Una Vez En Diciembre
Desde el incidente con Jacky, las cosas en el Bachillerato de Star Town Plantel Superciudad habían cambiado drásticamente, vayamos por partes: primero, al haberse vuelto abiertamente homosexual, León alentó a muchos otros alumnos a salir del closet también, siendo ahora la escuela una comunidad tan mixta en gustos y orientaciones que enriqueció la vida social que se podía tener, además que el castaño tuvo que lidiar de pronto con demasiadas declaraciones de amor por parte de muchas chicas con un corazón roto. Ellas no pedían nada más que él lo supiera, al menos para poder superar ese platónico amor; segundo, una vez sucedió la confrontación, Jacky fue tan descarada como para asistir dos días más a la escuela, pero la cantidad de odio y rechazo que recibió fue tan abrumadora que un día dejó de verse por allí por un largo tiempo. Un día, durante la clase de Biología, se descubrió la verdad detrás de todo eso.
- El equipo 3, pase a exponer - ordenó el profesor Gale con su voz tan cansada y relajada.
- Maestro, Jacky no ha venido estos días y quedó fuera de la exposición - habló con algo de vergüenza Megara, una linda chica con un cabello tan rizado que parecía tener un casco de puro pelo.
- Oh, ¿no era baja ya? - aquella fue la primera vez que el salón 103 escuchaban aquello, por lo que la sorpresa de todos era de esperarse, más del propio León, quien hubiera esperado que la azabache continuara en su contra hasta la muerte - Sí, Jackasy Drill está de baja -
Y tercero: la amistad entre León y Sandman se había soldado de una forma tan natural que ahora sí que eran amigos cercanos. Después de que el de ojos rosas lo defendiera, estuvieron platicando un rato en su banca al lado de las canchas de basquetbol, esperando a que los demás volvieran de la cafetería.
- ¿De verdad estás bien? - tal vez Mamluk no era la persona más cariñosa del mundo, pero por lo menos era amable y realmente le interesaba saber sobre el bienestar después de que algo tan personal haya sido revelado.
- Pues no he recibido rechazo, así que solo puedo sentirme bien - Sandman había notado que León se basaba en su bienestar de acuerdo a cómo lo trataran los demás, por lo que le propinó un buen golpe en su brazo, haciendo que el menor se doblara de dolor, pues su puño había dado justo en una mordida que se había hecho.
- Vamos, no te pegué tan fuerte - detrás de aquellas palabras reinaba un terror abismal, pues no sabía medir su fuerza y temía haberlo dejado malherido. León tenía un cuerpo tan delgado y esbelto que pareciera que al menor golpe se podría romper. Y bueno, no era que el fuera la persona más fornida del universo, o tan siquiera del salón, pues ambos cuerpos eran casi los mismos sólo diferenciándolos la cantidad de masa muscular, teniendo Sandy unos brazos y hombros más formados que su menor.
- No, tranquilo, es mi culpa - la cara del contrario se podía resumir en un simple "?" - O sea, no me dolió por el golpe que me diste -
- ¿Entonces? - León suspiró con pesar, se juntó mucho hacia su mayor y como si estuviera cometiendo un atroz crimen, descubrió rápidamente la manga de su brazo derecho, dejando a la vista las evidentes marcas de mordidas - ¿Violencia intrafamiliar? - la cara de "?" ahora la tenía León.
- ¿Qué? ¡No! Yo los hice - Sandy volvió a propinarle un buen zape. León ya lo veía venir, por lo que lo soportó como un campeón.
- Sabes que es una estupidez, no? - León se cohibió en su lugar, bajando la cabeza como era de costumbre.
- Sí, lo sé.
- Entonces no vuelvas a hacerlo - Sandy era una persona directa y que no se andaba con rodeos, llegando incluso a rozar con lo hiriente, pero por lo menos hablaba con la verdad, y aquello era lo que necesitaba León: un buen golpe de realidad.
- Está bien, lo prometo - el menor levantó su meñique hacia él, pero no recibió más que una mirada confusa - Te lo prometo -
- ¿Y qué tiene que ver tu mano con eso?
- Es para sellar la promesa, baboso - Sandy entendió a lo que se refería. Con sigilo en sus movimientos, levantó su mano y con ella, su dedo meñique, siendo gentilmente entrelazado con el del contrario - Lo prometo por la garrita. Y esas promesas nunca se rompen - Sandy soltó un bufido burlón: estaba más que seguro que en algún momento la rompería y aquello no era nada más que una promesa vacía, pero guardaría sus palabras, pues tenía empatía por el estado de ánimo del de ojos miel y sabía que aunque este le afirmara que estaba bien, en realidad no era así.
El resto del grupo llegó, habiéndose puesto todos de acuerdo en que no hablarían acerca de lo ocurrido, pues no querían incomodar al encantador castaño. Y por primera vez, Sandman fue bien incluido en sus conversaciones: no se burlaban de él, le preguntaban con interés y reían por sus bromas de un humor bastante negro. León había logrado que los demás lo trataran bien al tratarlo bien él, conocía bien la influencia que tenía en el grupo, y a diferencia de Jacky, nunca abusaría de ella. Sandy pasó un agradable receso por primera vez en años, volviendo en grupo a sus respectivos salones mientras seguían riendo y hablando animadamente.
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Con un helado miércoles, diciembre llegó a Star Town con una tarde nublada y airosa, las nevadas en Snowtel empezaron y las decoraciones navideñas por todos los distritos comenzaron a aparecer paulatinamente. Para León, diciembre era también uno de sus meses favoritos debido a que la alegría se veía en todos lados, aunado a que le encantaba en frío de una forma realmente especial, pues aparte de que le encantaba usar suéteres y ropa abrigada, el clima helado era una perfecta excusa para dar y recibir abrazos.
Las vacaciones comenzarían el 20 de diciembre, por lo que el cierre del tercer parcial dio paso a las evaluaciones semestrales, y con ello, el cierre el primer semestre. León tenía todo tan listo y adelantado que la mayor parte de su día se basó en esperar a que la clase terminara, pues él no tenía nada más que entregar, tan sólo presentar los exámenes para cerrar su evaluación.
En cuanto terminó su jornada escolar, fue rápidamente a su edificio a dejar su azulada mochila, se puso un encantador outfit de color verde con una preciosa sudadera con temática de camaleón y salió solamente él en compañía de sus audífonos amarillo bebé a Sugar and Spice, pues sentía que debía consentirse después de su primer semestre exitoso, aunque ya lo tenía más que planeado.
- Ahora vuelvo, pa', iré al Centro.
- Sí, hijo. Avísame cuando llegues y cuando vuelvas.
- ¡Con cuidado, Leoncito! - se escuchó a Nita gritar desde la sala donde veía plácidamente The nightmare before Christmas, una película muy querida por ambos morenos.
- Sisisisi, vuelvo para cenar - y en cuanto cerró la puerta, Nita volvió a gritar.
- ¡Me traes algo! - León sonrió divertido. Bajó del quinto piso y tomó el autobús al Centro dándole alegría a su vista con una buena playlist de pop y algún que otro buen villancico. Al llegar a la estación donde debía bajar, decidió tomar el camino largo por entre las iluminadas calles con series navideñas para llegar a la colorida cafetería, pues no quería interrumpir la canción que escuchaba, ya que era una de sus favoritas y sentía que era una falta de respeto hacia la joya de canción. Animadamente arribó al rosado local, entró y ocupó una mesa del lado de la ventana, dejando intacta aquella en la terraza que siempre ocupaban él y sus amigos, pues sentía que no era adecuado usarla viniendo el sólo.
- Buenas tardes, ¿Qué desea ordenar? - aquella voz tan queda y ligeramente ronca fue reconocible para él de inmediato, haciéndolo levantar la mirada con una automática sonrisa.
- ¡Sandy!
- No podemos venderle eso - León rio divertido por la respuesta de su mayor.
- Woah, no tenía idea que trabajabas aquí, ¿acabas de ingresar?.
El de uniforme rosa con café soltó un bufido divertido - Trabajo aquí desde hace dos años - la incredulidad de León no podía medirse.
- ¿¡De verdad!? Nunca te vi - comenzó a rebobinar sus memorias en este lugar intentando encontrar una alborotada cabellera morada entre los meseros, pero no logro identificar a su más reciente amigo.
- Me alegra que me lo digas. Siempre que venían ustedes me ocultaba en la parte de atrás. Era seguro que Jacky sería mucho más molesta si los atendía o tan si quiera se enteraba que trabajo aquí.
- Sí, te comprendo.
- Pero bueno, volviendo al punto, qué deseas ordenar?.
El de ojos miel sonrió por la amabilidad del más alto, por lo que de la misma forma cordial, dio su pedido - Sería de mi agrado solicitarle de la forma más atenta un chocolate blanco caliente y una buena rebanada de pastel de taro - Sandy anotó el final haciendo una mueca de confusión.
- ¿Qué demonios es el taro?.
- Llevas trabajando aquí dos años, ¿Cómo no vas a conocer el taro?
- Eres el único raro que pide ese sabor - León saltó una risa divertida. Le gustaba ser considerado raro en cuanto a sus gustos gastronómicos.
- Mientras más raro el sabor, mejor.
- Es lo que veo - tampoco pudo evitar sonreír - ¿A nombre de quién? -
- León Piepequeño.
- El enano de chamarra verde. Anotado - León le dio un ligero golpe en el hombro como reclamo ante aquel apodo, pero no dejando de sonreír, pues sabía que era una buena broma.
- ¡No soy enano!, tengo una estatura muy aceptable.
- ¿Cuánto mides? - Sandy estaba seguro que ganaría, pues discretamente ya se había medido ante su menor y tenía muy en claro quién era el ganador.
- 1. 65.
- Enano. 1. 78.
- Bah, patrañas - Ambos soltaron una risa y, triunfal, Sandy se retiró a traerle la orden a su amigo. El de ojos miel aprovechó la soledad en la que se encontraba para comenzar a tomarse algunas cuantas fotos, pues hoy se sentía especialmente atractivo. Posteó algunas fotos en su Instagram, además de adjuntar su ubicación y una buena canción de lo-fi de fondo. Sí, León Piepequeño era activo en sus redes sociales. Cuando Mamluk volvió, le entregó su pedido mientras repetía lo que había ordenado.
- Un chocolate blanco caliente y una rebanada de pastel de taro.
- Muchísimas gracias, guapo.
Aquellas palabras despabilaron a Sandy, pero comprendía que León era alguien que desparramaba palabras de cariño hasta a las mismas piedras, por lo que lo tomó muy a la ligera - Disfruta tu comida - se dio la vuelta para retirarse, pero el de pecas volvió a hablar.
- ¡Espera!, ¿Estás ocupado?
- Pues, es un día muy tranquilo, si no llega nadie más, estoy libre.
- ¡Ven, siéntate conmigo! - ¿Qué más daba? No tenía nada mejor qué hacer y en realidad sí le apetecía hacerle compañía a ese curioso chico con sudadera verde. Tomó asiento frente a él y no tuvo que hacer nada más que seguirle la conversación, pues su contrario se encargó de guiar la conversación de una forma tan natural y agradable, que sinceramente disfrutó mucho haberse quedado. De la nada habían transcurrido ya dos horas, habiendo momentos en los que el más alto se levantaba fugazmente a atender a los nuevos clientes, pero sin necesidad de volver a llamarlo, volvía voluntariamente a la mesa al lado de la ventana donde estaba Piepequeño. Hablaron amigablemente y profundizaron en sus vidas con mucha naturalidad, escuchándose atentos y hablando con confianza. En cuanto el reloj dio las seis de la tarde y el sol comenzaba a ponerse, León anunció que tenía que retirarse.
- Oh, te acompaño, mi turno ya terminó.
- Woah, ¿De verdad?
- Así es. Déjame voy a terminar algunas cosas y vamos juntos al edificio. No tardo - y velozmente fue a la parte de atrás de la cafetería a terminar algunos pendientes que tenía, tomó su mochila negra y salió por primera vez en su estadía en aquel café por la puerta de enfrente, acompañado de su más reciente amigo.
Y regresando a su conversación, volvieron juntos a su departamento hablando alegremente. La facilidad con la que congeniaron era sencillamente sorprendente: reían, hablaban y escuchaban con una fluidez sobrenatural. A pesar de ser demasiado contrarios, uno explosivo y otro tranquilo, resultaba ser que no chocaban, no hacían cortocircuito, pues aunque tuvieran opiniones diferentes, León dio una perspectiva que Sandy no conocía:
- ¿Te gusta el café? - se animó a realizar una interrogante por primera vez en toda su charla, pues esperaba compartir la misma afición por la amarga bebida con su menor.
- Ew, para nada - aquello decepcionó mucho a Sandy - ¿A ti sí?
- Demasiado.
- Oh, mucho mejor: más para ti - y tenía razón, pues Mamluk odiaba compartir sus bebidas, o tan siquiera sus cosas, por lo que, por primera vez, me alegró no congeniar en gustos con alguien.
Una vez llegaron a su edificio, subieron al habitual quinto piso y hablaron un rato más en el pasillo, con una agradable vista de la ciudad anichecida de fondo, para después despedirse y entrar cada uno a su respectivo departamento.
Aquellas dos semanas fueron realmente felices para el de cabello morado, pues haberse vuelto casi que el mejor amigo del de pecas le había traído una clase de escudo social que era invisible, pero demasiado poderoso: las burlas desaparecieron, el bullying se desvaneció y en cambio, comenzó a sentirse más aceptado e incluido. Inconscientemente llegó un punto en el que se descubrió a sí mismo buscando a León en cada momento que tenía libre para pasarlo juntos y reír un rato, por lo que, asustado, volvió a marcar su distancia y nuevamente sacó al de ojos miel lo más lejos que pudo de su intimidad, volvió a tornarse distante y reacio, pero de nada servía, pues el castaño volvía, traspasaba sus barreras como si fueran cortinas y entraba a su privacidad como si de su casa se tratara. Aquello a veces lo molestaba, pues Jacky siempre lo había catalogado como una persona difícil de entender e impenetrable, pero León contradecía esas míticas palabras con unos simples movimientos que lo hacían dudar de si en verdad era como Drill lo describía.
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El tan esperado 20 de diciembre llegó con olor a navidad, las vacaciones de invierno comenzaron y la felicidad podía sentirse en cada rincón de la hermosa Brawl Town, ahora ya vestida de luces de colores, climas fríos en todos los distritos y alegres canciones en cada lado. Sandy y León volvían juntos del último día de escuela, conversando como era de costumbre, ambos muy abrigados con sus respectivo suéter morado y verde, pero muy contentos con la temperatura, pues habían descubierto que compartían el mismo amor por los climas gélidos.
- El domingo viajaré con mi familia a Snowtel - mencionó León muy animado, si es que eso era posible. Sandy le sonrió en respuesta.
- Genial, ¿Pasarás las fiestas allá?
- Así es. Siempre nos reunimos toda mi familia en casa de mi abuela Maba.
A pesar de la simpleza de la noticia, aquello había logrado desanimar a Mamluk, pues las navidades siempre eran muy tristes para él. Pero con toda la estima que le tenía a ese divertido castaño, se alegró sinceramente por él y lo felicitó, deseándole unas felices vacaciones.
- ¿Tu qué harás para Navidad?
- Meh, seguramente comeré pizza.
- Ufff, menudo manjar - ambos rieron un poco - Dime, ¿tienes pensado en regalar algo? -
- Pues, en realidad no.
- ¿Esperas que te regalen algo a ti? - Sandy rio con tristeza.
- Nadie tiene alguna razón para regalarme algo.
- Oh, vamos, no pienses de esa forma. Estoy seguro que hay algo que te gustaría que te regalaran - y le dio justo al clavo. Claro que Sandy siempre había esperado algo, y por alguna razón, decidió exteriorizarse con el castaño.
- Pues, siempre quise que me desearan feliz año nuevo - esperaba alguna clase de burla por parte de su menor debido a la simpleza y tal vez incluso ridiculez de su anhelo, pero lo que recibió fue una agradable sonrisa.
- Anotado - Sandman rio con burla.
- Lo olvidarás.
- Oh, te aseguro que no.
Una vez llegaron a sus departamentos, ingresaron y cada uno siguió con su vida: Sandy, igual que siempre, se desnudó sin ningún pudor, no importándole que hiciera frío, se recostó en su sillón y comenzó a jugar videojuegos, dispuesto a quedarse ahí hasta conseguir el rango de Predator en la quinta cuenta que se había creado. Estaba de más decir que el tiempo le sobraba; por su lado, León se quitó su uniforme, se puso una ropa cómoda y dedicó el resto de su tarde a terminar todas las tareas que tenía para poder irse sin ningún pendiente a Snowtel.
Los fríos días transcurrieron, Sandy escuchó cómo el domingo por la mañana, la familia Piepequeño salía del departamento de al lado rumbo al nevado distrito. Para el ojos rosas era terriblemente abrumador pasar por aquellas fechas, pues no podía evitar sentirse tan sólo al saber que su madre volvería a pasar el fin de año con su novio y, repitiéndose lo mismo año tras año, pasar las navidades solo. El hambre no osaba aparecer, el sueño estaba igual de ausente y el aburrimiento y la tristeza pintaron de gris su mirada. Se sentía miserable. Perdió la noción del día y la noche, pues cerró sus ventanas con aquella opaca cortina negra, privando así a su departamento de cualquier rayito de sol, recordándole el reloj de su celular que el tiempo transcurría. Viendo la tele y navegando en redes sociales, se enteró que ya era Navidad, por lo que su tristeza sólo se volvió más fuerte. A pesar de haberse sentido menos infeliz estas últimas semanas, sabía que León era una persona pasajera, que en cuanto conociera a alguien mejor lo abandonaría y quedaría muerto en el olvido, por eso se negaba a encariñarse con él, se negaba a llamarlo su mejor amigo, y se negaba a tan siquiera permitir que León Piepequeño frustrara su plan de quitarse la vida.
Apenas reuniendo fuerzas, salió una madrugada del 29 de diciembre a una ferretería, compró dos metros de cuerda y volvió a su casa decidido a enmarcar su ida con oro y plata. Se dio el lujo de tomar un cálido baño, de ponerse la mejor ropa que tenía, de peinar tan siquiera un poco su revuelta cabellera violeta, cocinó unas buenas entomatadas, su comida favorita, y se abrazó por primera vez en años para disfrutar sus últimos días con vida.
Enterandose por las recurrentes publicaciones del de ojos miel, se dio cuenta que el 31 de diciembre ya había llegado. Su celular marcaban las once de la noche, asomándose a su ventana para corroborar si aún sabía leer la hora, y notar que el cielo estaba igual de negro que su futuro. Faltaban tan solo diez minutos para que las doce dieran comienzo al año nuevo. Con toda la calma del mundo, colocó la soga que compró en el ventilador de techo que tenía, realizó el conocido nudo, y contempló desde el suelo la temida imagen de la horca. Estaba listo. La algarabía, el sonido de fuegos artificiales y el ruido del exterior le hicieron saber que ya era primero de enero. Fue rápidamente por un pequeño banco negro para poder llegar a la altura de su muerte, y cuando estaba por subir y colgarse de una vez por todas, la olvidada notificación de una llamada de si celular rompió el silencio de la habitación. Confundido, la curiosidad lo invadió y se dirigió a aquel pequeño dispositivo, leyendo en el nombre de contacto "León". Sin saber por qué, le contestó.
- ¿Buen... -
- ¡FELIZ AÑO NUEVO! - no terminó ni la oración cuando la alegre voz del de ojos miel resonó en el celular, haciéndolo sonreír tiernamente. De verdad lo había recordado.
- Gracias, León. Feliz año nuevo.
- ¿Cómo estás, guapo?, ¿Qué te cuenta este primero de enero? - El entusiasmo que emanaba la voz del menor encendió una alegre chispa de felicidad en su interior, por lo que se dejó llevar en la conversación. Pensó en sus palabras, no estaba dispuesto a decirle que en realidad estos días se sentía más miserable que un bote de basura, pero tampoco tenía mucho qué presumir.
- Pues bien, comí entomatadas.
-Ufff, manjar de los dioses.
- ¿Y a ti?, ¿Cómo te trata el primero de enero?
- Oh, de maravilla. Las nevadas en el bosque de Snowtel fueron muy abundantes, por lo que en un rato iré con mis primos a jugar en los trineos.
- Wow, ¿15 años y jugando con un trineo?
- Sí, ¿algún problema? - volvieron a reír - Te dije que no me olvidaría de desearte feliz año nuevo - Sandy sonrió con derrota.
- Empezaré a confiar más en ti - el festejo de León por conseguir avanzar un paso más en su amistad él lo hizo sonreír con ternura, escuchandose desde el otro lado de la línea cómo llamaban a su mejor amigo, anunciando el final de la llamada - Lamento irme tan rápido, pero me esperan ya -
- Seguro, no te preocupes.
- ¡Feliz año nuevo! - Sandy volvió a sonreír.
- Gracias. Feliz año nuevo.
Y colgaron.
Sandman tomó asiento en su sillón y se quedó inmóvil, pasmado, estupefacto. No se dio cuenta cuando lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, y fue entonces cuando rompió en un llanto profundo. No lo podía creer. Se sentía tan feliz. Lloraba a cántaros porque ese ruidoso y estúpido chico recordara que siempre quiso una felicitación de año nuevo. Lo odiaba, le caía tan mal, tenía unas ganas horribles de patearlo, de reclamarle porqué era tan bueno con él, por qué se había vuelto tan especial para él, de gritarle que saliera de su intimidad y volviera a dejarlo solo. Solo. Solo. Solo. Él no quería volver a estar solo. Él quería que León siguiera con él. No quería que se fuera, que lo abandonara y lo olvidara. El no quería que León se fuera.
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Ya era la mañana del primero de enero. El departamento 31 tenía las cortinas recorridas por primera vez, con las ventanas abiertas, permitiendo que la agradable brisa mañanera inundara el interior de la habitación. Un Moreno chico con grandes ojeras se preparaba de desayunar un buen omelette cuando alguien llamó a la puerta. Apagó la estufa y fue a abrir la puerta, encontrándose con una mujer de morados ojos.
- Buenos días, Sandman. Feliz año nuevo.
- Feliz año nuevo, madre.
- Traje hamburguesas para celebrar, ¿te apetece?
- Claro.
Tara entró al departamento con sigilo, estando algo eriza por recibir una actitud lejana y ajena por parte de su hijo, pero para su sorpresa, estaba más animado que de costumbre. Ambos se sentaron a comer, Sandy contento y sonriente, comenzó a engullir aquella delicia culinaria. Tara lo observaba espectante. Sandman sintió su mirada y conectaron sus ojos, las rosas mirando a las violetas. La mujer esperaba una cortante expresión por parte del menor, esperaba esa rutinaria actitud pesimista y su rechazo hacia ella.
Sandy le sonrió.
Tara, sorprendida por la diferente actitud de su hijo, le devolvió tímida la sonrisa, comenzando a comer también. Y por primera vez, comieron agusto, comieron cálidamente. Pasando un agradable desayuno entre madre e hijo.
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