Capitulo XII: El Coño Del Tigre
A Sarah le gustaban los malabarismos: el arte de poder manipular diversos objetos (a menudo de gran peligrosidad) a la vez siempre le debió gran admiración y en diversas ocasiones deseaba tener tal habilidad.
Y jamás la había ambicionado tanto como en esos días.
—¿Ocupada otra vez, Sarah? —Allye preguntó, de un modo casi tradicional a su amiga apresurada después de las clases.
Para Sarah, se volvía más difícil pensar en excusas creíbles, y no es que ni Allye ni Jake no estuvieran acostumbrados a los comentarios y palabras en ocasiones surrealistas de su morena amiga, pero ellos sabían que en cuánto a comportamientos inusuales, se debe distinguir entre “locura” normal y cuándo algo no estaba de todo bien.
—¿Has notado algo extraño en Sarah? —Allye, recostada en su cama, una tarde de viento frío de miércoles, preguntó.
Jake, a su lado, dudó por un momento en responder; no obstante, eventualmente le ganó a él mismo cierta curiosidad.
—¿Es una pregunta capciosa? —Jake cuestionó en turno.
—No, no...sé que sonó un poco tonto —la pelirroja admitió—, pero últimamente no la hemos visto mucho.
—Ya nos dijo que tiene sus propias cosas por hacer.
—¿Será acaso que ahora vende droga?
—No lo creo —Jake contestó apresurado—: No vi su nombre en la nomina.
—¡No bromees, Jake!
—No bromeo, ¿qué acaso todas esas invitaciones a comer crees que me salen gratis?
—¿Te refieres al Taco Bell de la esquina de la que por cierto la última vez tuve que pagar yo todo porque te robaron la billetera?
—¿No es irónico que me hayan robado a mi la billetera, rojilla?
—¡Lo que sea! —Allye exclamó—. El punto es que me preguntó que estará haciendo Sarah.
—Nos lo dijo, ¿no lo recuerdas?
—Ya nos había dicho eso antes, ¿cuánta comida pueden necesitar dos celacantos? Y eso sin contar sus otras excusas.
—¿Qué? ¿Has estado llevando la cuenta?
—El lunes nos dijo que tenía esa cita con la lectora de ouija...
—¿Se te hace tan raro de Sarah?
—¡Sarah tiene su propia tabla ouija! ¡Y la ha usado en el pasado! —Allyson reclamó—. ¿Cuál es el punto de ir a ver alguien más?
—Tal vez ahora quiera contactar espíritus de otras áreas y la ouija que tiene sólo sirve para contactos locales.
—Jake, es es, por mucho, lo más idiota que he escuchado salir de tu boca en mi vida.
—Sí...la verdad es cierto...¡Además Sarah ya me había dicho que su ouija SÍ servía para contactos e invocaciones de larga distancia!
¿Y en qué se ocupaba? En una actividad que ninguno de ellos hubiera podido adivinar, al no involucrar drogas, promiscuidad o carnes frías volando por el cielo.
—¡Muy bien Sarah! —Marina congratuló al ver el primer “10” del día de su compañera—. ¡Tu progreso ha sido increíble!
Sarah, en pocos días, se había convertido en una arquera de gran nivel; sus compañeras podían casi ver algo al final del túnel que no habían visto nunca: la esperanza de ganar.
—Por cierto, Sarah, amiga —Zoe llamó la atención de la morena—, tenemos que hablar contigo.
El resto del equipo se reunió en circulo al borde de la cancha; Sarah bajó su arco y guardó la flecha que sostenía en su mano izquierda en su carcaj, y se dirigió al resto del club.
—¿Qué sucede? —ella preguntó.
—Sarah, este fin de semana ya es el torneo —Marina comentó, con las manos tras su espalda, casi pareciendo ocultar algo.
—¿Si? ¿Qué tiene?
—El hecho que te nos unieras significa mucho para nosotras, y...nos hemos dado cuenta que, con el torneo cada vez más cerca, se nos olvido un detalle sobre ti, así que todas cooperamos y...
Marina entonces mostró lo que guardaba tras de si: una bolsa negra con lo que parecían ser telas.
—¿Qué es? —Sarah se preguntó al tenerla en sus manos.
Y entonces lo vio.
—¿Te gusta? —Zoe preguntó.
Sarah no podía creerlo: era una camisa estilo polo, y un pants largo, negro como color principal, con unas lineas doradas en los bordes, con el logo de Hopewell High en el frente superior derecho, y en la parte trasera, el apellido “Greenberg” tejido.
—Eras la única sin uniforme, y tienes que lucir como parte del equipo el día del torneo —Marina comentó.
—¿Es...es mio? ¿De verdad?
—Todas cooperamos, pusimos un poco de dinero y....¿te gusta?
—¡M-ME ENCANTA!
Sarah saltó a abrazar a Marina; estaba maravillada: parecía un detalle superficial, pero a pesar de haber estado practicando ya algunos días con estas chicas, por primera vez de hecho sentía un compañerismo legitimo y sincero; ella no sabía si quiera como hacer entender al equipo la gran felicidad que le habían encendido, así que sólo esperaba que su sonrisa de lado a lado y sus ojos iluminados y chispeantes pudieran ser algo cercano a “suficiente”.
Sarah se tomó un par de minutos para acudir a los vestidores, y salir con aquel bello atuendo: de verdad, se sentía como una más del equipo.
—¡Vamos niñas! —Sarah exclamó—. ¡A dar disparos!
La practica continuó su marcha, y al terminar, Marina y Sarah, después de que las demás miembros del equipo partieran, tuvieron un encuentro en su marcha de regreso hacia sus hogares.
—Marina...capitana...em...—Sarah se encontraba con dificultad para poner en orden sus palabras—. De nuevo, gracias por...bueno, por esto.
—Es lo menos que podíamos hacer —Marina contestó—; la manera en que nos has ayudado ha sido muy buena, no sólo por tener alguien con tus habilidades, sino hasta pareciera que Erika, Zoe y Max, y que va, hasta yo empezamos a disparar un poco mejor. Nos has dado ánimos.
—Aún así, lo del uniforme...creo que pocas personas me han hecho sentir tan querida.
—Bueno, además era a fuerza: usar uniforme es obligatorio en el torneo, pero aunque no, recuerda que todas para una, una para todas.
—Sí, yo también llegué a ver en la televisión a “Dartacan y los 3 Mosqueperros”.
Y mientras reflexionaban sobre lecciones de compañerismo basadas en adapataciones de dibujos animados de literatura clásica, una flecha de desconfianza (metafóricamente hablando) pasó en frente de ellas dos.
(Y por cierto, cuándo digo “metafóricamente” quiero decir “literalmente”).
—¡Cuidado con eso! —Marina gritó—. ¡Las flechas no son un juguete!
Pero la fuerza de sus reclamos se perdió al ver de quien se trataba.
—¿Saben? Eso de la flecha se vería muy genial en cámara lenta: como en Matrix, o como en Brave, o como en 300 cuándo en la mitad de las batallas la pasaban en lento y luego lo intercalaban con cámara rápida —Sarah comentó.
—¿Sigues con la arquería, Marina? —preguntó una joven rubia de lentes de pasta gruesa—. Y puedo ver que a pesar de todo, aún hay gente que te sigue.
—¡Tabatha! —Marina exclamó,
—¿Quién?
—Ella es Tabatha Wilder —Marina explicó sin perder de vista a esa joven—: Capitana del equipo de arquería de la preparatoria Pierre E. Trudeau.
—¿Y acaso la conoces?
—Más de lo que tienes idea...
Y aunque Marina entregaba sus palabras de un modo demasiado melodramático, tenía su historia con Tabatha: ambas se conocían desde hace mucho tiempo, llegando a ser incluso mejores amigas a una edad muy temprana. Cuándo Marina empezó a mostrar interés por el deporte de la arquería, al poco tiempo Tabatha siguió la afición, convirtiéndose a su vez en otra seguidora.
—¿Quién es ella? —Tabatha preguntó acercándose —. No la había visto, ¿convenciste a otra idiota para unirse a tu cuadrilla de perdedoras?
—¿Y a qué vienes aquí, de todos modos Taba?
—¡No me llames así!
—Jajajaja, ¡Tabata! —Sarah comenzó a carcajear—. ¡Suena a tarada!
—¡No se pronuncia así! —Tarada...digo, Tabatha contestó—. Es TabaTHÁ, ¡no TaBÁtha!
—¡Ja! ¡Sonaste igual que Hermionne Granger! ¡Es Leviosa, no Leviosá!
—¡Silencio!
—¿Qué quieres de todos modos, Tabatha? —Marina preguntó.
—Dos cosas: en primera, vengo por mi flecha —Tabatha se inclinó a recoger la saeta impactada en el pasto del borde de Hopewell High—: disparar de éste modo mola, pero estas cosas cuestan su dinero; en segunda: supongo que has escuchado algo acerca del Torneo Juvenil del Sur de Toronto.
—También leo la revista del arquero aficionado —contestó Marina—. ¿Qué tiene eso?
—¿Vas a participar?
—¡¿Tienes algún problema con que lo hagamos?!
—Alguna vez fuimos amigas muy cercanas, querida —Tabatha habló posándose al frente de Marina—. Sólo quiero evitarte algunas vergüenzas innecesarias.
—¿De verdad? ¿O será que no quieres que la humillada sea otra?
—Vamos Marina, hablemos con verdad: tu equipo ha participado todos los años, y siempre quedan eliminados en la primera ronda, ¿no crees que es una señal? ¿Quizá dejar esto para los que en verdad tienen talento?
—¡No tengo que escuchar esto! —Marina evadió a Tabatha y siguió su camino —. ¡VAMOS SARAH!
—¿Y tú qué me miras? —Tabatha preguntó, notando la atención que Sarah parecía otorgarle.
—¿Sabes qué podría paralizarte todos los huesos del cuerpo con sólo dos toques? —Sarah comentó.
—¿Eh?
—Sí, de verdad: es algo que aprendí de un experto chino en acupuntura y siempre quise ponerlo en prueba otra vez, y seamos honestas, te vez algo flacuchita y frágil.
—No hablas en serio, ¿verdad?
Dos movimientos más tarde.
—Bueno, eso la callara un tiempo —Sarah declaró mientras partía de nueva cuenta con Marina de la escena, con una Tabatha doblada de dolor en el piso.
—¿¡Cómo coño hiciste eso!?
—Sencillo: mira, pones la muñeca en el hueso del hombre y entonces...
—No, no, pero....
—¡Tranquila! ¡No es permanente! Sólo dura un momento: no es una técnica letal, es sólo algo que te da como una hora en lo que corres, o en lo que tomabas una masa y le aplastabas la cabeza al enemigo.
—¿Qué cosa?
—El señor Yu me dijo eso, dice que no suena tan sangriento en cantonés, pero no habla bien todavía el idioma.
—Me estoy dando cuenta sólo ahora de lo mucho que no sé de ti, y me aterra un poco, sinceramente.
—Hablando de cosas que no sé de alguien, ¿quién es esa chica?
—¿Tabatha? Es...una vieja amiga.
—¿Una vieja amiga, de verdad? ¡Pero si se ve de nuestra edad!
—No, no: no “vieja” de edad, aunque aclaro de una vez que ella es mayor qué yo; me refiero a que la conozco desde hace mucho tiempo.
—Parecen tener en común lo de los arcos y las flechas.
—De hecho, yo la metí en esto.
—¿De verdad?
—Fuimos incluso al campamento de arquería cuándo teníamos ocho años.
—¿Hay campamentos de arquería?
—¡Claro que sí! —señaló Marina—. Quedábamos a lado del campamento de animadoras, antes del campamento para conversión heterosexual de los niños gay pero después del campamento de esa secta de adoradores del Burrito Espacial.
—¡Yo estuve en ese campamento! ¡Mi madre era la que enviaba las cartas de rescate!
—Creo que ustedes hicieron que mi primo desapareciera...
—Pero si eran tan amigas, ¿qué pasó? Porque no creo que eso sea el modo en que dos amigas deban tratarse.
—Lo sé...es un recuerdo muy oscuro y doloroso.
—Oh, lo lamento —Sarah se excusó—; si no lo deseas, no tienes que decírmelo entonces.
—¡Fue hace ya tres largos años!
Y a pesar de lo oscuro y doloroso, Marina no dudó en explicar los detalles.
—¡Muy bien chicas! —exclamó la instructora del campamento aquel último día, con las niñas calentando y preparando sus arcos, a punto de salir a la competencia final—. ¡Les tengo noticias extraordinarias!
—¿El oso que se llevó a Cinthia por fin fue capturado? —Marina preguntó.
—No...¡Y dijimos que no volveríamos a hablar de eso! ¡Lo que quiero decir es que vendrán representantes de la escuela preparatoria Trudeau!
—¿La preparatoria Trudeau? —Marina pensó impactada.
No era para menos: era una de las instituciones de enseñanza media superior más prestigiadas de la ciudad, y un diploma de esa escuela era suficiente impulso en tu vida académica para poder entrar a cualquier universidad que uno gustase.
—Ellos quieren invertir más en su programa de deportes varios, y la arquería esta incluida, así que algunos miembros de la administración de Trudeau High vendrán a verlas tirar, y a una afortunada la van a elegir para otorgarle beca completa.
—¿No sería eso maravilloso, Tabatha? —Marina preguntó.
—¿Qué cosa?
—¿No escuchaste? ¡La beca para ingresar a Trudeau!
—¿Realmente te importa tanto? Es sólo una escuela.
—¡¿Sólo una escuela?! ¿Sabes cuánto darían algunos por ingresar ahí? ¡Un brazo y una pierna! ¡Y no cualquier brazo y pierna, sino unos de verdad pesados! ¡Mi papá se molestó cuándo pesaron sus brazos y piernas y le dijeron que ni con todos completaba la colegiatura! ¡Y aquí está una oportunidad servida en bandeja de plata!
—¿De plata? Lo más cercano que tuvimos a eso en este campamento fueron platitos de unicel y hielo seco.
—Aun así, sigo pensando que sería algo genial.
—Bueno, sí ése es el caso...deberías intentarlo, Marie.
—¿Lo crees?
—Hey, realmente te entusiasma, y eres una de las mejores tiradoras de por aquí, creo que tienes una buena oportunidad de ser seleccionada.
—¡Sería maravilloso! —Marina dio un pequeño salto de alegría—. Pero...
—¿Si?
—Taba, tú también te lo merecerías; eres una extraordinaria tiradora también.
—No digas tonterías: de nosotras dos, eres la mejor, lo sabes bien, además...Quizá no esté de todo en forma para el encuentro —Tabatha pronunció y después guiñó el ojo a su compañera.
—¿De qué hablas?
—¡Oye! Sólo digo que mi puntería no andará muy bien hoy si es que nos enfrentáramos...
Y Marina comprendió: Tabatha le estaba haciendo un favor, dejando a su amiga una presa perfecta con la que tanto había soñado.
—Pero espera —Sarah interrumpió—: Tú estudias en Hopewell, no en Trudeau High.
—Exacto, y ya verás porque...en el último encuentro, nos enfrentamos Taba y yo.
Era la final: Marie y Taba habían salido victoriosas de cada enfrentamiento, y ahora todos los ojos, de compañeros, de personal, y de los representantes de la preparatoria Pierre E. Trudeau, plantados en las gradas, se encontraban en profunda contemplación y vigilancia hasta del más mínimo detalle.
Las competidoras se desearon buena suerte, y en breve estaban listas para competir: Marina daría el tiro de apertura.
—¡Ocho puntos para Saucedo! —anunció la comentadora tras ese primer impacto.
—Maldito viento —Marina pensó; ella misma, mejor que nadie, notó que se precipitó un poco a la hora de soltar su flecha: quizá tenía la promesa de Tabatha de su lado, pero eso no significaba que debía confiarse y no dar menos qué un desempeño extraordinario ante el personal de Trudeau High.
Tocó el turno a Tabatha.
—¡Siete puntos para Wilder!
—Gracias Taba —pensó Marina; poseía un punto de ventaja, un punto nada más, pero conforme avanzaban las rondas, el acumulado cumpliría con un fin: verse como una victoria clara y contundente, pero sin despertar sospechas en nadie.
Marina alistó su arco y se preparó para el siguiente turno.
—Ahora, un nueve o un diez Marie —pensaba mientras trataba de controlar su pulso—. Con eso demostraré que estoy arriba de lo ordinario.
Con tal pensamiento, Marina deposito su fe en el siguiente tiro: la flecha salió...
—¡Nueve puntos para Saucedo! —exclamó la anunciadora.
—¡Caramba! —Marina gritó en el privado espacio de su mente; aunque era una buena puntuación, su flecha se quedó a quizá menos de un centímetro de obtener el diez.
A pesar de todo, seguía manteniendo un buen promedio.
Turno para Tabatha; ella se veía más tranquila, más relajada, y casi sin darle tiempo al cronometro para correr, hizo su tiro de manera rápida.
—¡Diez! ¡Diez puntos para Wilder!
El tiro le valió aplausos: era increíble, pero por nada la flecha entró en la zona de diez; el marcador puso en ese momento a Tabatha en la delantera, con 18 puntos.
—Lo quiere hacer lucir competido —pensó Marina en primera instancia, conforme se dirigía a realizar su siguiente disparo.
Aunque le parecía extraño, Marina no desconfiaba: tenía la palabra de Taba, y no creía que la iba a romper; sólo enfocó su mente y sus sentidos en realizar el mejor calculo posible antes de dejar ir la saeta al blanco.
—¡Nueve puntos para Saucedo! —se anunció.
Seguía siendo un buen promedio, ya con dos nueves, pero esta vez, la flecha terminó un poco más retirado: quizá un poco más a la derecha y hubiera caído en ocho, pero al menos había rescatado una buena dosis de puntos.
Pero el promedio dejó de lucir tan elevado al momento de ver el siguiente tiro de Tabatha.
—¡DIEZ PUNTOS PARA WILDER! —soltó la anunciante con gran emoción: un diez era un tiro difícil de lograr, si bien alcanzable; pero dos consecutivos eran muestra de enorme talento, autocontrol y constancia.
Taba incrementó su delantera.
—¿Q-qué? —incrédula pensó Marina, empezando a sentir temor y presión, casi como si fuera ella el blanco a quienes esas flechas iban dirigidas.
Pero si Tabatha quería comenzar una verdadera lucha de poderes, su deseo se había cumplido.
Las rondas siguieron, muy parejas: casi siempre menos de uno o dos puntos de diferencia entre una y la otra, y en ocasiones algunos turnos terminando en empate, como aquel penúltimo enfrentamiento...
—¡El último tiro para ambas jovencitas! —se escuchó—. Ha sido una lucha cerrada y espectacular de habilidades puestas a prueba; poca edad, y sin embargo, despliegan una habilidad y una concentración casi de competidoras profesionales; se han exigido entre si lo máximo, y ahora, la victoria está en el aire para aquella que alcé su mano más alto y la demande como suya.
En esta ocasión, Tabatha comenzaría el turno; el viento comenzaba a arreciar, como si la propia naturaleza hubiera decidido que ambas debían de tener un desafió extra: nadie, ni nada se los hacía más fácil.
Tabatha acostumbraba a disparar de manera rápida, como si deseaba que sus pensamientos no le estorbaran ni le hicieran dudar, pero en esta ocasión, el cronometro siguió su marcha por varios segundos, y Taba aún guardaba su disparo.
El reloj seguía y seguía, y casi marcaba el cero, pero finalmente Taba reflejó en sus ojos un carácter preparado y decidido, y la saeta llevó a cabo su carrera.
—Nueve puntos para Wilder.
Nueve puntos: gran manera de cerrar, pero no perfecta; ponía la marea contra Marina, pero no sin espacio para poder llevarse a puerto seguro.
—Último tiro para Marina Saucedo —la anunciante hizo notar.
—Marina Saucedo —ella pensó—. Creo que sólo ahora que lo escucho tan alto me doy cuenta que suena extraño: como aderezo para ensaladas.
El viento no parecía tener un origen claro; cambiaba como remolino y golpeaba con fuerzas que iban entre una delicada caricia en tu cabellera y un soplar iracundo que golpeaba casi como si te resintiera; apenas podía controlar su pulso, trataba de evocar cuando pudiera: hielo, glaciares, nieve, pues su sangre ardía con el temor de saber que el siguiente tiro lo definía todo...
El reloj marchaba; los segundos se escapaban, y pronto ya no había más tiempo al cuál recurrir: era disparar, o no.
Y el tiro llegó a destino...
—¡Ocho puntos! ¡Ocho puntos para Saucedo! ¡Eso significa que Tabatha Wilder gana la competencia!
Eso había sido todo: Marina había caído, pero no le molestaba tanto la derrota, sino el saber que Tabatha había rotó la promesa que le había hecho...
—Entonces ella se quedó con el lugar en Trudeau High —Marina terminó de narrar—, y sé que quizá estuvo mal haber aceptado su ofrecimiento en primer lugar, pero...el hecho que ella hubiera dicho algo, me hubiera prometido algo que sabía que era importante para mi, y luego que hiciera lo que hizo...fue demasiado.
—¿Dejaron de ser amigas?
—Con el tiempo: en realidad, no dejamos de vernos o hablarnos de golpe, inclusive ella de disculpó, y yo la felicité, pero poco a poco fue cambiando, y nos fuimos viendo menos, y cuándo menos nos dimos cuenta, nuestra relación se amargo, se volvió hostil.
—¿De verdad?
—Algo que me he dado cuenta con el tiempo, Sarah, es que las amistades difícilmente se destruyen de modo súbito: no es que alguien arranque la raíz violentamente, simplemente el tallo se va debilitando hasta que se desprende por cuenta propia...
—¿Ella participará?
—Lo hará, y siempre me ha ganado...yo puedo competir en solitario, pero en equipos Trudeau High tiene un club más completo y entrenado, y no hemos logrado algo en realidad.
—No hemos logrado algo...hasta ahora —Sarah susurró.
—¿Qué dices?
—Vamos a ganar.
—¿Estás loca? Quizá podamos competir, hacer un papel decoroso, y eso de terminar en el podio ya parece de por sí un reto monumental, ¿pero estás hablando de ganar?
—Sé que podemos hacerlo.
—¿De verdad? Sé que hiciste trizas a Tabatha con tu...cosa china rara, pero en el torneo la historia será muy diferente.
Y aunque era verdad, Sarah tenía la capacidad de meter la mano en brasas ardientes si era necesario por una amistad (en parte por insensibilidad que tenía en la mano izquierda, producto de un accidente con una maquina agrícola).
Y Sarah comenzó a prepararse, incluso en momentos ajenos a las practicas, y si esto fuera un medio audiovisual, aquí se insertaría la secuencia de entrenamiento estilo película de deportes ochentera y el autor se ahorraría un buen de trabajo...
...mas, dado que no es así, tendré que narrar.
—Puedes hacerlo, puedes hacerlo —Sarah se repetía una madrugada, apenas con luz del sol asomando un poco de su brillantez; la joven estaba alzada en la azotea de su hogar, con su arco y flecha, lista para disparar a los blancos que había colocado en los árboles frente al parque.
Tiro tras tiro, cada flecha iba alcanzando su meta; algunos, se quedaban un poco ladeados, pero los suficientes entraban en zona de puntuación perfecta.
Pero siempre podía mejorar...
Necesitaba más precisión, y para alcanzarla, requería calma y tranquilidad: así que se daba sus momentos para meditar, volver su mente un lienzo en blanco, y de paso aprovechar el tapete de yoga que su madre le había regalado cuándo tenía doce (su madre, por cierto, se lo regaló por lo que creía era su noveno cumpleaños).
El acto de respirar, involuntario y algo que pocos prestan atención (a menos que posean un historial de males respiratorios) tenía su espacio para mejorar y crecer: muchos arqueros encontraban su perdición en dejar ir la flecha en un momento de respiración irregular, y puede eso mandar al diablo el esfuerzo de apuntar y calcular, así que Sarah sabía que no podía subestimarse.
Inclusive, para mejorar su...(vale, francamente no sé cuál era la lógica del ejercicio aquí, lo siento) algo, Sarah se ofreció a pintar las cercas de varios hogares del barrio porque según Karate Kid, ninguna secuencia de entrenamiento está completa sin pintar cercas.
Y para mejorar su resistencia, Sarah comenzó a trotar; la distancia no era un problema, pero el reto final, la subir todas las escaleras de la Biblioteca Publica de Toronto, era una labor de insospechada dificultad.
—¡Lo logré! ¡Lo logré! —gritaba la joven, tirando golpes al aire tras haber superado el escalón final.
Todo increíble, en especial si consideramos que lo hizo el mismo día.
—Sarah, tenemos que hablar —Allyson dijo, aquella tarde-noche, confrontando a su amiga, tirada en el piso de su habitación como si se tratara de un pollo deshuesado.
—¿Por qué?
—Creemos que tienes un problema —Jake añadió.
—¿Un problema? ¿Cuál de todos?
—No, no querida —Allye interrumpió—: Sabemos que tienes muchos problemas, que va, ¡todos aquí los tenemos! ¡Mi abuela, la racista, me llamó diciendo que quiere reclutarme para el ala juvenil de “Canadá Blanca”!
—Y yo dejé a un hombre por muerto en un callejón y creo que al final no estaba tan muerto...y busca venganza —Jake comentó.
—Pero nos referimos a una clase de problema diferente: sabemos lo que has estado haciendo después de clases, a nuestras espaldas.
—¿Viendo que Jake de hecho tiene un muy buen trasero?
—¡NO ME REFIERIA A “NUESTRAS ESPALDAS” LITERALMENTE!
—¿De verdad, eh? —Jake dijo, mientras le daba una hojeada a su zona posterior.
—¡Sabemos que estás con las chicas de arquería!
—¿Q-qué? —Sarah levantó su cabeza, la única parte del cuerpo que podía mover tras el día tan activo que tuvo—. ¿D-de dónde sacan una idea tan loca?
—¡No mientas! ¡Sabemos que lo estás!
—¡Claro que no!
—¿Cómo se llama entonces el cilindro dónde los arqueros guardan sus flechas?
—Carcaj.
—¡Ajá! ¿Lo vez? ¿Quién va a saber eso si no es que una arquera? ¿Y quién ganó el oro en la competencia individual en los Juegos Olímpicos de Londres?
—¿Femenil o varonil? —Sarah preguntó—. Porque en femenil ganó Ki Bo Bae y en varonil ganó Oh Jin Hyek.
—Si no sabes, no tienes que inventar nombres, Sarah...
—No Allye, espera un instante—pidió Jake mientras revisaba en su teléfono—: Sarah tiene razón, así se llaman los campeones olímpicos.
—¿Qué? ¿De verdad?
—Son surcoreanos los dos.
—Oh...¡PERO ESO SÓLO PRUEBA MÁS MI PUNTO!
—¡De acuerdo! ¡Es cierto! —finalmente Sarah confesó—. ¡Estoy con las chicas de arquería porque me lo pidieron de rodillas! ¡Y al comienzo lo hice nada más por diversión, pero eso de verdad me empezó a gustar y luego me dieron un monisimo uniforme en negro con mi nombre! ¡No quise hacer nada malo! —siguió justificándose en un llanto tan infantil que haría ver a una niña de jardin de niños como una adulta funcional.
—Ah bueno...¡Está bien!
—¡Yo no quería...! ¿Eh? ¿Está bien?
—Sí Sarah, está bien, ¿no es así Jake?
—No problemo, muchacha.
—Pero, ¿no les molesta que esté en algo de “deportes”? ¿En especial después de las horribles historias qué me dijeron?
—Sarah, ¿estás mal de la cabeza? —Allye comentó—. Vale, mala pregunta, no sé porque sigo haciéndola, pero verás: sí, tuvimos nuestros roces incómodos con el deporte o con deportistas, pero eso no implica que odiemos a todos por eso.
—¿D-de verdad?
—¡Claro! ¡Esto no es una tonta historia de adolescentes dónde los deportistas son abusones, los del equipo de matématicas geeks virgenes sin remedio y las animadoras arpías crueles con el coeficiente intelectual de un frasco abierto de mayonesa! ¡Esto es la vida real!
—Yo no diría eso con tanta seguridad, Allye —Jake murmuró.
—El punto es, que somos tus amigos, Sarah, y vamos a estar contigo en las buenas, en las malas, en las pésimas, en las peores...
—Y cuándo tu abuela estire la pata y recibas tu herencia.
—¡JAKE! —Allye y Sarah exclamaron.
—Va, sólo bromeo: todo lo que dijo la rojilla es cierto...
—Chicos...sí pudiera mover mis brazos, los abrazaría ahora mismo...pero además, ¿cómo se dieron cuenta que estaba en eso?
—¡Por favor Sarah! ¡Estás usando la camisa del equipo ahora mismo! ¡Tendríamos que ser retrasados mentales para no notarlo! —Allye explicó.
—¿Verdad que está monisima?
Y a pesar del cansancio, el tener la aceptación de sus amigos le otorgaba la fuerza suficiente para levantarse, como si nada hubiera pasado.
—¡Bien Sarah! —la pelirroja exclamó con orgullo—. ¡Me sorprende tu...! Espera, ¡espera, cuidado con la cabeza!
Vale, tenía la motivación, pero ese día de plano gastó hasta el último gramo de energía en su cuerpo: debía descansar. Jake la cargó hasta su cama y en breve, la pobre hasta comenzó a roncar.
Y en verdad requería el descanso: con el torneo cerca, toda fuerza contaba.
—Por cierto, Allye —Jake tomó la palabra conforme se marchaban del hogar de su amiga—. ¿Puedo preguntarte una cosa?
—Claro, ¿qué es?
—¿Por eso me pedías si me podía inclinar para buscar tus bolígrafos cuándo se te caían “por accidente”?
—Oh...oh, bueno...pues...¡Cielos! ¡Se calló mi celular!—exclamó tras aventar su teléfono—. ¿Jake, puedes..?
—¡Todas son iguales!
N/A: ¿Qué les pareció? Disfruté mucho este episodio en particular, creo que fue uno de los mejores en ya algún tiempo, pero...ya dirán ustedes XD.
Nos vemos, shalom camaradas.
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