Al rescate
Ian se despertaba al fin tras pasar una noche llena de extraños pensamientos y arrepentimientos. Se halló en el mismo lugar en el que durmió durante la noche, y con Yaco sentado enfrente suyo. Este le dedicó aquella típica mirada suya. ¿Qué es lo que haría a partir de ahora? No conocía a la reina, mucho menos las verdaderas intenciones del comandante con él.
—¿En qué piensas, muchacho? —demandó Yaco, tocando el cabello de Ian. La mirada de este parecía perdida.
—Me siento... Es que no quiero esto —respondió. Parecía un muerto en vida. Soltó algunas lágrimas que comenzaron a recorrer sus mejillas. El otro suspiró.
—Puedes optar por un camino más peligroso todavía —contestó Yaco—. En mi tierra la gente se apuñala todo el tiempo.
»Si te casas con la reina y la traicionas, no serías diferente del resto. También tendrías el control de dos continentes.
«Pero yo no quiero el poder de nada», admitió el joven en sus pensamientos.
Su anhelo era solamente el de dar varios pasos hacia atrás y refugiarse en la seguridad de su familia. Quería comer la deliciosa comida que su madre preparaba, o incluso recibir un jalón de orejas o un coquito de parte de su viejo. Quería ver la playa al lado de Gelatín cuando se escapaban juntos del pueblo. También quería volver a abrazar a Ivonne, pero tal vez ella lo rechazaría cuando supiera lo que hizo. Había dado la espalda a todo por presión y miedo.
Yaco se levantó un poco. Detrás suyo había un estante con algunos libros, y no tardó en aproximarse a él. De repente, tomó uno que llamó su atención. Sonrió un poco y lo tomó, para después volver a sentarse en su asiento.
—Hay una historia que escuché de niño —pronunció el comandante—. Era sobre dos hermanos destinados a gobernar el mundo. La historia dice que al morir su padre, el reino se dividió en dos.
»Entonces, uno de ellos, cegado por el poder, comenzó a expandir y añadir tierras a diestra y siniestra. El otro no podía creer la crueldad con la que actuaba su hermano, y como clavando una daga en su corazón, se dispuso a ponerle fin a su legado de terror. Sin embargo, el mejor amigo, con una de sus cabezas explorando el lugar, se percató de sus intensiones, y alertó al Rey Oscuro del golpe que el otro planteaba dar.
»La cruel batalla dio inicio en el castillo de greda, con el mayor de las los consanguíneos con el paso hacia adelante respecto a su hermano. Había atacado de noche, mediante un golpe por la espalda. El gran dragón dorado alertó a tiempo al Rey Luminoso, así que la defensa se concretó en veinte días y veinte noches. No hubo ganador, pero sí varios daños, fue así que el menor de los gobernantes ordenó la construcción de un mejor bastión. Los artesanos y constructores se unieron para construir el castillo más vello en menos de un año, tiempo en el que el rey contrajo matrimonio, y engendró un hijo.
»La lucha por el poder continuaría en varios puntos. Las tierras con fuertes vientos, o incluso los más calientes, fueron los primeros territorios liberados. Siguieron los reinos isleños y más profundos, para dar paso a las comarcas más ardientes, llenas de montañas que echaban fuego.
»Para sorpresa del Rey Luminoso, su hermano seguía manteniendo un enorme poderío. La ciudad que fundó se volvió una enorme metrópolis repleta de enemigos y un poderoso guardián de varias cabezas. No habría marcha atrás, por lo que la batalla final dio inicio. Durante casi un año, los enfrentamientos eran constantes. No parecía haber fin, pero el menor decidió entrar solo por su cuenta, desafiando al mayor a un duelo entre ellos para dar un fin a todo al medirse en un duelo entre ellos dos. Este aceptó con la condición de tener una única compañía. El Rey Luminoso saldría vencedor; empero, el Rey Oscuro no aceptaría su derrota.
»Apuñaló el corazón de su hermano menor, pero este imaginó que algo así sucedería. Así que pidió ayuda al dragón dorado para poner en marcha su último plan. Condenaría a su hermano mayor al exilio eterno, pero este prometió vengarse antes de hundirse en la oscuridad abismal.
Y así, Yaco mostró una página de un libro a Ian. Había un retrato de un hombre de características similares a las del ojiverde, Era casi diez años mayor al muchacho, pero con bastante parecido. El nombre del Rey Luminoso era Elián.
—Quiero que veas esta imagen, chico —comunicó Yaco, dejando atónito al joven. ¿Cuál era su intención al mostrarle esto?
—No entiendo qué pretendes al contarme una historia y mostrarme un dibujo —contestó, el vato. Su rostro reflejaba una total indiferencia. No le era importante escuchar una historia para niños.
—Escuché que cada una de las cuatro tierras tiene sus profecías, niño —replicó el hombre—. Estás parecen enlazarse a un camino que parece incompleto, pero lo interesante viene después.
Ian arqueó la ceja. Estaba cansado de tantas estupideces. Lo único que quería era comer un poco, no seguir escuchando las palabras mediocres de aquel sujeto que lo tenía atrapado en contra de su voluntad.
«¿Qué es esto qué estoy sintiendo?, meditó el comandante. Un terrible escalofrío recorría todo su ser al ver el rostro del pibe. Este parecía una mezcla de hastío y algo carente de alma.
La caja en la que estaba encerrado Gelatín emitió un brillo anaranjado, y al instante, los músculos del chamo se relajaron. Yaco no se había perdido ni un instante de aquello que aconteció ante su relajada mirada. No se había inmutado mucho ante los hechos. Parecía divertido antes los hallazgos, y comenzó a formular sus propias hipótesis en su cabeza. Para él, Ian podría ser un hijo de la luz. Estaría destinado a acabar con lo que podría ser una maldición que cayó sobre los suyos.
«El tomo de la antigua leyenda que estaba en mi hogar de infancia debió perderse en el ataque», pensó el hombre, clavando en Ian una mirada esperanzadora.
«No quiero enviar a este al matadero, ya que es muy joven. Lo idea, sería seguir el plan que he creado para darle una oportunidad de ganarse la confianza de esa tirana», reflexionó al ver que el otro todavía estaba perdido en sus pensamientos.
Se levantó de golpe y liberó al chico de sus ataduras en los pies. Le revolvió un poco el cabello y sonrió un poco para él, creando algo de confusión en el chico.
—Deberías darte un baño —dijo Yaco, dándole la espalda y retirándose del lugar—. Me llevo esto para asegurarme de que no escaparás.
El hombre tomó la caja en la que estaba Gelatín. Ian supo que no podía hacer más que obedecer. Él se sentía igual que una mercancía, pero también encontraba una oportunidad de acabar con su enemigo con el plan que Yaco creó. El debate en su mente no lo dejaba pensar con tranquilidad. Fue así que Ivonne vino a su mente. Sus regaños, sonrisas, sus ojos, los momentos de cercanía corporal con ella. Todo de la chica parecía esculpido por algún ser de alta benevolencia. Tal vez era un regalo divino de parte de los guardianes, pero... Casarse con la reina implicaría abandonarla a ella.
«El compromiso con ella ya no tiene ningún sentido», juzgó, mientras se desnudaba en el cuarto de baño. Abrió la regadera, y sintió las gotas de agua comenzando a deslizarse por su cuerpo, siendo acompañadas por lágrimas de dolor al perder la oportunidad de estar con la persona que realmente amaba.
«Yo amo a Ivonne», meditó el chamo, colocándose en posición fetal mientras sollozaba por la agonía de no estar con ella.
Quería volver al pasado y regresar con su familia. Eran el lugar y momento en el que se sintió más seguro. Él se sentía aterrado, y por primera vez, admitió que se sentía como un completo perdedor, no solamente un simple rechazado. Perdería todo con tal de salvar a su gente.
—¿Pero qué han hecho ellos por ti, joven rey? —cuestionó una voz grave que provocó un escalofrío en el vato.
Ian se levantó, y comenzó a tallarse el cuerpo con jabón. Todavía conservaba parte del miedo a ser visto desnudo por alguien más, a pesar de que Yaco ya lo había hecho para marcarlo con aquellas piezas metálicas por si su plan no funcionaba.
—¿Habrá sido una trampa para hacerme sentir emboscado? —cuestionó Ian al aire. Todavía se sentía observado.
«No te preocupes, muchacho. Todavía no eres mi objetivo y parece que eres tan diferente a tu padre, por lo que no voy a lograr mucho. En cambio, ese comandante puede servirme para nutrirme del caos que hay en su corazón», dijo la misma voz de momentos atrás, pero fue tan débil su presencia, que no fue audible para el chico.
[...]
Cerca de la base enemiga y totalmente ocultos en unos arbustos, se encontraban Ivonne, Rob y su madre. La princesa vio pasar a Ian, mismo que parecía tener una mirada vacía, además de que tenía marcas circulares en su cuerpo. La chica estaba preocupada por el vato y quería ir en su auxilio de manera inmediata. Verlo así no era algo normal. Él era un morro sonriente, amable y un total caballero. Tomó una de sus dagas que tenía en un bolsillo que se hallaba pegado casi a su glúteo izquierdo. Estaba lista para el asalto al lugar repleto de enemigos. Iba en socorro de su amigo, de aquel que no la había abandonado, y del que también sentía algo que tal vez nunca llegaría a ser.
—Yo iré, chicos —enunció la mamá de Rob—. Parker es hijo de una buena amiga mía y su esposo.
»Es mi deber asistir al chico al que yo misma ayudé a nacer.
—Pero ellos poseen algo para hacer que la gente no se pueda mover —advirtió Ivonne, recordando penosamente la forma en la que ella y el pibe fueron vencidos la vez anterior por los hombres de Yaco. Aquellas memorias la hacían sentirse diminuta.
—Ellos son invasores de esta tierra, e incluso, si el slime se comió el cubo que contiene al dragón, este parece seguir con vida —anunció la sacerdotisa—. Nos permite cantar para él.
»Parker puede acceder a su fuerza. Mi hijo también puede hacerse más fuerte. En fin, debo de ir.
»Tengo ya pensada una estrategia, querida. Por ahora, debemos concentrarnos en rescatar al chico.
—¿Estás segura de ir tú solita, mamá? —inquirió Roberto, preocupado por el bienestar de su progenitora.
Ella sonrió, y se acercó a su bendi para darle un beso en la frente. Después abrazó al chico. Este se sonrojó, pero renegó con la mirada.
—¡Mamá! ¡Ya estoy algo grande para estas cosas!
—Y yo estoy tan vieja como para no querer perderme de dar muestras de afecto a mi hijo.
De esa forma, la mujer se retiró lentamente. Roberto confiaba plenamente en el plan de la mujer que le dio la vida, pero temía que esto pudiera salirle mal y terminar herida, o peor, muerta. Tal vez ella usaría algún arte mística o técnica secreta que él todavía no dominaba por completo. Era duro, de saber, pero tal vez por eso no requirió su compañía.
[...]
El joven gobernante de Terradamar volvió a la habitación. Él mismo se acomodó sus ataduras y se volvió a echar sobre la cama. Volvió a cobijarse en espera de la nada. Solamente podía esperar la noticia de convertirse en padre del hijo que pariría una extraña, mientras estaba cautivo. Se preguntaba si su slime estaría a salvo. Quería abrazarlo. Yaco apareció con un plato de carne perfectamente cocinada por él y un vaso de agua, mismos que acercó al chico.
Su repudio por la gente que dañó su espíritu era tan grande, que se arrepentía de haber causado un gran temor en el muchacho. Todo fue parte de su plan para presionarlo a tomar una decisión que tal vez lo llevaría a un camino más seguro para vencer a la reina, su futura esposa.
—Abre la boca —enunció el hombre—. Te ayudaré a que comas, jovencito.
Ian hizo lo que se le demandó, pero antes de poder probar un bocado, una voz femenina comenzó a escucharse cantando una melodía similar a la dedicada al guardián de Terradamar. El chico conocía aquella dicción. Se trataba de la madre de Roberto. Ella seguía recitando aquella melodía, y aunque los hombres de Yaco le lanzaban bolas de fuego, no recibía ningún daño debido a que estaba envuelta en un extraño manto de energía que la protegía de los ataques de aquellos soldados provenientes del continente del elemento fuego.
A lo lejos, Ivonne y el otro muchacho veían ocultos desde los árboles como se desarrollaba el evento. La chica estaba preparada para atacar por si se presentaba la ocasión, mientras el hijo de la sacerdotisa esperaba que el plan de su madre pudiera funcionar. Él no era bueno en combates cuerpo a cuerpo. Había aprendido a crear ungüentos, pociones y algunas técnicas de curación, pero en su repertorio no estaba el pelear. Su madre nunca le había enseñado tal cosa. Tampoco era capaz de crear escudos de energía como su madre lo hizo.
—¿No piensas ir con tu mamá? —inquirió la princesa.
—No soy tan bueno como lo es ella —replicó el joven de cabello desordenado—. Mi mamita dice que todavía me falta mucho para llegar a ese punto.
»Como secreto, es más vieja de lo que aparenta por fuera, porque su entrenamiento le ha permitido verse joven. Que ella pueda mantenerse así todo el tiempo requiere de una enorme concentración que yo no tengo.
Ivonne ciertamente no llegó a tomar importancia al aspecto físico de la sacerdotisa, al menos no hasta ahora. Ciertamente parecía muy joven como para haber conocido desde la juventud al padre de Ian y ser madre de un chico de dieciséis años. A su mente llegó un vago pensamiento.
«¿Qué edad tendría el padre de Ian si viviera?
—Espero que tu novio tome notas de como mi madre deja ver cómo estúpidos a esos sujetos —comentó Roberto a Ivonne. Esta apretó el rostro al mero estilo del chico del slime.
—Ian no es mi novio —afirmó Ivonne, tirando de la orellana de aquel vato—. Sólo es un buen amigo.
—Pues cada vez que lo ves parece que te lo quiere comer a besos y hacer un montón de güarradas con él —replicó Roberto con una sonrisa pícara, y moviendo después los labios varias veces como si de besos falsos se trataran.
—¿Acaso estás celoso, Roberto? —inquirió la chica. Ella sonrió con una ligera malicia, preparando su contraataque al comentario del hijo de la sacerdotisa—. ¡No creo que pueda igualar ese beso cargado de amor y pasión que le diste a Ian!
—¡Yo no lo besé apasionadamente! —protestó el morro—. ¡Ese beso fue parte de un entrenamiento que tuve por si tenía que ayudar a alguien con poderes del linaje del gran dragón!
»Por eso mi mamita me hizo pasar por años entrenando con un espantoso y viejo muñeco de entrenamiento labial.
El hijo de la sacerdotisa se cruzó de brazos. Su cuerpo se agitó ante el repulsivo recuerdo de una desagradable y tétrica figura con características humanas que tuvo que besar en repetidas ocasiones siendo un niño pequeño.
—Creo que Ian tiene razón, y en tu familia son todos raros —comentó la mina, compadeciéndose de aquel joven—. En fin, ¿no tienes padre?
—Mamá dijo qué tal vez se perdió en el camino cuando fue a comprar unos puros cuando los hombres de Volcabrama atacaron la capital —replicó el chico. Ivonne llegó a pensar que no podría tomarlo con seriedad—. La verdad es que sea como haya sido, no lo conozco ni un poquito.
»Ella me cuidó toda solita. Y aunque es medio rara de vez en cuando, la quiero mucho por darme la vida. Me enseñó que no hay nada mejor que tratar de preservar la propia, y ayudar a sanar otras.
—Pues me parece un caso peculiar —expresó Ivonne, acercándose un poco a Rob, dándole un codazo en el costado derecho—. Tu madre parece estar un poco loquita, pero es educada.
»Tú en cambio, pareces una bestia salvaje, además de que roncas como los rugidos de mil perros del infierno.
—¡Ay, no te soporto!
El muchacho comenzó a protestar y lanzar múltiples insultos a la mina, mientras ella reía a carcajadas. Rob le parecía bastante molesto, así que decidió que le devolvería cada golpe que él le diera.
[...]
Los hombres de Yaco seguían atacando sin conseguir hacer daño a la mujer, por lo que el líder decidió combatir, usando su pistola de dardos que resultó inútil contra el manto de energía que la protegía de los movimientos su oponente.
—Esto no salió como lo esperaba —afirmó Yaco, atónito por lo que sus ojos observaban—. ¡Retirada!
Mientras Ivonne y Rob seguían debatiendo, ellos no se dieron cuenta del paso de los enemigos cerca de ellos, y casi fueron atacados por unas bolas que al estallar creaban una cortina de humo que les imposibilitó ver que dirección tomaron Yaco y sus hombres. Ian fue dejado por aquel sujeto que le propuso contraer nupcias con la reina de Volcabrama, pero se habían llevado al slime.
Una vez que el humo se disipó, la sacerdotisa se dispuso a continuar la búsqueda del morro. Entró a la tienda en la que se hallaba, pero tenía una mirada perdida y atado de pies a una cama. También tenía algunas marcas en el cuerpo.
—¡Oh, por el gran dragón! —mencionó la mujer, preocupada por el semblante del muchacho—. ¿Qué le habrán hecho al joven Parker?
Ivonne y Roberto se acercaron también, ambos con el deseo de ayudar, pero por lo pronto, lo único que podían hacer era ir de vuelta a la casa de la familia del segundo de ellos, ya que Ian requería atención en sus heridas, aunque también emocional.
—Puedo sentir que algo anda mal con tu hijo, querida amiga —mencionó la mujer al aire, y de pronto, observó que los otros dos habían llegado. Rob se echó a Ian sobre su espalda.
—¡Este pesa demasiado como para estar tan delgado como una tabla! —Se quejó el morro.
[...]
Un poco más tarde, todos estaban de vuelta. Tras una revisión exhaustiva, la sacerdotisa había encontrado el resto las marcas que habían sido dejadas en el cuerpo del jovencito. Curó cada rastro de pie, quemada hasta que estos desaparecieron por completo.
—Puedo sentir que su corazón está repleto de tristeza e incertidumbre —pronunció la madre de Roberto, tocando su pecho con la mano izquierda—. Un baile de soledad, tristeza y falta de sosiego lo tienen acorralado.
—¿De qué habla? —inquirió Ivonne, preocupada por el bienestar del pibe.
—No lo sé —replicó la sacerdotisa—. Sólo digo lo que puedo sentir en su alma.
—Voy a hablar con él cuando despierte —repuso la mina, un poco cansada tras no obtener información—. También me gustaría ayudarlo a rescatar a Gelatín, ya que esos sujetos terribles se lo han llevado otra vez.
Y al poco tiempo, Ian despertó. Se dio cuenta del lugar en el que se encontraba, pero no había ningún rastro de su slime.
—¿Gelatín? —preguntó con la mirada vacía—. ¿Dónde está mi Gelatín?
»Gelatín, mi Gelatín...
La madre de Rob se dio cuenta de que el muchacho había despertado, así que entró a la habitación y le dio un cálido abrazo, esperando que él reaccionara, pero el pibe estaba perdido en sus pensamientos, tratando de dar con su más viejo amigo.
—Mi Gelatín —volvió a pronunciar—. ¿Dónde está? Gelatín...
En ese instante, Ivonne hizo su aparición. Ella estaba contenta de ver despierto al chico, pero cuando él la vio, recordó las cosas que Yaco le había contado sobre Áeronima, sobre la abuela de esta, rememoró también el dolor al ser marcado, y su mente se llenó de terror. No quería que la princesa se acercara a él, especialmente porque no la podía ver a los ojos y decirle que había enviado algo suyo para preñar a la reina de Volcabrama.
—¡No! —expresó Parker, observándose tembloroso. Era un temor injustificado ante la mirada de Ivonne.
—¿Qué pasa, Ian? —cuestionó la mina, inquieta y con anhelo de ver nuevamente una sonrisa en el rostro del vato.
—Los voy a dejar a solas —mencionó la sacerdotisa, dando marcha al lado contrario a la entrada de la habitación—. Tal vez su presencia ayude al muchacho.
Entonces, y a pesar de que el morro no quería a la mina cerca, ella hizo caso omiso y abrazó al joven rey de Terradamar. Comenzó a soltar algunas lágrimas, y dijo algo que vino desde adentro de su corazón.
—Gracias por ser un buen amigo, Ian. Quiero que vuelvas a ser ese chico sonriente y amable.
»No me gusta verte así de triste. Voy a dar lo mejor para rescatar a Gelatín, porque es tu amigo, y mío también.
Lo soltó y dejó que este colocara su cabeza sobre sus piernas. Ella lo llevó a su abdomen y acarició suavemente las mejillas y cabello del chico. A pesar del estado del vato, no perdió la oportunidad de ver los ojos del chico. Era algo que le gustaba de él. Aunque su propósito era velar primero por su tierra, no iba a dejar a su amigo.
—Mi deber ahora es con ambos —dijo, pero el pibe no hizo caso a sus palabras.
—Gelatín, mi Gelatín —enunció el muchacho, todavía con aquella mirada vacía y totalmente carente de expresión alguna—. Quiero a mi Gelatín.
»Gelatín, ven aquí, Gelatín...
—¡Lo siento, Ian! —bramó lvonne. Le dolía hasta el alma ver al chamo de esa forma. Quería hacer algo, pero por dentro estaba aterrada—. ¡No me gusta verte así de decaído!
La chica se retiró en completo mar de lágrimas. Ian era muy importante para ella. No solamente por una alianza. Había algo que todavía no se atrevía a confesar por temor a dejar su vida en Áeronima, siendo que había llegado a Terradamar para buscar apoyo.
Cuando ella se marchó, el muchacho se quedó solo. Volvió a cerrar los ojos. No tenía energía para levantarse y se sentía agotado. Quería a su mejor amigo de vuelta, pero no sabía que dirección tomó Yaco. El hombre no lo dejaría fácilmente, especialmente por aquel trato que había aceptado, así que tener a Gelatín es sus garras era un boleto de regreso con él.
De pronto, el chico se encontró en una especie de lugar extraño y vacío, salvo por...
—¿Eres tú, Parker? —cuestionó un hombre algo parecido al muchacho, pero con los ojos de un color similar a los de su tío. Lucía de la misma edad que su tío
—¿Pa-padre? —inquirió el confundido morro.
—¡Entonces, sí eres tú, hijo mío!
El hombre abrazó a su retoño y susurró algunas palabras para demostrar la alegría que era verlo después de tanto tiempo, así como para que supiera que estaba orgulloso de verlo convertido en un joven de bien.
—Padre... ¿Es cierto que me comprometiste con la princesa de Áeronima, pero que antes de hacerlo tenías tus dudas?
—Es correcto, Parker —afirmó el padre del pibe—. Tenía mis buenas razones para dudar de la palabra del rey de uno de nuestros continentes hermanos. Sin embargo, poco a poco, fui descubriendo que el gobierno había hecho varios cambios, mejorando la vida de su gente.
»Fue por ello que decidí confiar. Ya yo sabía que tarde o temprano, la gente de las tierras vecinas se levantarían. Las aguas se calmaron con el gobierno del padre de Ivonne.
»No obstante, el hombre encontró que alguien importante para su esposa también se vio involucrado en aquellos hechos. En fin, no está en mí el que encuentres todas las respuestas a esta pregunta, hijo.
—¿Y qué me dices de lo que se dice de ti, padre? —inquirió el vato con tristeza.
—Seguramente es lo que la elite de allá o de nuestro continente dirían, Parker —respondió el anterior monarca del continente, aferrando sus brazos sobre la espalda de su bendición—. Me enteré de como la gente rica trataba a los que no eran de su mismo estatus económico.
»Supe de los malos tratos, las torturas físicas y mentales. De las violaciones y asesinatos contra los más desprotegidos.
»Fue de mi saber que algunos acababan con la vida de los trabajadores enfermos. Lo mismo pasaba allá en la tierra del fuego. Pero la nueva reina de Volcabrama eliminó al anterior. Un sujeto que me prometió que ayudaría a una prosperidad mutua con nuestro continente. No le importó que el rey fuera su hermano.
»Cuando me enteré de ello, sabía que vendrían por mí. Poco a poco fueron desprestigiando a mi gobierno con infiltrados que eran los culpables de las atrocidades contadas durante mi reinado. Algunos sujetos daban falsas órdenes a mi nombre.
»Con ayuda de mi hermano, también ayudé a muchas personas. Mi imagen ya estaba tan desfigurada ante los ojos de la población, que pedí a tu tío que tomara todo el crédito de los actos en los que salvamos a otros. Ya no me importó caer con la gente que tanto mal hizo en Terradamar.
Después, exhaló un poco. Recordó a un hombre muy importante en su vida. Era un hombre que fue algo parecido a un segundo padre.
—Daichi... Él, me dolió en el alma verlo mirarme con decepción y desprecio por lo que sucedió con su hijo. —El padre de Ian bajó la mirada ante la remembranza de aquel evento. el chico se libró del abrazo de su viejo. Lo miró a los ojos, listo para escuchar el resto—. Mi verdadero plan no era matarlo. Quería liberar a ambos de una situación más peligrosa para ellos. Había espías en el castillo aquel día. No me perdonaría si les llegaba a suceder algo.
»Había algo más al acecho. Algo turbio y perturbador. Sentía su presencia en todo momento y en todo lugar. Tal vez se relacionaba a todo lo malo que ocurría en Terradamar. Me quitaba el sueño pensar en ello. Me sentí perseguido por aquello... Algo me hacía perder los estribos.
Llevó su mano sobre su rostro. Recordó los hormigueos que le provocaron dos voces que llegó a escuchar. Estas lo invitaban a tomar malas decisiones
—Y en cuanto a mis consejos tercos para con Daichi —prosiguió, acercándose a su bendición, y dándole unas palmaditas en el hombro izquierdo que llenaron de alegría este—, así me aseguraba de que él no fuera parte del plan de Volcabrama. Por un momento lo creí, cuando parecía estar del lado de los ricos que abusaban de sus trabajadores.
»En fin, tanta riqueza se perdió en muchos casos cuando nos invadieron. Lo mismo que con muchas vidas —exhaló, y su semblante se tornó deprimido. Tenía la mirada baja, y veía al suelo.
»Las únicas vidas que más me dolió perder fueron las de tu madre y hermanos.
»Soy el responsable de haberlos expuesto al riesgo. Debí estar con ellos, hijo. Fue el precio de una purga para el continente. De no haberla hecho, las voces que escuchaba vendrían con más fuerzas.
Mientras el hombre se recuperaba del dolor de recordar la muerte de su esposa y las de seis de sus siete hijos, acarició con cariño y dulzura el rostro de su hijo. Parker, como fue su nombre en un inicio, se sintió amado por su viejo. Era completamente distinto a lo que se decía de él, pero tenía algunas dudas que esperaba que su progenitor pudiera responder,
—¿Qué clase de voces eran las que oías? —Por un momento, recordó haber escuchado cosas también. Comenzó a preocuparse por vivir aquello en carne propia.
—No lo sé, hijo mío. —El hombre llevó sus manos a los hombros de su retoño. Sonrió orgulloso al ver su rostro reflejado en él, y aquellos ojos similares a los de su madre.
—Y entonces, ¿es cierto que tenías un pacto con el gran dragón, pero que él lo anuló?
—Hijo, siempre supe que era detestado por gente hasta de nuestras tierras —contestó su progenitor, cambiando su mirada a una repleta de seriedad—. Antes de la batalla, pedí al gran dragón que anulara el pacto si veía que sería una batalla que no ganaría.
»Mucha sangre fue derramada antes. Acabaron con los pueblos más pobres, y al sentir que fallé, me rendí.
»Fallé a la gente que quería proteger.
»Para ese entonces, tu madre había sido atacada, y se me informó de la muerte de mis hijos por medio de la conexión que tuve con nuestro guardián. Y doy gracias al gran dragón porque una de mis siete bendiciones pudo sobrevivir. Creo que tu tío eligió un verdadero nuevo nombre para ti, ya que nuestro guardián tuvo misericordia contigo, Ian.
—¿Bendiciones? —cuestionó Ian a su padre, pues quería saber si eso tenía un significado oculto.
—Cada uno de mis hijos lo fue —replicó su viejo, observándolo con todo ese cariño que sólo un padre podía tener por un hijo. Colocó su mano sobre la nuca del muchacho, y le desarregló un poco el cabello tras unas suaves caricias—. Incluso mi hijo sobreviviente fue el que era en más sonriente, amable, y de buen corazón.
»Parker, si estás aquí es porque la tristeza y ansiedad han inundado tu corazón. Yo ya estuve en este solitario lugar, pero pude estar presente para decirte que aunque no esté contigo, y tengas muchas dudas, tu madre y yo estaremos por siempre en tu corazón, amándote por siempre.
»No caigas en la oscuridad.
—¡Papá! —gritó el chavo, abrazando a su progenitor y soltando en llanto. Era doloroso ver a alguien que alguna vez perdió. Quería estar más tiempo a su lado.
—También te he echado de menos todo este tiempo, mi pequeño Parker —expresó el hombre, sintiendo el agarre del muchacho. Con delicadeza, condujo el rostro de su hijo a la altura de su pecho.
—¿Sabes algo de mi amigo llamado Gelatín? —cuestionó Ian, ya que tal vez su viejo lo llegó a conocer.
—Sólo te diré que me parece que es un gran amigo tuyo. —El rey caído dio un beso en la cabeza de su hijo. El momento de despedirse había llegado—. Debo de dejarte, hijo. Me alegra que tuviéramos esta oportunidad.
»Sé que tal vez todavía hay asuntos pendientes, pero tal vez, un día, tengamos una nueva oportunidad de charlar.
Ian sintió como su padre dejaba de... ¿ya no sentirse con el abrazo que le brindó? Había sido una rara sensación. Fue como perderlo al instante.
«Perdí mi oportunidad de hablar con él sobre lo que Yaco planeó conmigo», pensó y maldijo al aire.
También perdió la oportunidad de averiguar un poco más sobre Áeronima y la abuela de Ivonne. Por su parte, dudaba que ella tuviera las respuestas. Aunque debía hacer algo para recuperar a Gelatín. Tal vez tendría que unirse devuelta a Yaco, pero...
—No amo a su reina —parloteó. A su mente vino el recuerdo de avión e permitiéndole rodearla con sus brazos—. Amo a Ivonne.
El joven abrió sus ojos. El primero en verlo despierto una vez más fue la madre de Roberto.
—¡Parker, estás de vuelta! —exclamó con alegría la sacerdotisa.
—Así es —manifestó el morro entre sábanas blancas y almohadas verdes como su mejor amigo. Tenía una mirada seria—. Ahora, tengo algo mente, pero antes, debo hablar con Ivonne.
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