Registro VI

Luego de esa conversación, se tomaron un poco de tiempo, aunque solo era Ichimatsu juzgándole con la mirada al igual que si estuviera en una corte imperial. Siendo sincera con sigo misma, los ojos violetas clavados en ella le daban una extraña sensación de paz y al mismo tiempo de esperar algo mas, como si supiera que bajo la cortina lila un espectáculo sin igual se escondía de su rango de razonamiento. Pero pronto su rango de visión mandarina fue tapada por la palma de la mano del chico de cabellos rebeldes, sintió como este suspiraba y luego la arrastraba a la carpa donde ellos comerían junto a los demás integrantes.

—¡Oh! My little Karamatsu girl volviste. Welcome—. Fue el primero en divisar sus siluetas adentrándose a lo que ellos denominarían comedor. Lo primero en percatar en la apariencia del segundo fue sus ojos cerrados mas las curas en sus labios, no lo negaría le molestaba no poder ver los ojos de los demás.   

—¿Por que no me dejas ver tus ojos, Karamatsu-san?— Por fin algo de vida se escuchaba en su voz, tanta monotonía a veces le dejaba con dudas de que sintiera emociones normales como cualquier chico de su edad, a los tres hermanos que estaban en las condiciones de poder analizar su calidad de persona.

Karamatsu solo mantuvo su sonrisa como si se hubiera quedado congelado como una estatua. Lentamente de nuevo empezó a formular palabras, pero con algo de desagrado.

—¿Y que te importa?

Antes que el cuarto pudiera argumentar algo, una risa ligera y casi imperceptible se resbalo en los dulces labios de la infante, —así que ¿Cambiaron?— No dudo en un solo segundo en sacar a relucir sus agallas. —Pero tus ojos son lindos, no deberías esconderlos ¿Sabes?

Para la sorpresa de los que pudieron escuchar la intimidante charla de ambos, si se podía decir así, que este solo se terminara riendo y dejando pasar solo con un pequeño golpe en su frente, pareciendo casi amistoso era toda una novedad. —No digas lo que se muy bien niñata. Ahora ve a comer con los demás, a ver si así se te deshaces de ese plano cuerpo tuyo.

—Ichimatsu ¿es malo ser plana? ¿En que soy plana?

—... ¡Kusomatsu, ven acá desgraciado!— A pesar de hace un segundo su hermano pareciera del tipo que es mejor evitar, ni siquiera las dudas se hicieron aparecer. Pronto los ojos cerúleos se mostraron asustados y irritados, una discusión que ella prefirió evitar comenzó.    

—¡Choromatsu, come!— La infantil presencia de Osomatsu llamo su atención. Estaba sentado en un pequeño mesón de madera algo vieja, pero aun firme. Sostenía el plato con su mano izquierda y con la otra intentaba darle de comer al tercero... Pero este no hacia nada, igual de muerto como el primer instante en que Marie lo vio.    

—Así que aquí estabas Choromatsu-san—, tomo asiento al lado suyo y al de el oji rojo —¿por que no quieres comer?

Osomatsu le abraso como si ella fuera una muñeca, parecía un niño.  No le importo mucho, pero aun así la insistencia de que seria consumida algún día por el fuego de esas cuencas carmín, no la dejaba en paz. —De nuevo esta con eso de que no necesita comer ¡Marie ayúdame!— Pidió entregándole una cuchara a la hora de separarse.              

—No necesito eso... Después de todo, me estoy pudriendo—, a pesar de eso Osomatsu abrió su boca a la fuerza y le obligo a comer.

—No te estas pudriendo, no desperdiciaras comida y comerás lo que yo te de—. Cuchara tras cuchara, mientras que este no podía terminar de tragar si quiera lo que tenia en su garganta. 

Le estaba asustando, mas que alimentar a Choromatsu parecía estar asesinándolo con lo que mas necesitamos. Jalo las ropas rojizas, y paro de alimentarlo. —Deja que yo le termino de dar de comer.

Pareció que lo pensaba un instante, pero solo consiguió un rotundo —No—, pero una pequeña mano se poso en su hombro, sus uñas tenían un color rosado pastel.   

—¿Tan temprano molestando, Osomatsunii-san?— Una suave, pero elegante y dulce voz, detuvo por completo todo. Sus ojos parecían iguales a brillantes dulces de fantasía rosas, claros y le parecían ver pequeñas estrellas ahí dentro. Nunca en su vida había visto algo así, al parecer esa historia de su madre no era mentira —¿Y esta niña? ¿Cuando tus gustos cambiaron? Es la mas joven que haz traído—, se acerco a Marie y pronto sonrió al igual que un astuto gato —Ojos naranjos, ya veo por que la trajiste. Un gusto pequeña, soy Todomatsu.


¿Creen que Todomatsu sera un aliado de Marie?

                                                  

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