Yang se encontraba estudiando. Los exámenes finales se acercaban y no quería repetir el semestre.

Unos toques se escucharon en su puerta, se levantó y dirigió a la entrada de su casa. Al abrir la puerta se encontró a Jisung parado con esa sonrisa repugnante.

—Hola, Jeong-

—Tengo que estudiar, vuelve después —le interrumpió cerrando la puerta en sus narices.

Jeongin regresó a escritorio para continuar con lo que hacía, ignorando los gritos y golpes que Jisung aún daba contra la puerta.

Luego de un rato cesaron, así que Yang se sintió más tranquilo.

Pero de nuevo regresaron y eso ya lo estaba molestando. Se levantó decidido a enfrentar a Seo y aclararle que no importaba lo que hiciera no saldría nunca con él.

—¡Te dije que te fueras! —gritó mientras abrió la puerta con molestia.

—No, no es cierto, acabo de llegar —contestó Chan con una sonrisa de confusión.

—Ah... yo... —la molestia había pasado a segundo plano, Jeongin se sentía avergonzado—. Lo siento, hyung, creí que eras Jisung-ssi.

—¿Tan bajito me veo a tu lado? —preguntó divertido.

—¿Eh? No, no...

—Tranquilo, sólo bromeo. ¿Tienes tiempo para descansar de tus estudios y comer? Traje pizza.

Y Jeongin creyó estar en el cielo.

Sólo le bastaron unas pocas horas para confirmar que Chan era lo mejor que le había pasado en la vida.

Y el mayor sólo consiguió asegurarse de que su corazón si latía desesperadamente por su joven e inocente vecino.