22 %
Marzo 1828
–Hemos hecho todos los preparativos. ¿Cómo se siente?
–¿De qué otra manera podría sentirme?, me muero, me consumo noche tras noche mientras mi alma quiere aferrarse a mi cuerpo. Mi nuera y mi nieto mariano han enviado mensaje hace un par de días. Vienen en camino. También mi hijo apresura su viaje.
En la habitación del anciano moribundo permanece de pie un hombre con vestimentas de la época. Sombrero de copa y un bastón lujoso. Lleva en sus manos un pequeño maletín de cuero. Al caminar se puede escuchar el leve tintineo de frascos de vidrio.
El anciano. Usando sus fuerzas para mantenerse consiente sigue con mirada vencida al hombre. Parece que intenta creer lo que está viviendo. Negándose a morir como todos los humanos lo hacen.
–Necesitamos comenzar al instante. Solo necesito su autorización.
–Permítame repasar nuestro acuerdo. Soy un hombre que ha sufrido fraudes y estafas. No puede culparme por mi desconfianza.
El hombre de unos 33 años lo mira de manera divertida. Cede a su petición de manera paternal.
–Por supuesto señor francisco. Estamos para servirle.
–Muy bien señor Francesco. Acordemos esto como los caballeros. Su palabra es valiosa.
El anciano hablaba con dificultad. El tumor había avanzado en todo su interior. La gente del pueblo murmuraba que había sido maldito por algún pecado grave. Por otra parte, hombres como Francesco le habían sugerido otra posibilidad. Que no había castigo, que solo era una consecuencia natural de nuestros frágiles cuerpos y por lo tanto que había alternativas.
La puerta que Francesco le ofrecía era una que seguramente parecería magia negra. Ser transmutado.
–La transmutación–Explicaba el hombre–. Será solo un poco dolorosa. Es básicamente una transfusión de "almas". Nosotros ya nos hemos encargado con anterioridad de todos los detalles, Solo le pido que sea fuerte una vez más.
–Posesión–dijo el anciano–. No imagino otra explicación para sus palabras que una posesión. Y eso suena a un pecado grave. Pero usted no parece creer en eso señor Francesco, así que no lo intentaré convencer con palabrerías y demás banalidades. Estamos aquí por una razón. En eso no hay marcha atrás.
–Puede llamarle como usted quiera. Al final el resultado es el mismo.
–Cuatro vidas para salvar una. Que oscuro e injusto parece el intercambio.
– ¿A caso sus palabras son de arrepentimiento?
El anciano permaneció con los ojos cerrados. A esas alturas no se podía asegurar si estaba descansando o si peleaba una vez más para no morir. Francesco permaneció el tiempo suficiente a la espera de la respuesta. Finalmente el hombre abrió los ojos y continuó con su plática.
–Para nada caballero. Es solo que a veces me pongo inevitablemente moralista. Usted entenderá que esto es complicado. Y a pesar de todos los razonamientos siempre existe un lado que lo mira con repulsión.
–Lo entiendo completamente, por otro lado, la recompensa bien parece valerlo.
–¿Lo dice de la manera poética o de la manera económica mi señor?
Francesco ya había abierto su maletín y trabajaba con la paciencia de un cirujano. Solo rio al escuchar la última afirmación del anciano moribundo.
–Debo de admitir que ambas. No se preocupe. Tal y como lo hemos acordado de palabra. El acuerdo lo firmará usted después de que muera. No antes.
–20% me parece demasiado, pero creo que a pesar de ello llegamos a buen puerto en todos los puntos. Bueno, en casi todos. Es una pena para mí señor Francesco que se haya negado a tomar la vida de mi estúpido primo. Ese asqueroso siempre tuvo afrentas con mi familia. Bien daría el 25% por que hubiera accedido a usarlo.
El hombre colocó al anciano de costado. Mientras untaba un líquido rosáceo en la primera vertebra superior.
– . Debo repetirle nuevamente que esa petición era improcedente. Utilizar algún familiar cercano para la mezcla o para el recipiente no es recomendable. Esta cláusula, al igual que la tortura, es una fase importante del procedimiento.
–Explíqueme porque.
–Lo siento, no puedo decírselo.
–Cederé el 22%. ¿Tenemos un trato?
El anciano sintió en su espalda el frio de 7 agujas que fueron entrando poco a poco. El dolor se hizo presente pero sabía que no debía moverse. Siguió la plática para intentar distraer su mente.
–Acepto el trato, agradezco me comprenda que a pesar de su oferta solo podré darle una explicación general– Sus palabras se acompañaban del sonido de las agujas penetrando la piel–. . Las esencias de los 4 donadores deben de estar debilitadas para que no puedan poner resistencia. Así como usted se ha preparado en los últimos días para estar calmado y por lo tanto su esencia logre sobreponerse.
–Me hubiera gustado regalarle el peor de los escarnios a mi primo.
La voz del viejo llevaba cierta resignación. Como el niño que sabía que no podría tener el regalo que pedía.
–Eso nos lleva al segundo punto. Aún si lo debilitáramos. La cercanía de la sangre podría hacer que la esencia de un familiar se anteponga a su esencia mi señor. Es poco frecuente, pero no podemos arriesgarnos a que eso ocurra. ¿Lo entiende?
Francesco observaba al viejo mientras este meditaba sus palabras. En realidad había sido sincero con su cliente. Cada palabra de esa noche era verdad. Al final, Francesco tenía el deseo de agradar a sus clientes y los años de su experiencia le permitían saber que ese anciano no intentaría nada peligroso.
–Lo entiendo, ¿ya acabamos?
–No mi señor. Apenas comenzamos. Le ruego no me culpe de lo que estoy por hacer. Todo será por su propio bien.
En la oscuridad de la noche un grito inundó las calles francesas. El alarido débil de un anciano adolorido. Francesco hizo su trabajo como un leñador ágil, sabía que a su cliente no había que torturarlo. De un golpe penetró su nuca con su pequeña hacha y con rapidez recogió el líquido espinal del viejo.
Durante los siguientes días francisco no murió. Permaneció en coma mientras sus familiares acudían a verlo. El medico de nombre Francesco (hecho que a sus familiares les parecía una curiosa coincidencia) recomendó no moverlo y permaneció con él hasta el día de su muerte.
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