El viaje a Áeronima: Fin del arco de Terradamar.
La aventura tenía que continuar rumbo a nuevas tierras, pero Ivonne no se sentía tranquila. El agua era el territorio de los otros enemigos, pero al no existir otro medio para viajar, debía hacerlo por agua. Rob era el capitán, pues parecía entender mejor el mecanismo del barco que sus compañeros. El hijo de la sacerdotisa tuvo un recuerdo. Mientras se dirigía al barco, la hija de Barth estuvo cerca de caer. Él pudo tomarla a tiempo, y así logró evitar que cayera al suelo. Los dos quedaron petrificados por un instante, pero mirando fijamente al otro. Fue así que ambos no pudieron contener más el sentimiento de besarse apasionadamente
«Espero que no sea mucho el tiempo que estemos fuera de Terradamar, ya que quiero regresar a los brazos de mi linda Kaia», pensó el pelinegro bastante animado,
Además de admirar la belleza de la chica, le gustaba que fuera una chica tierna y cariñosa. Su sonrisa y el brillo en sus ojos lo había dejado hipnotizado. Era todo lo que necesitaba de una mujer. Era como un regalo caído del cielo.
Y mientras tanto, en la cubierta, Ian observaba el océano debajo suyo. Él sentía un ligero temor ante aquella zona. De niño llegó a escuchar historias de criaturas extrañas y horribles que habitaban en el lugar más profundo de este escenario, mismas que provocaban la desaparición de personas que se adentraban en sus territorios.
Ivonne lo observó, acercándose más a él para tomar su mano. Ella también estaba preocupada por la situación. Se supondría que las aguas deberían de estar infestadas de enormes y crueles seres bajo el control de la gente de Océanova, por lo que tampoco encontró mucha tranquilidad al viajar en barco.
—Estás preocupado, ¿cierto? —cuestionó la chica, al mismo tiempo que el aire juguete a con su cabello, evento que deslumbró al chaval.
—De niño escuché varios relatos no muy alentadores de gen que se adentró demasiado al mar para jamás volver —replicó el muchacho castaño—. Esto me pone nervioso, pero no tenemos más opción para ir a tu hogar.
El pibe tomó la mano de la mina, depositando un beso en esta la miró y sonrió. El,a era su complemento, ahora tenía que fingir su secuestro, pero ahora él era quien comenzaba a preocuparse por su tierra natal. La princesa se acercó, tocando y pasando su otra mano sobre la mejilla de joven por el que su corazón latía.
—Si tu padre pudo usar esta cosa para viajar, habrá que esperar lo mismo de nosotros —manifestó la chica, mientras se arreglaba un mechón de cabello—. Tener fe es lo mejor que podemos hacer por ahora.
»Te mentiría si te digo que no me preocupa el viaje, pero ya me cansé de estar ansiosa todo el tiempo.
Los dos tenían mucho que hablar, mientras Roberto seguía maniobrando el barco. Estaba siguiendo un intento de mapa que encontró en la cabina del capitán. Gelatín avanzó dando saltitos hasta dar con él, algo que no pasó desapercibido para los ojos del pelinegro. Este sonrió, mientras mantenía la vista al frente.
—¿Sucede algo, amigo viscoso? —inquirió el muchacho—. Aunque al ser realmente un dragón, creo que debería llamarte: «amigo escamoso».
El slime saltó a la cabeza del hijo de la sacerdotisa, y este no tuvo objeción alguna. Era tan blando que era también como recibir un masaje proveniente de aquel ser.
—Seguramente esos dos tórtolos ya te cansaron y necesitas compañía para no sentirte solito —afirmó el vato con una sonrisa dibujada en el rostro—. Pues ni modo, van a estar así por un buen rato.
El slime solamente se limitó en seguir sobre aquel chamo, mientras que el otro par veía con calma la marea. El otro joven siguió con el avance del navío, poniendo atención en el escáner que había en este. De momento no existían motivos para preocuparse, aunque la calma de las aguas del océano perturbaban al juvenil capitán.
De vuelta a la cubierta, Ian se levantó, ayudó a Ivonne a incorporarse, y ambos caminaron al interior del barco para ir al lugar en el que se encontraban las habitaciones. Gelatín también decidió dejar a Roberto, quedando este completamente solo.
—Claro, dejen a solas al capitán, pues no necesita compañía alguna —refunfuñó este. Entonces, llegó a su mente un recuerdo en el que estaba en Rocalle junto a su madre. Él era tan sólo un chico de cuatro años, allí vio a varios niños acompañados de ambos padres.
Meses más tarde, lo mismo ocurrió en las caóticas y cálidas vecindades y complejos habitacionales de Sismónica. Días más tarde, comenzó a preguntar a su madre sobre la razón por la que su padre no estaba con ellos. Ella ignoró las preguntas, respondiendo otros asuntos.
«Mamá siempre puso por delante mi entrenamiento. Era su forma de evadir las preguntas sobre papá», pensó el morro, mordiéndose el labio inferior.
Roberto dejó aquellas preguntas después de un tiempo, pero cuando llegó Ian a su vida, e Ivonne le hizo aquel cuestionamiento cuando estaban buscando rescatar al joven monarca, volvieron aquellos pensamientos sobre la falta de su progenitor. Sentía que su vida estaba incompleta, y quería saber si este había muerto o no.
—Si se separó de mi mamita, habría sido mejor saberlo —vociferó, mientras seguía manejando el barco, pero con una mirada perdida.
[...]
Ian yacía solo en su habitación, una que consistía en dos literas, y unas cajoneras. De pronto, decidió abrir el mueble para buscar algo relacionado a su padre. Fue así que dio con un pequeño cuaderno que tenía una letra similar a la de su padre adoptivo, pero más grande y de mejor caligrafía. Además, la primera letra escrita en este era: «Jormungand».
Al ver lo que estaba escrito en la primera página del cuaderno, a su mente vino la voz de su madre repitiendo aquello. Fue así que recordó que este era el nombre de su progenitor. Así que el objeto debió pertenecer a él.
El chamo tomó el cuaderno con sus manos, y se acostó para dar una hojeada a lo escrito por su viejo. Con esmero y una sonrisa, dio vuelta a la página. Allí vio una nota que llamó plenamente su atención:
«El continente de Terradamar está comenzando su era de prosperidad. Han sido varios los viajes que he realizado para con las tierras vecinas. La tensión ha disminuido bastante, y he logrado convencer al nuevo rey en Volcabrama de forjar una alianza con los territorios bajo mi dominio. Gracias a su capacidad para manejar el fuego, varios proyectos de gran tecnología podrían llegar a Gredesanía y otras ciudades de mi amado hogar.
Ahora, falta por forjar una última alianza. El continente de Áeronima buscaba la guerra, pero tras la muerte de su anterior rey, y la llegada de uno nuevo, todo apunta a que también se logrará crear un lazo de amistad con su gobernante, para el bien de nuestros pueblos».
El chico del slime siguió leyendo con calma. Encontró que su padre en este momento ya estaba casado y en el momento, tres de sus hermanos ya existían, mas, fue una temporada de tormentas que entorpeció la llegada de su padre al continente del que provenía su amada Ivonne.
Más adelante, encontró una nota más.
«He leído antiguos registros de una guerra antigua que precedió a mis antepasados. Hay una vieja leyenda que habla de la batalla de dos reyes que pelearon ferozmente por el destino del mundo.
Parece que antes las cuatro tierras estaban unidas en una sola. Los que adoraban la música y estudiaban sus sonidos, ahora son los habitantes de Terradamar. Aquellos que se dedicaban a la pesca y tenían sus ciudades ocultas a la vista de todos, ahora viven en Océanova. La gente de un carácter indomable, que habitaron las tierras más difíciles, deben ser los ancestros de los pueblos de Volcabrama, y aquellos que convirtieron las cuevas y usaron la tierra para forjar imperios, deben ser mis antepasados.
No obstante, también se habla de que hubo un rey que controlaba un elemento que ahora no existe: la Luz.
Este fue el Rey Luminoso, mismo que enfrentó al Rey Oscuro, su hermano. Se sabe que tuvo un hijo en el pueblo de greda, lo que hoy parece ser Gredesanía. Me pregunto si estará relacionado con mi familia».
Prosiguió con su lectura, hasta que de pronto, su padre parecía comenzar a perder la fe. Los atrasos con el desarrollo de tecnología parecían darse con frecuencia. La gente Océanova decidió dejar de enviar sacerdotes y sacerdotisas que pudieran ayudar a las nuevas generaciones de sus homónimos en Terradamar, pero con Áeronima, no existió ningún problema en sus relaciones.
El mayor de los asuntos, estaba con su propia gente. Los ricos se aprovechaban de los más vulnerables, y fue necesaria la mano dura para que estos le temieran. Los castigos a los adinerados que abusaban de sus empleados eran severos, mucho más allá de sanciones monetarias. Podrían pagar con torturas físicas, hasta la muerte, cuando era comprobado que ellos mismos asesinaron a sus empleados por considerarlos «incompetentes».
«Papá me advirtió que los adinerados en Gredesanía y otras ciudades de Terradamar eran un peligro, pero jamás imaginé que entre ellos mismos estarían encubriendo terribles crímenes contra la gente a su cargo.
Fosas repletas de huesos de trabajadores inocentes, mujeres que han tenido que tomar la decisión de no tener a los hijos de sus empleadores que las han poseído contra su voluntad, ejecución de enfermos sin muchas veces sin acudir a nuestros médicos.
Hay gente que me preocupa, ya que está corriendo la voz de que soy un tirano, si eso es loq je quieren que sea, lo seré, pero voy a necesitar la ayuda de mi hermano, mismo que ya está listo para liderar a mis hombres, para un plan mucho mayor.
He comentado esto con el gran dragón de Terradamar, y aunque también es doloroso para él, sabe que debo sacrificar mi vida si es necesario, para purgar al continente de estos males».
El muchacho no sabía a lo que su padre se refería. ¿Acaso quería cometer un terrible genocidio?
Volvió a leer. Se describían los actos en los que los culpables eran azotados y en otras, eran ejecutados. Su progenitor sabía bien que aquello daría una peor imagen ante sus detractores, pero no podía dejar que aquellos rufianes se salieran con la suya, cuando ellos mismos cometían crímenes atroces,
Ian no quiso seguir leyendo, y de pronto, su visión se tornó borrosa. Sentía que alguien más lo sostenía, como si de un bebé se tratase. Fue así que se dio cuenta de que estaba teniendo un recuerdo en el que su padre biológico lo sostenía en brazos. Ambos se encontraban en el mismo barco.
—Mi pequeño Parker, me han llegado noticias terribles de un futuro no muy lejano —dijo su padre, al que se le veía consternado—. El gran dragón sabía también que una rebelión es inevitable, pero, ahora he escuchado que algunos de nuestros aliados están cada vez más disgustados.
»La gente de Volcabrama quiere volver a utilizar esclavos para el trabajo pesado. —Suspiro, llevando a su retoño a la altura de su rostro. Dio un beso en la frente del menor, y este se aferró a su cuello.
—Papá, quiero un caballo —mencionó el pequeño príncipe. Su viejo sonrió.
—No estoy muy seguro de que sea buena idea a tu edad, hijo —replicó el anterior gobernante de Terradamar. Frotó su nariz con la de su bendición, y este se pitorreó con entusiasmo—. Parker, tengo miedo.
»Me aterra tu nobleza —dijo, pero el chico parecía no entender lo escuchado de los labios de su padre—. Las sacerdotisas dicen que estás destinado a grandes promesas, pero también, a afrontar grandes peligros.
»No quiero que salgas lastimado, hijo mío. —Volvió a depositar un beso en la frente del jovencito—. Eres la única luz que me preocupa.
Ian, todavía rodeando el cuello del mayor, observó sobre la cama un libro al que en ese entonces no le prestó mucha atención.
Fue así que el chico volvió a su realidad. En otro cajón dio con aquello que vio en sus memorias. Parecía ser una copia del libro del que alguna vez Yaco le habló cuando hizo aquel pacto de enviar su semilla a la reina de Volcabrama.
Decidió dar un vistazo también al libro.
[...]
Ivonne estaba en su propia habitación. Estaba bocabajo sobre el colchón, pensando en Ian, pero también en los malos tratos que tuvo con él durante sus viajes. Sollozó. Sentía que no merecía el amor de aquel pibe por el que su corazón finalmente cedió. Quería volver a atrás y evitar todos los problemas que su rechazo habían provocado. Se sentía como la responsable de que él hubiera aceptado el trato que propuso el ahora difunto comandante del territorio enemigo.
No era justo que él estuviera cargando un enorme peso. Tampoco era una jugada limpia. Aunque lograra atraer la atención del continente del fuego en su hogar, estos contaban también con un aliado más con la gente de Océanova.
Y entonces, a su mente vino un pensamiento inquietante.
«¿No se supone que los océanos deberían de estar plagados de las criaturas pertenecientes a la gente del territorio del agua?»
De acuerdo a sus hermanos, Océanova vigilaba constantemente sus propias zonas. El océano era una zona libre para ellos. No era normal tanta tranquilidad en aguas intercontinentales.
—No detectó peligro alguno —afirmó el guardián de Áeronima—. Al menos no por ahora.
—Es bastante sospechoso —declaró la chica.
—Algo importante debe estar pasando para que no haya ni un enemigo al acecho —comentó el gran ave—. ¿Y tú cómo te encuentras, Ivonne?
—No siento que sea justo para Ian el que siga enamorado de mí —confesó. Se mordió el labio inferior tras aquella aseveración.
Llevó sus manos a la altura del pecho, y volvió a sollozar. Amaba tanto al vato, que ahora sentía que todo era un mar de emociones. Su guardián estaba enterado de lo que pasaba en su corazón, así que quería ayudarla a liberar toda la carga emocional. También meditaba de la chica para retomar su verdadera forma.
—¿Recuerdas las historias que tu padre te leía antes de dormir? —demandó el protector de Áeronima.
—Las recuerdo —replicó la chica. Cerró los ojos, tratando de memorizar.
Nobles caballeros, poderosos guerreros, valientes hombres... Estos eran un común en las narraciones de su progenitor. Estos se enfrentaban a temibles monstruos y a criaturas poderosas para salvar a las féminas de las que estaban enamorados, o simplemente lo hacían para demostrar su valía.
Sin previo aviso, recordó la historia de un joven caballero castaño y ojos verdes que llegó a un pueblo asediado por las tinieblas. Estaba muy herido, y fue descubierto por una joven de nombre Edén. Era una hermosa muchacha de cabellos cobrizos, piel tersa y suave que lo dejó cautivado.
Aquel joven era en realidad el hermano de un rey malvado, su nombre era Epifanio. Llevaba consigo un gran huevo, pero estaba agotado tras ser cazado por las fuerzas de su hermano mayor.
Este era un hombre cruel al que debía detener. La mujer se ofreció a brindarle su ayuda. Este aceptó, pero temía por la seguridad del pueblo en el que se hallaba. A la muchacha no le importaba mucho. Su gente, del pueblo de Greda, sabía luchar.
Para comprobar esto, el noble decidió enfrentarse a todos los varones. Uno tras otro fallaron la prueba, así que no había más que entrenarlos en el arte del combate. Día tras día, el caballero cumplía su misión de fortalecer a las personas que le brindaron un nuevo hogar. Deseaba que al menos pudieran luchar para proteger a sus familias del tenebroso poder oscuro del Rey Oscuro.
Con el paso del tiempo, formó una familia con la mujer que lo encontró débil y sin esperanzas. Ella quedó embarazada, y él, decidió emprender una marcha para liberar al mundo del yugo de la corona tenebrosa.
En compañía de su amada esposa, se alzó como el Rey Luminoso. Además, contaba con el poder de un gran dragón de escamas doradas, y con un ejército de los pueblos que llegó a independizar de la monarquía enemiga.
El enfrentamiento duró cuarenta días, terminando con la expulsión de su mortal enemigo y su gente a un abismo profundo, peor él, tuvo que sacrificar su vida, pidiendo la ayuda de su gran amigo para que el balance del mundo no se perdiera. Este se dividió en cuatro, siendo también el ancestro de los guardianes que dieron origen al mundo actual. Uno dividido en cuatro continentes.
La mujer parió a un niño al que llamó Parker, y se convirtió en el rey del pueblo de Greda, uno que adoraba mirar el cielo, y viajar a la costa.
—Su sueño era encontrar al amor de su vida en una tierra lejana —comentó Ivonne con una sonrisa—. Lo encontró, pero fueron obligados a estar separados.
»El nombre de la mujer era Ivonne.
—¿No crees que es bastante coincidencia? —inquirió el ave.
Fue así que la mina pensó en el nombre del hijo del Rey Luminoso, en el pueblo que encontró a Ian, en el guardián de Terradamar. ¡Era algo totalmente asombroso!
—Sus vidas pasadas sabían que estaban destinados al encuentro —confesó el guardián—. Hay una leyenda de una guerrera arquera que se enamoró del primer gobernante del nuevo mundo, pero sus corazones no pudieron estar juntos.
»Prometieron que se encontrarían en otra vida, para no cometer el mismo error.
—¿Acaso estás diciendo que Ian y yo somos sus reencarnaciones? —demandó la chica con el rostro repleto de incredulidad.
—Sean o no, son demasiadas coincidencias —aseveró aquel ente—. Ivonne, lucha por el muchacho.
»Él te ama. Es muy noble, y necesita tu guía para que su corazón vaya contigo.
Ivonne se levantó de la cama. El gran ave de Áeronima tenía razón. Tenía que hablar con él, para ser honesta con todo lo que había en su corazón, pero también, para ofrecerle una disculpa. Cuando llegó a la puerta, lo encontró, justo allí, como si supiera que iba a salir en su búsqueda.
—Ivonne, yo... No lo sé —dijo. Sus pensamientos eran un desorden—, pero acabo de leer un libro que me hizo pensar que estaba destinado a encontrarte.
—Y yo justamente recordé un cuento que solía contarme mi padre.
—No quiero estar separado de ti —confesó el castaño—. Algo se nos tiene que ocurrir para que podamos estar juntó su por siempre.
—Todavía hay tiempo, Ian —declaró Ivonne—. Lo más importante que tengo que decirte, es que me he dado cuenta de que soy demasiado egoísta, y por ello, tuviste rienda suelta para tomar el camino difícil que se te presentó.
»Si no tuviera miedo a enamorarme, tú yo hubiésemos estado juntos desde antes de que enviaras tu semilla a la reina de Volcabrama.
—No fue culpa tuya, Ivonne —pronunció el muchacho, abrazando a la chica que comenzó a sollozar sobre su pecho. El depósito un beso en la nuca de esta—. La idea propuesta por Yaco fue bastante atractiva y tentadora.
»Pensé en el bienestar de la gente de Terradamar. Me pregunté si sería el camino para dar paz a un continente que todavía tiene que levantarse de sus propias cenizas.
»Mi peor miedo en el momento fue que llegaras a odiarme, porque yo te amo; empero, soy un cobarde que ahora huye...
—No estás huyendo —aseguró la princesa—. Sigues lo que tú corazón de dicta.
Ambos se vieron a los ojos. Sus corazones palpitaban en sincronía. Sus respiraciones chocaban entre sí, y al saberse a la distancia adecuada, pegaron sus labios, dando inicio a la mágica danza del primer beso oficial de ellos como dos enamorados.
Sabían que no había marcha atrás. Lucharían por estar verdaderamente juntos, y luchar por el amor que sus antepasados no pudieron tener. En esta vida, lograrían sobreponerse a los obstáculos.
Estaba plenamente seguros de que esta vida era suya para forjar una relación, y una familia en el futuro.
—Te amo, Ivonne —dijo Ian. Su rostro sonriente, irradiaba un fulgoroso brillo en sus ojos de color esmeralda que deslumbraron a la chica que tenía enfrente.
—Yo también te amo a ti, Ian —confesó la chica—. Pienso luchar por ti.
—Y yo por ti.
Ambos volvieron a besarse con la ternura y pasión de dos jovenes que finalmente aceptaban los mutuos sentimientos que tenían entre ellos.
[...]
Roberto estaba sentado en la silla del capitán. El viaja seguía sin contratiempos, y el clima estaba bastante tranquilo. De pronto, vino a su mente el recuerdo de su madre rodeándolo con sus brazos, mientras él le recriminó que ya estaba muy grande para dichas muestras de afecto.
No es que no le gustara recibirlas, pero le dio mucha vergüenza que lo hiciera frente a las personas que se convertirían en sus únicos amigos en la vida. Ahora se sentía pésimo por tener que dejar a su madre, pero sabía que en algún momento de su vida tendría que hacerlo.
—Es horrible la «mamitis» a mi edad —dijo con desánimo—. Me siento terrible de no avisarle que me iba, pero estoy seguro de que ya lo sabe.
Entonces, tuvo una sensación parecida a la de un mareo. Todo ante sus ojos daba vueltas sin tregua alguna. Se convenció a sí mismo de que era debido al calor provocado por un cielo despejado.
Tendría que ir por un poco de agua a la habitación en la que dejó sus cosas que le fuerom obsequiadas en Cavernova. Se encontró en la cubierta a Ian e Ivonne besándose. Quiso saludarlos, pero se dio cuenta de que el par de tórtolos solamente prestaban atención a la boca del otro.
«Esos dos deberían de irse a un cuarto si van a hacer sus cosas», juzgó con aire indignación, pero siguió su recorrido hasta dar con su habitación. Tomó de una maleta un frasco que contenía agua, y bebió sin detenerse. El líquido vital le quitó la sed y lo refrescó.
Estaba listo para volver, cuando de pronto, sintió que el barco se agitó bruscamente hacia la derecha.
De pronto, una enorme serpiente marina hizo su aparición frente a la embarcación, soltando un poderoso rugido, dejando anonadados a los tres panas. De pronto, Ian se levantó. Sus ojos cambiaron de color, mostrando el tono cobrizo.
—Debajo del mar hay rocas que puedo usar para pelear contra esa cosa, pero necesito que alguien cuide del barco, o nadaremos con los peces —advirtió el joven a los demás tripulantes.
—Yo cuidaré de este —dijo Gelatín para el muchacho.
El slime comenzó a brillar, y desplegó un campo de fuerza que cubrió la embarcación por completo.
El vato cerró los ojos, y se concentró en buscar una conexión con el suelo submarino. Tuvo una rara sensación, como si fluyera con aquel líquido que lo llevaba hasta donde las piedras se hallaban. Escuchó la voz de su ,adre, susurrándole con cariño que esta era una herencia de parte suya.
—Estás en tu segundo elemento, mi amado Parker —pronunció la mujer, dejando eufórico a su bendición—. Confía en ti, mi pequeño.
El pibe sonrió, y llegó a sacar del fondo marino dos enormes piedras. Eran tan gigantescas, que la criatura era una pequeñez en comparación a estas.
—Creo que no voy a molestar nadita a este sujeto —bromeó el hijo de la sacerdotisa.
—Es increíble como ha evolucionado en poder —pronunció Ivonne, sorprendía, pero aliviada de la nueva demostración de fuerza que su amado estaba dando.
El castaño movió su brazo izquierdo, como si de un sutil movimiento de un baile artístico se tratase, para conducir una de las rocas hasta su objetivo: la enorme culebra de agua que tenía frente a él.
La criatura se movió con agilidad, evitando el impacto, pero lo suficientemente distraída para no lograr hacer lo mismo con la siguiente piedra de proporciones colosales. Y aunque fue una gran hazaña la lograda por Ian, se sentía levemente aturdido. No estaba acostumbrado a usar un poder tan grande, pero lo había logrado.
—Gracias, mamá —dijo al aire, acompañado de un rostro de melancolía por querer estar en los brazos de la mujer que lo trajo al mundo—. De verdad te estoy muy agradecido, mamita.
—Creo que tu novio comió algo tóxico, porque le está hablando a la nada —dijo Rob para la princesa de Áeronima.
—Tú de verdad nunca puedes hablar con seriedad, ¿verdad? —comentó la morra, alejándose del otro para acudir a su apoyo emocional.
Ivonne tocó el hombro de su hombre, y este, volteó a verla. Tomó su mano, y depositó un beso en esta. Se encontraba listo para volver con sus amigos, pero también para decir la fuente de su nueva fuerza.
—Parece que pude lograrlo debido a que mi madre era una sacerdotisa proveniente de Océanova —declaró el gobernante de Terradamar a sus dos acompañantes.
—¿Eso quiere decir que también puedes controlar el agua? —interrogó el de cabello negro con los ojos parpadeantes y un aire incrédulo.
El otro asintió. Después, cogió a Ivonne por la cadera. Con la otra mano, acarició con ternura la mejilla de esta. Acercó su rostro al de la chica. Estaba contento por su victoria, pero también de proteger a la mujer a la que verdaderamente pertenecía su corazón.
—Bueno, me toca ser el mal tercio, porque ustedes dos necesitan una habitación para ustedes solos y ponerse todos melosos —profirió Roberto—. Les recuerdo que yo estoy aquí sin mi hermosa Kaia.
—Pues pudiste quedarte —replicó Ivonne, mientras fulminaba al hijo de la sacerdotisa con la mirada.
—No le hagas caso, amor —dijo Ian para calmar a la chica—. El pobre debe de extrañar mucho a la hija del emperador Barth.
»Además, parece que se gustan mutuamente, así que seguramente van a terminar juntos.
Roberto sonrió ante lo dicho por el joven rey. Anhelaba que aquello sucediera, Kaia era una chica bastante hermosa y con todas las bondades y ternura que podía pedir en una fémina. La imaginó con un largo y elegante vestido blanco y...
«¿Cómo le haría para pagar una boda de las proporciones que ella se merece?», pensó con nerviosismo,
Pero no tuvo tiempo de pensar, ya que una gran ola se dirigía a la embarcación. Ian y Gelatín se reunieron para usar su poder y crear un campo de fuerza, pero este no evitó que fueran sacudidos con fuerza.
Ivonne quería ayudar, pero todavía no era capaz de liberar al guardián de su tierra para pedir prestadas sus fuerzas.
Y ante lo sucedido, varias criaturas comenzaron a emerger en la superficie marina. Eran enormes monstruos de una variada biodiversidad. Eran criaturas que pertenecían a la gente de Océanova, pero no parecía verse algún humano con ellos.
—Creo que así es como ellos utilizan a estas criaturas —comentó Ivonne—. Los monstruos están dispersados por el mar para tomar desprevenido a cualquiera que intente pasar por los dominios de sus amos.
—El océano es tan vasto que no debería pertenecer a un solo elemento —enunció el ojiverde, mientras tomaba una posición defensiva—. Pero ellos tienen la ventaja en esta zona.
—¿Y qué carajos vamos a hacer para evitar nuestra propia destrucción? —demandó el de tez trigueña.
Por detrás de ellos, y también a los lados, más criaturas monstruosas y marinas hicieron su aparición.
Los tres estaban rodeados...
—¡Vamos a ganar! —exclamó Ian.
—Yo te apoyaré —declaró la princesa.
Así es como imagino a la enorme serpiente marina que atacó el barco de Ian y compañía.
Las aventuras continúan, pero es momento de irnos a Áeronima.
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