El candidato perfecto

—El paso dos es encontrar al candidato perfecto. —Tal como la vez anterior, Chaewon sacó unos papeles de su bolso negro y los comenzó a repartir a cada uno—. En estas hojas pueden escribir lo que creen que es necesario que este sujeto tenga para ser compatibles.

La hoja de color crema tenía escrito "Tres cosas que le deben gustar" y en el pie de página "Recuerda buscar no solo una persona que sea compatible, sino que sea también de buen corazón".

A Jungwon le parecía que Chaewon sería una perfecta profesora de jardín de niños. La mayor era tan atenta y cariñosa con todos, siempre al tanto de las opiniones de los miembros del club —sin dejar a nadie fuera— y de lo que pudieran llegar a necesitar.

Era algo que sencillamente admiraba, le estaba haciendo la vida más fácil y para ser sinceros, era como si le dejara la tarea casi hecha.

El azabache buscó el pequeño pedazo de papel en el que había escrito la información obtenida el día anterior en el bolsillo trasero de su pantalón para poder transcribirlo todo en la hoja proporcionada por la pelirroja, que era mucho más bonita y organizada.

Lo primero que haría sería ir a observar por la cancha de fútbol del colegio, ya que —como había anotado—, el deporte era el punto principal de los gustos del mayor. Luego, en caso de que no encontrara nada, se pasaría por los pasillos del edificio para seguir buscando, acompañado de su mejor amigo, Sunoo, a quien invitó para que lo ayudara. Asimismo, cuando tuviera a su candidato, se fijaría si este era bueno en los videojuegos.

Ya que Heeseung se había declarado bisexual un par de años atrás, no le sería tan difícil encontrar a alguien. Ya fuera una chica o chico estaría bien para él.

—¿Entonces los signos no cuentan? —Jeongin interrumpió el silencio del salón para volver a insistir.

—¡No!

Eran las cuatro de la tarde y Heeseung no paraba de llamarle.

El asunto era que, después de que finalizara la lección del día en el club, Jungwon salió disparado hacia la cancha para iniciar su búsqueda.

Claro que —como cualquier persona normal— él hubiese empezado el lunes ya que en ese momento era casi imposible encontrar a alguien debido a la hora.

Pero estamos hablando de Lee Jungwon, el chico más ansioso si de esperar se trata. Él no dormiría si ese día se marchaba sin ningún avance.

Aunque, si su hermano seguía insistiendo con las llamadas para apresurarlo a llegar al auto y marcharse, no sería posible lograr su cometido.

Caminó por el pasto recién podado —por lo que podía, según él, oler—, divisando a lo lejos a un grupo de personas con uniformes color rojo vino.

¡Ajá! Justo lo que buscaba.

Corrió hacia las gradas ocultándose detrás de estas, observando a través del espacio entre cada uno de los escalones a los miembros del equipo de fútbol.

Aunque era una lástima que él tuviera una mala vista, apenas podía distinguir más allá del color de cabello y uniforme de cada uno.

Estuvo a punto de salir de su escondite para acercarse más a la cancha, cuando notó una presencia a su lado que lo hizo dar un salto en su lugar.

El chico rubio con perforaciones en las orejas y un llamativo lunar en la barbilla hizo a Jungwon tragar saliva.

—¿Qué hacías? —preguntó. El contrario se cruzó de brazos y lo miró con ambas cejas alzadas.

Su postura y la altura no hicieron más que hacer sentir pequeño a Jungwon.

—Yo...

—¿Estabas espiando a los chicos?

—¡No! Yo... estaba ya sabes, escondiéndome —Jungwon sonrió, intentando recuperarse del susto.

La mirada del rubio cambió drásticamente, haciendo una expresión de sorpresa.

Había dejado de verse intimidante. Ahora lucía como un gatito.

—¡Yo también estoy escondiéndome!

—¿Ah, sí? ¿De quién?

—De mi amigo, quiere que vaya a acompañarlo pero hay mucho sol. Mira, es ese de allá, el de la camiseta roja —dijo, señalando con su dedo a la cancha.

Jungwon parpadeó.

Había más de diez personas con la misma vestimenta.

—Todos tienen ropa del mismo color.

El contrario parpadeó también.

—Ah.

—Eh...

—No importa, olvidémoslo —agitó la mano—. Mi nombre es Ni-ki.

—Soy Jungwon... Una pregunta, ¿tú también eres miembro del equipo de fútbol? —dijo en cuanto notó que Ni-ki tenía el pantalón deportivo de color rojo.

El contrario asintió.

Wow. Juega fútbol.

El azabache abrió los ojos de par en par, apenas dándose cuenta de lo que estaba pasando.

—¡Oh por dios! —exclamó Jungwon de repente, esta vez asustando al rubio—. No puede ser.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—¿Te gusta la música?

—Pues... creo.

—¿Qué tal los videojuegos?

—¡Esos me encantan!

—¡Sí! —Jungwon dio pequeños brincos y soltó uno que otro chillido de la emoción que sentía en ese momento.

¡Lo tenía!

—¿Qué edad tienes, Ni-ki?

—Quince.

Oh.

No lo tenía.

—¡Pareces mayor! Creí que tenías al menos diecisiete, pero eres menor que yo. —Hizo un puchero. Estaba decepcionado de que el rubio fuera más joven.

—Ow, lo siento. Muchos me dicen que parezco mayor —Ni-ki se detuvo, mirándolo fijamente—. ¿Pasa algo?

—Estoy buscando un candidato. El candidato perfecto.

—¿Un candidato para qué?

—Para ser la pareja perfecta.

—Oh. —Ni-ki sonrió con burla, chocando su hombro con el de Jungwon de manera juguetona—. ¿Para ti?

—¿Qué? ¡No! —farfulló—. Es para mi hermano.

—¿Eh? Estás trabajando como cupido.

—¿C-cómo sabes?

El menor lo miró confundido.

—Era una broma...

—Ah, sí —Jungwon rió nervioso—. Por supuesto.

—Como sea. Me caíste muy bien, Jungwoncito. Será mejor que vengas a apoyarme en mi próximo partido si quieres ser mi amigo.

Jungwon rió.

—¡Claro que sí! Prometo venir a verte. ¿Te parece si intercambiamos números?

Solo debía acercarse a espiar en el salón buscando a una persona que fuera lo bastante llamativa.

Y así lo hizo.

El lunes había llegado y el club de música estaba ante él.

Se acercó a la ventana para observar mediante ella la sala por dentro.

Había todo tipo de instrumentos, desde pianos hasta triángulos. El salón era muy espacioso y los integrantes del club se encontraban dispersos por todo el lugar, cada uno haciendo algo diferente.

No entró, solo se quedó mirando todo desde afuera. Sunoo a su lado también veía con curiosidad. 

—Sé que buscamos un candidato, pero ¿qué debe hacer exactamente? —habló su amigo tras varios segundos en silencio.

El viernes por la noche le contó a Sunoo acerca de lo que hizo en el club y sobre los pasos para ser un buen cupido, él se emocionó y se ofreció como ayudante. De hecho, fue él quien le dio la idea de comenzar a buscar a un candidato en el grupo de música, en donde las clases iniciaban los lunes a las tres de la tarde.

Así que ahí estaban, los dos sin saber cómo buscar a la persona correcta.

—Bueno, a Heeseung le gusta la música y su especialidad es el canto, así que busquemos a alguien que le guste cantar, supongo.

—¿Y luego qué? —preguntó confundido.

—Y luego buscaremos una excusa para hablarle, de esa forma tendremos oportunidad de saber si vale la pena o no.

Los dos azabaches regresaron la vista al salón, y antes de que pudieran irse tras no encontrar a alguien que cantara, escucharon una voz a sus espaldas.

—Hola, ¿buscan a alguien?

Jungwon dio un respingo y Sunoo abrió los ojos de par en par.

Se giraron encontrándose con un chico rubio. Portaba unos lentes redondos y sostenía unas hojas que parecían contener partituras.

Jungwon no lo había visto antes, así que estaba casi seguro que era de un grado mayor.

—Eh... no. Yo... yo... —Comenzó a tartamudear de los nervios, hasta que Sunoo le clavó el codo en la costilla al propinarle un golpe "disimulado" que lo hizo recomponerse—. En realidad estamos interesados en el club.

—Sí. Es verdad —dijo su amigo al instante.

—Ya veo —El contrario asintió a la vez que ajustaba los lentes sobre su tabique—. Mi nombre es Park Jongseong, uno de los encargados del grupo. Si les interesa el club pueden entrar para ver la forma en la que trabajamos.

Y así es como ambos amigos terminaron dentro del club de música, presenciando una clase que no les interesaba en lo absoluto.

No era algo que el azabache hiciera constantemente, pero si infiltrarse en un club era necesario para encontrar el alma gemela de su hermano, lo haría sin dudarlo.

Miró a su mejor amigo del otro lado del salón. En cuanto entraron, Sunoo —como el hada social que era—, se puso a conversar con un chico que tocaba el violín. Jungwon sabía que cada vez que él sentía curiosidad por algo hablaba hasta por las orejas, así que cuando éste lo invitó a uníserles en su plática, se negó para seguir con su misión.

—¿Dónde están los cantantes? —preguntó. Su vista pasando de un extremo a otro en el salón.

—Oh, aquí solo se tocan instrumentos —dijo Jongseong apareciendo de repente—. El club de canto se reúne los miércoles.

¿El club de canto? ¿Por qué los cantantes se iban a un club de canto y no de música? ¿Por qué? ¿Por quéeeee?

Jungwon estuvo a un segundo de quejarse, pero la guitarra que sostenía el contrario lo hizo detenerse.

Frunció el ceño y escaneó el rostro de Jongseong.

Cejas gruesas, ojos café que —por alguna razón—, le recordaron a un búho, nariz pequeña, labios delgados y una mandíbula marcada.

Muy marcada.

¡Oh! También tenía piercings en las orejas.

Impresionante.

Es decir, es perfecto.

—¿La guitarra es tuya? —se atrevió a decirle—. ¿Podrías tocar algo?

El rubio soltó una risita. Sus ojos se hicieron medialunas y un hoyuelo se marcó en su mejilla izquierda.

—Sí, es mía, y claro, tocaré algo para ti.

Jongseong se acomodó en su lugar y sujetó el instrumento de madera correctamente entre sus brazos, entonces tocó las cuerdas.

No era como si Jungwon supiera mucho de guitarras, de hecho no lo hacía para nada, pero aquella melodía —aunque duró unos segundos— lo dejó impresionado. Le pareció hermoso lo que había tocado.

Aunque Jongseong no era cantante, al final de cuentas le gustaba la música, ¿no?, era guapo y además amable.

Era la persona perfecta.

Perfecto para Heeseung.

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