1. Baek Hyun, mi vecino
17 años
Era la primera semana desde que nuestra familia se había mudado a Bucheon. Debo mencionar que fue una decisión tomada especialmente por mi madre. No había nada que hacer, estábamos a mitad del periodo vacacional y en Bucheon no podía salir. No tenía amigos ni conocidos, y este lugar pequeño no se comparaba para nada a Seúl, donde antes residíamos y en donde había muchísimas formas de distraerse.
Estaba recostada en mi cama. Miraba aburrida el techo de mi habitación, mientras contaba las pequeñas manchas esparcidas sobre la pintura blanca. La brisa de la tarde entraba por la ventana abierta: movía suavemente las cortinas rosadas y refrescaba el cuarto pequeño que mis padres me habían asignado cuando nos mudamos.
Mientras me quejaba mentalmente, de reojo, creí ver a alguien caminando en mi habitación. Lo primero que pensé fue en mi madre trayendo más cosas de la mudanza, pero extrañamente nunca escuché que la puerta se abriera. Me incorporé, sentándome en la cama, y miré mi entorno, hasta que mi vista se quedó fija en la ventana. En la casa de al lado, a través de la ventana paralela y del mismo tamaño a la mía, pude ver como un chico caminaba de un lado a otro en la habitación. Es importante mencionar que la casa a la que nos habíamos mudado pertenecía con anterioridad a mis abuelos maternos. En mi infancia, los visitábamos a menudo, así que recordaba con claridad muchas cosas; sin embargo, no me acordaba de que en la casa de al lado viviera una familia.
Me dediqué a observar a través de la ventana al chico que caminaba en su propia habitación. Era muy delgado y aparentaba tener mi edad. Debo ser sincera, en ese instante, pensé que era muy feo. El chico se detuvo junto a su ventana y miró hacia el exterior. Se mantuvo ahí, y cuando parecía que ya se iba, dirigió su vista hacia mi casa, dándose cuenta de que yo lo observaba desde mi habitación. Al instante, una gran sonrisa se formó en su rostro y agitó su mano saludándome, lo que me asustó y me hizo caer de mi cama, dándome la oportunidad para ocultarme.
—¡Buenas tardes, vecina! —Escuché que el chico saludaba y comenzaba a reír a carcajadas, mientras que yo estaba tirada en el suelo, deseando que la tierra me tragara. «¡Qué vergonzoso! ¡Fui descubierta mirando al vecino como una acosadora!», pensé.
Permanecí escondida por un rato y después me acerqué lentamente a la ventana para ver si el vecino seguía ahí. Él continuaba en la habitación de la casa no tan lejana a la nuestra, pero sentado en un escritorio, muy concentrado escribiendo algo.
Aproveché que estaba distraído y, con mi ojo crítico de adolescente, observé con detenimiento los rasgos de aquel chico. Sí, él era delgado y parecía ser más alto que yo, tenía la cabeza redonda, pero extrañamente muy alargada; su nariz y su boca eran pequeñas, y sus ojos alargados no congeniaban con las facciones de su cara. Desde mi punto de vista, él no era lindo, parecía un extraterrestre deforme (o eso fue con lo primero que lo comparé).
Cuando yo era una adolescente, era demasiado «selectiva». Y más en cuestión a los chicos. Solo me atraían los jóvenes actores de las novelas o los modelos occidentales que mi hermana me enseñaba de sus revistas, pero en mi lista no entraba ningún chico de mi edad. En la preparatoria, ninguno podía considerarse «mi tipo» ya que todos eran extremadamente delgados y altos, tenían los ojos muy alargados y saltones, sin olvidar que muchos llevaban el mismo ridículo corte de cabello. Todos los chicos eran iguales, lo cual me disgustaba.
Esa era mi patética mentalidad adolescente; la misma que no me hizo pensar que, aquel chico con cara de marciano deforme, sería el chico con el que, en el futuro, me relacionaría más de lo que me imaginaba.
Ese chico era Byun Baek Hyun, a quien creí conocer por primera vez como mi vecino.
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En Bucheon, antes de que empezara el ciclo escolar, se llevaba a cabo un festival en honor a la cultura coreana. Recuerdo que cuando visitaba a mis abuelos, mi madre nos llevaba y ahí encontrábamos muestras gastronómicas, algunos juegos, representaciones teatrales, bailes e interpretaciones de música tradicional.
Después de nuestra mudanza, a mi mamá, se le ocurrió que, como nuevos y permanentes habitantes de Bucheon, debíamos participar en los eventos de la comunidad. Sumándole a esto, me forzó a ayudar, excusándose con: «Ya eres grande, So Min, debes socializar y apoyar en las festividades colectivas, así como toda nuestra familia lo hace. Verás lo divertido que será». No obstante, fue muy aburrido estar detrás de la mesa, viendo a las personas pasar e interesarse únicamente por la comida gratis. Agregándole que, un rato más tarde, mi madre me dejó sola para buscar a Min Hyuk, mi hermano menor. Estuve sola y aburrida un largo rato, viendo a las personas caminar frente a mí, al mismo tiempo que las criticaba y lanzaba insultos mentales contra el mundo.
Tiempo después, entre la multitud y a lo lejos, reconocí la fealdad adolescente de Min Hyuk. Era acompañado por mi madre, la cual platicaba con una mujer de su edad y otros dos chicos. «Mi madre siempre tan "sociable", ¿quiénes son esas personas?», pensé con ironía. Difícilmente podía saber quiénes eran: el constante desfile de individuos no me dejaba observar con claridad. Cuando estaban a unos escasos metros de llegar hasta mí, pude reconocer a uno de los chicos y deseé que la tierra me tragará de inmediato.
Era el vecino con cara de extraterrestre.
En ese momento, imagine la más vergonzosa escena que se daría al momento en que él me identificara. ¡Dios Santo! Quería salir corriendo, pero mi madre se enojaría al no verme donde me había dejado y me regañaría, quedando en un ridículo mucho más terrible.
¿Entonces qué iba a hacer? Desde el primer encuentro con ese chico como mi vecino, debía mantener las cortinas cerradas de mi habitación, evitando cualquier encuentro vergonzoso. Aún no podía enfrentarlo. Esa sería nuestra segunda coincidencia, una que no quería que sucediera, aunque fuera la última, y la cual impediría a toda costa.
Mi madre, mi hermano, la señora y los dos chicos estaban a nada de llegar hasta nuestro puesto y yo estaba a punto de estallar en desesperación.
—¡So Min! —escuché la voz de mi mamá llamarme a unos cuantos metros.
Rápidamente me agaché y me cubrí con el mantel largo de la mesa, parecía una avestruz con la cabeza bajo la tierra. Resultaba inmensamente infantil, pero era lo único que se me había ocurrido.
—Al parecer ha salido y ha dejado el puesto solo. Esa niña... —comentó mi madre, con desaprobación adornando su voz.
De fondo a los murmullos molestos de mi madre, se escuchaba como mi hermano hablaba con los otros dos chicos.
—Mamá, iré con Baek Hyun y Baek Bom a ver la presentación de taekwondo, ¿está bien? —escuché la voz de mi hermano. Mi madre le contestó: «está bien, pero no hagas ninguna tontería».
Entonces respiré y agradecí al cielo. Mi hermano se había ido, llevándose con él a los dos chicos, en especial al que deseaba evitar.
—¡So Min! —exclamó molesta mi madre—. ¿Dónde se habrá metido?
Antes de que sacará sus conclusiones, salté fuera de la mesa, asustando a ambas mujeres.
—¡Madre! Hola, no te había escuchado. Estaba recogiendo unas cosas que se habían caído —le expliqué inocentemente, esperando que me creyera.
Su expresión molesta se relajó y explicó con su voz de madre cariñosa: —So Min, pensé que habías dejado el puesto solo. Lo siento, hija.
Le sonreí restándole importancia. Posteriormente reparé en la presencia de la mujer que se encontraba a su lado. Ella me miraba con una sonrisa tan grande, que me llegó a incomodar. «¿Acaso tengo algo raro en la cara?», pensé.
—So Min, te quiero presentar a una amiga, es nuestra vecina —mencionó mi mamá, mientras señalaba a quien la acompañaba—. Es la señora Byun. Salúdala, por favor.
Cuando mi madre la presentó, lo primero que pensé fue que era muy bonita y que los ojos de su hijo también se convertían en medialunas cuando sonreía. La saludé con una reverencia respetuosa y la señora sonrío aún más encantada.
—¡Dios Santo, como ha crecido So Min-nie! Además, eres una chica preciosa, toda una jovencita.
«¿Acaso ella ya me conocía?», me interrogué mentalmente. Se percató de mi expresión y cambió su rostro alegre a uno de disimulada decepción.
—¿So Min, no te acuerdas de mí? —me preguntó, mientas se señalaba a sí misma. Hice mi mayor esfuerzo para pensar, pero simplemente no la recordaba.
—So Min, ¿enserio no recuerdas a la señora Byun? —cuestionó ahora mi madre—. Tú y So Ah iban a jugar a su casa cuando visitábamos a tus abuelos en vacaciones.
Hice una mueca, no lograba vislumbrarla entre mis memorias de la infancia. Bajé la mirada y negué lentamente: —Lo siento, no lo recuerdo.
—No hay problema, ella era muy pequeña, al igual que Baek Hyun —comentó la señora Byun, sonriéndome para no hacerme sentir culpable.
En ese tiempo yo desconocía el nombre del vecino, pero cuando lo mencionó, rápidamente lo deduje. Llegué a pensar que tenía lindo nombre, lástima que su apariencia no lo salvaba.
—Supongo que no recuerda que la mayor parte del día la pasaba con Baek Hyun-ah, no podíamos separarlos porque era seguro que se ponían a llorar —confesó mi mamá, riéndose.
—¿Eso es cierto, mamá? —pregunté con una inocente curiosidad.
—Es cierto, So Min-nie, siempre ibas a nuestra casa buscando a Baek Hyun —respondió la señora Byun en lugar de mi madre—. Eran mejores amigos. Es raro que no se estén juntando de nuevo, pero supongo que es cuestión de tiempo, ya verás que volverán a llevarse.
La señora Byun me sonrió y le regresé el gesto por cortesía, pero la verdad era que yo estaba sorprendida y ligeramente confundida. No podía creer lo que ella había mencionado: Baek Hyun y yo ya nos conocíamos, ¡hasta éramos amigos! Y extrañamente no lo recordaba. Tal vez por ese motivo él no se molestó al descubrirme espiando. Quizá él estaba feliz de que lo viera, porque imaginó que yo lo recordaba. Lamentablemente, ese hecho era incorrecto. Sin embargo, el hecho que sí estaba confirmado, era que yo ya conocía a Byun Baek Hyun, y mucho antes de que fuera mi vecino.
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