Guerra: Parte 1

El grupo se detuvo ante lo que era una intensa tormenta de arena. El calor provocaba que los cuerpos de los presentes sudaran sin piedad alguna. Varios barriles repletos de agua, zumos y otros líquidos hicieron más ameno el tiempo. El ojiverde permanecía al lado de su slime y de su único amigo humano. Ambos estaban bañados en su propia sudoración, pero el primero no podía dejar de pensar en el prisionero que habían capturado dos días atrás. De pronto, miró a su compañero al compás de percatarse de que Gelatín saltó hasta su cabeza.

—Creo que no te agradecí por sanar mis heridas, Rob —dijo cabizbajo, ante la pena y lo difícil que era llevar las gafas protectoras puestas.

—No importa, era mi deber —respondió este—. Sólo quiero que esta calurosa tortura termine pronto para proseguir con el viaje.

Pero realmente estaba inquieto por la presencia de un joven príncipe proveniente de Volcabrama. A pesar de que Asha aparentaba no tener malas intenciones, Roberto no podía darse el lujo de confiar en este. Había escuchado de su madre sobre un hombre proveniente del continente del elemento fuego que se había vuelto muy allegado a la corona de Terradamar, llegando a ser casi un consejero. Aquel sujeto traicionó a los que eran sus aliados, provocando un sinfín de muertes y trayendo el caos por donde pasó cuando la guerra alcanzó a Gredesanía.

—Desde ese entonces, vi lo viles que son los volcabramanienses —advirtió su madre—. Uno de ellos fue alguien en quien confié y me traicionó.

—Pero mi papá le dio su merecido, ¿verdad? — inquirió un Roberto de seis años.

Su progenitora sonrió, acercándose a él para acariciar su rostro con dulzura y besarlo en la frente. Lo abrazó y suspiró.

—Por supuesto —afirmó—. Tu padre fue un hombre bastante valiente y fuerte.

Desvió la mirada hasta el techo. Hablar del que hizo posible su embarazo no era algo de lo que gustase, pero su pequeño no paraba de preguntar por este. Sabía que el chico anhelaba tener una figura paterna a su lado, como muchos chicos de los pueblos que visitaban.

De pronto, Roberto volvió a la realidad. Chasqueó los dientes y se echó al suelo, esperando el cese del simún Gelatín no parecía tener problema alguno con el clima, situación que lo sorprendía. Ian también estaba agotado por el clima caluroso, mismo que lo hizo tumbarse, buscando frescura en el suelo.

La tormenta de arena duró otros minutos más, dejando parte del campamento cubierto en tierra. Wyndham y sus hombres se encargaron de iniciar la limpieza del área antes de continuar con el viaje en el que se reunirían con su hermana pequeña.

Durante el descanso, Ian se decidió a tomar la oportunidad de hablar con Asha. Rob le había acompañado para ello, desconfiando de aquel joven de tierras enemigas, aunque dio la espalda a ambos. La conversación no era asunto suyo.

«Haré algo si es necesario para proteger a Ian», pensó, apretando los dientes.

Ian, mirando con curiosidad y a la vez, miedo, se aproximó al rehén de los hijos de Van. Asha alzó la mirada al percatarse que tenía compañía. Se veía cansado y con una pequeña capa de tierra encima. No lucía como un muchacho peligroso, de hecho, se alegró al ver al ojiverde.

—¿Qué es lo que ustedes dos hacen aquí? —preguntó Asha, aunque recibió con gusto a sus visitas—. Creí que tenían prohibido acercarse a mí.

—Nos dijeron que podíamos hablar contigo —replicó Ian—. ¿Tienes algo que decirnos?

Asha cerró los ojos, recordando con pesar lo que aquejaba su alma. La traición de su hermana, mismo que le obligó a huir de su hogar, incluso usando cabello falso y unos objetos que hacían parecer que tenía un color de ojos distinto al de nacimiento fueron lo que le permitieron pasar desapercibido como un soldado que viajaba a tierras hostiles. Por supuesto que también llevaba una muda extra de ropa para aparentar ser un civil común y corriente. Los soldados en Áeronima no habían prestado mucha atención a sus verdaderas facciones cuando dejó el disfraz en aquella máquina por la que viajó por dentro de las aguas del océano.

—Mi hermana en algún momento fue la persona más amable que conocí en la vida —afirmó Asha, abriendo los ojos, pero evitando la mirada del castaño, pues seguramente no creería su historia—. No sé muchos detalles. Supe que teníamos un hermano mayor al cual eliminó para hacerse con el poder, pero ella siguió siendo amable conmigo, pero hasta yo he sido testigo de cierto cambio en ella.

»La recuerdo como alguien cariñosa y alegre, al menos mientras era pequeño, pero de pronto, su sed por hacerse de los cuatro guardianes fue cada vez mayor. Cada día se fue alejando más y más de mí, hasta que un día, envió gente a asesinarme.

Asha recordó filosos cuchillos apuntando en dirección a su cuello, el tiritar de su cuerpo, los fuertes latidos de su corazón y la pesadumbre que invadía su mente.

—Por órdenes de la reina Edna I, usted, el príncipe Asha, está condenado a morir.

El chico no podía creer aquellas palabras. La mujer que cuidó de él, que veló cada noche cuando enfermaba, que jugaba con él hasta el cansancio, aquella que dormía a su lado en las noches que tenía pesadillas...

«Tú mataste a nuestra madre cuando naciste. Te he odiado desde el principio, pero es algo que me he guardado para que tuvieras la suficiente edad para verte sufrir», la voz de su hermana retumbó en su mente como una serpiente que mordía e inyectaba veneno en su víctima.

—Mi hermana, yo logré evadir a esos hombres, pero ella llegó y me atacó —declaró el chico con ojos llorosos—. Tal vez creyó que morí cuando caí de un precipicio, pero logré salvarme al agarrarme de unas rocas.

»Regresé a casa desde unos pasillos secretos y fue así que vine a este lugar, dentro de naves enemigas, pero yo no pienso hacerles ningún daño.

—Creo que ya fue suficiente charla, Ian —protestó Rob, y luego, posó su mirada en Asha —. Una parte de mí te cree, o quiere creer, pero las personas no cambian tan de repente.

—Tu rostro me es familiar —dijo el muchacho de Volcabrama al hijo de la sacerdotisa.

—¿Y eso por qué? —inquirió Roberto, mirando con escepticismo a quien seguía considerando un adversario.

—Me recuerdas a un sujeto que conocí en Volcabrama —respondió, aunque el ceño de Rob le provocaba escozor—, Se dice que era un agente encubierto de mi hermana, y fue uno de los provocadores del incidente en el que murió el anterior rey de Terradamar, el padre de Ian.

—¿Y cómo sabes de mí y de mi padre? —demandó Ian, desconfiando del hermano de su peor enemigo, y posiblemente, futura madre de su primer hijo.

—Por los días que han estado juntos en el castillo —replicó el muchacho.

—¡Nos ha estado espiando esta sabandija! —bramó Roberto con el rostro que chispeaba en una ardiente furia—. Yo no creo que sea de fiar.

—Me disculpo, pero ya habría hecho algo en contra de ustedes si esa fuera mi intención —replicó el chico con la mirada baja.

La indignación del moreno era más que evidente. Por su parte, Ian pensó que todavía tenía mucho que escuchar para entender lo que se enfrentaría en el futuro. Asha sabía que allí estaba, frente a frente con la persona con la que tenía que hablar, pero ni él mismo comprendía la razón por la que su hermana lo quería muerto, o el haber guardado tanto rencor en su contra por muchísimos años.

—Supongo que ya sabes lo del embarazo de tu hermana, en ese caso

—¿Ella está embarazada? —cuestionó el chamo de ojos rojos con inquietud y preocupación al mismo tiempo.

—Es una posibilidad —pronunció el ojiverde—. ¿Cómo es que no lo sabías si has estado espiando?

—Tal vez por petición mía —declaró—. Fui entrenado como un príncipe volcabramaniense, así que pedí información respecto a ti, pero en el caso de Edna, pedí que se me d8eran noticias hasta después de conocerte.

—¡Eres un sucio descarado! —rugió Roberto—. ¡¿Qué hacemos todavía aquí con esta inmunda cucaracha?!

De pronto, y temiendo algo que no podía sacarse de su mente, Roberto no pudo contener las ganas de averiguar más sobre algo mencionado por Asha momentos antes. ¿Sería que había vivido engañado por su madre y que la respuesta se encontraba ante él?

—¿Qué más puedes decir sobre el hombre que se parece a mí? —demandó Roberto a modo de exigencia, llamando peculiarmente la atención del chico enfrente suyo.

—Fue el maestro de mi hermana —comentó, recordando los ojos negros de este—. Jamás me agradó, y su sola presencia me hace sentir incómodo. —Su cuerpo realmente tiritaba ante las atónitas presencias de Ian y su pana.

Cada que Asha se encontraba con ese hombre, era como si el ambiente se envenenara y el aire se cargara de enormes rocas con las que era difícil mantenerse a raya.

—Gracias por hablar con nosotros —dijo Ian—. Aunque seas prisionero en este momento, veré que no te falte comida, ni un lugar para que puedas hacer tus necesidades.

Asha se mantuvo en silencio. Por su parte, Roberto no podía sacarse la idea de que el hombre mencionado por el volcabramaniense podría ser la persona que tanto le ha faltado. Llevó la mano al pecho, apretando esta al igual que los dientes. Tal vez Asha buscaba crear confusión en ellos y al final rebelaría ser un enemigo más, así que Rob prefirió mantener aquella desconfianza en este pibe.

De pronto, Wyndham apareció detrás de los chicos. Su mirada era tan seria, que Ian supo que podría meterse en problemas con él si decía algo que no le fuera de agrado.

—Ya terminó la tormenta, así que es momento de seguir la marcha —pronunció Wyndham, yéndose tan rápido como llegó.

Ian y Roberto asintieron, por lo que fueron a preparar sus cosas, mientras Wyndham dedicó una mirada furibunda a la tienda en la que se encontraba el hermano de la reina de Volcabrama. Por su parte, el muchacho esperaba cualquier indicación. Sabía bien que en cualquier momento sería capturado, pero el hablar con el joven gobernante de Terradamar lo había aliviado bastante.

«Espero que las cosas mejoren, yo ya no entiendo nada y la verdad es que tengo miedo», pensó.

Tras casi media hora para terminar con los preparativos, el grupo finalmente pudo continuar el viaje, pero el aire cada vez más se sentía más caliente con cada nuevo paso que daban, acompañando a un sol tan abrasador.

—Usen los trajes especiales para esto —indicó Anan—. Además de que las gafas nos protegen la vista, los uniformes ayudarán a prevenir quemaduras por el sol.

Todos se pusieron sus atuendos ante las palabras del hermano del heredero al trono de Áeronima, incluso Asha, en calidad de prisionero, tuvo que ponérselo. El calor era insoportable, y el estar muy abrigado provocaba que los presentes quisieran desvestirse. Ian podía sentir que la ropa se le pegaba al cuerpo debido al sudor. Tenía que encontrar sombra y una buena dosis de agua para seguir el camino y sus pesares.

Dos días más de camino transcurrieron, con el grupo volviendo a caminar tras detenerse la tarde del día anterior para protegerse de otra tormenta de arena. Durante la noche, Ian tuvo pesadillas con grandes estruendos en los que casas y edificios de adobe y arcilla eran destruidos sin cesar. Vio a Ivonne siendo atacada por una extraña sombra negra que la estrangulaba y apuñalaba en el vientre sin piedad alguna.

Aquella figura se transformó en Asha, quien dedicó una sonrisa que dejó perplejo al muchacho, así como le hizo caer de rodillas.

—Nunca debiste de confiar en mí, Ian —declaró el pibe de ojos rojos ante el asombro del joven gobernante de Terradamar, al son de una transformación monstruosa en su rostro,

Ian se despertó de golpe, y mientras avanzaba, llegó a cuestionarse si había sido una buena idea haber confiado en aquel otro joven. Buscó a Roberto con la mirada, pero este no le había dirigido la palabra desde la charla que tuvieron. De pronto, tropezó. No estaba acostumbrado al clima y sentía que sus fuerzas abandonaban su cuerpo. Gelatín tomó la forma de una sombrilla, mientras que Anan se acercó a él.

—Ya casi llegamos, chico. —Acercó una cantimplora a la boca de Ian—. ¡Bebe!

El castaño bebió desesperadamente. El agua estaba fresca, y sentía que esta le brindaba alivio y fuerzas para seguir adelante. Gelatín en modo sombrilla, lo protegía del malestar que se formaba en el ambiente.

Tras media hora más de camino, y acompañados de un cielo cambiante y franjas verdes de pasto y arboledas, todos pudieron vislumbrar una enorme ciudad que no hizo más que preocupar al ojiverde al ver construcciones parecidas a las de su pesadilla, lo que caló fuertemente en sus pensamientos.

«¿Habrá sido un sueño o una vista al futuro?», reflexionó Ian, mientras sus dedos de la diestra se deslizaban con cautela por debajo de su barbilla.

Entre más se aproximaban a la ciudad, los primeros rastros de una batalla se hacían presentes con cuerpos de soldados aliados y enemigos esparcidos por todas partes. Había un pútrido olor a muerte, además de cenizas y fuego. El pasto y los árboles tenían quemadores y algunas partes más estaban completamente chamuscadas.

—¡Qué horror! —reclamó Roberto, volteando a otro lado cuando estuvo cerca de tropezar con un cadáver que llevaba un uniforme parecido al que ellos portaban.

—Son los efectos de la guerra —comentó Wyndham—. ¿Esperaban encontrar un sitio tranquilo cuando ya sabían que la situación no era prédica mente la mejor?

De pronto, Asha escuchó una suerte de silbido que ya conocía desde que comenzó su entrenamiento al lado de alguien al que tenía mucho aprecio. El peligro se acercaba a ellos.

—¡Cuidado! —anunció Asha, y de inmediato, varias bolas de fuego se hicieron presentes en el cielo en dirección a los panas.

Aprovechando que se hallaban en su elemento, el pibe juntó sus manos, creando un ruido de un aplauso. Una gran capa de tierra se alzó sobre el ejército de Áeronima para proteger a los presentes del impacto de los fieros contrincantes que tenían.

«A actuar poseído, pues», meditó.

Para proseguir con el plan que tenía en marcha, Ian emitió un rugido potente. El escudo de tierra que había creado se volvió a alzar, siendo disparado en distintas direcciones. Alzó sus manos para crear una tormenta de arena, evitando que un solo grano de tierra tocase a sus compañeros de guerra.

En tanto, a su derecha, Wyndham vislumbró a un grupo d euros veinte soldados enemigos aproximándose a ellos, por lo que se acercó a Anan con un plan en mente.

—Tenemos que encargarnos de estas sabandijas rastreras, hermanito estúpido —mencionó el mayor para Anan.

—Será un placer, hermano asqueroso y bobo -—replicó este con una sonrisa sarcástica en su rostro—. Llevó la mano derecha su bolsillo del pantalón, mientras su tato sacaba algo por dentro de su uniforme.

Ambos sacaban aquellos instrumentos musicales que usaban como armas para la lucha que ya había llegado a ellos.

Wyndham comenzó con aquella melodía que combinaba sonidos repletos de sutileza y de caos a la vez, mientras que la armónica de Anan era calmada y relajante, únicamente para los que conformaban parte de su bando.

Una poderosa ventisca azotó con fuerza a los oponentes que habían intentando acortar la distancia, mientras comenzaron a cubrirse los oídos como si algo estuviera resonando de una manera horrorosa en ellos.

De pronto, el ojiverde volvió a soltar un bramido furioso, dirigiendo una gran capa de tierra en contra de sus adversarios. Golpeó el suelo, creando una grieta en dirección a aquellos extranjeros que atacaban la tierra de su amada Ivonne. Sentía que debía luchar para proteger la tierra de su verdadero amor, y no el de aquella que inició una guerra. En ese momento, olvidó que él tenía un posible asunto importante en Volcabrama.

Y de pronto, Asha tuvo un horrible recuerdo. Una tétrica sonrisa se había dibujado en el rostro de su hermana mayor cuando ella lanzó varias bolas de fuego en su contra. Una de estas había dado contra su espalda, y al mismo tiempo, una negruzca aura cubría por completo a Edna. Ahora, viendo a aquel chico, un pequeño manto de una energía similar se había levantado a la altura de la espalda de Ian.

Roberto también se había percatado de la situación, pero llegó a pensar que se trataba de una sombra creada por los movimientos de su amigo.

Y de pronto, el suelo se partió por debajo Y cerca a la vez, de los enemigos. Ian se cubrió el rostro, fingiendo dolor, como si estuviese pasando un mal momento para tratar de controlar sus poderes, llegando a ser visto por algunos de los hombres de Volcabrama. Aprovechando la oportunidad, Wyndham tomó la palabra.

—Aquí con nosotros se encuentra alguien muy especial al que hemos capturado tras una misión secreta en Terradamar. —Su boca y ojos parecían haberse oscurecido, dando paso a una sonrisa malévola—. Nos hemos hecho con el joven rey de Terradamar y aquellos que lo criaron desde pequeño, pero más interesante aún —dijo, llevando su mirada a Ian, quien atacaba con tormentas de arena y lodo—, nos hemos hecho con un poderoso aliado al que hemos conseguido lavarle el cerebro para que luche por nosotros.

«Fingir no es mi estilo, pero sé que tengo que hacerlo, pues estoy decidido a luchar por Ivonne y su gente, al mismo tiempo que descubro que está pasando con esta guerra», pensó, recordando las palabras de Asha.

Asha solamente podía limitarse a observar el conflicto que se estaba desarrollando frente a sus ojos. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza. Una llama en su interior crecía a cada segundo, mientras las ansias de unirse al conflicto crecían dentro de su ser. Era el momento de actuar. Tenía que ser partícipe de un evento tan importante, pero, la cuestión importante: ¿lucharía en contra de su hermana y su pueblo, o se uniría a aquellos que le dieron la espalda en el pasado?

Tenía que describir lo que había ocurrido con su hermana, esto era seguro. Su propia alma y corazón estaban puestos en entender algo que por ahora lo carcomía, ella había sido una de las dos personas a las que más aprecio llegó a tener. Sabía que algo malvado estaba sucediendo, así como que Edna tendría una verdadera explicación para tratar de asesinarlo en el pasado.

—Me uniré a Ian y su gente —mencionó el chico—. Es lo correcto para conectar todo lo que está sucediendo, hermana.

»Lo siento, pero tengo que detener esta locura. —Cerró los ojos y apretón los puños. No estaba ni tantito orgulloso de dar la espalda a la tierra que lo vio nacer. Tal vez era cierto y era un «sucio traidor» como lo llamó Edna.

Otro grupo de enemigos se acercaba, dando paso a que Wyndham y Anan volvieran a unir sus fuerzas al hacer sus propias presentaciones musicales, creando fuertes vientos que empujaban a sus adversarios, o los aturdían antes de golpearlos.

De pronto, Ian sintió que era el momento de usar su nuevo as bajo la manga. Se concentró en reunir el sudor de los presentes como si fuera agua común y corriente. Las gotas se reunieron en un gran cúmulo que Ian aprovechó para lanzar en todas direcciones, pero además de asestar contra una docena de soldados volcabramanienses, dio con algunas llamas que apagó con estas.

—Quiero unirme a esta lucha, por favor, confíen en mí y libérenme de mis ataduras —rogó Asha, con un verdadero deseo de apoyar en el conflicto, pero sus guardias se negaron.

—¿Y confiar en el hermano de nuestro peor enemigo? —inquirió un soldado de Áeronima—. ¡Jamás!

—¡Soldados, a la ciudad! —ordenó Wyndham—. ¡Nosotros nos quedaremos con nuestros invitados especiales y el prisionero!

Los hombres de Áeronima comenzaron con su despliegue, en tanto que Ian, Rob y Asha permanecieron cerca de los tatos de Ivonne. Asha quería hacer algo para ganarse la confianza de estos, ya que odiaba quedarse de brazos cruzados.

«¿Por qué no me creen?», se cuestionó enojado.

Haciendo uso de su conexión mental, Ian pidió apoyo a su fiel compañero Gelatín para evitar que otros enemigos se acercaran al grupo.

—Los iré detectando para que tú puedas atacar, pues sugiero usar toda mi fuerza si el asunto se complica — respondió el guardián de Terradamar.

Ian giró a su derecha, lanzando una ola de tierra contra dos soldados del lado contrario que intentaron acercarse a él por la espalda. Sopló, creando una lluvia de pequeñas rocas que impactaron contra otros rivales que trataron de hacerle frente.

Y entonces, varios estruendos provocados por explosiones fueron audibles en la zona costera de Simúneta, alarmando a los presentes.

—¡Imposible! —gritó un furioso Wyndham—. ¡Nos están atacando por todos los lados posibles!

Posiblemente desde el mar consiguieron romper con sus defensas que tenían apoyadas desde años atrás. Significaba que más enemigos de Océanova habían arribado para apoyar a sus propios aliados.

Desde el lugar de los hechos, un pilar azulado se hizo presente. Ian sintió calma, ya que estaba seguro de que Ivonne estaba luchando, viva y peleando ferozmente contra los enemigos de sus tierras. El gran ave de Áeronima estaría acompañándola en este combate. Era una señal de que estaba a salvo.

«¡Ten mucho cuidado, amor!», pensó el chico.

La mina y los soldados bajo su mando estaban peleando contra el ejército de Océanova, mismo que tenía a su mando criaturas extrañas que combinaban características de peces y otras criaturas del océano con humanas.

—Puedo sentir a Ian y a mi viejo amigo cerca —dijo el guardián de Áeronima a la chica.

—¿Qué? —cuestionó la princesa, sorprendida y a la vez aliviada de saber que pronto se reuniría con su novio.
—El poder de un enamorado y de sus aliados, tus hermanos —replicó el ave.

De pronto, un pilar de luz verdosa, que pronto se tornó bronceada, apareció a unos dos kilómetros de su ubicación. Gelatín había tomado su verdadera forma y fuerza, desplegando sus alas y rugiendo majestuosamente con gran fuerza, se alzó por los cielos.

Varios batallones más del lado de Volcabrama aparecieron con algunos perros del infierno para tratar de luchar contra la gente de Áeronima. Flint comandaba a estos, y su objetivo principal parecía haberse unido a la mala a los enemigos de la corona de su tierra natal.

—¡Tenemos que vencer primero al rey de Terradamar! —bramó—. Tal vez esto lo saque de su trance al que fue sometido.

Aunque los ataques de tierra y pequeñas piedras de parte de Ian parecían una locura, tenía cuidado de no dañar al bando por el que estaba luchando. Gelatín podía ver más allá,ya fuese siendo un slime o el gran dragón del continente del elemento tierra.

—¡Ataquen con todo lo que tengan, mis tropas! —ordenó el comandante enemigo. Su voz llamó la atención de Asha.

—No... No puede ser... —enunció el muchacho de Volcabrama con voz temblorosa. Él no podía creer que aquel hombre estuviera en la guerra—. Mi maestro... ¿Por qué? ¿Por que él esta peleando por los ideales de guerra, muerte y destrucción de mi hermana?

»É-él quería que yo...

En su mente, todo se tornó borroso, mientras una furia aumentaba en su corazón ardiente. No estaba bien. La guerra nunca era algo que estuviera bien. ¿Qué era lo que hacía Flint en este lugar? ¿Por qué tendría que luchar contra lo más cercano a un padre? ¿Acaso él también lo quería ver sufrir como declaró su hermana aquel día?

—Asha, usa tu poder solamente cuando te sea necesario, pequeño —dijo un Flint más joven a un chiquillo de unos seis años—. Lo importante de un combate es cuidar de ti y de la vida misma. El fuego es bastante peligroso, y en manos equivocadas —prosiguió, dando suaves caricias en la nuca al pequeño—, puede ser dañino.

—¡Ya basta, hermana! —chilló, tras recordar un dulce momento con su mentor, y luego, se tiró al suelo, llorando con una furia incontrolable que necesitaba ser desatada—, ¡Traes a la guerra hasta las personas más bondadosas que he conocido!

Las palabras del hermano de la reina de Volcabrama fueron escuchadas por Wyndham y Anan. Tal vez lo habían juzgado realmente mal y no comprendían por lo que estaba pasando. Para Ian, el episodio fue lamentable. Un chico noble tendría que enfrentar una terrible batalla contra un ser querido, pero este último, ¿sería capaz de hacerlo?

Flint comenzó sus ataques con un arma que lanzaba ráfagas de fuego, mientras que Ian se protegía con un escudo de roca y arena. El dragón fue directo a un embate contra los perros del infierno, mientras que el compañero de Ivonne trataba de mantener alejados a los hombres y extrañas criaturas de Océanova, siendo acompañada de la chica que desenfundaba flechas que lanzaba con una destreza repleta en maestría.

Por su parte, Rob se encontraba ayudando a los múltiples heridos que estaba dejando el combate. Había aprendido nuevas técnicas curativas durante su estancia en el castillo en el que vivía la familia de la princesa. Él decidió entrenar con sacerdotes para incrementar su capacidad de sanación sin gastar mucha energía, y las sacerdotisas le enseñaron nuevos movimientos curativos que podría usar para ayudar a múltiples personas a la vez. Decidió internarse lo más posible a la ciudad para buscar a quienes necesitasen de su apoyo.

—Es lo que debo hacer —dijo a sí mismo con determinación—. Fui entrenado para servir en momentos de necesidad en una guerra.

»Mamá, gracias por enseñarme a cuidar y mantener la vida.

El trío de amigos estaba preparado para brindar su poder a Áeronima, dando lo mejor que tenían de sí mismos en el campo de batalla, al son de los estruendos, los gritos coléricos y de dolor que hacían eco en toda una gran urbe de arcilla y adobe.

Tres grandes milicias: viento, fuego y agua, acompañados de dos chicos de Terradamar, era los protagonistas de este acto bélico que parecía no tener fin.

Todo aquello usado para apresar a Asha se derretía. El chico quería detener los malvados planes de su hermana mayor. La única forma de lograrlo era luchando contra el hombre que al que llegó a considerar como su padre en ausencia de uno verdadero.

Un pilar de fuego se hizo presente. Aquellos que estaban cerca del hermano de la reina de Volcabrama estaban impresionados, pero las llamas no les provocaban ninguna daño. Al contrario, las fuerzas volvían a su cuerpo.

«Tengo que detener a mi maestro, y tal vez esto me ayude a entender lo que pasa con mi hermana», reflexionó el chico de orbes tan rojos como la sangre.

El gran dragón y el gran ave seguían ocupados con lo suyo. El compañero de Ian lanzaba grandes chorros de arena desde el hocico, y su camarada con rayos láser que arrojaba por los ojos, o fuego que lanzaba desde el pico. Ivonne inició una lucha en contra Chantara, usando el arco con el que habla entrenado por años, mientras esta última usaba agua como arma y escudo, usando movimientos que parecían una sutil danza.

Ian y Flint luchaban entre ellos, cuerpo a cuerpo. Flint no parecía notar nada extraño en la mirada del joven rey. ¿Realmente estaría bajo una especie de control mental?

«Tengo que hacer esto más creyente», pensó el ojiverde, comenzando a rugir y observando a Flint como si le tuviese un odio desmedido.

Dentro de la ciudad, Roberto comenzó a sentirse agotado, pero había conseguido ayudar a muchas personas. Había conseguido un gran avance como sacerdote en entrenamiento, pero requería de un descanso para continuar brindando una mano en el conflicto que no daba tregua a nadie.

—Ian, Ivonne, por favor, cuídense muchito.

Se tiró al suelo, recargando la espalda en una pared para poder recargar fuerzas, pero no notando que desde un techo cercano, era observado por aquel que dio fin a Yaco.

Los hombres de Volcabrama tenían ante ellos a los hermanos de la princesa, pero este par era muy poderoso para enfrentarlos, siendo dignos representantes de la corona de la que eran rivales. Pocos eran aquellos que se atrevían a hacerles frente.

—¿Por qué no luchan como verdaderos hombres? —demandó un soldado volcabramaniense.

Anan sonrió y con un muro invisible de viento lo arrojó contra el muro de un edificios de seis pisos de alto.

De pronto, Asha aterrizó justo en el centro del combate entre Ian y Flint. Tenía un asunto pendiente que requería de su atención.

—Lo siento, su alteza —dijo Asha, mientras sus ojos parecían dos flamas que ardían con firmeza y fogosidad—. Yo debo luchar contra este sujeto.

»Él no debería estar aquí. —Miró a Ian, esperando una especie de respuesta suya, pues entendía que estaba dentro de un personaje—. Él fue el hombre que me enseño a luchar por mis ideales y proteger a otro, así que no entiendo qué hace sirviendo a mi hermana.

En un lugar alejado del campo de batalla, con una carente iluminación, una siniestra figura yacía sentada en un trono, observando con inquebrantable atención el evento marcial que se estaba desarrollando en Simúneta. Una sonrisa malvada se dibujó en su rostro, y los dedos de su mano derecha golpean impacientes el reposabrazos.

—Es muy impresionante cuando los descendientes de aquellos que me encerraron en esta prisión están luchando entre ellos —enunció este extraño ente—. Pronto la oscuridad alcanzará y engullirá al mundo de la luz. Mi pueblo, mi gente, ¡pronto seremos libres de nuevo!

Ese ser misterioso se deleitaba con la batalla, lo que demostraba con una risa digna de un villano. ¿Cuál sería su relación con este conflicto?

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