El engaño
A pesar de toda la furia que sentía al ver a Flint en el lado del enemigo, de querer detenerlo, o de al menos querer volver al pasado para entender más la razón por la que el mundo le estaba dando la espalda, parecía que su esfuerzo había sido completamente en vano.su rostro, cubierto en sangre, era prueba de sus fallas.
Confiado en su fuerza, y con una sonrisa repleta de maldad, misma que daba un aspecto tétrico a su rostro, Flint le estaba propinando una gran madriza a Asha, su antiguo pupilo. Cada golpe era un deleite para su paladar, y los gemidos de dolor del muchacho, un combustible que llenaba de rabia al hombre. No era más que un vil insecto rastreo.
En tanto, para Asha, su maestro había resultado ser mucho más fuerte de lo que había pensado, lo que le hacía pensar que su vida no duraría mucho si este no se detenía. Sus ganas de pelear se estaba convirtiendo en tristeza. Era realmente patético y jamás cambiaría. Se hallaba destrozado por dentro. No era un digno rival para un Flint que comenzó a demostrar su verdadero y despiadado poder.
El chico se preguntaba si todo acabaría para él. Y entonces, tuvo un leve recuerdo de cuando aquel hombre lo llevó a una colina cerca del castillo de Volcabrama para admirar el cielo nocturno y el océano.
—Hay un mundo más allá de nuestras tierras, joven príncipe —comentó Flint con un tono de voz suave, mientras el chico tenía clavada en el brillo de la luna que parecía caminar al ritmo del mar—. Su hermano mayor quería que la gente de nuestro continente pudiera conocer las bellezas de nuestras tierras y así conectar con todo el mundo.
»El quería construir lazos con los vecinos de las otras tres tierras, pero su hermana comenzó a decir que las antiguas prácticas eran mejores —prosiguió el hombre—. Dijo que Volcabrama no debería de ayudar más a los otros para su prosperidad, y que debería concentrase en su propio desarrollo.
»Teníamos un pacto para ayudar con tecnología a nuestros vecinos, pero tras asesinar al rey, la ahora reina tomó control de todo y todos como lo hizo su padre y los reyes anteriores a él.
—¿Por qué mi hermana no quiere llevarse bien con el resto del mundo? —cuestionó Asha, con la curiosidad de un niño que era en aquel entonces—. Ella antes era una persona muy buena, pero a veces comienza a darme miedo.
»A veces veo que hay una sombra que la rodea y me asusto mucho. —Sus ojos, la inocencia infantil y su temblorosa boca, hicieron saber a Flint que el chico estaba realmente preocupado por el bienestar de su hermana.
—Desconozco las respuestas a estas interrogantes, joven príncipe —replicó Flint a su entonces aprendiz—. He visto también que mucha gente alrededor nuestro está teniendo cambios drásticos y esto es algo que me es preocupante.
»¿Acaso hay algo más que lo provoca?
A Asha no le pareció importante aquella frase en aquel entonces, evento que lamentaría ahora en el presente. Tal vez en este recuerdo se encontraba una clave de alto valor para poner fin a la guerra y a involucrar a gente inocente en esta.
Volviendo a la realidad, Flint volvió a mostrar una penetrante y espeluznante sonrisa. Asha estaba tendido en el suelo, con el cuerpo tan adolorido que mover un solo músculo le era una tortura. Veía como su maestro se preparaba para propinarle el golpe final, cuando de pronto, un enorme estruendo tuvo lugar. El hombre fue arrojado por una extraña energía luminosa que apareció de repente. Asha atinó al menos, por cubrirse con una barrera antes de tener el mismo destino.
«Maestro, si en verdad usted me odió, lamento mucho haberlo lastimado. Solamente quiero que sea feliz, y que sea usted quien acabe conmigo de una vez por todas», pensó el chico, con su corazón ya hecho pedazos.
Un enorme agujero se abría en el suelo, llevándose a una gran cantidad de perros del infierno a las profundidades de un abismo desconocido, mientras otro ma trataban desesperadamente de salvarse de aquel cruel destino, mientras que, por una situación desconocida, Ian se hallaba flotando encima del lugar. No parecía caer, pero había logrado vencer a una enorme cantidad de bestias de Volcabrama con un solo golpe. Se encontraba feliz de esa hazaña que había conseguido gracias a la ayuda de su mejor amigo de toda la vida.
Quedaban cada vez menos de esos «dogos malos y feos» por derrotar, así que con ayuda del gran dragón de la tierra, Ian veía que pronto podría reunirse una vez más con el amor de su vida.
—¡La voy a besar y a estrujar con mucho cariño cuando la vea! —comentó con una sonrisa de par en par el chico, situación que dio más fuerzas a su fiel compañero, quien respondía a aquel sentimiento que este tenía en el pecho.
El lagarto alado rugió con todas sus fuerzas, y cubierto por un manto cobrizo de energía, comenzó un feroz ataque con el que derribó a más de los esbirros del perro del infierno. Ian, usando el resto de energía que le quedaba, lo ayudaba al provocar que los perros corrieran despavoridos de una sábana de arena que les daba caza al son de los movimientos de los brazos del ojiverde.
De pronto, el dragón volvió a levantarse por los aires, lanzando arena que conducía a los canes infernales rumbo a la trampa que Ian tenía preparada para ellos. De pronto, el compañero fiel de Ian se percató de un gran escudo cubierto de llamas, seguido de una gran llamarada siendo expulsada por alguien.
Para el guardián de Terradamar, aquello podría significar la presencia de un gran enemigo, pero de pronto, algo llamó su atención. Pudo sentir que Eoberto era quien se encontraba en aquel lugar.
El enorme animal recordó a un hombre codeándose con la realeza de Terradamar. Este era uno parecido al muchacho en cuestión, además de ser un embajador de la paz para las alianzas de su tierra y Volcabrama.
«No lo recuerdo, mucho, pero creo que solía entrar mucho al salón de las sacerdotisas», pensó el reptil.
De pronto, recordó una escena más. Un hombre apuñaló por detrás al padre de su actual protegido con una espada larga. Su tétrica sonrisa era el resultado de su actuar tras dar el último golpe al anterior rey del continente del elemento tierra.
«¡Su nombre era Roberto!» meditó el gran dragón, conectando este acontecimiento con lo que recién había presenciado.
¿Acaso esto sería una simple coincidencia? ¿Sería aquel hombre el padre del moreno?
Pero también recordó que aquel hombre nunca volvió a ser visto desde aquel incidente, y el padre de Ian, como última petición, no quiso que el dragón tomase venganza.
«Busca a mis hijos y a mi esposa, y protégelos a ellos», recordó el lagarto escuchar decir al anterior rey de Terradamar.
Fue así que el poderoso animal tomó la forma del slime que fue visto junto al ojiverde por su padre adoptivo en el momento de encontrarlo a él con vida.
En la ciudad, y cerca de la playa dé Simúneta, Ivonne andaba sobre el lomo del gran ave de Áeronima. Ambos estaban por aprovechar las ventiscas de rededor de la ciudad para asestar un golpe al enemigo.
—¡Ventisca ardiente! —gritó el compañero de la princesa de este continente.
—¡Viento demoníaco! —exclamó la chica a todo pulmón.
Grandes ráfagas de un viento muy caliente tuvieron lugar contra las criaturas llamadas por la mujer proveniente de Océanova. El gran ave de Áeronima comenzó a atacar con rayos láser que iban directo a esos seres que estaban confundidos y aturdidos por el ataque anterior, mientras la novia de Ian usaba su poder para crear flechas que se dividían por docenas cuando iban directo a un enemigo, y así, dar a múltiples blancos a la vez.
Ivonne decidió utilizar su arco una vez más. Ella fortalecía sus flechas con su propia energía, misma que ahora hacía explosión al contacto con sus blancos.
—Es momento de mostrar lo que aprendí con mis hermanos —dijo ella, lanzando varias flechas—. Una vez que sean atravesados, la energía del elemento viento va a generar una gran presión en sus cuerpos, provocando que exploten. No me gusta la idea, pero voy a...
La chica notó que eran pocos los soldados enemigos que se atrevían a invadir la ciudad. Los demás parecían más concentrados en distraer a las tropas de Áeronima, evitando su entrada a la ciudad.
—¿Qué rayos hacen? —inquirió la chica, ya que no parecía normal que los hombres del bando contrario parecieran evadir a toda costa un mayor conflicto.
Su compañero también se dio cuenta de que los humanos no parecían representar mucho conflicto en comparación de las bestias que fueron llamadas al campo de batalla. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante la extrañeza de la situación.
—Ivonne, no tengo un buen presentimiento de lo que está ocurriendo actualmente en esta batalla —declaró el guardián del continente del elemento viento, mientras disparaba una poderosa ventisca contra un grupo de criaturas de Océanova.
Más de la mitad de aquellos enemigos cayeron ante el poder demostrado por la princesa y aquel ser que velaba por la seguridad de esta. Todo indicaba que ambos se alzarían con la victoria, por lo que pronto se reunirían con el resto.
«Espero que a Ian y mis hermanos se encuentren a salvo», pensó la mina.
A unos tres o cuatro kilómetros de allí, los últimos perros del infierno cayeron, cuando de pronto, el compañero de Ian notó una explosión más, así que se preocupó por el joven Roberto, ya que podía sentirlo en aquel lugar. El dragón pidió al pibe subir a su lomo. Quería investigar lo sucedido. El joven gobernante de Terradamar aceptó ir con su amigo para ir en conjunto y averiguar lo qué estaba sucediendo en aquel punto.
El castaño pudo sentir que algo estaba preocupando a su amigo de toda el alma, y pensó, con inquietud, que esto era algo relacionado con el moreno de cabello oscuro. Mientras ambos se acercaban, el olor del humo y la destrucción de casas y edificios se apoderaron de lo que alguna vez fue un bello paisaje.
La guerra sin duda solamente servía para traer destrucción y desgracia a la vida de miles de inocentes que no tenían la culpa de acontecimientos que ellos no provocaron.
Ian sentía tanta tristeza al ver lo desolado que cada segundo lo era cada vez más aquel lugar. Todavía quedaban algunos restos de este conflicto, pero muchas personas habrían perdido mucho a pesar de que las fuerzas de Áeronima estaban con todas las de ganar.
«Me pregunto si esto es lo que sintió papá el día que murió en la invasión a Gredesanía», cuestionó el joven para sus adentros.
Tragó saliva, sintiendo el sabor amargo de una victoria que para él era todo lo contrario.
El dúo finalmente dio con un Rob que estaba de rodillas. Tenía la mirada extraviada. Temblaba y miraba sus manos de forma extraña y obsesiva. Había rastros de cenizas en estas. Cuando observó que el ojiverde y su compañero se acercaban a él, soltó en llanto. Sentía que toda su vida era un engaño. Recordó lo que Asha le dijo cuando estaban de camino a la ciudad. ¿Acaso su padre...?
—¡Me da mucho gusto ver qué estás a salvo, Rob! —expresó un sonriente Ian, pero al ver el rostro de su amigo, supo que algo andaba mal.
—¡No te acerques, Ian! —gritó el vato para el joven rey de Terradamar—. Y-yo... ¡Ya no sé qué carajos soy!
Para el ojinegro, pensar que su padre pudo ser un ser tan despreciable comenzó a tener sentido. Posiblemente su madre evitaba el tema para evitar de una persona que le hizo mucho daño a él y a todo Terradamar. Él era el hijo de un ser horrible. Llevaba en sus venas la sangre de un asesino, a pesar de haber sido criado para proteger la vida. ¿Y si un día se volvía igual que aquel que nunca estuvo presente en los momentos más importantes de su vida?
—Eres mi amigo y hermano, claro no de sangre. —comentó el castaño con el objetivo de dar ánimos a su pana—. Pero, Rob, ¿te fileteaste tú solito a uno de esos dogos?
—Ian... —replicó el moreno con los ojos llorosos y la voz entrecortada—. Ahora entiendo porque mi madre no quiso hablarme sobre mi padre.
Cabizbajo, sollozó una vez más. Las frías lágrimas caían desde sus mejillas hasta el suelo. Sentía que no quería conocer a aquel otro que hizo posible su existencia. No deseaba enfrenarlo, porque Sería ir a un lugar lleno de dolor y arrepentimiento. La persona que tanta falta le hizo, sería alguien que incluso podría matarlo sin remordimiento de ningún tipo.
Aquello llamó la atención del chamo todo meco, pero no entendía por lo que su amigo estaba pasando.
—Pude, de alguna manera, yo logré usar fuego para defender a una madre y su hijo, pero también para atacar, Ian —confesó Rob, recordando calcinar a docenas de perros del infierno con aquel poder suyo que recién descubría.
»Ian, creo que yo... —Tenso el rostro—. Creo que es posible que mi padre venga de Volcabrama y sea ese hombre del que nos habló Asha.
La sola idea le repugnaba.
Sin embargo, para Ian no había importancia alguna sobre la ascendencia de su amigo. Él mismo tenía un padre que era visto como un tirano, a pesar de no serlo en la realidad. Luchaba cada día por ser una mejor persona. Ser alguien que pudiera terminar lo que su viejo no logró antes de morir y ser recordado como el peor gobernante de la historia de Terradamar, aunque la gente de aquellas tierras tampoco era exactamente una santa, y para lograrlo, lo haría a su modo, y para ello necesitaba vencer a la reina de Volcabrama y lo que fuera que se encontrara Océanova.
Para Parker, es decir, Ian, Rob era Rob. Era alguien al que le tenía mucho aprecio. Si él podía usar lo aprendido por su madre y lo que heredó de su padre en combate, eso lo hacía «único y detergente».
—Se tú mismo —pronunció el castaño para su mejor amigo humano— Tú no tienes que ser ni tu padre ni tu madre.
»Eres un chico que tiene su propia identidad y camino por recorrer en la vida, ¿sabes? —Abrazó al moreno, y este, escuchando atentamente sus palabras, se dejó sostener—. Eres el peor besando, por cierto —dijo a modo de broma.
—¡¿Y tenías que recordarme que mi primer beso fue contigo en lugar de mi hermosa, preciosa, amada y a la que extraño tanto Kaia? —demandó el moreno de ojos negros a modo de protesta, y apartándose del ojiverde.
—Era para quitarte esa cara de tristeza que te traías hace un momento —confesó el chaval con una sonrisa sarcástica.
—Pues funcionó —profirió el moreno, ahora irritado—. Ahora ya estoy enojado.
Cerca de la entrada a Simúneta, los soldados del bando enemigo a los que se enfrentaban Wyndham y Anan comenzaron la retirada. Cargaban a los heridos, y pidiendo el cese al fuego, además de anunciar su propia derrota.
Los dos hermanos estaban confundidos, debido a que la orden había sido dada de manera repentina. Entonces, un golpeado Flint que tenía la ropa rasgada en todas partes, apareció cargando a alguien sobre su hombro derecho. Este alguien era el chico que decía ser el hermano menor de la reina de Volcabrama.
—Pero si son los hijos del actual rey de Áeronima —enunció, mostrando una macabra mueca repleta de una alegría que helaba los huesos—, el más viejo de los gobernadores, por lo que sé —comentó aquel hombre, mirando fijamente a los tatos de Ivonne.
—¿Qué planean? —demandó Anan—. ¿Por qué siento que no tienes buenas intenciones con ese chico?
El príncipe de Volcabrama yacía inconsciente sobre el hombro derecho de aquel hombro. Tenía marcas del combate en todas partes y su ropa estaba en peor estado que la de su viejo maestro que le dio la espalda. Se dejó vencer, pensando en que ya no tenía a nadie más que lo apoyase.
Estaba solo en el profundo abismo de la desolación y desesperanza. Se dijo a sí mismo que no valía la pena seguir luchando por una causa en la que el peligro lo acecharía en todo momento.
—El joven Asha me da igual —comentó Flint, arrojando el cuerpo del muchacho como si este fuese un muñeco de trapo frente a los dos hermanos—. El muy idiota se creyó todas mis mentiras en el pasado, creyendo que lo quise y estaba de su lado, todo con el objetivo de volverlo un ser más fácil de vencer.
»Hoy que tuve la oportunidad de enfrentarlo, pero me di cuenta de que no vale la pena ni ejecutarlo. Si quieren llevárselo para que tenga una vida tranquila, adelante. Su hermana en cambio, le cortaría el cuello ella misma con un cuchillo en un evento público.
—¡Bastardo! —gritó un furioso Wyndham, clavando una mirada asesina en aquel sujeto que declaró haber utilizado a Asha para su propio beneficio.
—No gaste sus energías conmigo, joven príncipe —pronunció, como si fuera una vivirá que lanzaba su mordida venenosa a su próxima víctima—. Mi objetivo aquí era el de ayudar a ser una distracción. —Algo en su rostro se volvió sombrió, y aunque los mayores no lo veían, incluso fuera de combate Asha podía sentir algo extraño alrededor suyo, como si una oscuridad profunda tomase lugar—. La verdadera acción se tiene en la capital en estos momentos.
Asha sentía tanto terror, aunque no sabía lo qué estaba ocurriendo. Una parte de su alma quería despertar y pensar que todo fue una pesadilla, pero sabía que no era así.
Los dos hermanos quedaron atónitos ante las palabras de uno de los hombres más poderosos de Volcabrama. El ataque a Simúneta había formado parte de un plan para disminuir las fuerzas de defensa de la capital de Áeronima. Alas Libres estaba en peligro.
—Todo lo que ocurrió aquí fue para llamar su atención y centrarnos en el verdadero objetivo —declaró Flint—. Y por cierto, el joven rey de Terradamar es pésimo actuando, pero no seré yo quien se lo diga a la reina.
»De todos modos, mi intención aquí es aplastarlos a todos ustedes como las cucarachas que son, pero lo haré en el evento principal.
Todo estaba saliendo completamente mal, y el enemigo era consciente de ello.
El hombre de Volcabrama lanzó una granada de un denso humo que le permitió irse mientras los tatos de Ivonne trataban de localizarlo sin éxito alguno.
Las tropas de Chantara también comenzaron su su propia retirada. Ivonne y su compañero estaban confundidos. Fue entonces que la mujer de Océanova comenzó a reír de manera frenética, ante la mirada atónita de la chica.
—¡Cayeron en nuestra trampa, princesita! —afirmó la fémina que seguía pitorreándose sin freno alguno—. Nosotros no éramos más que una distracción. Tu querida capital está siendo atacada en estos momentos. El tarado de tu novio, el otro chico espantoso, y seguramente algunos de tus hermanos vinieron aquí para ayudar.
»¡No son más que una bola de idiotas que creyeron ser los héroes del momento!
Chantara volvió a burlarse, dejando un amargo sabor de boca en mina. No podía creer lo que estaba pasando. Tenía que regresar a casa lo antes posible, pero... ¿Y si volvían a invadir Simúneta tras su retiro?
Toda posibilidad ya representaba un peligro.
—Tranquila, Ivonne —mencionó el ave a la más joven de los hijos del rey Van—. Lo mejor por ahora es atender a los heridos de esta ciudad. Tendremos que salir a la capital tras evaluar los daños y recuperar fuerzas, o de lo contrario, seremos más que inútiles.
»Sé que no quieres esperar más, pero debes confiar en tu padre y el resto de los hermanos tuyos, al igual que las fuerzas que todavía están allá para defender la capital de estas tierras.
—Tienes, tienes toda la razón —dijo la princesa, sintiendo mayor tranquilidad ante un momento que le generaba un desgaste emocional—. Por cierto, ¿tienes un nombre?
—Para nosotros, aquello es innecesario —replicó el guardián de Áeronima.
Justo en este mismo instante, una densa niebla comenzó a apoderarse de la zona costera y sus alrededores. Ivonne no podía ver nada, al igual que su compañero de batalla. El enemigo se marchaba sin pena alguna.
Con el paso del tiempo, el joven rey de Terradamar, los consanguíneos de su media naranja, la bendición de la sacerdotisa y la princesa, finalmente estaban reunidos, aunque con ellos seguía un todavía inconsciente Asha.
—¿Ya se murió? —preguntó a Wyndham.
—Parece que solo tuvo un mal día —respondió Anan en lugar de su hermano mayor.
—Me alegro, ya que hay tantas cosas que quiero preguntarle sobre aquel hombre al que me parezco, según nos dijo —replicó el moreno con una mirada vacía al pensar en la posibilidad de que aquel sujeto fuera su progenitor.
—Deja a ese chico tranquilo —pidió Ian, con Gelatín sobre su cabeza—. Encontraremos las respuestas de aquello por nuestra cuenta.
—¿De qué hablan? —cuestionó Ivonne.
—¡Ivonne! —gritó con alegría el castaño, poniendo ojos de perrito, pero la chica lo detuvo antes de llegar con ella.
—¡¿Por qué dejaron la capital?! —demandó, desesperada por todo lo que estaba ocurriendo ¡Nos pusieron una trampa!
—No hubo más opción que venir hasta aquí con tantos problemas que nos causaron las tropas enemigas en distintos puntos, hermanita —pronunció Anan, mirando al cielo para que nadie se pudiera percatar de la ansiedad que lo aquejaba por no estar en su lugar de nacimiento para ayudar en el combate que seguramente tenía lugar allí.
—Lo más importante es evaluar los daños y tener un descanso para hacer el informe para saber cómo Alas Libres podrá ayudar a reparar los daños de la ciudad —manifestó Wyndham, impaciente con la situación—. Tomaremos un descanso en el camino para preparar este reporte.
»Y tú, bufón —dijo, dirigiéndose a Rob—, por lo que vi, puedes usar tus poderes para curar a otros, así que ayudarás con los heridos.
Con el sol comenzando a ocultarse, y luego de dos horas más de trabajo, Roberto volvió agotado.
—Siento que «me lo chupó el demonio», mi poder, claro está —comentó el bestie de Ian.
—Pues que bueno, porque pobre de este demonio si fue otra cosa —replicó Anan con aires sarcásticos—. Ian me dijo que te encargaste de varios perros del infierno . ¿Es cierto eso?
Pero el chico no estaba con los ánimos de responder. El hermano de Ivonne solo se limitó a observar las reacciones del pelinegro.
«Algo está ocultando este bufón», caviló Anan.
Y tras unas horas más, estaban listos para regresar a la capital. Asha apareció ante el grupo, luego de descansar con los heridos. Tras haber despertado, se preparó para ser juzgado por los hijos del rey de Áeronima.
Ivonne le propinó una tremenda bofetada que hasta a Ian le dolió, ya que ella vio un colgante en el cuello de este que representaba el símbolo real de Volcabrama.
Wyndham la detuvo antes de que le diera otro golpe. Él mismo ya lo había juzgado mal anteriormente.
—No es el mejor momento para pelear entre aliados, Ivonne —Miró a aquel muchacho de ojos rojos—. Y aunque la idea tampoco es de mi agrado, con Asha a nuestro lado, tenemos un aliado muy importante: el hermano menor de la reina de Volcabrama, quien huyó de ella cuando lo intentó asesinar.
—¡Derrotaré a mi maestro la próxima vez!
—Mejor no —interrumpió hermano mayor de Ivonne—. Muchacho, no sé qué pasó en tu combate, pero aquí la mayoría estamos al nivel de ese viejo demente. Tú en cambio, quedaste muy mal. No vi tu pelea, pero parecías el saco de boxeo de ese hombre por como te dejó.
»¿De verdad quieres morir?
—¡No me importa morir luchando para detener a mi hermana y su ejército! —proclamó el ojirrojo.
—Si mueres, ¿quién gobernaría tras la derrota de tu hermana? —demandó Ian, manteniendo la compostura ante aquel que pudo ser su cuñado—. Deberías cuidar de tu vida, y buscar convencer a tu gente sin recurrir a la violencia. No me parece que seas un buen peleador.
—Lo mataste, bro —respondió Rob, pues todavía no confiaba del todo en aquel chavo.
Apretando sus puños, y sintiéndose humillado, el chico no iba a dejar que ellos lastimaran más su orgullo.
—¡No me conocen ni un poco, —berreó, derramando lágrimas de una pena y soledad que lo aquejaban—. ¡Ustedes ni siquiera llegan a sus talones!
»Sé que algo ocurrió con mi maestro, pero ahora es peligroso enfrentarlo, incluso para aquellos que son protegidos por los guardianes de este continente y el de Terradamar
»Sólo tratan de hacerme a un lado, ya que no conocen bien a ese hombre, pero él no era así. Le dijo que no lo conocía ni un poco.
Anan respondió con un puñetazo en la cara el pibe.
—Tengo sueño y tu escándalo me pone de malas. —Comentó el chico—. Creo que puedes ser un potencial aliado en este grupo, pero tampoco te creas tanto, chico.
»Tengo mi fe puesta en ti, y si debes pelear contra ese hombre, hazlo.
Los demás no dijeron nada, pero Wyndham fulminó a Anan con la mirada.
Ian e Ivonne se tomaron de las manos, ambos preocupados por lo que les deparaba el futuro en la capital. Aunque por dentro la ansiedad carcomía el alma de ambos, tendrían que descansar para ser de utilidad en el campo de batalla.
Roberto, por su parte, esperó para poder hablar mejor a solas con sus dos mejores amigos sobre aquello que descubrió sobre sí mismo, especialmente de un incidente con su madre.
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