Capítulo 14
A mis ocho años de edad, mi abuela materna murió, tuvo un infarto y se desplomó por las escaleras del conjunto de departamentos donde vivían mis padres. La caída provocó un gran golpe en su craneo, falleció al instante.
Yo fui la primera en encontrarla.
Estaba tendida sobre el suelo frío y sin moverse, en una posición muy similar a la que Tania tenía ayer por la mañana. La excepción claro está, era el charco de sangre que crecía a su alrededor.
Para mí presenciar aquello representó un choque.
Parte de mi inocencia se había ido al caño con la sola imagen. ¿Cómo después de aquello me dirían que era un ángel que fue al cielo? ¿Por qué los ángeles morirían de tal forma? ¿Cómo eliminar esa imagen sangrienta de mi mente?
Crecí con el miedo constante de ver partir a las personas que amaba. Por eso me aferraba a ellas con tal alevosía que dejaba pasar el daño y los desplantes con tal de que no se alejaran de mí.
Por eso en la sala de espera, el shock llego mucho después, cuando pude procesar lo que ocurrió, cuando mis memorias vagaron a ese terrible día en donde perdí a uno de los seres que más quería.
Damián lo sabía, sabía de mi miedo, conocía las consecuencias de lo que experimentamos hoy, por eso no sé si ahora en la soledad de mi recamara, fue correcto sentirme aliviada cuando me consoló.
Cuando sus brazos me encarcelaron y sus labios besaban con dulzura mi cabello, en donde una y otra vez susurraba que todo estaría bien.
Yo solo podía pensar en que él no estaría conmigo, en que estaba sola. ¿Cómo pueden las cosas estar bien?
Extrañaba a mi familia, tenía un miedo tan grande en la boca de mi estómago que apenas me dejaba respirar. Sacudo mi cabeza de los pensamientos y trato de calmarme.
Tania está bien, no tengo de que preocuparme, debo recordar que Damián está aquí en Elavec por casualidad y que de seguro ayer fue -Si tengo suerte- el ultimo día que compartiré con él.
Él no me quiere, el tiempo no ha retrocedido. Todo sigue su curso.
Levanto la mirada solo para dar de lleno con las orbes entre amarillas y verdes de Inar, tan reales que pareciera que el mismo de carne y hueso me observa.
Lo dibujé apenas pude, para espantar de mi mente las memorias que crean pesadillas, y ahí estaba con el ceño fruncido y molesto, justo como lucia ayer.
De pronto un calor desconocido se abre paso por mi piel, de pronto me siento culpable, no entiendo el origen de mis sentimientos solo sé que me siento así, rememorando como me marchaba con Damián mientras Inar se iba dándome la espalda apresurado, y los ojos de Tadeo parecían un lago congelado.
La escena me recordaba claramente al fragmento de un poema: Sé por la forma en la que me miran tus ojos, que hay más de un sentimiento escondido en ellos.
Miro la hora en el móvil, apenas es de madrugada. Así que decido dormir en vez de enfrentar lo que siento.
Me sorprendo de la habilidad que he desarrollado creando formas con espuma en el café, sonrío cuando finalmente creo un corazón y la taza está lista para llevarla. Aunque soy más de chocolate caliente, me siento orgulloso de mi pequeño logro.
Voy hacia las mesillas y dejo la bebida frente a los clientes. Las chicas me sonríen, en la barra alisto todo para servir el trozo de pastel de una señora. La cafetería de Don Luis está rebosante de personas.
Sirvo más pastelitos de maíz y así concluyo con todas las mesas, mientras reposo en la barra, un mensaje suena en mi celular.
Mimy me escribe un típico buenos días con una carita sonriente.
Mimy.
Parece que desde que llegue me han ocurrido una infinidad de cosas que ni siquiera había podido pensar en mi novia.
Tal vez no había querido hacerlo.
Una nota de voz le sigue en la aplicación, al ver que no respondo. Le doy a reproducir, bajando un poco el volumen y aprovechando que no hay nadie esperando por ordenar.
—¡¡Damián, mi amor!! Espero tengas un buen día. Aquí todo está normal. ¡Ya te extraño! ¿Hablamos en la noche? Por cierto hablé con Xavier, me dijo algo de que su hermana está en Elavec ¿Puedes creerlo? Tal vez puedas visitarla ¿no eran amigos?
Frunzo el ceño.
¿Desde cuándo Xavier y Mimy son amigos? y por qué le cuenta sobre Alvana.
Le respondo rápido para apagar el móvil.
Con Mimy las cosas son tan sencillas como respirar, verla es fácil, y no me recuerda en lo más mínimo a Alvana, en parte es difícil no compararlas. Mimy tiene una personalidad despreocupada y no es apasionada y empedernida como Alvana. No cuestiono que ella me quiera, solo sé que nadie nunca ama como la pelirroja.
Me tomo mi tiempo para observar la foto que detalla mi fondo de pantalla: Estamos fuera de su casa, ella junto a mí, sentados en el suelo, muy juntos sonriendo. Su cabello es lacio algo enmarañado y de un oscuro café casi negro. Sus ojos son marrón, un matiz sin tanto brillo, enmarcados por anteojos de pasta negros, tiene facciones simétricas pero sin delicadeza, no es fea. No es espectacular, es lo justo y necesario para preguntarme si con ella y su personalidad puedo conectar.
Hasta ahora creo que lo he hecho. Aunque la última vez, también creí haberlo logrado.
—Bien Inar, tienes que salir. —Me digo, acomodándome con lentitud tortuosa, me duelen los músculos por las labores de ayer y los cortes en los nudillos.
La imagen que me muestra el espejo es la de un desconocido, ojeroso y con un desagrado latente para ser tan temprano, suspiro y me encargo de salir del baño.
El chocar de cubiertos y voces hacen que me desvíe en dirección a la cocina, ahí el olor a canela y café es intenso, tan increíble y exquisito. Alvana y sus ondeantes cabellos cobrizos crean un oleaje en la piel nívea, que va de aquí a allá mientras bate la mezcla de un bol. Apenas le sonríe a Tadeo, quien habla con ella, está concentrado engullendo todo tipo de delicias que ella prepara. Estoy por entrar pero mi nombre escapa de sus labios y me obligo a retroceder, queriendo ser espectador de la conversación que protagonizo.
—¿Estaba enojado?
El rubio lleva otro panecillo a su boca y suelta un bufido. —Ustedes en serio son muy estúpidos.
Aprieto los labios en una fina línea cuando ella le mira mal. —¡No me mires así casi-pelirroja! Sé porque lo digo. ¿Cómo me vas a preguntar si Inar estaba enojado cuando lo único que faltaba para dejarlo claro es que echara humo por las orejas? Yo creía que las mujeres eran intuitivas y tenían todo este sexto sentido inigualable.
Ella sonríe, bien sea por la forma de expresarse de Tadeo o por algo más que no entiendo. —No quiero ocasionar molestias en la vida de Inar ¿Sabes? Él es tan atento y gentil que lo menos que se merece es alguien como yo.
Tadeo alza una ceja pero no interrumpe.
....— Cada vez que siento el más ligero interés por alguien, siempre llega a mí la imagen del que alguna vez pensé sería mi esposo. En lo que respecta a Damián nunca he sido muy buena llevando las cosas. —Hace una mueca de disgusto. —Creo que él es algo así como mi tormento emocional personal.
—Puedo entender eso, Alvana. Pero lo que no termino de captar es que es lo que pasa entre Inar y tú, no parece cuestión de un mínimo interés y cada vez que algo ocurre con el otro, van y corren como si se conocieran desde hace años, es como si de alguna forma estuviesen conectados.
Levanto la cabeza inconscientemente, es cierto eso de que creemos percibir todo hasta que alguien nos termina narrando las cosas desde su perspectiva y finalmente entendemos.
Siento una fuerte conexión con Alvana, más allá de su carácter obstinado pero tímido y sentimental, más allá de encontrarla increíblemente hermosa y creer que es un ser espectacular, ella y yo, somos similares a nivel emocional.
Alvana baja la mirada al sartén, evadiendo los acusadores ojos del rubio, como si hacer panqueques fuera trabajo de concentración máxima.
—No lo sé, solo no sé qué pensar. —Suena exasperada. —Cuando estoy con Inar siento que hablo con el mejor de los confidentes, quiero tener su atención, que sus ojos no se despeguen de mí, aunque sé que estoy siendo egoísta porque en mi corazón no hay espacio para nadie.
Tadeo suelta un bufido por tercera vez en dos minutos. —No hay espacio en tu corazón porque así lo decides tú, porque quieres encerrar a alguien que no merece estar allí, que no quiere...
Alvana le mira con ojos vidriosos y mis ganas de golpear al rubio por imprudente me sorprenden. No quiero que sea lastimada.
—Lo siento Alvi... —Él toma sus manos una vez que ella se aleja del sartén. Entonces la mira. —Inar se ve como un gran chico, es más, recibió los golpes de tu ex novio por querer defenderte y que él no te hablara ayer.
Ella abre mucho los ojos.
...—No creo que sea justo no darle una oportunidad, tampoco creo que sea honesto que lo uses para reemplazar a ese patán. Tienes que entender que no porque te hirieron en el pasado significa que tu presente será igual.
Alvana le otorga una pequeña sonrisa que hace que mi corazón se acelere, el metal frío de mi colgante contra la piel me produce escalofríos.
Lizzy, no quiero traicionarte. Sentir esto por Alvana... ¿Está mal?
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