Capitulo XI: Braveless
Quizá sea prematuro depositar esperanzas tan altas en una desconocida con un amplio historial de problemas mentales, pero Marina estaba dispuesta a intentar casi cualquier cosa con tal de salvar el equipo de arquería.
—¿De verdad crees que funcione? —murmuró Zoe a su capitana.
—No —Marina contestó—, pero si esto nos acerca un poco a nuestra meta, no lo consideraré un fallo total.
El equipo se reunió después de clases, en los campos del colegio; Erika y Max cargaron el equipo y pusieron los blancos de pie, y en breve, estaban listas para poner en prueba las habilidades de Sarah.
—¿Entonces, en qué consiste la prueba? —la morena preguntó tras recibir su arco.
—Vamos a empezar con algo simple —explicó Marina —: Primero te enseñaremos a como sostener el arco de modo indicado.
—¿Sostener?
—Sí: es muy común que la gente se guíe por lo que ha visto en televisión o películas y que crean saber como funcionan estos aparatos cuándo en realidad no saben siquiera cargarlos bien.
—Sí, pero, ¿qué acaso no todos comienzan en este deporte por precisamente, las películas?
—¿Perdón?
—Sólo digo que no es una actividad común que uno quiera empezar a hacer sólo porque sí.
—Bueno, eso puede ser en la gente ordinaria, ¡pero aquí sólo existe gente con verdadera pasión e interés por este deporte!
—¡Niñas! —Sarah gritó súbitamente hacia el resto del equipo—. ¿Qué película les hizo querer entrar en esto?
—Brave —una de las jóvenes contestó.
—¡Zoe!
—¿Por qué me miras así? Sabes que es cierto Marina.
—Los Juegos del Hambre —Max agregó.
—¿Qué?
—Leí esa novela y luego vi el libro e hizo ver tan genial eso de los arcos y las flechas —explicó—; sobre todo aquello de ser la chica que elija entre el rubio lindo y sensible o el trigueño rebelde y osado...pero en su lugar, lo más cercano a cualquiera de esas fantasías es ver a Erika cuando carga los blancos de vuelta al deposito con sus brazos descubiertos.
—¡Hey! —Erika reclamó—. ¿Es tan criminal para una mujer hacer pesas?
—¡Tú, amiga! —Sarah exclamó—. ¿Qué peli te hizo querer entrar a arquería?
—Yo no me dejo influenciar de ese modo: yo tengo una disposición natural para esta actividad.
—Estamos entre amigas Erika...
—¡Toma ya! ¡Fue “Los Vengadores”!
—¿La peli de superheroes? —cuestionó Marina.
—Sí: siempre me gustaron, y también tuve la fantasía desde muy pequeña de luchar contra el crimen como una superheroina, pero no tengo ni la fuerza de Hulk a pesar de todas las pesas que hago, y no creo que me acercó siquiera a la del Capitán América; no tengo el dinero para financiarme una armadura de alta tecnología como Iron Man, no soy un ser mitológico como Thor y ciertamente no puedo caber en esos malditos trajes de spandex como la Viuda Negra...pero pensé que con practica y dedicación, podría al menos acercarme a ser como El Ojo de Halcón.
Claro está, algo que Erika no sabía era que en ocasiones, algunos SÍ la consideraban un ser mitológico (elecciones comunes para hacer comparaciones de su apariencia incluían: gigantes, ogros, orcos y Chtluhu según un fanático de HP Lovecraft), pero panteones míticos aparte, Marina encontraba esto un poco como una sorpresa.
—¡Vamos Marina! —Sarah exclamó —. ¿Tú acaso no tuviste una inspiración así? ¿Una película, un libro?
—¿Siendo honesta?
—¡Claro!
—Robin Hood...creo que en una ocasión hice un fanfic sobre la hija de ese personaje llamada “Robyn Hood”...
—¡El punto es que no tiene de malo tomar inspiración o motivación de un punto u otro! ¡Si sirven, lo qué menos importa es su origen!
Quince minutos con ellas, y ya sentían que tener a Sarah en el equipo había sido la decisión correcta: todas sabían que eran palabras nada más, pero el entusiasmo y dicha natural de esa joven se filtraba en todas ellas como un rayo de luz a través de una ventana.
—¿Qué tal tú, Sarah? —Marina preguntó sonriente—. ¿Qué te inspiró a entrar en esto?
—Nada: tres desesperadas me lo pidieron llorando.
—¡Sólo toma el jodido arco de una vez! —ordenó la capitana.
Sarah obedeció; debía admitir que, en efecto, aunque había visto estos artículos en medios antes, sostenerlo, sentirlo en sus propias manos era una experiencia completamente diferente (e incomoda).
—¿No es así? —Sarah preguntó.
—No, no, mira: empecemos por lo básico —comentó Marina —. Primero que nada, tu postura.
—¿Mi postura? ¿Qué tiene de malo?
—Ponte recta.
—¿Así?
—Va, así: ahora, ¿ves el blanco?
—Sí.
—Ponte lo más perpendicular que puedas respecto al blanco: es la primera cosa y la más importante que debes aprender, de otro modo, esas pequeñas alteraciones, imperceptibles para ti quizá, pueden marcar la diferencia entre un tiro acertado o uno fallido.
Sarah se posicionó de la forma ordenada: ella misma admitía que esto parecía ser una gran incomodidad, y es que a pesar de lo simple que pudiera parecer ponerse en una posición, Sarah era muy dada de siempre tener sus poses flexibles, y el hecho de tener que pararse de modo tan rígido, tan firme, le parecía ser más difícil de lo que esperaba en primera instancia.
—¿Lo hago bien? —Sarah preguntó.
—Espera un momento —Marina le tomó de las caderas, tratando de posicionar mejor su parado.
—De una vez te digo que cualquiera que me ha tomado de las caderas al menos me invita la comida primero, ¡Y UNA BUENA COMIDA! ¡Así que nada de hamburguesas baratas!
—¡Sarah! —gritó la capitana perdiendo la paciencia.
—Va, sólo bromeo: de todas formas, casi todos los que han intentado tomarme de las caderas casi nunca se detienen sólo en esa parte de mi cuerpo...
—¡Bien! —Marina soltó a Sarah —. Ya tienes eso más o menos cubierto: así quiero que te pares, y en realidad, te tengo una tarea especial.
—¿Cuál?
—Vas a pararte así en tú casa, todos los días, desde que llegas del colegio hasta que anochezca: sé que parece drástico, pero todas nosotras tuvimos que pasar por eso cuándo ingresamos al club. Es la única manera en que tu cuerpo se acostumbrara a posicionarse de ese modo, y harás esto por el siguiente mes, ¡así que...!
—Capitana —Zoe tomó la palabra—. ¿No lo recuerdas? ¿Torneo juvenil? ¿Dentro de DOS semanas?
—¡Oh, sí, sí! ¡Casi lo olvido! —exclamó Marina —. Es que me aprendí el procedimiento de memoria...en fin: Sarah, amiga, olvida lo del mes con la pose que no tenemos tiempo; pasaremos directo a lo de los disparos.
En ese momento, Zoe le entregaron a Sarah un arco deportivo y un carcaj dotado de unas cuatro o cinco flechas.
—¿Qué hago ahora? —la nueva recluta preguntó.
—Estira el brazo —advirtió Marina.
—¿Así?
—Pon firme el arco.
—¿Y ahora?
—Ahora, escucha con atención: hay muchos factores que se deben tomar en cuenta y considerar antes de llevar a cabo un disparo; cosas como la dirección en la que corre el viento, así como la fuerza con la que sopla, la distancia que la flecha debe recorrer la debes tratar de calcular en tu cabeza, sin despreciar tampoco tu propia respiración y hasta el pulso en tu mano, ¿entiendes, Sarah?
—¡UN BUS DE COMIDA! ¿Alguien quiere shawarma? No sé que es, pero me da mucha curiosidad probarlo.
—¡SÓLO TIRA LA DICHOSA FLECHA!
Sarah soltó la cuerda y la flecha salió a toda velocidad en su vuelo.
—Zona negra —Zoe anunció tras el impacto de la saeta.
—¿Zona negra? ¿Eso es bueno, verdad? —Sarah preguntó.
—Claro —Max intervino —. Todos sabemos que el color negro sólo trae implicaciones positivas.
—¿No fue bueno?
—Pues...
No lo era: el blanco tenía cinco secciones con cinco colores diferentes: amarillo, rojo, azul, negro y blanco, siendo el amarillo la zona donde los impactos de flecha otorgan más puntos y el blanco en que otorga menos, y un tiro en zona negra en la segunda peor zona en la cual puede pegar.
—¿No...lo hice bien? —Sarah cuestionó con decepción notable en su hablar.
—No exactamente —Marina respondió—. No eres ninguna Guillermina Tell, pero...
—¿Pero...?
—¿Es la primera vez que disparas con arco deportivo, me dices no?
—Sí.
A pesar de no ser un tiro “bueno” en general, al menos era superior a todos los primeros disparos de cualquiera de las miembros del equipo: ella misma, por ejemplo, recordó como en su primer año, su tiro inicial tocó en la zona blanca, apenas en la sección que otorgaba un punto, y no era mucho mejor para Zoe, Erika o Max: Zoe dio también un tiro en el color blanco, el disparo de Erika no dio siquiera un punto pasando por alto el objetivo, y Max terminó disparando el arco (y de paso, lastimándose su pulgar derecho).
Así que en realidad, de lo malo, Sarah fue la menos peor.
—Podías hacerlo mejor —señaló Marina —, pero para ser tu primera vez...lo hiciste mejor qué nosotras.
—¿Sabes? Decir que lo hice mejor que ustedes en mi primera vez puede interpretarse de modo muy equivocado en el contexto incorrecto.
—¿Tienes acaso que verlo todo como si fuera doble sentido?
—De todas maneras, Marina, no te preocupes, no es como si fuéramos a malinterpretar eso —Max mencionó—: Sarah luce como el tipo de chicas que ya tuvo acción en el pasado, pero tú como la persona que la primera vez todavía está lejos en el mapa...
De algún modo, un chiste sugiriendo ausencia de vida sexual era más hiriente al ego qué un chiste de sexo precoz.
—Max...
—¿Sí, capitana?
—Ve a traernos esos shawarmas...
—Pero.
—¡VE YA!
—¡Ya voy! ¡Caramba! ¡En verdad te va haciendo falta tu primera vez! Quizá debiste ser tú la que saliera con el hijo de la señora Ditka en lugar de la pobre mosca muerta de Zoe...
—¿Qué yo qué? —Zoe preguntó.
—¡Sólo ve a traer eso de una buena vez! —Marina reiteró su orden.
Y en realidad, aunque no lo parecía, Marina veía en el desempeño de Sarah, por tan magro y escueto como pudiera parecer al ojo inexperto y ajeno al deporte, un espacio para crecer, y hasta cierto punto, para empezar a generar algunas esperanzas: aún había mucho en qué trabajar, en pose, en respiración, en ayudarla en calcular bien las distancias, y es que aunque tenía una capacidad entrenada durante años de apuntar con gran certeza, para Sarah el reto se encontraba en hacerlo con un aparato como un arco deportivo oficial, y de lograr dar el tiro en una zona tan cercana como al centro pudiera ser posible.
Tras casi dos horas de practica, Sarah empezaba a dar tiros más cerca del tan buscado amarillo; aún no lo lograba con toda consistencia, quedándose en los cincos y seises del color azul, con el ocasional siete de la zona roja, pero era palpable que esa joven comenzaba a habituarse más y más con la metodología; Sarah podía irse a casa con dos cosas: la primera, el orgullo de demostrar progreso; la segunda, un dolor de dedos muy intenso.
—¡Cielo mio! —exclamó esa noche mientras se aplicaba una pomada en sus manos—. ¡Katniss y Merida deben tener piel de rinoceronte!
El timbre sonó entonces; Sarah se aplicó un poco más antes de salir del tocador, y bajo a abrir la puerta a sus invitados.
—¡Muchachos!
—¿Qué hay Sarah? —Allye preguntó.
—¡Pasen, pasen!
De inmediato, la atención tanto para Allyson como para Jake se dirigió a los dedos de su amiga.
—¿Pasó algo, querida?
—¿Por qué lo dices? —Sarah inquirió
Jake señaló entonces hacia sus manos.
—¿Esto? —la morena alzó sus palmas—. Bueno, todo lo que diré es que si tenía la opción de ser modelo de manos, hoy esa alternativa se fue por la ventana.
—¿Fue por la arquería, no es así? —preguntó Jake.
—Ahora entiendo porque todas esas niñas usaban muñequeras: no sólo luce genialozo, sino que de hecho ayuda.
—Aún así...es raro imaginarme eso —Allyson comentó.
—¿Por qué? Fue entretenido, y esas chicas están un poco mal de la cabeza, pero de algún modo lo sentí casi familiar.
—¿Te parecieron mal de la cabeza y te pareció familiar? En realidad, tiene más sentido si te lo pones a...en fin, no tiene caso pensar en eso.
—Pero dinos —aseveró Jake—. ¿Le mostraste tus habilidades a esas chicas?
—Algo...puede ser.
—¿Puede ser?
—Es que eso de la arquería resulta que tiene más ciencia de lo qué esperaba: de verdad es un reto.
—Aún así, no puedo evitar reírme un poco de la situación.
—¿Reír? ¿Por qué?
—Es que eso de estar en un club deportivo...no me termina de cuadrar.
—Eso es cierto —Jake agregó—. ¿Puedes acaso imaginarlo?
—¿P-pero...qué tiene de raro? ¿Qué es lo qué no termina de cuadrar? —Sarah pidió respuestas.
—Como que ser deportistas, ¿no los has visto acaso?
—¡Claro que sí!
—Sarah, de una vez te advierto que cuándo Jake aquí dijo “no los has visto” se refería a observarlos más allá de cuándo espías en ese agujero en las regaderas de los muchachos.
—Oh...bueno, pero de todos modos, ¿qué tengo que haber notado, Jake?
—Todos esos casi siempre son un poco...un poco...toma ya, son unos idiotas.
Jake tenía un expediente largo de problemas con más de un miembro de algún club deportivo: en muchas ocasiones, había escuchado burlas hacia su persona tocando toda clase de temas, siendo el más recurrente, el hecho que sólo se juntaba con dos chicas.
—Gorilas en esteroides...—Jake murmuró.
—¿Qué dijiste?
—N-no, nada Sarah.
—Es cierto que algunos chicos de los clubes deportivos son así —la morena argumentó—, pero sería injusto tratarlos a todos con desprecio por el comportamiento de unos cuántos, ¿no? ¿Verdad Allye?
—Claro que no...excepto como esas idiotas del club de baloncesto.
Allyson recordó un momento poco gustoso de su carrera como estudiante: cuándo tenía once años, era de hecho una gran aficionada al deporte ráfaga, al grado que inclusive decidió probar su suerte con el equipo de baloncesto femenil de Hopewell Junior High.
—¡MARTIN! —gritó la capitana del equipo, ella iba a entrar a un juego de practica entre las jugadoras ya dentro del club contra algunas de las aspirantes; las nuevas no estaban solas en su totalidad, teniendo de su lado a una de las titulares del equipo principal con el fin de probar de cerca sus habilidades —. ¡Entras!
—¡Es el momento que habías esperado, Allye! —pensó la jovencita mientras se levantaba de la banca—. ¡No puedes arruinarlo está vez!
Tras calentar un poco, la pelirroja estaba más que lista para la acción.
La referí sonó su silbato para que el encuentro se reanudara.
—¡Lo tengo! —Allyson exclamó al sostener el balón en sus manos tras un pase de una de sus compañeras.
—¡Lo tiene! —una de las jugadoras del equipo contrario gritó—. ¡Todos contra ella!
Y la totalidad de la escuadra rival se lanzó como luchadoras hacia la pequeña aspirante; Allyson sabía que debía moverse, evadir ese dolor volador y potencial que se le dirigía.
Pero no pudo.
—Fui aplastada por cinco chicas fornidas y mayores qué yo —Allyson narraba—, y eso fue sólo el comienzo: durante todo el encuentro de practica me volví el “blanco fácil”, y aprovechaban cualquier oportunidad para empujarme, golpearme, pisarme, patearme. Eso me lastimó para siempre, pero no me refiero a mi hombro lesionado que aún me duele hoy en día los días en los que va a llover: sino que hablo de las heridas del corazón, y esas siempre se tardan mucho en sanar...
—¡¿De qué coñetes estás hablando?! —Sarah y Jake preguntaron simultáneamente.
—¿No me escucharon?
—Iba a hacerlo —Jake comentó—, pero Sarah dijo que tiene sobras de pizza en la nevera y aún no he comido y empezamos a hablar acerca de que si las anchoas deberían contar como un verdadero ingrediente, ¡qué por cierto, no deberían!
—¡Sí deberían! —Sarah reclamó.
—¡No debería! ¡Es insulto contra la larga tradición de cocina italiana para llevar!
—¡Si voy a abrir mi corazón a mis frustraciones e inseguridades me gustaría cuando menos un poco de atención de su parte! —Allyson exclamó—. ¡O si no quieren oír, al menos finjan, por amabilidad!
—Lo más probable es que sea acerca de un trauma infantil no superado —Jake señaló—. ¿Verdad?
—Es...posible.
A pesar de no haber escuchado con mucha atención, para Sarah la verdad no necesitaba recalcarse mucho más: ninguno de los dos parecía tener opiniones muy buenas acerca de los deportistas, o de los clubes atléticos en general.
—Al menos, ya terminó —Allye comentó.
—¿Perdón?
—Sí Sarah, ya sabes: lo de esas locas de los arcos, ya acabó, ya les mostraste lo tuyo.
—Fue extraño no tenerte cerca —Jake agregó.
—¿De verdad?
—Para la rutina de robar chequeras en el centro comercial necesitamos una linda chica alegre de ojos grandes y grandes...sonrisas —Jake explicó, con sus manos sobre su pecho dando a entender a qué parte de Sarah se refería con exactitud—, y aunque Allye no es tan fea, para distraer gente al grado de no notarme...es algo un tanto fuera de los “talentos” de esta rojilla.
—¡Jake, eso es terriblemente sexista! ¡Te puedo asegurar que una mujer tiene las mismas capacidades de robar que cualquier hombre!
—Regaños, regaños, regaños, ¿cuándo fue la boda? Porque no recuerdo haberme casado...
Pero a pesar del intercambio de gritos y quejas, algo sonaba más fuerte, no en los oídos de Sarah, sino en su cabeza, y no se trataba tampoco de sus amigos imaginarios (el último dijo que iría a comprar papas fritas a la tienda y jamás regresó), mas bien, era la ansiedad de aceptar que, aun cuándo ninguno de sus amigos tenía en alta estima a los deportistas, ella de hecho disfrutó la arquería, y no sólo eso: sino que de verdad esperaba poder seguir practicándola.
Al día siguiente, Sarah realizó una pequeña parada en el tocador de señoritas, y mientras acomoda su cabello en el espejo, se encontró con Marina.
—¡Oh, Sarah! ¿Cómo amaneciste hoy?
—Bien, bien...y oye, Marina, quería decirte una cosa...
—Yo también, de hecho.
—Sí, pero Marina, es que yo...
—¡Muchisimas gracias!
—¿P-pero por qué?
—Por unirte: créeme que no parece demasiado, que es sólo un juego tonto ante los ojos de muchas personas, pero no tienes idea del significado que tiene para mi: poder competir en arquería es mi sueño, y estoy consciente que podría terminar pronto, pero en realidad creo que tienes potencial para esto, y has logrado que me vuelva a ilusionar con el deporte.
—¿No me digas?
—El torneo juvenil del sur de Toronto es sólo el comienzo: hay muchas otras competencias, algunas más importantes, de mayor prestigio, pero son hasta la primavera del año siguiente; de no poder al menos entrar al podio al juvenil de la ciudad, me olvidaría de todos ellos, ¡caput! ¡Allá se fueron mis sueños! Pero contigo —Marina abrazó a Sarah—, ¡siento que podemos lograrlo! ¡El club de arquería volverá a sus antiguas glorias!
—Maravilloso...
—Ahora linda —Marina finalizó el contacto—, ¿qué deseabas decirme?
—Sólo que...sólo que...¿Cuándo dices qué es la practica?
—¡Después de clases! Tal como ayer.
—Genial: disculpa, me debo de retirar...
—Momento —Marina pidió antes que Sarah se apresurara a a salir—, ¿realmente no recuerdas lo que me ibas a decir?
—No...no en absoluto.
—¿No será una de esas situaciones en la que te encuentras entre dos decisiones importantes y callas tus verdaderos sentimientos y modo de pensar porque no quieres herir los sentimientos de ninguna de las partes involucradas?
—No —Sarah contestó lentamente, con sus ojos mirando a ambos lados antes de seguir su respuesta—. No es nada de eso en absoluto.
—¡Bien! ¡Nos vemos en el entrenamiento!
—Sí...claro que sí.
Si salirse del equipo para complacer a sus amigos parecía una opción sencilla, tras esas muestras de aprecio tan patéticamente sinceras por parte de Marina, la hacían sentir algo que no sentía muy a menudo: culpa.
Llegó el final de clases.
—¿A dónde vas, Sarah? —Allyson preguntó al ver a su compañera correr por los pasillos antes qué ella.
—¡Olvidé comprar el alimento para mis celacantos! ¡Tengo que darme prisa, los pobres deben estar hambrientos!
—Bueno, ¿hablamos en la tarde, no?
—¡Sí, sí! ¡Nos vemos! —gritó casi al perderse de vista de sus amigos.
Sarah se ocultó en el tocador, y tras unos minutos, viendo a Allye y Jake saliendo del edificio por un instante abriendo la puerta de entrada, supo que podía emerger con seguridad, pero no sin antes cambiarse a un conjunto de unos pants, tenis blancos y una camiseta.
En general, ropa cómoda para sobrellevar la practica con más sencillez.
—¡Sarah, Sarah por aquí! —Marina señalaba y ondeaba su mano conforme su compañera de equipo se acercaba a la cancha de practica.
—¡Ya voy!
—¡Les dije que volvería! —Marina señaló al resto del club.
—¡Bien, perdí! —Max aceptó—. Te pago en seguida.
—¿Están listas, chicas? —la capitana preguntó—. Porque hoy, antes de empezar la practica formal, debo hablarles del torneo.
—¿Ya soltaron la información?
—Así es Zoe —Marina replicó mientras buscaba dentro de su mochila —. Aquí lo tengo, de hecho— Marina había impreso la información de la pagina oficial del torneo—. El Torneo Juvenil del Sur de Toronto se llevará a cabo el día primero de octubre del presente año; existen dos categorías basada en género, pero claro, dado que sólo tenemos equipo femenil, eso realmente no nos importa.
—No sé: ponle una barba postiza a Erika y...
—¡YA CALLATE MAX! —Erika reclamó.
—A su vez, cada categorías tiene dos subdivisiones —Marina prosiguió—: hay una por equipo, y otra individual; los equipos pueden ser de cuatro miembros, y somos cinco, así que podemos participar tanto una división como en la otra.
—¿Crees que eso sea prudente? —Zoe preguntó—. Apenas estamos tratando de armar un equipo competitivo, ¿realmente crees que podamos prescindir de una miembro para la competición individual?
—Cualquier arquera que quiera participar en equipos también puede participar en individual.
—¿No sería demasiado presión? —Erika preguntó.
—Puede ser, pero creo que así tendríamos más posibilidades de entrar al podio...un intento en vez de dos.
—¿Pero quién se ofrecería para tal tontería? —Max cuestionó.
—Compañeras, yo soy la que más experiencia tiene en el deporte, y la que salió con mayores puntuaciones en los torneos pasados: si no les molesta, quiero aventar mi flecha en el blanco e intentar ambas competiciones.
—¡¿Estás loca?! —el equipo entero, con excepción de Sarah, preguntó.
—¿Qué, tiene algo de malo? —la morena mencionó.
—No lo entiendes aún —respondió Zoe—, pero te diré que los encuentros en cualquier categoría ya de por si pueden estresar a más de una: cualquier competidora que ha intentado participar tanto en equipo como en individual se vuelve un poco...irracional.
—Chicas, sé lo que están pensando —Marina habló—, pero he estado pensando en esto durante durante mucho tiempo, y creo que es hora que lo intenté de verdad.
Todas mostraban preocupación en sus rostros: miradas de duda, labios mordidos, sonrisas forzadas; no es que Marina no careciera de talento, pero no deseaban que tanto peso cayera en sus hombros.
—No tenemos mucho tiempo para desperdiciar; vamos, ¡comencemos la practica!
Las jóvenes entonces comenzaron a calentar sus brazos, piernas y muñecas, y en breve tras unos minutos estaban listas para tomar sus equipos: y aunque ya sabían de lo mucho que le importaba el equipo a su capitana, sólo en ese momento entendían el grado de compromiso que Marina era capaz de tomar.
La practica siguió su rumbo, y Sarah se sorprendió por el nivel de consistencia que estaban tomando sus disparos: de verdad mostraba mejoría, y talento. Hasta sus compañeras de equipo empezaban a sentir algo de optimismo cauteloso de que quizá en el torneo podían tener una oportunidad.
—Eso es todo por hoy —Marina cerró la practica oficial con tales palabras—. Chicas, mañana descansamos, ¿pero qué dicen si nos reunimos para discutir sobre el torneo?
—¿El torneo?
—Es la excusa para comer como cerdas —Max murmuró a Sarah.
Las chicas del equipo aceptaron: la tarde del día siguiente hablarían más sobre el gran desafió que estaban prontas a enfrentar.
Sarah lo disfrutaba: y mucho, pero tan pronto como salía de esa actividad la dicha se sentía opacada por la sensación de ocultar algo a unos viejos amigos, por temor a lo que pudieran decir.
Quizá gracias a ello, Sarah podía entender bien la doble presión que Marina estaba a punto de exponerse.
N/A: No tengo mucho que decir en estas lineas; gracias a su apoyo, la historia ya ha superado las 1000 visitas en sus primeros 10 episodios, y 150 votos...no tienen idea de cuán bien me hacen sentir.
Shalom camaradas.
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