Tres

Cierra los ojos —pidió con ternura.

¿Para qué? —sus ojitos verdes mostraban cierto temor, escondía sus manos en los bolsillos del jersey que llevaba.

Sólo hazlo —pidió nuevamente—, por favor James.

Nervioso, hizo lo que el azabache pidió. El mayor se acercó poco a poco hasta percibir mejor el bonito rostro del castaño. Su naricita rosada y el cabello húmedo. Tenía pestañas planas pero aún así permitían que sus ojos esmeralda lucieran hermosos. Su cuerpecito comenzó a temblar por el frío.

Sus respiraciones se mezclaron y las mejillas de ambos se colorearon.

Un toque rápido.

Tan rápido como el latir de sus corazones en ese momento.

Verde y Azul se encontraron con el rostro colorado en medio del silencio que invadía la casa del árbol. La lluvia se hizo densa.

James... —susurró con mirada expectante.

El menor reaccionó y bajó por las tablas de madera que servían de escalera para entrar corriendo a la casa de junto.

Blake le había dado su primer beso.

Se quedó solo.

Despertó por la alarma de su celular. Su pecho subía y bajaba lentamente. Recorrió con la mirada la oscura habitación, sintiendo una punzada por dentro. No era la primera vez que cometía alguna estupidez con James, ese beso fue la primera de todas.

Se frotó el rostro y respiró con pesadez. Caminó hacia el baño y dejó que el vapor se adueñara de la habitación; al salir, cubrió la mitad de su cuerpo con una toalla y una más pequeña cubría su cabeza. Se preparó para ir a trabajar vistiendo el conjunto color grafito, colocándose el reloj de plata en la muñeca y peinándose sus oscuros cabellos. Desconectó el celular y se puso a responder los mensajes y correos que llegaron mientras dormía. Llamando su atención aquel con remitente japonés.

<  Estimado Sr. Orsen:
Hemos comenzado con los detalles previos a la presentación del proyecto solicitado. Adjuntamos una imagen del boceto realizado por el Arq. James Auclair. No dude en hacernos saber cualquier inconveniente. Sin más, nos pondremos en contacto para fijar la conferencia de presentación.

Por su atención, gracias.

Nikken Sekkei >

Blake observó con detenimiento la imagen, apareciendo una pequeña sonrisa en su rostro al percatarse de que James comprendió el comentario de su último encuentro. Terminó de contestar correos y salió del apartamento. 

Al llegar a las oficinas de Orinson la recepcionista le saludó cálidamente, devolvió el gesto.

—Buenos días, Helena —dijo acercándose al mostrador de obsidiana—, ¿cómo están tus hijos?

—Están muy bien, señor Orsen. Agradecidos por el apoyo que les brindó —respondió con cierto tono maternal. Extendió un termo color plateado al moreno acompañado de una servilleta.

—Me alegra saber que lo están aprovechando —dió un sorbo a la bebida, quitándole la sensación de frío que llevaba en el cuerpo al salir del apartamento—. Yo te estoy agradecido por el café tan delicioso que preparas.

—Para nada, es un honor que le guste tanto. A mi esposo también le encanta.

—Oh, cierto, le envié algo por su cumpleaños la semana pasada —dió otro sorbo. El café del día tenía un toque de vainilla—, ¿lo recibió?

—Quedó maravillado, aunque todavía no sabe que fui su cómplice para las medidas —la mujer de cabellos rizados soltó una risita.

—Eso será un secreto, Helena —sonrió—. Envíale mis saludos, también a tus hijos.

—Claro que sí. Que tenga un bonito día, señor Orsen —se despidió cálidamente.

Blake caminó hacia el ascensor, topándose con otro grupo de empleados con los que sostuvo una amena plática sobre los resultados del último partido de football. Al llegar a su oficina exhaló con pesar y dió otro sorbo a la bebida caliente. Tenía que mantener una buena relación con sus empleados ya que ellos eran parte fundamental de que Orinson fuese lo que era, aunque tal vez comenzaba a cansarse de portar una sonrisa gran parte del día.

Tomó asiento en su silla y comenzó a trabajar. A duras penas podía mantenerse concentrado. El recuerdo fugaz de un tono verdoso y cabellera castaña le distraía constantemente. Miró el calendario de su ordenador, faltaban pocos días para que aquel castaño pusiera un pie un suelo estadounidense y el hecho de pensar en que se quedaría en su apartamento de Boston le hacía ponerse un tanto nervioso.

Extrañaba demasiado a James. Extrañaba abrazarlo, besarlo, mimarlo, hablarle al oído para ponerlo nervioso... extrañaba el tono dulce de su voz cuando pronunciaba su nombre.

—Ahora sólo soy el "Señor Orsen" —murmuró recargándose en su asiento.

Su vista comenzó a perderse en el cielo raso, sus ojos zafiro comenzaron a retener diminutas lágrimas.

No. No podía darse ese lujo... después de todo, él había provocado todo esto.

Señor Orsen —sonó la voz de su secretaria por medio del teléfono provocando que Blake volviera a la realidad.

—Dime —respondió presionando un botón del aparato.

Tiene a su hermana en línea de espera, quiere hablar con usted.

—Tomaré la llamada, gracias —un sonido indicó el cambio de llamada.

¡Hermanito! —exclamó alegremente Allison al otro lado de la línea.

—¿Por qué me llamas al trabajo? —dijo con fastidio— Tenemos teléfonos celulares y otros medios de comunicación, anciana.

Tal vez si el "hombrecito" de negocios atendiera los cientos de mensajes que le envío me ahorraría la molestia de llamar a su oficina —respondió de igual modo.

—Si no enviaras imágenes con frases estúpidas tan seguido tal vez piense en volver a activar las notificaciones de tu número.

No es mi culpa que tu sentido del humor se haya extinto hace años —Blake comenzó a titubear, no sabía qué responderle a su hermana. Allison soltó una risita—. Humph, ¿quién es el anciano ahora, eh?

Se masajeó el entrecejo, sin evitar soltar una minúscula sonrisa.

—Cómo sea, ¿qué quieres? Estoy ocupado.

Nada en particular. George salió con los niños, mis amigas están lidiando con la crisis de la mediana edad, lo cuál no tiene sentido ya que son un montón de solteras dramáticas. Y también por-

—Estás enferma, no tienes nada mejor qué hacer y no puedes salir de casa, ¿cierto? —interrumpió a la mayor. El silencio por parte de Allison le daba la razón al menor— ¿Qué tienes ahora?

Es sólo un resfriado, o tal vez sea intoxicación por algo que comí. No lo sé, pero no es nada para preocuparse. George compró el medicamento —dijo para después soltar un estornudo—. También porque hace tiempo no escuchaba tu voz, hermanito. ¿Cómo estás?

«Hecho mierda, obviamente. Ver a mi exnovio, mejor dicho ex prometido, no hizo nada más que hacerme recordar mis errores del pasado y para darme cuenta de lo mucho que le extraño a pesar de que él ya no siente nada hacia mí. Ah, se me olvidó mencionar que el muy maldito está más bueno que nunca... y tiene una hija» No podía decirle eso a Allison, corría el riesgo de que su voz se quebrara en algún punto de la conversación emocional que conllevaría.

Vanessa me contó que fueron a Tokio hace poco y que hicieron un buen negocio con Nikken Sekkei, una firma de arquitectos muy famosa —Blake golpeó su rostro contra el escritorio. No quería tocar nada relacionado a ese viaje con su hermana—. ¿Qué acaso no es ahí dond-?

A la mierda su imagen de macho insensible. Necesitaba desahogarse.

—Allison... —interrumpió a la mayor— No estoy bien.

¿Sucedió algo? —dijo con voz tranquila.

—Y-Yo... —justo lo que no quería que sucediera, su voz amenazaba con romperse— Maldita sea lo extraño tanto.

A medida que hablaba con su hermana sus ojos fueron tornándose de un color rojizo y pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas terminando algunas sobre el escritorio de cristal.

❀ ❀ ❀

—Listo —acomodó el lazo anaranjado que adornaba el peinado de Miharu.

—¡Gracias, papi! —dijo con una gran sonrisa mientras se veía en el espejo— Se ve muy lindo. Mira, Baaya.

—Claro que sí. Tu padre ha progresado mucho en sus peinados —respondió con voz suave.

—¿Verdad? Papá es el mejor peinador del mundo —su sonrisa se amplió y siguió viéndose en el espejo.

—Anda, vamos por tu tío Louie al aeropuerto. Le dará mucho gusto verte —se puso de pie y abrió la puerta cediendo el paso a las dos mujeres.

Subieron al automóvil del castaño y, después de cerciorarse de que Miharu se hubiera puesto el cinturón de seguridad, arrancó rumbo al aeropuerto Hanida. Su camino fue acompañado con las voces de Coldplay y un par de canciones de Super Junior.

Al llegar, James estacionó el vehículo y llamó a su amigo con la esperanza de que no le dijera se había equivocado de tren, otra vez, al llegar; afortunadamente respondió al segundo tono.

—Louie.

Ah, James. Estoy bajando del tren, pero parece ser qué hay mucha gente. ¿Dónde estás?

En el estacionamiento del aeropuerto, ¿quieres que vaya a rescatarte? —respondió con humor al imaginarse a Louie intentando escapar de un mar de personas.

Uh, no, no. Yo... eh... encontraré la manera de salir de aquí —respondió un tanto titubeante.

—¿Seguro? No quiero que termines en el otro extremo del país.

Estaré bien, te llamaré en cuanto salga —colgó.

James suspiró con un poco de preocupación. Esperaron dentro del auto hasta que el mayor volviera a dar señales de vida. Hablaron sobre cosas triviales, Miharu hacía muchas preguntas curiosas a su padre, pero por lo general evadía las que tuvieran que ver con parte de su adolescencia; también hablaban sobre el progreso de Miharu en sus clases de música y arte, e incluso se inventaron una pequeña historia de romance que involucraba a Baaya y al adorable viejecito que atendía la farmacia del vecindario.

—Ya pasó casi hora y media, ¿deberíamos llamar a Louie? —dijo Baaya. James asintió y marcó el número de su amigo.

Unos toquecitos se escucharon en la ventana del vehículo; James se viró ligeramente encontrándose con la sonrisa de Louie mientras sostenía el teléfono sobre su oreja.

—No lo creerás, hay un hombre con la misma cara de tonto que tú frente al auto... y necesita que le arreglen la barba —habló sarcástico el menor.

—¡Oye! Mi barba se ve bien... sólo necesita recortarse un poco —James salió del auto y abrazó a su amigo.

—Es bueno verte, Lou —susurró con cariño.

—Lo mismo digo, Jay —palmeó su cabeza y se separaron. Miharu y Baaya salieron del auto, la menor abrazó enérgicamente al mayor.

—¡Tío Louie! —exclamó con una gran sonrisa.

—¿Eh? ¿Eres la misma niña? —se puso a su altura y correspondió el abrazo de la pequeña—, ya no crezcas más, Manzanita.

Miharu le dió una sonrisa y se separó. Louie abrazó a la mujer de cabellos platinados, cuyo perfume le hacía recordar a su madre.

—Baaya, me alegra mucho verte —dijo con voz cálida.

—A mí también, Louie —se separaron un poco y la mujer observaba con detalle el rostro del castaño, haciendo una ligera mueca—. Y sí te hace falta una visita a la barbería.

—A las chicas les gusta —respondió en un puchero.

—Les gustarías más si te la arreglaras más seguido, cariño. A este paso parecerás un pordiosero y ni las moscas querrán acercarse.

—Te lo dije —susurró James con sonrisa burlona.

Louie suspiró sintiéndose derrotado. Colocaron las maletas en el portaequipaje y Louie tomó el asiento del copiloto. James comenzó a conducir una vez todos tenían el cinturón de seguridad colocado. Durante el camino a casa Louie comenzó a contar sobre su reciente viaje a Corea; a Miharu le encantaba escuchar anécdotas de viaje de sus tíos, pero Louie tenía la habilidad de contarlas de una manera interesante y divertida que capturaban al instante la atención de la niña. Al llegar, bajaron las maletas del mayor para que pudiera instalarse en la habitación de huéspedes mientras Baaya preparaba unos bocadillos con ayuda de Miharu.

—¿Te sirvió esa crema que te mandé? —James terminaba de guardar la ropa en el armario.

—Al principio me causaba algo de picazón, e incluso me salió un salpullido... después unos días todo estuvo normal —Louie estaba sentado en la cama—. Pero, basta de hablar de mí. No me has contado mucho últimamente, ¿cómo van las cosas en el trabajo?

—Han estado... —rascó su barbilla con discreción, tomó asiento al lado del de ojos miel— bien.

Louie arqueó las cejas y miró con detenimiento el rostro del menor.

—¿Seguro? —asintió, supo de inmediato que estaba mintiendo. Era divertido verlo nervioso— Ah, cierto hay algo que no te he contado. Antes de ir a Corea hice una visita rápida en Seattle.

—¿Turismo?

—Más bien una visita a alguien —se puso de pie, estiró los brazos y caminó hacia la ventana de cortinas color pistache.

—¿Una de tus conquistas? —negó— ¿A quién visitaste entonces?

—A Blake —Louie no pasó por alto el estremecer de James, una sonrisa maliciosa se le dibujó—. Ha cambiado mucho, pero creo que sigo teniendo más músculo que él. Además de que ví varias fotografías de él en algunas revistas de economía, lo clasificaron como el "Soltero más Codiciado", o algo así.

—¿Ah sí? —respondió con fingido interés pero con la mirada ligeramente baja.

—Es lo que obtienes al ser soltero y uno de los empresarios más poderosos y ricos a nivel internacional porque ¿sí sabías que es el presidente de Orinson, cierto? —James miraba su calzado y Louie dió por terminado aquello, se cruzó de brazos y miró fijamente al menor— Ahora, ¿seguro de que está todo bien en tu trabajo?

James levantó su mirada esmeralda.

—No del todo —murmuró—. Estoy... estoy a cargo del proyecto para su nuevo edificio. Me encontré con él hace unos días.

El semblante de Louie se relajó y volvió a tomar asiento junto al menor.

—Claro que sé quién es ahora. Pero para mí siempre será el mismo estúpido de hace trece años.

—¿Cómo te sientes al estar a cargo del proyecto?

—Me siento horrible. El muy idiota se atrevió a decirme que mis primeros diseños eran estereotipados y que no reflejaban el "espíritu" de su estúpida empresa —se puso de pie y comenzó a caminar por toda la habitación mostrando su exasperación.

—Déjame adivinar, es la primera vez que un cliente rechaza uno de tus diseños —asintió.

—Cada cosa que dibujaba terminaba en la basura. Me costó demasiado encontrar algo decente —detuvo su andar, masajeó el puente de su nariz mientras relajaba su respiración—. Además de que tuvo el descaro de ofrecer su departamento en Boston para que me quede con mi familia mientras se lleva a cabo el proyecto... ¡frente a mis jefes!

—¿Boston? —dijo Louie con clara sorpresa.

—No pude decirle que no, hubiera quedado mal frente a Tadao y el resto de la directiva.

—Wow... Boston...

—Louie, concéntrate ¿quieres?

—¿Cuánto tiempo llevará ese proyecto?

—Un año y medio, cuando mucho —suspiró. Louie soltó una risita burlona—. ¿De qué te ríes?

—James, estarás viviendo con él prácticamente —dirigió una mirada severa al mayor que seguía riéndose.

—¿Te divierte el hecho de que viviré con el imbécil que me pisoteó el corazón y me hizo sentir como un puto objeto?

—No, me divierte el hecho de que lo odias a muerte y él claramente sigue enamorado de ti. Parece el escenario de una comedia romántica o algo así.

Las mejillas se le tiñeron de un discreto tono rosado.

—También hay algo que no te he contado —dijo después de unos segundos.

—¿Te violó? —asesinó nuevamente con la mirada al mayor. Negó.

—Es sobre Miharu... —masajeó su cuello— ella quiere que vuelva a enamorarme.

Louie se quedó serio sobre el cálido edredón blanco mientras la habitación comenzaba a iluminarse de tonos cálidos y luces de color por el pequeño vitral de lirios. Levantó su mirada color miel hacia las esmeraldas de su amigo y habló:

—No es la única que quiere eso —James bufó y desvío la mirada—. Por favor, James, queremos que vuelvas a ser el mismo de antes. Desde lo que sucedió has estado evadiéndolo por completo.

—Porque no tengo tiempo para eso. Tengo que cuidar de Miharu, de mi trabajo. Tengo una familia ahora, Lou, cosas más importantes que estar jugando al enamorado —respondió con frialdad.

—¿Entonces piensas quedarte así el resto de tu vida? ¿Amargado por dentro? ¿Qué pasará cuando Miharu crezca y tenga su propia vida, su propia familia? Ni tus padres, ni Baaya, ni nadie más estará por siempre contigo... —suavizó su tono de voz— No queremos que te quedes solo, James.

El castaño levantó la mirada hacia el mayor, sus ojos dejaban expuesta su sincera preocupación hacia él. Suspiró.

❀ ❀ ❀

Sus párpados estaban hinchados, aquella conversación telefónica lo había dejado muy sensible. Eran casi las tres de la mañana y no podía dormir. Daba vueltas y vueltas sobre las sábanas negras, pero su mente estaba llena de cosas que le quitaban el sueño.

Tomó una chaqueta, se cambió los zapatos y salió del departamento, el ascensor lo dejó en el sótano, entró a su auto y se dispuso a conducir un poco por las calles lluviosas de Seattle. Anuncios de luces multicolor resaltaban su pálida piel a medida que la necesidad de alcohol se hacía presente en su cuerpo.
Llegó a su club nocturno favorito, saludando al guardia de la puerta principal con cierto desgano y acomodando su trasero en las sillas altas de cuero recargando sus brazos en la barra. La música era ensordecedora pero era lo menos que le importaba.

—¿Qué le sirvo? —preguntó el barman de camisa blanca.

Bellinni, por favor —asintió y comenzó a prepararlo.

Las horas avanzaban, los pensamientos iban y venían, recuerdos también, un par de esmeraldas y mejillas coloradas, una piel suave pero llena de cicatrices... un par de ojos llorosos y los golpes de su padre en aquel despacho. Blake estaba rozando el límite. Mientras más tragos le servían, más le dolía el corazón y más lágrimas cristalizaban sus zafiros.

Su mirada se perdió en la pista central. Personas bailaban animadamente, juntando sus cuerpos y tocándose unos a otros. Bajó la mirada al Manhattan que reposaba en su mano.

—Hola —un susurro lo sacó de su pequeño mundo. Un joven de no más de veintiún años con ropas ceñidas al cuerpo le hablaba, una expresión pícara adornaba su aniñado rostro.

—¿Qué? ¿Quieres que compre galletas para tu grupo de exploradores? —respondió con frialdad.

—Sólo quería hacerte compañía, has estado toda la noche solo.

—Y así prefiero terminarla —el joven negó y pidió un whiskey doble, ofreciéndole el vaso al moreno. Blake frunció el ceño—. Ya estoy tomando algo, gracias.

—Tu copa está vacía desde hace unos minutos —dijo con gracia. Tomó aquello con delicadeza y lo colocó sobre la barra, extendiendo nuevamente la bebida—. Anda, es de mala educación rechazar algo que te ofrecen —hizo un puchero.

Blake tomó el vaso de mala gana, terminándose el whiskey de un sorbo.

Comenzó a sentir una ligera sensación de mareo.

—No te ves muy bien, deberías ir a mojarte el rostro con un poco de agua fría —el muchacho tomó a Blake del brazo y lo condujo al baño.

Blake apoyó sus manos sobre el granito del lavamanos viéndose en el espejo, arqueando las cejas al ver que había otros dos iguales a él.

—Oye, niño... —habló masajeándose la sien— me iré a casa.

—Pero si apenas comenzó lo divertido —colocó el seguro de la puerta y se acercó peligrosamente al moreno—. Será rápido, después de esto puedes irte.

Blake apenas era consciente de lo que sucedía, la cabeza le daba vueltas y comenzaba a dolerle. El joven se puso de rodillas y bajó los pantalones del mayor junto con su ropa interior. Sus manos eran frías y delgadas.

—Hey, basta. Dé-Déjame —Blake comenzaba a sentirse débil, su visión se le nublaba. El chico siseó.

—Te va a gustar, créeme —murmuró cerca de su miembro para después introducirlo en su boca y comenzar a chuparlo.

Los músculos de Blake se sentían débiles, intentaba apartar a aquel chico pero sus brazos no le respondían, caería al piso de no ser porque quien le practicaba la felación lo había recargado en el lavamanos.

Su lengua recorría la extensión de aquel trozo de carne grande y grueso, que lentamente dejaba ver sus venas. Jugaba con sus testículos y a veces lo introducía por completo en su boca.

—Déjame —susurró—. Detente, no quiero esto.

—Tu amiguito parece decir otra cosa —guiñó su ojo y siguió chupando.

El recuerdo de una cama blanca, la calidez de la noche y el cielo cubierto de estrellas. Su cabellera desordenada y su adorable voz jadeando su nombre con el rostro completamente enrojecido.

"Te amo" se dijeron aquella vez.

—James —susurró.

Se sentía tan desconectado de su cuerpo que no sintió el momento en el que aquel chico tan delgado se había tragado el líquido blanco. Limpió su boca con sus dedos delgados y miró a Blake, quien tenía la mirada perdida. Chasqueó la lengua.

—La tienes grande, pero parece que ya estabas mal desde antes del whiskey —se lavó las manos, arregló su cabello y vió nuevamente al azabache. Chasqueó los dedos frente a él haciéndole reaccionar, o al menos sacándole de sus recuerdos pues su cuerpo seguía sintiéndose débil—. Súbete los pantalones.

Salió del baño contoneando sus caderas. Blake se cubrió la parte inferior, frotó su rostro con agua fría y se quedó en aquel lugar tan frío esperando a que se le bajara lo que sea que tuviera.

—Maldito mocoso —musitó—, me drogó.

No supo cuánto tiempo estuvo ahí. Pero regresó a su departamento cerca de las seis de la mañana, llamó a Vanessa, le dijo que se sentía algo enfermo y que no iría a trabajar. La rubia accedió a regañadientes y colgó.

Por fin pudo dormir, apareciendo en sus sueños un joven patinador y un muelle.

• ❀ ❀ ❀ •

¡Hola! 💕

Pasaron algunos días desde la ultima actualización pero omgggg, espero no volver a tardarme tanto en traerles capítulos nuevos. Por cierto, quiero saber qué les está pareciendo la historia, de verdad me gustaría saberlo. Y sí, Blake está pasando por una /ligera(?)/ depresión... so, está muy triste desde el encuentro con James en Tokio... :(

Por cierto, ¿qué les pareció ese "flashback" al primer beso que se dieron estos dos? 😚

Anyway, los invito a dejar una estrellita si el capítulo te ha gustado /aunque sea poquito/, se aprecian demasiado demasiado las bonitas muestras de amor que siempre dan ¡y los amo infinitamente por ello! Tanto que es la primera vez que no actualizo a las tres de la mañana, jsjsjs 💖

Pórtense bien. ✌︎('ω'✌︎ )

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top