Capítulo 38: El plan más complicado
Luego de esa confesión todos nos quedamos atónitos y nadie dijo nada. La primera en reaccionar fue Eleonor, quien le preguntó a Dylan si quería ir a descansar a su habitación. Con la poca capacidad que aún le quedaba para hablar dijo que sí y pronto ambos desaparecieron. Arthur nos pidió que nos lleváramos lo que quisiéramos y que nos retiráramos. Yo me quedé, necesitaba ver a Dylan, saber cómo estaba, ayudarlo y pedirle perdón por hacer que se sintiera así, pero el director puso una mano en mi hombro y me pidió que volviera a casa.
A la mañana siguiente revisé mi teléfono para ver si tenía mensajes de Dylan, pues antes de dormir le había mandado varios, sin embargo, no recibí respuesta alguna. Arrojé el celular a mi cama y me sacudí los cabellos con frustración. Me convencí a mí mismo de que debía ir a buscarlo, al menos para intentar hablar y poder solucionar nuestras broncas. Cuando bajé me encontré con mis padres y a Aidée desayunando en el comedor. Los ignoré y solo continué con lo mío. Ninguno hizo el esfuerzo por saludarme o al menos regañarme por salir con el estómago vacío; creo que me convertí en una especie de fantasma al que decidieron desconocer para ver si así se deshacían de él.
Echaba de menos mi motocicleta, aunque el viaje en patineta me sosegó un poco. Sonará ridículo, pero me hacía sentir más joven. Al arribar a mi destino me topé con Eleonor, quien estaba a punto de entrar a su coche. Me bajé de un salto de la patineta y con ella en la mano me aproximé.
—Qué bueno que llegas —expresó en cuanto me vio, apoyó la espalda en la entrada del vehículo.
—¿Cómo está Dylan? —Desde mi lugar intenté mirar dentro del coche para ver sí estaba ahí, pero se hallaba vacío.
—Se encuentra más tranquilo, solo no quiere salir de su habitación. —Eleonor miró al cielo y cruzó los brazos—. Por eso me alegra que hayas llegado, no quería dejarlo solo. Simon se llevó a Nick con su familia, mi tío y su esposa tenían que arreglar un trámite, y ahora yo debo salir por algo para poder mudar la pecera a la nueva casa que rentaremos por aquí.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, si Dylan no quería ir a una tienda de peces, entonces estaba peor de lo que pensaba.
—Yo me quedo, no se preocupe —contesté confundido, pese al tiempo que llevaba sin ser hostil, continuaba extrañándome.
—Tú sabes cómo tratarlo, así que intenta convencerlo de que al menos salga al jardín —dijo mientras me entregaba las llaves de la casa, tras esto, ella abrió la puerta de su coche y entró.
Me despedí con mi mano libre y una vez el vehículo se fue caminé hasta la entrada. Dejé mi patineta en una esquina del pórtico, asegurándome de que no hubiera riesgo de que rodara por acción del viento y un desgraciado la pisara sin querer. Al entrar cerré la puerta con la espalda. La casa se encontraba en total silencio, el único ruido que había era el de los rechinidos que provocaban mis pisadas por los escalones.
Cuando estuve delante de la puerta de Dylan, la golpeé con suavidad.
—Güero, soy yo —dije al no ver respuesta.
Esperé un rato, pero no había señales suyas. Eso encendió mis alarmas e hizo que golpeara con más fuerza y desesperación, aunque tampoco tuve éxito. El peor de los escenarios se fraguó en mis pensamientos. Sentí mis ojos cristalizarse, pero retuve mis deseos de llorar y lo que hice fue retroceder: iba a tirar la puerta.
¡No iba a permitir que el puto destino se llevara a alguien que amaba otra vez!
—¿Qué haces aquí? —preguntó Dylan del otro lado de la puerta, su voz se oía débil.
Escucharlo me provocó tal alivio que me dejé caer al suelo. Limpié mis lágrimas con el dorso de la mano y me permití respirar con normalidad.
—Vine a verte, estoy preocupado —me senté en el piso con la espalda apoyada en la puerta.
—Lo siento, ayer arruiné la fiesta.
Los ruidos tras la madera me hicieron imaginar que se sentaba en la misma posición que yo. La escena era muy similar a la de aquella vez en mi casa, solo habíamos intercambiado roles.
—No lo hiciste, la pasé bien luego de mucho rato en la mierda —mencioné, al tiempo que pegaba mis rodillas al pecho—. ¿Estás mejor?
—No lo sé, pero sigo pensando lo mismo que dije ayer. Es cansado ver que la gente a mi alrededor se priva de lo que desea hacer solo por mí. Por eso insisto con que te vayas a México. No me has dado otro motivo para quedarte aquí, nada más me usas a mí.
—Tienes razón, quiero ir allá a entregarle la carta del abuelo a Ana y alejarme de una familia que me margina. —Me dolía tanto poder ponerlo en palabras—. Aunque creo que no hay manera en la que pueda ir, sería muy repentino y prácticamente tendría que escapar de casa.
—Los boletos que compró tu abuelo tienen fecha para mañana al mediodía, te queda tiempo. Sé que eres capaz de idear algo que funcione. —Había empezado a llorar, su voz lo delataba.
Quise retractarme de lo que dije, pero eso también lo molestaría y a la vez estaba harto de negar mis deseos.
—Si me voy, ¿cómo te sentirías? —pregunté con la voz temblorosa, ya no pensaba mucho en que decía.
—Estoy feliz de que la gente que quiero vaya a cumplir sus metas y también sé que todo está en constante cambio, que así son las reglas de este mundo, pero los voy a extrañar. ¿Sabes? A pesar de las cosas malas que les sucedieron, me gustó muchísimo estar con ustedes, en especial contigo, me divertí tanto que se sentía hasta artificial.
Mis ojos volvieron a cristalizarse. No tenía idea de qué me sucedía, me había vuelto un auténtico llorón.
—Pasaste por un muy mal momento y sigues acostumbrándote a estar bien.
—Todavía me cuesta creer que la vida puede ser así de... —Hizo una pausa. Me lo imaginé sacudiendo las manos para encontrar la palabra correcta—. ¿Bonita?
—Sí, la vida puede ser bonita. —Apoyé la barbilla en mis rodillas.
Dylan dejó de responder, pero escuché ruido del otro lado. La puerta se abrió y casi me caigo de espaldas por lo repentino que fue. Me incorporé con rapidez. Dylan usaba el regalo que le había dado por su cumpleaños: una playera negra que tenía la leyenda «Acuarium Junkie. Living life one tank at a time.». Ambos nos observamos por un rato, hasta que él se abalanzó contra mí y me atrapó en sus brazos. Tal y como lo hizo al sacarme del encierro. Le respondí con la misma fuerza y caminé hacia adelante para que entráramos a su habitación.
—¡No quiero que te vayas, pero tampoco que renuncies a algo que deseas hacer solo por mí! —exclamó entre lágrimas.
Puse mis manos en sus mejillas, lo separé un poco de mí y admiré su rostro enrojecido y ojos llorosos.
—Vámonos juntos —dije sin pensármelo—. Hacemos nuestras maletas, le pedimos ayuda a Babi para que nos abandone en el aeropuerto y nos vamos. —Mis manos no dejaban de temblar por la desesperación—. Tengo un departamento en el centro, dinero heredado y también trabajaré día y noche para que puedas estar bien. Te llevaré a ver a tu familia cada que quieras, iremos a muchos acuarios, entrenaremos juntos a diario, pero por favor, no hay que separarnos.
Estaba proponiendo una locura, sin embargo, no iba a soportar alejarme de él. Debido a mi situación, no tenía una fecha de regreso; bien podrían ser solo un par de meses, pero también podría ser de por vida. Era una posibilidad y Dylan lo sabía. Mi güero abrió los ojos tanto como pudo, apoyó las manos en mis hombros y después negó con la cabeza.
—Frank, no digas incoherencias, ni siquiera tengo pasaporte. —dijo con dolor—. Me asusta que todo cambie y te voy a extrañar muchísimo, pero así son las cosas y debo aceptarlo.
Mordí el interior de mi mejilla, solté su rostro y bajé la cabeza.
—Creo que tengo un plan para que pueda irme allá sin meterme en tantos pedos. —Resoplé. Pocas veces mi cabeza había trabajado tan rápido—. Te voy a echar de menos también, pero no hay que despedirnos todavía. Aún nos queda tiempo.
Cortamos distancia para besarnos. Ese beso duró poco, pero venía cargado de melancolía. El siguiente que nos dimos fue más profundo, nuestras manos se entrelazaron y nos dejó con ganas de más. Volvimos a hacerlo incontables veces hasta que el piso nos cansó y, todavía besándonos, nos acomodamos en su cama.
—Hay que tener sexo —dijo Dylan cuando nos separamos para tomar aire.
Di un respingo y lo solté.
—¿Estás seguro? —pregunté avergonzado, hasta mi rostro se puso colorado.
—Lo estoy, ¿y tú?
Dylan estiró la mano para abrir el cajón del taburete junto a su cama. De ahí sacó un pañuelo y un par de condones que de seguro guardó de la conferencia de salud reproductiva que hacían en la escuela cada cierto tiempo.
—No hay algo que quisiera más —dije mientras ponía una mano en su pecho—, pero ayer no estabas bien.
—Ahora lo estoy porque tú te encuentras conmigo.
Cuando escuché el coche de Eleonor, dejé de abrazar a Dylan y salté de la cama para buscar mi ropa. El güero se incorporó, cubrió la mitad de su cuerpo con la sábana y solo me observó como si fuera una especie de maravilla jamás vista.
—Vístete, ella puede entrar en cualquier momento —le ordené mientras abrochaba como podía los botones de mi camisa de franela.
Él se dio una palmada en el rostro, bajó de la cama y comenzó a buscar su ropa, que había quedado regada por el piso.
—La puerta está cerrada y no entrará sin tocar. —Dylan tomó sus pantalones del suelo y comenzó a ponérselos.
Me exigí a mí mismo calmarme, aunque era difícil, porque mucho pasaba por mi mente y se venía una de las cosas más complicadas que haría en la vida. Mi futuro era incierto, pero lo curioso era que me incomodaba menos que el que ya tenía predestinado.
—Voy a escribirle a Babi para comenzar con todo. —Aun sin camisa, se sentó en la cama y tomó su teléfono del taburete—. De ahí lo que queda es que ella le mienta por mí a Eleonor. Yo solo voy a callarme y asentir.
Había aprendido bien de nosotros y eso no me enorgullecía, pero para esos momentos críticos servía.
—Gracias por ayudarme. —Dejé lo que estaba haciendo, me le acerqué y pegué mi frente a la suya—. Y perdón si te meto en broncas.
—No me importa, quiero ayudarte.
Estuve a punto de darle un beso, pero el ruido de los tacones de Eleonor nos interrumpió.
—¿Cómo están, chicos? —preguntó la mujer al otro lado de la madera.
Di un sobresalto. Necesitaba irme, entre menos tuviera que interactuar con ella, mejor. Me acerqué a la puerta para salir disparado, pero antes de hacerlo volteé a ver como mi güero se ponía la playera que le regalé. Estaba de lo más tranquilo a pesar de lo que hicimos, de lo que haríamos y de lo que sería de nuestra relación.
En cuanto abrí la puerta agaché la cabeza y salí disparando, aunque procuré no empujar a Eleonor.
—Tengo que irme a arreglar una cosa importarte y muy urgente —me excusé sin detener mi huida.
Salté los escalones, salí por la puerta principal sin cerrarla y corrí como si mi vida dependiera de eso. No era prisa por llegar a casa y empacar, de hecho, iba sobrado de tiempo, más bien me recorría un impulso irrefrenable por continuar corriendo, quizás eran todos aquellos sentimientos que guardaba y esa era la única manera que tenía de liberarlos.
Cuando llegué a mi casa abrí la puerta sin tocar, apoyé la espalda para cerrarla y me permití recuperar el aliento.
—¿A ti qué te pasa? —preguntó de repente mi hermano Brandon. Él caminaba del comedor a la sala.
Di un respingo y maldije por lo bajo. Lo único que me faltaba era que todos ellos estuvieran en casa cuando había decidido irme a otro país solo.
—No es de tu incumbencia —respondí con hostilidad.
—Eres un cínico. Te abrochaste mal la camisa y mínimo te hubieras echado una peinadita —dijo mientras andaba junto a mí y me dedicaba una sonrisa ladina.
—¿Y a ti qué chingados te importa? —Despegué la espalda de la puerta y di un paso hacia adelante. Me cagaba que quisiera hablarme como si nada—. ¡Mejor déjame en paz y vete con Verónica!
Brandon abrió los ojos grandes y se pasó una mano por el cabello. De todos era el más cercano a mi edad, por eso rara vez peleábamos y solíamos ser cómplices.
—Yo no escogí un bando, es nada más que... —bajó la mirada, al tiempo que mordía su labio inferior— no sabía de qué forma mediar entre ustedes. No estoy de acuerdo con ninguno. Solo quiero que estemos tranquilos, por eso te llamé por tu cumpleaños e insistí cuando te encerraste luego de lo del abuelo, pero tampoco podía dejar sola a mamá.
Cada palabra que profería nada más me enervaba más. Necesitaba irme y alejarme de todos ellos por el bien de las dos partes. Las bases de mi familia se sostenían en no pedir disculpas, jamás admitir los errores y aparentar que nada sucedía.
—Brandon, la neutralidad es para los mediocres —pasé a su lado y lo empujé con mi hombro—, ¿sabes? El abuelo se quejaba constantemente de que soy un cobarde y creo que eso lo saqué de todos ustedes.
—¡¿Qué querías que hiciéramos?! —preguntó con desesperación, incluso hizo un ademán con las manos—. ¿Crees que no hablamos todos los días de la forma de actuar ante esto?, ¿que no nos duele verte sufrir?
Sacudí la cabeza, no iba a convencerme con esos argumentos tan flojos.
—Podemos reunirnos los cinco el día que quieras y hablar de lo que ha pasado, enfrentar el problema y hallar entre todos una solución, ¿qué dices? —Brandon se puso delante de mí y buscó mis ojos con los suyos—. Por favor, Frank.
Mi voluntad se volvía endeble, quizás ahí se encontraba la solución a todo, sin embargo, si lo seguía no le entregaría el sobre a Ana y tampoco me libraría de un futuro que no quería. Mi teléfono comenzó a vibrar. Lo saqué de mi buchaca para ver qué pasaba. Tenía un mensaje de Dylan diciendo que logró convencer a Babi y que iban ya de camino al punto de reunión. Eso había sido rápido, lo subestimé otra vez. Sin decir nada, corrí por las escaleras, dejándolo atrás. Él no me siguió, lo que me tranquilizó y enfadó a partes iguales.
Una vez dentro de mi habitación tomé la mochila que usaba en la escuela, la vacié en el suelo y comencé a guardar ropa al azar. No era necesario detenerme tanto en eso. Lo importante era tomar todo mi efectivo ahorrado, la tarjeta de débito, el pasaporte, los boletos de avión y la carta del abuelo. Cuando salí me detuve en la habitación del viejo por unos segundos y toqué su puerta, como si él fuese a gritarme por haberlo despertado.
Sonreí con amargura, cumpliría su última voluntad pronto.
Al bajar no solo me encontré a Brandon, sino a Verónica. Ambos sentados en el sofá más grande, no cerca, pero se notaba que no había una barrera entre los dos como la que tenía conmigo. ¡A la mierda con intentar arreglarlo todo! ¡Estaba claro a quien habían elegido!
Me dirigí a la puerta, aparentando que no me interesaba que se encontraran juntos. No volvería a verlos en mucho tiempo una vez saliera de ahí y me embargó una especie de nostalgia, de esas abrumadoras que casi sacan lágrimas. Aun si regresaba en un par de meses, irme así solo provocaría mi exilio de esa casa. Ya no habría posibilidad de tontear con mis hermanos, de bromear con papá o de probar el pan que hacía la tía Aidée.
—¿A dónde vas? —Brandon se levantó del sillón y se acercó a mí—. Traes una mochila llena de ropa, es obvio que no vas a dormir aquí.
Tragué saliva, no me volví a mirarlo.
—Voy a casa de Trevor por algunos días —dije lo que ya tenía planeado, aunque me moría de ganas de decirle la verdad e irme corriendo para que no me alcanzara—. No nos veremos en un buen rato, así que espero que te vaya bien.
—¿Frank? —preguntó extrañado—. Tenía planeado venir en un par de semanas.
—No importa —suspiré—, despídete de los demás por mí.
Aproveché que se quedó pensando en lo que dije para salir de esa casa que ya no sería mía.
Conocía lo suficiente a Babi como para saber que no estaba de acuerdo con mis decisiones. Durante buena parte del camino se mantuvo en silencio, enfocándose en el frente, hablando a susurros con Dylan —quien iba en el asiento de copiloto— y de vez en cuando volteando, creo que para verme. No noté reproche en sus ojos azules, pero sí una chispa de algo muy parecido a la nostalgia. Continúo agradeciéndole por haberme ayudado con el plan de fuga a México, pues ella no solo tendría que conducir por dos horas, sino sostener un montón de mentiras hasta que todo terminara cayendo por su propio peso.
Ella le había dicho a Eleonor que Dylan pasaría el resto del día en su casa y que dormirían juntos, pero a su vez les avisó a sus padres que estaría en el hogar del güero y que tendrían una pijamada. La realidad era que ambos me acercarían al aeropuerto, después de eso se dirigirían al departamento de Jeff y se quedarían la noche entera ahí con un pretexto que Babi se inventaría.
—¿Ya tienes todo listo? —me preguntó mi exnovia, no se volteó, continuó con la vista al frente.
—Algo así —respondí, al tiempo que despegaba mi atención de la ventana—. Ya le avisé a la tía abuela que pasara por mí al aeropuerto mañana, me dijo que estaba bien, que me esperaría.
En realidad, no hablé con ella, sino con su nieto el pastelero, que era quien se encargaba de responder sus mensajes. Tenía su número porque el viejo me había pedido que coordinara su llegada, además de que él dijo que sería bueno que interactuara con su hermana, ante la posibilidad de que lo acompañara. Lo que le había dicho a la anciana fue que me sentía muy deprimido con la muerte de mi abuelo —que no era una mentira— y que mis padres decidieron que lo mejor sería que me fuera por unos meses para animarme con el cambio de aires, además de que quería cobrar el dinero y ver qué hacía con el inmueble que heredé.
—¿Y ya pensaste en qué harás si ella le comenta parte de tu plan a tu familia? —volvió a preguntar Babi.
Hasta ese momento no había tenido llamadas o mensajes de ellos, lo que era una buena señal, pues eso quería decir que la corta charla que tuvimos no salió de nosotros.
—Tienes un punto. —Resoplé, saqué el teléfono de mi mochila y abrí la sección de contactos—. Aunque no quería bloquearlos a todos tan pronto —tamborileé en la pantalla, suena ridículo, pero me dolía cortar esa única forma de comunicación, a pesar del resquemor que les tenía.
—Espera, aún no lo hagas —atinó a decir Dylan—. ¿No sería mejor aguardar a que empezaran a sospechar porque resultaría más sospechoso que los bloquearas cuando se supone no estás haciendo nada malo?
Puse una mano bajo mi barbilla, intenté dejar de lado toda la parte sentimental y enfocarme solo en lo práctico. Estaba entre actuar de una vez y prepararme para lo peor, o no anticiparme y seguir aparentando normalidad. Mientras me perdía en esas reflexiones, mi teléfono comenzó a vibrar, ¡era una llamada de Trevor!
Maldije por lo bajo, no quería que Babi y Dylan se dieran cuenta de que no me preparé para un giro como ese. Intenté tranquilizarme tomando una bocanada de aire y respondí la llamada. No podía simplemente desviarla, pues también había embarrado a Trevor en mi cagada y necesitaba darle algo muy parecido a una explicación.
—Frank, ¿dónde estás? —me preguntó él.
Coloqué el altavoz, me costaba mantener el teléfono cerca de la oreja, ya que mis manos temblaban.
—Por ahí —respondí, mi tono se escuchó más chillón de lo que quería—, ¿por qué?
—No lo sé, tú dime —farfulló—. No sé cómo, pero tu papá consiguió mi número y me preguntó si ya estabas en mi casa.
Mordí mi labio inferior y miré a Dylan, quien no dejaba de agitar las manos. Babi solo seguía conduciendo, aún nos faltaban cuarenta minutos para llegar a la zona hotelera aledaña al aeropuerto, que era donde pasaría la noche. Nada más teníamos que sostener el cuento hasta mañana por la madrugada, ya cuando estuviera en el avión no habría forma en la que me detuvieran.
—¿Y qué le dijiste? —pregunté con temor.
—Que estabas en el baño.
Solté un largo suspiro. Eso solo me confirmó lo incondicional que era Trevor, pues me salvó sin que se lo haya pedido.
—Sigue manteniendo esa mentira, por favor —supliqué.
—Solo si me dices lo qué estás planeando, te conozco.
Eché la cabeza hacia atrás. Si le decía la verdad quizás intentaría hacerme cambiar de parecer, no funcionaría —porque soy terco como la mierda— y acabaría diciéndole todo a mi familia. No podía permitir eso, aunque confiara en él.
—Voy a acampar en el bosque, cerca del lago. No quería que se preocuparan, pues dicen que es inseguro.
—Fingiré que te creo, Frank —espetó—, solo haz la tontería que estás haciendo con cuidado, confío en tu juicio.
Sonreí con amargura, también le debería una disculpa a Trevor.
—Lo siento muchísimo, pero no te preocupes por mí. Ya cuando volvamos a vernos, te lo pagaré —dije antes de colgar de golpe.
¡Hello, Coralitos! ¿Qué opinan del plan de Dylan y Frank?, ¿creen que es tonto o lo correcto?
¿Piensan que se logrará concretar o los detendrán?
¿Les gusta ver a Frank sacando el carácter y el potencial que tiene? A mí se me hace que cuando se pone en ese modo es prácticamente imparable.
Por cierto, el siguiente capítulo es el último. ¿Emocionados?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top