Sueños húmedos
El pronóstico del clima había anunciado que las lluvias de otoño habían llegado a Superciudad. Eran mediados de octubre, dos chicos morenos se despidieron con un beso en los labios después de una larga cita en el pasillo frente a sus departamentos.
La noche llegó, y con ello el cielo se vio oscurecido por una enorme cumulunímbus que retumbaba con fuerza aquellos truenos y relámpagos. A las diez de la noche cayó la tormenta, moviendo ferozmente los árboles y empapando todo a su paso con bruscas gotas.
Era viernes, León se encontraba terminando sus pendientes para tener su fin de semana libre, escuchando música clásica en sus audífonos y distrayéndose de cuando en cuando en contestar los mensajes que le enviaba su amado novio. Esta vez las cosas habían salido magníficas, a diferencia del sueño de Mamluk: no había ninguna infidelidad ni ruptura en su historial de un año como novios. Se entendían, se cuidaban y se amaban. La tripta perfecta para una relación saludable y romántica.
En cuanto dieron las doce, León logró terminar sus tareas. Se estiró con alivio en su silla haciendo tronar su espalda. Le mandó un mensaje de buenas noches a su novio, el cual fue respondido, apagó la luz de su habitación y fue sencillo que empezara a caer dormido.
El sonido de la lluvia era algo que le encantaba a Piepequeño, razón por la cual su cama se encontraba justo a un lado de la ventana. Mantuvo las cortinas arriba para poder dormir arrullado por el sonido de la lluvia y los truenos.
El ojo de la tormenta estaba sobre Superciudad. Los truenos eran tan fuertes y tan poderosos que mantenían en vela a Sandman. Un pequeño dato curioso de él: le daban terror los truenos. No había podido descansar ni un segundo desde que empezó la tormenta. Eran ya las dos de la mañana y se mantenía desvelado. Quería estar con Piepequeño, siempre que llovía él lo hacía sentir seguro. Pero seguramente él ahora estaba en el quinto sueño.
El mundo se coloreó de blanco con un matiz morado y el trueno hizo retumbar la caja torácica del de cabello violeta. Hasta ahí llegó su voluntad. Con una vergüenza colosal y una pizca de esperanza, dio dos golpes a la pared compartida con su novio, esperando una respuesta.
*tap, tap*
Se escuchó.
Una sonrisa invadió su rostro y la alegría le hizo olvidar momentáneamente el gran susto que había tenido hace unos momentos. Tomó su celular y justo al instante recibió un mensaje del pecoso.
- Justo esperaba un trueno fuerte para que me hablaras.
Rio bajamente por la acertada predicción de su tan amado novio.
- Lo siento, pero me resulta difícil dormir con esos ruidos.
León, por su parte, se mordió el labio con mesura al escribir la gran idea que tenía en mente.
- ¿Puedo ir contigo?
El corazón de Sandman dio un vuelco. Este León era mucho más suelto y con una iniciativa que le fascinaba. Pero no se dejaría impresionar, pues de alguna u otra forma siempre terminaba cediendo la batuta.
- Podemos dormir juntos.
-Sí, solo dormir
|| ||
León salió sigiloso de su habitación, procurando hacer el menor ruido posible. Quitó el seguro de la puerta, la abrió con mesura y rápidamente salió de su departamento para que el fuerte ruido de lluvia no se intensificara en su hogar. Cerró la puerta y dio unos pocos pasos hasta quedar frente a la puerta vecina. Soltó un suspiro. Se arregló el cabello y sus ropas antes de tocar la puerta. Sandman abrió.
- Buenas noches, mi cielo - el mayor tenía puesta su tan representativa pijama negra, luciendo un cabello despeinado y una tierna sonrisa.
- Buena madrugada, corazón - León entró.
Mamluk cerró la puerta, y cuando se dio la vuelta, el de pijama amarilla ya se encontraba de camino a la recámara de su mayor, entrando tímidamente a esta. Ya eran incontables las veces en las que había entrado a esa habitación de negras paredes, pero al ser de noche, se sentía completamente diferente.
No hacían falta palabras. Apenas Sandy llegó a su lado, caminó hacia la cama y extendió las cobijas del lado izquierdo para acostarse. Sandy cerró la puerta. Se dirigió a lado derecho y también se acostó. Se movieron entre las cobijas para terminar viéndose fijamente. La luz que se filtraba entre las persianas de la ventana era suficiente para poder visualizarse con claridad.
Se miraron a los ojos. La fresa contemplando a la vainilla. Los labios les cosquilleaban, pedían a gritos cerrar aquella distancia. León seguía siendo ligeramente tímido. Se apresuró a acurrucarse en el pecho del más alto, quien lo abrazó con ternura, sabiendo que moría de vergüenza.
- ¿Quieres dormir? - le cuestionó con su ronca y grave voz.
- Dijiste que sólo dormiríamos - le recriminó apenado.
- No te noto con sueño - amaba avergonzarlo.
León levantó la mirada en busca de una señal. Dudaba mucho sobre si hacerlo o no. Ya llevaban un año de novios y nunca se habían tocado más allá de lo usual. Claro que se habían visto y se habían tocado, pero nada tan osado.
Sandy le dio una señal y lo besó.
Aquel contacto era tierno y gentil, nada que insinuara otras intenciones. Piepequeño correspondió sin dudar.
Al cabo de unos instantes, las manos del de cabello violeta se posaron en su cintura, pidiendo permiso por avanzar más. Los brazos contrarios le dieron luz verde al subir a los amplios hombros ajenos y dejar desprotegido su torso.
Aquel era el primer paso.
Sandy se inclinó hacia él, logrando ponerlo boca arriba sin descuidar el beso, y posicionarse ligeramente sobre su cuerpo. León simplemente se dejaba menear.
El mayor tronó el beso para anunciar su término, dirigiéndose a besar su nariz, sus mejillas, sus párpados y culminar con un dulce beso en su frente.
- Te amo - Le susurró.
- Yo también - Le correspondió.
Bajó ligeramente para besar su mentón y de ahí pasar a su delgado cuello. Aquello puso los sentidos del menor completamente sensibles. La poca luz le había concedido una mayor acertividad en sus otros cuatro sentidos, estando completamente al tanto de su sentir, lo que escuchaba y lo que olía.
El de morada cabellera paseó sus dedos por los botones del pijama contrario, buscando su aprobación para subir de nivel. León respondió al enderezar su espalda, dejándolo en una perfecta posición para desabotonar la amarilla camisa. Sandy siguió sus órdenes sin pensarlo.
Un, dos, tres, cuatro, cinco botones fueron desabrochandos. León contuvo la respiración al sentir su camisa abrirse y el frío del ambiente anunció su descubrimiento. Las ansiosas manos ajenas no tardaron en acariciar su tronco. Los besos bajaron a sus clavículas, de ahí a su pecho y la lengua hizo acto de presencia al jugar con los pezones de su querido novio. El primer jadeo salió. Sandman quería volver a escuchar aquel melodioso sonido. Comenzó a chupar gentilmente aquellos botones, lamiendo y jugueteando con sus labios buscando un estímulo que hiciera descontrolar la respiración ajena.
León se rehúsaba a la perdición. Le avergonzaba las caras que pudiera hacer perdido por el placer, no quería hacer alguna graciosa expresión y que Sandy lo viera. Se intentaba mantener cuerdo, pero la juguetona boca en sus pezones atentaba en contra de sus planes.
Sandman estaba cautivado. Sus manos recorrieron su cintura y caderas, culminando en el inicio de aquel pantalón de pijama. León cruzó sus piernas tímido. Sandy entendió, debía pedir permiso de otra forma. Dejó una última succión en los pezones y comenzó a dejar un camino de besos por aquel lindo abdomen con pancita, posicionándose entre sus piernas. Al llegar al pantalón, aquella protuberancia le hizo saber que había hecho un buen trabajo en hacerlo sentir bien.
Le dio un beso.
León cerró sus piernas con espanto, dándole un buen rodillazo en el mentón.
- ¡Perdón! - exclamó avergonzado al sentir el impacto, haciendo reír a Sandy con ternura.
- Tranquilo, no pasa nada - buscó su mirada desde su posición, encontrándose con un rostro agitado y sonrojado - ¿Quieres continuar? -
León se quedó sin habla. Tenía las piernas subidas hasta su pecho. Gradualmente fue estirándolas, poniendo una a cada lado de donde se encontraba Sandy.
- Quiero continuar - Una sonrisa ladina se dibujó en el rostro ajeno.
- ¿Quieres que sea gentil? - comenzó a besar sus muslos, volviendo a encender la llama que había entre ellos.
- Tal vez una poca de rudeza no esté mal - obtuvo un apretón en su masculinidad tras sus palabras.
Un audible gemido fue emitido por sus cuerdas vocales, haciendo sonreír a los ojos rosas.
Continuó apretándolo un poco más, ocasionando más alborotados jadeos. Le dio un rápido beso en los labios, para después volver a bajar y empezar a besar su pancita. Mordió el resorte del bóxer, levantándolo y comenzando a bajarlo lentamente.
- Sandy... - el llamado lo miró atento, dándole toda su atención, pero sin dejar de morder el resorte - Te amo - el de cabellos violetas sonrió.
León levantó sus caderas, permitiendo así que su última prenda fuera bajada. Su miembro salió erguido. Sandman lo observó con total lujuria. La vergüenza invadió completamente al de cabellos castaños, tapando su rostro con sus manos, no queriendo verse en esa situación.
- Te ves muy lindo.
Apenas iba a responder cuando sintió alguna cosa extremadamente húmeda y caliente recorrer su virilidad desde la base hasta la punta.
La primer lamida.
León irguió su espalda completamente, dejando salir un sonoro gemido. Sintió los labios de Sandy rodeándole su glande. El interior de su boca, caliente y húmeda, le había abierto las puertas a la perdición.
Era demasiado. Pero no estaba nada mal.
Se levantó y se apoyó sobre sus codos, quería ver cómo lucía eso que se sentía tan bien. Sandy lo miró aún con su pene en la boca. Una vista extremadamente estimulante.
Las delgadas manos del mayor se posaron en sus muslos, enterrando sus uñas y dejando cuatro rojizos zarpazos en su piel canela. Un detalle que a Piepequeño le fascinaba.
No transcurrió mucho tiempo cuando el de pecas gemía a gritos y sus piernas comenzaron a temblar. Una clara señal de que estaba por acabar.
- Amor... - Mamluk levantó la mirada, observando atento aquella expresión de placer: una boca abierta, gimiendo con desespero y los ojos entrecerrados, nublados por la lujuria. Lo metió hasta su garganta - ¡Amor! -
Era el momento justo. Lo sacó de su boca y vio la clara decepción que emitían aquellos pecosos pómulos.
- ¿Por qué te detie...?
No le dio tiempo a responder cuando Sandman, rápida y fuertemente, lo giró hasta posicionarlo en rodillas y manos.
- ¿Quién dijo que me detendría?
Le hizo un chupetón en el hombro, recorrió su espalda con sus labios hasta culminar en sus glúteos. León se cohibió.
- ¿Tienes... Lubricante?
Sandman sonrió - Tengo - se estiró hacia su buró, abrió el primer cajón y sacó una pequeña botella azul de su interior. Se volvió a posicionar detrás de él.
- ¿Estás seguro de esto? - en respuesta, el ojimiel dejó caer sus hombros, dejando completamente a su merced su parte trasera. Sandman sonrió. León era todo movimientos. Colocó un poco de aquel lubricante transparente en sus dedos, dejando aquella botellita a un lado suyo - Me avisas si duele - León asintió.
Puso su dedo índice en su entrada. Colocó un poco de presión y logró que entrara. León soltó un jadeo - ¿Dolió? - obtuvo una negativa en respuesta. Logró introducirlo poco a poco, hasta tenerlo completamente dentro - ¿Cómo estás? -
No obtuvo una contestación, pero notó cómo movía aquellas caderas hacia el frente lentamente, para después volverse a introducir aquel falange. Suspiró con satisfacción - Bien... - movió sus caderas con más rapidez - Se siente bien... -
Fue suficiente sólo ese comentario hizo para que los ojos rosas perdieran la cordura. Hizo un gancho con su dedo y tocó aquel glorioso punto. León soltó un sonoro gemido. Había dado justo en el blanco. Hizo aquel movimiento con más fuerza y rapidez, haciendo que el de ojos miel perdiera la cordura y se dejara ir a voz en gemidos.
- Amor... - volteó sobre su hombro, extasiado - Mete... Otro... -
- Como gustes, mi niño - introdujo también su dedo medio.
León era un desastre en placer. Ya no tenía cabeza para pensar si se veía bien, si a su novio le gustaba la vista o si tan siquiera sus gemidos lograrían ser audibles en su departamento. Nada le importaba. Tan solo quería sentirse bien.
- Otro... Por favor...
- ¿Otro?
Sacó las falanges del interior, haciendo que de la nada León se sintiera vacío y ligeramente mareado. No entendía bien los movimientos que escuchaba, estaba a nada de venirse, ¿por qué se había detenido? Apenas iba a cuestionar que ocurría cuando sintió algo muy caliente y mucho más grande que los dedos que anteriormente estaban en su interior, frotándose entre sus glúteos.
- Eso es...
- Lo es.
- Oh, Señor P mío.
Con curiosidad, movía sus caderas sintiendo la textura de aquella extensión. ¿Acaso eso cabría ahí?
- ¿Estás listo? - lo posicionó en la entrada. El más bajito soltó un largo suspiro.
- Sí.
Sintió presión y su entrada fue invadida por aquel miembro. Fue algo dolorosa la intromisión, removiéndose con incomodidad al sentir cómo aquello sólo seguía entrando y no paraba de entrar. Por fin sintió la pelvis pegarle en los glúteos. Joder, eso le llegaba hasta el estómago.
- Demonios, es verga, no tercera pierna - Mamluk se aguantó la risa y tan sólo alimentó un poco su ego al sentirse bien dotado.
- ¿Cómo te sientes? - se agachó a besar su espalda tiernamente, siendo gentil al acariciar su columna con sus labios.
León tan sólo se mantenía sereno intentado asimilar aquella sensación que lo hacía sentir completamente lleno. Transcurrieron apenas unos minutos cuando el más alto sintió nuevamente cómo su pequeño amor comenzaba a moverse hacia el frente y se volvía a introducir su miembro. Le parecía terriblemente sensual cómo el pecoso se autopenetraba. Colocó una mano en su cadera, ayudándolo en su labor al también impulsarse hacia él. Escuchó el primer gemido. Lo tomó como luz verde para comenzar a moverse lentamente.
A partir de ahí tan sólo se comunicaban con gemidos y besos. León era la ternura pura en la intimidad: le pedía besos, lo tomaba de la mano, gemía el nombre de su novio con vehemencia y ocasionales apodos cariñosos cuando sentía el punto cúspide del placer. Sandman, por su parte, era un poco más brusco y sensual: mordía sus hombros, hacía chupetones en su espalda y le recorría la columna con la lengua, le susurraba cosas obscenas al oído y le soltaba nalgadas, haciéndolo gemir. Claro está, cuando escuchaba una queja o alguna expresión de dolor, volvía a su papel de novio protector y le preguntaba con insistencia si estaba bien, si le había dolido mucho, que lo perdonara y que lo amaba mucho.
No transcurrió mucho tiempo cuando León le anunció que estaba por terminar. Aquello lo sintió como un golpe de suerte, pues el de ojos rosas tampoco sentía poder aguantar mucho tiempo más. Se agachó un poco para poder tomar el miembro de su novio y comenzar a masturbarlo al tiempo que lo seguía penetrando. Fue suficiente estímulo para que el pecoso terminara por correrse en la mano de su novio. Aquello fue como un efecto dominó: al escuchar los descontrolados gemidos de su amor, sentir cómo las paredes de su entrada lo apretaban y el caliente semen recorrerle los dedos lo hicieron terminar también.
Estaban exhaustos. Sandman le dio tiernos besos en la espalda, saliendo lentamente de su interior hasta quedar completamente fuera y dejarlo descansar. Aprovechó que León seguía recuperando la compostura para ir rápidamente por papel y limpiar sus dedos, su miembro y la entrada del contrario. Piepequeño se dejó caer con cansancio en la cama, Mamluk se colocó a su lado, abrazándolo con ternura y amor, siendo correspondido con la misma intensidad. Se repartían besos en el rostro, se decían tiernas palabras de amor y cuánto se amaban.
Aquel tan solo fue un momento para ver desnudos sus cuerpos, la desnudez de sus almas la conocían desde el primer beso.
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