Capitulo VIII: Cats In The Battle
Pudo ser peor; tales palabras resonaban con fuerza, haciendo ecos, volviéndose se un ruido ensordecedor sin si quiera hacer en realidad un decibel.
Y es que Allyson no deseaba hacer esa llamada, ni siquiera era necesario el saber aquellas dudas que poseía, pero una malsana curiosidad había secuestrado su mente, y no sería libre de nuevo hasta que la luz llegue a esas zonas oscuras y ocultas.
—¿Debe de? —preguntó, en su habitación, con teléfono en mano y número ya memorizado —. ¿Es acaso lo indicado?
—¡Sólo llama de una maldita vez! —Jake exclamó, recostado en la cama de su amiga.
—¡Trato de tener aquí un soliloquio! ¡Algo de drama!
—¿Tú? ¿Drama? ¡No me digas!
—¿Y de todas maneras qué haces aquí? ¡Es un momento privado!
—Se acabó la comida en mi casa, y tengo que cenar.
—¿¡Qué!? —Allye se ofendió—. ¿¡Vienes a mi casa para que te haga algo de tragar!? ¡Eso es muy sexista!
—Yo me busco algo sólo, rojilla —explicó Jake —. Eres tú la que siempre salta a conclusiones, ¿crees acaso que sería de esos idiotas que le dicen a su mujer “ve y hazme un sandwich”?
—¡¿Tú mujer?!
—Olvidalo, olvidalo —Jake se levantó —. Mejor me voy a buscar algo: igual va a tomar su tiempo el que te armes de valor para hablarle a tu papi.
—¡Yo tengo el valor! ¡Es sólo que...trato de pensar en todas las posibilidades!
—¿Otra vez sobre-pensando las cosas, querida?
—¡Sarah! —Allye cayó del sustó al notar a la morena en la silla de su escritorio, frente al ordenador—. ¿Qué quieres aquí?
—No hay nada de comer en mi casa tampoco —ella explicó—; así que...¿Me haces un sandwich?
—¡NO!
Pero entonces, Sarah comenzó a jugar sucio: sus ojos, ya de por si grandes, se vieron engrandecidos por la mirada rogona e implorante, inundados como piscinas a punto de desbordarse, con sus labios en un puchero infantiloide y hasta sus manos entrecruzadas como si ella estuviera en oración.
—¡Está bien! —contestó Allye, no pudiendo resistir la expresión de su amiga—. ¡Pero tienes que dejar de hacer eso por cada pequeño favor que quieras de mi! ¡Ten algo de dignidad por Dios!
—¿Dignidad? ¡Tú eres la que tiene una carpeta llena de canciones de Maroon 5!
—¡Ya callate caramba! —Allye exclamó en la puerta—. ¡Y deja mi computadora en paz!
Después de que Jake tomara un bol de cereal, y después de que Sarah obtuviera su emparedado, Allye estaba lista para volver a su dilema.
—¿Entonces? ¿Llamar o no llamar? —Jake comentó.
—No me hace gracia.
—No te rompas la cabeza con esto, sólo hazlo.
—¿Crees que es algo sencillo acaso? ¿Crees que no tengo la voluntad de ello? —reclamó la pelirroja—. ¡Yo sé que quiero hablar! Pero tienen que entender mi punto de vista: establecer comunicación por primera vez con un hombre que apenas ha estado en mi vida; ni siquiera recuerdo bien cuando fue la última vez que lo vi. Es un momento de enorme estrés emocional para mi, y he repasado esto una y otra vez pensando en como va a seguir, en que va a derivar, y como voy a reaccionar ante un hombre que sí, sin él no estaría aquí en primer lugar, pero que fuera de eso no ha hecho mucho por mi persona. ¿Dónde se encontraba en los días del padre? ¿Dónde estaba él en los eventos de la escuela entra padres e hijas? ¿Dónde estaba él cuándo quería llorar y alguien tendría que al menos sobornarme con un helado, o con comprarme un nuevo juego? ¿Dónde estaba él...?
—¡Sí, sí, ya sabemos que es un drama! —Sarah comentó, con el teléfono de Allye en mano, ya con el número de su padre puesto de antemano por la pelirroja—. ¡Me voy a morir aquí esperando a que te decidas!
—¿¡Qué estás haciendo!?
—Lo que tu no...¿Hola? ¿Señor Martin o...? ¿Sí, de casualidad usted tiene dos hijas en Toronto?
—¡Dame eso! —Allye ordenó mientras daba un salto para arrebatar el teléfono.
Mas, Sarah conociendo muy bien el limitado alcance de las habilidades físicas de su amiga, vio suficiente dar un paso a lado para evadir el salto y dejar que Allye se diera de panza con el piso.
—¿Sí es? —La morena continuo hablando —. ¡Perfecto! ¡Porque tengo aquí a una persona que se muere por hablar con usted!
—¡Dile que no estoy! ¡DILE QUE NO ESTOY! —Allyson murmuraba aceleradamente mientras Sarah le pasaba el teléfono.
—Muy tarde: le dije que estás aquí.
—¡NO SABES LO QUÉ TE ESPERA! —Allye amenazó mientras tomaba el aparato—. ¿H-hola...?
—¿Hola? —escuchó de un hombre al otro lado de la linea—. ¿Jessica? ¿O eres...?
—Allyson...S-soy Allyson, me dicen Allye...
—¡Allyson! ¡No puedo creerlo! ¡Te escuchas ya tan grande! ¿Cuántos años tienes ya? ¿16?
—Tengo 17...
—Sorprendente...y...bueno, es una gran sorpresa.
Tras esa redundancia, siguió un momento de silencio: ninguno de los dos parecía poseer la capacidad de ir más allá de un saludo escueto y hablar de algo remotamente importante. Lo único que uno escuchaba del otro era la respiración, empezando a un ritmo normal, pero volviéndose cada vez más agitada con cada segundo que pasaba.
—Así que...hija...¿Qué puedo hacer por ti?
—Papá —Allyson no pudo siquiera decir eso sin sentir una incomodidad total en su cuerpo y en su espíritu —, deseaba nada más...saludar.
—¿Saludar?
—S-sí, y b-bueno...
—Allyson, me encanta el hecho de que me llamaras para saludar, pero algo me dice que no es de todo cierto.
—¿Soy tan mala mentirosa, eh?
—No, no es eso, pero...es sólo una corazonada.
—Está bien...Malcolm —suspiró la pelirroja, prefiriendo el nombre de aquel hombre que le diera vida, al no poder sentir con honestidad y sinceridad el apelativo de “padre” —, de hecho, sí: tienes razón, hay algo por lo que te llamo.
—Bien. ¿De qué se trata? ¿Te encuentras bien?
—Yo sí, yo me encuentro...de maravilla —Allyson apenas pudo completar esa última parte sin quebrarse en pedazos.
—¿Allyson? ¿Pasa algo?
Había tocado su limite: Allyson, que tanto se había dicho que podía vivir sin la presencia de aquel hombre (y que en realidad, era cierto, dado que durante 16 años así fue la realidad) no podía seguir esa conversación tan trivial por un segundo más, y terminó la llamada.
—¿Qué? ¿Eso fue todo? —Jake cuestionó —. Tanto que has estado hablando y haciendo dramas por eso, ¿y terminas la llamada así, de súbito? Te lo digo Allye, a veces siento que...
Pero pronto Jake se percató de lo inapropiado de sus palabras y su actitud; los puños de Allyson estaban cerrados, apretados, y su rostro cabizbajo, con el claro de sus ojos tomando un color rosado, y con un respirar agitado.
—Lo lamento, Allye —Sarah dijo, ofreciendo sus brazos a su amiga —. N-no...no debí hacer lo que hice.
—No importa —La pelirroja, rendida en un abrazo con Sarah, en un llanto discreto pero no menos expresivo, replicó —; De no estar tú, o Jake, igual lo hubiera hecho tarde o temprano, e igual hubiera terminado así.
Y tras acabar con ella, Allyson buscó los brazos de Jake; tenía la necesidad de sentir a sus amigos, no con palabras (importantes sí, pero no suficientes en el momento), sentir que estaban ahí, que existían, que presenciaban y compadecían a una compañera que necesitaba no de lastima, sino de su comprensión.
Esa noche, Sarah se quedó a dormir en el hogar de Allyson; Jake lo hubiera hecho también, pero se excusó en un pendiente que debía resolver.
De todas maneras, Sarah tenía experiencia de primera mano en el tema de padres ausentes, y la pelirroja necesitaba quizá una voz de comprensión que ya conocía el camino que recorría.
—No tenías que hacerlo —Allye comentó, mientras ambas veían una película ya tarde en la noche, sentada a lado de su amiga.
—Es un placer —Sarah contestó—, no tienes porque sentir pena: somos amigas, nos ayudamos.
—Yo sé que sí, pero...estoy un poco harte de siempre ser “esa” amiga del grupo.
—¿De qué hablas?
—Tú, y Jake, son tan fuertes: pareciera que siempre saben qué hacer, cómo reaccionar...yo me siento tan inútil junto a ustedes dos.
—No tienes que pensar de tal modo.
—¿Recuerdas en el primer año? ¿Durante el estreno de la peli “Los Juegos del Hombre”? Ustedes dos fueron sensacionales, pero yo...como siempre, era la que necesitaba toda la ayuda.
—Duraste más que él, ¿no lo recuerdas?
—Duré más que él porque se la pasó todo el juego cuidándome.
—¿Y? ¿No es ese el punto de la amistad? ¿Cuidar los unos de los otros?
—Pero ustedes son tan fuertes, reconozcelo:, si esto fuera un cuento de hadas, Jake sería el caballero, tú serías la hechicera, y yo sería la damisela idiota a la que siempre hay que rescatar.
—¿Hechicera? ¡Genial! —Sarah se entusiasmó—. Pero no exageres Allye.
—¿Tú Sarah? ¿Cómo lidias con esto?
—¿Te refieres a...?
—Los padres —Allyson señaló.
—No pienso en eso la mayor parte del tiempo; me concentro en otras cosas: la escuela...
—¿Tú, concentrándote en la escuela?
—¡Va, soy mala mentirosa! —Sarah carcajeó —. Me ayuda el arte, mis mascotas, las películas sangrientas, mis dibujos cochinos; lo usual.
—Me da tanta grima preguntar...así que no lo haré.
—Tranquila, mi Allye —Sarah puso su brazo alrededor del cuello de su amiga—, anormales, anormales en todas partes...
—¿Cómo dices?
—Lo siento, me confundí: creí que estaba en una viñeta —soltó a Allyson—. ¡Como sea! Tu reacción es algo bastante normal.
—¿De verdad?
—¡Claro que sí! ¡Te lo digo yo!
—Y todos sabemos lo experta en “normalidad” que eres...—La pelirroja susurró.
—Uno llora, uno se queja, uno escribe cartas que nunca entregas, uno desarrolla un tic por tantas veces que él te ha decepcionado que el reflejo del llanto constante termina dañando los nervios y músculos de tu rostro.
—Yo no tengo un tic, Sarah.
—Oh...¡Debí pensar en otra persona! —respondió la morena, con su ojo izquierdo realizado un pequeño movimiento oscilante (y para Allyson, un poco intimidante).
—¿Has lidiado con mucho, verdad?
—¿Lidiado? —Sarah mordió su labio y volteó por un instante —. Todos lidiamos con algo.
—Pero a nivel familiar.
—Tú lo sabes bien, Allye: ya conoces a mi familia, a veces juro que no sé cómo rayos salí cuerda.
—Cuerda...ajá. Pero aunque tu abuela es genial, tu madre encantadora y tu hermano...tu hermano...¿Sigue vivo?
—Me mandó una postal desde Colorado.
—¿Por qué se fue ahí?
—Legalizaron la marihuana recreativa.
—Supongo que todo ratón cae con el queso correcto —Allye comentó.
—¿¡Tienes queso!?
—N-no...o bueno, en la nevera, pero antes de que salgas como tapón de cidra hacia ahí, quería decirte que no mencionaste técnicamente a toda tu familia.
—¡Ah claro! ¡Mis peces!
—¡No! —Allye interrumpió—. ¡Ya sabes qué quiero oír de ti!
—¿Qué mi abuela te puso en su testamento?
—¡No! ¡No hablo de...! Momento, ¿de verdad?
—¡Claro que no! Pero pensé que eso sería algo que te gustaría oír de mi.
—Tengo que enseñarte a usar lenguaje figurado.
—¡Ya entendí Allye! ¡Si no estoy tarada! ¡Estoy loca, no idiota!
—No son mutuamente excluyentes, sólo digo...
—Sé que hablas de mi experiencia con mi padre.
—¿Puedo preguntarte algo...delicado?
—Dispara —con osadía Sarah dijo.
—Sé que no conoces a tu padre biológico en realidad, así que ni te preguntaré sobre eso.
—¿Quieres saber del “padre adoptivo” que tuve?
—¿Sería mucho pedir?
—Claro que no: era un hombre que entró a la onda hippie a principios de los 70, y al igual que mi madre, jamás la abandonó realmente.
—¿Qué rayos hay en el agua de Columbia Británica para que todos ahí salgan así? —Allyson se cuestionó.
—Una mezcla de la hueva de pescado y la basura y desperdicios de decenas de restaurantes y tiendas con alimentos orgánicos.
—¿Te llevabas bien con él?
—Más o menos: no me molestaba, eso sí, y pagaba las cuentas, así que no puedo objetar nada respecto a eso.
—¿Pagaba las cuentas? —la pelirroja preguntó con duda.
—¿Qué tiene eso?
—No puedo imaginarlo porque eso querría decir que tendría que ganar dinero que a su vez querría decir que tenía un empleo de algún tipo.
—Tenía un empleo —Sarah explicó —. No tengo idea aun cuál, pero...¡DEBÍA TENERLO! ¡NO LO VEÍA POR DÍAS, SEMANAS, A VECES MESES!
—Eso no es tener un empleo, eso es ser un padre negligente.
—De todos modos, tengo que darle algo de crédito —Sarah se rascó un costado de la nariz pensando en su argumento—: Fue mejor padre qué el mar de potenciales “tal vez, puede ser, quién sabe”.
—¿Lo buscarías?
—¡Te dije que tampoco estoy tarada!
—Creo que ese fue mi problema; no debí hacerle caso a Jess, lo dejaré por la paz.
—¿Estás segura, Allye?
—Sí, fue...f-fue un gran error: mejor me olvidaré de todo el asunto.
Sarah no encontró modo de responder de modo inmediato tras oír dicha declaración.
—¿Qué? —Allyson preguntó.
—No dije nada —Sarah aclaró.
—Tal vez sólo sean las voces de mi cabeza...
—¡O pueden ser las voces de mi cabeza! ¡Les llamo Agapito y Angelina!
—¿Le pusiste nombre...a las voces de tu cabeza?
—¡No, tonta! ¡Ellas me lo dijeron! —Sarah palmeó en un hombro a su amiga —. ¿Dime, no fueron ellos?
— ¿Cómo voy a saberlo?
—¡Sencillo! ¡Agapito tiene voz de mujer!
—¿Agapito...Agapito es el qué tiene la voz de...? Olvidalo: jamás entenderé eso, lo apilaré en mi mente con las 587 cosas que has dicho que aún no les encuentro lógica.
—¿587 cosas? ¿Llevas la cuenta?
—587 cosas...sólo está semana.
—Las grandes mentes fueron incomprendidas en su tiempo, y estos son MIS tiempos, así que era normal que hubiera falta de comprensión; no podía esperar menos de los mortales.
—¿Delirios de grandeza? ¿Qué eso eso? —Allye pensó.
—Ya en serio rojilla, tengo que decir algo si esa es en verdad lo que ya decidiste.
—¿Qué?
—Bueno, Jake y yo vamos a respetarla, pero creo que sabemos bien que la semilla de curiosidad que ahora está enterrada en tu interior va pronto a sacar raíces y destruirte desde adentro....lo he visto: es sangriento.
—N-no...medio puedo entender la lógica detrás de lo qué dices —la pelirroja informó—, pero también he pensado que entre más sé de esta familia más me aterró.
—¡No puede ser tan malo!
—Si mi abuela supiera que tengo de amiga a una judía mestiza de piel morena, las cruces blancas en fuego no tardarían en aparecer en tu jardín.
—¿Cruces blancas? ¡Siempre creí que eran “t” de “tiempo de irse”!
—Culpa blanca...calmate...culpa blanca...calmate —Allyson se decía tras escuchar el infortunado incidente que aparentemente Sarah había presenciado con anterioridad.
—Como sea, y como dije —Sarah posó su mano sobre la de su amiga —: Respetaremos lo que decidas, te conoces y sabemos que podría suceder, pero si crees que es lo mejor para ti, todo está bien.
—Gracias...y aprecio tu apoyo, de verdad que sí.
—¿Pero...? —interrumpió Sarah antes de que Allyson se ahogara en sus propias palabras y tartamudeos.
—¿Por qué Jake se fue? ¿Tenía algo importante?
—¿Más importante qué pasar la noche en la misma casa que dos chicas atractivas? —Sarah razonó—. No puedo imaginarme qué podría ser.
—¿Tres chicas atractivas?
Sarah carcajeó, y Allyson pronto hizo lo mismo: la primera vez que Allye reía de manera espontanea en días después de unos cortos pero densos momentos de mortificación.
¿Y Jake? A pesar de la idea de Allyson, esta se encontraba errada, pero no de todo, porque en efecto, fue a ver a una mujer.
—¡Jake! —el muchacho escuchó del otro lado de la linea del teléfono especial en las visitas de la cárcel de mujeres—. ¿Qué haces aquí?
—Buscando un buen ejemplo a seguir.
—¿En la cárcel?
—Estás purgando una condena por robo e incendio...y aún así sigues siendo el “buen” padre.
—¿Qué sucede, hijo?
—Un poco de todo...un poco de presión, un poco de miedo.
—¿Por qué? ¿Tú, con miedo?
—Puedo sentir miedo: soy un ser humano, después de todo.
—Es cierto, pero tengo la sensación que me estás diciendo las cosas de una manera muy rauda.
—Vale, quizá sí —Jake suspiró—. ¿Alguna vez te ha interesado tanto una persona que eres capaz de hacer sacrificios enormes y pensar en cosas en las que nunca habías pensado sólo para que esa persona esté bien?
—Estoy en la cárcel en lugar de tu padre porque si tu padre tenía otro delito en su expediente iba a volver de por vida, ¿eso cuenta?
—Fraude a la justicia: me conmueve lo que esta familia hace por amor.
—¡Aunque lo dudes, Jackie! Pero vamos, ¿qué sucede?
—Una amiga...
—Una amiga, ¿o es “una amiga”?
—Lo último, creo.
—¡Ah! ¡Mi niño está enamorado! —Nadia exclamó levantandose de su asiento—. ¡Roberta, Roberta! ¡Pídele a Talula su cámara! ¡Tengo aquí un momento muy espe..! ¡¿Qué?! ¿Cómo que la apuñalaron anoche mientras dormía?
—¡Mamá, mamá por favor! —Jake imploró discreción—. ¡Deja el instinto maternal por dos segundos!
—Lo siento Jackie: sé que no lo parece por el tatuaje de “Las Escorpionas Sangrientas” que me hicieron en el antebrazo cuándo me uní a esa pandilla, pero a pesar de todo, sigo siendo una madre, y me sigo preocupando e interesando en la vida de mi niño.
—Tengo 17, mamá.
—Si te hace sentir mejor: creo que eres el primer hombre Zabrocki o Milosevic que llega a esa edad sin morir de sobredosis, abatido por la policía, o sin embarazar a una mujer.
—Lo último es porque no sé deja...
—17...¡POR FESTIVUS! ¡Pronto acabaras con el bachillerato!
—Se supone.
—Porque, ¿todavía estás en el bachillerato verdad?
—No mamá, no he desertado, aunque tentaciones no me faltaron.
—Tercero de bachiller, ¡otro record! —Nadia expresó con dicha—. ¡El Zabrocki o Milosevic más educado en la historia!
—¿Acaso la prima Anya no se había vuelto stripper para pagar por la universidad?
—Sí, pero a la semana se olvido de eso de la educación y ahora baila a tiempo completo.
—Con razón la vi todavía hace dos semanas: pensé que siete años de carrera eran demasiado para el titulo de Comunicación.
—¿Ya has pensado qué quieres hacer, Jackie?
—Supongo que seguir con el negocio de papá.
—¿Vivir del Estado?
—¡La mecánica! —el muchacho exclamó.
—No era burla: técnicamente yo también vivo del estado; encerrada sí, pero vivo.
—Aún así, quería consultarte algo más emocional que profesional.
—¿De qué se trata?
—Sólo esta chica que...creo que merece más qué lo que yo poseo...y de lo que soy, si lo pienso bien.
Nadia se tomó unos segundos; desde el modo en que Jake la miraba, su posee, su respirar, pudo saber que no podía contestar cualquier cosa: realmente necesitaba precisión de cirugía mayor para tratar el mal emocional de su hijo.
—El modo en que te sientes es muy natural —finalmente rompió el silencio—: Eso significa que de verdad sientes algo autentico, y con lo autentico, viene la preocupación.
—¡Odio esto! —Jake reclamó.
—Bienvenido al mundo del amor, y te digo de una vez que aquí las internas tenemos un dicho: en la guerra, en el amor y en las peleas con cuchillos, todo se vale.
—Sí, sí, también he escuchado eso en los barrios bajos.
—Me da gusto, en cierta forma, que expreses tales sentimientos...sólo trata de no ser tan...
—¿No ser tan sensible? —el hijo sugirió como respuesta—. ¿No ser tan débil de carácter?
—...tan marica.
—Comprendo —Jake se avergonzó—. Me han dicho muchas cosas, pero creo que es la primera vez que me dicen eso.
—Va, lo siento: quizá no fue la mejor selección de palabras, pero creo que entiendes lo que traté de decir.
—En cierto modo: creo que debo dejar de quejarme tanto y preocuparme así y de hecho...intentar algo para remediar estas cosas.
—Claro, aunque recuerda Jackie: hay mucha, MUCHA distancia entre planear las cosas y hacerlas.
—Lo sé mamá...lo sé...y por cierto: no creas que me olvidé de ello.
—¿De qué hablas?
—No te hagas mamá: eres una madre serbia, no una madre judía, no eres buena para hacerme sentir culpa.
—Étnicamente cierto, ¡pero soy buena para construir un refugio anti-bombardeos con ladrillos de lodo y costales de arena!
—¡Ya no tengo cuatro años mamá! ¡Claro que sé eso!
—Perdón...aún me cuesta creer lo mucho que has crecido: el tiempo pasa rápido aquí dentro...excepto en las noches de venganza: quieres que llegue la luz del día tan pronto como pueda antes que alguna interna con un cepillo afilado se acerca a ti.
—Aquí está mamá —Jake levantó su playera, revelando por un instante una caja de cigarros—. Feliz cumpleaños.
—¡Cigarros! —Nadia casi saltó de su asiento—. ¿Cómo los infiltraste?
—Sobornando a las guardias: te hubiera comprado algo más grande, algo mejor, pero se me fue la plata más con el soborno que con el regalo; te los dará Andrea.
—¿Andrea la Gigante? ¿Esa morsa?
—Es la única con los...conductos lo suficientemente grandes para guardar una caja de cigarrillos y...una navaja de bolsillo.
—¿Una navaja?
—Una navaja nueva.
—¡Ése es mi niño!
Y tras un beso a través del vidrio protector, se despidieron.
Allyson trató de seguir su día a día con normalidad, y tras un par de semans sin poner el reflector sobre aquellos temas que tantas preguntas habían aparecido, el tema parecía ya abandonado; pero las preguntas aún no estaban listas para dejarla, o más bien, aquellas personas que las provocaron.
—¿Puedo ayudarlo? —la pelirroja preguntó a un hombre frente a su puerta, de regreso al salir de clases.
—Disculpe —el hombre volteó—. Oh...Allyson.
—¿Lo conozco?
—Un poco.
Le tomó a la joven sus momentos, pero aunque no reconocía la apariencia, reconoció su voz.
—¡¿Malcom?!
—Prefiero ir por “padre”, “papá”, “papí”...aunque eso último siempre...s-siempre lo considere un poco incomodo y extraño...y de todas maneras creo que no merezco ser llamado de tal forma, ¿verdad?
Para la joven era claro: tenía su cabello, tenía su sus ojos, hasta tenía un balbuceo y sus pausas pseudo-dramaticas.
Era su padre.
—¿Qué haces aquí? —Allye preguntó.
—Algo que no me había tomado la molestia en hacer y que debí haber hecho en realidad desde hace muchos años...
—¿Pagar pensión alimenticia? ¿Comprarme mi amor con regalos? ¿Regalarme un auto?
—¿Funcionaría?
—No, pero nada perdemos con intentar.
Allyson se dio cuenta una vez más que aun si quieres sacarle la vuelta a un drama, el drama se convierte en un misil tele-guiado que sabe dónde vives, sabe tus debilidades y no se tocara el corazón a la hora de hacerte volar en mil pedazos.
N/A: ¿Muy dramatico? Jajajaja, sólo espero que el sentido del humor no se pierda...¿No se ha perdido, verdad? T.T
Gracias a todos y todas por leer, y les dejó además un dibujo que una amiga, Alice, hizo de Allyson.
¡Shalom camaradas!
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