Capitulo 7

Karai quería matar a Leo.

No entendía porque se estaba comportando así. Él no tenía ninguna razón para estar celoso.

¿Y esa artimaña de amenazarla con salir del callejón, y exponerse?, Karai no podía creer que había caído en ese truco. En ningún caso Leo expondría a su familia. El solo la había manipulado, y eso la enfurecía.

Mientras tanto, Leo se sentía satisfecho. Había logrado estropear la cita de Karai, y eso lo hacía sentir bien. Aunque en realidad, el no sabía porque se sentía así. Al principio creía que eran celos de hermano sobreprotector, pero a medida que paso el tiempo se dio cuenta que era por otra cosa. Y no saber de que se trataba lo irritaba.

El trayecto a la alcantarilla fue silencioso. Karai siempre trataba de mantenerse dos azoteas lejos de Leo, ella no quería verlo, ni oírlo.

Leo decidió tomar eso con indiferencia. El sabía que si interrumpía en su cita, Karai iba a estar furiosa con el. Pero aún así, Leo decidió hacerlo. El había decidido aparecerse allí, ahora tenía que cargar con las consecuencias.

«Por lo menos no esta con Hiro...» . Se dijo a si mismo.

Llegaron a la alcantarilla en donde los chicos los esperaban en la sala de estar. El primero en pasar fue Leo.

— ¡Ay!, gracias a dios estas aquí — dijo Raph mientras se levantaba del sofá — Que bueno que recobraste la cordura, antes de hacer algo estúpido...— Raph vio entrar a Karai hecha una furia. Paso por al lado de este sin saludar y entró a su cuarto, mientras azotaba la puerta fuertemente.

Leo siguió con la mirada, cada paso que dio la kunoichi hasta llegar a su habitación, luego frunció los labios.

—Se lo tomo mejor de lo que esperaba — Raph le dio un buen zape en la cabeza.

— ¿Qué es lo que te sucede, hermano?

— ¿Qué? — protestó Leo—No he echo nada malo —dijo Leo, mientras se dirigía a la cocina. Sus hermanos lo siguieron.

Leo no quería tener ninguna conversación, que incluyera lo que había pasado esa noche. Así que decidió concentrarse en otra cosa.

El aire de la cocina olía a que Miguel Angel estaba preparando la cena. Leo ya había encontrado su nuevo tema de conversación.

— Mikey ¿estas cocinando algo? — preguntó, mientras se sentaba en la mesa.

— Leo, lo que hiciste esta mal. Se que quieres a Karai y no quieres que nada le pase... Pero no puedes estar siguiéndola a todas partes a escondidas — lo regañó Donnie, mientras recostaba su espalda en el marco de la puerta. Leo decidió no darle importancia, y seguir imponiendo su nuevo tema de conversación.

Inhalo el aire de la cocina y realizó un gesto extraño.

— Me voy a arriesgar y a decir... ¿pastel de carne?— dijo.

— Hermano lo que te decimos es por tu bien, para que Karai no termine pateándote en la entrepierna uno de estos días— le dijo su hermanito, mientras se sentaba frente a él.

Leo suspiro, se levanto de la mesa y abrió la nevera buscando algo que tomar.

Sus hermanos definitivamente, no sabían lo que eran las indirectas. Si él les decía que no quería hablar con ellos en ese preciso momento, solo iba a lograr que sus hermanos se empeñaran más en el tema. Se dio la vuelta y esbozó una de sus mejores sonrisas.

— Espero que tenga una buena salsa, Miguel Angel— dijo, mientras levantaba su vaso de plástico con con Coca-cola Ligt, como si fuera una copa.

— Leo...

— ... y espero que sea de chimichurri, ya sabes cuanto me gustan las salsas picantes.

— Leo podrías...

— Pero claro, también me gustan las salsas dulces, es por eso que me encanta el chimichurri. ¡Es el punto medio!

— Si vuelves a decir...

— Y... ¿en cuanto tiempo va a estar... - Leo no termino su frase.

En un ataque de cólera e impaciencia Raph lo tomo del cuello y lo levanto del piso. Él no podía soportar la forma en la que Leo hacía el idiota.

—Escúchame bien, bobonardo. Si quieres que Karai te odie ¡Por nosotros esta bien! Pero luego no vengas diciendo que no te lo advertimos— Raph dejó a Leo en el suelo, le dedicó una mirada indiferente y salió de la cocina con Mikey y Donnie siguiéndolo por detrás.

Leo se toco el cuello y pensó en lo que le había dicho Raph.

De repente, se le habían ido las ganas de comer.

(...)

Karai entró a su habitación, azotó la puerta y recostó su espalda en esta. Lentamente se fue deslizando hasta el suelo, mientras trataba de controlar su enojo. Karai repasó todo lo que había pasado esa noche. Desde el cambio de imagen extremo de April, el increíble paseo en moto y la interrupción de Leo en su cita.

Karai se preguntó si a otras chicas les pasó lo mismo alguna vez. Y si les pasó ¿también tenían ganas de golpear a sus hermanos? Porqué Karai tenía ganas de golpear a Leo, y valla que tenía ganas.

También se preguntó que pensaría Hiro de ella. Una de dos; o estaría enojado, o se estaría mofando de ella a mas no poder. La simple idea de Hiro riéndose de Karai, hizo que sus mejillas se tornaran rojas.

Karai decidió que no se haría sufrir ella misma. Apartó cualquier pensamiento que tuviera relación con Hiro, y se recostó en su cama. Alargó el brazo hasta su mesa de luz, tomó su celular y puso su lista de música en aleatorio.

Cuando la primera canción comenzó a sonar, Karai se sentía mejor. Por lo menos no quería golpear a Leo, solo quería que algo malo le pase... Algo que arruinase su fin de semana.

De pronto, se sorprendió a ella misma pensando en los nuevos aliados de Destructor, y en el chico que los lideraba. Era habilidoso, Karai tenía que reconocerlo. Pero, había algo mas que le llamaba la atención. Y era el echo de que Karai sentía que lo conocía, algo en sus ojos negros le parecía familiar.

Su teléfono vibro, sacándola de sus pensamientos. Era un mensaje de April.

Mi Pelirroja Favorita: Donatello me conto lo de Hiro, ¿estas bien?

«Y ahí vamos de nuevo con el tema de Hiro », pensó Karai.

Apartó la vista del celular. ¡Ya tendría tiempo de hablar con April! Ahora solo quería distraerse. Se levantó del colchón, se calzó sus botas, su chaqueta de cuero y salió de su habitación.

Lo que Karai necesitaba era tomar aire fresco. Sentir el viento en su cara, experimentar la sensación de estar volando cada que saltaba una azotea.

— ¿Adonde vas?- dijo una voz detrás de ella que la hizo dar un respingo.

Karai apretó los puños. Se dio la vuelta esperando que sea él, para darle un buen puñetazo y desahogarse. Pero solo era su padre.

— ¡Oh! Sensei, pensé que era Leonardo...

Su padre le dirigió una mirada traviesa, como si ese comentario le hubiera dado gracia.

— Adivino. ¿Si era Leonardo ibas a golpearme?

Dicho de esa forma sonaba algo tonto e infantil para los oídos de Karai.

— Solo diré que no lo habría saludado con un abrazo y un beso en la mejilla.

Splinter se río entre dientes.

— Me lo imagine.

El tono que usó hizo sentir a Karai más tranquila. Eso era de las cosas que más le gustaba de su padre; el timbre de su voz. Siempre tranquilo y sereno, pero al mismo tiempo fuerte y confiado. La voz de un líder. Casi la hizo pensar en... en Leo.

— Donatello me contó lo que paso esta noche...

— Estoy bien, ¿si?— Karai suspiró exasperada

¿Por que todos hablaban eso? Karai no podía entenderlo. Si ella no sacaba el tema ¿por que los demás si? En el fondo, ella sabía que era porque a su familia le importaba lo que Karai sentía, pero ¡por favor! había un millón de cosas más importantes que su vida personal. Karai se preguntó porque las personas solían preocuparse más por la vida personal de otros, que por cosas más importantes como la casa de ballenas, el calentamiento global o esas horribles canciones country.

— Y es que Donnie no sabe quedarse callado ¿o que?— protestó.

Splinter se rió de nuevo.

— Digamos que cerrar la boca nunca fue uno de sus varios talentos. Pero, esta aprendiendo a controlarlo.

Karai logró esbozar una débil sonrisa

— Y no iba a preguntar si estabas bien, solo quería saber si querías hablar del tema.

Karai lo pensó. La verdad es que le hubiera gustado alguien con quien expresarse, alguien con quien poder descargar la impotencia que sentía, alguien con quien poder hablar libremente sin sentirse extraña. Splinter era una opción, pero ¿hablar sobre chicos con tu padre... ?

No. Karai no era lo suficientemente valiente para eso.

— Te agradezco que te intereses en el tema, Sensei. Pero, creo que necesito salir un rato. Despejarme. ¿Lo entiendes?

— Por supuesto que lo entiendo, hija mía— Splinter la miro con esos ojos rojizos que, por alguna razón, siempre le trajeron tranquilidad— Pero solo quisiera pedirte que no te enfades con Leonardo. Admito que a mi tampoco me emociona que tengas pareja, pero para él es más chocante el tema. Siempre interpretó el papel de hermano mayor.

Karai no lo había pensado de ese modo. Es cierto que Leo tenía esa especie de «instinto de hermano mayor», pero eso no podía respaldar lo que había echo ¿verdad? No, no podía... ¿o si?

...

El aire fresco siempre le había hecho bien a Karai.

Salir de las alcantarillas le había echo sentirse mejor. Aún recordaba cuando estaba en El clan del pie y solía salir todas las noches para despejarse un poco. (¡Eh!, que pasar el día con idiotas como Bradfor y Xever es razón para despejarse ) Desde que había escapado de las garras de Destructor, no había echo eso hacía mucho. Recordó la primera vez que se encontró con Leo. Había ido a inspeccionar la ciudad y Destructor le había ordenado a sus soldados acompañarla para que no le pasase nada.

No, se regañó. Ella no debía pensar en Leo. Ella había salido para pensar en todo menos el Leo.

Se detuvo en una azotea y decidió apreciar la cuidad. Estaba tranquila esa noche, bueno, tan tranquila como podría estarlo la ciudad de Manhattan a las nueve p.m, un viernes.

Miró más allá de los edificios. Parecía que a lo lejos se formaba una tormenta muy fuerte. Las nubes se arremolinaban en una especie de vórtice, y cada tanto una luz relampagueaba e iluminaba las nubes grises. Karai no podía ver muy bien de donde se producía la tormenta, pero sea en donde se encontraba, su habitantes debían de estar aterrados.

—¿Disfrutando de la vista?

Karai llevó su mano a su espalda para tomar su naginata, pero cuando toco su espalda, lo único que sintió fue el pequeño gancho en donde colgaba las lleves de su taquilla de la escuela. Karai se maldijo entre dientes.

—¿Sin armas?— el extraño rio despectivamente— Error de novato ¿por que Destructor se empeña tanto en que vuelvas al clan? No servirías de nada.

Karai se dio la vuelta lentamente mientras trataba de reconocer la voz de el soldado del pie. ¿Era Bradfor?, ¿Xever?, ¿Algún joven recluta con un rango menor que el de Karai?

Ella se dio la vuelta completamente y lo vio.

Él nuevo.

¿Te sorprendí?—preguntó—Tranquila, suelo tener esa respuesta en las damas. Sufró de una grandiosidad muy sorprendente.

A Karai le dio una sensación de asco su fanfarroneo.

Terminemos con esto—musitó ella.

Se metió la mano en el bolsillo, buscando algo útil para defenderse. Un año atrás abría pensado que  eso era una tontería, que no podría luchar con algo que no sea un arma de verdad. Pero Splinter le hizo cambiar ese pensamiento: «Todo puede ser un arma», decía él. Bueno, Karai, en ese momento, necesitaba un arma y esperaba que su padre tuviera razón. Si no la tenía, las cosas se iban a poner un poco feas.

Saco la mano cuando sintió algo puntiagudo. Abrió la mano y se encontró con un bolígrafo elegante, de color negro y dorado. Karai lo lanzó al aire y lo atrapó sosteniéndolo de la cabeza, y con la punta apuntando a su oponente. A continuación se puso en posición de pelea.

— ¿Un boli?—farfulló el soldado ante el «arma» de Karai.

— ¡Oh!, tranquilo—dijo Karai—No te pintaré un bigote cuando estés muerto en el suelo. 

El soldado se rio entre dientes.

—Lo creas o no—dijo—No vengo a pelear.

—Pues que pena—dijo Karai—Porque yo me muero por patearte el trasero.

Y se lanzó al ataque.

Comenzó con patadas y golpes a la cabeza del nuevo, pero este las bloqueaba o las esquivaba. Lo que sorprendió a Karai es que no trataba de atacarla. Karai dio unos pasos hacia atrás y se impulsó, rápidamente, dando un salto sobre su oponente. Antes que el solado reaccionara, Karai clavó el boli en la espalda de su rival. Este se quejó cuando Karai lo golpeó, una reacción que ella no esperaba. Para su sorpresa, el soldado llevaba protecciones debajo del ropaje que usaba, lo que significaba que solo había logrado lastimarlo y no apuñalarlo, como ella esperaba.

«Lastima—pensó Karai—, yo quería más acción»

Con la cabeza del boli le golpeó en la nuca y el soldado cayó de rodillas. En un movimiento fugaz, desenvainó la espada que, su oponente, llevaba en la espalda y lo apuntó con ella.

—Vale—dijo el soldado alzando las manos—Tal vez no soy tan grandioso. Al menos no contra ti.

— ¿Esas van a ser tus últimas palabras? ¿hay una forma menos honorable de morir?

—Si—dijo él—Pero yo sé que no vas a matarme, preciosa.

—¿Por qué no lo haría?—Karai apretó el agarré de la espada.

El soldado sonrió.

—Nunca has asesinado a tu oponente ¿verdad? Se nota en la vacilación de tus movimientos. Me tuviste a tu merced ¿por qué no me cortaste el cuello cuando pudiste?

Sus palabras fueron como puñetazos en el vientre para Karai.

—Siempre...—su voz salió apaciguada—Siempre hay una primera vez para todo.

—Si—convino él—Pero no será hoy ¿verdad, preciosa?

Las manos de Karai temblaron. El chico tenía razón, no iba a ser en ese momento. Ella era demasiado cobarde para asesinarlo, ella no estaba lista. Tal vez nunca lo estaría, y eso la enfurecía. Pero, si dejaba libre al soldado, ¿Qué garantía tenía Karai, de que no la atacaría? Se sentía en una encrucijada; una situación difícil en donde no tenía salida, y en donde tenía que elegir un camino.

—Si te dejo ir ¿me atacarás?

—Por mi honor—dijo él—Juro por mi honor que no lo haré.

Karai bajó el arma. El chico se levantó lentamente del suelo, hasta quedar frente a frente con ella.

—Gracias por no matarme.

—Hum. La próxima vez no tendrás tanta suerte.

El chico chasqueó la lengua divertido.

—Si, claro—Alzó su mano y miró su muñeca, como si tuviera un reloj allí—Uy, que tarde. Son las carne y hueso pasada.

Karai rio.

—¿Te doy gracia?

Ella carraspeó.

—Para nada, soldado.

—¿Soldado?

—Si—dijo ella—No sé nada sobre ti. Ni tu nombre ni nada. Para mi eres solo un soldado— se mordió el labio nerviosa. A continuación utilizó el tono más persuasivo que tenía—Pero, si me dices tu nombre podría empezar a llamarte como se debe. Ya no lo haría de una forma tan impersonal como lo es «soldado».

Si quería dominar primero tenía que conquistar. Descubrir quien era él, era el primer paso. Karai tenía que ganarse su confianza, para poder, luego, apuñalarlo por la espalda—Karai esperaba que fuera en sentido metafórico y literal de la palabra— cuando hubiera recolectado toda la información que ella necesitaba, sobre El Clan del Pie.

El soldado sonrió cínicamente.

—Si, claro. Eso nunca pasará, linda. Pero puedes ponerme un apodo, si quieres. Siempre quise un alias. Algo amenazante y fresco, por favor.

«Bueno—pensó Karai—, supongo que no le iba a sacar su identidad tan fácilmente»

Karai se resignó, y observó la cara del chico. No podía apreciar mucho con ese velo, cubriendo la parte inferior de su rostro. Tenía la piel blanca como la nieve, los ojos rasgados de un color negro brillante y una mirada rápida y curiosa. Pero, al mismo tiempo, traviesa y seductora. Seguramente un rostro bastante atractivo, pensó Karai. Claro que tenía ciertos detalles...

—¿Qué te parece Cejas peludas?—dijo ella.

Él arrugó la nariz disgustado.

—¿Qué? No. ¿Te lo imaginas? «¡Hey, Cejas peludas!», suena mal.

Karai rio.

—Okey, entiendo tu punto. Heem, dime... la primera letra de tu nombre.

El soldado dudó.

—No creo que sea buena idea...

—¡Anda!—insistió ella—No es como si fuera a descubrir quien eres con solo ese dato, si eso crees.

Él vaciló.

—Hache—dijo al fin—Mi nombre comienza con hache.

Ella sonrió.

—Bien—terció Karai—Será Heich. Hache en ingles. ¿te parece?

Él se lo pensó. Heich,... no sonaba tan mal. Claro, no era lo él quería en un primer momento, pero era pasable. Por lo menos era mejor que te llamaran: «¡Oye, Heich!» a que te llamaran: «¡Oye, cejas feas!»

—Será Heich, preciosa. Ahora, si me disculpas, me tengo que ir.

Caminó unos pasos de espalda hasta llegar al bore de la azotea. Cuando estuvo allí, saltó al vacío.

Karai no supo si preocuparse o dejarlo pasar. Con chicos como Heich, nunca se sabe.



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