La verdad
Había sido una larga noche en Puerto Estrella tras despedir a los cuerpos y almas de los fallecidos durante el conflicto del día anterior. Ivonne entró a la habitación de Ian, preocupada por el bienestar de aquel desconocido. Él la ayudó sin razón alguna, y quería agradecer aquel gesto que tuvo por ella. Al verlo dormido, recordó lo frágil que era la vida de un ser humano. Debió quedarse sin energías tras un combate duro en el que mostró un poder enorme. Sólo deseaba saber si él se encontraba bien.
Los rayos del sol entraron por la ventana de la habitación del muchacho, anunciando así el amanecer mediante su cálida luz. Ian despertaba tras haber luchado ferozmente durante la invasión de Volcabrama a Puerto Estrella, recibiendo el beso del astro rey en su rostro. No podía recordar mucho de aquel encuentro. Sólo podía recordar un fuerte deseo de proteger a la chica cuyo nombre era Ivonne. Ella resultó ser la princesa de Áreonima, pero también parecía que ese objeto que traía consigo era algo que los enemigos habían estado buscando. Aunque el muchacho realmente sentía algo más al lado de ella. Su corazón palpitaba con fuerza al verla, y sentía ganas de estar cerca.
El chico no sabía qué pensar, al menos no hasta que vio a la princesita dentro de su habitación, y él tenia el torso semidesnudo. Algunos vendajes le cubrían poco y un calor comenzó a sentirse en sus mejillas. Se encontraba avergonzado de que lo viera así. Abrió los labios, mismos que le temblaban ante aquella visita.
—¡¿Y tú qué haces en mi cuarto?! —preguntó atónito el muchacho. Su rostro estaba rojo ante la pena que le provocó la situación—. ¡¿Y por qué me miras bastante feo?!
—Pues bonito no estás, para desgracia tuya —respondió Ivonne, ya que el cabello revuelto, vendajes, heridas de batalla y demás, le restaban algo de atractivo al chavo. Además de que arrugó el rostro a modo de protesta. Estaba hecho un completo desastre.
Aunque ella principalmente le había dado la respuesta con el fin de molestarlo un poco. Aquello surgió efecto, ya que Ian no paraba de mostrar aquella expresión con la que Ivonne comenzó a reír. Las reacciones del chico le parecían hilarantes. Su voz, un agradable sonido juvenil y varonil, la hacían sentirse como en casa. Si bien, todos sus hermanos eran más grandes, algunos de ellos tenían voces gruesas, mientras que otros los hacían parecer unos adolescentes atrapados en cuerpos adultos.
—¡Y para colmo me estás insultando en mi casa! —se quejó con rabia ante el comentario de la joven princesa de Áeronima—. ¡Pues para que lo sepas, yo...!
En ese instante, la puerta del cuarto se abrió. Los padres del chico estaban alegres de verlo despierto nuevamente. Sin embargo, sus rostros cambiaron, mostrando algo de preocupación. Ivonne pensó que tal vez ellos sabrían un poco más del poder que Ian mostró durante la invasión de Volcabrama.
Por su parte, Ajax sabía que todo esto estaba relacionado a lo que quiso hablar durante el consejo cuando la chica del continente vecino cayó del cielo en esa máquina extraña que parecía haber tripulado ella sola. Había mucho por discutir, así como decisiones por tomar. Debía empezar por contar una dolorosa verdad a su hijo.
Ian se sintió algo angustiado ante esas dos miradas en sus progenitores, y se preguntó sobre las muertes y toda la destrucción que hubo en el pueblo. No era algo que le agradaba, pero al menos se alegraba de ver que su casa y sus padres estaban a salvo. Aunque todavía quedaban más incógnitas en su mente. No sabía la razón por la que la princesa había viajado tan lejos. Terradamar era un continente que alguna vez estuvo contactado entre sí, pero todo había cambiado cuando el último rey cayó hacia casi trece años.
—Ian, llegó el momento de hablar contigo. —Ajax tragó saliva. Era algo duro lo que quería conversar con él—. Prepárate para el desayuno, hijo. Te espero para tener una charla contigo.
—Usted también está invitada, jovencita —comunicó la madre del vato—. Sé que tal vez no lo comprenda ahora, pero lo que mi esposo quiere discutir con Ian tiene relación con su posible llegada a estas tierras.
—De acuerdo. —Su respuesta fue en una falsa e incómoda calma. ¿Cómo es que aquellos campesinos estarían relacionados con ella?
En cuanto a Gelatín... bueno, él de todas maneras estaría siguiendo a Ian al comedor, por lo que no había mucho problema con su presencia. Aunque el jefe de familia lo recordó saltando para comerse el objeto que contendría al guardián del continente del elemento tierra. En su mente se imaginó que aquel slime era en realidad una amenaza, pero recordó todas las veces que protegió a su hijo hasta de la más leve caída. Sin duda alguna, su existencia era todo un misterio. Y fue así que rememoró cuando Ian estaba dormido cerca del cadáver de una mujer y otros seis chicos, el slime permaneció a su lado, y cuando él lo tomó en brazos, saltó a la espalda del pequeño que había quedado huérfano. Parecía que sus intenciones eran las de protegerlo. Su corazón le decía con firmeza que Gelatín era un verdadero aliado y amigo para aquel muchacho que todavía desconocía la verdad sobre su familia.
Ian no lo recordaba bien, pero su verdadera familia había muerto en una previa invasión a la ciudad más importante de Terradamar. Su nueva familia tuvo razones para hacerle creer que ellos siempre fueron sus verdaderos progenitores para protegerlo. Era también el momento de darle aquella información. Al menos sólo aquella que el verdadero padre de este le pidió contarle.
—¿Te pasa algo, papá? —cuestionó Ian, sacando de sus pensamientos a Ajax. Él negó con la cabeza.
—Recuerda estar listo para el desayuno, muchacho.
Él se retiró de la pieza del pibe. Este último sintió el olor de los filetes de pescado siendo cocinados por su madre. Era un olor bastante penetrante. Tanto a él como a Ivonne se les abrió el apetito.
—¿Puedes llevarte a Gelatín en lo que me visto para ir al comedor, por favorcito? —pidió Ian a la princesa—. No me gusta que ande espiándome cuando me pongo ropa. Además, tampoco me siento bien estando sin camiseta.
Se olió un poco. Todavía se podía sentir aquella tufarada de sudor en su cuerpo. Decidió que antes se daría una ducha fresca antes de proseguir con la comida.
—¿Y por qué no solamente lo dejas aquí? —preguntó ella, dudando de la inteligencia del muchacho.
—No quiero que ese slime degenerado me vea mis cosas cuando salga del baño —respondió Ian a la defensiva. No deseaba dar más explicaciones a la invitada por temor a convertirse en su burla.
—¿De verdad te preocupa más que el slime te vea desnudo que la tremenda fuerza descomunal que usaste ayer en el combate contra el comandante Yaco? —cuestionó Ivonne. Aunque al voltear a ver a aquella masa verdosa y viscosa, ella se sorprendió al ver que no poseía ni un simple ojo—. No quiero ser mala o grosera, pero la wea esa ni siquiera tiene nada para verte desnudo.
—¿De qué hablas? —cuestionó Ian con desasosiego, lo que le dejó saber a la princesa que el muchacho no tenía idea de todo el poder que había en su interior. Pero... ¿y el cambio de color de ojos? Ivonne jamás había escuchado de una habilidad así, por lo que ahora aquel pibe le era un total misterio que quería resolver durante el tiempo que permaneciera en aquellas tierras desconocidas para ella. Tal vez llegaría a conocerlo mejor, por lo que se quedaría más tiempo a su lado.
Ian, con el rostro rojo ante la firme mirada de aquella piba, volvió a implorar por que alguien se hiciera cargo de su slime en lo que volvía a su habitación para vestirse después de ducharse. La princesa salió en compañía de un Gelatín que no parecía muy cómodo con su presencia, de hecho, parecía querer ir de vuelta a la recámara del joven. ¿Cuál sería su conexión con aquel joven? Y también, ¿por qué tanta persistencia suya de estar cerca de él?
[...]
Unos minutos después, la familia del muchacho comenzó con el desayuno. Estaban acompañados por la presencia y gracia de la princesa de Áeronima. Ella tenía su negro y sedoso cabello suelto, cayendo con gracia a la altura del pecho. Traía consigo una blusa azul celeste con bordes blancos en el cuello y mangas, unos pantalones cortos en color beige. Se sentía mucho más fresca que con su uniforme. El guardián de su tierra natal se hallaba en un bolso que le regaló la madre de aquel chico de hermosos ojos verdes que contemplaba como su madre llevaba algunos filetes de pescado a la mesa. Pero algo no estaba bien.
Ian pudo notar cierta tensión en las miradas de sus padres. Entonces, su progenitor respiró profundo. Se levantó de su asiento, preocupando más al chamo, ya que llegó a creer que su madre había salido embarazada nuevamente y perdió otro bebé.
—Ian, nosotros... Nosotros no somos tus verdaderos padres —confesó finalmente. Bajó la mirada, esperando reclamos por parte del chico que crió como si fuera su vástago.
En su mente, llegó a pensar que Ian le reprocharía ante aquellas palabras que para él eran demasiado fuertes; no obstante, su bendición se quedó inmóvil y perplejo ante lo que acababa de escuchar. Su filete de pescado se le resbaló de las manos, cayendo al suelo. No sabía qué decir o qué pensar ante lo captado por sus oídos. Fue un golpe bastante sorpresivo para él.
—Lo cierto es que cuidamos de ti cuando los verdaderos perecieron —prosiguió la triste mujer a la que Ian vio como su madre durante tanto tiempo.
—Y entonces, ¿quiénes son ustedes? —demandó Ian, comenzando a sentir que su corazoncito se llenaba de tristeza. Había vívido una gran mentira. Quería respuestas. Las necesitaba.
De acuerdo a lo relatado por la pareja que lo crió, sus verdaderos fueron el rey y la reina de la capital caída del continente. Su padre había salido a luchar contra la gente de Volcabrama que había hecho algo similar a lo ocurrido en Puerto Estrella. Él pereció en el ataque. Además de que fue odiado y temido por su gente durante su mandato. Esto último fue omitido por sus padres. Esperaban que la gente no viera con malos ojos al chaval, ya que él no tenía la culpa del tipo de hombre que fue su verdadero progenitor. Esa también fue la razón por la que le dieron una nueva identidad. Una que también tendrían que revelarle.
Por otro lado, la madre del muchacho había intentado esconderse junto a sus siete hijos, siendo Ian el menor de todos ellos. Eran cinco varones y dos mujeres en total. Desconocían los detalles de su muerte.
—Al momento en el que arribé con ustedes, tu madre y hermanos ya habían perecido, Ian —declaró Ajax. Las lágrimas se asomaron en los ojos del muchacho. Él quería correr a abrazarlo, pero faltaba más por decirle.
En concordancia con el ahora padre del chico, el rey fue su hermano mayor. Invocó al gran dragón de la tierra durante la batalla, cayendo ambos durante el conflicto. El protector de Terradamar también fue hallado cerca de Ian.
—Tu padre me pidió protegerte junto a tu madre y hermanos —prosiguió el hombre, recordando con tristeza el acontecimiento—. Ahora tienes quince años, casi dieciséis, pero en ese tiempo tan sólo tenías tres. Eras tan pequeño e indefenso.
»Aunque fue un alivio encontrarte con vida, hubiera dado todo por haber hecho lo mismo con tu mamá y hermanos. Lamentablemente, no fue así, muchacho.
El tío de Ian fue, además, el hombre a cargo de las fuerzas armadas de la destruida ciudad de Gredesanía. Por lo que a parte de ser un encargo de parte de rey, el proteger a su sobrino era algo que le vino del corazón. Se convirtió en su único hijo. Tal vez debió persuadir a su hermano de hacer mejor las cosas, y este fue el castigo que recibió. Aunque amaba a su sobrino como un hijo propio, era doloroso no poder tener los propios.
—También ese fue el primer día que vi a Gelatín. No se te despegaba ni un sólo momento. Recuerdo que al principio le tenías un poco de miedo, pero verlo saltar te hizo reír, y desde entonces, se volvieron inseparables.
También, la madre adoptiva de Ian quiso compartir algunas teorías sobre la muere de su verdadera progenitora. Ella tenía la creencia de que los soldados enemigos habían matado sin piedad alguna a los hermanos del muchacho, e intentaban hacer lo mismo con él, siendo protegido por su madre, dando tiempo a su tío para llegar a tiempo y salvarlo.
—También creo que Gelatín hizo su mejor esfuerzo esa misma terrible noche —afirmó el sujeto que cuidó al jovencito desde ese momento—. Se veía algo exhausto. Estaba muy a la defensiva.
»Llegué a pensar que creía que yo te iba a hacer algún daño. No podría hacerlo. Eras mi sobrino, ahora eres un hijo para mí.
«¿Y todos esos coscorrones y jalones de oreja como reprimenda no cuentan como daño a mi integridad física?», pensó el muchacho, al mismo tiempo que sobaba suavemente su oreja derecha ante los recuerdos.
Al momento de tomar en brazos a su único sobrino que logró sobrevivir al ataque, tratar de quitarle a Gelatín de encima sin éxito, y guardar bien el objeto que contenía al gran dragón de Terradamar, su padre adoptivo fue en búsqueda del resto de sobrevivientes a la invasión. Para buscar un nuevo lugar para comenzar desde cero. La ciudad más grande de Terradamar había sido completamente destruida.
Las bajas fueron una cantidad brutal, y entre los que salieron con vida se encontraba la hermana de la reina. Esta misma mujer era la que Ian ahora conocía como su madre.
Aprovechando la falta de recuerdos, y el parecido de su nueva familia con sus progenitores, ellos cambiaron el verdadero nombre del pibe. Quería protegerlo de un odio que podría acecharlo si la gente lo veía como el único hijo sobreviviente del rey caído. No querían que cayera víctima de un gran tormento.
«Como te lo prometí, no voy a dar detalles de ese odio, hermano», pensó el hombre, recordando a un hombre parecido a él, pero de tez más clara y el cabello también.
—Tu verdadero nombre era Parker —enunció su madre—. Desde el momento en el que decidimos convertirnos en tus padres, tu nombre cambió a Ian.
»Al principio parecías renuente, pero te fuiste adaptando al nombre con el paso del tiempo, cariño.
El joven tragó saliva. Intentaba recordar algo. Su mente estaba nublada ante la amargura de saber que su familia había ocultado todos esos detalles. Intentó recordar a sus verdaderos padre y hermanos, fracasando plenamente en su objetivo. Una opresión en el pecho lo dejó inmóvil. Su madre se acercó a él, rodeándolo con sus brazos, tomando sus manos y compartiendo un abrazo lleno de calor maternal con él.
—Eventualmente, tu tío y yo nos enamoramos y nos casamos —comentó la mujer con anhelo en sus ojos al volver momentáneamente al día que contrajo matrimonio con el caballero del que estaba profundamente enamorada.
—Eso sí lo puedo recordar —replicó el muchacho, trayendo a su memoria aquel recuerdo. Tenía seis años cuando ocurrió. Su familia había jugado con él durante las horas previas al evento, y al día siguiente a la celebración, los tres juntos habían ido a la playa para enseñarle a Ian a nadar.
—Es todo lo que te queríamos decir, muchacho —expresó el padre adoptivo del chamo. Todavía esperando los reclamos de su hijo.
Al cabo de unos minutos, y con los platos completamente vacíos de todo rastro de comida, Ivonne se levantó de su asiento. Parte de su cabello cayó por encima de su hombro derecho, y ella lo acomodó de vuelta. Ian la observaba desde su lugar. Ellos habían dicho que la charla tendría relación con ella.
—¿Qué hay de ese poder que Ian mostró durante el combate del día anterior? —inquirió la joven sin pelos en la lengua.
—Existe una leyenda en Terradamar de un linaje especial capaz de conectar con el gran dragón —replicó el padre adoptivo del joven de cabello castaño que parecía haber perdido todo el fulgor de sus ojos—. Para ello, uno debe liberarse de las ataduras de su corazón. Se supone que mi familia, y de mi joven hijo también, somos descendientes de aquella gente.
—Lo mismo pasa con los linajes de la realeza de los demás continentes, jovencita —pronunció la madre del pibe. Su mirada era dulce. No había pizca alguna de maldad o mentira en sus ojos.
—De todos modos, mi hermano fue incapaz de lo mismo que su hijo. —Ajax volteó a ver al muchacho—. Tuvo que hacer un pacto de sangre para adquirir un poder con el que le fue imposible evitar un desastre.
»De cualquier manera, veo que el guardián de Terradamar jamás nos abandonó. Confió su fuerza a mi sobrino.
El hombre contuvo el llanto. No quería desbordarse de esa forma. Todavía no escuchaba el rumbo que el chico tomaría. Deseaba esperar a ese momento para compartir con él.
—¿Y qué pasará con la masa gelatinosa esa? —inquirió la princesa. Especialmente porque el slime se había tragado el objeto que contenía a la bestia protectora del territorio en el que se hallaba.
—Creo que Gelatín estará bien, jovencita —contestó Ajax. El slime saltó a las piernas del pibe, y este lo tomó en brazos—. Es posible que haya adquirido una fuerza sin igual por tragarse el cubo que contiene al gran dragón.
»Tal vez este escuchó su deseo de proteger a Ian. Siempre lo ha cuidado bastante.
—Debo dejar el pueblo —anunció Ian, sintiéndose bastante terrible por la decisión.
Aquello tomó por sorpresa a su madre, pero no a su padre. Creían que ya no tenían el derecho de ser considerados como su familia ante lo que tuvo que escuchar durante la charla. La respuesta del joven los conmovería bastante.
—Ustedes han sido mis padres mucho tiempo y así seguirán en mi corazón. Yo no recuerdo a mi verdadera familia, pero la que hoy tengo, es la que está conmigo. Mis padres son ustedes. Los amo como tal, así que no pienso quitarles eso. No. Tampoco quiero que me quiten el honor de ser su hijo.
»También lo haré para protegerlos a ustedes. Si Gelatín se tragó al dragón, es posible que ahora lo busquen a él. No quiero que nada le suceda a mi amigo o a nadie más. Debemos irnos por el bien de todos los habitantes de Puerto Estrella. Gracias por estos hermosos años en los que me han permitido vivir bajo el mismo techo. Los quiero... Los amo tanto, padre, madre.
Ian y sus padres compartieron un abrazo, llorando los tres juntos ante lo terrible que les era separarse de esa forma. Incluso el slime se quedó en una silla en la que fue colocado por el chaval. Ivonne observaba con anhelo aquella escena. Deseaba volver con los suyos y volver al calor fraternal al lado de sus hermanos.
—Iré a buscar a más sobrevivientes de la guerra —comunicó Ian, enjugando sus mejillas—. También quiero averiguar más del poder que se me otorgó para usarlo con el fin de devolver el favor a Gelatín por todos estos años que a cuidado de mí.
»Se la debo a mi amigo.
A sus padres les dolió mucho escuchar aquella noticia que salió de su boca. Después de todo, el joven era su pequeño. Lo habían criado como un hijo suyo. Ahora era un caballero que buscaba forjar su propio destino, pero antes debía de encontrar más respuestas y proteger a su querido slime.
Y aunque la masa verdosa y flácida estaría con él en todo momento como medio de protección, Ian sabía bien que aunque no fuera así, Gelatín iría en su búsqueda. La princesa decidió unirse temporalmente al chico y el slime. Quería encontrar una forma de usar el poder del guardián de su lugar de origen.
—Una cosa más —mencionó el padre del chico, volteando a ver a los dos jóvenes. Había olvidado cierto asunto—. Ahora que lo recuerdo, mi hermano empezó la alianza con el continente de Áeronima después de arreglar para el futuro un matrimonio entre la princesa Ivonne y el más pequeño de sus hijos.
—¡¿Qué?! —cuestionaron los dos no tórtolos ante la perplejidad provocada por aquella información.
Ni los padres de Ian sabían qué hacer al respecto. El hombre sólo recordó que aquello fue un trato hecho entre el padre biológico del muchacho y la familia de la princesa del continente del elemento viento.
Por ahora, no había más que descansar. Aunque para el chico aquella última información había sido demasiado inesperada, no podía dejar de sentir una suavidad muy acogedora cada vez que miraba a la chica.
Y durante la noche, Ian miró al cielo con admiración. Sentía muchas ganas de explorar el mundo, aunque le entristecía no contar más con su familia. Una lágrima se posó un instante en su ojo derecho, comenzando con su recorrido por la mejilla del muchacho hasta caer de su rostro.
—Soy el peor de los príncipes —se dijo Ian al verse al espejo—. Bueno, ni siquiera recordaba serlo. En fin, Parker es alguien que no existe, empero, a la vez, soy yo.
El chico se quedó lleno de dudas. Habían cosas que deseaba conocer más a profundidad. Tal vez ese nuevo viaje le ayudaría a aclarar ideas, y al mismo tiempo, saber si podía hacer algo para ayudar a quienes tal vez lo necesitaban. El ser rey no era algo que estaba en sus planes, aunque tal vez podría usar aquello para reunir una vez más al continente.
En la habitación para Invitados, Ivonne estaba teniendo problemas para conciliar el sueño. Le inquietaba no poder regresar pronto a su hogar. Su vehículo volador perdió piezas importantes, además de que estaba en mal estado, y era una tecnología posiblemente desconocida en Terradamar. También volvió a recordar el rostro de Ian. Su rostro al enojarse, su rostro y su expresión de vergüenza cuando le pidió sacar a Gelatín de su cuarto. Sonrió un poco.
Entonces, ella salió del cuarto, escuchando a Ian debatir consigo mismo sus decisiones a futuro.
—Tal vez no es tarde para mejorar —comentó Ivonne, mientras ser acercó un poco al chamo—. Lo que la gente seguramente más necesita, es una gran esperanza. Se lo que ellos necesitan, y es posible que hagan el resto por cuenta propia.
—Gracias, Ivonne —respondió a ella, sintiendo un poco de calor en las mejillas—. Te pido que me brindes un poco de esa sabiduría tuya. Yo, la verdad es que no sé ni a lo que voy. Tengo miedo, pero si hay algo que pueda hacer, lo haré con gusto.
—Ahora entiendo qué pasó en batalla —expuso la princesa, mostrando un rostro en el que veía con cierta alegría y esperanza a Ian—. Puede que seas un imbécil a ratos, pero te preocupas por los demás.
El comentario de la chica no fue precisamente del agrado del joven. Así que comenzaron a discutir y a intercambiar insultos entre ellos, para luego reír a carcajadas hasta que el padre del muchacho intervino para mandarlos a dormir. La muchacha se despidió de él. Había algo que le gustaba del joven. Se recordó a sí misma que no estaba allí para buscar pareja una vez más.
El día siguiente sería el último del joven príncipe en el modesto pueblo que le vio crecer. Por ahora, Ian dormiría con amargor en su corazón al recordar su propia decisión.
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