4. Baek Hyun, no me agradas
Como cualquier persona común, tenía una lista de cosas que no me agradaban. No me gustaba el queso amarillo, el llanto de los bebés, el olor del pegamento blanco, la textura de los duraznos, ni sentir frío en los pies o manos. Me disgustaba cuando una persona hablaba demasiado, al igual que me molestaban aquellas que te interrumpían mientras dabas tu opinión.
En el primer lugar de mi lista de cosas que me desagradaban, se encontraba la lluvia. Cuando llueve, los planes siempre se arruinan, las personas se ven obligadas a encerrarse y, al salir, no pueden evitar mojarse o mancharse de lodo. La lluvia me disgustaba en sobremanera porque me transportaba a momentos deprimentes. ¿Y cómo no? Si realmente estaba ligada a sucesos traumáticos de mi vida: cuando recibimos la noticia de la enfermedad de mi abuelo, estaba lloviendo; el día que enterramos a mi abuela, se desató una tormenta; después de una mañana lluviosa, caí de mi bicicleta y me fracturé un brazo. Si por mí fuera, cada temporada de lluvias y tormentas me mudaría al desierto para no lidiar con ella.
Después del Festival de Rock, Byun Baek Hyun le arrebató su puesto en mi lista a la lluvia. Si antes no lo soportaba, después de ese día, no podía ni mirarlo. Ya no me desagradaba, ¡lo odiaba!
Su actitud y sus palabras cuando nos encontramos en medio de la audiencia me descolocaron tanto que, por primera vez en mi vida, no supe cómo defenderme. De mis labios no salió ni una palabra, aun cuando en mi mente resaltaba una que otra respuesta cruel para el «Marciano Byun». Más tarde ese día, ya en la seguridad de mi habitación, despotriqué contra Baek Hyun e hice tantas rabietas como quise. Por un instante, planeé ir a su casa y maldecir su existencia, no importaba que fuera medianoche.
Lo que me afectó aún más ese día fue sentirme como una perdedora. Aunque yo me quedé con la última palabra en nuestra discusión en la cocina, Baek Hyun me la arrebató en el festival. Perdí ante él cuando me descubrió entre el público y cuando me dijo entre líneas que estuvo anhelando mi asistencia. Esa tarde, el marcador entre nosotros quedó «Baek Hyun: 1000 | So Min: 0».
Por si fuera poco, su escena fue presenciada por varias personas, entre ellas mi familia. Mi madre a veces me preguntaba por Baek Hyun, como si pasáramos todo el día juntos; So Ah una vez me pidió que le contara con lujo de detalle cómo nos habíamos acercado; Min Hyuk aprovechaba cada momento para molestarme y decía que él sería padrino en nuestra boda. Para acallar sus suposiciones, tuve que contarles lo que pasó en la cocina, obviamente antagonizando a Baek Hyun. Dejaron de insistirme con el tema, aunque sabía que no se habían tragado mi versión.
Tardé mucho tiempo en superar el suceso y me costó el doble controlar el revoloteo en mi estómago cada vez que lo rememoraba. ¿Por qué me sentía así? ¿Quién se creía Byun Baek Hyun para hacerme reaccionar de ese modo?
Quise seguir mi vida normal y regresar al completo disgusto que me generaba aquel chico que era mi vecino, mi supuesto mejor amigo de la infancia, mi compañero de clase, el hyung de mi hermano menor, el flowerboy estrella de Bucheon, el chico ganó el Festival de Rock. Sin embargo, era mucho más difícil cuando mi odio no se sentía enteramente auténtico. Algo en mí me decía que las cosas habían cambiado, que la muralla que había construido ya no era tan imponente, que estaba llena de grietas y que parecía que en algún momento se derrumbaría. Deseé tanto que no fuera así, pues sin la muralla entre nosotros, temía que Baek Hyun tuviera acceso libre a mi vida. Y eso me hacía odiarlo al triple.
Deseaba a Byun Baek Hyun lo más lejos de mi vida. ¿Por qué cuando yo anhelaba fervientemente algo, no se cumplía?
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Un mes después del «momento innombrable», tuve un día especialmente malo, el cual me llevó al borde de mi estabilidad.
Era viernes. Por la mañana, desperté con una ligera fiebre y dolor de cabeza. No le di mucha importancia, pues estaba segura de que se me quitaría conforme avanzara el día. Tampoco se lo comenté a mi madre, conociéndola haría un gran revuelo y me llevaría a la clínica de inmediato, y yo no quería faltar a clase por un ligero malestar.
Cuando llegué a la escuela, me fui a mi salón directamente, acomodé mis cosas en mi pupitre hasta el frente (en la fila de en medio) y tomé asiento. Apoyé mi cabeza sobre mis brazos cruzados en el mesabanco y cerré mis ojos, esperando que el dolor se disipara por completo. Después de un rato, sentí una mano reposarse en mi hombro.
—Hola, So Min —saludó alguien en voz baja a mi lado izquierdo.
Me incorporé y en el asiento junto a mí, encontré a Song In Na. Era una de las dos amistades que logré hacer en Bucheon. Era una chica muy aplicada, pero tímida y sensible. Tampoco era originaria de Bucheon, se había mudado de Ulsan porque la acosaban en su anterior escuela.
—Hola, In Na —le saludé de regreso. In Na me dedicó una pequeña sonrisa y se concentró en acomodar sus cosas para la primera clase.
El timbre sonó unos minutos después y el salón comenzó a llenarse con los demás estudiantes. Entre esos alumnos entró Lee Jin Ah, mi otra amiga en la preparatoria. Se internó en el salón con rapidez y a trompicones. Cuando alcanzó el pupitre a mi lado derecho, se sentó con mucha urgencia.
—Hola, So Min —me saludó, mientras sacaba sus materiales—. Sé que es la primera hora, pero ¿podrías prestarme tus apuntes de Matemáticas? Ayer estaba haciendo mis anotaciones de refuerzo y me di cuenta de que tenía mal unos ejemplos, necesito corroborar ahora antes de la clase.
—Deberías prestar más atención a la hora de tomar apuntes, Jin Ah —mencionó In Na, mientras leía sus propias anotaciones en su libreta.
—Hola para ti también, In Na —dijo Jin Ah de regreso—. Y claro que pongo atención, pero ya saben cómo soy, siempre se me escapa algo. Lo bueno es que So Min siempre me salva con sus apuntes perfectos que cuida tan recelosamente. No te molesta prestármelos unos segundos, ¿verdad, So Min? Si es así, ¡puedo recompensarte! Te invito el almuerzo a la hora del recreo.
—Tranquila, no me molesta —le aseguré con una pequeña sonrisa.
Le ofrecí mi libreta y Jin Ah la tomó con mucho agradecimiento. Jin Ah también era una chica aplicada, aunque muy distraída. No obstante, de las tres, ella era la más extrovertida y alegre, además, era quien evitaba que a In Na o a mí nos molestaran.
Mis amigas estaban concentradas en sus apuntes y yo me dispuse a mirar la entrada del salón, esperando a que la profesora llegara. En ese momento, un grupo de chicas ingresó al aula, anunciando lo de todos los días: Baek Hyun estaba por entrar. No tardó ni cinco segundos cuando cruzó el umbral de la puerta de nuestro salón.
El «Marciano Byun» estaba acompañado de sus amigos más cercanos y hablaba animoso con ellos. Baek Hyun y su grupo ocuparon las mesas al medio en el extremo derecho del aula. Como siempre, antes de sentarse, miró en mi dirección. Después del altercado en la cocina, Baek Hyun se limitaba a mirarme y dirigirme pequeñas sonrisas cuando parecía querer arriesgarse. Al principio, y después del festival, no podía evitar sonrojarme en lo que yo consideraba disgusto. Conforme pasó el mes, comencé a evitar verlo y, cuando nuestros ojos se cruzaban por accidente, fingía que estaba mirando más allá de él.
—Aún sigues enojada con él, ¿verdad? —preguntó In Na cerca de mí.
Al ser mis amigas, obviamente les contaba sobre lo que pasaba con Baek Hyun; era mi forma de desahogarme de tanta frustración.
—¡Claro que sigo enojada! Creo que nunca dejaré de estarlo —respondí casi en un refunfuño.
—Antes parecía que te tenía miedo, ahora parece como si estuviera esperando a que te le acercaras —mencionó mi amiga, mientras miraba al «Marciano Byun» como si lo estudiara.
—¡Vamos, In Na! No me digas eso, de por sí ya me siento mal, harás que vomite mi desayuno aquí mismo —contesté con un tono sarcástico, esperando no evidenciar el escalofrío que recorrió mi cuerpo ante su declaración.
In Na podía ser callada y tímida, pero era muy observadora. Lograba descifrar a las personas con tan solo mirarlas detenidamente.
—¡Pero tiene razón! —intervino Jin Ah, dejando de lado los apuntes—. Yo también creo que algo ha cambiado en la forma en que Baek Hyun te mira, parece que quisiera atraerte a él con sus ojos. A veces lo he atrapado observándote mientras opinas en clase, sus ojos brillan tanto... yo desearía que alguien me admirara así.
—¡Ya lo creo, Jin Ah! —expresé con ironía y una mueca de disgusto—. Byun Baek Hyun no me admira...
—¡Claro que sí lo hace! —me interrumpió In Na—. Byun Baek Hyun te admira como nadie lo hace y, vas a odiarme, pero alguien tiene que decirlo: secretamente a ti te gusta recibir su atención.
—¡Qué! —exclamé, conmocionada. Varios compañeros de clase se voltearon hacia mí y, apenada, me encogí en mi asiento.
—¡Acéptalo, So Min! —agregó Jin Ah, como si quisiera hacerme entrar en razón—. Yo creo que estás tan obsesionada con él como Baek Hyun lo está contigo. Todo el tiempo hablas sobre él, siempre te quejas y lo criticas. Además, ya sabes lo que dicen sobre el odio y el amor...
—¡No! De mi parte solo existe el odio —le interrumpí antes de que concluyera su insinuación—. Byun Baek Hyun me desagrada, fin de la historia.
Mis amigas no tuvieron oportunidad de responder, pues la profesora hizo acto de presencia. Pareció que mis amigas entendieron el punto, pues no volvieron a mencionar el tema en nuestros periodos libres o en el receso.
Por suerte, las clases pasaron rápido. Mi malestar no disminuyó en el transcurso del día; para la tarde, la cabeza me pulsaba, mi temperatura había subido un poco más y deseaba con todas mis fuerzas regresar a casa (aunque mi salida se retardó por una hora, pues tuve que esperar a que Min Hyuk cumpliera con su detención).
Al llegar a casa, nos recibió el olor a comida recién hecha. Mi madre tenía turno matutino y salía del trabajo por la tarde, un poco antes de que mi hermano y yo regresáramos a casa de la escuela.
Nos adentramos en nuestro hogar, mientras medio escuchaba a Min Hyuk contarme el porqué de su castigo de hoy. De fondo a nuestra plática, escuché la risa de mi madre y pensé que mi padre ya había vuelto de su viaje a Seúl. Esto me animó un poco y me hizo olvidar el incesante dolor que me aquejaba cada vez con más insistencia. Cuando alcanzamos la entrada al comedor, la cabeza me palpitó al encontrarme una escena que no esperaba para nada: Byun Baek Hyun estaba ahí, sentado a la mesa, comiendo y platicando animoso con mi madre.
—¡Hyung!
—¡Tú!
Min Hyuk y yo exclamamos al unísono, pero con distinto tono: él alegre y yo molesta.
—Hola, niños —saludó nuestra madre, con una sonrisa—. Llegaron un poco tarde, pero no importa. Vayan a lavarse que ya está servida la comida.
—¿Qué haces aquí, hyung? Pensé que nos íbamos a reunir en tu casa más tarde —le dijo mi hermano al «intruso», ignorando la orden que nos habían dado.
—Lo he invitado a quedarse con nosotros —respondió nuestra madre por él—. La señora Byun me llamó y me pidió que cuidara de Baek Hyun-ah, pues ella tiene una reunión del Consejo de Escuelas en Seúl. Saldrá muy tarde de la junta, por lo que se quedará en la ciudad. Como yo no quería que Baek estuviera solo, le dije que podía pasar la noche en nuestra casa.
¿Quedarse con nosotros esta noche? ¿Acaso mi madre bromeaba? ¿Se le había subido el kimchi al cerebro y no pensaba bien?
Min Hyuk saltó de felicidad, como un niñito al que le regalaron un juguete nuevo.
—¡Esto es genial! Baek Hyun se quedará con nosotros a dormir —expresó mi hermano bastante eufórico—. Hyung, nos la pasaremos genial. Haremos una pijamada aquí en la sala, veremos películas, jugaremos con la consola, comeremos golosinas y frituras hasta reventar...
—Sí, todo suena muy bien, pero antes de la pijamada tienes que comer, así que ve a lavarte, Min Hyuk —ordenó mi madre.
—¡En seguida, querida mamá! —respondió mi hermano. Fue la primera vez que le vi acatar una orden con tanto entusiasmo.
Min Hyuk salió primero del comedor. Yo quise seguirlo, pero mis piernas no reaccionaron. La cabeza me estaba dando vueltas y palpitaba como si estuviera a punto de explotar. Ya no sabía si era por la enfermedad o las noticias de que Baek Hyun pasaría el resto de la tarde y la noche en nuestra casa.
—So Min, ¿estás bien? —preguntó Baek Hyun con un tono preocupado.
La pregunta de Baek Hyun llamó la atención de mi madre y ella me escrudiñó con inquietud.
—Hija, ¿te sientes bien? Estás muy pálida.
Me quedé callada y congelada en mi lugar. Intenté asentir con la cabeza, pero eso aumentó mis mareos. Intenté sostenerme de algo, pero no había nada cerca. De pronto, los ojos se me llenaron de lágrimas, mi respiración se fue haciendo más lenta y pesada.
—No... no lo sé... —balbuceé e hice una pausa para entender porque me estaba sintiendo de esa manera—. Yo creo que estoy cansada.
En realidad, me sentía enferma, como si fuera a desfallecer, pero también estaba muy cansada. Cansada de la misma situación, de los mismos pensamientos de desagrado. Deseaba que Baek Hyun no estuviera en mi casa en aquel instante, para que así no me viera en este estado. Deseaba ser la chica fuerte, reservada y seria que no dejaba su lado débil al descubierto ante Byun Baek Hyun. Mi ego se sentía roto ante el espectáculo que estaba dando, así que me erguí en toda mi altura y di un paso al frente, pero, al quitar mi pie del suelo, perdí el equilibrio y caí de rodillas.
Mi mamá se levantó rápidamente, pero Baek Hyun fue más veloz y ya se encontraba junto a mí, en cuclillas, con su mano sobre mi espalda.
En ese momento, nada me importó: si el chico que más me desagradaba estaba tocándome, si en su rostro se formaba una evidente expresión de angustia o sí yo me estaba comportando como si fuera a morir.
Yo no era así. Yo era una chica que sabía ocultar muy bien sus emociones, una chica que nunca montaría una escena.
—So Min, ¿qué pasa? —preguntó suavemente Baek Hyun junto a mí.
Alcé mi rostro y le sonreí, estábamos muy cerca, pero no estaba cien por ciento en mis cabales.
—Yo solo quiero... —mis ojos volvieron a empañarse y mi visión a nublarse—. Solo quiero...
Me desmoroné en algo blando.
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La verdad es que nunca me había pasado algo similar, ni me había comportado de esa manera, tan frágil y sin control.
Desperté en mi cama, tapada con la ligera sábana hasta el cuello. Las cortinas estaban abiertas y el anochecer ya había caído. Mi madre se encontraba sentada junto a mí, esperando a que yo despertara.
—Hija, ¿cómo te sientes ahora? —preguntó, retirándome el cabello de la frente.
—Un poco mejor —respondí y después le pregunté por qué me había desmayado.
—Tu fiebre estaba elevada, casi 39 grados, te he puesto unas compresas para bajarla —respondió con su tono de enfermera—. Creo que atrapaste un resfriado, pero debemos ir la clínica para que te diagnostique el doctor y te dé medicamentos.
Asentí y me incorporé en la cama. Ella me acercó un plato hondo, con un caldo humeante en él.
Mientras comía ella me miraba, como si buscara alguna anomalía en mis acciones, por lo que le pregunté qué pasaba.
—Nada —respondió, pero una sonrisa se formó en sus labios, como si acabara de recordar algo gracioso—. Es solo que te perdiste de la reacción de Baek Hyun. Se inquietó mucho por ti, estaba a punto de llamar a una ambulancia. Min Hyuk logró tranquilizarlo, pero su preocupación fue muy linda.
—Mamá... —la llamé en un tono de advertencia.
—So Min, por favor... —replicó ella, mientras ponía los ojos en blanco—. No quieres aceptarlo, pero Baek Hyun se preocupa por ti y quiere que sean cercanos. Es un buen chico, no entiendo por qué no puedes mirarlo así.
—Mamá, no empieces, sabes que él no me agrada y eso nunca cambiará —respondí, tajantemente.
—¡Pero no comprendo por qué! —exclamó, casi exasperada—. Se conocen desde la infancia, vive en la casa de a lado, van a la misma escuela, ¿qué otras pruebas necesitas para darte cuenta de que están destinados? ¿Qué necesitas para abrirte a él y aceptarlo?
Mi madre sí que era testaruda, su actitud y cuestionamientos avivaron mi dolor de cabeza. Me vio directamente a los ojos, buscando un atisbo de vacilación en mi mirada, pero al no encontrarla, suspiró con resignación.
—Escucha, hija. Si supiera que Baek Hyun es un mal chico, ten por seguro que no te hablaría de él, ni siquiera dejaría que viniera a nuestra casa. No obstante, la realidad es otra, él no es malo, sino todo lo contrario, y debes saber que no puedes sentir desagrado por alguien toda tu vida sin tener razones concretas.
No puedes sentir desagrado por alguien toda tu vida. Esa frase pareció brillar fuertemente en mi cabeza. Concordaba con ello, pues era muy cansado sentir tantas cosas negativas por alguien. Sin embargo, no le dije eso a mi madre, pues prefería mi orgullo antes de reconocer que yo era el problema.
—Dime, ¿por qué rechazas tanto la idea de ser cercana a Baek Hyun-ah? —insistió ella.
—¡Basta! ¡No responderé a tus preguntas, madre! —exclamé furiosa—. ¡Él no me agrada y no cambiaré de opinión!
Emergí de las sábanas, con mi evidente enojo, y salí de mi habitación dando un portazo. Me sentía terriblemente mal por comportarme como una cretina frente a mi madre y porque sabía que yo estaba equivocada.
Caminé escaleras abajo, hasta la sala de estar. Ese era el lugar en donde podría tranquilizarme y pensar sin que nadie me molestara. No obstante, al entrar, me encontré con algo que no me permitiría la soledad que deseaba: Baek Hyun dormido en un sofá. Se encontraba boca abajo, con la cabeza sobre su bazo flexionado, su boca ligeramente en un mohín. En otro de los sillones, Min Hyuk también estaba dormido. Parecía que ambos habían pasado toda la tarde en su «pijamada».
Debí darme media vuelta e ignorar la escena, pero me adentré en la sala. ¿Acaso estaba loca? ¿Por qué me estaba acercando a donde se encontraba Baek Hyun? Me detuve a unos metros del sofá y me puse a su altura, hipnotizada por su imagen. En ese momento me di cuenta de cuán humano era y que todas las cosas que se me hacían desagradables de él no existían, que las había creado sin fundamentos. Él estaba ahí, tan tranquilo, sin ningún gesto, sin ninguna mirada «brillante». Hasta cierto punto pensé que estaba teniendo un buen sueño, pues parecía feliz.
Eso me lleno de un sentimiento de culpa. Él solo deseaba ser bueno y acercarse a mí, pero yo siempre lo rechazaba y me alejaba. «Tu culpa, tu culpa, tu culpa», pensé con remordimiento. Un nudo molesto se creó en mi garganta y sentí como si tuviera que confesar todo lo que había dentro de mí.
Me acerqué un poco más, hasta estar a la altura de su oreja. Esta acción fue tan espontánea e involuntaria que no me dio tiempo de razonarla. Después reflexionaría si me impulsó el sentimiento de culpabilidad o su imagen tan pasiva que me incitaba a ser sincera con él por primera vez en mi vida.
—Lo siento por todo el rechazo y el odio, Baek Hyun —confesé en un susurro casi audible—, pero hay algo en ti, en la manera en la que me miras, en la forma en que te relacionas con mi familia y en cómo te preocupas por mí, que me dicen que no debes agradarme. De verdad desearía que fuera distinto, pero esta es la realidad que vivimos, así que... Baek Hyun, no me agradas.
Él se removió ligeramente y, antes de que despertara, me incorporé y salí de la habitación.
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