Flores en la calzada

Kylian se despertó a la hora a la que solía levantarse para ir a trabajar.  Se incorporó y se puso el traje automáticamente, cuando ya estaba medio vestido se acordó de que ayer lo despidieron. Por lo que no era necesario madrugar, no obstante, aprovechando que ya se había vestido, iría a buscar ocupación. Desafortunadamente, no tenía ningún currículum actualizado, así que primero pasaría por la oficina de empleo. Antes, tenía que contarle a sus abuelos la triste realidad, o de lo contrario, tarde o temprano, se enterarían de otro modo. En los pueblos pequeños como el suyo las noticias vuelan. A Kylian le sudaban las manos solo de pensar en la reacción de sus abuelos, pues tenían que pagar la letra de la casa y siempre iban justos a finales de mes. Estaba convencido de que sin su sueldo los pondrían de patitas en la calle. Con suerte podrían sobrevivir este mes gracias al finiquito, pero tendría que volver a inscribirse en el paro y volver a solicitar empleo. Con suerte tendría acumulados cuatro meses de paro, pero sabía que le darían menos dinero que su sueldo.

Salió de su habitación y le vino un característico e intenso olor a café. Le encantaba la manera en la que su abuela lo hacía: pues se levantaba temprano para molerlo y no paraba hasta obtener una textura similar a la harina. Ella ponía el agua con azúcar en la cafetera y la dejaba en el fuego hasta llegar a ebullición.  Solo entonces le añadía la cantidad justa de café que a él le gustaba. Dedujo por los ronquidos procedentes del otro cuarto, que su abuelo aún estaba dormido. El olor a pan recién hecho, le hizo babear y el estómago le empezó a rugir, reclamando alimentos con urgencia. Así que Kylian se sentó junto a la mesa de la cocina y esperó a que su abuela le sirviera el desayuno. Aprovecharía mientras estuviesen comiendo para contarle la desagradable noticia. Tenía muchas dudas, pero prefería contárselo él mismo, en lugar de que se enterase por otros medios. Así que cuando su abuela se sentó y empezó a zamparse las tostadas bañadas en abundante aceite, Kylian le dijo sin rodeos: 

—Me despidieron ayer.

su abuela se atragantó con un trozo de pan, así que bebió agua, tragó y le preguntó sin dejar de mostrar su preocupación: 

—¿Y qué vas a hacer ahora?

—Pues no me queda otra que buscar  curro —dijo él encogiéndose de hombros.

—Con lo malo que está ahora el trabajo para los jóvenes. En mi época esto no pasaba, había empleo a punta pala para todos. 

—Tú tranquila, ya verás que encuentro algo. De hecho, ahora mismo iba a ir a la oficina de empleo.

—Bueno, espero que tengas suerte, cariño.

Kylian salió tan apresurado que pasó de largo por la floristería, sin saludar a Esmeralda, la cajera. A la muchacha se le congeló la sonrisa al ver que él ni siquiera la había mirado. Siguió preparando el negocio para la apertura, pero se le veía muy cabizbaja. De todas formas, Esmeralda no estaba del todo desanimada porque está noche porfin podría invitarlo a ese café con el que tantas veces había soñado. Sería el momento perfecto para hablarle sobre sus sentimientos. Pues llevaba ya un par de años observándolo en silencio desde que lo vio por primera vez. Ensalló este momento en sueños tantas veces que tenía claro por donde empezar

Mientras tanto, Kylian que de camino se dirigía hacia la oficina de empleo, se encontró con su amigo Nacho, se conocían desde primaria.

—Tío, me he enterado de lo tuyo ¡Qué mal!  Pero en el bar de Gilito están buscando camarero. Seguro que te enchufan, si quieres vamos juntos porque mi padre conoce al dueño desde que eran niños. No te preocupes, ya verás que te da el curro.

—muchas gracias, Nacho, tío. ¡Eres el mejor!

—Anda picha, ¿para que están los amigos?

Gilito era un hombre muy enrollado, iba del estilo viejo modernito. Es decir, que a pesar de sus años siempre iba con ropa muy moderna. Vestía como los chavales de 20 años para ser exactos. Así que a Kylian le resulto muy cómodo hacer la entrevista con él y se sintió en todo momento comprendido.

—Sé muy bien por la situación que estás pasando y las cosas no están nada fáciles, pero te voy a dar una oportunidad. Tendrás que trabajar como el que más y ponerte al día porque según me has contado no tienes experiencia en la hostelería. Seremos pacientes con tu aprendizaje pero como te confíes, ten por seguro que te vas.

—Claro, señor, trabajaré muy duro.

—Llámame solo Gilito que la palabra "señor" me hace muy mayor. Tenemos mucho curro, así que puedes empezar cuando quieras.

—Por mi empezamos hoy.

Kylian olvidó por completo su cita con la florista y aquella noche había tanto trabajo en la cafetería que terminó muy tarde. De hecho, debido al cansancio ni siquiera recordó avisar a su abuela de su retraso. La mujer, al ver que su nieto no regresaba ni le devolvía las llamadas, no tardó en alertar a todo el vecindario.

Mientras tanto, la pobre Esmeralda seguía esperándolo en la floristería. Mientras lo hacía, se percató de que unos tipos con muy malas pintas la estaban vigilando. La muchacha se apresuró hacia su casa, pero el grupo de chicos la alcanzó. Uno de ellos, el que llevaba la voz cantante, la retuvo de la mano. Le apretó la muñeca tan bruscamente que le hizo sangre.

—¡Eh, preciosa! ¿A dónde crees que vas?

—Yo... suéltame, por favor, me estás haciendo daño —le contestó la muchacha con voz queda y sin mirarle directamente a los ojos. Estaba temblando de miedo y no se atrevía a moverse de allí.

Entonces ocurrió algo extraordinario: un fogonazo de luz de un auto les deslumbró, el chico la soltó para taparse los ojos y aunque ella también se quedó aturdida por lo que acababa de pasar, aprovechó el momento para huir.

Se lanzó como una flecha a la dirección contraria sin saber muy bien hacia donde le conducirían sus pasos. Siguió corriendo despavorida hasta que se chocó con alguien: era Kylian que acababa de salir de su nuevo trabajo.

—¿Estás bien? —le preguntó él.

Pero ella estaba tan confusa y asustada que siguió corriendo. Kylian la llamó, pero la muchacha no paró. Así que fue tras ella hasta que la alcanzó en un callejón. Esmeralda se había quedado quieta y ahora estaba mirando fijamente un punto de la calzada. Kylian dirigió la mirada hacia donde ella y descubrió un extraño fenomeno: algunas florecillas habían crecido en el suelo formando un perfecto círculo. Se aproximó a contemplarlo junto a la cajera y de repente, la esfera de flores empezó a emitir un fuerte brillo. Ambos se taparon los ojos para no quedar cegados y cuando los abrieron se encontraron en un claro de florecillas silvestres.
La brisa del viento mecía suavemente sus ropajes, era muy agradable respirar ese aire tan puro pero ¿dónde estaban? Sin duda ya no estaban en su pueblecito, pues no había ni rastro de los edificios.

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