17. Lados y sentimientos desconocidos
Después de participar en After School Club, los días han transcurrido con normalidad. A pesar de ello, me he sentido extraña y diferente; sobre todo, fuera de mí misma, una espectadora de mi propia vida. Además, me ha embargado una especie de intranquilidad, como la sensación que te sobrecoge antes de una catástrofe.
Aunque busco el motivo de estas sensaciones extrañas, no encuentro una razón que me complazca. A pesar de que trato de ignorar lo que siento, no lo logro. Lo único que me queda es aguardar a que ocurra algo, a la espera de liberarme de estos sentimientos y sensaciones desconocidas.
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Es domingo, día de transmisión de Inkigayo. En esta ocasión, he estado muy dispersa y he cometido pequeños errores a lo largo de la grabación (ya me imagino la llamada de atención del Director y la Productora en Jefe). Por suerte, el programa avanza rápido y nos hallamos a escasos minutos de despedirnos del público.
—Antes de anunciar a los ganadores de la semana, Su Ho y Baek Hyun harán un anuncio —dice Kwang Hee.
Cuando nombra a los chicos, alzo mi vista de las tarjetas que tengo en mis manos y la dirijo hacia ellos, quienes me dan la impresión de que no están muy convencidos de hablar.
—Es un anuncio importante, pero no se preocupen, no es para alarmarse —aclara Su Ho—. Siempre estaremos agradecidos por la calidez con la que nos han acogido en Inkigayo y cada momento que pasamos lo atesoraremos en nuestros corazones.
Un mal presentimiento aflora en mi cuerpo y lo mismo creo que sucede con el público, pues, más allá de las cámaras, veo que las fanáticas presentes comienzan a inquietarse.
Su Ho se vuelve hacia Baek Hyun, intercambian miradas y en silencio, el mayor incita a su compañero a que hable.
—Desearíamos que algunas situaciones durarán para siempre, como ser MCs de Inkigayo —expresa Baek Hyun. Hace una pequeña pausa en la que exhala y continúa—: Lamentablemente, no puede ser así. Esta es nuestra última participación en el programa.
Sonidos de conmoción provienen del área de la audiencia. Deseo unirme a la consternación colectiva, pero mi posición frente a las cámaras me obliga a mantener una actitud serena.
—Lo sentimos si es una noticia no agradable —dice Su Ho con ligero pesar—. Les agradecemos por los buenos momento que pasamos y esperamos regresar de nuevo muy pronto.
—¡Gracias por recibirnos en Inkigayo! Por favor esperen nuestro regreso —añade Baek Hyun.
—¡Los vamos a extrañar mucho! Inkigayo no será lo mismo sin ustedes —expresa Kwang Hee con pesar—. ¿Verdad, So Min?
Salgo un poco de mi ensimismamiento, aunque mi cabeza sigue ocupada asimilando la noticia.
—¡Claro que sí! Su Ho y Baek Hyun han aportado alegría al programa, sin ellos no será lo mismo —comento—, pero tenemos la esperanza de que regresarán pronto.
Miro a los dos chicos junto a mí y les sonrío para reasegurar mis palabras (a pesar de que mi interior diste de la alegría). Ellos agradecen nuestros mensajes y retomamos el curso del programa.
Desde ese momento hasta que termina la transmisión, soy muy poco consciente de la realidad. Mi mente es invadida por pensamientos, preguntas y sentimientos que me distraen por completo. Me pregunto por qué no me enteré de esto con anticipación; trato de rememorar si fue un punto que abordamos la reunión previa a la emisión de esta semana. La incertidumbre se convierte en pesar cuando pienso en que el ambiente animado de Inkigayo no será igual sin Su Ho, sin Baek Hyun...
Estoy tan absorta y distraída que actúo de forma impropia. Mis palabras carecen de emoción cuando felicito al artista ganador del programa. Mis movimientos son robóticos cuando bajo del escenario y entrego mi micrófono, monitor y tarjetas a un miembro del staff. Mi expresión es monótona cuando recibo la retroalimentación de mi desempeño por parte del Director Jung o la Productora Park.
Lo único que me parece normal en mí es la sensación que ha residido en mi cuerpo desde hace varios días. Con los últimos acontecimientos, siento que se expande, que repta hacia mi garganta y que quiere salir a como dé lugar. Pero no se lo permitiré, no en un lugar tan público, donde estoy a merced del juicio de los demás.
Es por ello por lo que me dirijo con urgencia hacia los camerinos. No obstante, me veo interrumpida cuando alguien me detiene en el pasillo al posar su mano sobre mi hombro. La calidez me resulta familiar y mi mente recrea la imagen de un par de ojos oscuros y brillantes.
—Oh, eres tú, Su Ho —digo cuando me vuelvo. Trato de disfrazar mi decepción involuntaria con una sonrisa amable.
—Sí, te estaba llamando antes de que salieras del foro, pero creo que no me escuchabas —se excusa, su semblante se tiñe con preocupación—. ¿Sucede algo, So Min? No te ves muy bien...
—La verdad llevo días sintiéndome extraña, pero no te preocupes, supongo que necesito ir a casa y descansar.
—Bien, entonces no ocuparé mucho de tu tiempo —anuncia—. Solo quería agradecerte por el tiempo que fuimos compañeros MCs, realmente disfruté tu compañía.
Sus mejillas se tiñen de un rosado muy tierno, sus ojos se desvían hacia el suelo y su sonrisa refleja timidez. Esto me hace olvidar mi malestar por un momento; extiendo mi mano para tocar su antebrazo y llamar su atención. Parece sorprenderlo un poco ya que sus pómulos se encienden más.
—También disfruté tu compañía, Su Ho, realmente eres una persona agradable. También te agradezco por guiarme y ser paciente conmigo, una novata como yo no pudo haber tenido un mejor compañero de trabajo —le agradezco con formalidad y hago una pequeña reverencia que él corresponde al instante.
Nos miramos en silencio por unos segundos, hasta que Su Ho suspira y su gesto decae ligeramente.
—De verdad me da mucha pena dejar el programa —declara, contrariado—, nunca me había sentido así.
—Sí, es algo lamentable —concuerdo—. Confieso que el anuncio me tomó por sorpresa. No me avisaron que esta sería la última emisión que compartiríamos, tampoco recuerdo que lo mencionaran en la reunión previa...
—¿No lo sabías? —interroga Su Ho, consternado—. Pensé que Baek te lo había dicho. En realidad, fue una decisión que tomó nuestra empresa a último minuto...
Pierdo el hilo de su explicación después de que nombra a Baek Hyun. «¿Él tenía que darme la noticia? ¿Por qué no lo hizo?», me cuestiono.
—No, no me lo dijo —expreso, mientras cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Bueno, es entendible —replica él—. Cuando la agencia nos anunció este cambio, Baek se vio muy afectado. Me dijo que te lo iba a contar, quería que estuvieras enterada antes de la emisión, para que no te tomara por sorpresa. Además, con eso de que son cercanos...
Su Ho me mira con detenimiento, como si analizara mi reacción. Vuelve a suspirar con derrota cuando halla el atisbo de ofensa en mis facciones.
—No le tengas rencor, So Min. A lo mejor aún no lograba asimilarlo. Lo creas o no, Baek disfrutaba mucho, tal vez más que yo, estar en Inkigayo. A decir verdad, nunca le he visto participar en un trabajo con tanto entusiasmo... y eso que es de los chicos más dedicados de EXO.
—Entiendo, aun así, hubiera preferido saberlo antes...
Me veo interrumpida cuando aparece un par de personas en el pasillo.
—Creo que ya tengo que irme —anuncio cuando volvemos a estar solos.
—¡Cierto! Ya no te entretengo más —dice Su Ho—. Pero antes, ¿te molestaría compartirme tu número de teléfono? Ya sabes, para mantenernos en contacto. Aunque ya no seamos compañeros, podemos ser amigos... Si tú quieres, claro está.
—No me molesta en lo absoluto, y claro que quiero que seamos amigos.
Su Ho me regala una sonrisa de alegría pura y sustrae su teléfono celular. Le dicto mi número y él también me comparte el suyo. Cuando ya no hay nada más que intercambiar o comentar, nos despedimos.
No me muevo de mi lugar hasta que Su Ho desaparece en la esquina del pasillo del que veníamos. Mientras retomo mi camino hacia los camerinos, mi sonrisa y ánimo van decayendo: el recuerdo de la realidad se hace presente una vez más.
Ya en el pequeño cuarto, me dedico a prepararme para irme. Cuando me acerco al espejo para retirar mi maquillaje, miro mi reflejo por un instante y constato mi ánimo decaído manifestado en mi semblante. «¿Por qué tengo este gesto tan afligido? Es como si mi mascota se hubiera perdido. ¡Y ni siquiera tengo una! En verdad me gustaría comprender de una vez por todas lo que me tiene así», reflexiono mientras desmaquillo mis labios.
Cuando ya estoy lista, tomo mi bolsa y me acerco a la puerta. Giro el pomo y la jalo, pero creo que lo hago con tanta fuerza que me golpeo en la cara.
En un primer instante, me siento desorientada, después viene el dolor que, sobre todo, pulsa en mi nariz. «Si no estuviera tan distraída esto no me hubiera pasado, pero ¿de cuándo a acá abro las puertas con tanto ímpetu?», me regaño mentalmente.
—¿So Min?
Baek Hyun asoma la cabeza por la abertura de la puerta. La sonrisa en su rostro desaparece cuando se da cuenta de que algo anda mal. Sus ojos se nublan al descifrar la escena y deduzco que él tiene participación en mi desgracia.
—¡Oh, no! ¿Acaso te golpeé cuando abrí? —interroga y mi silencio le da la respuesta—. ¡Oh, no! ¡Lo siento tanto!
No pronuncio palabra, solo retrocedo unos pasos para que entre.
Dejo mis cosas en el sillón más cercano y sostengo mi nariz en un intento de sobarme, aunque eso no apacigua el dolor. Siento que las lágrimas se acumulan en mis ojos y que una bola crece en medio de mi garganta: señales de que estoy a punto de llorar.
Hago respiraciones profundas por la boca; cuando logro tranquilizarme un poco, abro los ojos y me encuentro a Baek Hyun a menos de dos metros de mí. Su gesto sobrepasa la preocupación, una expresión muy rara en él. En otro escenario, tal vez me reiría de ello.
—De verdad perdóname, So Min, solo pasaba a ver si seguías aquí —explica con rapidez—, no tenía idea de que estabas detrás de la puerta. ¿Te duele mucho? ¿Me dejarías verte?
—No te preocupes, Baek Hyun, solo tengo que esperar a que se me pase el dolor —respondo, mi voz suena ridícula con mi nariz tapada.
—Bien, ¿al menos puedo revisarte para corroborar que no sea grave?
Dudo unos segundos y accedo con un simple asentimiento de cabeza. Lentamente, retiro las manos de mi rostro. Los ojos del chico frente a mí se abren desmesurados y se llenan de horror.
—¡No puede ser! ¡Estás sangrando, So Min! —grita—. ¿Qué hago? ¿Qué necesitas? Iré por ayuda, debe haber un doctor por aquí...
—Baek... Baek Hyun... —intento llamarle, pero en su arranque de pánico, no me presta atención—. ¡Byun Baek Hyun!
Por fin reacciona cuando exclamo su nombre completo. De nuevo, si estuviéramos en otra situación, encontraría sus gestos de lo más graciosos.
—Hay un botiquín de primeros auxilios en el baño, ¿podrías traerlo, por favor? —le digo con mi voz más serena.
—Claro, claro, en seguida.
En lo que él va, yo me siento en el sillón. El dolor ha menguado un poco; me toco la parte entre el labio y nariz, y miro la mancha roja que tiñe la yema de mis dedos. ¡Grandioso!
—¡Ya lo tengo! —prorrumpe su voz exaltada.
Baek Hyun jala una de las sillas que se ocupan para los tocadores y la acerca hasta donde estoy sentada. Se coloca en ella con descuido y abre la caja de plástico con manos temblorosas. Toma un pedazo de gasa y la botella de agua oxigenada.
—Espera, yo lo hago —le interrumpo. Intento quitarle las cosas, pero él las aleja de mí.
—Claro que no —responde, vehemente—. Déjame ayudarte, es lo menos que puedo hacer.
—No es para tanto, Baek Hyun, puedo encargarme de ello...
De nuevo hago un amago de retirarle la gasa, pero se inclina hacia atrás y su ceño se profundiza.
—¡Kang So Min, basta! —exclama y que use mi nombre completo me detiene.
Nos miramos mutuamente y en silencio. Con un movimiento casi imperceptible, acerca la silla más cerca del sillón, tanto que nuestras rodillas se topan. Aún sin pronunciar palabra, Baek Hyun destapa la botella y empapa el pedazo de tela con el líquido. Sus ojos preocupados regresan a mí y mi corazón da un vuelco.
—¿Puedes dejar que te cure? ¿Por favor? —pregunta, pero más que solicitármelo, parece suplicar.
Articulo un «sí» mudo y él me sonríe de lado. Su mano en mi barbilla ocasiona que de un brinco involuntario en mi posición. Su mirada atenta y el roce de su piel cálida con la mía llenan mi interior de una sensación más fuerte que la intranquilidad que ha vivido conmigo en los últimos días.
De un momento a otro, siento la garganta como una lija y mis prendas muy pesadas sobre mi cuerpo. Mis ojos se desvían al suelo y no se despegan de ahí. Cuento hasta diez y espero a que este momento interminable concluya.
—Listo, tu nariz ya no sangra y he limpiado lo mejor que he podido —anuncia, mientras retira sus manos de mi rostro—, si quieres puedes verte en el espejo...
—Está bien, te creo —respondo rápidamente, aún sin mirarle.
—Iré a dejar esto y a tirar la gasa. No te muevas, ¿de acuerdo?
Baek Hyun no espera a que le responda, sino que se pone de pie. No tarda nada en venir y regresar. Pienso en que ya no se acercará, pero vuelve a sentarse en la silla. El silencio reina por lo que parece milenios y me pregunto por qué está tan callado. Poco a poco, levanto mis ojos del suelo; mi respiración se corta y me encojo en mi lugar al percatarme de cuán cerca estamos y la manera en la que me observa.
—¿Todavía te duele mucho? —pregunta en voz baja y con angustia.
—No... bueno, sí... solo un poco —titubeo y me doy un golpe mental ante mi torpeza.
—De verdad discúlpame, So Min. Solo quería verte... —susurra con culpabilidad.
—Está bien, Baek, te disculpo —murmullo y bromeo para tranquilizarlo—, pero ya tienes que aprender a tocar la puerta antes de entrar.
—Lo sé, discúlpame también por ello, la emoción hace que no piense adecuadamente —confiesa y se ríe con vergüenza.
El silencio regresa y en esta ocasión parece que no puedo desconectar mi mirada de la suya, es como si me tuviera hipnotizada. Con esto, extrañamente, las pulsaciones de mi corazón incrementan; aquella sensación de intranquilidad vuelve, pero poco a poco se transforma en algo distinto.
Mientras trato de deducir qué es esto que crece en mi interior, me doy cuenta de que Baek Hyun está un poco más cerca de mí. Si tuviera una regla, podría decir que son exactamente menos de treinta centímetros.
—So Min, yo... —pronuncia con delicadeza, sin embargo, un ruido le interrumpe: mi estómago hambriento. El cual es lo suficientemente fuerte como para que él lo escuche y yo desee morir de vergüenza.
Baek Hyun trata reprimirse y mantener su gesto serio, pero su intento es en vano: prorrumpe en una risa que no tardo en seguir (aunque no con la misma intensidad).
—Este día no puede ponerse más peculiar —expresa y se pone de pie—. Creo que es mejor que nos vayamos.
Extiende su mano frente a mí y supongo que quiere que la tome, pero la pena me hace orgullosa y finjo que no me percato de su gesto. Tomo mi bolso y me acerco a la puerta con rapidez, la abro y salgo, mas no avanzo hasta que Baek Hyun está a mi lado.
Caminamos juntos hacia los elevadores, donde el silencio ahora me parece incómodo.
—¿Quieres qué te lleve a casa? —me pregunta cuando cruzamos los torniquetes de seguridad.
—No, gracias, Min Hyuk dijo que vendría... —explico, no obstante, me quedo sin palabras en el momento en que observo el paisaje exterior.
La lluvia cae persistente, pero no al grado de ser tempestuosa. Aunque son las cuatro de la tarde, el cielo está casi oscuro como si fuera de noche. Baek Hyun dijo que este día no podía ser más «peculiar», pero yo lo llamaría «desafortunado».
—Oh, está lloviendo —menciona—. ¿Segura que no quieres que te lleve? El tráfico debe ser terrible en la ciudad, dudo que Min Hyuk llegue pronto.
—Estoy segura —respondo, ligeramente irritada ante su insistencia—. Ve a casa, Baek Hyun, ¿acaso no tienes que hacer otras cosas?
—En realidad, no. Nuestra agenda comienza en dos días, por lo que estoy completamente desocupado.
—Bien por ti —replico más irritada, mientras busco con desesperación mi teléfono.
Cuando lo rescato de las profundidades de mi bolso, observo el salvapantallas y hay una notificación de mi hermano. Desbloqueo el teléfono y busco el chat para leer el mensaje que mandó hace media hora:
«Noona, empezó a llover muy fuerte. El estacionamiento de la universidad está INUNDADO y hay un caos. Estaré aquí hasta que pare la lluvia y se despeje todo. Espero no tardar mucho, ¡te aviso cuanto vaya en camino!».
—Demonios, lo que me faltaba —maldigo entre dientes. Mi estómago vuelve a gruñir y maldigo doblemente.
Si deseaba ir a casa lo más pronto posible, ahora tendré que esperar quién sabe cuánto más. «Solo falta que me caiga un rayo o algo similar», me quejo con ironía.
—¿Sucede algo? —pregunta Baek Hyun, junto a mí.
Me vuelvo hacia su dirección mientras resoplo y despotrico en mi mente.
—Min Hyuk me avisó que no puede salir de la universidad debido a la lluvia y que no sabe cuándo pasará a recogerme —explico—. Este día no puede ponerse peor...
—¿Quieres que te lleve? —cuestiona él por tercera vez.
Ahora no respondo de inmediato, sino que lo pienso unos minutos. En verdad no quiero pasar más tiempo con él si eso significa que la sensación de hace un rato volverá a abordarme. Pero, siendo sincera, prefiero soportar eso a esperar por más de tres horas a que mi hermano me recoja.
—¿Seguro que no te molesta? ¿No tienes otro lugar en el que estar? —corroboro, dudosa.
—Para nada, sería un honor llevarte a casa. Además, solo puedo pensar en un lugar en el que debo y quiero estar, pero no creo que aún sea bienvenido...
Inmediatamente, suelta una carcajada y le miro con una mueca de confusión, aunque puedo apostar que mis mejillas están ruborizadas, seguramente por su declaración que se me antoja... sugestiva.
—Entonces, si estás libre, llévame a casa, por favor.
Salimos a la par del edificio. El sonido de la lluvia toma más fuerza y, en vez de relajarme, hace que mi piel se erice: realmente no puedo superar mi disgusto hacia ella.
Un empleado de la empresa nos extiende un paraguas. Afianzo el agarre en el asa de mi bolsa y me coloco junto a Baek Hyun bajo el paraguas. Mi hombro sobresale de la protección, pero no me molesta mojarme un poquito.
—Espera aquí, iré por mi auto —anuncia de repente. Sin esperar mi respuesta, me da la espalda.
Involuntariamente, extiendo mi brazo y le sostengo de la muñeca para detenerlo. Se vuelve con un gesto de cuestionamiento, cómo si me preguntara cuál es el problema.
—Voy contigo, no tiene caso que vayas y vengas —me excuso, y trato de disimular mi incomodidad.
—So Min, no cabemos en el paraguas y no quiero que ni una sola gota te toque y te enfermes. Por favor, espera aquí, no tardaré mucho...
—Está bien... —acuerdo, derrotada y con las mejillas una vez más ruborizadas.
Baek Hyun me deja con una sonrisa tranquilizadora. Mientras espero, me retuerzo los dedos, así como evito mirar el paisaje frente a mí. Cuando me parece que Baek Hyun ya tardó mucho, me convenzo de entrar al edificio a esperar las horas que sean necesarias para que llegue mi hermano. En eso, un auto blanco con ventanillas polarizadas se estaciona frente a mí.
Baek Hyun sale del lado del piloto, extiende el paraguas y rodea su auto. Abre la puerta del copiloto y es mi señal para acercarme. Mis ansias por resguardarme en el auto me impiden ser cuidadosa por lo que, cuando estoy por descender la banqueta, mi pie resbala en el pavimento mojado y casi me voy de bruces. Por suerte, Baek Hyun está cerca: detiene mi caída al sostenerme con una de sus manos en mi cintura, apoyo todo mi peso en él y mis manos en sus hombros.
Ahora sí nos encontramos lo más cerca que hemos estado jamás (bueno, salvo una ocasión, la cual no deseo traer al presente). En un primer instante, no me molesta la posición en la que nos hallamos; sin embargo, soy consciente de que estamos en público, así que busco poner la mayor distancia posible, al igual que intento controlar mi corazón desbocado.
—¿Estás bien? —interroga, mientras sus ojos me examinan, casi como si buscara una herida en mi cuerpo.
—Sí, gracias por atraparme —respondo, con una sonrisa apenada y nerviosa.
—Cuando quieras —repone y copia mi gesto.
Sin más, entro al auto y Baek Hyun cierra la puerta. Le escucho subir y encender el carro, mientras me pongo el cinturón de seguridad y acomodo mi bolso sobre mi regazo.
—¿Lista para irnos?
—Sí, estoy lista.
El viaje es mucho más largo de lo que en realidad es y todo por culpa de la lluvia. Baek Hyun tiene razón: el tráfico está horrible. En varias avenidas avanzamos a vuelta de rueda, nos topamos con largas filas o calles inundadas.
La intranquilidad vuelve a invadirme por enésima vez. Trato de ignorarla y me concentro en las baladas que suenan en el estéreo, las cuales a veces tararea el chico junto a mí. Por un momento, planeo empezar una conversación con él, pero no sé qué decirle.
La calidez de la calefacción, la música, el repiqueteo de la lluvia y la voz de Baek Hyun crean un ambiente relajante. Por un momento cierro los ojos y dejo que me arrullen, mas no me duermo (porque sería vergonzoso hacerlo en un carro ajeno).
En una calle en donde los carros de plano están parados, Baek Hyun es el primero en romper el silencio.
—¿Cómo te sientes, So Min? ¿Aún te duele mucho tu nariz? De nuevo me disculpo por mi falta de atención.
—Ya no me duele tanto, pero siento como si la tuviera entumida —respondo—, y ya te disculpe, así que deja de preocuparte.
—Perdón, es que realmente me siento mal por ello. Solo te buscaba porque quería hablar contigo. Temía no alcanzarte ni poder verte después.
—¿De qué querías hablar? —cuestiono, con el corazón ligeramente exaltado.
—Sobre nuestra última emisión en Inkigayo.
—Oh... —es lo único que logro pronunciar.
—En verdad fue muy triste para mí cuando la agencia anunció que dejaríamos de participar en el programa debido al comeback...
—¿Por qué no me lo contaste? —le interrumpo.
No responde de inmediato, así que me vuelvo hacia él. Su mirada está puesta en el frente, pero sus ojos se concentran en sus manos sobre el volante.
—Su Ho me dijo que tenías la intención de darme la noticia —le explico—, pero nunca lo hiciste. Creo que, si lo hubieras hecho, no me hubiera afectado tanto...
—¿Te afectó? —Ahora sí vuelve su mirada hacia mí y encuentro conmoción.
—Claro, es muy lamentable cuando te enteras de que las personas con las que has trabajado desde hace seis meses, de pronto ya no serán tus compañeros.
—Oh, ya veo —dice, reflexivo—. Realmente pensé que, si no lo decía, tal vez sería más fácil asimilarlo. Pero no fue así...
El auto frente a nosotros se mueve y Baek Hyun pone en marcha su carro. El tráfico se complica aún más conforme avanzamos, así que no seguimos hablando. Salimos de esta calle en particular y, mientras él está concentrado en seguir la ruta, repaso en mi mente sus palabras, así como le miro con detenimiento.
Hace unos meses daba todo para no trabajar con él, pero ya no pienso igual, ni siquiera deseo que deje el programa, porque reconozco que no será lo mismo sin él, sin su carisma y entusiasmo, sin el apoyo que siempre me brindaba y su manera de motivarme.
—¿Por qué es tan difícil asimilar que ya no trabajaremos juntos? —digo en voz alta, como si mis pensamientos se estuvieran fugando de mi cabeza.
Baek Hyun suspira de una manera que denota su decepción. Temo volverme hacia él y que se dé cuenta de que comparto el mismo sentimiento.
—Haré todo lo posible para regresar pronto a Inkigayo y seguir trabajando a tu lado —promete, por su tono de voz, imagino que de verdad anhela que eso se cumpla.
Nos detenemos en un semáforo en rojo y me percato de que se voltea hacia mí. Dudosa, giro un poco mi cabeza.
—Extrañaba estar cerca de ti, compartir tiempo y espacio contigo —continúa—. Perder eso me rompe el corazón. Pero no me aflijo tanto, porque tengo los recuerdos de los buenos momentos que pasamos y sé que me llenarán de esperanza, así como me animarán en los tiempos difíciles.
Sus palabras parecen darle cuerda a mi corazón, pues este late con una prisa renovada. No logro formular una respuesta coherente y eso me llena de más intranquilidad, no es típico de mí quedarme sin palabras, tampoco que las de alguien más me afecten tanto.
Lo que resta del camino, me quedo así: con una incomodidad que crece por minuto y unas ganas de decir algo (aunque no sé qué). Cuando reconozco las calles aledañas a mi casa, un nudo se forma en mi garganta y el anhelo de salir del auto se instala en mi ser.
Ya tengo mi mano en el broche del cinturón, lista para liberarme, en el momento en que Baek Hyun estaciona el auto frente al portón.
—Listo, ya estás en casa —anuncia cuando apaga el carro.
—Gracias, Baek Hyun —digo con rapidez y sin mirarle. Me cuelgo el bolso en el hombro y tomo la manija para salir.
—¡Espera! Deja que te acompañe... —exclama, pero le ignoro y cierro la puerta.
Mientras rodeo la parte de enfrente del auto, busco mis llaves, las cuales hallo sin complicación. La lluvia fría me empapa rápidamente mientras me detengo a abrir el portón. La vista se me nubla y debo reconocer que no es cien por ciento a causa del agua que cae del cielo, sino de la que emana de mis ojos.
Cruzo el patio con pasos apresurados, sin importarme que pueda caer. Detrás de mí escucho que Baek Hyun ha salido de su auto. Llama mi nombre a voces, mas no me vuelvo: no quiero que me vea ni que se dé cuenta de que no estoy bien o que estoy confundida o que no sé cómo sentirme con respecto a mí misma... y él.
Le quito el seguro a la puerta principal y la empujo con presteza. Cuando me interno en mi casa silenciosa, dejo caer mi bolso y me recargo en la pared del recibidor, sin importarme que a mis pies comience a crearse un charco.
Me paso las manos por la cara para limpiar el rastro de la lluvia, sin embargo, mis mejillas vuelven a empaparse con mis lágrimas. La soledad de mi hogar me dice que aún no llegan mis hermanos, así que me doy la libertad de sollozar sin represión alguna.
«¿Por qué te comportas así, Kang So Min? ¿Por qué hay tanta angustia e incertidumbre en tu interior? ¿Cuándo empezaste a sentirte así y por qué no lo puedes controlar?», me interrogo.
—No lo sé —susurro y envuelvo mi torso con mis brazos, en un intento por sostenerme—. No sé qué me pasa, pero me duele mucho y no sé cómo hacer para que se detenga.
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