Para «E» su vida estaría mejorando desde que conoció a Selene. Era grato para su alma el no ser juzgado por ser diferente a los demás al lado de esta.

Tenía también, a una compañera que podía ver, y hasta tocar al espectro de su más fiel y querido amigo.

El Typhlosion también estaba profundamente contento, o al menos lo aparentaba. Su misión para con aquel joven estaba pronta a terminar, luego de algunos meses siendo un ser fantasmal.

Aunque era doloroso saber que pronto dejaría al castaño, se sentía pleno de poder acompañarlo por más tiempo del que llegó a creer.

Y entonces, durante un atardecer mientras acompañaba a «N» en su huerto, vio que este se acercó a Selene para pedirle matrimonio al entregarle un anillo de compromiso.

El Typhlosion deseaba que el humano pudiera contraer nupcias y ser feliz. Aquello era su más grande deseo.

Por supuesto, para «N» también fue un grato momento.

«Realmente Selene tenía razón. Ella y yo estábamos destinados el uno para el otro.

Deseaba estar con ella por siempre y formar una familia a su lado», relataría «N» en las anécdotas de su vida.