Quince

El queso cubría los nachos y los trozos de jalapeño, las burbujas de la cerveza en los tarros, el hielo derritiéndose en los vasos de refresco y el sonido de los pinos marcando una chuza. Era lo que ambientaba comúnmente el bolerama acompañado de expresiones de emoción o molestia cuando la bola se iba por el lateral de la línea, así ha estado Owen los últimos tres tiros y una expresión de fastidio al ver la sonrisa burlona del equipo contrario, y no era para más, iban ganando por diez puntos y era el último tiro.

—¿Qué pasa, Burke, mal día? —se mofó Jim a lo que el moreno respondió con el dedo medio y una sonrisa sarcástica.

Roy era uno de los chicos más fuertes del equipo, tenía un poco de mal carácter cuando las cosas no pintaban bien para él o su equipo, eso lo volvía alguien competitivo, y en cierto modo peligroso para los rivales, por eso era el mediocampista estrella y el dolor de cabeza para el entrenador. Tomó la bola de color rojo, una de las más pesadas, su vista se centró en los pinos al final de la línea que en un segundo ya no estaban. Una equis apareció en el tablero. Los puntajes se habían invertido, Sassy Bears estaba perdiendo ahora.

—Vamos, Thiago, confiamos en ti —dijo Jeremy suplicante.

El castaño tomó la bola en sus manos, sentía las miradas de los demás clavadas sobre él, era el mejor del equipo y no quería fallarles... mucho menos comprarle la cena a Owen. Soltó un gruñido al ver cómo la bola naranja derribaba solamente dos pinos. La risa de Roy no faltó y la mirada severa que el castaño le lanzó al tomar nuevamente la bola. Sus ojos se encontraron rápidamente con la bonita sonrisa de Lucas que logró relajarlo un poco, como siempre. Exhaló. Y la maldita bola se fue chueco. Seguían perdiendo por diez puntos pues el tiro del siguiente jugador del Equipo Maravilla había aumentado esa brecha.

—¡Vayan pensando lo que querrán para cenar, muchachos! —exclamó Roy petulante.

Lucas caminó hacia Thiago, el haló de los cordones de su jersey y le dijo al oído con voz calmada y a la vez demandante «Muéstrales». Lucas se sonrojó al sentir el calor de Thiago junto a él; tomó la bola de color verdoso entre sus delicadas manos y en su cabeza comenzaron a aparecer cálculos matemáticos, confiándose de ellos, tiró y en segundos un vitoreo se hizo presente en los sofás de cuero rojo. Una sonrisa estaba en los rostros de sus compañeros, Thiago se acercó a abrazarlo, los demás hicieron lo mismo, en medio del festejo se escuchaban agradecimientos para el menor por haber salvado su estabilidad financiera. Owen se acercó a felicitarlo, revolviendo sus cabellos.

—¡HORA DE COMER! —exclamó Jeremy sonriente mientras su brazo rodeaba los hombros de Roy, quien tenía una pequeña sonrisa.

El grupo de chicos regresaron los zapatos, pagaron por las últimas bebidas que pidieron y se dirigieron a la pizzería más cercana. El cielo estaba forrado de hermosas estrellas, constelaciones se formaban discretamente y la luna era su vigilante en el firmamento; el aroma a lluvia que desprendía la acera; el sonido de los grillos escondidos en la hierba; las luces de los automóviles que iban y venían al igual que los transeúntes cubiertos por el frío y las suaves corrientes que revolvían sus abrigos y cabelleras, o que los hacían estornudar. La mayoría de los jóvenes iba un par de pasos por delante del trío, hacían chistes burdos y carcajeaban; mientras que Thiago y Owen debatían con Lucas sobre por qué es ilegal lamer picaportes en otros planetas, el menor iba ganando, hasta que una ventisca les llegó por sorpresa, haciendo estornudar al más joven. Thiago se quitó su chaqueta y la extendió hacia Lucas, aquello era normal a sus ojos pero no tenía idea de las grietas que se formaban y profundizaban en el corazón de aquel que era su mejor amigo, el mismo que se puso a la par de los otros chicos dejándolo solo con Owen; se viró hacia él como si le preguntara con la mirada si conocía el motivo de por qué se había distanciado tanto de él, el moreno sólo se encogió de hombros y siguieron caminando; sus delicados dedos acariciaban la suave tela de la chaqueta que aún conservaba el aroma a colonia, aroma que perduró con él hasta que fue ligeramente opacado por el de la masa recién salida del horno con el dorado del queso en la circunferencia; los gabinetes marrones a juego con las baldosas blancas y carmesís, el llamativo menú que te recibe al entrar, las sillas altas apiladas junto a las máquinas de refresco y las conversaciones indistintas de la clientela. Se dividieron el costo total de las pizzas y enviaron a uno con billetes y monedas en las manos mientras los demás acaparaban dos gabinetes y una mesa de junto. El azabache no podía evitar verlo, se veía tan adorable con esa chaqueta y sus anteojos de pasta gruesa, aunque no pasó por alto las miradas que le lanzaban un grupo de amigas que estaban a pocas mesas de distancia, murmurando cosas entre sí seguido de pequeñas risas agudas y mejillas rosadas que lo hicieron poner los ojos en blanco, «Parecen niñas de secundaria» pensó sintiéndose un poco fastidiado y molesto porque una de ellas no paraba de señalar a Lucas.

—¿Qué quieres de tomar, Thiago? —dijo uno de los chicos que tenía vasos apilados en las manos.

—Una coca cola está bien —respondió tomando una servilleta que comenzó a doblar haciendo lo primero que se le vino a la mente, una grulla.

Pasaron algunos minutos hasta que cada mesa tuvo una pizza caliente al centro, con queso escurriéndole por las orillas, trozos de carne, vegetales y aceitunas; la predominante conversación sobre trivialidades de la escuela fue reemplazada por bocas mascando y sorbos a las bebidas.

—¿Quieren ir a un bar después? —dijo Owen limpiándose la salsa de tomate de la comisura de los labios. La mesa se quedó pensativa por unos segundos hasta que cada uno comenzó a dar excusas para no tomar esa noche, excepto Thiago que no se sentía con ánimos de volver al dormitorio que lo ha visto llorar las últimas semanas.

—Yo voy —dijo Lucas en tono indiferente y encogiéndose de hombros como si le restara importancia, el moreno sonrió de oreja a oreja pues internamente esperaba que ésos dos aceptaran su invitación, ¡y ni siquiera tuvo que persuadirlos! Pero el verdadero motivo del castaño era porque necesitaba hablar con su mejor amigo, quería saber el por qué de su comportamiento, ese que le dolía internamente y que era olvidado a ratos por las fotografías de ardillas que se mandaban por mensaje.

—Por cierto, Lucas —llamó Roy—, hiciste un buen tiro, le salvaste el trasero a tu equipo.

—Salvó nuestro dinero.

—¡Un brindis por Lucas! —exclamó Jim levantando su vaso de refresco, salpicando un poco en el proceso.

—No seas ridículo y sigue comiendo —dijo uno de los chicos de la mesa halándole de la camisa para que se sentara en el sofá de cuero.

Fue hasta pasadas las dos horas, aproximadamente, cuando ya se encontraban despidiéndose en la entrada del establecimiento con abrazos y palmadas en la espalda, pero todos le expresaban a Thiago lo felices que se sentían por ver que lograron levantarle el ánimo esa noche; que volviera a los entrenamientos porque no tenían a un delantero igual y todo tipo de cursilerías que se dicen entre compañeros de equipo. A alguno que otro ya se le estaba pasando el efecto de las cervezas que tomaron en el bolerama y otros seguían tomándose los últimos sorbos de refresco que quedaban en los vasos blancos de la pizzería. El trío se despidió y caminaron hacia el bar o discoteca más cercano, terminaron en un lugar tres calles arriba de la pizzería; tenían música electrónica a alto volumen y luces de color que se movían al ritmo de la misma, mesas altas y sillas de plástico transparente, personas bailando en los balcones y en la iluminada pista multicolor que había al centro, un joven dj en la cabina de audio y una colorida piñata que podía verse desde prácticamente cualquier rincón del lugar. Siguieron a Owen a la barra donde pidieron una ronda de shots de tequila para comenzar, Lucas miraba con duda el pequeño vaso pues la última vez que se embriagó terminó haciéndolo con alguien diez años mayor que él y con quien ahora tenía un romance supuestamente secreto; vio de soslayo cómo sus amigos ya iban por el quinto trago y él seguía con la bebida en mano.

—Tranquilo, no pasa nada, te cuidaremos —dijo Owen sereno.

Sintió que la garganta le ardía al sentir el líquido deslizarse por ella, pero eso no le impidió igualarse a sus amigos hasta que los tres comenzaron a perder la cuenta de la cantidad de bebidas que ordenaron, el mareo se hacía presente en sus cabezas y, a excepción de Owen que tenía mayor resistencia al alcohol, comenzaban a arrastrar las palabras al final de sus oraciones. La música comenzaba a ensordecerlos más, un zumbido ocasional, luces con patrones cada vez más dinámicos y grandes pelotas de playa que rebotaban de mano en mano. Sintió cómo su tristeza y las lágrimas se quedaban en un recuerdo a medida que su cuerpo se movía al ritmo de la música y el alcohol en su sangre aumentaba, y esa sonrisa que Lucas tanto extrañaba por fin se dejaba ver luego de mucho tiempo haciéndole sentir alegría en el corazón; sus rostros estuvieron tan cerca por escasos segundos, pudo ver los ojos oscuros de Thiago y él puedo ver las mejillas sonrojadas del menor a pesar de los colores neón del ambiente; Clark no tenía idea de lo doloroso que era para su amigo el quererlo tanto, no tenía idea de lo cuarteado que ha estado su corazón desde que lo vio con Blake Orsen detrás de las canchas de tenis en la hora más mágica y hermosa del día que no hizo mas que iluminar las lágrimas que se deslizaban por su rostro.

—Perdóname —le dijo al oído con los ojos llorosos. Comenzó a alejarse.

—Thiago, espera —llamó Lucas en vano pues la música opacaba su voz, sólo veía la figura del moreno salir del lugar—. ¡Thiago!

Salió tras él. Owen observaba todo desde la barra, tenía un collar incandescente y un vaso de whiskey en la mano que se tomó de golpe antes de seguirlos. El clima frío de la noche chocó con el sudor de sus rostros, bajándoles el efecto del alcohol y despertando un poco sus sentidos; sus ojos buscaban inquietos a su mejor amigo en ambos lados de la calle hasta que dio con él, caminando rumbo a la parada de autobús más cercana. Gritó su nombre en vano siendo inconsciente del volumen de su voz pues aún tenía los oídos tapados «Thiago, Thiago» repetía al alcanzarlo con pasos torpes. La pesada sensación de vacío que le inundaba acompañada de impotencia y desesperación por no poder correr más rápido. ¿Por qué sentía que si no lo alcanzaba se iría para siempre de su vida? ¿Por qué le dolía con creces el imaginarse una vida sin él?

—Maldita sea, escúchame —dijo molesto cuando lo tomó por el hombro haciendo que su espalda chocara con uno de los muros aledaños a la parada. Tenía la respiración irregular, los labios entreabiertos en busca de recuperar el aliento y mechones de cabello cubiertos de sudor, ojos llorosos y mejillas rosadas—. Me dirás ahora mismo por qué mierda me has estado evitando... ¿qué te hice, Thiago?

—Lucas suéltame —pidió con voz suave tomando de las manos del menor que se aferraban a la tela de su camisa, recibiendo un «no» como respuesta.

—No hasta que me respondas.

—Lucas, suéltame.

—¡¿Por qué me estás evitando?! —dijo sollozando— ¿Qué no sabes lo mucho que me duele... ver que ya no estás conmigo? —ambos se mantuvieron en silencio. El moreno se deshizo del agarre y tomó sus manos, suaves y delicadas. Lágrimas se deslizaban por el rostro de Lucas y humedecían el pecho de Thiago.

—Lucas... no me hagas esto... por favor —pidió con tristeza—. Suéltame, por favor.

—Respóndeme.

—Lucas.

—¡Maldita sea, sólo dime por qué! —exclamó furioso haciendo que sus ojos se encontraran frente a frente, ambos reflejaban lo rotos que se sentían en ese momento.

—¡Porque me duele! ¿está bien? Porque me duele ver que no importa cuánto lo intente, o qué tanto haga, tú nunca me querrás de la misma manera en la que yo te quiero; porque me duele saber que es él el que te abraza, el que te hace feliz de una manera en la que yo nunca podré porque no soy mas que un pobre diablo y tú... tú... tú eres la mejor persona que hay en este planeta... y mereces estar con alguien que te merezca y no con una basura como yo... porque no soy suficiente para ti... porque me duele saber que a pesar de todo no puedo dejar de quererte.

El sonido del motor del autobús se acercaba, el sonido de sus puertas abriéndose y el del conductor tomando las monedas para dar el cambio necesario. Soltó sus manos y subió al autobús. El sonido del motor que se alejaba y el de un corazón rompiéndose en pequeños pedazos, del llanto ahogado y del claxon de los autos que transitaban la avenida con sus luces blancas y rojas; las conversaciones indistintas de los transeúntes que frecuentaban la zona de bares y discotecas de Boston; pisadas que se acercaban hacia el castaño y lágrimas que se asomaban por sus ojos marrones que humedecían la tela de la chaqueta carmesí de Owen junto con un dolor que perduraría hasta que el autobús se detuviera y caminara hasta encerrarse en su dormitorio, que era testigo de otra noche dolorosa disipada por las luces matutinas que se colaban por la ventana, los ojos hinchados y un dolor infernal que le perforaba el cráneo mientras se maldecía por la idea de emborracharse en noche de escuela.

Pasó por alto el regaño del profesor de robótica y las miradas que le dirigían sus compañeros de clase y algunos que estaban en el equipo de soccer con él. Apenas y pronunció palabra alguna a lo largo del día y comenzó a cuestionarse sobre por qué se le había ocurrido salir de la cama esa mañana, no tenía humor para nada ni para nadie y mucho menor para molesto sonido agudo del silbato del entrenador.

—¡¿A dónde demonios crees que vas, McCarthy?! ¡Vuelve aquí o te dejo fuera del equipo!

—¡Me importa una mierda, métase el silbato por el culo! —gritó molesto mientras se alejaba con maleta en mano y un insoportable dolor de piernas.

—¿Quién se cree que es? —espetó el hombre tomando un Sharpie rojo para tachar el nombre de Thiago de la libreta, Owen lo interceptó rápidamente.

—Perdónelo, entrenador, no tuvo una buena noche y ha tenido problemas últimamente.

—Eso no es excusa, Señor Burke.

—Vamos a calmarnos un poco, entrenador —dijo tomando el marcador—. Piénselo bien, ¿dónde más vamos a encontrar a tan buen delantero como él? ¿Realmente quiere dejarlo fuera faltando tan poco para el intercolegial?

—Si el mocoso no se comporta estará fuera, aquí no vamos a tolerar ese tipo de comportamiento —entregó el marcador y pitó nuevamente su silbato para que regresaran a entrenar.

No es necesario mencionar que Thiago no se presentó a trabajar en los laboratorios de LOT esa tarde y que ahora trabajaba doble turno en la construcción. Esa habitación de baldosas blancas y frías, con mesas alargadas cuya superficie estaba cubierta por cables, pinzas y demás materiales de trabajo al igual que las gavetas y armarios del fondo. Dejó el cautín de lado y se quitó los guantes para recargarse en el borde de la mesa, suspirando con pesar y con el vivo recuerdo de las palabras de Thiago en esa parada de autobús, con la confusión creciéndole en el corazón y lágrimas contenidas.

—Maldición —dijo dando un golpe a su superficie de trabajo llamando la atención de Owen. Lucas le miró—. ¿Sabías de esto?

—¿De qué sirve que te lo responda ahora? —masajeó su sien, el moreno se acercó y recargó su espalda en la mesa de enfrente y con voz suave le habló— Suficiente tengo con que el otro esté planteándose el dejar la escuela para que tu también estés así, Lucas.

—¿Tanto quiere alejarse de mí...?

—Ponte en sus zapatos, hermano, no es fácil para él. Y por lo que veo tampoco lo es para ti.

—Es que... no sé, me siento tan confundido. Sé que él ha sido una constante en mi vida desde hace mucho tiempo, que es de las personas que más me importan, que es mi mejor amigo, pero... ¿por qué ahora siento que la forma en la que lo quiero es diferente a la de antes?

—¿Y si siempre lo has querido de una manera diferente? ¿Lo has pensado? —el menor se llevó las manos a la cara ahogando un grito.

—¿Por qué estoy tan confundido, Owen? ¿Por qué siento que estoy perdiéndolo?

—Porque tal vez lo quieres de la manera en la que crees querer a Blake.

—¿Lo sabes?

—Thiago los vio besándose.

—Ay por Dios —dijo lamentándose. Se revolvió los cabellos, se puso nuevamente los anteojos, se despidió de Owen y salió del laboratorio con la chaqueta prestada en mano. Los segundos se hacían minutos, éstos se hacían horas y un sentimiento de soledad se hizo cada vez más fuerte en el interior de Lucas que no soltaba la chaqueta deportiva, esa que era prestada en ocasiones de lluvia y frío, aunque era más común que el jersey color azul marino, con la palabra «Washington» bordada en letras blancas, que le cubría y protegía de un potencial resfriado.

Puso a funcionar la cafetera. El suave olor mezcla de cafeína con vainilla y nuez cubría su cocina y la sala de estar, también le ayudó a tranquilizarse y a pensar con un poco más de claridad; las palabras de Owen resonaron en su cabeza «Tal vez lo quieres de la misma manera en la que crees querer a Blake», si bien era cierto que desde que comenzó su romance con el Señor Orsen nunca se habían dicho algo más allá de un "Te quiero", cuando estaba con él no sentía la misma paz y felicidad que cuando Thiago está cerca porque con él podía ser él mismo sin sentirse temeroso o cohibido de alguna manera. Estar en compañía de Thiago se sentía como algo tan natural para él. Y ahora se estaba perdiendo. La cafetera terminó.

❀ ❀ ❀

El espectáculo de talentos por fin comenzaba en la Escuela Elliot. El patio estaba repleto de familias que disfrutaban de las atracciones de carnaval, comida frita, acaramelada y azucarada. Los más pequeños reían y los jóvenes impresionaban a sus citas en los puestos de juego donde buscaban obtener el muñeco de felpa más grande o demostrarles sus habilidades para que, con suerte, recibieran un beso en la mejilla que dejaría una marca de labial. El auditorio estaba bellamente decorado con las manualidades hechas por alumnos más jóvenes de la institución guiando la atención hacia el gran telón guinda que resaltaba las grandes hojas otoñales sin perder la armonía del entorno; las butacas se ocupaban cada vez más por los padres de familia, hermanos, abuelos, visitantes y profesores que esperaban ansiosos por la presenciar los talentos que compartirían los alumnos de la escuela y que guardarían en la memoria de sus dispositivos móviles o cámaras de vídeo para aquellos que se quedan apegados a los métodos tradicionales y prefieren que el vídeo tenga como etiqueta «momentos preciosos de mi hijo» o eso era lo que decía Scott mientras preparaba su dispositivo e ignoraba los comentarios llenos de referencias noventeras que hacían Suzie y su esposo, Jack, que era raro verlo vistiendo algo que no fuera su pulcro traje de negocios color grafito. James se sentía emocionado por finalmente escuchar la tan famosa melodía que Masahiro había escrito y que su hija tocaría, tenía la cámara de vídeo lista, Baaya llegó unos minutos después con dos algodones de azúcar en mano y una sonrisa, había rezado para que Miharu tuviera éxito en su presentación y pidió a su hijo que disfrutara de la melodía de la niña desde el lugar donde estuviese. Tras bambalinas los niños se sentían tan emocionados como los adultos del público, con unos que practicaban sus rutinas de baile por allá, otros que afinaban sus instrumentos por acá y algunos otros que recién terminaban sus estiramientos y procederían a arreglarse con los bonitos y coloridos vestuarios hechos por sus madres a altas horas de la noche durante las últimas semanas. Todos querían dar lo mejor de sí mismos para ganar el misterioso premio que había anunciado la directora, pero sin dejar de lado el divertirse y pasar un buen rato. Miharu terminaba de practicar la parte final de su canción, la que Masahiro le había escrito, le había pedido a su padre que grabara la presentación para poder compartírsela por medio de un correo electrónico así como él lo había hecho la noche anterior donde se le veía vistiendo un esmoquin con corbatín rojo y el cabello perfectamente peinado, lo cual era raro en él ya que siempre lucía un estilo despreocupado y relajado, así era el Masahiro que Miharu quería.

—Miharu, vas después de Clint y Santiago —dijo la profesora con la tabla del programa en mano—. Ve preparándote.

—Sí, profesora —respondió sonriente. Vio su vestuario frente al espejo, arregló el lazo rojo que adornaba su bonito cabello castaño y sacudió las pocas pelusas que pudieron haberse pegado en el vestido.

En el escenario estaban sus amigos presentando una muy improvisada rutina de rap cuya coreografía había sido diseñada esa misma mañana, cada uno vestía grandes chaquetas blancas y gorras de visera plana con estampados coloridos y en tonos neón, Clint había tomado unos anillos de su madre y una cadena que le llegaba hasta la cintura y Santiago llevaba gafas oscuras con un marco amarillo chillante. Pero era justo admitir que, a pesar de que la letra no tenía mucho sentido y se les había olvidado la mitad de la coreografía, su presentación era buena y simpática al punto de hacer reír a April. Los niños terminaron juntando sus espaldas y cruzados de brazos imitando una pose «cool» de los 90's recibiendo aplausos por parte del público y un ramo de rosas que lanzó Suzie, madre de Clint, agradecieron y salieron del escenario con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Les gustó? —preguntó Clint emocionado a lo que April asintió limpiándose una lágrima de la risa— ¿Lo ves, Santiago? Tenemos futuro en este medio.

—Si ustedes lo dicen —dijo la niña más calmada.

—Miharu, es tu turno, nena —dijo la profesora, la castaña asintió y salió a escena luego de que sus amigos le desearan suerte. Sus ojitos fueron directamente hacia su familia, sentados en las filas delanteras, su padre le sonrió y leyó en los labios de Baaya un «がんばって» (Buena suerte) e inconscientemente buscó a Blake con la mirada, aún no llegaba, pero le había hecho la promesa de que llegaría a tiempo para verla y, a ella le había quedado claro, él nunca fallaba sus promesas.

Recibamos a Miharu Auclair de tercer año que estará tocando para nosotros «Tales of the Wind». ¡Un aplauso! —enunció una voz femenina en los altavoces seguido de una serie de aplausos por parte de los presentes.

Se puso en posición, respiró profundo y comenzó a tocar.

La melodía tenía ciertos toques de melancolía, que le recordaban parte de su infancia y de los años en los que veía a su padre llorar por las noches y otras en las que se quedaba despierto hasta altas horas de la madrugada terminando profundamente dormido en la pequeña mesa de madera que tenían en su vieja casa, con planos y herramientas de dibujo cubriéndola por completo, con Baaya cubriéndole con una frazada y dejándole el almuerzo preparado junto con una nota deseándole un buen día cuando la llevaba a la escuela por las mañanas. Recordó los primeros días de escuela, cuando se sentía completamente sola y no quería jugar con nadie, cuando se la pasaba sola en el arenero o en los columpios mientras los otros niños jugaban soccer o saltaban la cuerda en el patio de la escuela, cuando todos reían menos ella; hasta ese día en el que los hermanos Fujiwara se le acercaron con una invitación a jugar, siendo desde entonces el día en que encontró a sus mejores amigos, aquellos que le ayudaron a sobrellevar su tristeza y a sustituir las lágrimas por una gran sonrisa y amor a la música. Fue entonces cuando su vida comenzó a mejorar, cuando comenzaba a tener colores y los esfuerzos de su padre rendían frutos, pues se habían mudado a una casa mucho más grande y bonita. Recordó también el día en que Yuki tuvo gatitos y el día en que los dejó para unirse con su mamá en el cielo. El día en que conoció al Señor Orsen y el día lluvioso en que fue por ella hasta la escuela, con raspones que dejaron cicatriz, los cuidados que tuvieron él y Baaya cuando se enfermó. El día que tocó su primera canción en el violín de su madre, el día en que quedó hecho pedazos y el día en el que recordó que lo más importante era la poesía que podías hacer con la música y la belleza de las cicatrices simbolizadas por las flores doradas en la madera del instrumento. Todos los recuerdos y sentimientos que llegaban a su memoria al tocar esa canción, la misma que Masahiro escribió pensando en ella y que habían tocado con el corazón aún estando a más de diez mil kilómetros el uno del otro.

Terminó, sentía que sus ojitos soltarían lágrimas al escuchar la ovación por parte del público. Sus ojos verdes se fijaron en un hombre que estaba en la entrada del auditorio con una sensación de orgullo creciéndole en el pecho y lágrimas deslizándose por sus pálidas mejillas, Miharu le sonrió al Señor Orsen, nunca dudó de su promesa.

¡Un gran aplauso para Miharu Auclair! —exclamó la mujer por los altavoces a lo que la multitud se puso de pie, vitoreando y felicitando a la nipona que, con mejillas sonrosadas, agradeció y salió de escenario.

—¡Estuviste asombrosa, Miharu! —dijo April con una sonrisa de oreja a oreja mientras abrazaba a la niña, el resto de sus amigos se acercó para felicitarla también. Ella sólo sentía cómo su corazón latía rápidamente y las manos le temblaban, tenía las emociones a flor de piel y aún así contuvo las lágrimas.

—Miharu —llamó una niña de cabellera rubia con un elegante vestido azul pastel y un tocado a juego que resaltaba del sedoso color dorado—, me gustó tu canción, fue hermosa.

—Gracias, Elizabeth —respondió sonriente. Se acercó a ella para abrazarle y desearle suerte en voz baja, conmoviendo el ya lastimado corazón de la niña.

Recibamos a Elizabeth Hayes de tercer año que estará tocando para nosotros «Losing Yourself». ¡Un aplauso! —los aplausos resonaron por todo el auditorio. La niña salió a escena, entrecerrando sus ojitos ante la luz incandescente. Sintió una mirada fría sobre ella, pero, armada de valor, tomó asiento en el banquillo y puso sus manos sobre el instrumento. Respiró un par de veces antes de dirigirse a la audiencia.

—Buenas tardes, muchas gracias por venir al festival de nuestra escuela —dijo con una sonrisa—. Esta canción la escribí pensando en alguien especial, pero, aunque la letra no sea muy buena, voy a cantarla desde el fondo de mi corazón.

Las notas iniciales eran suaves y tenían cierto ritmo. Elizabeth se veía tan concentrada e inmersa en el momento, sus ojos estaban cerrados y visualizaba el rostro de su padre. La última vez que lo vio.

And i didn't know what it was like to be without you,

To get used to i didn't know, what it was like to see you fading,

To be waving goodbye

If you came back and told me you're okay

I'd say, you're losing yourself darling please be safe

And i didn't know, what it was like ride this bus home, alone

And i didn't know, the hole that you dug and just left it for someone else to cover up

And if you tell them that you will be fine your time's running out,

You're losing yourself darling please don't lie

If i could i'd take you home and tell you that you're safe right here with me your skin and bones will be alright and that you'll last a few more years, the memories haunting you will soon slip away from you my dear

and maybe that you'll find some peace someday

It will all be here

If you tell her that you love her so just know it's always warmer here and never snows.

Lágrimas se deslizaban de sus mejillas. El público aplaudía y vitoreaba la hermosa canción de la rubia, quien, con una sonrisa, limpió sus lágrimas e hizo una reverencia. Con la guitarra en mano salió del escenario, siendo recibida por la calidez de los demás niños que elogiaban su talento y su hermosa voz; Elizabeth no estaba familiarizada con las muestras de afecto por lo que no supo cómo reaccionar hasta que April le dijo que solamente les abrazara, y eso hizo. Su pequeño corazón latía de felicidad y la sonrisa en su rostro lo reflejaba. En ese momento sintió cómo la alegría y la calidez le inundaban, le llenaban, le hacían sentir querida; algo que necesitaba desde hacía mucho tiempo. La directora, consciente de la situación familiar de la rubia, le abrazó también y le dijo que su padre estaría orgulloso de lo talentosa que se había vuelto su hija.

Las presentaciones terminaron dos horas después. El jurado había llegado a una decisión unánime sobre los ganadores entregándole el resultado en un sobre color celeste a la directora del instituto; se puso delante del micrófono, arregló su blazer rosado y agradeció nuevamente a todos los presentes por haber formado parte del tradicional festival de otoño seguido de un largo discurso que abarcaba los seis folios que tenía en el estrado con las luces resaltando su joyería de fantasía y el brillo que desprendía su cabello con corte de media melena. Mientras tanto, en el público, Blake había ocupado el asiento vacío contiguo al de James acercándose ligeramente a su oído.

—¿Y tu novia? —la calidez de su voz hizo que los diminutos vellos de su cuerpo se erizaran, maldiciéndolo por tener ese efecto en él.

—Fue a buscar a su hija —respondió indiferente—. ¿Y tu novio? ¿No vino contigo?

—¿Estás celoso? —dijo con sonrisa ladina. James se sonrojó por lo bajo y negó— Está en la escuela.

—¿Ahora sales con niños?

—Sólo con los que son diez años menores que yo y que tienen un trasero de oro, aunque el tuyo no se queda atrás —su sonrojó creció y se viró hacia él con el ceño fruncido.

—¿Qué haces aquí? —dijo molesto.

—Tu hija me invitó. ¿Ya te contó lo del violín?

—Sí —relajó su expresión—, bueno, más bien los escuché hablar en la noche.

—¿Nos estabas espiando? Qué descortés —dijo con dramatismo fingido. James le dio un pequeño golpe en el hombro haciéndole reír por lo bajo, no pudo evitar sonreír.

—Gracias, por comprarle el violín... no tenías por qué hacerlo —Blake negó.

—Miharu es una niña increíble, se parece mucho a ti —una diminuta sonrisa se asomó en los labios del menor—. Lo hice porque sé lo mucho que ama la música y lo feliz que la hace, y si ella es feliz, entonces yo también.

—De verdad te lo agradezco —sus ojos se conectaron y, por primera vez luego de mucho tiempo, una muy pequeña sensación de tranquilidad fue transmitida en ese momento.

Detrás del telón los niños del tercer año estaban reunidos dándose ánimos mutuamente aún sabiendo que era imposible superar la presentación de Elizabeth o Miharu, quien había notado la ausencia de la rubia desde que su madre llegó y pidió hablar con ella, y ya hacía un rato de eso; comenzó a preocuparse pues la rubia estaba entra los finalistas y no quería que se perdiera de la premiación por lo que fue en su búsqueda. El área de bambalinas era realmente grande, los pisos eran de madera y había una gran cantidad de disfraces, utilería, botes de pintura y herramientas que eran usadas con frecuencia para la reparación del área que escaseaba de iluminación cerca de los camerinos que tenían dibujadas estrellas multicolor en las puertas y perillas de latón. Unos gritos provenían de la segunda puerta, unos gritos que le erizaban la piel a la nipona y la hacían sentirse intimidada, sus piernas temblaban a medida que se acercaba.

¡Eres una idiota, Elizabeth! ¡¿Quieres que tu nuevo padre se entere de todo?! —reconoció al dueño de la voz fúrica, era Sarah— ¡Vas a echar a perder las cosas!

¡Cállate! ¡Él no es mi padre, yo ya tengo uno!

Eres una malagradecida, Elizabeth, todo lo que he hecho ha sido por ti ¡y nada más!

Nunca te pedí que te prostituyeras, ¡eso lo haces porque eres una puta! —un golpe seco se escuchó seguido de varios cristales rompiéndose en las paredes.

No vuelvas a llamarme así, estúpida.

Eso es lo que eres... —enunció con voz débil.

Debí de haberte hecho lo mismo que a la inútil de Samantha... ¿Sabes? Seguramente no eres buena ni para ganar esto, ¿sabes por qué? Porque la presentación de la asiática esa fue mucho mejor que la tuya... —Miharu escuchó que los pasos se acercaban a la puerta, asustada, se escondió detrás de unas cajas con telas y aguardó a que la mujer se fuera. Sus piernas temblaban y sintió una sensación de asco al oler su perfume. Elizabeth salió del camerino poco después, arreglaba su cabello en el camino y tenía moretones en los brazos.

Miharu se sentía tan impotente, quería ayudar de alguna manera a Elizabeth y comenzaría por el espectáculo de talentos por lo que salió en busca de la profesora encargada encontrándola al otro lado del escenario con sus anteojos redondos y nariz colorada. Le contó lo que sucedió. Su expresión pacífica se tornó en una de sorpresa e indignación, que cambió a un ceño fruncido al ver que la rubia regresaba a su lugar; cuando la directora cedió el micrófono a uno de los padres de familia que estuvieron a cargo de la organización del evento, aprovechó para acercarse y contarle lo dicho por Miharu haciéndola sentir furiosa, pero aún así debía conducirse apropiadamente al estar en un evento familiar, no importaba que las ganas de romperle la nariz a Sarah Hayes fueran más grandes. La presentación de los ganadores prosiguió acorde a la agenda hasta que llegó el momento de anunciar al acreedor del primer puesto.

—Y ahora, el momento que todos estábamos esperando, el primer premio es para... —abrió con cuidado el sobre, una sonrisa fue dirigida a la profesora— ¡Elizabeth Hayes!

La audiencia aplaudió al punto que los muros se sentían temblar, la niña, aún sin creérselo, salió al escenario cubierto de flores. La directora le abrazó y acarició su brillante cabellera, entregándole el listón azul y un muñeco de felpa con forma de la mascota de la escuela. Sentía su corazón latir rápidamente y la felicidad del momento la hicieron olvidarse de las marcas violetas que estaban en ella.

«Ojalá estuvieras aquí, papá...» pensó con tristeza, realmente quería que la única persona que más amaba en el mundo estuviese ahí para compartir un momento tan especial a su lado.

Después de la premiación, Miharu fue corriendo hacia su familia siendo recibida por un abrazo de su padre que no dejaba de decirle lo orgulloso que se sentía de ella y del gran talento que tenía. Sus ojitos verdes dieron con el rostro sonriente de Blake.

—Muchas gracias, Blake, por ayudarme a vivir este momento —dijo con ojos llorosos.

—Gracias a ti por hacer poesía con tu música, Miharu —la niña extendió su brazo hacia el azabache, uniendo a los dos hombres en el abrazo, haciendo señales con su mano a Baaya para que se uniera también.

Se sentía feliz. Sentía que estaba en familia. Y Miharu deseó que ese momento durara para siempre.

Pero no pudo evitar sentirse mal por Elizabeth, preguntándose de qué estaría hablando con la profesora y la directora en su oficina. Lo único que podía hacer era esperar y rezar para que la rubia por fin sanara su corazón, ese que estaba roto en pedazos pequeñitos que se escapaban por los cortes y moretones de su pálida piel; algo le quedó claro a Miharu después de haber escuchado a Sarah en el camerino, ella no era una buena persona. No quería que su padre estuviese más con ella. James necesitaba saberlo.

—¿Qué sucede, princesa? —preguntó su padre.

—¿Podemos ir a comer algo? Todos juntos. Muero de hambre —dijo con un puchero.

—No lo sé, nena, tenemos que ir a ver cómo va la obra. Michael quería vernos —dijo Blake mirando de soslayo al castaño.

—Podemos ir en la noche, le llamaré para decirle —sonrió James.

—¡Vamos entonces! —exclamó Miharu.

—¿No deberíamos esperar a Sarah y a su hija?

—No, James, vámonos que también muero de hambre —dijo Baaya haciendo un gesto gracioso.

—Son tres contra uno, perdiste —jugueteó Blake. James suspiró.

Los cuatro salieron de la escuela y emprendieron rumbo hacia el Burger King más cercano. En el camino James no pudo evitar sentir nuevamente aquella sensación cálida que sintió en el abrazo familiar, una mirada de soslayo le bastó para darse cuenta de lo diferente que Blake se veía. Y un viejo sentimiento despertó luego de mucho tiempo, un viejo sentimiento que caló y ardió en el interior de su pecho, un sentimiento que reprimió al regresar la vista al camino pues de nada servía que esos sentimientos nacieran si las cosas entre ambos habían terminado, si los corazones de ambos ahora latían por alguien más. Blake estaba con alguien y él también lo estaba. A pesar de que no habían hablado mucho en los últimos días pues la rubia se mostraba distante en ocasiones y en otras ya estaba mencionando el tema del matrimonio haciendo sentir incómodo al castaño, pues no dejaba de cuestionarse si estaba haciendo lo correcto en cuanto su corazón. «¿Y si tomé una decisión precipitada?» era lo que se cuestionaba en las noches al recordar la primera vez que se acostó con Sarah pues no había pasado mucho tiempo entre el día que se conocieron y la primera vez que comenzaron a actuar como una pareja.

«Vaya que el mundo es pequeño, no sabía que ustedes dos estaban juntos...»

Blake y Sarah se conocían, desde entonces James no dejaba de preguntarse si tuvieron algo más que una relación laboral y realmente no era algo imposible pues Sarah era una mujer atractiva y Blake... Blake era «el soltero más codiciado».

—James —llamó Blake sacando al castaño de sus pensamientos—, ya llegamos.

—A-Ah, s-sí. Lo siento yo... eh... —balbuceó nervioso.

—¿Estás bien? —el castaño asintió desabrochándose el cinturón de seguridad. Bajaron del vehículo, Miharu y Baaya se adelantaron a la vitrina que exhibía los juguetes de temporada. Entraron poco después y James no evitó ver que Blake inspeccionaba el interior del restaurant detenidamente.

—No me digas que estás acostumbrado a lugares cinco estrellas —dijo con una sonrisa burlona.

—Hace trece años que no venía a un Burger King... pero eso seguramente no lo recuerdas, o no te importa —caminó hacia donde estaban las mujeres y comenzaron a ver qué ordenarían.

James caminó hacia una de las mesas y en su cabeza apareció el recuerdo de la última cita que tuvo con Blake en un lugar así. Esa vez hablaron sobre la fecha de su boda y fue cuando le dijo del trabajo en Nikken Sekkei... su rostro se sonrojó fuertemente al recordar lo que hicieron antes de ir a cenar esa vez.

—No puede ser —murmuró cubriéndose el rostro.

—¿Qué no puede ser? —preguntó Miharu acercándose con una pequeña torre de vasos en mano. Blake regresaba con un cono de helado al igual que Baaya; su vista se clavó en la figura del mayor y la escena de unos vestidores oscuros y su cuerpo húmedo por el agua de la piscina le sonrojó aún más.

—Q-Qu-Que... no haya pedido una malteada, ¡sí! Muero por una malteada de fresa... iré a pedirla —dijo nervioso.

La imagen mental de eso no ayudó a tranquilizar su agitado corazón y menos cuando su subconsciente lo traicionó al imaginarse el cuerpo desnudo del Blake actual en la misma situación. «Maldita sea, cálmate. No eres un adolescente Auclair» pensaba molesto mientras esperaba por la bebida.

❀ ❀ ❀

Eran cerca de las diez de la noche cuando arribaron al área donde se construía el edificio de Orinson; Michael les recibió con su característica sonrisa y fueron a la caseta donde les mostró las áreas en las que los electricistas tendrían que hacer ligeras modificaciones para poder trabajar apropiadamente, eso no le agradaba a James porque reparar lo que los electricistas harían retrasaría al menos un día al resto del trabajo en esa área y el tiempo en una construcción era algo valioso, más tiempo, más dinero invertido. Frunció el ceño al llevarse una mano a la barbilla mientras veía los planos, pensando en una solución que beneficiara tanto a los electricistas como al resto de la obra, sus dedos acariciaban inconscientemente los del azabache, cosa que no pasó desapercibida por el ingeniero; luego de unos segundos, James le propuso la solución a Michael, pero era algo que también debían consultar con la persona encargada del trabajo eléctrico. James, con planos en mano, fue a buscarla mientras Blake y Michael se quedaron en la caseta tomando una taza de café.

—¿Puedo preguntarle algo un tanto indiscreto, Señor Orsen?

—Claro Mike, dime.

—¿Por qué percibo cierta tensión sexual entre usted y el arquitecto? —el azabache casi se ahoga con la bebida que termino salpicando parte del suelo y haciendo reír al ingeniero.

—Nada de eso, Mike, sólo tenemos una relación de trabajo.

Claaaaaro —dijo sarcástico dando un sorbo al café.

—Mejor dime si consideraste lo del permiso de Thiago, lo necesito libre para dentro de unas semanas.

—Oh, cierto. Claro que puede ir, es lo menos que puedo hacer después de que ha venido a trabajar horas extra después de la escuela los últimos días.

—¿Después de la escuela? —preguntó confundido.

—Sí, también me extrañó, pero dijo que habían terminado los otros dos modelos de LOT y que no quería estar sin hacer nada en sus días libres —Blake recordó esa vez que habló con Lucas y le dijo que estaba preocupado por Thiago porque lo sentía distinto, como si no fuera él.

—Gracias, Mike —después hablaría con el chico sobre ello, porque lo último que supo era que las mangas necesitaban unos últimos ajustes—. Ahora dime, ¿qué ha pasado con ese asunto? ¿Los han vuelto a ver?

—No desde hace tres noches, fue cuando se quedaron más tiempo de lo normal, pero está bien porque los chicos estaban comenzando a asustarse. Les dije que con suerte no volveríamos a verlos —Blake se quedó pensativo, dio un último trago al café y ambos dejaron las tazas en la mesa para reunirse con James. A lo lejos vio a Thiago llevando una carretilla llena de blocks, tenía la cara un poco sucia, hizo contacto visual con él. Thiago levantó su mano a manera de saludo y siguió trabajando.

Esa noche la luna estaba oculta detrás de nubes densas y oscuras, se sentía más frío de lo normal y eso inquietaba al azabache. Algo no estaba bien.

Llegaron con James y el encargado de los electricistas, el castaño le mostraba los planos y terminaba de explicarle la idea que tenía mientras el señor asentía convencido; Michael retroalimentó el plan de James mientras Blake estaba perdido en un punto a lo lejos, sus ojos color del zafiro recorrían la zona en busca de algo sospechoso dentro o fuera de la obra, pero no veía nada más allá de las lámparas improvisadas y los trabajadores haciendo sus respectivas tareas.

—Blake —llamó James sacándolo del trance, Michael ahora hablaba con el electricista—, ¿estás bien?

A lo lejos se escuchó el chirrido de unos neumáticos, un automóvil completamente negro se acercó rápidamente a la construcción y de las ventanas traseras se asomó la punta de un arma.

—Agáchate —tomó su mano colocándolo rápidamente contra el suelo, cubriéndolo con su cuerpo.

Todo sucedió tan rápido.

Las balas rebotaban sobre las carretillas llenas de material, los botes de pintura y la maquinaria que servía de escondite para algunos trabajadores; cristales que eran añicos, material dañado, arcilla cubierta de sangre y gritos de terror de aquellos que buscaban desesperadamente por un lugar para protegerse mientras otros oraban por regresar vivos a casa con sus familias, recordando las sonrisas de sus esposas y deseando abrazar nuevamente a los más pequeños, esos rayos de sol que iluminaban el hogar con la sonrisa de dientes chuecos más pura y genuina, aquellos por los que trabajan sin parar día con día. Querían que ese infierno terminara. Y así fue después de diez minutos que se sintieron como diez horas, terminando en desesperados gritos de ayuda y lamentos que sustituyeron aquel maldito sonido ensordecedor.

James sintió algo humedecer su camisa, un líquido oscuro que escurría de quien lo protegía.

—¡AYUDA!... ¡TENEMOS DOS HERIDOS POR ACÁ!... ¡UNA AMBULANCIA, POR FAVOR! ¡SE ESTÁN MURIENDO!

—Blake... —murmuró temeroso, sus manos temblorosas apartaron el cabello del mayor para dejarle ver una expresión de dolor que le perforó el corazón. Abrió sus ojos lentamente, azul y verde se encontraron.

—¿Estás bien? —preguntó el mayor con un hilo de voz antes de dejarse caer en su pecho.

Sentía que el miedo le recorría el cuerpo, con las manos temblándole, tomó su celular y marcó al número de emergencias.

911, ¿cuál es su emergencia?

—Nos atacaron y hay varios heridos, vengan rápido por favor —dijo con voz nerviosa y aguantándose las lágrimas. Colgó luego de dar la dirección. Sus ojos se quedaron con Blake, no quería perderlo—. No te mueras, imbécil, ni se te ocurra hacerlo.

Las sirenas de las ambulancias resonaban a calles de distancia siendo más intenso al momento de su llegada luego de pocos minutos, al igual que las camionetas de los medios de comunicación. Las autoridades acordonaron la zona y abrieron el paso para que transportaran a los heridos en las camillas y fueran llevados al hospital más cercano.

En un apartamento del Radian, un tazón se quedaba con poco cereal mientras un lindo chico castaño sostenía una videollamada con sus padres, vestía un pijama gris con un jersey de su mejor amigo cubriéndole del frío que se colaba al interior de su hogar.

¿No han hablado desde entonces? —preguntó una mujer de cabellos rubios atados en una coleta alta.

—No, y estoy preocupado de que nuestra amistad se arruine por algo como esto... ustedes saben que Thiago es especial para mí... —dijo abrazando sus rodillas.

Bueno, hijo, cuando tu madre y yo nos conocimos comenzamos siendo amigos y con el tiempo eso fue evolucionando en algo más... para mí —dijo el hombre de cabellos castaños y anteojos, pequeñas canas se asomaban en sus patillas.

Él también era alguien especial, y también tenía miedo de perder nuestra amistad sólo porque no me sentía del todo igual...

—¿Y qué hiciste?

Eventualmente fui escuchando a mi corazón y me di cuenta de que me aterraba la idea de perder a alguien que quería tanto —ambos se tomaron de las manos, mirándose amorosamente— y al final me di cuenta de que el cariño que le tengo es uno que no había tenido con alguien más.

—Lo hacen ver tan fácil —dijo con una pequeña sonrisa. El celular de su padre sonó haciendo que se alejara de la pantalla por un momento.

Mi amor, el amor nunca es fácil... funciona de maneras tan extrañas y complicadas que no entendemos... date tiempo y, cuando estés seguro de qué es lo que realmente sientes por Thiago, recuerda que el corazón nunca se equivoca.

Amor, tenemos que irnos, llegaron varias personas de emergencia y necesitan personal —dijo su padre preocupado—. Parece que atacaron una construcción.

Hablamos después, bebé —dijo su madre al despedirse.

Lucas, preocupado y deseando que estuviese equivocado, encendió el televisor en el canal de noticias. Una toma aérea enfocaba la construcción en la que Thiago trabajaba, varios trabajadores eran transportados en camillas, con las vendas llenas de sangre y otros inconscientes, subiéndolos en las ambulancias.

Hasta ahora son siete lesionados y más de quince los trabajadores en estado de gravedad según los paramédicos. Entre las víctimas de este ataque se encuentran Blake Orsen, presidente de Orinson, y Thiago McCarthy, uno de los chicos genio detrás de LOT que trabajaba a medio tiempo en esta construcción. Se desconoce el estado de ambos, pero me informan que ya están rumbo al Hospital General de Massachusetts para recibir atención médica —decía la mujer de conjunto grafito. Llamó a Owen, pidiéndole que fuera por la familia de Thiago, su voz estaba temblorosa, pero tenía que ser fuerte, no era momento de llorar, no era momento de que Thiago se fuera de su vida.

Se cambió el pijama, tomó las llaves del auto que rara vez utilizaba y se puso en marcha al hospital. Sentía que su corazón se detendría en cualquier momento a la par del pesado sentimiento de culpa que le invadía; si no hubiera sido porque discutieron, porque lo presionó a decirle lo que le sucedía esa noche en la parada de autobús, era su culpa que Thiago hubiera tomado el turno nocturno en su trabajo y estuviera en el hospital herido en lugar de estar hablándose por teléfono diciéndose chistes malos mutuamente por dos horas o enviándose fotografías de animales graciosos. Si perdía a Thiago, perdería una parte importante de su vida, no quería. Al llegar al hospital se encontró con un montón de reporteros en la entrada, sería imposible entrar, tuvo que hacer uso de las entradas privadas que le enseñaron sus padres antes de que se mudara y fuera a la universidad.

—Señorita, soy familiar de Thiago McCarthy, lo trajeron aquí —dijo a la mujer de la recepción intentando conservar la calma, comenzó a buscar el nombre en las listas.

—¿Qué dice que es usted del señor McCarthy? —cuestionó enarcando la ceja.

—Su prometido —la mujer asintió y siguió buscando.

—Thiago McCarthy, herido de bala, estado grave... está en el quirófano —sintió el peso del mundo caerle en la espalda— ¿Puedo ayudarle en algo más? —negó y se puso a esperar en los pequeños sillones de cuero azules. No tenía nada más por hacer salvo esperar a que saliera de la cirugía... no quería ni pensar en la posibilidad de perderlo, no lo soportaría.

Pasaron varias horas, Blake se encontraba recostado en una de las camas del hospital con una intravenosa en el brazo y vestido con una de las características batas blancas. El doctor recién dejaba la habitación, dejando al azabache en compañía de su supuesto esposo; James lo miraba dormir, en ese momento sintió un remolino de emociones, se sentía triste, confundido, agradecido y con miedo de perder al único hombre idiota que había amado. Recordó los momentos que pasaron en su juventud, los abrazos, las caricias, los besos que el mayor le daba. Recordó que lo hizo sentir como la persona más preciada y querida del mundo, pero aunque haya sido un momento efímero, James no podía desechar del todo esos recuerdos que ahora eran parte de él, de su historia, pero que sólo eran cosas del pasado que se escapa de nosotros en un abrir y cerrar de ojos como el arena de la playa que se va por entre los dedos, dejando pequeños granos como recordatorio de lo que alguna vez fue.

—James... —pronunció una voz débil, Blake lo llamaba en sus sueños. Su mano se entrelazó con la del menor, sintiendo el calor de su cuerpo.

El castaño iba a comentarle algo un tanto sarcástico que prefirió ahorrarse al sentir que Blake acariciaba cuidadosamente el dorso de su mano que lo más probable fuera porque se encontraba débil, y esa pequeña sonrisa apareció en él. Esa débil y pequeña sonrisa que llegó a iluminar su mundo en el pasado. Su bonito color azul fue dejándose ver poco a poco, siendo el rostro de James lo primero que vio.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.

—Gracias a ti —dijo con voz tranquila—. Eres un idiota, sólo a ti se te ocurre hacer eso. ¡Me asustaste, pudiste haber muerto!

—¿Te preocupaste?

—¡Claro que me preocupé! ¿Qué otra cosa podía hacer? —dijo dejando al descubierto su nerviosismo— Además, Miharu y Baaya están aquí. Mi hija estaba llorando porque creía que te ibas a morir y que nunca más te volvería a ver y... ¿por qué te ríes?

—Porque haces gestos graciosos cuando estás alterado —respondió con notoria debilidad, James no pudo evitar sonreír al ver que sus ojos azules desprendían un pequeño brillo—. ¿Cómo te dejaron subir a la ambulancia?

—Yo... uh... les dije que éramos parientes —respondió desviando la mirada.

—Ah, Señor Orsen, ¡despertó! —exclamó el doctor con acento inglés y barba de candado— Veo que usted y su esposo ya están hablando, ¿creerá que estuvo a su lado todo el tiempo desde que lo trajimos aquí? —aquello hizo sonrojar al menor y dejó un tanto sorprendido al azabache.

—No me diga, ¿en serio? —dijo Blake con una sonrisa ladina hacia el castaño.

—Son un matrimonio encantador, pero, en fin, me alegra saber que ya despertó. Por ahora descanse y más tarde vendré a hacerle una revisión. Puede quedarse un poco más con él si lo desea, señor. Con permiso —se despidió sonriente cerrando la puerta.

—¿Esposo? ¿Fue lo mejor que se te ocurrió? —dijo sonriente.

—Si les decía que eras mi hermano no iban a creerme, no nos parecemos en nada.

—Podríamos ser hermanastros.

—Ya me voy, hazle caso al doctor y descansa —dijo cerrando la puerta tras de sí, con una diminuta sonrisa en los labios al saber que Orsen estaba bien y, aparentemente, fuera de peligro.

En la sala de espera un chico de suave cabellera castaña y anteojos de pasta gruesa se encontraba nervioso, hacía varias horas que estaba ahí sin recibir noticia alguna de Thiago; Owen había llegado con la señora McCarthy y su hija más joven, Aileen, ambas con el rostro lloroso y con el corazón pendiendo de un hilo. La señora tenía un rosario en la mano, sus ojos pálidos daban a relucir las venas de sus párpados con pestañas curveadas, su vestido color celeste iba a juego con la delgada tela que cubría su cabeza; sus zapatos de piel y los enormes anillos que daban una apariencia esquelética a sus dedos. Una mujer de cabellos platinados y elegante vestido color verde olivo se acercó a ella, tomando sus manos entre las suyas para brindarle un poco de su calor enunciando algo en un idioma que ella desconocía.

—彼の心は癒される (Su corazón sanará) —la mujer japonesa tomó asiento al lado de ella, tendiéndole un pañuelo de seda para que secara sus lágrimas—. Ninguna madre quiere ver sufrir a sus hijos.

—¿Usted tiene hijos? —su voz era delicada. Los ojos de la nipona se cristalizaron al recordar la última vez que vio su sonrisa, que escuchó su voz, que lo abrazó. Asintió.

—Pero él está ahora en un lugar lejano —dijo con mirada triste. Se viró hacia la mujer de vestido celeste y dijo— Usted podrá abrazarlo nuevamente, de eso estoy segura.

—Nora McCarthy —dijo extendiendo se mano, la mujer de mirada triste la tomó y con una sonrisa se presentó.

—Baaya Funakoshi.

Owen se acercó al castaño, tenía los ojos llorosos e hinchados, su pie chocaba contantemente contra las baldosas del hospital y sólo rezaba por el bienestar de Thiago. El moreno tomó su mano con delicadeza.

—También estoy preocupado por él, pero de nada sirve que estés así.

—¿Y si no lo logra?

—No seas pesimista. Lo conoces y sabes que nunca se da por vencido, además, te prometió que estaría bien para la conferencia... y Thiago McCarthy nunca rompe sus promesas —le dijo con una sonrisa que animó al menor—. ¿Ya sabes cómo está Blake?

—No, desde que llegué sólo he estado al pendiente de Thiago... —dijo con tristeza.

Un hombre de cabellera castaña y chaqueta de mezclilla llegó a la sala de espera, su ropa tenía una mancha de sangre que seguramente había endurecido la tela. Una niña de cabellos castaños, bastante parecida a él, se le acercó preocupada.

—Papi, ¿cómo está el Señor Orsen? —los chicos prestaron atención a la escena, los ojos de Lucas analizaban la figura del mayor e inconscientemente lo relacionó como el arquitecto a cargo de la obra donde trabajaba Thiago.

—Él está bien, afortunadamente la herida no fue grave, y ahora está descansando. Lo único malo es que perdió mucha sangre —la niña abrazó al hombre, sus sollozos se escuchaban y era comprensible, estaba preocupada por el azabache.

Lucas se acercó tímidamente llamando la atención del mayor.

—Hola, disculpe que me entrometa, soy Lucas Clark, trabajo en el proyecto que Blake Orsen está financiando —dijo acomodándose los anteojos, el hombre bajó a la niña y estrechó la mano del joven.

—Mucho gusto, Lucas, soy James Auclair. Arquitecto del edificio de Orinson.

—Entonces sí es usted el arquitecto del que Thiago hablaba.

—¿Thiago McCarthy, cierto? —el menor asintió— ¿Son amigos?

—Eh... a-algo así —respondió con las mejillas de un ligero color rosado.

—Me enteré de que está cirugía, ¿han sabido algo de él?

—No, y ya hace varias horas que estamos aquí esperando —respondió cabizbajo. James, en un intento por animarlo, le ofreció una taza de café a lo que el menor accedió por lo que fueron a la cafetería más cercana y regresaron con bebidas para cada una de las personas que esperaban, Lucas pagó por ellas ya que fue su idea.

James estaba recargado en una de las columnas de la sala de espera mientras veía cómo los anteojos de Lucas se empañaban por el calor de la bebida, lo analizó con la vista y un vago recuerdo de Blake en el estacionamiento del Radian se hizo presente; aquella vez James se había ofrecido a ayudar a Abigail a subir unas cajas que ella y su esposo tenían en el sótano del edificio, recordó que el azabache esperaba en su auto y un chico, evidentemente más joven que él, llegó. Ambos se veían bastante cariñosos pero debido a la poca luz que había no pudo asegurar que los vio besándose. Aún así, James estaba seguro de algo, estaba frente al chico con quien Blake había estado saliendo los últimos meses y creía saber por qué estaba con él; Lucas tenía un bonito físico, su rostro era bonito y desprendía esa sensación de ingenuidad e inocencia que resultaba atractiva, además de ser uno de los chicos genio que eran frecuentemente mencionados en las noticias y revistas de tecnología; pero la idea de saber que era él quien dejaba esas pequeñas marcas en el cuello de Blake le molestaba un poco.

—Y, ¿cuánto tiempo llevan de conocerse? —el menor le miró confundido— Tú y Thiago... —intentaba no tocar el tema de su relación con Orsen, no es como si tuviera curiosidad de cómo follaba con Blake en las noches.

—Desde hace cuatro años, su familia se mudó aquí cuando comenzó la universidad y nos conocimos el primer día de clases —respondió con mirada nostálgica.

—¿Y tus padres?

—Oh, viven en las afueras de Boston. Pero no vivo con ellos, ahorré lo suficiente para comprar un apartamento en el edificio Radian, así el recorrido de una hora se convierte en uno de diez minutos.

—Oh, entonces también vives en el Radian —dijo con una sonrisa, el menor enarcó las cejas sorprendido—. Bueno, aunque solamente vivo con Blake Orsen de manera temporal —el tono de su voz provocó escalofríos en el menor, James se dio cuenta de que inconscientemente estaba sonando celoso cuando en realidad no lo estaba.

—Vaya, qu-qué pequeño es el mundo... —respondió nervioso bajando la vista a su bebida— T-Tal vez por eso no lo había visto antes.

El silencio les dominó. Aquella conversación comenzaba a tornarse incómoda y ninguno sabía qué hacer por lo que dieron gracias al cielo por la llegada de un doctor a aquel espacio lúgubre; tenía la ropa manchada de sangre y un portapapeles en mano.

—Familiares de Thiago McCarthy —la mujer de vestido de celeste y una niña un poco más grande que Miharu se acercaron, Owen y Lucas dejaron sus cafés de lado y prestaron atención al hombre.

—¿Cómo está mi hermanito, doctor? —dijo la niña con un hilo de voz.

—Él está bien, se encuentra fuera de peligro —sintieron que una pesada carga desaparecía y una sensación de alivio le sustituyó—. Recibió una bala en el pecho y perdió muchísima sangre durante la cirugía. Afortunadamente pudimos extraer la bala y ahora se encuentra descansando en su habitación. Debería despertar en un par de horas.

—¿Podemos verlo? —dijo la madre.

—Claro, pero sigue durmiendo, no vayan a despertarlo —ambas asintieron y siguieron al hombre por el pasillo.

Lucas sintió un nudo en la garganta y lloró de felicidad, Owen le abrazó mientras le decía "Te dije que iba a estar bien." Los padres del menor llegaron a donde estaba su hijo quien corrió a abrazarlos, sin importar que sus ropas estuvieran manchadas de sangre, su madre acariciaba su cabellera a la vez que las últimas lágrimas salían de sus bonitos ojos marrones.

—Gracias... le salvaron la vida —dijo entre sollozos.

—Señores Clark —Owen se acercó, tenía los ojos cristalizados y una pequeña sonrisa en su rostro—, gracias por esto.

—En cuanto supimos que era Thiago, sentí que mi corazón se desmoronaba —decía la mujer.

—Pero es nuestro trabajo salvar vidas, y alguien tan maravilloso como él no podía irse tan pronto de nuestro lado —el padre de Lucas lo tomó del hombro dejándole ver una pequeña sonrisa—, de tu lado, hijo.

El castaño les abrazó nuevamente, esta vez incluyendo al moreno. James observaba aquella escena desde lejos y volteó hacia donde estaba su hija durmiendo plácidamente con una de las mantas color crema del hospital cubriéndole. Baaya se acercó y supieron que debían volver a casa, que Blake estaría en buenas manos, necesitaban descansar luego del mar de emociones que duró hasta altas horas de la madrugada, dejando atrás esa noche oscura.

❀ ❀ ❀

Los amaneceres en los hospitales nunca son agradables. Esa sensación fría, de preocupación, miedo y tristeza por lo regular es lo primero que percibes al entrar a este tipo de lugares; no importa qué tan hermoso esté el día o qué tanto brille el sol, estas edificaciones siempre son testigos de las despedidas más dolorosas, de las batallas más largas y amargas, pero al igual que todo en esta vida, existe un balance entre el dolor de la muerte y la luz que trae una vida nueva.

—Buenos días, buscamos la habitación de Blake Orsen —la recepcionista tecleó el nombre e indicó el número de habitación a los mellizos de cabellos rubios.

—¿No crees que debimos de haber venido más tarde? —dijo Derrick cruzándose de brazos.

—Eso es lo que él quisiera —revisó su reloj de muñeca para confirmar que llevaban media hora de retraso, naturalmente culpó al tráfico—. Lo que no puedo creer es que me convencieras de comprarle un muñeco en el aeropuerto.

—¿Hablas del Señor Bigotes? —sostuvo el muñeco en sus manos con una sonrisa infantil— Vamos, es adorable. Dile hola, anda, salúdalo.

La mujer dirigió una mirada divertida a su hermano para finalmente tomar la patita del muñeco a manera de saludo, aceptando que se veía simpático con el corbatín a cuadros y los grandes bigotes negros que contrastaban de la tela azul. El ascensor se detuvo en el piso correspondiente, buscaron el número en una de las placas grabadas hasta llegar a donde estaba su amigo.

—Más vale que estés vestido —dijo Vanessa tocando la puerta.

—Habla más fuerte que traigo una toalla —contestó Blake.

—Respetamos tu privacidad como jefe, pero reafirmamos nuestra autoridad como tus amigos entrando de todos modos —Derrick abrió la puerta para encontrarse a Blake terminando de abotonarse la camisa—. Ten, te compramos algo para levantarte el ánimo —le lanzó el simpático muñeco de felpa.

—¿Ya te dieron de alta entonces?

—Técnicamente tengo que estar en este lugar otras dos horas, pero el doctor dijo que no había problema si quería irme antes —tomó el saco del perchero de madera, haciendo una expresión de dolor al levantar su brazo.

—Blake, acaban de quitarte una bala del cuerpo, no seas necio y vámonos de una vez antes de que se enoje—dijo Derrick jugando con el muñeco.

Vanessa tomó el saco y salieron de la habitación, la chica veía su celular para revisar su agenda mientras Derrick veía por los grandes ventanales del hospital. Al llegar al ascensor, el azabache mandó un mensaje de texto a James haciéndole saber que estaba yéndose del hospital y que le tocaba hacer la cena.

—¿De verdad quieres verlo? —peguntó el rubio con su característica voz tranquila.

—Sé que fue él, necesito verlo —respondió serio—. ¿Estamos a tiempo?

—Tenemos una hora de tolerancia, además, él no podrá ir a ningún lado, aunque quisiera.

Llegaron a la planta baja. La severa expresión en el rostro de Blake se suavizó al ver a Owen y a Lucas en la sala de espera con una bolsa de donas y un café cada uno. Los chicos se percataron de su presencia y se acercaron a saludarlo.

—Buenos días, Señor Orsen —dijo Owen sonriente.

—Buenos días —su pequeña sonrisa se fue al percatarse de las ojeras en Lucas y con voz suave habló— ¿Estás bien?

—No —respondió cansado—. Thiago aún no despierta de la cirugía.

—¿Qué le sucedió? —preguntó preocupado, Lucas y Owen se miraron hasta que fue el moreno quien respondió.

—Le dispararon en le pecho, tuvieron que operarlo, pero perdió mucha sangre durante la cirugía. Los doctores dijeron que estaría bien pero no despierta desde anoche y estamos muy preocupados.

—¿Su familia?

—Estuvieron aquí toda la noche, fueron al baño a lavarse la cara... Oh, ¡ahí están!

La mujer con el bonito vestido celeste y la niña se acercaron a saludar a Blake y a los hermanos Robinson, ambas tenían rostros cansados y párpados hinchados por el llanto de la noche anterior. Nora apenas podía articular una palabra, no era para más, la idea de tener a un hijo debatiéndose entre la vida y la muerte es algo con lo que ninguna madre quiere lidiar. Blake estaba hirviendo la ira, ahora más que nunca tenía que hablar con él.

—Nora, no quiero que te preocupes —tomó las pálidas y frías manos de la madre de Thiago en un intento de brindarle tranquilidad—. Ambos sabemos lo fuerte que es, no vas a perderlo. Te lo prometo.

—No quiero que mi niño se vaya, Blake —sus brazos delgados rodearon al azabache, quien correspondió, de sus cansados y hermosos ojos grises brotaron lágrimas—. No quiero perder otra parte de mi corazón, no lo resistiría.

—Él estará bien, te lo prometo. Ten fe, Nora, todos ustedes tengan fe...

Sus ojos azules se encontraron con los de Lucas, tenía tantas ganas de abrazarlo, pero no era el momento para ello.

—¿Tú estás bien? —preguntó el menor de ojos llorosos. Blake asintió con una pequeña sonrisa después de separarse de Nora, se acercó a Lucas para dejar un beso en su frente.

—Cuídate mucho, ¿sí? —el castaño asintió.

Salieron del hospital hasta uno de los autos de la empresa que los llevaría a su destino. Vanessa veía de soslayo al mayor de expresión melancólica, soltó un suspiro, acomodó uno de los mechones de su cabello y le habló.

—¿Él es el chico del que nos hablaste? —asintió— Es lindo.

—Pero no tan lindo como tu ex —dijo Derrick quien tenía al conejito sentado en su regazo.

Blake resopló. Para lo que menos tenía cabeza en ese momento era para pensar en los dos chicos castaños que le robaron el corazón; sólo recordaba las lágrimas de Nora, la imagen mental de Thiago recostado en una cama de hospital sin dar señales de vida, los ojos esmeraldas de James reflejando el miedo y el terror que vivieron esa noche.

El trayecto de Boston hasta la Isla Rikers era de casi cuatro horas, tiempo suficiente para prepararse mentalmente para lo que venía. Llegaron a la ciudad de Nueva York, de ahí hicieron una pequeña parada para desayunar apropiadamente y para replantearse la estrategia que usarían. Las manos de Blake formaron un puño que le dejó los nudillos en blanco, su ira crecía conforme se acercaban a la entrada principal de aquella edificación que le revolvía el estómago. Los guardias de seguridad con su expresión fría y seria, listos para cualquier cosa que se presentara. Derrick se acercó a la recepción para hacer el papeleo previo a la visita, siguiendo los protocolos. Vanessa tenía la espalda recargada sobre los azulejos fríos y sucios, mirando de soslayo la expresión severa de su amigo.

—No tienes que hacerlo si no quieres, Blake —dijo sin recibir una respuesta.

—¿Listo? —Derrick tenía las manos en los bolsillos de su pantalón, Blake los miró y asintió.

Soltó un suspiro antes de que el guardia abriera la reja, siguiéndolo hasta pasar el área donde comúnmente se recibían a las visitas. «De alguna manera el bastardo se las arregló para el trato especial» pensaba colérico. Al final del largo pasillo con luces titilantes había una puerta de metal que tenía únicamente una pequeña ventana de vidrio blindado y era custodiada por dos guardias enormes. Del interior salieron dos hombres con rasgos toscos y vistiendo trajes costosos, a plena vista podía notarse que eran extranjeros.

—Босс хочет его смерти (El jefe lo quiere muerto) —enunció en tono molesto uno de ellos pasando de largo al azabache y al guardia que lo acompañaba.

Llegaron a la puerta.

—Ya sabe las reglas —dijo el guardia severo, Blake asintió y entró a la habitación de muros altos color blanco, losa grisácea y con una mesa de metal al centro, con cámaras de vigilancia en las esquinas grabando en todo momento. Un hombre, ya con poco cabello, rostro con cicatrices y vestimenta naranja le esperaba al otro lado de la mesa, con esa maldita expresión que tanto recordaba.

—Blake, ya era hora de que te dignaras a visitarme —una sonrisa de dientes amarillentos se asomó.

Era hora de una visita familiar.

—Veo que te las arreglaste para seguir teniendo comodidades —espetó—, Fergus.

—Veo que perdiste tus modales. Ya no saludas.

—¿Por qué lo hiciste? —dijo con seriedad.

—¿Hacer qué cosa? —enarcó las cejas en fingida sorpresa.

—Dejémonos de juegos estúpidos.

—Eso debiste de haber hecho hace trece años, mariquita.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque me dio la gana, hijo —respondió sin culpa.

—Eres un idiota —exclamó—. Mataste a tres personas inocentes y mandaste a varias al hospital "porque te dio la gana...", sigues siendo la misma mierda de siempre.

—Háblame con respeto, soy tu padre.

—No soy nada tuyo desde lo que hiciste.

—¿Y? ¿Ahora vas a hacer lo mismo que hizo tu hermana? ¿Desconocer al hombre que los crió y que los hizo lo que son hoy en día?

—Sabes que eso es mentira.

—¿Sólo has venido a eso? Me das pereza, lárgate —Blake dio un golpe a la mesa.

—¡Vengo a decirte que dejes de hacer tu mierda allá afuera! No vuelvas a meterte conmigo o con mi empresa —Fergus, inmutado e indiferente, se percata de la venda que sobresale de la camisa de Blake dejando ver una sonrisa burlona en su rostro maltratado por los años.

—¿Qué? ¿Acaso la nenita no resiste un rasguño?

—Resistí algo peor durante toda mi vida, a ti —una mirada asesina es dirigida al hombre frente a él—. No vuelvas a hacer tus pendejadas, y menos acercarte a mi o a mi familia.

—¿O qué? Si tantas ganas tienes de que te deje de joder la vida entonces mándame matar, marica.

—No somos iguales.

—Yo no soy un desviado.

—Y yo no soy un asesino. Así que déjate de tonterías, no vas a destruir lo que me costó tanto tiempo construir, no otra vez... ¿quedó claro?

—¿Ya te la metió el guardia? —Blake le da un puñetazo que deja al hombre en el suelo, sangre escurriendo por su boca y una risa psicópata que resuena en la habitación. Los guardias entran para indicar que la hora de visita terminó.

—Estúpido hijo de perra —murmura con desprecio mientras sale de la habitación, con la risa de su padre retumbando en cada rincón.

Se encuentra con los Robinson en la entrada. Tiene el ceño fruncido e ignora el dolor de su mano, y sin decir palabra alguna, sale de la prisión, con el eco de esa risa atorado en su cabeza. Él no era un asesino, él era mejor que esto, él era mejor que Fergus Orsen y lo había comprobado en los últimos trece años. Fueron otras cuatro horas de trayecto, sumándole el detestable tráfico de la ciudad de Nueva York; nubes de tormenta se pintaban sobre el Empire State y en cuestión de minutos la Estatua de la Libertad estaba empapada con gotas de lluvia. Sus ojos azules se clavaron en el cielo, el recuerdo de la última vez que la escuchó pronunciar su nombre le perforó el corazón. Ese hombre le había arrebatado lo que más amaba en el mundo. Ese hombre ya no era su padre.

Derrick dormía plácidamente mientras Vanessa revisaba su correo electrónico en su tablet de funda negra, anteojos de marco delgado le permitían leer mejor las letras pequeñas. Blake revisaba los mensajes en se celular, debatiéndose sobre si debía decirle lo que hizo o quedárselo para sí.

—¿Vas a decírselo? —cuestionó la rubia.

—Sabes que no quiere saber nada de él, suficiente tengo con que me haya llamado en la madrugada. Quería tomar un vuelo desde Londres para visitarme en el hospital, ya te imaginarás el teatro que tuve qué montarle para que no lo hiciera.

—Trata de entenderla, eres lo único que le queda.

—Por eso mismo no quiero exponerla, no resistiría que algo le pasara.

Vanessa suspiró de cansancio al encontrarse con un correo por parte de Nike, le extendió el dispositivo a Blake para que leyera su contenido.

—¿De verdad quiere eso? —dijo enarcando la ceja.

—Será un hombre de negocios, pero no uno sin corazón. ¿Qué le digo?

—Dile que sí —respondió luego de unos segundos. La rubia asintió y escribió una respuesta al CEO de Nike.

Ahora lo único que le abrumaba a Blake era la salud de Thiago.

❀ ❀ ❀

Hacía tres semanas desde el ataque. Orinson se comprometió a aumentar la seguridad en la zona de la construcción y a proteger a todas las personas involucradas en el trabajo. Aquellas familias que quedaron destruidas, Blake, personalmente, se encargó de los servicios fúnebres y de brindarles el apoyo emocional y económico que necesitaran ya que él entendía lo que era perder a alguien a quien amas. Afortunadamente Michael, el ingeniero, resultó ileso y estaba más que dispuesto a seguir con el trabajo ya que nada, ni nadie, podría derribarlo después de tener veinticinco años en la industria. Mientras tanto, Thiago seguía sin despertar. Lucas y Owen se quedaban a su lado por días enteros junto a la familia McCarthy, pero sobre todo Lucas, a quien le dolía ver a su persona favorita en cama cuando debería estar riendo o jugando al soccer; la idea de perderlo le asustaba cada vez más, y Blake comenzaba a percatarse de aquellos sentimientos.

Esa tarde el sol se colaba por las persianas blancas de la habitación siendo reflejado en el azulejo que imitaba al mármol, los muros con acabados de madera hacían de aquella escena algo menos doloroso; sus cabellos negros estaban desordenados pero limpios ya que las enfermeras se encargaban de cuidar su limpieza, y fue por petición de Nora que comenzaron a lavarle el cabello con el champú de lavanda que tanto le gustaba a su hijo, porque le recordaba cuando viajaban al campo en compañía de su padre y encontraban grandes praderas cubiertas de estas hermosas flores de suave aroma, con color contrastante del cielo azul y de las nubes esponjosas. Cada noche iba a leerle el libro de cuentos que le leía cuando niño, ese de pasta marrón gruesa y desgastada, de hojas amarillas, que tenía la tinta de las ilustraciones difuminadas o con manchas de agua; otras veces iba y le cantaba las canciones que su abuela le cantaba a la hora de dormir. Esa tarde, Lucas estaba solo con él, su persona favorita, acariciaba el dorso de su mano mientras le contaba cómo estaban las cosas en la escuela, cómo llegaron a dar los montones de arreglos florales a su pequeña habitación de hospital y de cómo Teresa no había mostrado interés alguno en su estado.

—¿Sabes? Hoy me encontré una ardilla corriendo con un trozo de bagel en la boca, se veía tan linda y graciosa, quise tomarle una foto, pero corría muy rápido y terminó por treparse en el árbol grande del jardín, ese a donde vamos a dormir entre las clases —sentía una enorme tristeza en su corazón al verlo, la máquina que mostraba su ritmo cardíaco emitía el único sonido dentro de esa pequeña habitación, era lo único que le decía que Thiago seguía con vida. Una lágrima se deslizó por su mejilla pecosa—. ¿Cuándo vas a despertar, Thiago? ¿No sabes que sin ti mi mundo carece de color, que eres mi persona favorita en el mundo? No soportaría la idea de perderte, o de estar lejos de ti... Y me duele recordar que la última vez que hablamos fue esa noche, en la que me dijiste que me querías... Me duele saber que nunca te dije lo mucho que te quiero... Lo mucho que alegras mis días con tus ocurrencias, con tu carisma, con tus ideas alocadas... con el simple hecho de saber que estás ahí —sus manos tomaron las del mayor, su voz era tan delicada que no tardaría en romperse—. Thiago, el amor nunca es fácil... funciona de maneras tan extrañas y complicadas que no entendemos... y después de tanto tiempo me di cuenta de que el corazón nunca se equivoca... me di cuenta de que te quiero más de lo que creía... de que te amo, Thiago —no pudo contenerse más. Lágrimas brotaron de esos hermosos ojos marrones, humedeciendo sus mejillas pecosas.

Dicen que el amor es lo más fuerte que existe en el mundo, que supera todo tipo de obstáculos... que es la magia más poderosa.

Un pequeño movimiento, fue lo único que bastó para que el corazón de Lucas diera un brinco; sus párpados fueron abriéndose lentamente, acostumbrándose a la luz que se colaba en la habitación. Una sensación cálida le sostenía, un rostro lloroso y una sonrisa.

—Lu...cas... —susurró. El menor vio su mundo colorearse poco a poco a medida que esos ojos oscuros quedaban al descubierto, junto a una sonrisa débil que volvía para iluminar su vida.

—Thiago... —sus manos acariciaron el rostro del mayor, las últimas lágrimas terminaban de brotar y, como si estuviese hecho del material más frágil, le abrazó, compartiéndole de su calor y permitiéndole escuchar lo rápido que su corazón latía. Thiago lentamente rodeó la figura del castaño— No vuelvas a asustarme así, por favor... —pidió entre sollozos.

—Te hice una promesa... —dijo en voz baja.

Alguien observaba desde el marco de la puerta, vestía una chaqueta marrón, vaqueros negros y una sonrisa. Los más jóvenes sintieron su presencia al entrar en la habitación; Lucas se separó del azabache.

—Señor Orsen... —se puso a la altura del moreno, abrazándole cuidadosamente y conteniendo las pocas lágrimas que querían salir.

—Me alegra saber que estás bien, nos tenías preocupados... a todos —dijo con voz suave.

—Lo lamento —se excusó—, sólo les traje problemas...

—No tienes la culpa de esto, Thiago, son cosas que están fuera de nuestro control. Lo importante ahora es que estás bien y que seguiremos cuidándote pase lo que pase —dijo el mayor con una sonrisa. Miró de soslayo a Lucas, quien estaba cabizbajo y evitaba hacer contacto visual, no hacía falta saber más. Se puso de pie y caminó hasta la puerta, marcó un número desde su celular para después virarse hacia el moreno con una sonrisa—. Tu madre y tu hermana estarán felices por la noticia.

No pasaron más de quince minutos cuando la familia de Thiago ya estaba a su lado, su madre no dejaba de llorar y de decirle lo mucho que lo quería; Owen llegó con un par de globos y algunos de los amigos de Thiago que lo habían estado visitando durante las últimas semanas. Blake veía enternecido la escena, y supo que, después de la conferencia con Nike, ya no tendría un lugar junto a ellos por lo que sólo le quedaba despedirse. Owen se acercó a Lucas, el menor veía la figura de Blake alejarse por el pasillo, dedicándole un último suspiro.

—¿Ya te decidiste? —preguntó Owen. El castaño veía a Thiago reír con su hermana mientras jugaban con algunos de los muñecos de felpa que le habían regalado, fue entonces cuando supo que no quería dejar de ver su sonrisa, que debía ser honesto con su corazón y con Blake.

—Ya vuelvo —murmuró.

Tomó el ascensor hasta el primer piso del hospital, localizando a Orsen saliendo por la entrada principal, corrió tras él. Gritó su nombre al verlo llegar a su auto, se encontró con sus ojos azules y él podía ver el aliento cálido de Lucas contrastar con el frío del exterior; tenía la nariz rosada al igual que sus mejillas, Blake no podía con el impulso de abrazarlo o besar, aunque fuera por última vez, sus bonitos labios.

—Necesitamos hablar —dijo una vez recuperó el aliento. Él ya sabía para qué.

Se dirigieron al Parque Lederman, que quedaba a diez minutos del hospital; no enunciaron palabra alguna durante el trayecto. Fue hasta que estuvieron en el Alfond Memorial cuando por fin hablaron; los árboles de sombra fresca, las fuentes cercanas y los transeúntes que frecuentaban la zona. Banquillos de madera que daban hacia una hermosa vista del Río Charles con los edificios del MIT de fondo combinándose con la arquitectura urbana. Lucas se recargó en el barandal, el viento revolvía sus cabelleras y resultaba tranquilizante de cierta forma; Blake observaba la expresión melancólica en el rostro del menor que se viró para verle directamente a los ojos, el azabache se acercó, dejando una brecha entre ellos.

—Blake... yo, uh... —balbuceaba, el mayor lo ponía nervioso y se notaba en sus manos temblorosas que ocultaba entre los pliegues de su suéter de lana beige.

—Es sobre Thiago, ¿cierto? —dijo calmado, Lucas asintió.

—¿Qué tanto escuchaste en el hospital?

—Lo suficiente para darme cuenta de varias cosas, Lucas —le miró confundido, el azabache tenía una pequeña sonrisa, dándole a entender que sabía por qué estaban ahí teniendo esa conversación.

—Entonces lo sabes... —se viró para quedar frente a frente.

—Sé que quieres a Thiago, pero no de una manera amistosa.

—Perdóname... —dijo desviando la mirada— había algo lindo entre nosotros, pero... no es lo mismo.

—Yo lo entiendo, Lucas, así como entiendo que no puedo forzarte a que me quieras de la misma manera en la que yo te quiero porque no sería justo para ninguno de los dos. Además, creo que Thiago y tú hacen linda pareja —dijo haciendo sonrojar fuertemente al menor, soltó una pequeña risa que se tornó en una mirada cargada de cariño, tomó delicadamente la barbilla del menor para ver sus bonitos ojos marrones—. Son contadas las personas de las que me enamoré sinceramente, Lucas, y me hace feliz saber que alguien tan especial como tú es una de ellas.

—También me gustó esto, Blake. Me permitiste darme cuenta de que eres una buena persona y no el millonario egocéntrico que dicen los medios, me permitiste conocer al verdadero Blake Orsen y te doy gracias por eso —dijo con una pequeña sonrisa.

—Gracias por haber sido parte de mi vida, Lucas Clark —ambos se abrazaron, inhalando por última vez la esencia del otro. Uniendo por última vez sus corazones.

—Espero que esa persona especial pronto llegue a tu vida, Blake —murmuró.

La imagen mental de James Auclair apareció sin previo aviso en la cabeza de Blake.

Regresaron al hospital, esta vez como amigos, se despidieron y Lucas regresó a la habitación de Thiago, observando el auto de Blake yéndose por las calles de Boston. Al llegar, se encontró con Nora y su hija, ambas notaron la mirada que los chicos se dirigieron por lo que decidieron dejarlos solos para que platicaran. Lucas tomó asiento cerca de la cama de Thiago, ambos estaban nerviosos y no sabían qué decir, tomó su mano, sus miradas se cruzaron y dejaron que sus corazones hablaran.

—Mamá dijo que estuviste viniendo todos los días.

—Sí —respondió sonrojado.

—Y que a veces te quedabas a dormir...

—Sí —una tímida sonrisa se asomó, Thiago acariciaba el dorso de su mano.

—Después de haberme portado tan mal contigo, ¿por qué lo hiciste?

—Porque me importas, Thiago... y porque te quiero —sus corazones latían rápidamente, sus miradas eran suaves y llenas de cariño.

—También te quiero, Lucas —la distancia entre sus rostros fue disminuyendo al punto que podían apreciar la curvatura de sus pestañas y pecas bonitas.

—¡Thiago! —exclamó alegre la madre de Lucas haciendo que ambos chicos se separaran y tuvieran el rostro completamente rojo—, cariño, ven, date prisa.

Los padres de Lucas entraron a la habitación para llenar de abrazos al moreno y para decirle lo mucho que se alegraban por tenerlo consigo.

—Huh, mamá y papá fueron los que te... sacaron la bala del pecho.

—¿Fueron ustedes? —dijo sorprendido.

—Casi se nos sale el corazón al ver que eras tú —dijo el hombre—. Te apreciamos mucho, por eso hicimos hasta lo imposible para salvarte la vida.

—Además de que significas mucho para nuestro bebé.

—¡Mamá! —exclamó avergonzado.

—Estoy en deuda con ustedes, señores Clark —el hombre negó.

—Eres de la familia, Thiago —dijo la mujer en tono maternal.

Un pensamiento fugaz en la cabeza del azabache provocó que el ambiente de felicidad no durara mucho tiempo.

—Ay por Dios, ¿cómo voy a pagar todo esto? —exclamó preocupado— Estuve tres semanas aquí, debe ser una fortuna... Debo volver al trabajo cuanto antes y- —Lucas lo detuvo de levantarse de la cama.

—Deja que me haga cargo, ¿sí? Lo importante ahora es que termines de recuperarte y prepararnos para la presentación, ¿de acuerdo? —le dedicó una pequeña sonrisa de esas que lo tranquilizaban al instante, tomó su mano y con sólo verle a los ojos supo que estaría bien. Que las cosas estarían bien.

❀ ❀ ❀

Luego de mucho tiempo, el cielo matutino de Boston por fin dejaba al descubierto un brillante color azul acompañado de hermosas nubes blancas; el verde de los parques fue sustituido por preciosos colores otoñales en montones de hojas que caían para dejar al descubierto las ramas de árboles de distintos tamaños, desde los más grandes hasta los pequeños. Los niños volaban cometas que llenaban de vibrantes colores el cielo, volando tan alto como les era posible, sacándole provecho a las fuertes corrientes de aire. Algunos lugares se preparaban para festejar el Día de Acción de Gracias, que quedaba a la vuelta de la esquina, o eso pensaban los chicos de LOT hacía dos semanas pues el gran día de la presentación de su invento por fin había llegado y no eran lo únicos emocionados, en el piso más alto del Radian, Miharu terminaba de cepillar su cabello para que su padre se lo peinara en una bonita trenza; Baaya se colocaba un broche que resaltaba de su cabellera platinada y los hombres daban los toques finales a sus trajes; James había improvisado un conjunto no tan formal con la ropa que ya tenía y Blake utilizaba uno de sus clásicos trajes oscuros; resulta que hace unos días Mark, el CEO de Nike, escribió un correo para Blake invitándolo a la recepción que organizarían en honor a LOT y para celebrar la salud de Thiago, por lo que, principalmente Miharu, se encontraban emocionados por el evento que se llevaría a cabo en el DoubleTree by Hilton esa tarde.

—Papi, terminé de cepillarme el cabello —dijo Miharu entrando en la habitación de James que terminaba de colocarse su colonia favorita—. Hace mucho que no usas esa colonia, ¿algún motivo en especial?

—Sólo quiero estar un poco más presentable, estaremos con varias personas importantes y quiero oler bien.

Claaaro, no tiene nada que ver con el Señor Orsen, ¿o sí? —dijo enarcando la ceja.

—¿Viniste a cuestionarme o a que te peinara? —la niña se sentó en la cama, James se puso detrás para comenzar a separar el cabello en mechones y peinarla apropiadamente. Su celular sonó, era Sarah—. Hola, Sarah.

¿Cómo está mi precioso novio?

—Algo ocupado, ¿qué sucede?

Creí que podríamos salir a cenar o ver una película... o por fin ir de nuevo al motel a hacer cosas ricas, ya sabes, con todo lo que sucedió los últimos días, no pudimos celebrar nuestro aniversario... dos veces... ¿qué dices, cielo?

—Tendrá que ser después, Sarah, esta noche estoy ocupado.

Maldita sea, ¿otra vez? ¿Qué es más importante que tu novia, James?

—Un evento al que no puedo faltar. Te hablo después —escuchó que la rubia decía algo más que no escuchó por colgar la llamada, suspiró fastidiado y regresó al peinado de su hija. Miharu miraba nerviosa sus manos, pero creía que ya era tiempo de decirle a su padre lo que había escuchado el día del espectáculo de talentos.

—Papi —llamó—, necesito contarte algo que sucedió el día del festival en la escuela.

—¿Qué sucede, princesa?

—Yo, uh... escuché que Sarah le gritaba cosas horribles a su hija... —James dejó de peinar y pidió a Miharu lo mirara de frente.

—¿Qué cosas? —dijo preocupado.

—Le decía que era una idiota, una estúpida malagradecida —sentía que el estómago se le revolvía al recordar—. Elizabeth llamó... puta a su madre. También escuché que varias cosas se rompían contra las paredes y cuando Elizabeth salió tenía muchos golpes en los brazos y el cabello desordenado. Y, Sarah dijo algo como "debí de haberte hecho lo mismo que a Samantha" o algo así...

—¿Y tú sabes quién es Samantha? —Miharu asintió.

—Cuando Elizabeth regresó a la escuela me acerqué para hablar con ella sobre lo que sucedió, ella se puso muy triste y comenzó a llorar. Dijo que Martha, su nana, tenía una hija llamada Samantha... —la niña sintió un nudo en la garganta al recordar su conversación con la rubia— que fue asesinada...

Los ojos de James se llenaron de terror al escuchar lo dicho por su hija, comenzaba a sacar conjeturas sobre el reciente comportamiento que había mostrado Sarah y que era motivo de lo distante que estaba siendo con ella. Terminó el peinado de Miharu, la abrazó diciéndole lo mucho que la quería y fue a la habitación de Blake para ver si sabía algo sobre Sarah Hayes. Al abrir la puerta, el azabache terminaba de abotonar su camisa y le pidió a James que pasara, nervioso, se sentó en la cama intentando encontrar las palabras apropiadas para contarle, al final terminó yéndose al grano y le contó lo dicho por Miharu, Blake tenía una expresión de sorpresa e incredulidad.

—¿Sabes algo de Sarah Hayes? Dijiste que trabajaron juntos hace tiempo.

—Sí, eso fue... hace mucho, en ese entonces ella se me insinuaba y llegamos a salir dos veces, pero fue porque ella me lo pedía y yo no quería ser descortés ni mucho menos portarme grosero con alguien que trabajaba con nosotros, nunca he tratado mal a mis empleados, y creí que estaba haciendo algo bien. Pero cuando la despidieron comenzó a mandarme millones de correos, mensajes de voz, fotografías eróticas y todo ese tipo de basura. Comenzó a acosarme, se metía a mi oficina, era grosera con las personas que trabajaban conmigo... incluso llegó a meterse a mi casa, la encontré desnuda en mi cama. Fue horrible. Vanessa pidió una orden de restricción y la denunció por daños a la propiedad privada porque dejaba animales muertos en su jardín, y creo que dejó uno en su nevera. Le ofrecimos tratamiento psiquiátrico y lo último que supimos de ella fue que se había mudado a Boston con su hija y que ya estaba mejor... pero parece que no es así.

—Sarah me dijo que se estaba divorciando, ¿sabes algo de eso?

—Ah, sí, de hecho, conozco al sujeto, se llama Erick Hayes. Trabajó en Orinson antes de formar su propio buffet de abogados.

—¿Tienes idea de por qué su divorcio se detuvo?

—Bueno, no me hagas mucho caso porque ese tema no lo tengo muy claro —se puso de pie frente al espejo, tomando un poco de cera que usó para peinarse el cabello—. Pero Erick era amigo de Allison, mi hermana, y ella me dijo que el divorcio se detuvo porque Sarah se niega a darle la custodia de la niña.

—Entonces él sabe que Sarah no está bien.

—Honestamente desconozco qué tanto esté pasando ahí, pero si de algo estoy seguro es de que Sarah Hayes no es una buena persona, James. Te recomendaría que la dejes, pero, basándonos en su historial psiquiátrico, no creo que quieras poner a tu familia en peligro...

—¿Entonces qué? ¿Espero a que ponga animales muertos en el apartamento?

—No, Jay, debes ser más inteligente con esta mujer —se puso frente a él entregándole una corbata que combinaba con su vestimenta—. Voy a ayudarte en esto, pero por el momento ponte eso y vámonos, que se hace tarde.

Salió de la habitación, James se colocó la corbata mirándose al espejo. Una sonrisa se le formó al darse cuenta de que Blake le había llamado «Jay», algo que creyó no escuchar nuevamente de su parte. En unos minutos ya se encontraban en la camioneta del azabache con rumbo al lugar donde sería la presentación de LOT y la recepción; veía por el espejo retrovisor la sonrisa de su hija y podía notar la emoción de Baaya conforme se acercaban al hotel. Vio también a Blake, el hecho de saber que no estaba solo para enfrentarse a cualquier cosa que Sarah pudiera hacer le hizo sentir calmado y cómodo, hacía tiempo que no le disgustaba estar cerca de Orsen; se preguntaba si había notado el aroma de su colonia.

La entrada principal estaba llena de camionetas de prensa, montones de reporteros y camarógrafos que bajaban sus equipos para acomodarse en el salón de la presentación, Blake condujo hasta el estacionamiento que Mark le indicó para que así estuvieran lejos de los medios y no se sintieran nerviosos; entraron manteniendo un bajo perfil, saludaron a Mark y Blake le presentó a la familia Auclair.

—Encantado de conocerlos, por favor, disfruten de toda la comida y bebida que gusten —dijo sonriente, se acercó un poco al azabache para preguntarle en voz baja— ¿Es tu prometido acaso?

—¿Qué? Mark, por favor —el rubio soltó una risa al ver el sonrojo en la cara de su amigo.

—Tranquilo, sólo bromeaba. ¿Quieres ir a ver a tus chicos? Deben estar preparándose —Blake asintió y Mark pidió a la familia de James que se sintieran como en casa, que eran invitados de honor.

Orsen fue en busca de los chicos, encontrándolos en los jardines aledaños al salón de eventos del hotel. Owen jugaba en su Nintendo mientras que Thiago dormía en el regazo de Lucas, quien jugaba con los mechones ondulados de su cabello, los tres vestían de traje y cada uno llevaba una corbata con los colores de los tres modelos que presentarían; el moreno levantó la vista y una sonrisa se le dibujó al verlo.

—¡Blake! Llegaste temprano —exclamó Owen.

—Quise llegar con tiempo para ver si necesitaban algo.

—Sí, estos dos necesitan una habitación —dijo señalando a la pareja.

—No estés celoso, Owen, te dijimos que trajeras a tu ligue y te dio miedo —respondió Thiago.

—Tengo muchos ligues, hermano, tendrás que ser más específico.

—¿Entonces están bien? ¿Todo en orden? ¿Los modelos están terminados? ¿No les hace falta nada? —dijo nervioso.

—Relájate, hermano, todo está en orden. Nos quedamos despiertos hasta tarde para revisar a detalle todo —dijo Owen—. Si sigues así vas a parecerte a mi madre.

—¿Sus familias ya llegaron?

—Ya, deben estar en el buffet. Resulta que nuestras madres son fanáticas del chocolate así que deberían cuidar la mesa de postres —dijo Lucas.

—Estoy muy orgulloso de ustedes, chicos, todo su esfuerzo se verá reflejado dentro de unas horas —los chicos se acercaron al mayor para unirse en un abrazo grupal.

—Le debemos mucho, Señor Orsen —dijo Thiago—, usted nos apoyó cuando nadie más lo hizo.

—Movió cielo, mar y tierra para que estuviéramos aquí —dijo Lucas.

—Si no fuera por usted, probablemente ahora estaríamos haciendo una máquina que laza pelotas de tenis —dijo Owen. Lucas y Thiago se tomaron de las manos, viéndose a los ojos—. Y estos dos no estarían derramando miel.

—Voy a extrañarlos, chicos —dijo Blake con un hilo de voz. Los tres jóvenes se miraron de manera cómplice hasta que Thiago habló.

—Bueno, esto no es una despedida como tal, ¿sabe? —Blake enarcó las cejas confundido— Mark habló con nosotros para la producción en masa de LOT y de otros inventos que hagamos, y le dijimos que no queríamos nada más con Nike si usted no estaba ahí.

—¿A qué se refieren?

—A que Mark accedió, luego de varias horas, a darle una parte del porcentaje de la empresa que representa LOT en Nike —dijo Owen sonriente.

—¿Puede hacer eso?

—Era eso o perder a LOT —dijo Lucas con una sonrisa victoriosa—. Además de que queremos que Orinson nos apoye con la creación de nuestra propia empresa.

—Porque sabemos que podemos ser competencia para Flextronics y todos los demás.

—¡Pero claro que sí! —exclamó alegre— Será un gusto tenerlos en Orinson.

Luego de otro momento conmovedor entre los chicos y Blake, unas horas después, la conferencia inició. Los medios de comunicación estaban atentos, las cámaras grababan y trasmitían en vivo y en directo a todo el país. En la gran pantalla se leía LOT y debajo de las letras se mostraba, en frases cortas, todas las descripciones de lo que era aquel producto. Mostraron evidencia en vídeo de las pruebas en deportes como el fútbol, natación, esquí sobre nieve, atletismo, waterpolo, patinaje artístico y demás; después llamaron a personas del público para demostrar que tenía utilidad en el campo de la medicina tradicional, mostrando otras modalidades de las que nadie sabía más que ellos por lo que fueron la sorpresa de la noche. Fue una presentación entretenida y, sobre todo, dejaba en claro que LOT era, como su nombre lo indicaba, «Mucho». Los invitados llenaron de aplausos y gritos de emoción todo el recinto, los chicos se pusieron al frente e hicieron una reverencia a manera de agradecimiento por su atención y por su presencia en un día tan importante para ellos. De manera inmediata dio inició la recepción, la pista de baile se llenó de luces multicolor mientras la prensa se retiraba ya que era un evento privado. Thiago, tras recibir un adelanto de su primer pago por parte de Nike, hizo feliz a su madre pues ese cheque servía para saldar la mitad de sus deudas; sin dejar de lado que las familias Clark y McCarthy comenzaron a llamarse consuegros al ver lo felices y enamorados que estaban sus hijos. La noche caía, la música subía y la fiesta se ponía cada vez mejor.

—Lucas —llamó Thiago, el castaño limpió su boca de los restos de caramelo—, ¿puedes venir conmigo un segundo? Por favor.

Se las ingeniaron para escabullirse sin que los demás invitados se dieran cuenta, volviendo al jardín donde estaban horas antes de la presentación. Las mejillas de Thiago estaban rojas y ambos sentían que sus corazones se saldrían de sus cuerpos.

—¿Qué sucede?

—No vayas a enojarte, pero, Owen me dijo lo que pasó en el hospital... cómo te registraste para que te dijeran cómo estaba... —la pálida piel de Lucas se coloreó de un rojo intenso, avergonzado, desvió la mirada en un vago intento por ocultar su rostro. Thiago se enterneció al verlo así. Besó su mejilla.

—Yo... uh... n-no es que... —dijo nervioso.

—¿Puedo pedirte algo? —el castaño asintió— ¿Podrías repetir lo que dijiste el día que desperté?

—¿Qu-Qué cosa? —dijo aún sonrojado.

—No lo sé, creí escuchar a alguien decir algo sobre lo complicado que es el amor o algo así... —dijo sonriendo, Lucas se dio cuenta de que no podía escaparse ello.

—¡¿Ya estabas despierto?! —Thiago hizo una expresión inocente, haciendo reír al menor—, dado que no veo una manera de escaparme de esta conversación, te resumiré lo que dije... —sus mejillas estaban de un bonito color rosado— Dije que te amo, Thiago McCarthy.

—¿Qué cosa? —dijo bromeado, Lucas hizo un puchero que enterneció al mayor. Acarició sus mejillas y le miró con ojos de amor— También te amo, Lucas Clark.

Y, por primera vez desde aquel día en el hospital, ambos dieron su primer beso como pareja. Moviéndose de manera lenta, disfrutando de los labios del otro, del momento que los rodeaba, del amor que tanto tiempo se guardaron, separándose luego de unos segundos.

—Te mentí, la verdad es que tu madre me contó de la conversación que tuvieron.

—Eres un idiota —tomó de su mano para evitar que se fuera, ambos sabían que no podían enojarse el uno con el otro.

—Pero me amas —dijo antes de juntar nuevamente sus labios en un beso lento, lleno de amor y cariño. Donde se decían que no querían separarse de nuevo.

Y mientras una pareja dejaba que su corazón hablara, en el interior de la fiesta, un chico británico de cabello castaño y hermosos ojos color esmeralda veía cómo el hombre, que alguna vez fue su prometido, bailaba con su hija haciéndola reír; maldiciéndose mentalmente por nuevamente estar sintiendo algo por Blake Orsen, el hombre que alguna vez amó y odió con locura. Baaya llegó con dos copas de champagne, tendiéndole una al que era como su hijo, viendo en la misma dirección que él.

—¿Crees que estoy haciendo algo mal, Baaya?

—¿Hablas de haberte metido con una mujer que es mentalmente inestable en un desesperado intento por olvidarte de tu ex?

—Sí.

—Entonces sí, cariño —dijo dándole un sorbo a la burbujeante bebida.

—¿Crees que deba darle una oportunidad?

—¿Aún sabiendo que eso implicaría hablar de tu pasado con Miharu?

—Tarde o temprano tendré que hacerlo.

—Entonces deja que el corazón te guíe, cariño.

—No tengo nada qué perder. Salud —chocaron sus copas—, por el amor.

—Ay James, eres un romántico —dijo la mujer riendo.

—¡Baaya, ven, baila con nosotros! —llamó la niña con una sonrisa, la mujer terminó la poca bebida que le quedaba y se unió a la fiesta.

James terminó con su bebida e iba a unirse a su familia hasta que su celular vibró, era un mensaje de alguien con quien no había hablado en mucho tiempo. Brendan Davies. Extrañado, abrió el mensaje, que le provocó una amarga sensación y un escalofrío recorrió su cuerpo.

«James, necesito que vengas Londres a atestiguar contra la persona que te atacó».

Hablando del pasado. Tal parecía que era hora de terminar de cerrar viejas heridas.

• ❀ ❀ ❀ •

✨ ¡Hola! Hace mucho que no nos leíamos. ✨
Quiero contarles que ya estamos en la recta final de esta historia y quiero que hagamos una dinámica de Q&A hacia los personajes -y si quieren preguntarme algo también pueden jiji-

Pueden preguntar lo que quieran y ellos les responderán. 😊

Por ejemplo:
Blake, ¿cuál es tu sabor de helado favorito?
Chocolate, pero no suelo comer dulces.

✨Así que vayan pensando bien sus preguntas que la dinámica comenzará en poco tiempo.✨
Los mantendré al tanto por medio de las notas al final de las actualizaciones, el tablero de mensajes y en nuestro grupo de Facebook.

En multimedia les dejé la canción que presenta Elizabeth en el espectáculo de talentos, espero les guste. Sí quieren escuchar la canción que Masahiro escribió, pueden encontrarla en mi tablero de mensajes, ahí le dejo el link para que vayan a escucharla en Spotify. Y, sin más por el momento, me despido y los leeré en la próxima actualización.

✌︎('ω'✌︎ )

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top