IX
—¿Mas allá de lo que pienso?... Eso suena de alguna manera divertido—. Admitió. No le daba importancia al peso que sus palabras profesaron en Ichimatsu en ese segundo. Su ignorancia de todo lo que pasaba detrás de sus espaldas, era mas que suficiente para anotar su nombre en la lista de heridos. Por supuesto, aun no lo sabia.
No pudieron evitar que Choromatsu no siguiera su rutina de visitas al cementerio, solo observaban como este se alejaba con lentos pasos a lo que el creía su hogar. Marie intento detenerlo en algún punto, mas se detuvo, era inútil. ¿Que ganaría? De todas formas al momento en que ella se sumergiera en su propia oscuridad el escaparía, como un gato callejero. Al final de cuentas, se arropo con las sabanas de la cama y era arrullada torpemente por su protector de ojos violetas. Aunque sus cantos eran desafinados y fuera de tono, era agradable de escuchar sus intentos; por lo menos se esforzaba por ella. El saber y que no saber, eran las dudas que inundaban su mente antes de cerrar finalmente sus ojos, sintiendo como con delicadeza de una mano un poco áspera, pasaba sobre su frente y cabellos, despejando su rostro.
¿Esto era paz?
Deseaba que si lo fuera, aunque el momento fuera mas corto que el cambio de las manecillas del reloj. Quería que el tiempo se congelara en esa escena donde ella aun era presa de la inocencia y todo con el propósito de: ignorar el mañana. Un deseo infantil sin dudas. ¿Pero que esperabas? Ella era aun una niña.
El cuarto acompaño en solo minutos a la pequeña, durmiendo en una posición incomoda. Pese a eso, una sonrisa alegre se resbalo por sus labios.
Ambos desconocían que Osomatsu seguía parado detrás de la puerta, esperando el momento para atacar. Al saber con certeza que ni uno se encontraba despierto, se adentro nuevamente en la habitación. Traía consigo una sonrisa de estafador, y con ella la seguridad de un depredador al tener su victima en sus garras. Se dejo caer con suavidad sobre el colchón, cruzando sus piernas con gusto y robando del escondite el diario. Paso pagina por pagina, leyendo con atención cada palabra escrita en el. —Oh, dulce Marie. ¿Creías que no me enteraría de "Ly"? No me subestimes, soy quien te salvo y quien te puede condenar—. Saco un lápiz de su bolsillo y comenzó a rayar como le daba la gana las hojas blancas. —Triste y pequeña Marie, ¿acaso somos tan malos? Somos seis cajas de sorpresas y tu solo nos juzgas por nuestros ojos. Por lo menos eres buena fingiendo dormir ¿no es así?
Destapo a la joven de sus cobijas y le obligo a mirar su burlones ojos, brillaban en la oscuridad como dos joyas carmesí o mejor dicho como los ojos de un vampiro en busca de sangre. Tal vez el no era muy diferente.
—No es muy agradable que tomen tus cosas sin tu permiso.
—Tampoco el que escribas a mi espalda y de mis hermanos también. Marie-chan.
Y en ese momento, Osomatsu tapo la boca de ella obligando a sus pulmones parar de trabajar.
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