Capítulo 10
Tadeo luce como un niño esperando su regalo de navidad, de verdad hasta se ve ilusionado, con todo y los ojos brillantes.
Eso solo prueba el poder de un buen chisme.
Yo por supuesto debo de verme como un avestruz queriendo enterrar mi cabeza en la tierra.
—¿Qué quieres que te diga, Tadeo?
Él se lleva la mano a la barbilla, haciendo burla como si pensara, yo solo ruedo los ojos. Ya de por si me tiene nerviosa y fastidiada por su forma de conducir, va a ciento veinte por hora.
Como le pase algo a la Pick-up, lo encierro en el establo...Aunque pensándolo bien, no creo que a Gargo le fascine esa idea.
—Podrías comenzar por la razón detrás de nuestra actuación merecedora de un Oscar.
Me cruzo de brazos para terminar abrazándome a mí misma, hay frío y hago el intento de calentarme. De mala gana termino por hablar. —El... muchacho.—Trago saliva.
Referirme a Damián como un desconocido crea un nudo en mi garganta.
Dejando a un lado mis repentinas memorias de esta mañana, hacía mucho que no pensaba en él, no de esta manera, era como un fantasma, mientras más tiempo pasaba, más creía que lo había imaginado.
El verlo, desequilibra todo. Me desequilibra toda.
—¿El ayudante de Don Luis?
Retiro la mirada del frente, en donde ya empezamos a visualizar pura vegetación, lo que anuncia que estamos cerca de la quinta de los Rosales.
Tadeo luce relajado pero interesado en lo que le digo, me siento distinta a él que con Inar, parte de mí es un manojo de nervios cada vez que estoy cerca del pelinegro.
—Lo conozco o eso creía al menos. Fue alguien importante en mi vida... Esperaba no tener que verlo nunca más.
El rubio a mi lado asiente con el ceño fruncido.
—Ya decía yo que te miraba como si fueses Bambi.
—¿Bambi?
Se encoje de hombros. —Ya sabes... —Gesticula y casi me da un ataque al ver que suelta el volante unos segundos. —El venadito de Disney, ese que le mataron la mamá venado.
—¡Sé quién es Bambi! Te pregunto es por qué me miraría así.
—Ah pues, con culpa y lástima, como si hubiese sido él quien mató a tu mamá venado.
Genial, Damián viéndome con lástima.
He alcanzado un nuevo nivel en la escala de patética. Decido no decir nada, las rejillas de la propiedad se hacen ver y eso me tranquiliza.
La señora Tania termina la cena al tiempo en el que Adrián entra a la cocina con una gran sonrisa, y yo bebo a largos sorbos lo que queda de mi chocolate. El señor Rosales me da una palmada en la espalda a modo de saludo y un sonoro beso a su esposa, lo que la hace sonreír.
Sin duda, ambos hacen una pareja estupenda.
El moreno se pone frente a su esposa y la toma de los hombros. —No te vayas a poner loca ¿está bien? —Tania le mira raro pero con atención. —Luis me llamó en la tarde, parece que Alvana se sintió mal en la tienda.
Mis ojos se abren significativamente. —¿Alvana? ¿Está bien? ¡Tenemos que ir a buscarla, Adrián! ¿Por qué lo dices hasta ahora?
El hombre la suelta para sujetar el puente de su nariz con los dedos. —Menos mal que te pedí que no enloquecieras.
Parezco en un partido de tenis, miro desde un anciano a otro, sin poder realmente hablar.
Adrián hace un gesto despreocupado. —Tranquila, mujer, mi hermano me ha dicho que Tadeo la trae de vuelta, algo me dijo de un tratamiento pero en verdad estaba tan alterado que ni le entendí.
Suspiro.
Entonces ella está bien. ¿Verdad?
Justo cuando abro la boca para cerciorarme, la señora Tania toma el cucharon y le pega a su esposo en el brazo. Este salta en su lugar, tomando la extremidad con asombro mientras incrédulo mira a su mujer.
—Tania, te he dicho que no me pegues!
—¡Ve las horas en las que avisas que Alvanita está mal! ¡Eres un desconsiderado!
Pasó de un partido de tenis a estar en el medio de dos adolescentes mentales peleando.
Adrián rueda los ojos, en verdad lo hace, como un quinceañero. —¿Cómo te aviso si me han llamado ahora mujer? ¡De que debe estar bien, debe estarlo! ¡Ella también me preocupa!
Estoy tentado a levantar una mano y decir "A mí también" pero decido no hacerlo, Tadeo y Alvana están entrando a la cocina.
Tadeo luce como si lo hubiesen hecho bola de papel, su ropa esta toda arrugada. Alvana a su lado lleva un overol -cosa para nada rara- y tiene el semblante serio, sus ojos están apagados, me sorprende ser capaz de detectar sus emociones con tal facilidad.
Como la miro fijamente ella se sonroja, notando mi escrutinio, retira el cabello de sus orejas y así me impide un poco la visión de su rostro, lo que no hace falta porque de inmediato Tania y Adrián se arrojan a ella como si no la hubiesen visto en días, se sorprende y se tambalea por la acción, mientras que la mujer toma sus mejillas en sus manos, viéndola de manera exagerada.
—¿Estás bien mi niña?
Alvana les brinda una sonrisa triste.
—Estoy bien, perdón por preocuparlos.
Tadeo a mi lado, que no sé en qué momento se colocó ahí, me da un codazo. —Resulta que tienes competencia.
Frunzo el ceño.
—¿Qué?
Él sonríe como si supiera el secreto del universo. En verdad es un chismoso de primera.
—Alvana fingió todo un desmayo y protagonizo la huida del siglo hoy... ¿Sabes por qué?
Levanto una ceja. ¿Es necesario el preámbulo?
Cuando Tadeo no continua, me inquieto. —¿Qué paso hombre? ¡Dilo!
Él sonríe. —Estoy seguro de que hoy, Alvana y yo vimos a su ex novio.
Si pudiera, mi mandíbula caería al piso.
El ex novio de Alvana... ¿Está aquí?
Extrañamente no encuentro paz en las estrellas, tampoco es que hay muchas, unas cuantas ahí esparcidas, pero el cielo está tan oscuro que apenas y se ven.
Si Xavier me viera ahora... Imagino que se sentiría más decepcionado de su hermana mayor.
Hace demasiado frío, el ambiente helado que ha dejado la lluvia permanece en el aire, y así me aferro más a la frazada que he traído conmigo, llevo un suéter afelpado, que lo he declarado mi mejor amigo y una taza humeante de chocolate que encontré, porque el cacao está listo desde ayer.
Es hasta que doy un sorbo que escucho los pasos de alguien trepando por las escaleras, alguien que trae un libro en su mano y que me mira atentamente.
Me pregunto si Inar me miraría como si fuese Bambi.
—¿Te molestaría algo de compañía?
Cierro los ojos, la brisa revuelve mi cabello, haciendo que el aroma de Inar llegue hasta a mí, huele a rosas lo cual es inusual y consigue que una sonrisita trepe en mis mejillas.
—Claro que no.
Cuando se trata de Inar, me hallo sonriendo en los peores momentos, algunas veces sin notarlo. Él me mira, y le imito. Nadie dice nada por un rato largo, pero el silencio no resulta incómodo.
—Tadeo me dijo que viste a tu ex novio hoy.
Directo al grano, sin rodeos. Mi taza queda a medio camino de la boca y parpadeo.
—Pues no sé qué decirte aparte de que Tadeo posee una increíble deducción.
—¿Entonces es cierto?
Suspiro, largo y tendido, automáticamente poniéndome a la defensiva. —¿Eso que importa Inar? Honestamente, te agradezco que estés tan al pendiente de mí, enserio. Pero simplemente hablar de él... No, no es algo que pueda hacer a la ligera.
Inar deja el libro en el piso de la terraza y se acerca a mí, colocándose en posición de indio a escasa distancia.
—No te pedí hablar de él, solo te pregunte si era tu novio... —Sus cejas bajan en señal de tristeza y quiero esconder mi rostro. Todo por no ver otra mueca de consuelo. —Quiero entenderte. Y por lo que dijo Tadeo y por como tu reaccionas, ese chico es una de las razones por las que estás así...
Así.
—¿Te importaría decirme que significa estar "así", Inar?
Bien puede que ahora si este algo enfadada pero no con él, sino con el mundo y puede que me esté desquitando, aunque no lo merece.
Se encoge de hombros, realmente sereno. —No busco juzgarte, pero tú y yo sabemos que cargas con algo que no solo te entristece sino que no te deja avanzar.
Lo miro, en realidad lo hago esta vez...Inar es un chico atractivo desde donde le mires.
Sus ojos brillan por lo claros que son, inclusive si es de noche puedes notarlo, ni siquiera sé de qué color es su iris porque el matiz entre verde y amarillo no es definido, solo sé que brilla, siempre.
Lleva este andar sencillo y armonioso como si nada le molestara, un semblante que te invita a confesarle todos tus secretos, y el cabello. Dios su cabello está muy alborotado, lacio y de un negro azabache que contrasta con su piel no enteramente pálida más que todo por el efecto de luz pero... me inspira, Inar me inspira a pintarlo.
Han pasado años desde que un alguien haya inspirado a pintar de esta forma.
Entonces es cuando me doy cuenta.
Él me gusta.
Lo sé por como actúo cuando estoy a su lado.
Y aun así me niego, porque ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me permití sentir algo por alguien? ¿Cuánto tiempo le he guardado una falsa fidelidad a Damián? Esa que seguro él ni guardó.
Me cierro a pensar en eso, me engaño diciendo que solo es el sentimiento que provoca. El hecho de que Inar me transporta a un lugar en donde puedo decir que no me encuentro bien, donde puedo ser vulnerable.
Quiero creer que solo deseo pintarlo porque es llamativo, y quiero de manera desesperada no arrepentirme de mostrarme sin corazas frente a él.
Todo el tiempo que hemos pasado juntos este mes me ha hecho confiar en él, pero no hay nada más, deseo escudarme en esa sonrisa amable que solo quiere ayudarme.
—El chico de hoy es una de las razones por las que a veces estoy así, supongo que parte de mi -una grande- no ha superado lo qué pasó y como pasó. —Me mira, sorprendido de que lo haya admitido, pero su expresión es peor cuando suelto la última oración.
—Y no es mi ex novio, es mi ex-prometido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top