Lluvia y frío para dos
Tras un par de días más reponiendo fuerzas en Cristalión, Ian se levantó con ánimos. Decidió que seguiría con aquel camino auto impuesto para mejorar la vida de la gente de la tierra que lo vio nacer. No tardó mucho en recibir algunos de los reclamos de la gente de aquel pueblo. Había disputas entre los pobladores por algunos de los cultivos y por el agua potable. Junto al viejo alcalde, ambos trazaron algunas mejoras para un sistema encargado de repartir el vital líquido, así como dividir equitativamente las parcelas de tierra en disputa. No tuvo más tiempo de aprender sobre su familia; mas, no podía dejar de sentir pena por el anciano, cuyo nombre ahora conocía. Se llamaba Daichi. Quería hacer algo por el hombre que trató de asesinarlo. Debía demostrar que estaba equivocado, y el perdón era algo que el muchacho estaba dispuesto a dar.
—Has lo que consideres justo, Parker —pronunció una voz desconocida para él—. Escucha a tu corazón.
El chico miró en todas direcciones, tratando de dar con el origen de aquel sonido. No encontró nada raro. Únicamente podía ver a su slime, y a Ivonne caminando hacia él. Ella le dedicó una sonrisa, y lo abrazó.
—Me da gusto ver que estás finalmente recuperado. —Ella apoyó el peso de su cuerpo encima del ajeno. Como fue una total sorpresa, ambos cayeron, con Ian sentado sobre la tierra.
La caída había dolido, pero estaba contento de recibir una cálida bienvenida de parte de la princesa de Áreonima. En tanto, Gelatín saltó encima de la cabeza del chaval, lo que alegró todavía más el corazón del joven.
—Lo siento, Ian —pronunció la mina, con las mejillas levemente sonrojadas.
—No importa —contestó el ahora nuevo gobernante de Terradamar—. Momentos así sirven para alegrar a uno.
Los dos se vieron levemente a los ojos. Algo mágico parecía suceder; no obstante, a los pocos segundos, el pibe recordó aquello que quería hacer, así que ayudó a Ivonne para que ambos se pudieran incorporar nuevamente. Sacudió un poco su retaguardia antes de hablar.
—¿Sabes qué pasó con el hijo del viejo Daichi? —inquirió el inexperto rey, sin parar de admirar una alegría hasta ahora desconocida en Ivonne.
—El hombre está en prisión tras intentar asesinarte. —Con asombro, respondió a la pregunta del chamo que tenía enfrente suyo, sin despegar su mirada de aquellos ojos verde esmeralda que la tenían cautiva.
—Tengo que verlo —declaró el muchacho, llevando su mano a la altura del pecho—. Este es otro de mis primeros deberes como el nuevo monarca de estas tierras.
»Gracias por responder mi pregunta.
Ian se alejó, dejando estupefacta a la muchacha. Ella, aunque estaba contenta, no podía creer que aquel «weón» fuera tan noble como para ver a la cara al sujeto que trató de acabar con su vida. Fue así que un pensamiento llamativo llegó a su mente:
«¿Acaso va a perdonarlo?»
Ivonne no podía creer aquello, de todas maneras, era decisión del joven, no de ella. Solamente podía esperar el resultado de la visita que Ian estaba por dar.
—En verdad es muy bondadoso —reparó la chica, soltándose un poco el cabello—. También es muy estúpido.
[...]
Dentro de la prisión, el hombre vio como el nuevo rey de Terradamar se aproximaba lentamente hacia su celda. Lo recibió con una mirada llena de indiferencia. Se arrepentía de no haber acabado con la vida del hijo del hombre que tanto detestaba con toda su alma por intentar acabar con su vida por una injusticia.
El sitio estaba en una parte más profunda de una cueva. Las celdas estaban elaboradas con una piedra tan dura como el metal. Por dentro, cada una tenía una mesa pequeña, un par de sillas, un par de catres, un par de objetos en los que los prisioneros pudieran hacer sus necesidades y también unos baldes llenos de agua que se les entregaban para lavarse las manos
—Hoy, antes de despertar, escuché una voz que me dijo: «Parker, veo que eres diferente a tus hermanos. Tu corazón es mucho más benevolente que el de ellos. Eres bastante cariñoso y amable. Eso me asusta, hijo. Esto te puede hacer blanco fácil del egoísmo de gente perversa. Así caí yo. Tenía esperanzas en lo que me ofrecía el mundo, pero en poco tiempo, vi la terrible verdad. Hijo, se diferente a mí. Se diferente a tus hermanos. Solamente recuerda no dejar que otros te cambien. Si vas a cambiar, hazlo desde el fondo de tu corazón, no por la presión de otros» —comunicó el jovencito, observando como el otro parecía no prestarle atención.
El muchacho todavía no sabia a lo que su padre se refería, pero estaba seguro que quería que el forjar su propio camino por su cuenta, aprendiendo un poco de los errores de su progenitor, pero también, quería averiguar un poco sobre aquello que lo afectó tanto a él para no caer en el mismo error.
—No sé si creer que fue en verdad mi padre ante lo que he escuchado de él —declaró, sentándose de espaldas sobre la celda. —Esperaba también un posible ataque por la retaguardia que no se dio, para fortuna suya. Aquello confirmó que el sujeto solamente actuó por miedo aquella tarde—. Ardí, te perdono.
Aquellas palabras llamaron la atención de su atacante, mismo que levantó la mirada, y atento, clavó esta sobre la silueta de aquel joven.
—Te demostraré que seré alguien diferente a mi viejo —añadió el chico, viendo como su slime se aproximaba a él—. Si ves que me transformó en un mal ser humano, quiero que tú mismo acabes con mi vida.
Hubo un silencio incómodo en rededor de la celda. El muchacho se levantó, sacudiendo un poco sus ropas. Estas habían sido un obsequio de los pobladores de Cristalión. También le habían dado un cojín para Gelatín.
—Es todo lo que tengo que decir —enunció el chamo—. Mi padre tomó la decisión de terminar contigo. Yo en cambio, te perdono. Creo que la piedad es posible, y que cada uno es libre y responsable de forjar un nuevo y más claro futuro, uno en el que no vuelva a dañar a los demás.
Tras soltar estas últimas palabras, el pibe comenzó su retirada de la prisión.
[...]
Un poco más tarde, el joven rey se reunió con Ivonne y el anciano Daichi. Gelatín se había encogido una vez más, siendo una especie de sombrero para Ian, y elchico estaba feliz de tener al slime sobre su cabeza como en los viejos tiempos en los que permanecía con su familia adoptiva en Puerto Estrella.
—Parece que de nuevo te está gustando acomodarte allá arriba, amigo —comentó el joven a su compañero, mientras sonreía de alegría.
—Y ustedes dos siguen igual de ratitos —espetó Ivonne, refiriéndose al chico y al slime, aunque su rostro cambió cuando se suavizó un poco, reflejando que lo decía a modo de broma—. Parece que la charla que tuviste con tu casi asesino fue fructífera.
—No estoy seguro de si lo puedo decir así —replicó el morro—, pero creo que dejé claro lo que tenía que decirle. Todavía tengo mucho por conocer de mi propia tierra.
»También he decidido perdonar al sujeto que casi me mata. Yo no soy mi padre, y estoy bien seguro de que el tipo merece una nueva oportunidad. El odio que tenía hacia mi papá lo cegó.
»Es por eso que tomé la decisión de perdonarlo. También pedí su liberación, para que sea parte del ambiente que quiero crear.
Ivonne exhaló un poco. Estaba sorprendida por las palabras de aquel chico. Aunque le preocupaba que aquello pudiera tener repercusiones, así que pellizcó con fuerza la mejilla derecha ajena.
—No sé si eres todo bondad —pronunció ella, mientras el vato se quejaba de dolor—, o será que estás bien tarado en realidad.
A los pocos segundos, apareció el padre de Ardí frente a ellos, pidiendo prestado el mapa que poseía la princesa de Áeronima, ya que recordó al muchacho hablando del objeto con el que la mina contaba. El hombre iba a marcar los lugares que todavía existían y que seguían poblados tras la primera invasión de Volcabrama al territorio de la tierra.
Los ojos de aquel hombre ardían en una extraña pasión por ayudar al hijo del anterior rey, tal vez en memoria de los buenos tiempos que pasó al lado del progenitor del muchacho. También la gente de Cristalión ya veía como su nuevo gobernante al pibe. En cuanto a las diferentes poblaciones de Terradamar, faltaban unas tres más por contactar. Así que Ian tendría mucho trabajo antes de avanzar con sus planes de volver a unir a todo el continente.
—Nosotros nos vamos a encargar de Rocalle y se pedirá ayuda a Puerto Estrella para hacerle saber a Sismónica de que ha aparecido el único hijo sobreviviente del rey —sugirió el anciano al joven que contaba con un slime esférico de sombrero.
—Eso deja a Cavernova como único lugar libre —profirió el muchacho en un aire reflexivo—. ¿Cuál es el plan en dicho lugar?
—La gente de allá será la más difícil de convencer si no lo ven a usted en persona, su majestad —contestó el hombre de avanzada edad, lo que no parecía haberle agradado mucho a Ian—. Debe demostrarles que sus intenciones son puras y benévolas, o ellos lo destruirán.
»Son una población estrictamente compuesta en su mayoría por gente salvada por su tío, por lo que encontrará personas que despreciaban abiertamente la forma de gobernar de su padre.
—Voy a luchar para integrarlos a ellos también en el renacer de Terradamar —manifestó un alegre Ian por fuera, pero lleno de temor por dentro—. ¡Puede contar con que daré mi mejor esfuerzo para hacerles saber que seré una buena persona!
»¡De eso puede estar completamente seguro, buen hombre!
»Por cierto... —dijo con una mueca pensativa—. ¿Que significa su nombre, buen señor?
—Mi nombre significa tierra o suelo, su joven alteza —replicó el hombre, recordando el cariño que tuvo por el padre de aquel morro. Sentía que el hijo del último rey haría bien las cosas, por lo que le dio unas suaves palmadas en la cabeza que dejaron sorprendido a Ian—. Lamento haberlo incomodado con esto último.
—No hubo molestia alguna, Daichi —entonó el muchacho en una especie de melodía alegre y cargada de energía—. Me gustaría que usted sea mi consejero.
»Necesito a alguien sabio que pueda guiarme y me haga saber si estoy cometiendo errores, así como lo hizo cuando me ayudó a trazar los canales de agua potable y la repartición de tierras de cultivo.
—Me temo que debo declinar, su majestad —comentó el hombre al nuevo monarca de Terradamar—. Me gustó escuchar la oferta de su propia voz, pero ya estoy muy viejo para ello.
»Además, ni yo mismo estaba seguro de pedirle que fuera para allá, pero los otros pueblos quedan más cerca, y esto y demasiado anciano y cansado para ir más lejos. No sé si pueda cumplir con más.
—¡Viejo convenenciero! —Le dijo una irritada Ivonne al vejete.
—Princesa Ivonne, le pido con toda mi alma que acompañe a su majestad —clamó el viejo de nombre Daichi, tomando de las manos a la fémina—. Es mejor si escuchan a un par de jóvenes que planean construir un futuro mejor.
»Por eso también le pido que sea amable y una buena esposa para el nuevo rey de estas tierras.
—¡¿Yo cuando dije que me voy a casar con él?! —replicó la princesa llena de rubor ante la última petición del viejo que la había pillado por sorpresa.
Ian no pudo contener las risas ante la situación. Tomó a Gelatín con sus manos y lo pegó a su hombro derecho. Estaba listo para viajar al este del continente.
—Pues ya me eché la soga al cuello, y no hay más camino que ir a esa terrible horca llamada decisión — enunció Ian, frotando un poco su nariz con el dedo índice derecho en un aire de plena confianza—. Señor, gracias por todo.
»Lo último que tengo que decirle es que no tardarán en liberar a su hijo.
—Muchas gracias, su alteza. —Los ojos del anciano se tornaron vidriosos ante las palabras de Ian, al mismo tiempo que su voz se escuchaba entrecortada—. Ha sido un placer conocerlo.
—Un favorzote más —pronunció el muchacho con un aura de tranquilidad, abrazando al viejo Daichi, quien se lo permitió—. Me gustaría que me llame por mi nombre que es Ian.
»No quiero que se me llame de otra manera. Al menos no hasta lograr traer la paz a todos.
—¡Ya nos vamos, soñador! —protestó la princesa Ivonne, recogiendo el mapa y tirando a Ian de la oreja.
Sería un largo camino el que tenían que recorrer, y él la necesitaba por su habilidad de sentir de forma natural el movimiento de los vientos, mismo que también les ayudaría a orientarse con rumbo a Cavernova.
—¡Ya para con esta tortura! —clamó el muchacho—. ¡Me duele la oreja!
Ella lo soltó y sonrió un poco. Gelatín parecía estar contento, ya que seguía muy activo. Tal vez lo ponía de buenas saber que el chico que tanto protegía había aceptado hacer algo increíble para Terradamar.
Fue así que la chica y el vato vieron a un pequeño grupo de slimes salvajes, mismos que avanzaban con toda tranquilidad, sin percatarse de la presencia de los jóvenes y el otro de su especie.
Ivonne los miraba con curiosidad, y después, vio a Gelatín. El misterio de la peculiar forma del viscoso compañero de Ian no hizo mas que acrecentar ante sus ojos, ya que aquellos slimes salvajes tenían unos pequeños ojos que los hacían ver muy tiernos ante la vista de la chica.
—¿Cómo era tu familia, Gelatín? —inquirió el muchacho, pensando en su mejor amigo y en una familia de este.
La chama de Áeronima también tenía aquella duda sobre aquel verdín llamado Gelatín. No había más tiempo que perder, por lo que lo cogió de la oreja una vez más, logrando asustar con los gritos del muchacho a los slimes salvajes.
—Lo lamento —declaró la chica, avanzando lentamente para obligar al monarca—. No quiero que nos pille el atardecer mientras seguimos divagando. Anden libremente, pequeñas criaturas.
[...]
Las horas desde que la pareja dispareja salió de Cristalión pasaron como el viento. La princesa soltó al rey, y el joven todavía estaba adolorido; empero, Gelatín parecía estar alegre que nunca. Saltó y saltó sin detenerse. Seguía el ritmo de sus compañeros de viaje. Al menos alguien mantenía el buen humor en el grupo.
—¡Mi orejita! —se quejó Ian—. ¡Eso era innecesario!
—A veces los amigos necesitan un empujón de otros —respondió Ivonne de manera con cierto toque engreído—. Tu quieres salir explorar, exploremos.
—¡Pero vaya menuda jalada que me diste! —manifestó Ian con los ojos llorosos, mientras se sobaba la oreja—. De oreja, aclaró.
Ante el comentario del pibe, la princesa decidió regalarle una bofetada al rey, volviendo a tomar la oreja de este para hacerlo avanzar nuevamente. Mientras Ian le pedía ayuda a Gelatín, este tal vez parecía creer que era una forma en la que ellos dos se relacionaban, por lo que siguió avanzando con saltitos cortos.
«Puede que la chica sea dura, pero lo hace con buena intención. Por el otro lado, es un alivio que el jovencito haya tomado las riendas de su propia vida», manifestó decir a una voz que parecía ser aquella que Ian escuchó antes de la visita a Ardí. No fue audible para los humanos.
[...]
Los dos jóvenes siguieron su camino. Había mucho por seguir recorriendo, entonces, el cielo comenzó a llenarse de nubes. Pronto la lluvia ya no se haría esperar, ya que también comenzaba la época de tormentas, por lo que los jóvenes armaron un campamento para tener refugio ante la intemperie,
—¿Ivonne, por qué hace días me visitaste cuando desperté? —cuestionó el chico—. Es más, ¿por qué me sigues todavía?
Aquello provocó que la muchacha abriera más los ojos ante un golpe de sorpresa que fueron aquellos cuestionamientos. Ella tomó al chico de la mano, y cerró los ojos.
—Era lo correcto —respondió Ivonne, evitando mirar los verdosos y atractivos ojos del chavo al abrir los suyos—. Realmente me asusté cuando vi que te hirieron.
»Fue un alivio saber que Gelatín hizo algo para curarte.
»Además, es evidente que quieres traer un cambio positivo para tu gente. Yo quiero ayudarte como amiga y aliada.
—Hazlo solo como amiga —pidió Ian a la muchacha en un aire tranquilo, mirando al cielo, y notando una vez más el aroma a cerezas en la chica—. Tienes más experiencia que yo en esta cosa de la política.
»Necesito una mano amiga para ello. Pero más que nada, necesito a alguien que me haga sentir humano. Esa eres tú, Ivonne.
—¿Qué estás intentando decir? —demandó la chava, completamente atónita ante aquellas palabras que la tomaron desprevenida.
—Eres mi primera amiga —replicó el vato, sintiendo la necesidad de desahogarse un poco ante la soledad que sentía—. Eres la primera persona con la que tengo contacto después de mi familia adoptiva.
»Parecerá tonto, pero nunca jugué con otros chicos, y las chicas me veían raro. Estuve siempre al lado de Gelatín. Por alguna extraña razón, me era más fácil expresarme con él. Eso provocó que otros se burlaran de mí, y me fui alejando más.
»Cuando me besaste, realmente comencé a darme cuenta de que aprecio el contacto humano. Me hace sentir mejor, pero tu comportamiento me dijo que lo hacías por otra razón. A pesar de la mentira, te agradezco por devolverme mi humanidad.
Los ojos del joven monarca se llenaron de lágrimas, las cuales no tardaron en dar inicio a su recorrido por sus mejillas al abrazar la idea de que pudo estar completamente sin compañía y calor humano si aquella chica no estuviera a su lado. La princesa se sintió un poco incómoda, pero se dio cuenta de que lo que aquel chaval expresó había sido completamente cierto. Tomó un poco de aire antes de hablar.
—¿En verdad llegué a tanto? —preguntó Ivonne con una mueca de preocupación. Comenzó a tocar diferentes partes del muchacho en búsqueda como si estuvieran en búsqueda de fiebre. Él sintió cosquilleos, así que comenzó a reír hasta que la chica se detuvo.
—Así es, mi querida amiga —afirmó el joven gobernante de Terradamar—. Te lo digo con el corazón en la mano.
»¡Muchas gracias!
La lluvia comenzó, y Gelatín se quedó inmóvil. Tras un par de minutos, Ian notó que Ivonne temblaba de frío, así que se acerco a ella y la abrazó sin pensarlo.
—Te parecerá patético, pero mamá hacía justo esto cuando me veía en mis momentos más friolentos de la vida.
—Gracias, Ian —pronunció la chica, recargando con gentileza su cabeza sobre el pecho del pibe, algo que la alegró más al aferrarse a este—. Eres realmente una persona muy amable.
—No hay nada que agradecer —comunicó el muchacho, cerrando sus ojos, y sintiendo una desbordante tranquilidad con aquel contacto—. En verdad sólo recordé cositas útiles de mis días en casa.
»Oye... —Sus brazos rodearon la espalda de Ivonne, y él recordó algo—. La melodía que se escuchó cuando Gelatín se enojó por el ataque de Ardí, ya la había escuchado antes, incluso mucho tiempo atrás al del festival de verano.
Él decidió omitir que había sido en voz de su madre. Quería intentar recordar más de ella y de sus hermanos, especialmente.
Ivonne no pudo evitar llevar su vista a los ojos esmeralda que cada vez más la dejaban sin aliento, también podía sentir la respiración y el aliento de su compañero. Además su cercanía la hacía sentir cómoda y protegida. También conocía la respuesta a la canción.
—Es una canción universal que pasa de generación en generación a las sacerdotisas que cantan para el gran dragón de la tierra, y deben ser acompañadas por los descendientes de la gente más ligada a este mítico protector de Terradamar.
»Al menos eso dijo uno de mis hermanos la primera vez que la escuché.
—¿Cómo es que escuchaste la canción en tu tierra natal? —inquirió el joven, sin soltar a la mina.
—Hay un festival de música en Áeronima —replicó la princesa del mencionado continente—. Tengo hermanos que usan instrumentos musicales como armas.
—¿Y por qué Gelatín sabría de esto? —cuestionó el vato, haciendo caso omiso de aquello último pronunciado por Ivonne—. Parece que nadie supo de él previo a los sucesos en la capital, ya que estuvo actuando de forma rara. Lo ví temblando en la madrugada que me levanté para ir al baño, y también lo hizo en la mañana.
»La gente en Puerto Estrella siempre lo veía como a una cosa rara.
—¿Y si Gelatín es la verdadera mente maestra de la caída de tu ciudad de origen? —preguntó la chica a modo de broma, pero el otro no lo tomó de esta forma.
—¡¿Cómo osas pensar eso?! —proclamó el joven monarca—. ¡Gelatín es un ser de luz!
»Me ha cuidado desde hace mucho tiempo. Es mi mejor amigo.
»Bueno, después de ti, es mi mejor amigo no humano.
—Tal vez eso quiere hacerte pensar —parloteó la joven princesa, divertida del giro que dio su chacota—. Tal vez quiere controlar a todos a su alrededor al pasar por una criatura aparentemente inofensiva.
Ian se asustó ante aquellas palabras, y después la chama comenzó a reír.
—¡Eres tan inocente! —profirió entre risas—. Te dejaste llevar por algo que era una simple broma, o eso espero. No pensé que te fueras asustar así, pero ya que tuve la oportunidad, la tomé.
El morro se sonrojó un poco por un sentimiento de vergüenza que tuvo al enterarse de que cayó fácilmente en el juego, pero también se carcajeó de lo patético que le pareció el asunto. Ivonne lo acompañó en sus risas, al tanto que Gelatín se acomodó en el cojín que le fue regalado en Cristalión.
La lluvia terminó, pero la noche ya daba inicio. La panza de la princesa rugió, clamando por alimentos. El pibe le ofreció una barra de cereales cultivados por él y su padre en Puerto Estrella.
—No es gran cosa, pero al menos a mí me dan una sensación de satisfacción en mi pancita —manifestó con una sonrisa de lado a lado, y mostrando un brillo encantador en los ojos que caló como el suave beso de un querubín en el corazón de Ivonne, aunque era prefirió ocultarlo con una distracción.
—¿Por qué hablas así?
—Porque estoy feliz. Ivonne, ahora que lo pienso, no te he visto muy alegre hasta hace poco —comunicó el chico, dejándose caer por cansancio de estar sentado por horas.
Ian se detuvo, y entonces se sintió muy mal.
—¿Por qué debería pensar en mi propia alegría cuando otros sufren? —cuestionó el vato al aire, preocupando un poco a la morra.
—Porque así eres tú —respondió su única amiga humana—. No pensabas en tu alegría, sino en la mía. No hay nada de malo querer ver felices y contentos a otros.
»Tal vez mi desesperación y ansiedad te han afectado. No te dejes vencer.
El momento de dormir se acercaba, y la chica seguía sintiendo mucho frío. Ian, con la mirada y las manos extendidas, ofreció su cobija a la muchacha, pero ella no quería que él pasar una gélida noche, por lo que intentó devolverla sin éxito alguno.
—Compartamos cobijas entonces —agregó una sonrojada Ivonne.
—Podemos dormir... —Ian hizo una leve pausa—. Ya sabes... abrazados. Sólo si tú aceptas, claro está.
La chica estaba segura. No quería hacer que él hiciera más sacrificios innecesarios, así que ayudó a Ian a juntar aquellos mantos que les brindarían calor en la helada oscuridad de la noche. Ambos se acercaron más y más hasta que sus rostros quedaron separados por unos pocos centímetros.
—Si te incomoda, me puedes decir y nos separamos —afirmó Ian. Lo oscuro del ambiente hizo posible que Ivonne no pudiera notar lo rojo que estaba Ian al estar tan cerca de ella
—Lo mismo pienso de ti, Ian —replicó ella, igual o quizás más sonrojada que él.
Ella lo rodeó primero con sus brazos, y esperó hasta que el otro hiciera lo mismo para darle un beso en la frente.
—Dulces sueños, y gracias por tu amabilidad, Ian.
—Dulces sueños, Ivonne —respondió Ian, antes de cerrar los ojos.
Al día siguiente continuarían con su nueva ruta. Necesitaban descansar y llevarse mejor para un viaje que les tomaría días.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top