Conocer
—Es hora de comenzar —dijo Chaewon—. Aquí va el paso uno: Conocer perfectamente la personalidad y gustos de la persona a la que queremos ayudar. —La chica apuntó a la pizarra, donde habían unos dibujitos de personas y corazones—. Esto es fundamental ya que no seríamos un buen cupido si solo emparejamos a dos individuos porque sí. Deben tener hobbies o, aunque sea, el mismo color de cabello. Es necesario que tengan algo en común.
Chaewon sacó de su bolso una pequeña pila de hojas recortadas a la mitad y las repartió a todos.
—Les dejaré una actividad. Anoten al menos tres cosas que le gusten a su protegido. Dense el tiempo necesario, hablaremos en la próxima clase sobre sus avances.
Entonces, este es el primer paso.
Conocer bien a mi hermano. Es muy importante, pensó.
Jungwon debía prestarle más atención desde ahora a Heeseung, o de lo contrario, su plan no daría frutos.
Un chico de cabello rosa —a quien recuerda como Jeongin— levantó la mano y dijo:
—Noona, ¿qué tal si quiero emparejar a un Tauro con un Aries?.
—¡Pésima combinación! —exclamó Ryujin a su lado.
—No se guíen por los signos, chicos. —Chaewon se masajeó las sienes y los miró con algo de reproche—. ¿Quién sigue creyendo en una tontería así? El Zodiaco no sirve.
—¡Unnie! ¿Cómo vas a decir eso? ¡Arrepiéntete!
Ryujin y Chaewon iniciaron una discusión en la que otros miembros del club se metieron también, dejando atrás el tema del que hablaban hasta hace un rato.
Jungwon dejó de escucharlos para pensar.
¿Qué le gusta a su hermano? ¿Los videojuegos? Lo vio un par de veces jugar en la consola un juego cuyo nombre había olvidado.
Una vez lo vio cocinar, pero eso parecía más por necesidad que por gusto, así que lo descartó.
También lo vio tejer tiempo atrás.
O al menos intentarlo.
Recuerda que al primer intento a Heeseung se le enredó el hilo, al segundo también, pero esa vez fue cuando ya había avanzado casi hasta la mitad de la bufanda de color verde que quería hacer, y entonces lo dejó.
Aquella bola de hilo no había salido nada barata.
Regresando al tema, por más que intentó recordar algún otro gusto no sabía de algo que le pudiera ayudar. Esto fue algo que hasta a él mismo le sorprendió.
Vivían en la misma casa y se veían la cara todos los días, pero Jungwon no sabía mucho de Heeseung.
Entonces, ¿Qué mejor que adentrarse en una nueva misión?
Jungwon se encargaría de averiguar los gustos de su hyung.
Observó el auto de su hermano en el aparcamiento de la escuela. Había llegado puntual a recogerlo, como siempre.
Sujetó con fuerza las correas de su mochila, preparándose para esa misión que se había propuesto completar ese mismo día.
Suspiró.
Muy bien, es hora de comenzar con la misión.
—Hola, Heeseung hyung —dijo una vez que estuvo dentro del vehículo. Sonrió mostrando los dientes y alzó las cejas.
El recién nombrado parpadeó.
Lo miró de arriba abajo y luego frunció el ceño.
—¿Te sientes mal?
Tal vez debió disimular mejor.
Debía recordar que la relación con su hermano no era la mejor de todas.
Sí, Heeseung es sobreprotector con él pero eso no quitaba el hecho de que sus personalidades no congenian. El mayor le da órdenes de mala gana y Jungwon le responde de igual forma.
—Estoy perfecto. ¿Por qué? ¿Es tan raro que te salude? —Dejó de sonreír, con el mal humor asomándose—. Ya no lo volveré a hacer.
—¿Por qué siempre me contestas así? ¡Solo pregunté algo!
—¡Y yo solo te saludé!
Ambos soltaron un quejido de frustración y desviaron sus miradas con el ceño fruncido.
Heeseung no dijo nada más y encendió el auto, saliendo del colegio.
Jungwon mantuvo la misma expresión durante todo el viaje. Su misión se había arruinado en cuestión de segundos y le echaba toda la culpa al mayor.
Cuando llegaron a casa, los dos Lee bajaron del auto y caminaron dando fuertes pisadas hasta la entrada, donde Jungwon intentó estamparle la puerta en la cara a Heeseung, quien apenas la sostuvo, evitando que su nariz se quebrara en el proceso.
Jungwon estuvo a punto de subir a su habitación para encerrarse ahí y salir hasta que le diera hambre, cuando una voz interrumpió sus acciones.
—¿Ya almorzaron, niños?
Una mujer de cabellos negros apareció bajando las escaleras.
—¡Mamá! —exclamaron los hermanos, sorprendidos ante la presencia de su progenitora.
Yang Jibyul, madre de Heeseung y Jungwon, muy pocas veces estaba en casa. El trabajo de CEO en una de las más reconocidas empresas de entretenimiento la mantenía ocupada durante todo el día, todos los días. Cuando llegaba a su hogar sus hijos ya dormían, los fines de semana eran igual.
Por esa razón sus hijos la veían muy poco.
—Hoy salí temprano, volveré a las siete al trabajo —dijo acariciando el rostro de los menores—. Les preparé algo de tteokbokki y ramen para aprovechar el tiempo, ¿ya van a comer?
—¡Sí!
La familia de tres preparó la mesa y sirvió la comida con tranquilidad. Charlaron sobre los sucesos de la semana y, por qué no, de los chismes de algunos cantantes famosos de la ciudad.
—¿Por qué no jugamos a algo? —dijo Jungwon una vez que terminaron de hablar de la esposa embarazada de Seungwoo, un cantante popular del momento. Esperaba que diera resultado su plan improvisado.
Heeseung rodó los ojos.
—¿A qué?
—Digamos algo que nos guste.
—¿Y?
—Y... ya —respondió. El pelirrojo lo miró con una mueca—. ¿Qué? Siempre le buscas un defecto a lo que hago.
—Es que todo lo que haces tiene un defecto, hermanito. Además, ¿para ti eso es un juego? A mi me parece que es demasiado aburrido para serlo —el tono burlón de Heeseung no hizo más que enojar a Jungwon.
Si las miradas mataran, Heeseung ya tendría mil balas incrustadas en su cuerpo.
—Claro que es un juego.
—No lo es.
—Que sí
—¡Que no!
—Basta, por favor —interrumpió Jibyul—. Yo comenzaré. Me gusta el atardecer, y el mar...
—¡A mi también me gusta el mar! —Jungwon chilló con emoción, olvidando por un momento su objetivo.
—A mí... Me gusta el fútbol.
¿El fútbol? Ugh.
—Pensé que eso era más que obvio, cariño. —Jibyul lo miró con ternura—. Desde pequeño te gusta. ¿Recuerdas cuando jugabas con tu hermano en Busán?
Ya lo recordaba. A Heeseung le encantaba ese deporte, quizá demasiado para su gusto. Cada vez que la familia Lee se iba de vacaciones a su casa en el campo, el mayor de los hermanos pasaba gran tiempo en la terraza pateando el balón.
Jungwon solía unírsele y los dos hacían un buen equipo. Siempre le ganaban a sus padres.
También los sábados hacían maratón de películas.
Antes de que todo se rompiera.
Las cosas eran diferentes desde hace dos años, y en la actualidad su familia ya no salía a vacacionar en la casa del campo, ni jugaban fútbol. Mucho menos compartían un día entero juntos haciendo un maratón de películas de Disney.
Ahora a Jungwon no le gustaba perseguir el balón, y ver cintas animadas con su familia había dejado de ser constante.
Cada uno tenía cosas que realizar, se mantenían ocupados viviendo en su propio mundo y sobreviviendo.
—Oh... sí. Lo recuerdo muy bien.
Los tres se quedaron en silencio un minuto, viajando en sus memorias y tocando aquellos cálidos momentos que pasaron juntos cuando todavía eran una familia perfecta.
Hasta que Jungwon decidió cortar el silencio.
—¿Qué más te gusta además del fútbol?
—La música.
¡Oh! Jungwon creyó que su gusto por la música lo había dejado atrás, pero aún lo mantenía.
A Heeseung le gustaba la música, de hecho, hasta sabe cantar.
Cuando Jungwon tenía aproximadamente ocho años —el ahora pelirrojo— solía cantarle en las noches para que pudiera dormir pues a esa edad se mudó a una habitación para él solo. Un lugar donde tendría que mantenerse sin la compañía a la que estaba tan acostumbrado, la de Heeseung.
Jungwon recuerda que alguna vez le contó que escribía canciones y le pareció sorprendente.
Su hermano era muy talentoso. Todo un ser perfecto, a su parecer.
Heeseung no había cambiado como lo pensó. Entonces ya tenía lo necesario para avanzar.
El paso uno estaba completado.
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