20. Líder encantador
Dedicado a ValeKkaebsong
—¿Cómo sigue, noona? ¿Ya disminuyó su fiebre?
—Está un poco mejor. Ya no tiene fiebre, pero dice que aún se siente débil.
—¿Consideras que se aliviará pronto? Me preocupa que ya lleva cuatro días encerrada...
—Pues si sigue en confinamiento y no come debidamente, dudo que se recupere rápido.
Hay silencio por unos minutos, hasta que un suspiro cansino lo irrumpe.
—A mí también me preocupa, pero tenemos que respetar los tiempos de recuperación de cada persona, no importa si se trata de una simple infección en la garganta.
—¿Crees que tenga que ver con lo que pasó ese día? Me siento culpable por haberle enseñado eso...
—No lo creo, solo fue una... terrible coincidencia, dudo que se haya resfriado por culpa de la noticia. Así que no te preocupes, Min Hyuk-ah.
—Realmente no ha sido la mejor semana para nuestra hermana...
—No, pero pronto vendrán días mejores para ella. Llamaré a nuestra madre para actualizarla sobre su recuperación.
—Bien, le hablaré a hyung...
En ese instante, toso fuerte, casi como si quisiera expulsar mis pulmones por la boca, lo cual ocasiona que no escuche el resto de lo que dice Min Hyuk.
Sí, no ha sido la mejor semana para mí. Dos días después de que salió la noticia de Baek Hyun y su noviazgo, me enfermé con una infección en la garganta, inusualmente muy fuerte. Hasta me imposibilitó presentarme en la emisión de Inkigayo.
Aunque ya me he resfriado con anterioridad, nunca me había sentido tan mal: no he podido dormir bien y se me ha hecho muy difícil dejar mi cama, tampoco he tenido el apetito suficiente para terminar la comida que me llevan mis hermanos. Ellos también reconocen que esto es muy extraño en mí y, como es de esperarse, están muy preocupados; lo constato por las conversaciones que tienen fuera de mi habitación.
Rato después, se escucha que alguien toca mi puerta con delicadeza. A pesar de que estoy despierta, no contesto, sino que me muevo en mi posición recostada para darle la espalda a la persona que ahora abre con cuidado la puerta. Segundos después, la cama se hunde junto a mí. No hay sonido alguno, cierro mis ojos y espero.
—So Min, casi es hora de la cena —habla So Ah, con el tono más suave y tranquilo que le he escuchado.
No respondo y esto ocasiona que mi hermana suspire con derrota.
—Min Hyuk está preparando el estofado de res que te gusta —prosigue a pesar de que sabe que no le responderé—. Así que estábamos pensando si, en vez de comer en tu habitación, en esta ocasión bajas y nos acompañas. Te extrañamos... y estamos preocupados por ti.
Mi corazón se rompe al escuchar esto. Desearía tener las suficientes fuerzas para hacer un intento, para salir de este «auto encierro» y regresar al tiempo en el que me sentía como yo misma. Sin embargo, aún no estoy lista.
Debajo de las sábanas, recojo mis piernas lo más cerca posible de mi torso, con mi brazo que no se aferra a la manta, me abrazo a mí misma. So Ah pone su mano en mi cabeza y acaricia lentamente mi cabello, como si quisiera reconfortarme, aunque el nudo en mi garganta crece y la presión en mi pecho se intensifica.
Después de varios minutos, mi hermana vuelve a exhalar. Retira su toque y se pone de pie. Sus pasos son lentos y se detienen, imagino que ya está junto a la puerta.
—De verdad espero que los días mejores lleguen, porque extraño mucho a mi hermanita —menciona con pesadumbre. Después cierra la puerta.
Cuando el silencio reina y estoy segura de que estoy sola, dejo que las lágrimas se escapen y corran libres. Como lo han hecho en los últimos días.
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Me he quedado dormida y el retorcijón en mi estómago es lo que me ha despertado. El reloj de pared marca que son las ocho de la noche, la oscuridad no es completa, pues la lámpara en mi mesita de noche está encendida.
Me incorporo en mi cama y miro que, en mi escritorio, se halla una bandeja con un plato hondo en ella. Supongo que uno de mis hermanos vino a dejar la cena cuando estaba dormida. Me pongo de pie y me acerco a la mesa, levanto la tapa con la que han cubierto el plato, también destapo el pequeño pocito de arroz que me han servido.
Por suerte, el caldo todavía está caliente —aunque no a la temperatura de mi gusto, pero no puedo ponerme quisquillosa. Tomo asiento en mi silla, recojo la cuchara y sirvo una porción de arroz en mi estofado. Con movimientos monótonos remuevo la comida para integrar los ingredientes. Me llevo un bocado a los labios y mastico como si contara cada «abrir y cerrar» de mi mandíbula.
Por mientras, miro el pizarrón de corcho frente a mí, repaso las notas que tengo pegadas en él, así como las fotografías que he anclado en la superficie (la mayoría mías o con mi familia). Miro una fotografía en particular: es de mi primer año en la universidad. Recuerdo que estaba en una exposición, fue la primera vez que me atreví a liderar un proyecto y estaba muy feliz porque todo había salido bien. No recuerdo quién capturo el momento, pero aún agradezco que lo haya hecho.
En ese entonces, estaba cambiando. Era mi transición de la chica insegura y reservada de la preparatoria hacia la joven adulta que se estaba abriendo a nuevas experiencias y que disfrutaba su autonomía. A pesar de la incertidumbre que me generaba esta transformación personal, tenía claro quién era, lo que quería y me gustaba. Ahora he perdido mi radar en todos estos aspectos. Me siento tan confundida, pero, sobre todo, frustrada: desearía demasiado armarme de valor, enfrentar lo que me aqueja y luchar por lo que anhelo. A veces desearía que alguien más viniera y me diera un poco de certeza...
—So Min —me llaman y me sobresalto, pues nunca escuché que alguien entrara.
Es So Ah. Se encuentra bajo el umbral de la puerta. Me mira con extrañeza, no obstante, el alivio predomina en su rostro.
—¿Cómo te sientes? —cuestiona. Se acerca un poco, pero mantiene su distancia, como si yo fuera un animal silvestre y ella temiera que escapara.
—Igual, pero con hambre —respondo, señalando mi plato con menos de la mitad de estofado.
—Me alegra ver que ya estás comiendo —menciona, su posición se relaja visiblemente—. Cuando termines, me gustaría que bajaras.
—¿Para qué? —pregunto ahora yo.
—Tienes visitas.
—¿Visitas? —repito—. ¿A esta hora?
—Sí, traté de convencerle que posiblemente estabas dormida o que estabas muy cansada, pero insistió en que quería verte, aunque fuera por un segundo. Vine con la idea de que te encontraría acostada, pero ahora que veo que estas fuera de la cama, comiendo y un poco más repuesta, supongo que puedes presentarte y quitarle un poco de angustia al chico que te espera en la sala de estar.
¿Un chico? No sé tratará de...
—¿Podrías decirme quién es? —le pregunto tragando el bocado que estaba masticando.
—Termina toda tu comida antes de bajar —contesta, ignorando mi pregunta.
Alcanzo a ver que sonríe de forma misteriosa antes de que me dé la espalda y haga su camino hacia la puerta.
—¡So Ah! —exclamo.
—Te estaremos esperando en la sala —me interrumpe y cierra la puerta.
Me quedo en silencio por unos minutos, trato de asimilar el hecho de que alguien, un chico, ha venido a visitarme y que no está dispuesto a irse sin antes verme. Mi mente solo puede recrear la imagen de una persona y, aunque no deseo que sea él, mi corazón late con premura.
«No debería bajar, tal vez así resienta todo el dolor que me ha ocasionado», pienso con amargura.
—Pero si no bajo, entonces no sabré qué es lo que quiere —me digo a mí misma en voz alta—. Tal vez vino a explicar lo que sucedió hace unos días o a contar la verdad que se oculta detrás del escándalo.
En mi cabeza se recrea la imagen de su rostro, de la congoja que ha de sentir al encontrarse en un problema. Siento un poco de empatía ante su caso y es lo que me incentiva a mi decisión final.
Me pongo de pie y directamente camino hacia la puerta, pero, justo cuando paso frente al espejo de cuerpo completo, me detengo: ¡me veo deplorable!
Corro hacia mi armario, cambio mi pijama por un suéter con el logo de mi universidad y un pantalón de ejercicio negro. Me acerco a mi tocador, me limpio el rostro con un algodón remojado en agua micelar, finalmente cepillo mi cabello y lo amarro en una coleta alta.
Salgo de mi habitación y, antes de ir hacia las escaleras, me desvío al baño para lavarme los dientes. Cuando ya estoy presentable, me dirijo a la planta baja.
Con cada paso que doy, mi pulso incrementa un poco más. Desde el último escalón, diviso a mis hermanos en la sala de estar, quienes hablan animadamente con alguien a quien no alcanzo a ver.
Retomo mi camino e inhalo profundo antes de entrar de lleno a la salón. Sin embargo, me detengo en seco cuando mis ojos dan con el chico que ha venido a visitarme.
—Hola, So Min.
Mi ánimo cae en picada cuando no es Baek Hyun quien ocupa el asiento en el sillón.
Su Ho sonríe ampliamente en mi dirección. Se pone de pie y hace una pequeña reverencia. En silencio, copio su acción y me interno en la habitación.
—Me enteré de que te resfriaste, así que decidí visitarte para ver cómo seguías —comenta, después toma un gran frasco de vidrio que se encuentra en la mesa de centro—. También, te traje un remedio que mi familia siempre me envía cuando estoy enfermo. Espero que te ayude a recuperarte más rápido.
—Gracias, Su Ho —respondo y recibo el objeto que me extiende.
El silencio se prolonga más de lo normal. Por mi parte, reconozco que no puedo hablar, pues todavía me encuentro asimilando el hecho de que deseaba que otro chico estuviera esperando por mí en la planta baja. «¿Cómo va a ser posible? Ha de estar pasando "tiempo de calidad" con su novia», pienso con disgusto.
—¿Te gustaría salir y tomar un poco de aire fresco? —sugiere Su Ho.
—Te lo agradezco, Su Ho...
—¡Claro que le gustaría! —irrumpen So Ah y Min Hyuk al unísono, antes de que pueda rechazarlo.
Me vuelvo hacia ellos, los miro con el ceño fruncido, pero se encojen de hombros, eximiéndose de cualquier culpa. Regreso mi cuerpo hacia mi visitante y le regalo una sonrisa insegura.
—Prometo que solo será un rato —insiste—. Además, me gustaría platicarte sobre algo.
Esto último llama mi atención, lo pienso unos segundos y, finalmente, accedo por curiosidad, más que por convicción.
Le extiendo mi obsequio a So Ah y ella se lo lleva a la cocina. Min Hyuk nos acompaña al recibidor, donde me pongo mis zapatillas deportivas y tomo mi chamarra más abrigadora.
Mi hermana se nos une de nuevo cuando hacemos nuestro camino hacia el portón. El auto negro de Su Ho está estacionado ahí.
—Gracias por estar pendiente de nuestra So Min —expresa mi hermana—. Ha sido un placer conocerte, Jun Myeon.
En respuesta, Su Ho le sonríe de forma encantadora y hace una reverencia respetuosa. Si mi hermana no tuviera ya a su prospecto, seguro tendría un flechazo instantáneo con el integrante de EXO.
—Esperamos recibirte pronto, Jun Myeon hyung —dice mi hermano—. ¡Mucha suerte con el comeback!
Me sorprende que mis hermanos no se dirijan a él por su nombre artístico. Supongo que les ha pedido que le llamen por su nombre real, así como lo hizo conmigo.
So Ah y Min Hyuk se internan en la casa. Espero en silencio a que Su Ho desbloquee las puertas de su auto.
—¿Te molesta si caminamos? He visto un parque a unas calles de aquí, podríamos ir un rato.
—Para nada, me vendría bien después de pasar los últimos días en cama.
Así comenzamos a andar hacia el sur de mi calle, por la cual no transitan carros ni personas. En general, la noche está tranquila y callada. El cielo está despejado y se ve una que otra estrella.
—No apareciste en la última emisión de Inkigayo —menciona, rompiendo el silencio.
—No, pedí una licencia por enfermedad —indico.
Llegamos al pequeño parque de mi colonia, el cual está vacío. Las farolas iluminan tenuemente y los juegos infantiles, como columpios, pasamanos y «sube y baja», hacen sombras sobre el pavimento y los cajones de arena para niños.
Sin pronunciar palabra, me dirijo hacia los columpios. Por suerte, puedo sentarme con comodidad y comienzo a mecerme ligeramente.
Las piedras crujen con las pisadas de Su Ho cuando se aproxima. Alzo la mirada y me doy cuenta de que me ve con detenimiento, el ligero fruncido entre sus cejas pobladas denota consternación y me preocupa que descubra que hay algo más allá del resfriado que me ha debilitado.
—¿Podrías empujarme? —pregunto con una pequeña sonrisa.
—Con mucho gusto —responde, copiando mi gesto.
Me rodea y se coloca detrás de mí. Pone sus manos en mi espalda y me empuja con delicadeza, casi como si no estuviera seguro de hacerlo.
—Puedes aplicar más fuerza, no saldré volando —comento con un tono burlón y, por primera vez en la noche, Su Ho ríe.
Hace lo que le digo y, aunque tomo un poco más de vuelo, su impulso todavía contiene esa inseguridad.
—¿O crees que saldré disparada del columpio o en realidad no tienes fuerzas suficientes? —cuestiono, giro mi cabeza hacia la izquierda para mirarle de reojo.
—Ninguna de las dos —responde, animado—. Ya no eres una niña, So Min, así que temo que, si te empujo más fuerte, se romperán las cuerdas del columpio. No quiero ser el culpable de que te fractures el cóccix...
Bajo mis pies para que el columpio se detenga. Me levanto para encararle con un gesto de fastidio (fingido, obviamente).
—¡Qué respuesta tan aburrida! ¿Por qué no aceptas que es sí eres un debilucho? —ataco con una ceja alzada.
Él se carcajea, pero de inmediato se calla y me fulmina con un gesto juguetón.
—Vuelve a decir que soy un debilucho y te las verás conmigo —amenaza.
Con una sonrisa astuta colgándose de mis labios, me acerco un poco y murmuro, enfatizando cada una de las sílabas—: Dé-bi-lu-cho.
—¡Tú te lo buscaste, Kang So Min! —vocifera, extendiendo sus brazos para atraparme.
Le esquivo y doy media vuelta para correr, a pesar de que mis pulmones no están trabajando al cien por ciento.
Su Ho exclama a mis espaldas y sé que me está persiguiendo. Rodeamos un par de juegos y las bancas. El pequeño y solitario parque se llena vida con nuestras exclamaciones y risas.
Unas vueltas después, el aire comienza a faltarme y mis músculos se entumecen. Cuando me aseguro de que Su Ho no está cerca, me escondo detrás de uno de los juegos infantiles para recuperarme. Sin embargo, no logro hacer ni una respiración profunda, cuando siento que un par de manos me toman por atrás y me voltean a 180°, para dar directamente con el cuerpo del chico que me perseguía.
—Por fin te atrapé —susurra.
La distancia entre nosotros es muy poca y me desconcierta que en un primer momento no busco alejarme de él, si no que aprovecho para admirar de cerca su rostro: su piel tersa y blanca, sus cejas pobladas que enmarcan perfectamente sus ojos alegres, su nariz respingada y pequeña, y, por último, sus labios rosados y rellenos.
En mi estado de contemplación, no me percato que Su Ho también me analiza. Sin embargo, lo hace de una forma distinta, como si buscara una reacción en mis facciones que le de respuesta a una sospecha. Mis ojos conectan con los suyos y veo que chispean con curiosidad cuando empieza a acortar más la distancia. Mi cuerpo se electrifica, pero no con emoción, sino con nerviosismo. Sé cuál es su intención y estoy segura de que no deseo que ocurra esto entre nosotros.
Aunque quiero decirle que se detenga, las palabras no salen de mi boca, tal vez porque estoy muy absorta asimilando el momento. Por suerte, no necesito las palabras. Mi pecho se contrae y sé que voy a toser, así que vuelvo rápidamente la cara y me cubro.
Su Ho me suelta y le doy la espalda. Mi ataque de tos no dura mucho; cuando me repongo, me volteo de nuevo. Espero encontrar la vergüenza en sus mejillas ruborizadas o incomodidad en sus facciones, sin embargo, hallo algo parecido a una revelación. ¿Acaso estaba a punto de besarme para probar algo?
—Este pequeño ejercicio hizo que me diera hambre —menciona con normalidad.
—Sí, a mí también. Conozco un lugar muy bueno aquí cerca, ¿vamos? —digo, fingiendo que lo de hace unos segundos sucedió en mi imaginación.
—Claro, guíanos.
Caminamos una cuadra hasta llegar a un pequeño local en el que venden ramen, tteok-bokki, mandu, entre otros platillos. Por fortuna, el local está casi vacío, solo hay una mesa ocupada por personas de la tercera edad que dudo que nos reconozcan.
Tomamos asiento en una de las mesas en el fondo y la ahjumma se acerca para traernos agua y tomar nuestra orden. Después, Su Ho y yo nos quedamos solos y en silencio. Me llevo el vaso a los labios y tardo unos minutos bebiendo agua. Cuando vuelvo mi atención al chico frente a mí, su semblante me dice que también se siente incómodo; es por ello por lo que decido iniciar la conversación.
—Cuéntame, ¿cómo le ha ido a tu grupo con la preparación del comeback?
—Bien —responde y carraspea la garganta—. En realidad ya está todo listo para el lanzamiento del álbum, solo falta que se anuncie la fecha.
—Eso es grandioso, ¿crees que suceda pronto?
—Por lo que nos han dicho en la agencia, en menos de un mes estaremos en los escenarios —asegura con expectación—. Los chicos están muy emocionados por empezar la promoción, pues significa que haremos gira.
Cuando menciona a sus compañeros, no puedo evitar pensar en uno en específico, del cual no he sabido nada desde que salieron las noticias. Aunque mi mente está convencida de que no necesito información sobre él, algo en lo más profundo de mí no puede evitar la curiosidad. Pero por nada del mundo voy a preguntar directamente, así que me voy por las ramas esperando que así hablemos sobre Baek Hyun.
—¿Cómo están los demás chicos?
Mi atención está puesta en mi vaso y no en Su Ho, pero eso no me impide darme cuenta del cambio en su ánimo.
—Bien... —responde vagamente—. Bueno, no todos...
Mi mirada viaja a él, su gesto es de preocupación pura.
—¿Qué pasa? ¿Hay algún problema? —insto a que prosiga.
—Es sobre lo que quería platicarte. Es Baek...
Mi corazón da un vuelco cuando escucho su nombre. En mi cabeza tenía la idea de que lo estaba pasando de lo mejor, pero ahora me doy cuenta de que tal vez no es así.
—En Lotte World, te comenté que estaba actuando extraño. Pensé que solo era el estrés del comeback, pero ahora que tenemos tiempo libre para descansar, sigue igual. Por eso quería hablar contigo, So Min, para preguntarte si has hablado con él.
Mi mente procesa cada una de las palabras de Su Ho a una velocidad deficiente, es por ello por lo que tardo en contestar y mi respuesta no es lo más inteligente.
—¿Qué te hace pensar que yo hablo con él?
Trato de que mi pregunta no suene de forma ruda, pero mi pobre elección de palabras no me ayuda y temo que Su Ho se ofenda.
—¿Tal vez por que dicen que son amigos? —responde con obviedad.
¿Qué le respondo a eso? Rebusco en mi cabeza algo que no dé mucho a entrever, pero la expresión en el rostro de Su Ho parece que me dice: «No inventes cosas, no me las creeré». Así que suspiro, derrotada.
—En realidad no he hablado con él desde el incidente en Lotte World. También me consternó su comportamiento, jamás le había visto así de... extraño.
—Deben ser los rumores... —murmulla para sí mismo, más que para mí.
—¿De su noviazgo? —inquiero de golpe.
Él asiente con la cabeza y recarga su barbilla en la palma de su mano. Parece que reflexiona sobre algo, espero a que me diga lo que piensa, pero mi paciencia es corta.
—¿Tú sabías sobre eso? —pregunto, tratando de disfrazar el interés en mi voz.
—En realidad no. Fue inesperado para todos. Tratamos de sacarle un poco de información, pero no quiso compartirnos nada sobre ello. Y eso que Baek es muy abierto y confía en contarnos sobre lo que siente o piensa.
—¿Por qué crees que actúa así? ¿No se supone que cuando estás en una relación eres feliz y quieres gritar tu amor a los cuatro vientos? —comento con mofa—. Casi podrías pensar que no está muy a gusto con su noviazgo...
—Exactamente pienso eso —expresa y se cruza de brazos.
—¿De verdad? —cuestiono, conmocionada. Me recargo en la mesa para estar más cerca de Su Ho, casi como si estuviera a punto de contarme un secreto.
—No es muy correcto de mí pensar eso sobre mi amigo, pero tengo mis sospechas. En primer lugar, ni él ni Tae Yeon han confirmado su relación. La empresa solo salió a decir que están investigando, pero no aceptaron los rumores... En segundo lugar, él no podría salir con alguien más. No cuando está...
Su Ho se interrumpe de inmediato.
—¿Cuando está qué...? —insto, a la espera de escuchar algo alarmante.
En sus ojos se refleja el debate que ocurre en su cabeza. Mi ánimo decae un poco cuando él suspira y cambia el rumbo de la conversación.
—En verdad me preocupa, So Min. Quiero ayudar, pero él se ha cerrado por completo y temo que pierda la confianza de hablar conmigo. Es muy extraño que te pida esto, pero ¿puedes hablar con él? Creo que le animará oírte...
—¿Por qué insistes en que hable con él? —digo, irritada. Después agrego entre dientes—: Si él no lo ha hecho, ¿por qué debería acercarme primero?
—So Min, tal vez tú lo desconozcas, pero Baek te estima demasiado.
Bajo la mirada a mis manos entrelazadas sobre la mesa. En realidad, no desconozco esa información. Recuerdo un tiempo en el que Baek Hyun confeso eso mismo.
—¿Tú sientes lo mismo? —cuestiona Su Ho, con curiosidad.
Mi silencio persiste por unos minutos. Esa ha sido mi pregunta por días, meses, me temo que hasta años. Alzo la mirada de nuevo y me encuentro con la de Su Ho, la cual es inquisidora. De un momento a otro, me siento presionada a contestar.
—¡No lo sé! En realidad, no sé qué sentir con respecto a él.
—¿No lo sabes? —Su Ho alza una ceja, como si no creyera lo que digo, por lo que volteo los ojos. ¿Qué quiere? ¿Qué resuelva ahora mismo un dilema que me ha aquejado por años?
—Me entenderías si supieras lo que ha pasado entre Baek Hyun y yo. Nuestra relación no surgió cuando nos reencontramos en Inkigayo, viene de mucho más atrás y no fue muy buena, al menos para mí no. Creerías mi confusión si te contara todo lo que viví junto a él...
—¡Pues entonces hazlo! —irrumpe—. Así podré entender y de paso ayudarte. También, si lo hablas en voz alta, tal vez descubras la realidad y superes esa confusión que sientes.
—No lo sé... —digo. Desvío la mirada ante la creciente inseguridad que me embarga.
Su Ho extiende su mano y toca las mías sobre la mesa. Vuelvo mi atención hacia él, quien me observa con comprensión y me regala una de sus sonrisas tranquilizadoras.
—So Min, lo creas o no, una de mi habilidades es que puedo reconocer muy bien lo que sucede entre dos personas. Es una capacidad que agradezco, pues, como líder de mi grupo, puedo mediar entre los malentendidos e incomodidades que llegan a surgir entre mis compañeros. Quiero ayudarte y también a Baek, pero para hacerlo, tengo que conocer el trasfondo.
Me lo pienso unos segundos. No quiero seguir cargando estos sentimientos que solo me generan más incertidumbre con el paso de los días. No obstante, me produce tanta ansiedad abrirme de esta forma con una persona. No estoy acostumbrada a ello y temo parecer vulnerable en el momento en que lo haga. Aunque estoy segura de que es lo último que me pasará con Su Ho, pues ha demostrado un interés genuino y que lo único que desea es ayudar. Es por esto último que accedo.
—Bien, pero es una historia larga y necesitaremos algo más fuerte que agua —menciono y le pido a la ahjumma que nos traiga una botella de soju.
Empiezo a contarle sobre nuestra «amistad» en la infancia y el hecho de que yo no la recuerdo. Prosigo a platicarle sobre mi regreso a Bucheon en la adolescencia: la primera vez que vi a Baek Hyun a través de mi ventana; las primeras impresiones que tuve sobre él y por qué no lo soportaba; el momento en que me invitó al Festival de Rock, la pelea que tuvimos, cómo involuntariamente fui al evento y me arrepentí de ello; la tremenda confusión y el enojo que sentí después del festival; el día de la Graduación de Preparatoria, nuestra última conversación y nuestro beso (aunque hubiera preferido omitir esto).
Me salto hasta el «segundo reencuentro» en Seúl. Describo lo que sentí cuando lo vi en Inkigayo; narro cómo me rescató de Hong Tae Joon sin que se lo pidiera y la forma tan despreocupada en la que reapareció en mi vida, como si no hubieran pasado cuatro años. También le cuento sobre el cambio que me prometí hacer después de negar en televisión nacional que lo conocía y la especie de «tregua» que instauré entre nosotros. Finalmente, le confieso sobre los sentimientos desconocidos que me han aquejado en diversas situaciones, por ejemplo: la vez que nos nombraron Golden MC Couple, al oír su discurso en los Golden Disk Awards, mientras grabábamos After School Club, su último día en el programa o cuando leí las noticias de su noviazgo.
En todo el rato, Su Ho escucha con particular interés y hace una que otra pregunta («¿Por qué le llamabas "Marciano Byun"?») o comentario («Ya veo, por eso reaccionaste así cuando estábamos a punto de empezar el programa»). Sin embargo, no opina al respecto. Le agradezco por ello, pues así no me revela una realidad que todavía se me dificulta aceptar; pero, al mismo tiempo, desearía que lo hiciera, ya que podría ayudarme más rápido.
Detenemos nuestra conversación en el momento en que la ahjumma nos avisa que ya va a cerrar su negocio. Cuando salimos del local, reviso mi teléfono y me doy cuenta de que es un poco más de medianoche. Corre una brisa fresca, así que me envuelvo bien con mi chamarra, sin embargo, permito que el aire enfríe mi rostro: lo necesito para no disociar y no sobre pensar que es la primera vez que he contado mi historia con Baek Hyun.
La caminata a mi casa es silenciosa y rápida. Alcanzamos el portón y nos detenemos frente a frente. En un primer instante, Su Ho me mira con neutralidad, pero esta se transforma en empatía y amabilidad.
—Te agradezco por contarme, So Min —menciona—, creo que ahora comprendo más que cuando solo tenía una versión de la historia.
¿Una versión?
—¿Puedo sugerirte algo? —prosigue.
Asiento con mi cabeza un poco insegura.
—No reprimas lo que sientes ni te cierres a hacer lo que tu corazón te pide, mucho menos cuando son sentimientos o acciones positivas. Verás que tu vida será más sencilla si sigues mi consejo.
Su Ho se acerca a mí y pone su mano en mi hombro, en un gesto reconfortador. Me sonríe con amabilidad y retira su toque.
—Gracias, Su Ho —digo y le sonrío levemente.
Él no dice nada y camina a su auto. Quita el seguro y abre la puerta, pero antes de subir, se vuelve.
—Nos vemos pronto, no olvides mis palabras, esa es mi forma de ayudarte.
Asiento una vez con la cabeza.
Él sube y yo abro el portón de mi casa. En el umbral, me vuelvo y le veo arrancar su carro. Antes de dar marcha, ondea su mano en despedida.
Al entrar a casa, me quito los zapatos y la chamarra. Las luces de la sala de estar son las únicas que están encendidas, las apago antes de hacer mi camino a las escaleras.
Subo a la segunda planta. Paso frente a la habitación de Min Hyuk, su puerta está abierta. Me asomo para avisarle que ya he regresado y me lo encuentro frente al monitor de su computadora, jugando un videojuego.
—¡Cuidado, hyung, están detrás de ti! —exclama y supongo que está jugando en equipo con alguien.
Me interno un poco más en su habitación y él se vuelve hacia mí por unos segundos.
—Noona, ya regresaste —dice. Se quita los auriculares, pero no deja de mover sus dedos en el teclado.
—Sí —afirmo y me inclino para ver el monitor—. ¿Qué juegas?
—Leage of Leyends —responde y agrega después de soltar una risa nerviosa—: Hyung me mandó mensaje para que jugáramos, es lo que hemos estado haciendo para pasar el rato cuando no puede salir o visitarnos.
—Ya veo —digo con vaguedad—. Entonces, no te distraigo más. Solo quería avisarte que ya estaba en casa. Me voy a dormir. Descansa, Min Hyuk-ah.
—Está bien, noona, descansa —responde mi hermano y voltea la cabeza unos segundos para dedicarme una sonrisa.
Comienzo a retirarme, pero me detengo y digo en mi tono más tranquilo posible:
—Mándale mis saludos a Baek Hyun.
Le doy la espalda sin esperar respuesta. Me alejo por el pasillo, pero alcanzo a escuchar que Min Hyuk dice con sorpresa y euforia: «Hyung, ¿adivina quién te manda saludos?».
Mi corazón se acelera cuando soy consciente de mi acción espontánea, no obstante, mi cuerpo se siente más ligero. Tal vez tiene razón cierto líder encantador de EXO, el cual me ha dado un poco de la certeza que necesito.
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