Capítulo VI

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Era una mañana fría. De haber despertado a las cuatro de la mañana podría haber visto la niebla cubrir los autos del vecindario, ahora sólo quedaba una capa de agua sobre la carrocería y rocío acumulándose en las ventanas; era doloroso ver el cielo, no tenía color, parecía un lienzo en blanco. Esperaba que aquel día fuera soleado, tal vez no del todo cálido, sólo quería sentir un poco del sol sobre su piel. El único color que había en la piel de James estaba en sus mejillas y debajo de sus ojos, una combinación de rojo y negro acompañados por un montón de maldiciones hacia el despertador; sus piernas lo impulsaban lo más rápido que podían y gotas de sudor se deslizaban por ese bonito color en sus mejillas. No estaría en esta situación si tan solo el despertador hubiera hecho su trabajo (su único trabajo).

«¡No puede ser, no voy a llegar a tiempo! —pensó mientras corría por los pasillos del edificio, sus pisadas resonaban por cada rincón— Maldición, maldición, mierda, ¡no voy a lograrlo!» Una de las cosas que más le molestaba a James Auclair eran las etiquetas. Parecen estúpidas (y algunas lo son), pero por algún motivo parecen funcionar en su respectivo ambiente, como la escuela; desde que tiene memoria sabe que su etiqueta es la de «chico superdotado» sólo por ser un poco más inteligente que el resto de las personas de su clase. Las personas creen que aquellos con una inteligencia que rebasa la del ciudadano promedio no tienen problemas para hacer las cosas. Cuánto quería pegarles en el rostro. Bastaba con ver los círculos negros que rodeaban sus ojos verdes para darse cuenta de que ni siquiera las personas superdotadas están exentas del trabajo duro. Aunque James agradecía haber recibido esa etiqueta y no la de «marica».

—¿Profesor Pines? —llamó al entrar en la sala de profesores. Un hombre de mediana edad, con gafas de pasta negra y el rostro lleno de arrugas, se estaba sirviendo un poco de café. Tenía un traje apolillado de color marrón y una corbata que estuvo de moda en los noventa.

—Ah, Auclair. Buenos días —dijo con una voz monótona.

—Buenos días, profesor. Vine a entregarle mi proyecto.

—Ah, claro. Déjalo sobre mi escritorio.

James dejó los planos y el sobre amarillo sobre el escritorio del profesor. Se despidió de él con una sonrisa y le deseó unas felices vacaciones. El hombre le respondió de forma educada y James hasta creyó ver una sonrisa.

Al salir del edificio sintió como si un gran peso fuera removido de su espalda. Era libre, ¡por fin era libre! No más trabajos ni tareas, tampoco tendría que soportar a sus compañeros los lunes por la mañana, ¡estaba tan feliz que podría cantar a todo pulmón! Su cuerpo comenzó a resentir todas esas noches en las que no pudo dormir, dolía y se sentía lento. Así recibía a las vacaciones, con el cuerpo adolorido, cansado y caminando sin rumbo por la escuela.

Llegó a un amplio jardín que se encontraba detrás de la facultad de psicología. No pasó mucho tiempo para que terminara acostado debajo de un árbol; algunas hojas estaban teñidas de colores marrones y anaranjados. «Ya va a ser otoño...» Sus ojos comenzaban a cerrarse, parches de luz iluminaron la piel de su rostro. Aquel lienzo se pintó de azul y las nubes viajaban con el viento, fundiéndose con el infinito azul que cubría su cabeza. El sol. Por fin podía sentir el sol sobre su piel.

«¿Qué estoy haciendo...?» James tenía problemas, el chico superdotado tenía problemas. Siempre se sometía a altos niveles de estrés; tenía que encontrar tiempo para la escuela, el trabajo y sus actividades como ayudante de Danielle. Sabía que no tenía muchos amigos, pero tampoco es como si realmente tuviera tiempo suficiente de salir a divertirse. Y también estaba él.

No ha sabido nada de Blake desde aquel día lluvioso pero no porque desapareció de sus vidas de la noche a la mañana como hace ocho años, sino porque James aún no quería verlo. Sus amigos han salido con él, y se ven felices en las fotografías que comparten en redes sociales. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? ¿Acaso él mismo se estaba complicando las cosas?

Antes de que el chico de ojos azules volviera su vida era tranquila, finalmente había encontrado la tranquilidad que tanto necesitaba. Pero ese chico...

«¿No te alegra aunque sea un poco que haya regresado? —se quedó viendo las hojas del árbol. Pronto se caerán, después llegará el invierno—. No puedes seguir engañándote a ti mismo, James.»

—¡Qué tengas unas lindas vacaciones, Blake! —dijo uno de sus compañeros de clase mientras se alejaba por el estacionamiento de la escuela.

—¡Adiós, Charles! —dijo con una sonrisa. Ingresó a su auto soltando un gran suspiro.

«Falta poco, sólo un año más para terminar con esto. Resiste.»

Encendió el motor del vehículo y salió de la universidad. Condujo hasta una cafetería en el centro, compró un café con sabor a calabaza y canela, se quedó allí por unos minutos. Sólo quería relajarse, estaba tan cansado que podría dormir por dos días seguidos. Era casi la una de la tarde, los restaurantes y cafeterías no tardarían en llenarse.

Una profunda sensación de tranquilidad llenó su corazón; las amistades que nacieron en la ciudad de Londres hacía ocho años sobrevivieron al paso del tiempo. Le hacía feliz salir con sus amigos, aunque realmente extrañaba ver a James. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al recordarlo usando su ropa, se veía realmente adorable aquel día. «¿Cuándo te volveré a ver?»

Un mensaje llegó a su celular. Era de Louie.

Louie
¡Encontré el trabajo de tus sueños! Por desgracia no es en un cabaret.

¿No será ese el trabajo de tus sueños? ¿Qué encontraste?

Louie
La tienda departamental en la que trabajo está buscando a alguien que se haga cargo de llevar el inventario del almacén. Le hablé al jefe de ti y quiere ponerte a prueba.

Te lo agradezco mucho, ¿Cuándo voy a verlo?

Louie
Mañana mismo, a las 12:30. Iré contigo porque soy un gran amigo.

Blake había estado buscando un trabajo de medio tiempo. El motivo principal era que no quería estar en casa durante las vacaciones; sus padres siempre estaban en algún viaje de negocios y su abuela prácticamente vivía en el jardín. Blake se sentía solo en aquella casa, pero tampoco tenía otro lugar al cual ir.

Terminó su café. Subió al auto y durante todo el camino escuchó la programación de la radio pública. No tenía ánimos de ir a casa, pero su cuerpo le pedía a gritos que durmiera un par de horas y prefería hacerlo en una cama que en los asientos de su auto. Saludó amablemente a las empleadas domésticas que lo recibieron y preguntó —principalmente por costumbre que por interés— si sus padres estaban en casa. «No se encuentran, señor Orsen. Se fueron temprano por la mañana a Liverpool», respondió la mujer.

«¿Para qué molestarse?», pensó. Subió las escaleras y terminó tirándose sobre la cama. No se tomó la molestia de cambiarse la ropa, sólo quería dormir. Y así lo hizo por cinco minutos. Su celular lo despertó, había recibido un mensaje de Cady: «James quiere que salgamos todos juntos, ¡es tu oportunidad!» Su expresión cansada cambió a una de sorpresa; James lo había estado evadiendo las últimas semanas, siempre rechazaba las invitaciones que le hacían para salir los fines de semana. Pero pensar en que finalmente tendría la oportunidad de volver a verlo lo hizo feliz, él quería ver a James. Quería hablar con él.

—Te odio tanto.

Dijo James a Cady, con una mirada fría y afilada.

—Después me lo agradecerás. ¡Vamos, Jay! Terminamos el semestre y no quiero que vayas a encerrarte en tu habitación a dormir por una semana, no es saludable.

—Cat, no quiero ser grosero, pero realmente no tengo ánimos de salir. Y no me importa si es saludable o no, ¡necesito dormir!

Cady no prestaba atención a sus reclamos. Se estiró para alcanzar las barras paralelas del gimnasio e impulsándose con sus piernas pudo dar una vuelta completa; James la veía desde las gradas, tenía una mirada somnolienta y realmente quería ir a casa a descansar, no esperaba encontrarse con Cady en los jardines de la escuela.

—Sólo iremos a los bolos, James, te encanta ese lugar. Además, esta vez me aseguraré de que no escapes.

James se rindió. Conocía a Cady y sabía que ella lograba lo que se propusiera, desde hacer realidad los diseños que vivían en su cabeza hasta lograr que James se quedara en un lugar donde no quería estar. Cady acarició su cabellera castaña y le sonrió.

—Quiero dormir, Cat —dijo con voz suave.

Cady tomó sus manos para que se pusiera de pie y caminaron hasta el estacionamiento.

—¿Te parece bien a las seis de la tarde? Quiero verte despierto y más lindo que de costumbre —Cady tomó las mejillas de James—. Lindo, lindo, lindo. Qué niño más lindo.

James se echó a reír y dejó que Cady lo llevara a casa.

Fue recibido por Yuki. Sus padres seguían en el trabajo. Calentó un poco de las sobras de comida que quedaban en el refrigerador y fue a su habitación. Se quitó los zapatos y su cuerpo cayó sobre el pequeño sillón blanco (Yuki ya se había apropiado de la cama), encendió el televisor y pasó algunos minutos buscando entre los canales algo interesante hasta que dio con la película de Los Cazafantasmas. Lo último que recuerda es que terminó de comer y el comercial de televisión que aparece en la película. «Who you gonna call?»

El tiempo pasó volando, se despertó alrededor de las cinco de la tarde. La película había terminado y ahora transmitían una protagonizada por Tom Hanks. James apagó el televisor, llevó el plato a la cocina y fue a darse un baño caliente. Lavó su cuerpo con cuidado, tomándose el tiempo de masajear cada uno de sus músculos; la semana pasada había comprado un champú con aroma a durazno que rápidamente se volvió su favorito. Desde que lo comenzó a usar su cabello se volvió más brillante y suave, además le encantaba cómo olía. Tomó una playera del armario y un suéter a cuadros que siempre usaba durante las noches frías; arregló su cabello y ató los cordones de sus zapatos, tomó su celular y escribió un mensaje a sus padres diciéndoles a qué hora regresaría a casa. Yuki se quedó dormido y James salió de casa.

Todo el vecindario estaba en silencio, sólo se veían luces y sombras a través de las cortinas. Se podía respirar una sensación de tranquilidad; una luz dorada cubrió la ciudad de Londres, pronto se verían las primeras estrellas. Y James cayó en cuenta de que esa noche, después de varias semanas, se encontraría con Blake.

Su corazón no era el único que latía rápidamente. Blake había llegado quince minutos antes que los demás. No sabía qué hacer, no quería pensar demasiado las cosas o de lo contrario comenzaría a sentirse nervioso; cerca de allí había una calle repleta de tiendas, había algunos restaurantes y tiendas de regalos. Blake comenzó a caminar, esperando a que diera la hora de encontrarse con sus amigos. Llamó su atención el aparador de una tienda de artesanías, en específico la pequeña figura de un oso panda vistiendo un kimono. El cumpleaños de James era en noviembre, tal vez sería buena idea comprarle algo.

«Otra vez estoy pensando en él, ¿por qué es tan difícil acercarme? ¿O tal vez él no quiere que me acerque? ¡No, no, no! Louie y Cady dijeron que James quiere verme pero es muy tímido. Se ve tan lindo cuando está avergonzado. Realmente no ha cambiado nada». «¿Estás seguro de eso? ¿Qué tal si el único que se está haciendo falsas esperanzas eres tú? ¿No has pensado en que tal vez James te está evitando porque no quiere nada contigo? ¡Despierta! Probablemente ni siquiera sienta lo mismo.»

No debería pensar eso. Estaba sacando sus propias conclusiones. Esta noche estaba decidido a hablar con él, al menos quería hacer el intento de recuperar su amistad.

—¡CHUZA! —gritó alegremente Louie mientras chocaba los cinco con James.

Habían optado por hacer un pequeño torneo por equipos, eran Louie y James contra Blake y Cady.

—Vamos, Cat. Nuestro equipo y dinero depende de este tiro, pero principalmente mi dinero —dijo Blake, animando a Cady.

Cady tomó la pesada bola, se alineó en el carril. Respiró. Los chicos creían que estaba a punto de hacer el típico tiro de Pedro Picapiedra. En pocos segundos todos los pinos estaban caídos.

—¡SÍ! ¡TOMEN ESO! —exclamó Cady con una gran sonrisa. Se acercó a Blake y ambos chocaron los puños.

—Bien, estamos empatados. El tiro de la victoria está en tus manos James, tú puedes hacerlo. —Louie dio un par de palmaditas en su espalda.

—Blake, si no aciertas este tiro, tal vez despiertes en un avión lleno de zarigüeyas y con muchas preguntas de las que no querrás saber la respuesta. —Cady tenía una mirada amenazante. Blake sintió un poco de presión, a ella no le gustaba perder.

James fue el primero en tirar. Blake sólo admiraba la bella forma en la que tiraba y lograba una chuza perfecta. Ahora era su turno. No quería hacer enojar a su amiga. Repitió la misma acción que el castaño, la única diferencia fue en el número de pinos que no cayeron después de sus dos tiros. No tuvo a la suerte de su lado.

—¡Abrázame hermano! —Louie abrazó a James, levantándolo un par de centímetros sobre el suelo.

—Lo siento, Cat —dijo Blake avergonzado. Cady le regaló una cálida sonrisa.

—Oye, tranquilo, sólo es un juego. Además, no sería capaz de ponerte en un avión arriesgando tu vida... Por ahora no puedo costearlo —sonrió la pelirroja—. Ahora, tu billetera. Es momento de pagar con comida.

Blake entregó su billetera. Cady intercambió una mirada cómplice con Louie.

—¿Quieres que te acompañe, Cat? —dijo James.

—No te preocupes, cariño. Louie vendrá conmigo. —James sospechó al ver la sonrisa de Cady.

Louie se puso de pie y ambos se fueron a comprar la comida, y aunque el chico de la cafetería ya se había fijado en James y probablemente les haría un descuento por la comida, Cady no quería arriesgarse y siguió con su plan: Dejarlos a solas, aun si eso implicaba que pasaran por un silencio incómodo.

—Entonces... —James fue el primero en romper la tensión— ¿Qué tal el final de semestre?

—Agitado, cansado, horrible como siempre, pero al menos todo salió bien —«Sigue hablando, esto es lo querías»— ¿Qué tal el tuyo?

—No he dormido desde hace tres días. Y si te soy honesto, no tenía muchos ánimos de venir esta noche —James desvió la mirada, intentaba ocultar el color que nacía en sus mejillas.

—Pero Cady dijo que fue tu idea.

—En realidad ella planeó todo esto —James levantó la mirada, verde y azul se encontraron por unos segundos que se sintieron eternos—. Creo que no estuvo tan mal después de todo.

James sonrió, y Blake sintió que comenzaba a enamorarse del sonido de su voz y de sus hermosas mejillas sonrojadas.

Cady y Louie veían todo desde lejos, era como ver una película romántica, y no dejaban de comerse los nachos que habían comprado.

—Cady, necesitamos comprar más nachos. Ya me los comí todos —dijo Louie. Después de unos minutos regresaron con bastante comida y Blake casi sufre un paro cardíaco al ver que casi todo su efectivo había desaparecido. El resto de la tarde fue bastante agradable. Pero lo que definitivamente le gustó más a Blake fue escuchar la risa de James después de tantos años; nunca creyó que vería de nuevo aquellos hoyuelos en sus mejillas.

—Entonces le dije: "Es una anémona, anónima" —dijo Louie entre risas. Sin duda algunos de sus chistes eran malos (por no decir que la mayoría de ellos lo eran), pero su risa lo compensaba—. Chicos, no sé ustedes, pero yo iré por una cerveza. ¿Alguien quiere? Yo invito.

Todos respondieron con un «¡SÍ!», por lo que James acompañó a Louie. Cady le dirigió una mirada pícara al chico de ojos azules, quién ya tenía una idea de qué es lo que le preguntaría.

—Blake, voy a hacerte una pregunta y quiero que seas completamente honesto conmigo —dijo ella. Blake asintió—. ¿Te gusta alguien?

Las mejillas de Blake se tornaron de un intenso color rojo.

—N-no, no hay nadie —respondió nervioso.

—Prometiste que serías honesto conmigo, Blake. Y sé que me estás mintiendo, tienes un brillo en los ojos y estás sonrojado... Y creo tener la ligera sospecha de saber quién te gusta.

—¿Ah, sí? ¿Quién me gusta?

—James.

—¿Qué dices? No, no, no... él y yo sólo somos... Ugh, ¿es tan obvio?

—¿Cuánto tiempo crees que podrías seguir ocultándolo?

—¿Vas a decírselo? —preguntó con timidez. Cady negó.

—Eso es algo que te corresponde hacer. Y si te soy sincera cada que hablamos de ti James se sonroja. Además, creo que esto puede ser bueno para él después de todo lo que le pasó —dijo con voz suave—. Sé que ustedes dos pueden ser felices juntos. No me preguntes por qué, sólo lo sé.

Desde que Blake regresó, además de todas las emociones que surgieron dentro de él, comenzó a sentir curiosidad por saber qué fue lo que pasó con James. Todos hablaban de ello y de cómo la mirada de James estaba llena de tristeza aun cuando tenía una sonrisa en el rostro. James había construido muros a su alrededor como una manera de protegerse de todo lo que alguna vez lo lastimó, y definitivamente no quería pasar lo mismo; sólo había cinco personas que sabían lo que pasó después de su doceavo cumpleaños. Y Blake, en un intento por acercarse a James, estaba decidido a saberlo. Lo protegería, se aseguraría de que nada ni nadie volviera a lastimar al chico de ojos verdes.

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JUN.05.2024

hello, sunshines!
🤍

okay, ¿pero alguien quiere pensar en el pobre chico de la cafetería al que le gustó James? hay que darle su romance adolescente.

gracias infinitas por todo el amor y todo el apoyo. 🤍

¡nos leemos pronto!

xx.

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