CAPÍTULO 21: TODO A SU TIEMPO
CAPÍTULO 21: TODO A SU TIEMPO
Dos años habían pasado desde que Blaine se mudó a Los Angeles. Había vuelto a Ohio para el juicio de sus padres, un gran alivio que fueran condenados por asesinato y todavía estaban en la cárcel. También había vuelto para pasar unos días con Sebastian un par de veces, en los raros momentos que él no tenía mucho que hacer en Los Angeles y el castaño tenía tiempo libre.
A parte de eso, hablaban a menudo. Al principio había sido doloroso, pero poco a poco se acostumbraron. Un momento complicado llegó cuando el moreno tuvo que contarle que había un chico que coqueteaba con él. No era su amado, pero le agradaba. Al final, el policía le recordó que tenían un pacto y que lo mejor sería que le diera una oportunidad. La relación fracasó, pero eso no era importante.
Por su parte, el castaño no había querido estar con nadie. Anderson había intentado convencerlo, animarlo para que saliera a conocer nuevos chicos o a que volviera a ver alguno de sus antiguos amantes. Sin embargo, Smythe no tenía ningún deseo de tener relaciones ocasionales, no después de haber conocido la felicidad absoluta.
Blaine salía de su última clase de la tarde y estaba deseando volver a casa. Cooper todavía estaría en los estudios rodando su nueva película, lo que le daría a él el tiempo suficiente para estudiar un poco y comenzar un proyecto de composición antes de preparar la cena.
Salió a la calle y vio frente a él a Sebastian, con una sonrisa relajada y un enorme ramo de rosas rojas. Los demás alumnos lo miraban intrigados, preguntándose para quién serían esas flores, pero ninguno de los dos enamorados prestó la más mínima atención.
El moreno corrió a abrazar a su amado y aprovechó para fundirse en un beso intenso. Lo había extrañado tanto que era doloroso. No sabía qué hacía ahí, pero le encantaba poder estar entre sus brazos nuevamente.
Después de lo que se sintieron apenas unos segundos pero que en realidad fueron varios minutos, los dos separaron sus labios para sonreír con amor. Juntaron sus frentes sin separar sus cuerpos, intentando mantener el máximo contacto posible.
– ¿Qué tal tu día? – El castaño preguntó.
– Ahora perfecto. – El ojimiel respondió acariciando su mejilla.
– ¿Y eso? – El policía cuestionó.
– Porque estás aquí conmigo. – Anderson le dio un suave pico en los labios.
– Mmmm En ese caso, a partir de ahora todos tus días serán perfectos. – Smythe movió la cabeza para que su nariz acariciara la de su amado suavemente.
– ¿Eso quiere decir...? – Blaine se separó un poco y lo miró realmente sorprendido.
– Me han concedido el traslado, tengo tres semanas para instalarme antes de incorporarme a la policía de Los Angeles. – Sebastian informó ampliando su sonrisa aun más si eso era posible.
– ¡Oh Dios mío! – El moreno lo abrazó con fuerza.
– Me quedo contigo, mi amor... Me quedo contigo...
Sebastian había alquilado un pequeño apartamento en un barrio tranquilo de Los Angeles. No tenía pensado quedarse mucho tiempo, era su "piso de soltero". Tenía pensado que, cuando Blaine quisiera mudarse con él, buscaría un lugar más grande con su amado al gusto de ambos.
Aunque en ese momento no importaba ya que el moreno se había quedado dormido en su cama después de lo que podía llamar el mejor sexo de la historia. El castaño buscó su teléfono para llamar a Cooper. El mayor de los Anderson había sido su aliado para sorprender a su amado. Salió de la habitación para no despertarlo.
– ¿No deberías estar haciendo feliz a mi hermano? – El actor preguntó sin saludar.
– Buenas noches a ti también, Cooper. Yo también me alegro de hablar contigo. – El ojiverde bromeó.
– Sí, sí, lo que digas... ¡Responde a mi pregunta!
– Se ha quedado dormido... Te llamo para que no te preocupes, no creo que despierte pronto y no quiero que camine solo de noche... Será mejor que duerma aquí y mañana vaya a cambiarse antes de sus clases.
– ¿Sabes que no sería la primera vez que vuelve tarde a casa? Lleva dos años viviendo aquí, está más que acostumbrado a la ciudad. – En el fondo, el mayor estaba encantado porque sentía que se preocupaban por su hermano y era todo lo que quería para él.
– Cooper... – Smythe protestó porque el otro estaba siendo un poco pesado.
– Está bien... Disfrutad de vuestro reencuentro...
– Por supuesto, sabes que lo he echado mucho de menos.
Blaine se despertó y se dio cuenta de que estaba junto a Sebastian.
– Por fin despierta la Bella Durmiente. – El castaño bromeó.
– ¿No leíste el cuento o viste la película? ¡Para que despierte hay que besarla! – El moreno decidió seguirle el juego.
– Supongo que tienes razón... – El ojimiel se agachó para besarlo pero el otro se apartó con una sonrisa.
– Lo siento, la princesa se despertó ya, no necesita beso. – Smythe rió, abrazó a su novio y lo tumbó de manera que él quedó encima, con sus piernas entre las de su amado.
– ¿Estás seguro de que no necesitas beso? – Sebastian preguntó con voz seductora. Como única respuesta, sintió los labios de su amado sobre los suyos en un beso hambriento y desesperado.
Después de cenar, los dos se tumbaron en el sofá, con sus piernas enredadas y con la cabeza del más joven apoyada en el pecho del otro. Sebastian acariciaba la espalda de Blaine con suavidad. El moreno frunció el ceño al recordar algo.
– ¿Sabes que no nos hemos dicho que nos amamos?
– ¿En serio? – El castaño se extrañó. Su pareja se incorporó para mirarlo a los ojos.
– No lo hemos hecho... ¿Por qué? – El ojimiel insistió.
– Cariño... Yo sé que me amas y tú sabes que te amo... Pero en tus viajes a Ohio habíamos evitado decirlo para no hacernos más daño. Supongo que nos hemos acostumbrado a eso y ahora nos cuesta. Con el tiempo volveremos a la normalidad. – El policía le acarició la mejilla.
– Te amo... – Anderson no pudo evitar confesar.
– Yo también te amo.
Blaine sabía que llegaba tarde y era algo que no le gustaba. Sebastian lo había entretenido antes de salir. Sabía que se había atrevido a hacerlo porque sólo era su habitual salida de los viernes por la noche. Era una salida obligatoria, sólo quedaban exentos si tenían trabajo, un examen, causa médica o no estaban en Los Angeles. En un principio, el moreno quería saltarse esa salida pero su novio le había dicho que fuera y se divirtiera, que tendrían mucho tiempo para estar juntos.
Entró al local en el quedaban siempre y enseguida vio a Hunter, Sam y Thad sentados en una de las mesas. Se acercó a ellos y los saludó, pidiéndoles disculpas por su retraso.
– ¡Por fin te vemos! ¡Nos has tenido abandonados desde que vino Sebastian! – Clarington bromeó y los demás rieron.
– Lo siento pero... Lo he echado tanto de menos... Estamos acostumbrándonos a estar juntos otra vez. – Anderson se sonrojó.
– Tranquilo, no eres peor que Sam con Brittany... Ellos sí que son una pesadilla... – Harwood rió por la cara ofendida del rubio.
– ¡Eh! ¿Yo que he hecho para que os metáis conmigo? – El ojiverde preguntó.
– No les hagas caso, lo que les pasa es que están celosos porque no tienen novia. – Anderson lo tranquilizó.
Los cuatro amigos rieron pero decidieron dejar el tema ahí. Pidieron cuatro cervezas y comenzaron a compartir anécdotas de la semana. Eran casi como hermanos y vivir en la misma ciudad había reforzado esos lazos que habían empezado a forjar en Dalton.
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