Catorce
Las calles estaban lluviosas. Los jardines más húmedos de lo normal y la tierra estaba fría, como esa mañana con un clima frío pero con el sol iluminando de a poquito los rostros de los transeúntes que caminaban al trabajo o a la escuela desde temprano, las avenidas concurridas y los edificios más altos de la ciudad; en esos se colaba por las ventanas, como si susurrara al oído un saludo matutino a aquellos que se negaban a dejar los brazos de Morfeo o a ir más allá del séptimo sueño. La suavidad del edredón que les cubría, la sensación fresca de las sábanas, el aroma a flores de lavanda que desprendía, sus cabellos castaños, ondulados y revueltos, sus mejillas llenas de pecas y labios rosados; sus ojos se abrieron lentamente dejando al descubierto su bonito color avellana... y el dolor de cabeza más fuerte que había sentido en su joven vida, aunque le tenía más preocupado el dolor en su trasero y la figura de Blake Orsen abrazándole. Temeroso, levantó un poco las sábanas blancas para confirmar sus sospechas.
«¿Qué mierda hice?» pensó al ver que ambos estaban desnudos; sus ojos se dirigieron al rostro del mayor, que seguía profundamente dormido. Con la cara roja a más no poder, y de la manera más silenciosa que le fue posible, se soltó de aquellos brazos musculosos para salir de la cama, yéndose de puntillas hasta encerrarse en el baño. De no sentir que la cabeza le estallaría, gritaría. Se revolvió los cabellos intentando recordar lo que había sucedido la noche anterior, cuidando de no tener un ataque de pánico.
—De acuerdo, Lucas, vamos a calmarnos —decía en voz baja dando vueltas por la pequeña habitación de azulejos blancos—. A ver... anoche estábamos en la fiesta, Thiago dijo que mi suéter era lindo y me invitó una cerveza... después llegó el Señor Orsen, Thiago y Owen hablaron con él... había barriles llenos de cerveza... globos con agua... me estaba quedando dormido... y después... Ay, mierda, ¡¿qué pasó después?!
Se recargó contra la pared, llevándose las manos al rostro ahogando un grito de desesperación.
—No recuerdo nada... —dijo abrazándose las rodillas— ¿Cómo llegué a mi casa? ¿Por qué está el Señor Orsen aquí? ¿Por qué me duele el trasero...?
Caminó hacia el espejo, tenía los ojos ligeramente hinchados y había pequeñas marcas que iban desde su cuello hasta el pecho y partes de su torso. Abrió la llave de agua fría y se empapó la cara, había una mínima posibilidad de que estuviera soñando, pero su reflejo mojado y mejillas coloradas seguían ahí. No era un sueño.
—¿Lucas? —escuchó desde la habitación, fue ahí cuando se maldijo de no haber tomado algo para ocultar sus partes.
No tenía caso quedarse encerrado en el baño para siempre, no era higiénico y menos en su estado actual, así que con el corazón latiéndole a mil por hora y las piernas temblándole, salió para dirigirse a la habitación donde la escena que encontró no ayudaba en nada para calmarlo. El Señor Orsen vestía solamente sus jeans, estaba recargado en el marco de la ventana, con su mirada zafiro fijada en el amanecer, y tenía el torso al descubierto, su perfecto y hermoso torso que casi hace babear al menor cuyo rostro se coloró al instante al recordar que estaba completamente desnudo.
—Buenos días —enunció con voz tranquila al verlo, soltó una risita cuando vio que ocultaba su intimidad con la almohada—, sabes que no tiene sentido que lo hagas, ¿verdad?
Su mirada avellana se desvió cuando el azabache caminó hacia él, tomó de su mentón delicadamente para plantar un tierno beso en sus labios rosados. Lucas, a diferencia del mayor, se sentía confundido y nervioso.
—¿Tienes hambre? —preguntó con brillo en los ojos y una sonrisa— Cocinaré algo.
Besó nuevamente al castaño antes de encaminarse a la cocina. Lucas salió del trance, tomó un par de pantalones y una remera blanca, fue a la cocina siendo recibido por el suave aroma del té de durazno y una tortilla española que se terminaba de cocinar en la sartén. Respiró para tranquilizarse y tomó asiento en una de las sillas del comedor, Blake le entregó un plato con el desayuno recién hecho y la taza de té, tomó asiento junto al menor y comenzó a desayunar; Lucas miraba la comida y de soslayo veía al azabache, preguntándose cómo comenzar apropiadamente la conversación.
—No lo violé, ¿verdad? —soltó de improviso haciendo reír al mayor.
—Todo fue consensuado, Lucas, tranquilo —respondió sereno.
—P-Pero ¿C-Cómo fue que... pasó eso? —dijo nervioso. Blake se limpió de cualquier posible rastro de comida y vio directamente a los ojos avellana de Lucas.
—Para resumírtelo, te estabas quedando dormido en la fiesta, me ofrecí a traerte a casa, nos besamos en el ascensor y lo demás... sólo sucedió.
—Ay por Dios —musitó escondiendo el rostro entre sus manos—. Nada de esto debió de haber pasado...
—¿Te arrepientes de lo que pasó? —preguntó con tristeza, tomó con cuidado las manos del menor para permitirle ver su cara, tenía los ojos cristalizados— Lucas... ¿te arrepientes de haberte acostado conmigo...?
—Para nada —respondió en voz baja luego de unos segundos—, es decir, sí, digo no... no lo sé... No fue correcto, usted es quién está apoyándonos con el proyecto cuando nadie más lo hizo, es un hombre importante de negocios, es el soltero más deseado, es... es... es una buena persona y yo- —Blake le interrumpió besando sus labios, Lucas percibió el sabor a durazno del té, acarició sus mejillas y al separarse vio el rosado que las coloreaba.
—Tú eres una persona hermosa, Lucas —susurró—. Si quieres que dejemos esto en el pasado, lo hacemos, pero quiero que sepas... que no me arrepiento de haberme acostado contigo... ¿Quieres que lo olvidemos?
—N-No, no quiero —respondió desviando la mirada—. U-Usted me gusta mucho y... no quiero olvidar lo que pasó —dijo con voz tímida enterneciendo al mayor, Blake, con una pequeña sonrisa en el rostro, besó los labios de Lucas.
Esa mañana comenzó un pequeño romance entre Blake Orsen, importante hombre de negocios y presidente de una de las empresas más poderosas a nivel internacional, y Lucas Clark, uno de los estudiantes más brillantes del Instituto Tecnológico de Massachusets. Desde entonces, procuraron mantener a discreción su relación; Lucas no le dijo nada a sus amigos y nadie, ni siquiera los medios, sospechaba del nuevo noviazgo que tenía el presidente de Orinson. A veces, cuando iba a revisar los avances de LOT, acariciaba discretamente las manos del menor, que le provocaba una sensación de mariposas en el estómago; en las visitas a la universidad, eran cuidadosos de no ser tan obvios frente a Thiago, Owen o alguien más, aunque eso no les impedía verse en secreto en las áreas menos concurridas del campus para poder demostrarse cariño sin temor a ser descubiertos.
Y por primera vez, luego de mucho tiempo, Blake Orsen se sentía feliz, al igual que el pequeño Lucas.
Pasaron los días, era de noche y en los laboratorios del Radian había mucho movimiento. Recién habían terminado las pruebas en las otras dos mangas y ahora estaban dándoles los toques finales, el trío se sentía tan orgulloso de su trabajo pues, eran los últimos días de septiembre y ya estaban terminando su trabajo, con bastante tiempo de sobra antes de la conferencia con Nike.
—Thiago, ¿me pasas las pinzas? —dijo Owen, el moreno le entregó la herramienta, agradeció y siguió trabajando.
Lucas tarareaba una canción de Maroon 5 y movía la cabeza al ritmo de la melodía que sonaba en su cabeza. Thiago le veía sin que se diera cuenta, tenía una bonita pero discreta sonrisa en los labios haciendo lucir su rostro más bonito de lo que ya era; aunque no era la primera vez que se le quedaba viendo sin que el menor lo notara, y de alguna manera, verlo sonreír le hacía sentirse de mejor humor.
—Lucas —llamó Owen—, deja de tararear y mejor pon la canción, ahora no puedo sacármela de la cabeza.
El castaño tomó su celular, lo conectó a la pequeña bocina que tenían y Lucky Strike comenzó a sonar. Los chicos cantaban al ritmo de la canción, movían sus manos, sus pies y Owen se encargaba de hacer los coros.
And I can't wait another minute
I can't take the look she's giving
You're body rocking, keep me up all night
One in a million, my lucky strike
Lucas no dejaba de sonreír y Thiago no dejaba de verlo.
Took me inside and then she rocked me
She keep up all night, this is what it sounds like
(Oh) My lucky strike
(Oh) My lucky strike
(Oh) You're body rocking, keep me up all night
(Oh) One in a million, my lucky strike
Cuando terminó la canción siguieron trabajando, aunque esta vez dejaron la música de fondo para trabajar de mejor humor, quedándose hasta entradas las tres de la mañana. Owen había llevado burritos de microondas así que el delicioso aroma de su improvisada cena envolvía el laboratorio, con música de The Rasmus sonando en el fondo, había llevado también un pequeño recipiente con el guacamole que cocinaba su mamá, aquel que tanto gustaba a sus amigos; Thiago tomó un poco de la salsa para ponerla en la comida, quedándole un poco en las mejillas, Lucas se percató de ello y le limpió con una servilleta; al mayor le gustaban los ojos color avellana de su amigo, su color se hacía más claro con las luces blancas del laboratorio que se reflejaban en ellos.
—Gracias —dijo con una pequeña sonrisa correspondida por el castaño. No había notado el sonrojo natural que tenían las mejillas de Lucas.
—Oigan —dijo Owen ganándose la atención de los otros—, ¿ya tienen pareja para el baile de otoño? Bueno, la pregunta va más para Lucas, porque seguramente llevarás a Teresa, ¿no? —Thiago desvió la mirada a su comida.
—¿Iremos a esa cosa? —preguntó Lucas.
—¡Claro! ¿Por qué no? Es una fiesta tradicional de la escuela —exclamó feliz.
—No lo sé, la escuela es muy grande y probablemente vayan muchas personas...
—¿Teresa no te ha dicho nada?
—No hemos hablado mucho últimamente...
—Amigo, deberías dejar de trabajar tanto, un día de estos puede darte algo por no dormir apropiadamente —dijo Owen preocupado.
—¿Michael no puede darte unos días libres antes de la conferencia con Nike? —preguntó Lucas. Negó.
—El arquitecto y él quieren avanzar lo más que se pueda antes de la temporada de lluvias, después de eso tal vez tenga algunos días libres —dio un bocado al burrito, cuidando de no llevarse un trozo del papel que lo envolvía.
—Pero, estarás libre el día de la conferencia, ¿verdad? —sus ojos se encontraron con los del menor, tenía una expresión que reflejaba su preocupación, Thiago le sonrió para tranquilizarlo.
—Prometo que estaré libre para entonces —Lucas sonrió haciendo que sus ojitos se cerraran un poco.
Owen observaba toda la situación, fue entonces cuando todas esas veces en las que Thiago abrazaba a Lucas, cuando se acostaba en su regazo para que el menor jugara con su cabello, le llevaba malteadas o jugos cuando se sentía triste, le prestara la chaqueta extra que tenía en su casillero en los días de frío, y todo lo demás, comenzaba a tener sentido. Owen lo sabía.
Terminaron de cenar cuando Lucas se fue a casa, ese día le tocaba a Thiago limpiar el laboratorio así que el moreno aprovechó para interceptarlo.
—¿Vendrá tu mamá por ti? —preguntó el mayor recargándose en la escoba.
—No, mi hermano vendrá, ya me avisó que viene en camino —dijo poniéndose la chaqueta.
—¿Ya se le quitó esa cosa de la espalda? —movía los banquillos para poder barrer.
—Fue asqueroso, le salió algo que parecía pudín, mamá no pudo cocinar y tuvimos que sobrevivir con los filetes de papá.
—O sea que comiste carbón —dijo con humor.
—Tengo que enseñarle a cocinar a ese hombre —rio, Thiago seguía barriendo, recargó su espalda en la puerta y decidió hacer la pregunta—. Thiago, ¿te gusta Lucas?
Sus ojos marrones se encontraron con el moreno de mirada seria y brazos cruzados; eran contadas las ocasiones en las que su actitud severa salía a la luz, estar junto a él en esas situaciones era comparable a cuando hacías alguna travesura y sabías que tus padres te reprenderían por ello prohibiéndote salir a jugar con los niños del vecindario o confiscando tu juguete favorito, esa sensación era tal vez debido al ambiente familiar en el que se desarrolló Owen, y ahora, estaba poniendo nervioso al azabache. Sus manos se aferraron a la madera de la escoba esperando que esta, por influencias mágicas, lo llevara lejos de aquella incómoda situación, pero eso no sucedería.
—¿Thiago...? —dijo enarcando la ceja.
—¿Por qué me preguntas eso? —respondió ocultando sus nervios. Owen negó y soltó una risita.
—¿Realmente quieres que te lo diga? —dijo irónico— Las sonrisas, las malteadas, cómo prefieres pescar un resfriado por prestarle la chaqueta extra de tu casillero, los abrazos que siempre le das... ¿debo decir más?
En las mejillas del mayor se dejó ver un pequeño sonrojo que hizo sentir victorioso al moreno.
—Entonces... ¿te gusta? —asintió bajando la mirada.
—Me gusta, y mucho... —dijo en voz baja.
—¿Por qué no se lo dices?
—Owen, por favor, sólo míranos. Somos completamente diferentes, nuestros mundos son diferentes; él nació en una cuna de oro, yo nací en este país para que no deportaran a mis padres; su familia tiene más dinero que todos mis antepasados juntos; él es inteligente, brillante, divertido, amable, cariñoso, tierno, lindo... y yo... yo sólo soy un chico de Irlanda que tuvo suerte de no nacer muerto... —se dejó caer en el piso, no sentía el frío de las baldosas, lágrimas brotaron de sus ojos— ¿No lo ves? No puedo darle la vida que se merece... Tengo que trabajar para poder pagar el tratamiento de mi madre y las deudas que dejó papá antes de morir... Además, no soy yo de quien está enamorado, él ama a Blake Orsen... Y yo... yo no soy nada.
Owen abrazó a su amigo, esperando a que se tranquilizara un poco; las lágrimas humedecían la chaqueta de los Vaqueros de Dallas y las más pequeñas se quedaban en las pestañas de Thiago.
—Están saliendo —musitó. Owen se separó un poco del mayor mirándole con sorpresa—. Lucas y Blake, están saliendo.
—¿Cómo lo sabes?
—Los vi detrás de las canchas de tenis... —dijo con un hilo de voz.
—Pero, si Lucas te gusta, ¿por qué le decías que debería salir con Orsen?
—Porque me gusta verlo feliz, Owen. Ver su sonrisa es como ver la cosa más hermosa del mundo... —se secó las lágrimas con el dorso de la mano, se puso de pie y tomó la escoba— Y si él es feliz, yo también lo soy.
Una llamada entró en el celular del moreno, su hermano le esperaba afuera del edificio. Con una pequeña sonrisa y un abrazo se despidió de Thiago, dejándolo solo en aquella habitación con luces blancas y baldosas frías. Su corazón dolía por un amor no correspondido, pero fue honesto con Owen al decirle que la felicidad de Lucas lo era todo para él, aunque aquella bonita sonrisa no fuese por su causa. Y tal vez nunca lo sería...
La universidad contaba con dormitorios para que los alumnos de otros estados o países pudieran descansar dentro del campus, así se ahorraban la búsqueda de algún apartamento en la ciudad; la familia de Thiago vivía en un vecindario alejado de la universidad por lo que el azabache compartía -ocasionalmente- habitación con Owen. Llegó a dormir alrededor de las cuatro y veinte de la mañana, su celular no dejó de vibrar en todo el camino pero el hecho de pensar que eran mensajes o fotografías de Teresa le fastidiaba, no sentía ganas de hablar con ella y menos después de lo ocurrido en el laboratorio; se dejó caer sobre la cama, la frazada rosada que tenía al pie de la cama era cálida y acogedora, su madre la había tejido, se sentía como las veces en que ella le abrazaba y recordaba los días fríos cuando les preparaba chocolate caliente a él y a su hermana; también le recordaba a las mejillas pecosas de Lucas, esas que se sonrojaban cuando el castaño recibía mucha atención, se sentía avergonzado, nervioso o feliz por algo, el color iba perfecto con sus bonitos ojos color avellana ocultos tras los anteojos de pasta gruesa y esa sonrisa que lo hacía suspirar.
—No, no, no —murmuró fastidiado por pensar en él. Tenía que afrontar la realidad, Lucas y él jamás estarían juntos.
Un golpeteo se escuchó en la puerta, por más que no se levantó de la cama siguieron llamando así que la abrió, su expresión de cansancio cambió a una pequeña sonrisa al ver a Lucas vistiendo el jersey de la escuela.
—¿Qué haces aquí? Creí que estarías en casa —dijo nervioso. El castaño de mejillas rosadas rodeó su cuello, mirándole lascivo.
—Te extrañaba —acarició la nuca del mayor, acercándolo para plantarle un beso. Rodeó la pequeña cintura del castaño y lo llevó adentro de la habitación, acostándolo cuidadosamente sobre la cama quedando encima de él—, ¿Me extrañaste, Thiago?
—Nunca dejo de pensarte —susurró juntando sus labios nuevamente.
Sus manos se dirigieron a la parte inferior del jersey, colándose por debajo para sentir la suave piel de Lucas haciéndolo suspirar al tacto, y mientras sus lenguas danzaban, Thiago acariciaba los pezones del menor, jugando con ellos hasta que estaban completamente despiertos al igual que su miembro. Lucas se deshizo de la playera de Thiago, sus besos eran húmedos y reflejaban la necesidad que ambos sentían por tocarse, por sentirse, por amarse.
—Thiago... —gimió el castaño al sentir los labios del azabache sobre su cuello y las caricias que recorrían cada parte de su tersa piel.
—Te amo... —susurró Thiago— Te amo, Lucas...
—Thiago... —llamó el menor tomando sus mejillas, sus ojos marrones admiraron el rostro sonrojado y pecoso del chico que amaba— Despierta.
—¿Qué?
—Despierta, se nos hace tarde —abrió los ojos encontrándose con el techo de su habitación, una pequeña mancha en sus jeans y alguien llamando a la puerta.
Se sentía desorientado, la luz que se colaba por entre las persianas era demasiado brillante como para ser del amanecer, tomó su celular para ver que pasaban de las once de la mañana. Haber hablado con Owen sobre sus sentimientos hacia Lucas realmente le estaba jugando en contra, ahora más que nunca sentía que el hueco en su corazón crecía cada vez más.
—¿Seguirá dormido? —dijo una voz susurrante al otro lado de la puerta.
—Tal vez, ayer nos quedamos hasta tarde trabajando —escuchó a Owen.
—Bueno, entonces será mejor que lo dejemos descansar. Le avisaremos al entrenador.
Las voces se alejaban. Frotó su rostro en un intento de volver a sus cinco sentidos. Su celular vibró, era un mensaje de Owen:
«¿Estás bien, amigo?» leyó en la pantalla. Dejó el dispositivo cargando y volvió a la cama. No se sentía con ánimos de nada.
Hace dos semanas que su corazón no dejaba de doler, desde que terminó su entrenamiento por la tarde; era la hora en la que una preciosa luz dorada cubría todo, el césped de la cancha se veía agradable, las sombras eran alargadas, las aves regresaban a casa y él estaba sudoroso. Se había despedido de Owen y sus amigos, tenía una toalla sobre el hombro y cargaba su maleta, tomó su celular y le escribió un mensaje a Lucas para decirle que compraría una pizza camino al Radian para comer antes de trabajar. Su dormitorio quedaba cerca de las canchas y áreas deportivas del campus, por lo que siempre pasaba por donde mismo, en el camino unas voces se escucharon por donde quedaban las canchas de tenis, cosa que no le extrañaba porque era de las áreas más privadas al interior del campus, que incluso los profesores iban ahí. Pero deseaba nunca haberse acercado a los arbustos de la zona; al otro lado de la malla, y de las frondosas hojas que daban esa sensación de privacidad, vio a Lucas con Blake Orsen quien acariciaba al castaño de la manera que él siempre había querido, que lo besaba de la manera que siempre soñó... fue cuando se enteró de la relación entre el hombre más importante del mundo financiero y el chico que le gustaba desde hacía tanto tiempo. Sus ojos marrones soltaron lágrimas al instante, sentía que su corazón fue arrancado con brusquedad de su pecho, se sentía deshecho. Salió de ahí, con una sonrisa falsa que perduró hasta el día de hoy.
«Thiago, ¿te gusta Lucas?» resonaba en su cabeza. Thiago McCarthy recibió una bala perdida en el juego conocido popularmente bajo el nombre de amor.
❀ ❀ ❀
Sus dedos se presionaban sobre las cuerdas para lograr las notas correctas, pequeños cabellos castaños fuera de lugar caían sobre su rostro provocándole cosquillas. Masahiro le había enviado una carta hace poco donde le contaba sobre el festival de música que organizaba la escuela y sobre la canción que tocaría, le mandó también una copia de las partituras que usaría «Podrías tocar esta canción en el festival, así sería como si tocáramos juntos...» escribió al final de la carta, Miharu sintió una cálida sensación de felicidad crecerle en el pecho cuando leyó esa última línea. Llevaba los últimos días practicando la canción que Masahiro le había enviado, ahora estaba en el salón de música de su escuela. El profesor encargado del taller estaba asesorando a los alumnos que participarían con algún talento musical en el festival de otoño, pero Miharu sólo podía pensar en cómo los recuerdos que tenía con sus amigos bajo un fondo de acuarelas se relacionaban tan bien con la melodía. Ya quería tocarla frente a todos y escribirle a Masahiro lo bien que le había ido, tal vez incluso adjuntaría una fotografía con sus nuevos amigos para presentárselos.
—Muy bien, niños, el taller terminó pero si quieren pueden quedarse a practicar el tiempo que necesiten —dijo el hombre regordete con una sonrisa—. No olviden cerrar el salón bajo llave y entregárselas a la profesora Bianchi, estará en su oficina al final del pasillo, ¿entendido?
—¡SÍ! —respondieron los niños al unísono, el hombre de mejillas rosadas y gran sonrisa se despidió antes de retirarse.
Los chicos de grados superiores comenzaron a guardar sus cosas, Miharu avisó a su padre que saldría dentro de una hora a lo que recibió una respuesta afirmativa pues James estaba aún supervisando la obra, ayudando a arreglar algo que la niña no entendió. Conforme fueron pasando los minutos, el salón se comenzó a quedar vacío hasta que quedaron solamente Elizabeth y sus amigas junto a la nipona. Miharu intentó concentrarse en su melodía, pero no pudo evitar escuchar que las niñas consolaban a una pequeña rubia de ojos llorosos.
—Ya, Elizabeth, verás que podrás pasar las fiestas con él... —decía una niña con coletas en voz baja.
—Sí, no creo que sea tan mala como para prohibirle que te vea —una de ellas tenía el cabello recogido en una trenza y era, aparentemente, más joven.
—No, no me ha dejado verlo desde hace cuatro años... —dijo entre sollozos— No quiero quedarme con ella...
Miharu, con paso tímido, se acercó a las niñas.
—¿Estás bien, Elizabeth?
La rubia estaba notablemente molesta con la nipona pues eso era lo que su expresión decía, las otras dos niñas también se mostraron a la defensiva al notar la presencia de la castaña.
—Tú, tú tienes la culpa —espetó—. Si tú y tu padre nunca hubieran llegado, nada de esto estaría pasando. Estaría con mi papá muy lejos de esa mujer, ¡Pero insiste en estar con tu padre! —Elizabeth, con el rostro rojo de furia, se acercó al lugar de Miharu y tomó su violín. La castaña quiso correr a quitárselo de las manos, pero las otras dos niñas la tomaron de los brazos. Sintió que el corazón se le rompía en mil pedazos al ver cómo el instrumento se despedazaba contra el muro— ¡Te odio, a ti y a tu padre rompe hogares!
Las niñas salieron del salón. Miharu, con pasos lentos, se acercó a lo poco que quedaba de su preciado violín tomando el diapasón entre sus manos para ver si la inscripción seguía ahí. «音楽は心の詩です» (La música es la poesía del corazón) podía leerse con dificultad. Sus ojitos se llenaron de lágrimas, abrazó lo poco que quedaba del instrumento, pequeñas gotas caían en las baldosas del salón, el silencio predominó entre esas cuatro paredes hasta que el celular de la niña vibró, era su padre.
—Hola —dijo intentando sonar normal.
—Ah, princesa, ya estoy afuera de la escuela.
—Sí, salgo enseguida...
—Date prisa, Baaya preparó comida china para cenar —colgó la llamada, guardó el instrumento destrozado en el estuche, se puso el abrigo y salió al encuentro con su padre.
Su sonrisa seguía. Su corazón dolía. Su padre se la pasó hablando con su novia por medio del manos libres.
Los recibió el delicioso aroma de los dumplings recién hechos, había un tazón con arroz frito en la mesa, ensalada, rollos primavera y demás en la mesa. Aquella comida parecía sacada de uno de esos libros de cocina que siempre leía la mujer de cabellos platinados, se veía impecable y la niña se lamentó por un segundo el tener que comerla. No solamente se veía deliciosa, también lo estaba.
—Baaya, esto está delicioso —dijo la niña con una sonrisa.
—Me alegra, Blake me ayudó a preparar algunas cosas —dijo llevándose un trozo del rollo primavera a la boca.
—Usted es realmente talentoso, Señor Orsen, debería tener su propio restaurant o escribir un libro de cocina —el azabache le regaló una sonrisa a pesar de sentirse avergonzado por los halagos de la menor.
—No hice gran cosa realmente, sólo seguí las indicaciones de Baaya.
—¿Sabe? Últimamente lo he visto de mejor humor, me da mucho gusto, ¿le ha pasado algo bueno? —preguntó sonriente haciéndolo sonrojar.
—Bueno, la verdad es que sí me pasó algo bueno —dijo con una sonrisa, jugaba con un trocito de zanahoria—, estoy saliendo con alguien.
Los comensales se quedaron en silencio varios segundos hasta que Miharu soltó un gritito de emoción y Baaya sonrió, James se quedó callado, aparentemente ni se había inmutado. La niña de cabellos castaños fue hasta el azabache para darle un abrazo, aunque inconscientemente también lo hizo para ocultarle a su padre las lágrimas que comenzaban a brotar.
—Me da mucho gusto saber que se siente feliz, Señor Orsen —dijo en voz baja—, usted es una buena persona y se lo merece.
—Concuerdo con Miharu —dijo Baaya—, hasta hace unas semanas se veía cansado, desanimado y con ojos tristes, pero ahora se ve mucho mejor y eso es algo que nos da mucho gusto.
—Muchas gracias, señoritas —dijo con una sonrisa.
Terminaron de cenar, lavaron los platos y el resto de los cubiertos mientras terminaba la playlist que había escogido Baaya para la cena.
Miharu había escondido el estuche de su destrozado violín debajo de la cama, por lo que después se inventaría una excusa para decirle a su padre que no participaría en el espectáculo de talentos del festival de otoño. Se puso el pijama, Yuki ya estaba dormido a un lado de su cama, y se quedó llorando en silencio en la oscuridad de su habitación. Aunque no era la única hecha un manojo de emociones, al otro lado del pasillo, James terminaba de lavarse los dientes.
«...estoy saliendo con alguien» Inconscientemente hizo un gesto de desagrado al recordar cómo Blake pronunciaba esas palabras, se sentía molesto y de cierta manera incómodo.
—Sí, no te preocupes, hablé con Mark ayer por la tarde y dijo que ya no volvería a mover la fecha de la conferencia así que relájate, Vanessa —escuchó desde la habitación del azabache.
Escupió los restos de dentífrico en el lavabo, se secó las gotas de agua con una toalla pequeña y se metió entre las sábanas.
—No, eso ya no es importante... —el hecho de que su habitación estuviera tan cerca de la de Blake no ayudaba a tranquilizar la mezcla de emociones que tenía dentro de sí— Sí, me di cuenta de que no tenía sentido seguir intentando... además, ahora estoy con alguien más... Es una persona hermosa, de verdad...
No supo porqué ahora se encontraba frente a la puerta del azabache, estaba descalzo y con una expresión que delataba su pequeña sensación de molestia.
—No lo sé, tal vez si esto sigue siendo un secreto de los medios pueda llegar a convertirse en algo más serio... no lo sé, yo... —escuchó una risita— realmente espero que las cosas vayan bien con él...
Dio un par de toques con sus nudillos, percibió los pasos de Blake hasta que la puerta de un profundo color negro se abrió dejándole ver esos orbes color zafiro que alguna vez amó.
—¿Qué pasa? —dijo con voz calmada.
—Perdón, pero ¿podrías hablar un poco más bajo? Intento dormir.
—Estoy hablando en voz baja, tal vez esta noche tienes la audición de un murciélago —una pequeña sonrisa se dejó ver, James hizo un puchero y de manera repentina dijo:
—Si vas a hablar con tu novio hazlo por mensaje, idiota —Blake enarcó una ceja sintiéndose confundido.
—Estoy hablando con el vicepresidente de mi empresa, además, ¿con qué derecho me vienes a decir eso cuando has llegado haciendo ruido a altas horas de la madrugada de quién sabe dónde? —dijo intentando no alterarse.
—Al menos llego a dormir, no creas que no hemos notado que en las últimas semanas hay días en los que llegas a las seis de la mañana.
—Al menos no llego con olor a perfume barato.
—Al menos no llego con chupetones en el cuello.
—¿Por qué te molesta que esté saliendo con alguien, James? ¿Acaso me molesté cuando hiciste lo mismo?
—No me molesta en lo absoluto —espetó—. Haz lo que quieras con tu vida, mete el pito donde quieras, no me importa para nada.
—Parece que sí, porque estás gritando —dijo irritado—, y bien, ¿vas a decirme algo importante o seguirás gritándome?
—¿Por qué siempre tienes que creerte el centro del universo, Orsen?
—¿Por qué te molesta que esté intentando arreglar mi vida? ¿Crees que eres el único que ha tenido una vida de mierda? Déjame decirte que no, Auclair —dijo un poco más calmado—. Buenas noches.
—Vete al diablo —dijo molesto caminando hacia su habitación, dando un ligero portazo.
Se metió nuevamente entre las sábanas, no supo en qué instante comenzó a llorar.
Blake se quedó dormido luego de contestar unos correos, no fue sino hasta las cuatro de la mañana que despertó nuevamente porque sintió la garganta seca. Se puso las pantuflas y salió de la habitación, el apartamento estaba parcialmente oscuro pues era el tenue brillo de la luna que entraba por el ventanal lo que iluminaba el área principal de su hogar; cuidadoso de no hacer ningún ruido, fue hasta la cocina. Se sobresaltó al ver una pequeña figura sentada en el sofá que daba al ventanal, era Miharu.
—Miharu... —dijo en voz baja para no asustar a la niña, tomó asiento junto a ella y fue ahí cuando se dio cuenta de las lágrimas que escurrían de sus ojos verdes.
La niña no soportó más y abrazó al azabache, humedeciéndole la playera con las lágrimas y sollozando, Blake sintió su corazón romperse al ver que la niña que siempre tenía una sonrisa que contagiaba felicidad y luz, lloraba desesperadamente; acarició su suave cabellera en un intento por tranquilizarla, quedándose así por varios minutos hasta que el llanto cesó. Volteó a ver los ojos azules del azabache quien secaba sus lágrimas con el dorso de su mano, regalándole una pequeña sonrisa a la niña.
—¿Qué pasa, nena? ¿A qué se deben tus lágrimas? —dijo con voz suave.
James se había levantado al baño, tenía la vista cansada, pero pudo ver cómo la niña abrazaba al azabache, se escondió detrás del muro que daba al área principal.
—Es Elizabeth Hayes, Señor Orsen. No le agrado y me molesta desde el primer día de escuela —dijo con un hilo de voz.
—¿Qué te hace? —preguntó Blake preocupado.
James sólo escuchaba cómo la voz de su hija se quebraba al decirle a Blake todos los maltratos que estaba sufriendo en la escuela; jalones de cabello, golpes, laceraciones, le escondían sus cosas, su almuerzo, rompían sus trabajos de arte, la humillaban en los pasillos, trataban a sus libros como discos de hockey y lo último le dejó el corazón hecho pedazos.
—Rompió mi violín... —comenzó a llorar— El violín que era de mi mamá...
Blake correspondió el abrazo de la niña.
—¿Por qué nunca le dijiste todo esto a tu papá? —preguntó en voz baja.
—Porque está saliendo con la mamá de Elizabeth, Sarah Hayes —dijo en medio del llanto. Blake se congeló al escuchar ese nombre—. Elizabeth dice que mi papá y yo tenemos la culpa de que ella nunca pueda ver a su padre, que su madre está tan ocupada saliendo con mi papá que nunca está en casa y... y... sé que sonará tonto, pero Elizabeth no es una mala persona, sé que en realidad está triste y hace lo que hace porque no quiere que los demás la vean como alguien débil, Señor Orsen.
James se sentía furioso al saber todo lo que la hija de Sarah le estaba haciendo a Miharu, pero no iba a hacer nada estando en ese estado de ánimo, pues podría hacer algo de lo que podría arrepentirse después. Ya pensaría en la mejor manera de hacerle saber aquello a su novia, ahora debía calmarse e intentar descansar, por lo que se retiró a su habitación.
—Pero lo que me pone más triste es que no podré participar en el espectáculo de talentos sin mi violín... —Blake se quedó pensativo unos segundos antes de hablar.
—¿Sería correcto si te compro un violín, Miharu? —preguntó nervioso.
Los pequeños orbes esmeralda de la niña brillaron y una diminuta sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro.
—¿De verdad haría eso, Señor Orsen?
—Me gusta escucharte tocar, pero no me gusta verte triste, nena... Y sé que la música significa mucho para ti, que te hace feliz... y yo quiero verte feliz, Miharu.
Los bracitos de la niña rodearon el torso del mayor, su rostro lloroso ahora albergaba una bonita y brillante sonrisa. Blake acarició su cabeza al ver que la había hecho feliz.
—Iremos mañana, a primera hora, ¿qué te parece? —la menor asintió.
—Muchas gracias, Señor Orsen —dijo con una bonita sonrisa correspondida por el azabache.
—Dime Blake, me hace sentir viejo el que me digan Señor —la menor rio, asintió y se despidió de él con un beso en la mejilla.
La mañana siguiente, Miharu se levantó de un brinco, tenía una enorme sonrisa en el rostro y tarareaba una canción de Super Junior mientras se arreglaba para comenzar con pie derecho el día. Tomó unas zapatillas color rosa pastel, un vestido que era de un rosado ligeramente más intenso con cuello redondo y una diadema color plata que hacía ver linda su cabellera castaña, se dio un último vistazo en el espejo y sonrió al ver que había hecho una buena elección de vestimenta. Salió de la habitación, ayudó a Baaya a preparar el desayuno y esperó a que los mayores despertaran. Su sonrisa era algo que no podía contener, pues a pesar de que tenía un gran apego sentimental con el instrumento, le emocionaba el hecho de visitar una tienda de música.
Blake saludó a las mujeres con un beso en la mejilla, llevaba una vestimenta casual que se veía fresca y cómoda, les ayudó a poner la mesa y a terminar de cocinar algunas cosas que faltaban.
—¿Estás emocionada, Miharu? —la niña asintió sonriente.
—Oh, ¿ustedes dos están tramando algo? —dijo Baaya sonriente.
—Blake me llevará a una tienda de música para comprar algo —respondió mientras se servía un vaso de jugo—, ¿quieres acompañarnos, Baaya? ¡Será divertido!
—Bueno, no tengo planes hasta en la tarde... ¡Claro, me encantaría acompañarlos!
—¡Sí! —exclamó alegre la niña—, pero es un secreto, papá no tiene que enterarse de esto, ¿sí? —los adultos asintieron.
James entró al área principal saludando a todos con una sonrisa, con excepción de Blake pues aún se sentía molesto con él por su discusión de la noche anterior. Se sirvieron el desayuno y Miharu intentaba evadir las preguntas que hacía su padre referente al espectáculo de talentos, aunque parte de ella quería decirle todo lo que sucedía con Elizabeth, pues su conversación con el azabache le hizo sentir un poco más de confianza, pero no quería arruinar la felicidad que el castaño había construido con la rubia por algo como eso.
—¿Qué tal va la construcción del edificio, James? —preguntó Baaya.
—Va muy bien, las instalaciones hidráulicas y sanitarias están listas, hablé con Michael y dijo que los electricistas irían a trabajar en los próximos días.
—Eso está muy bien —dijo Blake—, por cierto, James, necesito pedirte algo, y antes de que te niegues quiero que sepas que no es para mí el favor, sino para uno de los chicos de LOT, Thiago McCarthy.
—Ah, sí, su nombre me suena. Trabaja en la obra, ¿no? —asintió— ¿Qué necesita?
—El quince de noviembre tiene una conferencia con Nike, ¿podrías ayudarle a que Michael le dé el día libre? —dijo tranquilo dándole un sorbo a su taza de té.
—Veré qué puedo hacer, pero él necesita hablar con Michael también.
—Gracias, Auclair —fijó su vista en el reloj, se limpió con la servilleta de tela y se dirigió a Miharu—. Ya casi es hora, nena, ¿lista?
—Sip, ya terminé —agradeció por la comida, se levantó y fue a lavarse los dientes.
—¿Lista... para qué? ¿Van a salir? —preguntó a Baaya, la mujer asintió.
—Iremos de compras con Blake, ¿podrías encargarte de lavar los platos, James? Por favor.
—Ah... claro.
Vio cómo su familia se alistaba para salir, Miharu se despidió de él con un abrazo y salieron del apartamento pocos minutos después. De cierta manera se sintió aliviado de quedarse solo, debía pensar en qué le diría a Sarah.
Mientras tanto, Blake y las señoritas Auclair se dirigían al centro comercial. Miharu se sentía emocionada, pero seguía un poco triste por el incidente de su violín. El tráfico matutino no era tan pesado como el del mediodía, su camino estaba acompañado de Maroon 5 cantando One More Night, las mujeres aprobaron su elección musical pues tarareaban partes de la canción y movían la cabeza al ritmo de esta. Comenzaron a adentrarse a la sección Back Bay de Boston, que era parte de un complejo más grande que incluía hoteles, edificios de oficinas, grandes estacionamientos y uno de los centros comerciales más exclusivos de la ciudad, Copley Place. Las mujeres se sorprendieron al ver que la hermosa arquitectura interna de la edificación no se comparaba a su discreta fachada. Aparcaron en el estacionamiento techado y se dirigieron a la tienda de música, cuya estética era tan hermosa como la del resto del centro comercial.
—Bienvenidos a Virtuosity, ¿en qué podemos ayudarles? —dijo uno de los empleados con una sonrisa.
—Buscamos un violín —respondió Miharu.
—¡Maravilloso! Vengan por aquí, tenemos unos violines hermosos que seguramente serán de tu agrado, nena.
A todo lo largo y ancho de un muro se exhibían diferentes modelos de violines, con formas, colores y tamaños que hacían de cada instrumento algo único. La niña hizo una expresión pensativa, llevándose una mano a la barbilla y observando todas las variedades que había disponibles.
—Le llamaremos en cuanto se haya decidido por uno —dijo Baaya con una sonrisa.
—De acuerdo, si necesitan algo más pueden decírmelo. Mi nombre es Marco y estoy para servirles —dijo sonriente mientras se retiraba.
Los minutos pasaban, la tienda a ratos se llenaba de clientes y en otros estaba sola. Baaya y Blake se sentaron en uno de los sillones negros de piel desgastada que había junto a las guitarras en espera de la decisión de la niña; mientras eso pasaba, Baaya preguntó a Blake sobre el motivo de la visita a la tienda, por lo que Blake le contó la versión resumida de la historia. Ambos entendían que aquello no era nada fácil para Miharu, pues ese violín era de los pocos recuerdos que tenía de su madre.
—Iré a hablar con ella —Baaya se puso de pie y caminó hacia la niña poniéndose a su altura.
La mujer le decía cosas en voz baja, a veces Blake veía cómo los ojos verdes de la niña soltaban lágrimas que secaba con sus manitas.
Fue hasta diez minutos después que Miharu regresó con un violín en sus manos, era casi idéntico al que tenía con excepción de las flores doradas que estaban pintadas a mano.
—Quiero este, pero necesito que graben algo en él —dijo decidida, Blake sonrió y se puso de pie.
—¡Marco! —llamó amablemente al hombre que se acercó con una sonrisa— Nos llevaremos este violín, pero ¿pueden grabarle algo?
—¡Claro que sí! ¿Qué quieren que grabemos?
—¿Tiene lápiz y papel? —peguntó la niña, el hombre asintió y se encaminaron al mostrador donde la niña escribió en una perfecta caligrafía lo que quería, el hombre puso una expresión confusa al ver lo que estaba escrito en japonés. Llamó al empleado encargado de los grabados para preguntarle si podría grabar aquello, negó nervioso— ¿Le sería más fácil si lo escribo directamente en el diapasón?
Luego de varios minutos, ya estaban saliendo de la tienda con el instrumento. Miharu lo sacó del empaque una vez estaban en el auto, agradeció nuevamente a Blake por tener ese gesto tan lindo con ella, sonriendo al leer la inscripción, «音楽は心の詩です» (La música es la poesía del corazón), ahora tenía un pedacito de la esencia de su madre acompañándole.
Se sentía feliz.
Podría tocar la canción de Masahiro.
❀ ❀ ❀
Faltaban tres días para el espectáculo de talentos, Miharu se acostumbró rápidamente al instrumento y desde entonces no paraba de practicar por lo que la hermosa melodía de su violín resonaba en el apartamento al atardecer.
Esa noche James invitó a salir a Sarah, quedaron de ir a cenar a uno de los mejores restaurants de la ciudad, Ocean Prime, un hermoso restaurant donde servían cortes, mariscos, cócteles artesanales y en donde contaban además con una galardonada selección de vinos. Lo primero que llamaba la atención del restaurant era su hermosa fachada con brillantes luces azules y baldosas bicolor. El castaño había pasado por la rubia a su casa, ella vestía un encantador vestido negro que acentuaba sus caderas y tenía un par de pendientes dorados que resaltaban las finas facciones de su rostro, se veía hermosa y James no dejaba de recordárselo.
—Te ves preciosa, amor —dijo con una sonrisa que sonrojó a la rubia.
—Tú te ves más apuesto que de costumbre, cariño —besó los labios del castaño.
Pidieron una botella de vino blanco para comenzar, así que ahora se encontraban viendo el menú; Sarah acariciaba la mano de James y de vez en cuando su pierna, el recuerdo de aquella noche seguía fresco en ella y quería repetirlo con el que era su novio, su precioso castaño.
—Sarah —dijo James sonrojado al sentir que la mano de la rubia se acercaba a su entrepierna—, aquí no, amor, espera a que terminemos de cenar.
—Pero, amor ¿qué tal si quiero cenar otra cosa que no está en el menú? —dijo con mirada lasciva— ¿Prometes que iremos al motel después? Como aquella noche.
—Te lo prometo —besó sus labios, Sarah acarició sus mejillas atrayéndolo hacia ella.
El mesero llegó para tomar la orden y mientras la rubia ordenaba, una figura pasó cerca de su mesa, James lo reconoció. Ordenó lo que comería y siguió con la vista clavada en la mesa donde estaba Blake, estaba solo y revisaba constantemente su reloj. Sarah, confundida, volteó hacia donde veía su novio.
—Vaya, vaya, ¿quién lo diría? El mundo es tan pequeño —dijo con una sonrisa—. ¡Blake! —llamó al azabache quien levantó la mirada y por fin se dio cuenta de la presencia de la pareja, se levantó de la mesa para acercarse a saludar.
—Vaya, pero si no es nada más ni nada menos que Sarah Hayes y James Auclair —dijo de buena manera.
—¿Se conocen? —preguntó James confundido.
—Ay, pero claro, trabajamos juntos hace pocos años. Verás cariño, solía ser parte de una de las empresas que están bajo las grandes alas de Orinson —dijo Sarah con una sonrisa—. ¿Es él el cliente del edificio que diseñaste, amor?
—Sí, es él. Por eso nos conocemos —respondió serio.
—Vaya que el mundo es pequeño, no sabía que ustedes dos estaban juntos, ¿hace cuánto tiempo que salen?
—El veinte de octubre cumpliremos cinco meses —dijo Sarah emocionada a lo que Blake sonrió.
—Hacen una preciosa pareja —respondió con una sonrisa, aunque dirigió una mirada apagada al castaño.
—Pero ¿qué haces aquí tan solo, Blake? —preguntó Sarah.
—Me reuniré con unos clientes y más tarde me encontraré con alguien.
—Oh, ¿el codiciado Blake Orsen tendrá un romance acaso? —dijo la rubia alegremente, Blake negó.
—Nada de eso, Hayes —dio un vistazo al reloj de su muñeca—. No deberían de tardar en llegar... Oh, ahí están. Con su permiso, que tengan una buena velada.
Dos hombres calvos y otro cuyo poco cabello lleno de canas, saludaron con un apretón de mano al azabache cuando llegaron a la mesa donde procedieron a pedir una botella de champagne y a sacar un folder de piel negra de uno de los portafolios.
Sarah hablaba de mil y un cosas con su novio, pero James no le prestaba mucha atención, sólo veía la reunión de negocios que sostenía el azabache a pocas mesas de distancia. Hacía mucho que no escuchaba la risa de Blake. Se quedó pensando en algo que había dicho previamente «...más tarde me encontraré con alguien», seguramente se vería con la persona de la que hablaba hace algunas noches; aquello le hizo sentir una ligera sensación de molestia y fastidio.
«¿Por qué te molesta que esté saliendo con alguien, James? ¿Acaso me molesté cuando hiciste lo mismo?... ¿Por qué te molesta que esté intentando arreglar mi vida? ¿Crees que eres el único que ha tenido una vida de mierda?»
No, no tenía derecho de sentirse así.
No supo nada de Blake Orsen durante los últimos trece años, aunque fue porque no quería tenerlo de regreso en su vida... vaya que la vida da giros extraños, no esperaba encontrarse con él en aquella sala de juntas. No esperaba volver a escuchar su voz. No esperaba volver a ver sus ojos azules.
No esperaba que se enamorase de alguien más que no fuese él.
¿Pero por qué le daba tantas vueltas al asunto? Él también había reconstruido su vida, también tuvo aventuras de una sola noche con mujeres hermosas, también volvió a encontrar el amor, vamos... incluso se casó y tuvo a su preciosa hija. Entonces, si él había hecho algo para sanar heridas durante los últimos trece años, ¿por qué se sentía tan extraño al saber que Blake hacía lo mismo?
—Su cena, señores —dijo el mesero colocando los deliciosos y humeantes platillos frente a la pareja—. Que tengan buen provecho, con permiso.
—Gracias —dijo Sarah con voz encantadora, sus ojos se fijaron en James, que parecía tener la mente en otro lado. Pasó su mano frente a los ojos verdes del castaño para sacarlo de su trance—. Yoo-hoo, Tierra llamando al hombre más encantador del mundo.
—Perdón, perdón, amor. Comamos antes de que se enfríe.
Blake se fue del restaurant veinte minutos después. Pero James nunca se dio cuenta.
A medida que la velaba avanzaba, James volvió a mostrarse cariñoso con su novia, besando sus mejillas, sus hermosos labios rosados, y ella seguía acariciándole por debajo de la mesa esperando el momento en que el castaño le pidiera que se fueran al motel y mientras él conducía ella podría hacerle una felación. El hecho de imaginar el miembro de su novio y el sentirlo nuevamente dentro de ella comenzaban a excitarle.
—Sarah —«Aquí viene» pensó sonriente—, necesitamos hablar sobre algo —su sonrisa se desvaneció.
—¿Qué sucede, amor? —James rascó nervioso su mentón pues lo que estaba por decir era tema serio.
—Verás, el otro día hablé con Miharu y me contó algunas cosas... malas... que le hace Elizabeth en la escuela —la mandíbula de la rubia se tensó al escuchar aquello—. Dice que la trata muy mal, que ella y sus amigas la golpean, le esconden sus cosas, rompen sus trabajos y... hace poco rompió su violín... ¿Podrías hablar con ella? No quiero que mi hija la siga pasando mal.
—No puede ser —dijo con sorpresa, aunque internamente estaba ardiendo de furia—, esa niña me va a escuchar. Ahora mismo lo va a hacer. Esa actitud suya es reprobable.
—¿Eh? Espera, Sarah, ¿a dónde vas? No hemos terminado de cenar —dijo James siguiéndola hasta la entrada del restaurant, dejó la cuenta pagada y la propina con el mesero, disculpándose por la escena que su novia había hecho en el establecimiento.
—Llévame a casa —demandó.
James le abrió la puerta para que subiera al vehículo y condujo camino a casa de la rubia, que estaba notablemente molesta. El recorrido se sentía especialmente tenso a medida que se aproximaban a la residencia, y eso ponía nervioso al castaño pues veía de soslayo cómo su pareja murmuraba maldiciones, de las cuales desconocía la mayoría.
—¿Estás bien, cielo? —la mujer negó y sus ojos desprendían furia a más no poder.
—Elizabeth me va a escuchar —dijo una vez llegaron a la entrada principal—. Mira que tratar así a su futura hermana —James se sorprendió al escucharla. Se acercó a los labios del castaño para besarle—. Iremos al motel otro día, bebé, ahora tengo asuntos maternales por resolver. Descansa, te amo.
Salió del vehículo y entró a la enorme residencia. James seguía preguntándose si había escuchado bien lo dicho por su novia.
Sarah cerró de portazo, su respiración era irregular y gritaba furiosa el nombre de su hija, buscándola desesperadamente por todos los rincones de la casa destruyendo algunas de las pocas decoraciones que conservaban.
—¡ELIZABETH, VEN AQUÍ NIÑA ESTÚPIDA! —exclamó colérica.
Martha, que recién terminaba de lavar los platos, escuchaba los gritos de la mujer y sabía que en ese estado sería capaz de dejar gravemente herida a la niña por lo que estuvo buscándola hasta que la encontró escondida en el armario de la habitación de huéspedes; temblaba del miedo, sus ojos estaban llorosos y abrazaba sus piernitas en un intento por protegerse de la que era su madre.
—Martha, no dejes que me encuentre —murmuró con un hilo de voz.
La mujer abrazó el pequeño cuerpo de la niña, encerrándose ambas en el armario; Elizabeth escondía su cabecita en el pecho de la mayor mientras esta acariciaba su cabello y susurraba cosas como «Todo estará bien, mi niña, la pesadilla terminará pronto» a pesar de que Elizabeth sabía que era mentira.
—¡Maldita niña, ¿dónde mierda te metiste?! —los gritos se escuchaban cada vez más cerca, la niña seguía llorando mientras Martha rezaba por que salieran ilesas esa noche.
El teléfono se escuchó a lo lejos, el sonido de los tacones de Sarah disminuía, se estaba yendo. Estaban a salvo.
—Martha, llévame contigo —pidió la niña con un hilo de voz y los ojos hinchados.
La mujer sabía que no podía dejarla en esa casa, Sarah sería capaz de matarlas en uno de sus ataques de ira, así como lo hizo con la hija de Martha hacía muchos años. Con el corazón latiéndoles a mil por hora y siendo lo más silenciosas posibles, fueron a la habitación de la niña donde Martha guardó ropa y algunas de las pertenencias de la menor en una mochila rosada con estampado de tulipanes, lo mejor era que Elizabeth estuviera lejos de aquel "hogar" por un largo tiempo.
—No, tuvimos que dejar la cita a medias porque resulta que la estúpida de mi hija está haciéndole la vida imposible al engendro ese... ¡Claro que la busqué! Pero seguramente está escondida, lo gallina lo sacó del idiota de su padre... —se escuchaba en el recibidor, no podrían salir por la cocina porque podría verlas, así que fueron hasta las escaleras de servicio que daban al garaje— ¿Y cómo qué tienes en mente? Porque me quedé con ganas de que alguien me follara esta noche... Mmm, sí, eso me gustaría mucho, mi príncipe... De acuerdo, te veo en diez minutos.
Elizabeth y Martha ya estaban en el garaje, fue cuando le pidieron a Antonio, el viejo jardinero de barba grisácea, que las llevara hasta la estación del metro. El hombre aceptó y subieron en su camioneta color rojo desgastado.
Elizabeth sentía que su pequeño corazón se le saldría del pecho, agradeció a Martha y a Antonio por salvarle la vida en esa noche que comenzaba a tornarse lluviosa y fría. Mientras ella lloraba en silencio por estar con su padre, su madre estaba siendo penetrada por tres hombres en la comodidad de su habitación con su inseparable polvo de hadas.
❀ ❀ ❀
La mañana estaba soleada, los charcos de la lluvia nocturna estaban secándose mas sin embargo el clima seguía sintiéndose ligeramente húmedo. Los verdes jardines del MIT eran testigos de cómo los alumnos iban y venían con libros en mano, ojeras en el rostro y cabellos desordenados, y otros que recuperaban sus horas de sueño descansando las bancas. La universidad era un ecosistema. Era una pequeña sociedad que se regía bajo las órdenes de un presidente y otras varias figuras de autoridad que se encargaban de coordinar y asegurarse de que cada una de las áreas estuviera funcionando correctamente. Era el tipo de cosas que pasaban por la cabeza de Thiago mientras tenía las voces de Gorillaz en los oídos y veía el movimiento de las pocas nubes que había en el cielo.
—Buenos días —el rostro sonriente de Lucas lo sacó de sus pensamientos y le hizo sonrojar un poco debido a la situación que había soñado hace poco. Le entregó una bolsa de papel que tenía escrito su nombre con rotulador negro—. Te traje el desayuno.
El azabache se reincorporó, abrió la bolsa para ver qué contenía, el rostro se le iluminó al ver lo deliciosa que lucía la comida; eran trozos de papa con aguacate y albóndigas, junto con uvas y pedazos pequeños del pastel de zanahoria que Lucas cocinaba junto con una pequeña botella de agua.
—Owen me dijo que no habías estado comiendo bien últimamente y que has faltado a los entrenamientos, también dijo que tus notas en clase han bajado... ¿estás bien? —puso su mano sobre la frente del azabache— ¿tienes fiebre, estás enfermo?
Thiago quitó la mano del castaño con cuidado, sintiendo por un segundo las diferentes texturas que tenía. Estaba cabizbajo y tenía la mirada triste, Lucas se sentía preocupado por su amigo.
—¿Por qué eres tan amable conmigo, Lucas? —dijo en voz baja tomando al castaño por sorpresa— ¿Por qué te portas tan bien con alguien con desastroso como yo?
—Thiago...
—¿Por qué? —le miró con ojos llorosos.
—Porque eres una persona que me importa, Thiago, una de las personas que más quiero en este mundo... lo hago porque me nace hacerlo, porque me preocupo por ti.
Sentía tantas ganas de abrazarle, de besarle, pero tuvo que reprimir sus impulsos al recordar que Lucas ya tenía a alguien en su vida... y no era él. Sintió cómo se le encogía el corazón, había tantas cosas que quería decirle pero que no tuvo el valor de hacerlo por temor a arruinar su amistad, por temor a nunca más poder ver esa sonrisa que tanto le gustaba e iluminaba sus días.
—Gracias por el desayuno, Lucas —se puso de pie, no quería que viera su rostro lloroso—. Te veré más tarde, ¿sí?
—S-Sí... —Thiago comenzó a caminar, Lucas sabía que ocultaba algo pues su lenguaje corporal lo delataba— ¿Seguro que estás bien?
El azabache asintió antes de seguir su camino por los verdes jardines ahora acariciados por el sol. Lucas se quedó en la banca un par de minutos más hasta que su celular vibró, era un mensaje de Thiago, le había enviado la fotografía de una ardilla escalando un árbol. Era parte de un juego que tenían desde hace tiempo, tomarle fotografías a las ardillas del campus cuando estuvieran en alguna situación graciosa, «Eres tú cuando el profesor comienza a pedir la tarea que no hiciste» decía el pie de foto, Lucas rio por la expresión en la cara del pequeño animal. Estaba por responderle cuando recibió un mensaje de Blake, «¿Quieres ver una película esta noche?», sonrió con las mejillas sonrojadas, pues se habían visto la noche anterior para lo mismo, pero terminaron quedándose dormidos a la mitad. Otro mensaje le llegó, era de Owen, «Heeeey, los chicos del equipo quieren ir a jugar bolos para levantarle el ánimo a Thiago, ¿vienes?»
Tuvo un pequeño debate mental sobre si debiera salir con su pareja o salir para animar a su mejor amigo, la decisión no fue difícil de tomar.
«Lo siento, es noche de chicos. Será para otro día, lo siento... »
Tal vez podría saber qué tenía a Thiago tan triste, después de todo, McCarthy era su persona favorita en el mundo y la que más le importaba.
Conforme fue avanzando el día, Thiago se notaba cada vez más desanimado y cansado, Lucas incluso volvió a plantearse la teoría de una posible enfermedad como responsable del drástico cambio de humor en el azabache. Incluso estaba ignorando los mensajes y llamadas de Teresa, por lo que la preocupación de Lucas y Owen aumentaba.
Quedaron de verse a las seis de la tarde en la entrada del campus; Thiago intentaba mantenerse de buen humor cuando estaba con otras personas, pero sólo aquellos que lo conocían lo suficiente notarían que sus ojos marrones aguantaban lágrimas. El quipo de fútbol vestía las chaquetas del equipo mientras que el castaño llevaba el jersey de la escuela, aquel que resaltaba su bonita figura. Una vez llegaron todos, emprendieron rumbo hacia South Boston Candlepin, su bolerama favorito. En el camino, Owen provocaba pequeños roces entre Lucas y Thiago, pues era obvio que el azabache se había estado distanciando un poco del castaño los últimos días; incluso cuando se subieron al autobús, el moreno empujaba discretamente al castaño hacia Thiago, haciéndoles sonrojar ligeramente. Owen se sentía orgulloso de sus tareas como "cupido en entrenamiento." Cuando llegaron al bolerama, y esta vez sin algún otro tipo de intervención más que lo marcado por la moneda lanzada al aire, Owen se enfrentaría a sus amigos, cada equipo conformado por cinco personas.
—Bien chicos, juntémonos —dijo Jeremy formando un círculo con los demás integrantes—. Ellos tienen un arma secreta, que es Roy, y nosotros tenemos a Thiago, que lo supera en habilidades, así que Thiago, tú vas al mismo tiempo que Roy, ¿estamos de acuerdo? —asintieron y registraron sus nombres después de ver la alineación del otro equipo.
"Equipo Maravilla" era el nombre del equipo de Owen, "Sassy Bears" era el de Thiago y Lucas -que no estuvieron de acuerdo cuando Jeremy escogió el nombre-, primero tiraría Jeremy, después Mark, Jim, Thiago y al final Lucas.
—El equipo perdedor pagará las hamburguesas —dijo Owen desafiante.
—¡Hasta crees que pagaré por tu comida! —exclamó Thiago con mejor humor— Tu estómago es como un barril sin fondo que me niego a alimentar.
Lucas sabía que Thiago detestaba perder, por lo que se alegró de verlo más animado y decidido a no pagar por la comida de Owen, pues la última vez que lo hizo, fue su billetera la que terminó llorando.
Además de que casi nunca lo veía usando su chaqueta deportiva.
Las líneas se abrieron y el juego comenzó.
• ❀ ❀ ❀ •
¡Hola, amiguitos! Muchísimas gracias por leer el capítulo de hoy. Aunque me gustaría decirles que como estoy escribiendo poco más del triple al que estaba acostumbrada, no se me pongan nerviosos si ven que demoro en actualizar la historia, ¿sí? Me está llevando mucho más tiempo pero no quiero dejar de hacerlo porque es parte de un reto personal. So, relájense y escuchen la canción de Lucky Strike que les dejé en multimedia.
💖
Also, me da mucho gusto ver que el grupo de Facebook está creciendo poco a poquito y ver que ya están participando más en las cositas que compartimos por allá; así que lo invito a unirse si aún no lo han hecho.
🥰
La verdad es que no pensé en qué contarles esta vez, así que nos ahorraremos esa parte y nos iremos directamente a los agradecimientos por tanto amor y apoyo que ha recibido la historia, que en ratos va lenta y en ratos no, tengan paciencia y disfruten del drama.
🌚 🌝
¡Nos leemos en la siguiente actualización!
✌︎('ω'✌︎ )
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top