Amor contra oscuridad

El pequeño y corajudo Rob era cargado por su madre. Tras haber hecho una monumental rabieta debido a que la mujer tuvo que cocinar al jabalí que tenían como mascota, su madre lo tomó en sus brazos sin dudarlo, a pesar de que el chico seguía protestando. El morro en ese entonces tenía unos cuatro años, y a esa edad era bastante berrinchudo, Acto sumado a que en verdad había tomado mucho cariño con aquel animal al que tuvieron que cocinar para comer.

Su madre lo sostenía con toda tranquilidad y sin sudar una sola gota, y aunque el pibe trataba con todas sus fuerzas zafarse de su agarre, su progenitora comenzó a cantar suave y tranquilamente. Su tono de voz era relajante y armonioso. Las aves, atentas a la melodía armoniosa, parecían acompañarla en el cántico. Los animales cercanos sentían tranquilidad con aquellas palabras que salían de la boca de aquella mujer.

La madre de Rob cantaba aquella canción conocida en Terradamar que dedicaban al gran dragón. Se decía que podía calmar hasta los corazones con más rabia en el mundo, y Rob, todavía sin saberlo, había presenciado por vez primera los efectos de esta.

Una vez tranquilo, el chiquillo de tez trigueña se aferró a su progenitora. Bostezó y dejó que el agarre de su mamá le brindará tranquilidad. A pesar de lo mucho que quiso a su amado jabalí, algo mágico sucedió para ofrecer toda calma a su aturdido corazón co. Su respiración era tranquila y aquel abrazo provocó que todo su cuerpo se relajase,

Después, ambos se soltaron. La mujer dio caricias suaves en la cabeza de su hijo. Este sonrió en respuesta. Corrió a abrazar a su madre, y ahora ella devolvió aquella sonrisa.

—Y bien, hijo, te traje aquel muñeco que te hice para que practiques a que le des besitos —anunció la fémina—. Sabes que de los sacerdotes y sacerdotisas hay habilidades un tanto peculiares.

»Por ello es que muchas veces se nos elige para ser compañeros de vida de quienes han gobernado aquí en Terradamar. —Alzó la vista—. Y no es algo que tenga que ser en la boca, salvo por quienes tengan problemas para usar sus poderes.

—¡No quiero, mami! —protestó el chico—. ¡Tu te ves bien rara besando las mejillas a tu muñeco.

»¡No quiero ser raro! —Hizo pucheros—. ¡Además ese muñeco está bien feo y yo no lo quiero!

Ciertamente la madre de Rob no era la experta en crear muñecos y otros juguetes para su hijo; sin embargo, la mujer habría escuchado rumores sobre un emperador naciente en Cavernova, uno que tendría la misma edad que su retoño. Tal vez Roberto sería escogido para ser el esposo de esta en un futuro, y si la chica tenía la bendición del gran dragón, seguramente necesitaría al muchacho para que todo su poder fuera desbloqueado.

—¡Ay, muchacho! —profirió la mujer—. Los besos de sacerdotes y sacerdotisas pueden ayudar desde a sanar un corazón roto, un resfriado, hasta ayudar a que una muerte sea menos dolorosa.

—¡Qué no quiero besar esa cosa fea! —chilló el chico, y salió de la habitación.

—Escuché que hay un nuevo emperador nuestro continente —vociferó la mujer—. Tal vez, tan sólo tal vez, él tenga una hija muy linda con la que te vayas a casar.

»Es posible que si ella tiene la bendición de nuestro guardián necesite de un valiente y valeroso caballero y futuro sacerdote que la ayude a desbloquear sus poderes. Si llega a tener problemas para manejarlos. —Tocó con la punta del índice la nariz de su retoño—. Te he dicho que hay un beso muy especial, y la única forma de asegurarse de que practiques aquella habilidad es con el muñeco que hice para ti.

»Aunque la verdad es que me gustaría también el pensar que mi amiga y sus hijos lograron escapar y fingieron su muerte, peor al parecer ella y todos sus pequeños dejaron este mundo cuando la capital de Terradamar fue invadida por Volcabrama.

Lo último que llegó a la mente del joven moreno fue ver a aquel muñeco espantoso de aspecto tétrico y sonrisa digna de las peores pesadillas de cualquier ser humano consciente. En verdad era tan feo que era entendible que a Roberto no quisiera estar cerca de este. Sabía que la habilidad labial era importante, y ahora estaba dispuesto a practicar de otras formas cuando volviera a casa y pudiera reencontrarse con Kaia, pero traer aquello al presente fue perturbador.

—¿Por qué tuve que acordarme de ese muñeco de entrenamiento labial? —inquirió Rob al aire.

—¿El muñeco para qué cosa? —cuestionó su padre tras haber levantado mientras el chico parecía estar todavía inmerso en sus pensamientos—. Cierto, todos los sacerdotes y sacerdotisas en el mundo hacen cosas bastante extrañas.

»Por ello me fue fácil acercarme a tu madre al fingir que era joven e inexperto en el uso de mis poderes, pues pude manejarlos tan bien, que llegué a parecer un tonto novato.

—Papá... —pronunció Rob cabizbajo—. ¿De verdad mamá nunca fue verdaderamente importante para ti?

—Ya te dije que ella era un mero instrumento para acercarme a la familia real de Terradamar —replicó el hombre, mientras Ian seguía atacando la barrera creada por los hermanos de Ivonne, Anan no podía creer lo que estaba escuchando—. Creí que mis hombres habían asesinado a los hijos de aquella pareja, pero es bueno saber que tengo mi propio muñeco de boxeo.

Y tras aquellas tétricas palabras, el hombre volvió a atacar a Ian con aquel extraño fuego suyo. Roberto estaba ensimismado. Todo era difícil de procesar. Respirar era difícil.

«Tiene sentido que mamá no quisiera hablarme de alguien que la abandonó y traicionó su confianza. Lamento mucho haberla tratado de convencer de hablarme de mi padre», meditó con la mirada fija en el suelo.

De pronto, un soplido llegó a sus oídos, uno que lo invitaba a recitar aquella melodía cantada para el gran dragón de Terradamar, pero que también se usaba para apaciguar los corazones y almas.

«Nunca olvides recitar la canción, incluso cuando necesites ayuda para ser escuchado», dijo la voz de su madre a través de sus pensamientos.

Aquello fue una de sus varias lecciones sobre la importancia del uso del habla y los cánticos cuando Roberto tenía nueve años, antes, y todavía más tarde, su progenitora hacía recordatorios constantes del poder de la voz, pero Ian estaba tan fuera de sí mismo que el moreno se preguntaba si cantar tendría efecto en su amigo. Tenía que conseguir ayuda, pues Gelatín estaba peleando con el gran ave de Áeronima a la distancia y para calmar a ambos necesitaría que estuvieran cerca, además de recuperar fuerzas, así como conseguir la calma, algo que sería difícil sabiendo que dos de sus amigos corrían peligro, además de todo lo dicho por su viejo. Todo lo que presenciaban sus cinco sentidos le estaba quitando el aliento.

Pero se recuperó, miró al frente. Debía salvar a su querido amigo. Se lo debía por tantas veces que este se tropezó para volverse a alzar. De pronto, cerró los ojos. Pudo escuchar los lamentos de súplica del castaño para que alguien brindara su apoyo para recuperar el control de su cuerpo.

«¿Es lo que escucho real?», inquirió el moreno para sus adentros.

«¡Ayuda! ¡Alguien que pueda escucharme, no puedo controlar mi cuerpo y pensamientos!», gritó Ian en la mente de Roberto.

Aquello hizo que el hijo de la sacerdotisa recuperase su determinación. El problema era que el combate con su padre sería un problema. No podía darse el lujo de hacer que aquel cruel hombre que lo abandonó hiciera daño a su mejor amigo. Además, con la danza violenta entre llamaradas y grandes rocas, los hermanos de Ivonne tenían las manos más que ocupadas para protegerlo a él y también a los suyos.

—¡Ya vete de aquí, bufón! —ordenó Moe.

—No —respondió el muchacho—. Ian nos necesita.

»Tengo que cantar para él, pero el problema es que mi padre puede aprovechar la situación para hacer más daño. —Miró atentamente al campo de batalla entre el chico del slime y su progenitor—. Si llego a cantar ahora, Ian está muerto.

»La única forma de asegurarme de que las cosas salgan bien es si ustedes dos los separan. —El brillo en sus ojos se fue—. Y no necesito protección. Soy el hijo de una fantástica sacerdotisa de Terradamar, así que tengo que apañármelas con lo que tengo. Así que la única ayuda que requiero es que alejen a aquel hombre que tanto daño hizo a mi familia y mis tierras de mi mejor amigo.

—Creo que no hay persona más calificada para aquel trabajo que tú —replicó Anan—. Moe, hermano, encárgate de alejar al chico de aquel sujeto, y yo iré por el viejo.

»Proteger a Áeronima y su gente debió ser siempre nuestro deber, y hemos involucrado a otros en una guerra que no les pertenece. El lo menos que podemos hacer.

—Gracias —replicó Roberto, conmovido por las palabras del cuñado en potencia del ojiverde.

Fue así, que mientras los puños de Ian y el papá de Roberto estuvieron por colisionar, una barrera invisible y no sólida los alejó. Moe y Anan usaban sus instrumentos musicales para mantenerlos alejados uno del otro. Cuando Ian se dio cuenta de esto, corrió a sus nuevos objetivos.

—Te lo encargo, Moe —vociferó Anan, mientras caminaba en dirección al hombre de Volcabrama—. Yo voy por el viejo feo.

Una sonrisa se dibujo en el mayor. Estaba enfrente de uno de los hijos del posiblemente difunto rey de aquellas tierras que pisaba con asco con sus pies, pero Moe observó con una mirada fulminante a su hermano tras dejarlo con alguien que era poderoso y temible debido a su falta de autocontrol, este era Ian.

Usando su instrumento musical, lo llegó a aturdir brevemente, al igual que lo inmovilizó por unos segundos, aunque al cubrirse con tierra, rápidamente pudo escapar del movimiento de Moe.

—¡Tch! Este weón será un hueso duro de roer —profirió el hermano de Ivonne.

—Este sin duda es uno de los días más divertidos en toda mi vida —pronunció el padre de Rob tras ver el caos desatado.

—¡Ten cuidado con sus llamaradas luminosas! —gritó Roberto.

—Él debe tener cuidado de mí —advirtió el hermano de Ivonne.

Una violenta ventisca cubrió a Anan. Dio un salto y lanzó ráfagas que dejaron marcas en el suelo que lucían similares a como si este fuera cortado con enormes cuchillas.

Desde el cielo, el gran ave de Áeronima comenzaba a luchar contra su contraparte de Terradamar, mientras que Ivonne retrocedía para buscar a Ian. Fue así que se encontró con Neil y Caelus. Con un nodo en la garganta, ella corrió a abrazarlos. Tenía que decirles que Wyndham había fallecido protegiéndola.

—Nuestro hermano, él murió protegiéndome —dijo, sollozante y con una herida profunda en el corazón al recordar el hecho—. Perdí el control, e hoce mucho daño,

»Maté sin piedad a aquella mujer que nos lo arrebató, y solo ver mis manos cubiertas en su horrorosa sangre me hizo entrar en razón.

—Lo importante es que ya estás a salvo —comunicó Caelus a su hermana—. Las teorías en las que los guardianes están conectados al corazón de sus protegidos ahora toma mayor sentido, pero ahora nos falta buscar a tu novio quien al parecer perdió el control también.

»Nuestro guardián está buscando detener su furia.

—Wynd... —comentó Neil, tragando saliva, al mismo tiempo que el dolor que sentía le era difícil de ocultar. Debía ser fuerte por su hermana pequeña.

—Es horrible —pronunció la chica—. Perdimos a papá y a un hermano.

Caelus soltó en llanto, mientras que Neil abrazaba a su hermana pequeña. Sabían que aquel. Hizo con el que andaba su hermana necesitaba ayuda, y que el gran dragón de la tierra tenía que ser detenido. La culpa inundó a los mayores, pues aquel par de Terradamar era inocente ante una guerra de la que eran víctimas y la causante de aquel estrés al que sucumbieron.

«Aunque debimos alejarlos de la guerra, el daño ya está hecho. Así que lo mejor por hacer, es ayudarles a recuperar la paz y pedirles que se retiren del campo de batalla», caviló Caelus.

Ivonne sabía que la situación era complicada, pero ella tenía asuntos pendientes para con el chico que amaba.

—Nuestro guardián me dijo que debo ayudar a Ian —mencionó la mina—. Lo haré no solamente por la petición del gran ave, sino también porque me preocupo por él y lo amo.

»No quiero volverlo a dejar solo.

—Nosotros te vamos a acompañar, hermanita —comentó Neil para la muchacha—. No vamos a permitir que sufras más.

Mientras tanto, Asha todavía inconsciente sobre el cuerpo de su maestro, soñaba con sus primeros entrenamientos. El hombre, además de entrenarlo, le enseñó todo en la vida, y era la persona a la que le debía tanto por haber sido muy cercano. También jugaba con él, le brindó lecciones importantes de la vida, le mostró imágenes de los bellos paisajes de Volcabrama, así como habló de las cosas que deseaba cambiar.

«Me gustaría que el mundo sea pacífico, que tu hermana pueda estar más tiempo contigo en lugar de solamente preocuparse por el futuro, y también quiero que nuca más las personas sufran por nada. Asha, a veces yo tengo miedo ante algo que sé es más grande que yo, pero mi deseo es el de ser feliz. Recuerda esto, ya que un día puede que las cosas que diga sean diferentes, pero espero que te quedes con estas, mis verdaderas palabras y no aquellas que vengan de mí en un futuro», recordó decir hace tiempo al hombre.

Esto no provocó más que dudas en la cabeza del príncipe exiliado. ¿Qué había ocurrido con su maestro? ¿Por qué estaba al tanto de que lo que pareció ser un futuro bien profetizado?

Y entonces, recordó algunas palabras que no parecían tener sentido.

—Abismo, oscuridad, fuerzas, originales, descendientes y guardianes —manifestó una voz masculina que no recordaba haber escuchado antes.

Pudo sentir cierto olor penetrante.  Era como el de aquellas flores de una planta que fue regalada por un hombre del ejército de Volcabrama para con su hermana, y que ahora formaban parte del jardín del castillo debido a su rojiza coloración.

Pero no pudo recordar más. Cayó en un sueño más profundo que le impidió acceder al resto de aquel recuerdo. Ahora se encontraba en un profundo abismo, siendo observado por casi una decena y media de enormes ojos amarillentos y el ruido de un oscuro y tenebroso siseo que le erizó los pelos.

—No eres digno —pronunció una voz grave.

Y de pronto, nada más ocurrió ahora él. Fue como sentirse atrapado en la nada.

Un recién aparecido Guthrie y Moe trabajaban el conjunto para mantener a raya al pibe del slime verde, pero este, al atacar con patadas, puños y hasta rocas, complicaba las cosas para ellos. Sus instrumentos no dieron el resultado esperado, así que las ventiscas era todo lo que podían hacer para contenerlo.

La distracción de todos modos parecía ser útil para Roberto.  Recordó con vergüenza todos los momentos al lado del castaño, incluyendo aquel beso. Cantar no era de sus actividades favoritas, pero era su mejor alternativa en estos momentos de crisis.

—Por favor, Ian, necesito que relajes la raja —dijo al aire, mientras veía la lucha entre su padre y Anan, una en la que poderosas ventiscas colisionaban con potentes y feroces llamaradas—. Es ya el momento.

De pronto, el chico vio como los otros dos hermanos de la princesa salieron disparados cerca de su ubicación. Con Ian todavía más fuera de sí mismo, Roberto era presa fácil de este.

Pero antes de que Ian moviera un solo músculo, Ivonne y el resto hicieron su apariciónm salvo por una excepción.

—¡Ivonne! —exclamó Moe, levantándose con dificultad—. ¿Y Wyndham?

La mirada de la piba lo dijo todo. El mayor de los hermanos se había ido para siempre. Moe, Guthrie y Roberto no podían creer que él haya muerto.

«Siento que solamente soy un maldito estorbo para los demás», pensó Roberto.

«No he podido hacer nada por Ian, y si no estuviera solamente al pendiente de él, podría haber hecho algo para ayudar al hermano de Ivonne. He fallado en mi meta de ser un sacerdote», juzgó con un amargo sabor de boca.

—Tengo que hacer algo importante ahora mismo —pronunció Ivonne con fervientemente determinación y caminando en dirección a su pololo—. Debo calmar a Ian.
»El gran ave de Áeronima me pidió hacerlo, pero Rob, sé que también puedes ayudar en estos momentos. Tienes prohibido titubear, ¿entendido?

El moreno asintió.

La mina se acercó al chamo. Un manto de viento la protegía de los ataques a distancia que su media naranja lanzaba, como si estuviese advirtiendo de no acercarse a él. Sólo había algo que podía hacer. Eso era darle un abrazo mientras que el padre de Rob era vencido por Anan.

—Ya todo pasó, amor —enunció Ivonne con una voz suave, y rodeando al chico con sus brazos—. No tengo idea de qué viste o escuchaste, pero estoy aquí para ti, Ian.

»Te amo, y no me gusta verte así. Eres el chico más importante en toda mi vida. Estoy feliz de poder estar a tu lado y ayudarte en un momento difícil.

Ian mordió el hombro izquierdo de la chava, y ella gimió de dolor, pero estaba dispuesta a seguir al lado de aquel chico de despampanantes ojos y cabello castaño que la volvía loca. Sonrió al verlo, cuando este despegó sus dientes de su piel. Él la observó, como si estuviese confundido.

—¡Voy a matar a ese desgraciado! —grito un enojado Neil.

—Ella sabe lo que hace —afirmó Moe—. Nuestra hermana carga con una gran fuerza y el futuro de nuestra tierra en esta decisión. Nosotros debemos ser meros espectadores.

Y aunque le seguía doliendo la la clavada de dientes, ella No soltó al pibe ni un solo segundo.

—¡Es el momento, Rob!

https://youtu.be/NYqHicxCLfA

En las cimas de las altas montañas,
durante las bellas mañanas
Los corazones se unen en un solo latir.
Esta tierra que con tu presencia haz de unir.

Por los distantes bosques,
con tu poder evoque la paz
Tranquilidad se respira en el aire.
Que los animales por ti bailen.
Tu honor, tu presencia,
tú eres de aquí nuestra esencia.

¡Oh, gran dragón!
Trae calma a aquellos que han caído en el abismo.
Da calma a su organismo.
Que las rabias y enojos cesen.
Que todas las penas y tristezas jamás regresen.

Que en las planicies y montes tu presencia reine por siempre.
Que las madres traigan nuevas vidas a través de sus vientres.
Que las temporadas a los campos entren.
Que protección a la bella Terradamar este presente.

¡Oh, gran dragón!
Escucha mis plegarias.
Se el sostén hasta de las vidas más ordinarias.
Protege a quienes amo, igual que a quienes para ellos han sido personas solidarias

Escucha este cántico y oye esta voz,
que con cada palabra se vuelve feroz.
Danos la fuerza y el valor para enfrentar aquella amenaza atroz.
De nuestra victoria se portavoz.
Eres nuestro dios.
Aquel que invada Terradamar no conocerá el descanso,
ni siquiera en suelo descalzo
Sólo aquel corazón manso,
admirador del ocaso

La paz reine sobre mis tierras,
Tú creador de las piedras,
Yo doblo mis piernas,
para rezarte a ti.

—¿Qué es esto? —inquirió aquel ser que miraba desde la oscuridad—. ¿Qué clase de poder tóxico viene de ese chico?

»¡No puede ser! ¡Es imposible! ¡Me están robando poder! ¡No!

Ian estaba llorando. Su mirada se había vuelto dócil una vez más, pero se sentía agotado. El dragón de Terradamar también parecía abandonar su estado de rabia irracional. De hecho, volvió a su forma de Slime.

Y entonces, el gran ave de Áeronima comenzó a atacar a los enemigos que seguían atacando la ciudad. Con su poder era más que suficiente, pues su compañero le había otorgado su poder antes de volver a su forma de Gelatín.

No obstante, aprovechando que todos estaban distraídos, el padre de Rob emergió desde el suelo, arrojando a Ivonne a una distancia de veinte metros lejos de Ian,, solamente para atacarlo a Ian con una enorme bola de fuego tras tomarlo del cuello, y aprovechando que estaba inconsciente.

—Yo creo que me voy sin salir herido o no respondo por lo que pueda suceder con este imbécil —amenazó el hombre.

—¡Padre, basta! —chilló Rob—. Por favor, no hagas eso. Te... Siempre te he querido a mi lado, papá. No me abandones de nuevo.

»Detén esta locura, por favor. Siempre puede existir una oportunidad para redimirse y buscar un cambio.
—Me temo que tu padre está más podrido que nada en el mundo —comentó Anan—. Los sacerdotes que huyeron de tus tierras han dicho que hay un solo causante.

—Aunque Wyndham y papá tenían la creencia de que iban a encontrar a más sobrevivientes del linaje directo del gran dragón de Terradamar, la realidad fue otra —mencionó Caelus—. El asunto es que todo apunta a que fue el esposo de una sacerdotisa sobreviviente quien causó la caída de Gredesanía.

—¿Entonces papá y Wyndham sabían que la capital de Terradamar fue atacada en el pasado? —inquirió Ivonne, impactado tras la noticia.

—Ellos sabían que había una profecía que uniría tu vida con la del descendiente del Rey Luminoso —replicó Guthrie—. Al menos deseaban cumplir con aquel destino, y se hizo.

»Pero nunca nos llegamos a imaginar que todo se complicaría demasiado.

—Por favor, no me dejes otra vez —suplicó Rob, cual niño que rogaba por algo—. Deja de trabajar para la reina de Volcabrama y...

—¡Ven conmigo, hijo! —anunció aquel sujeto para su bendición—. Si permiten que mi hijo me acompañe, soltaré al joven Ian inmediatamente sin hacerle daño o siquiera matarlo.

»Su vida pende del hilo de sus decisiones y las de mi pequeño Roberto.

El aludido se quedó sin habla.

Quería que su padre se reformase, pero más que nada, deseaba que no hiciera más daño a su mejor amigo.

—¡Estás bien loco si crees que Rob va a...! —protestó Ivonne, pero calló notó que el hijo de la sacerdotisa caminaba en dirección a este.

—Vendrás conmigo y entrenarás como un nuevo soldado fiel a la corona de Volcabrama —mencionó el mayor—. He visto que también puedes usar el elemento fuego, muchacho. A cambio de cumplir mi promesa con los herederos al trono de Áeronima, dejaré a tu amigo vivir unos días más.

Rob con los ojos carentes de brillo y una mirada vacía, abrazó a su progenitor y este respondió tal gesto. Los hermanos de Ivonne querían intervenir, pero ella se puso en el camino de estos.

—Me temo que aunque Roberto no lo hace con mala intención, la decisión es suya —expuso la princesa—. Confío en él, aunque me es doloroso.

El papá del vato soltó a Ian, y así, se alejó junto a su hijo. Los invasores anunciaban su retirada del continente. Habían perdido la batalla en la capital de Áeronima, y las fuerzas defensoras habían ganado una vez más, con todo y a quienes perdieron.

La familia real, a pesar de la amarga victoria, soltó en llanto. Perdieron a su padre y aún querido hermano en el campo de batalla. La reconstrucción llevaría tiempo, siempre y cuando Volcabrama y Océanova no atacasen antes.

Al poco tiempo, y tras darse el tiempo de desahogar todo aquel sufrimiento, Ivonne y sus hermanos estaban listos para el conteo total de los daños, bajas y comenzar con la reparación,

Sin embargo, y acercándose a su amado, Ivonne notó que el chamo no despertaba. Aquello la alarmó. Podía sentir que respiraba y los latidos de su corazón, pero no respondía a sus palabras y a los toques que daba.

—¡Ian! —chilló la chica.

No hubo respuesta.

https://youtu.be/tsHq09GH63k

Un pequeño bonus track de aquella canción con Roberto y su madre.

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