Capitulo IX: Mais Que Farsa
La analogía ante una sorpresa enorme más socorrida es “cayó como balde de agua fría”, pero inclusive con la fuerza de tal retorica, no parecía ser bastante, suficiente, si quiera acercarse a lo que Allyson sintió en el momento en que sus ojos y sus oídos vieron y escucharon aquel hombre que le legó la mitad de su herencia genética.
—Pudiste llamar antes —Allyson, con sus brazos cruzados, y pretendiendo que no estaba sorprendida, declaró —; Hubiera sido mejor si lo venía venir.
—Sí, pero, ¿dónde está la diversión en eso? —Malcolm planteó—. Muchas de las mejores cosas de la vida llegan por sorpresa...excepto...
—¿Los infartos?
—Iba a decir los aneurismas, pero los infartos también cuentan, supongo.
—¿Viniste a hablar con mamá?
—¿¡Esa...bruja!? ¡Ni loco!
—Veo de dónde viene el apelativo de “bruja”, pero es mi madre, y no dejo que un desconocido se burle o se mofe de ella.
—No soy un desconocido, Jessica...
—Allyson.
—¡Allyson! —corrigió—. Lo siento, aún me cuesta creerlo porque todavía eras una niña pequeña cuándo...
—¿Me abandonaste?
—Es evidente que ha sido un gran impacto y...c-creo, creo que mejor me voy al hotel.
—No, Malcolm —Allye dijo antes de que su invitado se diera la media vuelta —. Contestame una cosa.
—¿Sí, Jess...Allyson?
—Correcto —Allye confirmó—. Bien, ¿por qué vuelves? ¿Qué quieres? ¿Acaso aún no has acabado con mamá?
—¿Acabar con ella?
—Mi madre es...un desastre de neurosis y presiones y cada vez que la veo me da un temible recordatorio de que a su edad voy a estar al borde de una crisis nerviosa y que tendré que gastar una cantidad indecente en tinte rojo para el cabello al mes, y TÚ tuviste una gran parte que ver con eso, así que ni creas que me vas a hacer lo mismo a mi.
Malcolm fue el sorprendido en turno esta vez (por no de ser, “castrado verbalmente”) con las duras palabras de su hija, pero aunque podía entender parte del sentimiento, podía ver que quizá tenía algunas percepciones erradas.
—No estás lista para hablar conmigo ahora —dijo Malcolm—. Lo comprendo, ¡lo comprendo muy bien! Pero...en caso de que quieras...ya sabes, compartir argumentos...
—¿Conversar?
—¡Sí! ¡Conversar! Me quedaré en la ciudad un par de días, puedes llamar a mi número, ya lo conoces, siempre estaré listo, digo, vine por trabajo pero...puedo encontrar mi tiempo.
—Estoy segura que sí...
—Por último, ¿quizá puedas hacerme un favor?
—¿Cuál?
—¿Puedes guardar el secreto? No quiero que tu madre se de cuenta que estoy en la ciudad.
—¡Claro! —Allyson exclamó —. ¡No hay problema! ¡No se lo diré a la bruja! —la pelirroja guiñó y sonrió con tal falsedad y sarcasmo que ni siquiera un insulto directo parecía ser tan hiriente.
Y Malcolm se fue.
—¿Sarah? —Allye llamó a su amiga al teléfono—. ¿Puedes llamar a Jake también? ¿Quieren hacer algo?
—¿Algo? ¿De qué? —Sarah preguntó.
—No sé, ¿y si nada más vamos al centro? ¿Al mall? Algo...lo que quieran, me apunto para todo.
—Oh...entonces, ¿necesitas distraer tu cabeza eh?
—Con urgencia máxima.
—Va...nos vemos en el centro, y no te preocupes Allye, yo le aviso a Jake.
—Bien.
Y los tres partieron al templo de la vagancia y la holgazanería de los adolescentes de Hopewell por excelencia (después de la casa de crack de la calle Evergreen): el Centro Comercial Yorkdale.
—¿Ya están poniendo las cosas de Halloween? —Jake notó en los aparadores de las tiendas—. ¿Soy yo o las fiestas cada vez llegan más temprano? ¿Estamos a qué? ¿Mediados de septiembre?
—La economía no ha estado de todo bien —Allyson dijo—, así que para tratar de recaudar cuánto dinero sea posible, extienden la temporada.
—Puede ser...¿Tú que dices Sarah?
—¡DULCES GRATIS! —la morena exclamó mientras corría hacía un pequeño stand de una confitería.
—¿Estará bien? —Jake preguntó.
—¿Bromeas? Una carga de azúcar, ¿qué daño puede hacerle? Se ha metido cosas más fuertes...muchas tú se las has vendido.
—¡Justo a eso me refiero! ¡Yo hago el mismo procedimiento! Primero doy muestras gratis, ¡luego la gente patea y muerde por la mercancía!
—¿No es curioso que las compañías dulceras y los traficantes de drogas tengan los mismos métodos no?
—No...en realidad no lo es, pero dejando eso de lado, dime Allye, ¿por qué convocaste a esta reunión del consejo de sabios?
—Un consejo en la que una de los miembros le trata de arrebatar con los dientes un chocolate a una niña de 5 años —la pelirroja comentó.
—Hey, las grandes mentes vienen en todas formas, tamaños y diagnósticos. Vamos Allye, ¿qué pasa? ¿No estabas tomando las cosas con un poco más de calma?
—Eso intenté, pero siempre que yo tomó la decisión de no hacer más dramas, el drama está listo en mi puerta para entregar panfletos y hablarme hasta que me una a su religión.
—¿Y en qué forma vino el drama esta vez? —Jake inquirió—. Porque eso también llega en todas formas y tamaños.
—En la forma y el tamaño de mi padre.
—¿Cómo? —Jake preguntó, incrédulo y pensando que debió haber escuchado mal —. Lo siento, creo que no estaba poniendo atención.
—Tú nunca pones atención a nada que no tenga pechos y dinero —Allyson reclamó—, pero sí: aunque no lo creas, ¿adivina quién llegó a mi puerta?
—¿De verdad? ¿Tú padre?
—Sí: de pronto esos tipos de aquella iglesia no me parecen tan molestos.
—¿Entonces, es en serio?
—Tan serio como él puede ser.
—¿Pero qué quiere Allye? ¿Por qué regresó?
—Trabajo, aparentemente, pero de pasó quiso saludar a Jessica...o sea yo.
—¿O sea que hizo la rutina de “confundir una hija con la otra”?
—Bingo Jake.
—¡Tremendo cliché!
—Lo sé.
—¿Y tú? ¿Cómo lo recibiste?
—Ya me conoces: de forma madura y calmada.
—¿Le gritaste y lo hiciste sentir culpable?
—No estaba de humor.
—¡Tú nunca estás de humor, Allye! Ni siquiera para...ya sabes...
—¡No voy a tener relaciones contigo, Jake!
—¿Ves? —Jake señaló—. Todavía ni sabes que quiero decir y ya andas de negativa: como aquella vez en la que estábamos haciendo esa tarea de biología y llegamos a lo del doctor Kinsley, ¿recuerdas? Como él postulaba que en realidad todas las personas en el fondo y en mayor o menor poseen tendencias bisexuales, sobre todo las mujeres, y que...
—¡Jake, esa era sólo tu excusa para pedirme hacer un trió!
—Creo que mejor voy al grano antes de que me castres a gritos: pudiste al menos darle la oportunidad.
—¿Qué? ¿A ése payaso? ¿Crees qué la merece?
—No qué la merezca, ¿pero acaso no todos merecemos una segunda oportunidad? Yo tuve dos, y Sarah tuvo como cuatro.
—¿Te refieres a las veces que presentaron extraordinarios?
—No se me ocurría otra manera de hacer la comparación.
—¿Crees que valga la pena, Jake?
—No digo que necesariamente sea así, pero puede tener una cosa o dos qué decir o hacer, además...quizá sea interesante escuchar su versión de la historia.
—¡No! ¡No empecemos con eso de nuevo!
—¡Hey! ¡Yo sólo digo!
—Como sea...agradezco de hecho tu consejo, lo creas o no: y es bueno y agradable tener una mente sensata con la que puedo hablar, y me gustaría que guardaras el secreto.
—Claro que lo haré.
—¿¡Qué secreto!? —Sarah exclamó saltando a la espalda de Allye.
—¡Qué no te me subas caramba! —la pelirroja imploró—. ¡Mi doctor ya me dijo que parte de mi columna ya está lesionada!
—¡No me bajaré hasta que me digas qué secreto andan guardando ustedes dos!
—¡No es nada! ¡Sólo bajate!
—Allye, no mientas —intervino Jake—. No creo que valga la pena ocultar esta verdad de todos modos, y eventualmente se iba a tener que enterar.
—¿De qué ha...?
—Ya lo sabes Allye —el joven calló a su amiga con su indice sobre sus labios—, ya lo sabes.
—¿Qué? ¿Qué no sé? —Sarah insistió.
—¿De verdad quieres saber?
—¡Claro que sí! ¡Vamos! ¡Cuenten!
—De acuerdo: no podemos luchar contra sus increíbles habilidades de persuasión, Allyson.
Y Jake murmuró al oído de Sarah la “verdad”.
—¡¿En serio?! —la morena dijo.
—Sip, aunque no parezca cierto.
—¿Pero qué acaso no implicará que...?
—Basta, deja termino de contarte.
Sarah entonces se bajó de la espalda de Allye; se limpió un poco las manos con la tela de su atuendo, con su rostro llenó de disgusto.
—No, no será suficiente —Sarah dijo—. ¡Discúlpenme! ¡Tengo que ir al tocador!
—¿Qué le dijiste? —preguntó Allyson.
—Le di un hueso al perro.
—No es normal ver al “perro” con cara de asco.
—Sólo le dije algo que te beneficiaría al doble.
—Bien, ¿pero qué fue?
—Le dije...—Jake acercó su boca al oído de Allyson.
—¡Yo no tengo una infección por herpes en la espalda! ¡¿QUÉ ESTÁS LOCO?!
—Guarda el fuego en la caldera Allye, piénsalo: ¿crees ahora qué le quedaran ganas de volver a usarte como su yegua personal?
—Pues...no —ella contestó tras razonar la idea por un instante—. Cielos, eso de hecho es...bastante astuto; sólo desearía que no fuera a raíz de un rumor sobre una enfermedad de transmisión sexual en mi organismo.
—El fin justifica los medios.
—¿No es esa la excusa que todos los dictadores y aspirantes a Maquiavelo dicen?
—Exacto —Jake concordó—. Y la dicen para...
—Justificarse...ahí hay un simbolismo profundo en alguna parte, aunque no puedo poner mi dedo exactamente en el renglón.
Pero parecía ser una constante lección que aparecía en el camino de la pelirroja con inusual frecuencia: que quizá valga la pena escuchar a ese hombre (del cual Allye aún dudaba si siquiera realmente llamarle “hombre”), pues por algo vino, y por algo la buscó.
—¡Viniste! —Malcolm exclamó al ver a su hija en el comedor del hotel dónde se estaba hospedando, la tarde del día siguiente —. ¿Cómo estás, Allye?
—Bien, te aprendiste mi nombre —ella señaló, todavía con sus brazos en cruz —. Y nada más te tomó, ¿cuánto? ¿Unos 17 años?
—Todavía...eres dura conmigo, según veo.
—No, d-disculpa —Allye dejó caer sus brazos y cerró sus puños, frustrada—. No quise hacer eso, es que todavía...
—Hay muchas cosas qué discutir, no te preocupes hija —Malcolm interrumpió—, yo entiendo. ¿Quieres que nos sentemos?
—De acuerdo.
Y ambos tomaron asiento en una mesa con vista a la calle, perfecto para ambos si es que requerían cambiar la atención a algo o alguien si se volvía demasiado incomodo (que ambos entendían, sería lo más probable).
—No te lo dije ayer —Malcolm cruzó sus manos—, pero eres...una chica muy hermosa.
—G-gracias —murmuró en respuesta Allyson, evitando los ojos de su padre, ganando un color rojo en su piel —. ¿No lo dices sólo por ser amable?
—Allye, querida, te pareces tanto a tu madre cuándo tenía tu edad: es cómo ver una postal de aquellos días.
—¿De verdad?
—Bueno, te faltan los leggins rosa eléctrico y cuatro botes de fijador en el cabello, pero fuera de eso, el parecido es imposible de ignorar.
—¿Victima de la moda?
—Los 80 cobraron muchas vidas...en cuánto a dignidad al vestir se refiere, y yo no era la excepción tampoco, honestamente.
—Bien, ya que andamos con eso de la apariencia: te ves bastante bien, Malcolm.
—¿De verdad?
—Sí: es curioso, mamá y tú son pelirrojos, pero tu color de pelo es un poco más oscuro. El de mamá es casi naranja, muy chillón, pero el tuyo se parece más...
—¿Al tuyo?
—Es aterrador.
—Debiste vernos en nuestra última foto de navidad: cuatro matas coloradas en el centro comercial junto a Santa Claus, ¡el pobre fotógrafo casi le da un ataque epiléptico!
Allyson sonrió, pero más importante, sintió que un peso enorme se volvía de a poco más ligero y llevadero; la situación seguía teniendo tensión, y ella se sentía como un globo paseando en un habitación llena de alfileres, pero conforme pasaban los minutos, sentía la salida más y más cerca.
—¿De verdad estás aquí por trabajo, Malcolm?
—Así es.
—Creo que en realidad nunca te lo he preguntado, porque yo misma nunca me lo pregunté, ¿pero en qué trabajas?
—Soy creativo de publicidad.
—¿Creativo de publicidad? ¿Qué significa eso?
—Allyson, un creativo son las personas que piensan en las ideas para nuevos comerciales, ya sea de televisión, radio, internet, y otros medios, y emprenden el proceso de producción.
—¿Haces comerciales? ¿Te ganas la vida convenciendo a los tontos que la calvicie puede desaparecer con gotas de cóndor del Perú o que la Nutella no contiene azúcar?
—Sí cariño—Malcolm suspiró—; No mentiré: a veces tengo mis problemas éticos.
—De pronto ser la novia de alguien que trafica con esa droga rusa que derrite las uñas no me parece tan malo.
—Yo salí con una empleada del servicio de recaudación de impuestos, Allye: en el gobierno hay verdaderos criminales.
—¿Eres libertario, no es así?
—Ayn Rand cambió mi vida.
—Eso explica la falta de sentido de la obligación...
—Allyson —Malcolm sonrió—: Me da mucho gusto...
—¿Qué cosa?
—Es sólo que me asombra tu agudeza...eres también bastante lista, cariño.
—Me encantan que me llenen de halagos, no me malinterpretes —Allyson declaró—. Pero no vine para eso, por más agradable que sea escuchar: vine por respuestas.
—Claro linda, lo sé. ¿Qué te gustaría saber?
—Hay algo sobre mamá que me estuvo hablando, pero que al final no tuvo la decencia ni el valor de terminar de explicar y tal vez tu puedas.
—De una vez lo aclaro: finalmente yo sí compré las acciones de Google, y fue lo único que me dejaron quedarme en el divorcio, pero, ¿quién rió al último?
—Mamá es muy centrada, pero de verdad necesita consejos financieros y en serio...pero no: no me refiero a eso; hablo del divorcio, y sus motivos.
—El divorcio. ¡Cielos! —Malcolm jugó con el servilletero de la mesa—. Veo que no pierdes tiempo.
—¿Es difícil eh?
—Bueno, ¿qué divorcio no lo es? Cuándo tengas el tuyo, y estadisticamente es probable que sea así, lo entenderás, pero, ¿qué te dijo Colleen?
—Mamá me dijo sobre la infidelidad.
De buenas y Malcolm no tomó ni un trago del café servido por la mesera, pues la sorpresa ante tal noticia le hubiera hecho escupir la bebida caliente sobre su hija; por otro lado, si se había pasado una goma de mascar, la cual encontró lugar perfecto en la frente de la pelirroja.
—Escupir chicle por la sorpresa —Allye comentaba mientras retiraba la golosina de su piel—: Debo admitir que eso es nuevo.
—¡L-lo siento! —imploró disculpas el padre—. Es que realmente me dejaste frío.
—¿Qué? ¿Se te hace tan extraño que mamá me haya platicado algo sobre eso?
—Debes de reconocer que no es algo de lo que converses, menos aún con tu hija.
—Yo la forcé un poco a decirme la verdad, cosa que apenas pudo hacer, así que fue más y determinada terquedad que voluntad de mi madre.
—A pesar de lo que digas, sigue asombrándome.
—¿Por qué debería? Es algo común: algunos matrimonios fallan, y en muchos casos es por infidelidad, ¿qué hay de extraño en eso?
—Yo no creo poder confesar una infidelidad a mi propia hija.
—Y aunque no es lo ideal, es un hecho de la vida que muchas personas ven...momento, ¿cómo fue eso último?
—Que yo no creo poder hablar sobre mi hija de una infidelidad que cometí.
—¿Hablas de ti...o hablas de mamá?
—Hablo de Colleen, ¿qué no era ella el tema?
—No, no, espera —pidió Allye un poco de lentitud y mesura —. ¿Estamos hablando de la misma persona? ¿De Colleen? ¿De mamá? ¿Y que ella...?
—Al menos me da gusto que por fin pueda admitirlo —Malcolm declaró—. Quizá dentro de poco por fin podamos hacer las pases de una buena y maldita vez.
—¿P-pero...pero...?
No parecía ser cierto, no parecía tener sentido, no parecía ser real ni en la más mínima dosis: debía de ser una broma (y una muy mala). ¿Podía ser verdad? ¿Qué su madre, Colleen, haya sido la parte de la pareja que haya cometido el acto infiel?
Y luego, Allye recordó unas palabras de su hermana, que justificaban plenamente el hecho de tener que oír a Malcolm hablar, aquel momento en que Jessica le pasó su número.
“...dudo que me creas, así que con eso podrás consultar a una fuente más o menos fidedigna para comprobar que toda historia tiene dos partes.”
—¿Hija? ¡¿Hija?!
—¿Q-qué? —Allyson replicó.
—¡Me asustaste! —Malcolm exclamó—. Te quedaste ahí, con la mirada fija, la boca abierta y sin decir una palabra y no sabía que te había pasado. ¿Tienes una afección? ¿Alguna enfermedad de la que no esté al tanto, Allye?
—No, pero siento que sí me voy a enfermar...
—¿Te llevo al hospital?
—No, no Malcolm, estaré bien, es que quizá no estaba en la posición correcta para recibir el...puñetazo emocional que creo que acabo de recibir.
—No comprendo...
—Ni yo, la verdad —Allye se alzó de su silla—. Lamento que nuestra plática haya sido tan corta, pero es que surgieron unos inconvenientes que...va, no se me ocurre nada bueno, ¡sólo no puedo hablar ahora!
—¿Tienes que irte, hija? ¡Ni siquiera has probado el bistec!
—¿Bistec? —Allye se volvió a sentar—. Bueno...ya estamos aquí, y casi nunca vengo a esta parte de la ciudad, así que...
—Aún tenemos mucho por hablar cariño.
—Tocando el tema, dos cosas Malc...¿puedo llamarte Malc?
—Suena casi como “Dad”, así que sí: es lo más cercano a “padre” que te he oído decirme.
—Bien Malc, estas son mis dos preguntas: Jessica y yo tomamos el apellido “Martin” por nuestra madre, y fue con el que nos quedamos tras el divorcio, ¿cuál fue nuestro apellido de tu parte?
—¿Colleen les cambió el apellido?
—Hubieras tenido una voz en esa decisión pero ya sabes: como que...nos abandonaste.
—Eso nunca dejará de ser incomodo, ¿verdad?
—No Malc. Nunca.
—Es sencillo Allye: sólo es mi primer apellido.
—¡Claro! —la pelirroja sonrió y asintió sin tener respuesta aún.
—¿No sabes el apellido de tu padre?
—¡NOS ABANDONASTE! —reclamó Allye, con más deseos de salir de su aprieto qué de reclamar un daño emocional.
—Campbell.
—¿Entonces eramos Jessica y Allyson Campbell? ¿Qué somos, un conjunto de música country?
—No tienen un acento muy campirano que digamos, pero nunca es tarde para aprender a tocar el banjo.
—¿Tú sabes, tocar el banjo, papá?
—Me mantiene relajado; es eso o jugar tetris.
Y unos momentos más de conversación (y tres bistecs) después, Allyson agradeció la comida, y se despidió de Malcolm, aunque él todavía tenía una cosa más por decir.
—Allye, por cierto —él, aún sentado, comentó antes de perder a su hija de vista—. ¿Un comentario más?
—¿Qué la próxima vez comamos langosta?
—No. Algo que noté.
—Te juro que no soy siempre tan cochina, ¡pero lo único malo de este lugar es que las servilletas son muy chicas!
—Allyson —Malcolm detuvo a su hija antes de que se siguiera poniendo en vergüenza —, me llamaste “papá”.
—No lo hice.
—Claro que si.
—¡Claro que no!
—Claro que sí: todos lo leyeron y arriba puedes leerlo tú también.
Y tras revisar que lo escrito no podía ser desechado, Allyson se encogió de hombros por la pena, puso las manos en su bolsillo, y se despidió, esta vez de manera definitiva (bueno, de manera definitiva por el día).
—Nos vemos, Malcolm...Malc.
—Nos vemos, hija.
Y a pesar de que la pelirroja se sentía un poco frágil y desarmada, no tardó en agarrar fuerzas de nueva cuenta, pues aún le quedaba otra batalla que librar esa noche.
—Buenas noches Allye —Colleen dijo tan pronto al traspasar la puerta de su hogar, sin notar que su hija la esperaba parada en medio de la sala, cruzada de brazos (pose que se le estaba volviendo costumbre) —. ¿Preparaste algo o es que hay una fuga de gas otra vez?
—La única fuga que hay aquí es la fuga de mentiras, engaños y traiciones.
—¿Entonces, nada de macarrones con queso, verdad?
—¡Mamá! —gritó.
—¿Sí, linda?
—Tenemos que hablar.
—¿Pero qué pasa? —Colleen preguntó consternada, mientras se sentaba en un sillón, buscando un poco de descanso para su cansada espalda.
—Es sobre lo del divorcio.
—Oh...eso...pues...¿Pasa algo con eso?
—No lo sé, dime tú.
—Pero Allye, de verdad no lo sé.
—¡NO LO SÉ, DIME TÚ!
—¿Qué?
—No, perdona —Allye bajó la velocidad de su tren de pensamientos—, el dialogo no salió tal cuál lo esperaba.
—Necesito una pista hija, porque de verdad es un misterio lo qué me tratas de decir.
—Bien, voy a ir al punto: tuve un poco de comunicación con alguien que al parecer tiene buen conocimiento del asunto de lo del divorcio.
—¿El Juez de lo familiar?
—No —Allye contestó—; Hablo de la otra mitad de todo el tema: Malcolm.
—¿Malcolm? ¿Pero qué tiene...? Espera un segundo, ¡¿cómo qué Malcolm?! ¡¿Qué significa eso?!
—P-pues...rayos, no pensé qué hacer en caso de que preguntaras —Allyson pensó—. Pude estar con él a una distancia considerable.
—¿Qué tan considerable?
—Comimos.
—¿Comieron? ¿Está en la ciudad ése desgraciado?
—Por unos días.
—¿Y te contactó?
—Después; la verdad es que yo...lo contacté a él primero.
—¡¿Por qué?!
—Porque aún tenía algo de curiosidad y tú no querías seguir hablando de eso y...ya sabes el dicho: si cierras la puerta, se escaparan por la ventana.
—¡Como la sabandija que es él!
—Sus características sabandijescas no están en tela de juicio, mamá; pero dijo algunas cosas muy interesantes, su versión de los hechos.
¿Y su versión? Bien, aquí está...
A mediados de los 90, nada parecía detener al joven Malcolm, quien ascendía la escalera corporativa a pasos de gigante.
—¿Estás lista, cielo? —Malcolm preguntó a las afueras de su , él ya preparado para salir, mientras su joven esposa terminaba de arreglarse.
—¡Ya casi! Nada más me pongo los pendientes.
Iban en camino de disfrutar su primera cena romántica en meses; que va, Malcolm pensó que quizá sería la primera en al menos un par de años, tras un buen tiempo de complicaciones y retos en el trabajo, en pagar las cuentas, y claro, en la crianza de la pequeña Jessica.
—¡Ya estoy lista! —Colleen salió de su habitación.
Aquella era una visión que embelesaría a cualquier hombre con pulso en las venas: ese hermoso y suave cabello rojo que saltaba como brasas ardientes de pasión, ojos verdes como joyas de esmeralda que sólo la naturaleza podía tener la habilidad de armar, y una piel blanca y dulce, como chocolate blanco que era un deleite a cualquier nivel.
Y el vestido que usaba: uno azul oscuro, sedoso, con el borde sobre la rodilla, sin hombros; era la envoltura perfecta para el mejor de los regalos.
—¿No te gusta? —preguntó Colleen al notar la expresión en blanco de Malcolm.
—Al contrario —replicó—. No podrías verte más...cautivadora.
—¡Oh, Malcolm! —Colleen saltó hacia su esposo en un abrazo.
Eran jóvenes y bellos, al grado de evocar casi la imaginería de un cuento de hadas; lamentablemente, todo cuento de hadas tiene una mala parodia Shrekesca sin gracia que rompe la fantasía.
—¿Cielo, me puedes traer mi abrigo? —Colleen pidió desde el primer piso de su hogar—. Hace un poco más de frío de lo que esperaba.
—Claro que sí —Malcolm contestó—. En seguida vuelvo.
Malcolm subió hacia su dormitorio, y encontró el abrigo negro sobre los cajones de la ropa; él lo tomó, notando un objeto que cayó de uno de sus bolsillos.
—Y para mi sorpresa —Allyson seguía narrando —. ¡Era una nota!
—¿Una nota? —Colleen cuestionó, siendo en esta ocasión la persona de brazos cruzados.
—¡Sí! ¡Y es cómo una jodida maldición en la familia! Ya he perdido la cuenta de todas las ocasiones en las que una nota con un mensaje fuera de contexto mete a alguien en problemas, ¡pero deja termino!
Y la hija continuó contando la versión escuchada de su padre.
—¿Qué es esto? —Malcolm se preguntó mientras desenvolvía el papel.
Y lo que encontró fue el siguiente mensaje.
“Eu sei que é un pecado, mas eu simplemente nao puedo parar de pensar em voce: seu cabelo vermelho bonito, seus olhos de esmeralda, sua pele do chocolate blanco...”
Y aunque Malcolm entendía dos o tres palabras (quizá) de portugués, una nota guardada de la cual él no sabía nada y que la única persona con conocimiento en la lengua lusa era Sergio, el chico al que ocasionalmente le pagaban para limpiar el jardín en el vecindario bastaban para él para empezar a sospechar.
—Y claro, no existía en aquel entonces Google Translate o nada por el estilo —Allye explicó—, así que Malcolm tuvo que ir con un conocido en la embajada brasileña y le dijo que eso era básicamente una carta de amor.
—¡Eso no es cierto! —Colleen reclamó—. ¡Yo no salí con un brasileño! ¡Ni siquiera me gusta el fútbol!
—Pero creo que entonces te gusta más la “samba”...
—Hija, eso fue, lo más estúpido que te he escuchado decir en toda mi vida como tu madre, y aunque siempre te querré, creo que lo que siento ahora es lo más cercano que he deseado en darte en adopción.
—¡No te atreverías!
—¡Aún eres menor de edad! ¡No me retes señorita!
—El punto ES que no me dijiste toda la verdad, ¡y ahora comprendo la razón!
—No te dije la razón, porque lo creas o no, hablar de una relación que terminó a la que alguna vez pusiste tanto empeño y amor no es cosa sencilla y a veces puede ser dolorosa.
—¿Por qué no me dijiste toda la verdad?
—¡Porque no es la verdad, niña idiota! ¿De verdad te tragaste sus mentiras?
—¿Qué? ¿Acaso me dices que no es cierto?
—¡Ni un pelo! ¿Por qué le crees al sujeto que nos abandonó?
Y es que aunque explicaba la razón porque Colleen no deseaba seguir hablando (confesar una infidelidad a tus propias hijas no viene sencillo), en realidad, su madre también argumentaba ciertos motivos sensatos: ¿Cómo le iba a poder creer a un hombre que estuvo ausente durante años, y no a la mujer que no sólo le dio vida, sino que se quedó a cuidarla y procurarla durante tanto tiempo?
—¿Qué? —Colleen cuestionó al ver a su hija enmudecida—. ¿No tienes nada qué decir?
—Nada que no me haga ver como una completa estúpida.
Allyson se fue directo a la cama esa noche: sentía una enorme vergüenza, pero sobre todo, la necesidad de respuestas, pero en esta ocasión, de su otro progenitor, y al día siguiente, en una reunión en un parque del centro.
—¡¿Cómo pudiste mentirme, Malcolm?!
—¿Ya vuelvo a ser Malcolm? ¿No papá? ¿Al menos Malc?
—¡Nada de juegos! ¿Te sientes bien? ¿Mintiendo a tu hija menor? ¿Acaso vale tanto tu imagen para no ser sincero de verdad?
—Dejame adivinar: tu madre te dijo que estaba mintiendo, ¿no?
—¡Claro que sí! ¡Porque es una mentira!
—¿De verdad? ¿Y qué? ¿Acaso esto también es una mentira?
Malcolm sacó del bolsillo de su chaqueta una nota de papel, gastado, y algo viejo.
—¿Qué es eso? —Allyson preguntó.
—Miralo con tus propios ojos —Malcolm le entregó el objeto.
—Dejame ver... “Eu sei que é un pecado”...¡¿QUÉ?! ¿Esto es...?
—Sí cariño: es la nota del amantuco de tu madre.
Esta nueva evidencia no podía pasar desapercibida, y esa misma noche, Allyson volvió a reclamar a su madre, y su madre tuvo que defender su caso otra vez.
—¿¡ESTÁS LOCA O SÓLO IDIOTA NIÑA!? —gritó Colleen —. ¡Mira la letra! —ordenó con la nota en la mano, y con un viejo cheque firmado en la otra(el último de la pensión alimenticia enviado por Malcolm) —. ¡Es la misma caligrafía! ¡Tú padre te engaño otra vez!
Y Allyson fue a reclamar a su padre (una vez más), esta vez, en el lobby de un cine.
—¡No, no! ¡No le creas a esa...bruja! —Malcolm exclamó, controlando un poco su carácter para no decir algo más fuerte aparte del apelativo de una mujer con poderes mágicos —. No le envié ningún cheque firmado, sólo use mi sello corporativo, ¡además, mira esto!
Y Malcolm le soltó unas fotos de la joven Colleen muy cercano con cierto empleado brasileño especialista en la limpieza de hogares...
Y tras varios intercambios de gritos, Allyson se dio cuenta de una cosa: puede haber una verdad, pero al parecer ninguno de sus padres la tenía por completo.
Finalmente, se olvidó del tema; Malcolm volvió a Nueva York, y su madre volvió a salir con Keith, y ella volvió a mostrar poco o nulo interés por su familia.
Excepto quizá, por su hermana.
—Finalmente llegaste —Allyson señaló al ver a Jessica acercarse a la mesa del restaurante de hamburguesas que su hermana frecuentaba.
—Nos quedamos tarde en el teatro comunitario —Jessica explicó —. En verdad necesitamos ensayar: ése es el peor Romeo que he visto en mi vida.
—Bueno, es un papel difícil.
—Tiene 84 años y es un inmigrante chino que no habla ni dos palabras del idioma...y eso no es tan malo como las escenas de beso.
—Cualquiera pensaría que el circuito de actores aficionados tendría más profesionalismo.
—¿Ya ordenaste?
—Sí, sí, y yo pagué, así que creo que merezco unas respuestas.
—¿Respuestas? ¿Sobre qué?
—No lo sé, ¡pero alguien en esta maldita familia tiene que empezar a decir la maldita...!
—¿Verdad? —sugirió Jessica.
—¡Sí! ¡La maldita verdad!
—Allye, cielo...creo que aprendiste una buena lección aquí, ¿no es así?
—¿Una lección? ¿Qué es eso? ¿Qué me quieres decir?
Y finalmente, algo de lógica le cayó sobre la cabeza a la menor de las Martin.
—¡TÚ SABÍAS! —Allye reclamó.
—¡Claro que lo sabía! ¿Crees acaso que no tuve mis dudas familiares también como todos?
—Pero entonces, dime, ¿quién tuvo la culpa primero? ¿Quién fue infiel en realidad?
—Dulzura, soy mayor qué tú y todavía estoy tratando de averiguar eso.
—¿En serio?
—Papá y mamá todavía no están listos para decir la verdad, y creo que te diste cuenta de lo inmaduro que pueden llegar a actuar, como niños pequeños: “Yo no fui, fue él”, “no es cierto, fue ella, no le creas”, y así, y así.
—¿Pero por qué no me lo dijiste? ¡Me hubieras ahorrado gritos! Y viajes en autobús.
—Porque Allye, si te lo hubiera dicho, no me lo hubieras...
—...creído.
Y otra perla de verdad fue encontrada por la hermana menor.
—Cielo santo...¿ESOS SON NUESTROS PADRES? ¿ESOS INMADUROS Y MENTIROSOS?
—Creías que la lección aquí era que toda historia tiene dos versiones —Colleen explicó—, y es cierto, pero eso ya lo sabías tú: eres lista, ya tienes edad; la lección es otra: que la edad y la madurez no siempre van de la mano.
—¿P-pero...por qué me dices eso?
—Porque Allye, ¿crees que no lo he notado? Estás en tu último año, a menos de doce meses de ser mayor de edad, y ya de por si sé que eres un gran manojo de nervios y frustraciones, así que te quería enseñar que a pesar de todo, uno no se convierte en adulto al cumplir la mayoría de edad: uno siempre se siente igual por dentro, y de paso, que hagas lo que hagas, errores que cometas, trata POR FAVOR de no acabar como esos dos cabezas de pino que tenemos por padres.
Y Allyson se percató de una verdad sorprendente: aquella era la mejor y más sofisticada lección de vida que alguien le había enseñado jamás.
Y vino de su hermana mayor.
—¿Sirvió? —Jessica preguntó.
—De hecho...sí —Allye respondió—. Creo que de pronto me siento menos insegura, digo: no soy perfecta, ni mis amigos, pero sé que al menos puedo ser un poco mejor que dos cuarentones que aún se tratan de convencer que él otro tuvo toda la culpa de su problema.
—Mi hermanita: hoy eres una mujer —Jessica dijo, alzando su refresco.
—Todavia hay algo que me molesta, no obstante...¿Cambpell? ¿De verdad? ¿Tengo cara de una “Campbell”?
—¿Suena a que somos un conjunto country, verdad?
Y en realidad, aunque no fue el viaje de descubrimiento familiar que esperaba, Allyson se encontraba agradecida, pues sí descubrió mucho de su familia, pero sobre todo, de ella misma.
N/A: Gracias a todos por leer, esta saga fue quizá demasiado larga para los estandares de Hopewell, pero quería hacer algo un poco diferente: no sé si fue de todo su gusto, pero al menos lo intenté XD.
Nos vemos la siguiente entrega.
Y de regalo, por cierto, otra foto de unos dibujos, ahora de Jake.
Shalom camaradas.
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