Capitulo XVII: ¡Música Maestros!
El director LaFontaine tenía que cumplir su promesa: con el triunfo de las chicas de arquería, el club debía tener garantizada su existencia, y el dinero y los fondos para ellas seguirían fluyendo.
No obstante, el malo no era el director: de ser por él, llenaría los bolsillos de todos los clubes con cuando dinero fuera necesario y cosas aún más vitales (como llamar a control de animales para acabar de una vez por todas con el oso del edificio “B”); él deseaba ver a Hopewell como una escuela que no pasara a la historia de la prensa como aquella que dejó a Pepsi patrocinar el examen de química para medio completar las cuentas al fin de mes.
Pero la realidad no era así, y los números de Hopewell High lo estaban ahorcando.
—Vamos a ver —el educador leía sus cuentas en el escritorio, tratando de encontrar algo de sentido y que pudiera comprender—. Llevamos el 1...y...
Sin embargo, era inútil (tanto su esfuerzo como el hombre mismo).
—¡No puedo con esto! —gritó.
Estaba desesperado: el dinero del colegio sencillamente se estaba agotando, y no veía modo de sacar a flote la escuela.
Él mismo no tenía las ideas en su cerebro, así que debía recurrir a un consejo de mentes superiores.
Eso es lo que DEBÍA, pero no podía, así que, sin más remedio, uso las mentes más potentes que tenía a su disposición.
—¿Qué sucede ahora? —preguntó el maestro de historia, el profesor Filipenko.
—Necesito toda su atención, mis fieles vasallos.
—¿Vasallos? —la maestra de matemáticas, la profesora Atkins se cuestionó.
—¡Oh sí! ¡Tuve que clasificarlos como “vasallos” para poder engañar al fisco! —LaFontaine explicó—. En fin, convoqué a esta reunión en el salón de maestros por un tema muy delicado de enorme, enorme importancia para la supervivencia de nuestra escuela, y quizá de nuestras carreras.
—¿El pacto suicida-homicida que hicimos para nunca revelar que mató a esa estudiante del segundo “D”? —el profesor de inglés, el señor Kovacs preguntó.
—¡No! ¡Y ni siquiera lo repitas! ¡Alguien podría escucharnos!
—¿Podemos ir al punto, por favor? —el profesor Hildegard sugirió.
—Bien: Filipenko, Kovacs, Ashokan, Atkins, Hildegard, y todos los demás que no menciono de nombre porque tienen apellidos demasiado étnicos y difíciles de pronunciar, no lo edulcoraré...¡La escuela está al borde de la bancarrota!
La profesora de Estudios Sociales, la señorita Lynn levantó su mano con expresión de incomprensión en sus ojos.
—¿Cómo que la escuela está en bancarrota? —preguntó.
—Bancarrota, en quiebre, en insolvencia, gastamos más dinero de lo que recibimos...hay muchas maneras de explicarlo —aseveró el director—. Estamos en verdaderos problemas.
—¿Problemas? —en coro los educadores repitieron, mirándose en ocasiones los unos a los otros.
—¡Claro! ¡Vaya que tenemos problemas, mis amigos! Estamos literalmente al borde de la quiebra.
—¿Quiebra?
—Lo que escucharon, maestros...quiebra de verdad..¡Y es que...!
—Espere, espere por favor director —Kovacs paró a su superior—. ¿Está acaso cantando?
—¿Estaba? No lo noté...tengo esta manía de empezar a cantar...es eso o el tumor que no me operé finalmente me está afectando.
—No, espere, necesito saber algo —tomó la palabra el profesor Ashokan—. ¿Para que nos necesita?
—Bien, verán: el detalle es que para mantener en equilibrio el presupuesto y evitar que nuestra escuela se hunda, necesitaremos algunos sacrificios. Quizá el primero que debamos considerar, sería recortar los sueldos y...
Pero en el instante en que los profesores escucharon las palabras “recortar” y “sueldos” en la misma oración, ninguno tuvo la voluntad de quedarse para saber más: se levantaron en colectivo, y se marcharon de la reunión.
—Eso salía mejor en mi cabeza —el director pensó.
Los maestros se habían ido, pero los problemas de dinero estaban lejos de hacerlo; en algo tendría que pensar, y con urgencia.
—¡Lo lamento! —exclamó con agitación mientras pasaba a través de la puerta del salón la profesora Jefferson—. ¡Hubiera llegado más temprano pero tuve que esquivar a ese maldito oso!
—¿Señorita?
—Director, ¿d-dónde están todos? —la maestra preguntó tras apreciar la vaciedad del aula.
—Demostrando su lealtad —el director respondió tras tomar asiento—. ¿Café, señorita Jefferson?
—¿Cuál es el problema, señor? ¿Es algo serio?
—No, no; tomé asiento —ofreció a la docente—. Nada que no se pueda resolver con un poco de tranquilidad y profesionalismo.
—Oh, ¿de verdad? —la señorita Jefferson cuestionó tras sentarse al frente de su superior—. ¿No hay nada de qué preocuparse entonces?
—¡En absoluto!
—¿Entonces es como aquella vez que convocó a una reunión para ver el episodio final de temporada de “Hora de Aventura”?
—Un poco, sí...
—Comprendo..¿le molesta si me marchó? Porque tengo una cita con un estudiante en una hora, y si quiero llegar a tiempo a mi aula debo marcharme de una vez; es la única manera de evitar al oso.
—De acuerdo señorita Jefferson, de acuerdo...
—Bien.
Tomika se levantó, extrañada por el actuar de LaFontaine, pero siendo él quién era, no sentía que era algo por lo cuál debía preocuparse mucho.
—¡NO SE VAYA POR FAVOR! —el director gritó explosivamente, con sus manos cual en suplica a los cielos.
—¿Perdón?
—¡Estamos en problemas! ¡En muchos, muchos problemas señorita Jefferson!
—Lo sabía —se dijo antes de regresar su mirada y atención—. ¿De qué se trata, director?
—Dinero.
—¿Problemas con el presupuesto acaso?
—Y como no tiene idea —LaFontaine indicó con un libro contable en sus manos.
—¿Puedo verlo?
—Insisto.
Tomika tomó el texto y se sentó para revisarlo con detenimiento; en él, se registraban gastos, ingresos y demás numerología que el director no entendía mucho por haber pasado su examen de administración de empresas en onceava oportunidad (y porque invitó a unos tragos a su profesor)
—Caramba, esto de verdad es serio —la señorita Jefferson dijo tras dar lectura a las primeras paginas.
—¿Comprendo eso?
—Llevé contabilidad en el bachillerato y tres materias de administración y finanzas; no soy experta, pero puedo defenderme en estos detalles.
—Entonces supongo que puede ver que tan hundidos estamos.
—Esto es grave director; he escuchado noticias de arriba, y el distrito desea tener números más saneados, y hasta han amenazado con cerrar escuelas si presentan un déficit tan grande como el de este.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Dígame algo que no sepa!
—Es que...dios, supongo que podemos intentar algo para recaudar fondos.
—¿Fondos? ¿Fondos? ¿En esta escuela? —LaFontaine cuestionó a gritos de desesperación—. ¡Aquí nadie coopera con nada! ¡Esa chica con cáncer murió porque nadie quiso cooperar los siete dolares que faltaban!
—Era una sugerencia...de algún modo tendrá que obtener ingresos extra.
—¿No serviría si hiciera algunos recortes?
—Bueno...revisando esto me doy cuenta que aún si bajara el sueldo de todos los profesores a dos centavos la semana, la escuela seguiría debiendo unos doce mil.
—¿Dólares?
—No...bananas..¡Claro que dólares!
—Esto está mal..¡Mal, mal, mal, mal! —LaFontaine quejaba dando vueltas en circulo.
—Aunque...es curioso...
—¿Curioso qué? ¿El modo en que decidirán si me envían a enseñar a Nunuvuat o si me degradaran a conserje suplente?
—Es que recuerdo algo. ¿De casualidad, no tendrá el libro de reglas del distrito escolar?
—Lo usan los maestros como tope para la mesa.
Tomika volteó hacia la pata de la extrema derecha del mueble, y en efecto: como soporte, se encontraba ahi el libro buscado.
—¿Para qué lo desea? —el director preguntó.
—Es que es una curiosidad...una autentica curiosidad de verdad —Tomika replicó sin despegar sus ojos del libro.
—¿Qué cosa?
—Es que al parecer, una escuela con suficiente endeudamiento, en las circunstancias correctas, podría en teoría terminar resolviendo su deuda sin tener que cerrar.
—¿Cómo dijo? —preguntó LaFontaine con un entusiasmo notable en su voz.
—Es sólo un detalle nada más.
—Pero señorita Jefferson: usted acaba de decir que en las circunstancias correctas, una escuela con suficiente deuda podría resolverla
—Bueno, sí; es en teoría posible.
—Sigue diciendo eso, pero no me dice cómo.
—Va, le explicaré señor; es meramente una laguna en el sistema. Asumamos por un momento, que usted es un hombre deshonesto.
—Asumido queda.
—Bien: hay una clausula en la cuál una escuela con demasiadas deudas puede solicitar ayuda federal, sin tener que pasar por el distrito escolar.
—¿Sin pasar por el distrito escolar? ¿Quiere decir que pido ayuda al gobierno y...la deuda desaparece?
—Es una vieja ley para ayudar a escuelas en verdaderos problemas de regiones lejanas; un estatuto que data que los tiempos cuándo el país apenas se estaba construyendo, pero nunca se derogó y sigue en los libros tal regla.
—¿Pero de cuánta deuda estamos hablando?
—¿Deuda?
—¡Sí! ¿A partir de cuánta deuda tendríamos que estar para en teoría solicitar algo así?
—¡Oh, lo siento director! Una escuela tendría que estar súper endeudada: Hopewell lo está, pero todavía no al grado de solicitar tal ayuda.
—Genial —declaró LaFontaine con desánimos—. ¿Entonces esta escuela está en el lugar incomodo de estar muy endeudada como para ser considerada solvente pero no lo suficiente para recibir la ayuda que necesita?
—Básicamente.
—Estamos en problemas...justo cuándo necesitamos perder dinero, digo...
—No puede ser cosas al azar, director; tendría que ser algo académico o cultural...como montar una gran obra escolar, y que fallé al vender boletos —explicó Tomika—. Lastima que no podemos garantizar un fracaso.
—¿O...podríamos?
—¿De qué habla?
—Jefferson, ¡eres una genio! ¡Lo tengo! ¡Ya tengo la solución a todos nuestros problemas!
—¿De verdad? ¿De qué se trata?
—¡Paso uno: encontramos la peor obra jamás escrita! ¡Paso dos: contratamos al peor director de la ciudad! ¡Paso tres: contratamos a los peores actores de la escuela! ¡Y antes de que puedas decir “paso cuatro” nuestra obra cierra, nos endeudamos al limite y pedimos ayuda al gobierno y nos pasamos por el arco del triunfo al maldito distrito de una vez por todas!
—¿Qué? ¿Está bromeando? ¡Eso jamás podría funcionar!
—¡Sí puede funcionar! ¡Si tengo su ayuda!
—Director, eso no es nada ético.
—¡Te diré lo que no es ético! ¡Que una carrera de veinte años como educador se acabe y termine friendo papas en un Taco Bell! ¡Que una brillante maestra novata vea abortada su ascenso como subdirectora y regrese a servir cafés! ¡Ten un poco de fe!
—¿Fe?
—¿Qué le dijo Lennon a McCArthney cuándo los rechazó otra disquera? ¿Qué le dijo Obama al partido cuándo le dijeron mejor no compitiera? ¿Qué le dijo Zuckenberg a sus críticos cuando le sugirieron que en algo de internet mejor no invirtiera? ¿Qué les dijeron?
—¿Qué les dijeron?
—Sí podemos, si podemos; si creemos tú y yo. Sí se puede, ¡no hay pierde! Llegaremos a la linea de gol. Salvar a la escuela sin que nada se pierda, ¡y podría ser el gran salto de una joven carrera! ¡Subdirectora, o algo mejor! ¡Poder e influencia, ya sin temor! ¿Qué es lo que me dice, señorita Jefferson?
—¿Qué es lo que digo? ¿Tener la oportunidad de salvar la escuela? ¿Qué es lo que digo? ¿Resolver este lio sin que nada se pierda? ¿Qué es lo que digo? ¿Dar por fin ese gran salto en mi joven carrera? ¿Qué es lo que digo? ¿Qué es lo que digo?
—¡Sí!
—¡Lo que digo es...! No se puede...
—¿No se puede?
—No se puede, ni se debe, es sucio y no es legal; ¡No se puede! ¡Sí hay pierde! ¿Sabe cuánto puede ir mal? No se puedo, ¡al menos yo no puedo! Tan terrible esto puede acabar. ¿Subdirectora o algo mejor? ¡Todo lo que me puedo sentir aquí es temor!
—¡Oh, no sea cobarde que aún es muy joven! ¿No quiere dejar de ser crisálida y finalmente emerger como la mariposa que puede ser! ¡Si se puede!
—No se puede.
—¡Sí se puede!
—No se puede; usted ve la salvación, mas yo veo la prisión.
—¡Sí se puede!
—¡No se puede! ¡Y sé cuánto se podría perder!
Y tras el intercambio musical, Tomika caminó a la salida del aula de maestros. Sabía de los problemas ahora que tenía el colegio, y lo último que quería hacer era involucrarse en un posible fraude al gobierno federal.
—¡Por favor señorita Jefferson! ¡Piénselo! ¡Hay más de usted de lo que cree usted!
—N-no...no, lo siento; me confundió con alguien con agallas, n-no puedo hacer esto, es incorrecto, es inmoral, y no tengo la capacidad para ello. ¡Adiós director!
—Bien...se fue —LaFontaine dijo tras verla salir, para después ponerse de rodillas implorando—. Señor, no soy un hombre de plegarias pero...pero..¡QUIERO SALVAR MI CUELLO!
La señorita Jefferson intentó retomar sus actividades rutinarias, tratando de hacer caso omiso al posible crimen que el director deseaba cometer, pero era tarde: había visto esos números, y en efecto, la escuela estaba en un serio embrollo.
Y después de tratar con su alumno, pensó en una posibilidad que le inducia autentico miedo: ¿Y si Hopewell High cerraba?
Ahí se encontraba, una joven mujer, educada, con un potencial enorme para construir un gran futuro para si misma...viendo su carrera truncada por un error ajeno a su poder.
¿Y si era cierto lo que LaFontaine le decía? ¿Acaso su destino era regresar a servir cafés a hipsters y escritores pretenciosos que siempre hablan de ese guión cinematográfico pero nunca terminan?
Por otro lado, ¿acaso era posible considerar la sugerencia de LaFontaine? Era estúpido, y podía en meterlos en problemas aún más serios.
Pensamientos profundos en los que se sumergía en ese estanque oscuro y lleno de algas en el que su cabeza parecía tornarse se vieron interrumpidos por el ruido del quebrar de su ventana.
—¿Q-qué fue eso? —dijo.
Una pelota de béisbol se veía frente a su escritorio: un grupo de chicos jugando en educación física había destruido algo que ya estaba destruido cuándo entró a trabajar a Hopewell High y que tuvo que poner de su propio (y raquítico) sueldo para reparar, y como ningún trabajador se atrevía a instalar el cristal hasta que el problema del oso fuera resuelto, tuvo que ponerlo ella.
Todo se quebró, al igual que su espíritu.
—¡Bolita por favor! —la señorita Jefferson escuchó desde las canchas de la voz de una de las jugadoras.
Tomika entregó la pelota, evitando en sus pasos pisar un pedazo de vidrio de vuelta a su asiento, preguntándose en qué punto su vida la llevó a esto.
—Tenía un buen promedio...siempre lo tuve —pensó con plumón en los labios—. Quizá no me merecía estar en Trudeau, ¿pero era tan difícil encontrar algo mejor qué Hopewell? Quizá no debí irme de lo del café tan pronto..¡Con paciencia, en un año hubiera podido ser sub-gerente!
Mas era tarde de arrepentirse, y aunque su labor en Hopewell le permitía llegar a fin de mes, era demasiado joven como para renunciar a tener algo más.
Quizá ser, como le había sugerido LaFontaine...subdirectora. ¿Cómo sería acaso?
—He pasado mi vida educando, a chicos y chicas por igual, ¿qué es lo que logrado? No mucho, en realidad...pero tengo un sueño secreto y escondido en mi corazón, que hace mi llama arder y es el son de mi canción...Quisiera ser subdirectora...con un estacionamiento de dos por tres...quisiera ser subdirectora, y comer verdadero bife de res...quisiera ser subdirectora, con la escuela bajo mi mando...quisiera ser subdirectora, ¡y tener a todos bajo mi cargo!
Se repetía esos versos mientras su mano dibujaba su nombre en una posible tarjeta con su trabajo soñado.
—Quisiera ser subdirectora, y venir sólo de martes a jueves...quisiera ser subdirectora, y salir temprano cada viernes...quisiera ser subdirectora, ¡y poder completar al final del mes! ¡Quisiera ser subdirectora! ¡Y poder mandar por una vez!
Y es que el dinero, aunque fuera un gran incentivo, sólo era algo secundario; el deseo apuntaba por un blanco más grande, una presa de mayor tamaño: respeto, autoridad, y quizá, hasta en un buen día, poder hacer algo para mejorar Hopewell, y poder salvarla de su propia decadencia.
—Esperen —se dijo—. ¿Realmente esto es todo? ¿Esto es lo mejor que se pone? —se cuestionó levantándose de su silla —. El director LaFontaine está...un poco loco, ¿pero será posible? ¿Acaso...puede tener algo de razón? ¿Hay más en mi “yo” de lo que creo yo?
Tomika vio a su alrededor: ¿Qué tenía? ¿Se puede decir que tiene tanto que perder? ¿Está mejor qué sirviendo cafés?
Una idea entonces secuestró por completo su mente:
—¡Paren el mundo! —gritó—. ¡Me quiero subir!
No había más tiempo que perder: no sólo su escuela la necesitaba, sino que su propio futuro. No era caridad, no era altruismo; se trataba de por una maldita vez ser ella la que decidiera su mañana para mejor.
—Jamás pensé que tendría que llegar a esto —el director se repetía, dando vueltas en su oficina mientras veía una pequeña capsula de cianuro en un cajón abierto de su escritorio—. Siempre pensé que la iba a usar en caso de que nos invadieran esos escorpiones robots pero...creo que no tengo remedio.
—¡Director LaFontaine! —gritó Tomika al entrar.
—¿Señorita Jefferson? —el director dijo con la píldora en mano—. ¿Qué sucede? ¿Y que le pasó a su blusa?
—El maldito oso, ¡pero eso no importa!
—¿Señorita, qué pasa?
—Es que, estuve pensando en todo lo que dijo y..¡Tiene razón! ¡Tiene toda la razón! Hay mas en mi “yo” de lo que creo yo, y hay tanto que ganar y poco que perder, y siempre uno habla de poder realizar su sueño, de poder mejorar, ¡pero uno nunca hace nada al respecto! ¿Cuándo me va a tocar a mi mejorar? ¿Cuándo será mi día? Yo quiero...yo quiero.
—¿Qué quiere?
—Yo quiero..¡TODO LO QUE HE LEÍDO EN LAS NOVELAS! —exclamó la maestra con los brazos alzados al cielo como si hubiera obtenido un triunfo olimpico.
LaFontaine estaba contento: tenía por lo menos una aliada en su juego, y aunque fuese poco, ya sentía un poco de esperanza filtrándose en su persona.
—¡Y así será! —LaFontaine dijo—. ¡Ya lo verá! Salvaremos esta escuela y en menos tiempo de lo que crees, serás subdirectora.
—¡Ahora vamos! ¡Tenemos mucho, mucho que planear! Elegir la obra, el director, los actores...todo tiene que estar calculado para tener garantizado un desastre de proporciones bíblicas.
—Hay muchas obras malas por ahí.
—¡Sí! ¡Pero no queremos sólo “malo”! —el director exclamó tomando con su brazo a la señorita Jefferson—. ¡Tiene que ser despreciable, tiene que ser terrible, tiene que ser ofensivo para los sentidos y para personas de todas razas, credos, géneros y edades! ¡Tiene que ser tan...!
—¿Tan...?
—¡Tan Hopewell!
Y comenzaron los planes: nunca antes en la historia, se trataba con tanta audacia, empeño y antelación el lanzamiento de un producto artístico de calidad dudosa...
...al menos, era la primera vez en que se hacia eso deliberadamente.
N/A: Solo diré esto...esta saga es lo más brillante o lo más estúpido que he hecho XD.
Shalom camaradas.
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