La luna hizo su aparición una vez más en el firmamento, siendo acompañada de millones de estrellas durante la noche.

«A», Selene y el Typhlosion espectral visitaban el lago por una segunda ocasión, hasta que de pronto, un estruendo perturbó al joven.

Aquella figura enorme, y cubierta por un pelaje marrón y barro volvió a aparecer. La diferencia es que ahora caminaba erguido y parte del barro cubría su rostro.

Aquella mancha en forma de luna, ahora era completamente circular y rojiza, como si fuese una «luna carmesí».

Aquel ser, si es que era un pokémon, rugió con todas sus fuerzas, provocando que Typhlosion tomase una postura ofensiva. Estaba listo para atacar.

«Mi amigo intentó usar lanzallamas, pero nada ocurrió.

Estábamos en grandes problemas si aquel enorme oso se atrevía a atacarnos.

Temí por mi vida al recordar la última vez que lo vi, pero caminando en cuatro, y con un aspecto un tanto distinto al de ahora.

De pronto, Selene sacó uno de esos objetos a los que más allá de Unova llaman pokébola, y de este emergió una criaturita de aspecto femenino y que en la cabeza parecía tener un sombrero de bruja.

Selene le ordenó atacar, y esta, en un acto de valor, no se inmutó hasta ahuyentar a la bestia que le quitó la vida a mí Typhlosion.

Sentí que mi respiración estaba agitada, y entonces, Selene se acercó a mí, y con sus suaves manos rozó con suma tranquilidad mis mejillas.

Dijo que este era el enfrentamiento que vio con la criatura, y se disculpó con Typhlosion al mencionar también que de ver el enfrentamiento pasado, acudiría a evitar la tragedia.

Me beso después y prometió que no se separaría de mí jamás, pues nuestros descendientes estaban destinados a limpiar el honor de alguien más en Noroteo», redactó «A» en su diario.