Capítulo 2
-Hola disculpa que te interrumpa ¿te puedo invitar una cerveza?.
-Mmh... Este... Soy lesbiana -respondió la tercera chica a la que Ricardo le había hecho la misma pregunta a lo largo de la fiesta. No podía negar que le jodía un poco que no le dieran un no directo, tenía muy claro que jamás le insistiría a una mujer para hacer algo que no desea, sin embargo, comenzaba a pensar que tal vez su imagen exterior no comunicaba lo mismo. Se iba a dar por vencido pero cuando vio a la mujer de vestido negro de la barra algo dentro de él le gritaba que caminara hacia ella y le invitara una cerveza.
«¿Qué pierdo con intentarlo?»se animó a sí mismo. Sabía que no era el más guapo de la fiesta y tampoco le afectaba no serlo. La seguridad en sí mismo y su sentido del humor eran los pilares que sostenían la personalidad de Ricardo.
Esa mujer le llamó la atención. Y a cada paso que daba, acercándose más a ella podía observar su color de piel: era morena, como una bellota y hermosa como una bellota.
-Hola disculpa que te interrumpa ¿te puedo invitar una cerveza? -cuestionó relajado. Ella lo miró con sus ojos color café oscuro -casi negros- tan penetrantes, Ricardo sintió un pequeño cosquilleo en su abdomen que le robó una sonrisa. Si era honesto buscaba a alguien para tener sexo, pero al ver aquel conjunto de facciones, en menos de dos segundos decidió que no sólo quería coger con ella, quería conocerla.
-Hola -cerró su libreta y bebió rápido el traguito que le quedaba en su copa. -Claro -. La alejó de ella.
-¿Cómo te llamas? -sonrió.
y sin darse cuenta él ya había grabado perennemente su sonrisa en la memoria de Raquel.
-Raquel ¿Tú? -. A kilómetros se notaba que Ricardo no era una persona común y eso sólo le provocaba más curiosidad.
-Ricardo -respondió. -Eh... ¿Te encargo dos cervezas? -. Le dijo al bartender.
-Tenemos Corona,... Indio,...
-Corona -dijo Raquel interrumpiéndolo.
-Dos Coronas por favor.
Ella giró un poco su cabeza para ver si seguía ahí uno de los tres mosqueteros. Y en efecto, ahí estaba, sentado esperando a que Raquel terminara de hablar con Ricardo, ella lo sabía así que, aunque Ricardo fuera el cabrón más aburrido del mundo no se le iba a despegar ni un momento.
-¿A qué te dedicas Ricardo? -. Ella recargó su codo izquierdo sobre la barra y puso su mano en su cachete, arqueando su espalda formando una curva muy sexy a gusto y ojos de quien estaba sentado al lado.
--Soy comediante... De Stand Up -dijo levantando sus cejas, Raquel empezaba a notar ese gesto repetitivo.
Se enderezó, frunció el ceño y preguntó: -¿Exactamente qué es eso? -. Sonrió con sus pómulos.
-El Stand Up Comedy es... —comenzó en automático, se había perdido en algún lugar entre sus ojos y sus labios. —es una anécdota, entonces puedo yo basar una anécdota y puedo crear una falacia y mediante esa falacia puedo crear un chiste. Si la gente entiende que es broma estamos del otro lado -mientras explicaba aquello O'Farrill hacía ademanes.
-¿Y cuando no lo entiende...
-Te cancelan -Ricardo rio de una manera tan plena, tan sin pena, tan él que para Raquel fue como si descubriera un universo justo al lado del sistema solar que era su cabeza, un lugar donde había vivido tanto tiempo que daba por hecho que su forma de vivir era la única que existía. Él era un universo. —Es broma, pues cuando no lo entienden no se ríen y que no se rían en un show es horrible... ¿Y tú a qué te dedicas? ¿Qué haces? Cuéntame —preguntó luego de hacer una pausa para ambos beber de la cerveza que les acababan de entregar.
-Soy escritora -Ricardo levantó sus cejas apenas oyó aquello.
-Wow -giró sus pies hacia ella y cruzó las piernas -¿Qué genero escribes?
-Mmh -ella se rascó su mejilla llevándose un poco de su base en sus dedos. -Pues mira, tengo dos libros publicados ambos de terror, uno se llama El Terror y el otro La Mujer de Negro pero estoy pensando en escribir otros géneros, quiero decir me encanta el terror es... Mi vida, pero... No sé es algo que me ha llegado a la mente estos últimos días pero en realidad no estoy tan segura -tomó de su bebida.
-Si te sirve de algo creo que no pierdes nada intentándolo... -imitó la acción de Raquel -Supongo que lees mucho -.
-No tanto como quisiera, un colega, Benito Taibo en sus pláticas dice algo que me encanta: "Si un buen lector lee un libro por semana durante sesenta años podría leer tres mil doscientos libros... Y no es nada".
-¿¡Qué!? ¿No es nada? -dijo riéndose por que no concebía que pensara que tres mil doscientos libros era poco, pero aún así inclinó su cabeza para escuchar más de lo que sea que Raquel tuviera que decir. -No leería ni la cuarta parte de eso en mi vida -hizo un ademán con su mano -pero en mi vida -repitió.
Ella rio, se veía hermosa haciendolo.
-Oye no te burles -empujó el hombro de Ricardo suavemente -De verdad me preocupa que un día se me acabe el tiempo y me quede con las ganas de leer algo y ya no poder hacerlo.
-Una pregunta -puso sus dedos entrelazados en la barra y bajito preguntó -¿Cuántos libros tienes? -arrugó su entrecejo.
Apretó sus labios y miró hacia arriba instintivamente.
-Muchos -se rio ella misma de su tan ambigua respuesta -La verdad no sé exactamente, nunca los he contado.
-¿Más de cien?.
-¿Hum? Perdón no te escuché.
-¿Más de cien? -repitió articulando mejor.
-Creo que tengo entre cuatrocientos y... seiscientos -abrió (más) sus ojos en señal de que no sabía.
Ricardo imitó su gesto pero impregnado de sorpresa.
-¿Todos los compraste tú?.
-No -respondió rápido y con firmeza -No, algunos me los regalan mis lectores o amigos que van a otros países y me traen libros que no venden aquí por ejemplo.
-Siento que tú eres como esas tías que cuando les dices que te vas de vacaciones a un lugar te dicen "ay mijo me puedes traer de esos dulcecitos que me fascinan" -bromeó con un tono de tía -pero tú con libros -.
Raquel se carcajeó y se sorprendió con aquello, no muchas cosas o personas la hacían carcajearse.
-Si, totalmente soy esa tía -rascó su cuello aún riendo.
Ricardo también rio.
Ella cesó la conversación observando cada milímetro cuadrado de su cara, como si una fuerza dentro de Raquel la obligara a verlo y no apartar su mirada.
-¿Qué pasó? -preguntó amable aunque desconcertado.
-Nada, es que te ríes muy bonito.
Y sin darse cuenta Ricardo volvió a deleitar las pupilas de Raquel.
-Ay... -él llevó su mano a su pecho -gracias. Tú también tienes una sonrisa hermosa -devolvió el alago con seguridad, moviendo dentro de Raquel una sensación que estaba segura que no había sentido (o al menos, no en tan poco tiempo de haber conocido a alguien).
-Bueno... Creo que los dos coincidimos en tener de trabajo donde más gente de la que debería nos ha dicho que nos vamos a morir de hambre. Creo que es lindo no ser la única -Raquel levantó su botella de la barra para chócala con la de Ricardo. Le dio un buen trago.
-Pues, nunca me han dicho textualmente que me voy a morir de hambre -replicó. -pero te mentiría si te dijera que a todos los comediantes les va bien... -dijo lo último con burla empapada en sus palabras.
Raquel sentía que debía de agregar algo a la plática debido a las pausas tan extensas que Ricardo hacía y que la orillaban a decir algo, lo que sea y en el justo momento que abrió la boca un sonoro eructo se le escapó sin oportunidad de apartar su cara de la cara de Ricardo. Se llevó una mano a su boca y abrió sus ojos.
-Perdón -reía de nerviosismo. Para Ricardo esa escena fue hilarante. -No mames que pena, perdón. -se disculpó. Él negaba aún riendo.
-No pasa nada -aclaró su garganta -Estamos creciendo como comunidad y es increíble que Netflix por ejemplo nos tome en cuenta para grabar especiales -dijo retomando el tema.
-Oh ¿Tu tienes especiales? -tomó el cuello de la botella dirigiéndola a sus labios.
-Tengo dos en Netflix y uno en YouTube -sonrió orgulloso.
-Wow tienes dos -soltó incrédula Raquel, sacó su celular y se metió a Netflix.
-¿Qué estas haciendo? -preguntó riendo. Sabía exactamente lo que Raquel hacía.
-Buscando tus dos especiales de Netflix.
Ricardo se inclinó adelante soltando una carcajada.
-¡¿Por qué no me crees?! -hizo un ademán con sus palmas abiertas como agarrando dos toronjas grandes (o dos sandías muy pequeñas).
-¡Te creo! -le llevó la contraria a su manera -Por eso lo estoy buscando -le regaló una sonrisa.
Al poner "Ricardo" en el buscador de Netflix sus especiales fueros las primeras opciones. Pero el gesto de Raquel era de confusión.
-¿O'Fa...? ¿O'Farr...? -Raquel miró a Ricardo como quien pregunta lo típico que se le cuestiona a una persona que tiene un pellido raro.
-O'Farrill.
-¿Es tu apellido?.
-Sí -sonrió queriéndose reír por la idea de que pensara que no lo fuera, pero la reprimió razonando que podría ser un apodo o algo por el estilo, lo cual sería muy poco posible para él, ya que ese conjunto de letras no se le hubiera ocurrido nunca.
-Y ¿Cómo ha sido tu vida con ese apellido tan difícil de escribir y por lo visto pronunciar?.
-Pues mira -dijo con un tono más rasposo y relajado -ya me acostumbré a que siempre lo escriben mal y que siempre lo digan mal. Tú te apellidas... -sonrió.
-Lomelí.
-Ah -dijo levantando sus cejas varias veces. Movió en círculos su cerveza.
-¿Qué? -sonrió a la expectación de su respuesta.
-Oh nada, me ofrendo por tu apellido perfectamente fácil de pronunciar. -rió levemente -¿Quieres otra? -le preguntó al ver que estaba a un trago de acabársela.
-Si por favor -movió la botella y se la empinó. -Por mera curiosidad... -no se sentía cómoda haciendo ese comentario que desencadenaría "esa" pregunta que a ella tanto le hacían y que ya la contestaba robóticamente. Pero esa vez en verdad esperaba una respuesta sincera de parte de Ricardo o mínimo algo que la sacara de su bloqueo. -¿De dónde sacas inspiración para tener algo que decir en un escenario? -dejó su cerveza en la barra.
-Mhh pues viene de obviamente de mis colegas de los standuperos que conoces y las comedias que consumes, pero al final el chiste viene de las cosas que me enojan en la vida o que observo y se me hacen chistosas, todo lo que sea una lentitud en el progreso social, -comenzó a sonreír levemente mientras respondía -o todo lo que sea una acción pendeja o algo digno de mencionarse para aplaudir es algo que arrastras a tu show hay una... -frotó una mano en su pantalón y con la otra hizo un ademán de un círculo -ecuación que es tragedia-superación-comedia, cada quien vive su tragedia y superación de cierta manera ante cualquier evento llámese una llanta ponchada o la pérdida de un ser querido. Si tú eso lo sabes transformar en comedia con un argumento protegido tienes un chiste del cual la gente se va a reír y en algún momento va a aplaudir. Dave Chapelle, un comediante que admiro, es la prueba. -sonrió mirándole a lo ojos -¿Y tú? ¿De dónde sacas inspiración para tener algo que escribir en un libro?.
-Los dos libros los he escrito en Wyoming cuando es invierno, me inspira ver la nieve porque me da una sensación... -hizo una pausa buscando la palabra correcta -muy sombría. Cuando estoy en ese proceso de ver qué carajo voy a escribir pienso en lo que a mí me da miedo. A mí me daría terror quedarme en una casa abandonada donde escucho ruidos y siento una presencia de algo que no conozco como es el caso de La Mujer de Negro pero y también me daría terror ser parte de esa tripulación donde su vida ahora es sobrevivir de la forma más animal posible. Escribir terror ha sido lo mejor que me ha pasado por que me ha permitido desnudar mis miedos y conectar con mis lectores desde ahí, desde algo tan vulnerable; es muy raro tomar como elogio que un lector me diga que le di pesadillas o que no ha dormido bien por mis libros.
-¿En serio te han dicho eso? -dijo Ricardo casi en un susurro inclinándose a Raquel.
-Bueno, más con La Dama de Negro que con El Terror pero si -sonrió gradualmente al tiempo que asentía con su cabeza.
-Entonces creo que tendré que leerlo. -le dió un sorbo a su cerveza.
Si y... -guardó silencio para escuchar mejor la canción que sonaba de fondo. Y ya son las dos de la mañana y todavía sigo aquí escribiendo una carta para ti. -Me encanta esa canción -comenzó a mover su torso al ritmo de la música. Solo pensando en todo lo que sucedió y en los errores cometidos en este amor. -¿Quieres bailar conmigo? -le extendió la palma de su mano y Ricardo postró delicadamente la suya sobre la de Raquel.
-No sé bailar -dijo entre risas. Raquel ya se había parado de la silla dispuesta a ir con o sin él.
Se acercó a su oreja y le dijo suavemente -No te pregunté eso. - Ricardo sonrió porque supo que a pesar de poder ir a bailar ella sola eligió a Ricardo.
Se paró de su asiento. Raquel lo guiaba, sin dejar de sujetar su mano llevándolo a -lo que ninguno sabía que era- el centro de la pista.
Raquel soltó su mano izquierda y la puso en el trícep de Ricardo para dirigirlo y éste a su vez puso su mano en la cintura de la mujer con la que ahora estaba a punto de bailar.
Ella empezó a mover su cintura de un lado a otro, empujó el brazo de Ricardo para atrás y con la otra mano lo jaló hacia ella para que giraran tratando de que ambos fueran al mismo compás y Raquel con un tono de voz más alto que cualquier persona discreta usaría, cantó: Y no sé por qué esta novela terminó así.
Raquel tomó la mano derecha de Ricardo con la suya y se dio una, dos y tres vueltas a sí misma.
-Bailas excelente -dijo Raquel con un sarcasmo que hizo reír a Ricardo.
Ella puso sus manos abajo de las muñecas de Ricardo, y fue elevandolas como si dibujara un circulo en sus manos en un movimiento lento, cuando sus dedos se juntaron Raquel hizo un recorrido hacia abajo rozando y pasando por sus antebrazos, luego por los costados de su torso y por fin a la cintura de Ricardo, a la que trataba de mover más.
Él soltó una carcajada, nunca nadie le había bailado así como ella lo estaba haciendo.
¿Quieres salir conmigo mañana? -soltó Ricardo sin dudarlo.
-Por supuesto -respondió con una sonrisa. Cuando terminó la canción ambos salieron rumbo al estacionamiento.
Intercambiaron números e incluso él se ofreció a llevarla a su casa, pero se negó.
-Entonces nos vemos mañana -dijo él luego de haber escuchado el pitido del coche de ella.
-Nos vemos mañana -Raquel abrió la puerta, se metió y Ricardo se acercó para cerrarla.
...
Se estacionó, bajó con su bolsa en mano y mientras caminaba a la entrada de su departamento buscaba su celular para ver la hora.
3:32 a.m.
Hacía mucho que no llegaba tan tarde.
Vió a Gúzmin a lo lejos desde que caminaba por las paredes de arbustos. Gúzmin era el portero. Estaba parado con su semblante frío y su gorro color azul marino al igual que su traje. Él era un hombre mayor, se lo decían las canas de su corte bien cuidado.
-¿Encontró la inspiración que buscaba señorita Lomelí? -dijo serio esbozando una pequeña sonrisa que sólo ella sabía que lo era.
-En realidad no.
-Ya llegará señorita Lomelí. Siempre llega.
Pues hasta aquí el capítulo mi apreciable lectore. Muchas gracias por estar aquí. Déjame saber tu opinión sobre este capítulo en los comentarios.
Y mientras actualizo puedes pasarte por mi otro fanfic o seguirme en mis redes sociales que son Instagram, Twitter (aunque la verdad uso más Instagram que Twitter) y obviamente Wattpad en todas me encuentras como ladelfanfic
Gracias por leerme. Ten un feliz fin de semana.
Xoxo.
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