacerlo? ¿Bromea? —Allyson cuestionaba las suposiciones de LaFontaine—. No sé cómo no lo arruinamos más...en realidad, creo que hubiera sido mejor quedarnos callados y ver el juicio desde lejos.

—¡Bueno, algo tuvo que pasar! ¡Fue...fue un milagro!

—¿Un milagro? —los tres jóvenes coralmente preguntaron.

—“¡Dicha de dicha, milagro de milagros! / ¡El Sistema ha fallado otra vez! / ¡Dicha de dicha y milagro de milagros! / ¡Algo que apenas puedo creer!”

—¿El director está...?

—Si Allye —Jake contestó—. Está cantando.

—¿Y de dónde sale la música?

—La música sale del cuadrito a la derecha —Sarah explicó—. Bueno, aunque sólo si la persona que lee esto presiono “play”.

—¿Cómo dices? —la pelirroja y el criminal adolescente pidieron respuesta.

—Nada, nada. ¡Qué bonita voz tiene el director! ¿No?

—“¡Dicha de dicha, milagro de milagros! / Mi nombre se acaba de salvar / ¡Dicha de dicha y milagro de milagros! / ¿Esto quién lo podía esperar?”

—Guau, de hecho es cierto...el director no lo hace mal —Allye pensó conforme LaFontaine seguía su canto.

—“Cuándo Hopewell hizo salchichas explotar / Eso fue un milagro / Cuándo los autos dejaron de estallar / ¡Eso fue un milagro también! / Pero de todos los milagros grandes o chicos / El milagro que me llevo conmigo / Es que de un pobre condenado a la prisión / ¡Dios hizo un gran director!”

—Esto...comienza a ser fastidioso —la pelirroja señaló—. E incomodo, ¿no lo cre...?

—“¡Dicha de dicha, milagro de milagros! —se unió en el canto Sarah levantándose de su mesa para acompañar al director en sus locas vueltas y saltos de celebración—. ¡Las Cortes han hablado por fin! / ¡Dicha de dicha y milagro de milagros! / ¡Y a la liberación le dieron un gran sí!”

—Por supuesto...—Allye pensó mientras sorbía las últimas gotas de su soda.

—“¡Cuándo no nos reprobaron en el primer año! / ¡Eso fue un milagro! / ¡Cuándo nos querían joder por el...cuello! / ¡Eso fue un milagro también! / ¡Pero de todos los milagros grandes o chicos! / ¡El milagro que siempre me llevaré conmigo! / Es que de un pobre condenado a la prisión / ¡DIOS HIZO UN GRAN DIRECTOR!”

—¿No quieren un cuarto? —Jake sugirió—. Sarah cumple los 18 en pocos meses...yo sólo digo.

—De todas maneras —LaFontaine dijo conforme volvía a su asiento—, no puedo calificar esto de otra forma. ¡Me salvé del peor juicio posible! ¿Cómo pensar que fue otra cosa aparte de un milagro?

—No exactamente un milagro, pero casi.

—¿Señorita Jefferson? —el director se sorprendió al verla tras de él —. ¿Dónde se había metido?

—Ocupe mi tiempo libre en una gran labor.

—¿Gran labor? —Sarah preguntó.

—Dejar salir libre a este infeliz.

—¿Fuiste tú? ¿P-pero cómo?

—Por una mezcla de agradecimiento...y extorsión...

—¿Agradecimiento? —los tres chicos clamaron.

—Creo que eso será mejor discutirlo en privado, director.

—Esa es nuestra señal de salida —Allyson se levantó—. Vamos chicos.

—¿¡Qué!? —gritó Sarah, aferrándose a la mesa—. ¿Y perderme este chisme? ¡Jamás!

—Jake, arrancarla de ahí.

—¡Pero tiene las uñas largas y se pone medio agresiva!

—¡Sólo hazlo caramba! ¡Sé hombre por una vez y somete a una mujer! ¡O si no te someto yo a ti!

Sin darse cuenta de todo de las contradicciones y paradojas tanto de la orden como del hecho, Jake tomó a Sarah y aunque casi se fue con todo y mesa, al final se la pudo llevar.

—Ya se fueron —LaFontaine señaló—. Ahora...creo que hay algo que tienes que decirme.

—¿Me das de tus papas?

—Em...claro.

—Que bueno, porque me muero de hambre...

—¿Señorita Jefferson?

—¡Oh, sí! —tras pasarse la botana exclamó—. No fue sencillo, pero use el arma más socorrida y efectiva...amenazar al jurado.

—¿Qué?

—¡Vamos! ¡Todos tienen cola que les pisen! Sólo tuve que buscar basura sobre ellos y estaban listos para firmar su pase de salida de la cárcel.

—¿Qué clase de cola estamos hablando?

—¿Has intentado poner tu nombre completo en Google? ¡La gente comparte demasiadas cosas en las redes sociales!

—¿Fetiches eh?

—Podrían haber puesto en riesgo el ascenso del ejecutivo junior más importante de Ontario...

—¿P-pero...por qué lo hiciste, Tomika?

—Te lo debía. Después de todo, ¿no recuerdas que te echaste toda la culpa?

Así fue: la razón por la que la señorita Jefferson no fue juzgada fue porque cuando consignaron a LaFontaine con las autoridades, él tomó toda responsabilidad por los cargos, negando en todo momento en que fue preguntando complicidad de otra persona.

—Tu carrera aún es joven —el director explicó—. No quería que se arruinara tan pronto. Y aún así, extorsionar un jurado es...un gran riesgo.

—Lo sé, pero es que además de eso...la balanza de la deuda seguía pendiente.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque...creo que...de todas las personas que he conocido desde que trabajo en el ramo, usted fue una la única que tuvo algo de fe en mi.

—¿Fe?

—Dijo muchas cosas tan...inspiradoras. Vale, fue para cometer fraude y salirse con la suya, ¡pero sigue siendo mejor qué la mayoría de la mierda que he visto!

—Señorita Jefferson...hará usted una gran directora algún día.

—Ahora creo que sí. Podría ser un milagro.

—Un milagro de milagros.

La obra resultó un fracaso, pero no el que deseaban. Pero al menos había algo que agradecer: que el director se salvó de la nada por el duro trabajo de amedrentar y subvertir la justicia.

—¡Me hubiera gustado oír qué pasó! —Sarah lloriqueaba en su camino hacia Hopewell.

—¡Ya madura! —Allyson exclamó—. Al menos todo salió bien al final...algo así. Y es que...

Allyson entonces se tropezó; su pie no podía más, estaba demasiado adolorido.

—¿Estás bien? —Jake preguntó.

—¡JURO QUE...!

—Sí, ya lo dijiste: "Circulo especial en el infierno". Ahora, tranquila, quitate los zapatos.

—¿Qué?

—Sólo hazlo; ya has recibido suficiente castigo esta noche.

Allyson se liberó de sus tacones y se los dio a Sarah para que los cargara; Jake notó que el pie de su amiga en efecto, se veía muy lesionado y que no podría caminar por el momento.

—¿J-Jake? —murmuró Allye sonrojada

—Tranquila —Jake dijo con su compañera en brazos —. Sólo es en lo que te recuperas...ya pronto tendrás las fuerzas para ser ese dolor de muelas una vez más...y gracias a Dios ya terminó la cantaleta, que esto ya se comenzaba a parecer a Glee...

—Que eso haya acabo sí es un milagro de milagros...

Y con la maravillosa lección que no hay nada que la extorsión no pueda lograr, los participantes de este caótico experimento de salvar la escuela regresaban a sus hogares, a sabiendas que ya jodieron el sistema, tanto legal, como el de sus valores demasiado, y que necesitaban un buen (in)merecido descanso.

N/A: No mucho que decir...gracias por acompañarme en este experimento musical. No sé si logré hacer algo de calidad, pero al menos lo intenté.

Shalom camaradas.

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