Soñando despierto
Las clases habían terminado. León estaba libre de cualquier pendiente al fin, pues ese revoltoso proyecto, aquellas actividades y el ensayo del Club de Teatro al fin habían sido completados con un rotundo éxito. El único pendiente en sus planes era aquella obra de teatro del lunes de la siguiente semana. Salió fresco como una margarita del plantel en dirección a su edificio, sintiéndose extraño por volver solo a casa después de tantos meses compartiendo ese momento con un chico de ojos rosas y cabello morado. Lo extrañaba, al fin y al cabo. Apenas había transcurrido un día desde aquel acontecimiento, aún no sabía cómo explicarle a sus amigos que Sandman y él ya no tenían ninguna relación, además que no había podido ni siquiera encontrarlo en toda la jornada escolar, por lo que había supuesto que faltó a la escuela para no verlo. Soltó un pesado suspiro. Lo extrañaba. Pero debía seguir, no podía ponerle una pausa a sus planes sólo por una ruptura amorosa. Por más que doliera, por más que le robara el corazón, su mente debía seguir enfocada en sus metas y seguir siendo ese León Piepequeño que todos aman.
Como ya era fin de semestre, transcurriendo el último parcial, la mayoría de los alumnos habían comenzado a faltar aquellos días en los que habían pocas clases, por lo que el camino de regreso a su casa estaba más solitario de lo normal.
Superciudad colindaba en periferia con Retrópolis, un distrito bien conocido por ser el corazón del crimen organizado existente en Brawl Town. Los distritos tenían niveles muy bajos de actividad criminal, pero Retrópolis era un completo caos, más que nada porque tal parecía que las mismas bandas criminales habían corrompido la política y el gobierno. Un tema muy complejo y revoltoso. Sandman estaba bien enterado de todo el tema, pues los temas de policías y ladrones siempre habían sido sus favoritos, pero debías caerle bien para que se animara a contarte. León, por su parte, viniendo de la pacífica Snowtel, jamás tomó especial atención a aquellas advertencias de estar siempre alerta al pasar por aquellas calles, pues según él, era una persona de millones, nunca le pasaría nada. Pero su suerte a veces lo abandonaba.
Caminaba por aquella zona periférica cuando un grupo de tres chicos comenzaron a seguirlo. El castaño lo notó inevitablemente, pero nunca llegó a al conclusión de que lo estuvieran siguiendo a él, tal vez simplemente sus rutas coincidían. Se acercaban a paso veloz, estando cada vez más cerca del de ojos miel. Empezó a sentir una incertidumbre al escuchar que los pasos que le pisaban los talones se aceleraban en una calle poco transitada. Cuando tuvo el impulso de correr, ya era demasiado tarde.
Un brazo le tapó la boca, otros lo tomaron de las piernas y lo cargaron dentro de una oscura callejuela, mientras que una tercera persona de cabello pelirrojo se tronaba los dedos con diversión por lo que se avecinaba.
La venganza es un platillo que se sirve frío
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Mamluk estaba arrepentido. Sabía que había cometido un tontería, raíz de un simple impulso y se atormentaba por eso. No era una persona orgullosa, por lo que planeaba conversar con León para por lo menos terminar en buenos términos, o si aún había cabida para estar en su vida, volver a su relación. ¿Acaso hacerlo era abusivo?, no quería que León lo considerara como alguien inestable. O sea, lo era, pero no a ese grado. La mayor parte del tiempo mantenía la cabeza fría y completamente lógica. Pero aquello no justificaba lo infantil de su actuar. De cualquier forma quería sólo lo mejor para el de ojos miel, y sabía de sobra que él no lo era, por lo que aceptaría completamente lo que sea que Piepequeño quisiera hacer, aunque claramente esperaba que lo volviera a elegir a él.
El día anterior y el presente había faltado a al escuela para poder recapacitar y ordenar adecuadamente sus ideas. Aquella triste rebanada de pastel seguía en su posesión, estando en espera de ser comida en su gris nevera. Estaba acostado en su cama destendida, fantaseando con escuchar un golpe en su pared de aquel chico que lo tenía vuelto loco. Quería hablar con León, al fin estaba listo para hacerlo. Se quitó su pijama y se colcó una ropa decente, salió de su departamento y se recargó en el barandal del edificio en espera de divisar la llegada de una castaña cabellera. Era la justa hora de salida, por lo que no debería tardar.
Esperó.
Esperó.
Y esperó.
Diez minutos.
Veinte minutos.
Treinta minutos.
Una hora.
Comenzó a impacientarse. No solía tardar más de veinte minutos de regreso de la escuela. Tal vez había hecho algún plan con sus amigos y él lo esperaba en vano. Tomó su celular y le envió un mensaje a Crow preguntando por León.
- Se fue al instante de salir, bro. No está con nosotros.
¿Entonces dónde estaría?. Consumido por la duda, bajó las escaleras del edificio y emprendió camino a recorrer la ruta que siempre tomaban de regreso del bachillerato, esperando interceptarlo en algún punto para poder charlar tranquilamente aquella complicada situación. Echaba un rápido vistazo por las calles con las que colindaba aquel conocido camino en busca de la colorida figura del ojimiel, pero no lograba divisarlo ni remotamente por ningún lado. Legó a la periferia con Retrópolis, las calles más solitarias de lo habitual, sólo se paseaban gatos por aquellas paredes de ladrillo rojo. Continuaba su ruta por la solitaria calle cuando le pareció escuchar a una persona gritando. Conforme más avanzaba, distinguía mejor de dónde provenía aquellos alaridos. Estaba en la periferia de Retrópolis, los matones y las pandillas abundaban por estas calles, por lo que seguramente algún pobre había caído en las redes de aquellos grupos. Las bandas de aquel distrito urbano se mantenían muy al margen por no entrometerse con terceros, pero aún así no sería de su agrado terminar con las manos manchadas, pues suprimió todo impulso de héroe que le hiciera querer ayudar a esa pobre alma en pena. De cualquier forma, echar un vistazo no estaría mal.
Llegó a aquel callejón donde nacían los gritos, se encontraba tan sólo a unos pasos cuando logró escuchar la voz de la aparente víctima, rodeada de repetidos sonidos de impactos en contra de su cuerpo.
- ¡Por favor no, te lo ruego! - ese timbre de voz...
Su mente pensó con rapidez, frunció el ceño ante el universo que creó su mente en un segundo, y sin meditarlo mucho, se asomó bruscamente a la esquina donde se encontraba la callejuela.
Colt apenas le bajaba los pantalones a León cuando Sandman perdió la cordura.
Corrió rápido hacia aquel grupo. Divisó la mezcla de sangre y lágrimas que salía con desespero de aquellos dorados orbes, su cara expresando desesperación y terror puro, con el labio partido y sus ropas rotas, jaloneadas y sucias por la cantidad de maltrato que había recibido en tan poco tiempo. Era inmovilizado en el suelo por dos chicos, mientras Colt estaba posicionado entre sus piernas.
Los cómplices del mayor no fueron capaces de reaccionar a tiempo para detener a unos encolerizados ojos rosas. Lanzó dos acertados golpes a la mandíbula de ambos secuaces, quienes cayeron rendidos ante aquella fina puntería, además de ser rematados con una buena patada en sus estómagos que los dejaron clavados de dolor en el suelo. Colt se levantó para hacer frente a Sandman, aprovechando Piepequeño que por fin estaba libre para limpiarse la sangre de su nariz y acomodarse su ropa entre llantos.
- ¿Qué pasa, Mamluk, acaso.. - no terminó su frase cuando Sandy se abalanzó ante él, azotando su cuerpo contra el piso y golpeándole la cara con la diestra repetidas veces - estás celoso de que toqué a tu noviecito? - logró terminar su frase entre golpes. Ese comentario sacó de sus casillas al de cabello morado, quien puso sus manos en la garganta del pelirrojo para impedirle la entrada de oxígeno a su sistema.
Los desesperados pataleos y temibles sonidos de ahogo del pelirrojo hicieron que León entrara en pánico. Su vista de oro era borrosa y rojiza, ni siquiera podía abrir completamente sus ojos por el terrible dolor que esto significaba, le dolía todo el cuerpo y su garganta estaba echa añicos por los gritos que emitía buscando auxilio. Cuando comenzó a notar que la sangre que emanaba del rostro de Colt formaba un gran charco en el suelo, supo que debía parar aquello. Sandman no estaba ahí, se había perdido en la ira, sería en vano intentar detenerlo. Tomó su celular, y alcanzó a teclear en la rota pantalla el número de emergencia de Superciudad. Por fortuna, fue atendida casi de inmediato.
- 146, ¿Cuál es su emergencia?.
- ¡Ayuda, estoy en Periférico con Retrópolis, calle novena! - exclamó entre llantos con una rota y ronca voz. Un pobre cómplice de Colt escuchó las palabras del castaño, si aquella llamada se efectuaba, su vida estaría arruinada. Comiéndose el dolor, comenzó a arrastrarse hacia el pobre ojimiel.
- Bien, te tengo localizado, ¿Cuál es la emergencia?
- Manden una ambulancia, por favor - su voz se rompió y cayó en la desesperación, comenzando a llorar desesperadamente - Su cara está desfigurada, yo casi no puedo ver... -
- La ayuda está en camino, querido. Puedes decirme tu nombre?
- León.
- ¿León qué?
- León Pie...
Y el cómplice alcanzó a pegarle con la palma de la mano al castaño, haciendo que su celular cayera y el celular terminara por destruirse. León comenzó a llorar desesperado, incluso llorar le provocaba un terrible dolor en los ojos.
El tiempo transcurría. Sandman dejó de ahorcar al pelirrojo en el momento en que se percató que ya no forcejeaba intentando detener lo ahorcar. Soltó su agarre gradualmente, el rosa volvió a aquellos ojos, comenzaba a recobrar la consciencia. ¿En qué momento había salido tanta sangre? Sus rodillas estaban frías. Las miró, completamente teñidas de carmín; se miró las manos, sus nudillos destrozados por tantos golpes; miró el rostro de quien yacía debajo de él. Aquello ya no era Colt. Se levantó aterrado, el aire le faltaba. ¿Él había hecho eso?
Miró sus manos repletas de sangre, miró a un castaño llorando amargamente recargado en la pared, con el rostro entre las rodillas, abrazando sus piernas. Se dirigió lentamente hacía él. ¿Estaba bien?, ¿Le habían hecho daño?
- León... - El llamado hizo que levantara su rostro de inmediato. Sus ojos llenos de carmín, hinchados y morados por la cantidad de golpes que había recibido. Le partió el corazón en mis pedazos. Se arrodilló frente al castaño, pero él rápidamente se alejó. Extendió su mano buscando tocarlo. León le golpeó la mano, lleno de terror - ¿León? - su corazón se oprimió al leer ese terrible pavor en los ensangrentados soles.
- No me toques...
Sus rosas ojos acumularon amargas lágrimas al escuchar lo ronca y queda voz del castaño. Lo miró más de cerca, parecía un pobre cachorro callejero, viviendo en el miedo.
- No te voy a lastimar, León - se volvió a acercar con más insistencia. El corazón de Piepequeño fue invadido por el espanto. Gritó atemorizado.
- ¡Aléjate de mi!
Mamluk se quedó quieto. De sus ojos comenzaron a llover lágrimas. ¿Acaso había hecho algo mal?, lo había ayudado, lo había rescatado, se había deshecho los nudillos con tal de defenderlo, había molido a golpes a su agresor. Había hecho todo bien. había sido el galante protagonista.
¿Entonces por qué le tenía miedo?
Eso significaba que no había sido el héroe. Había llegado tarde, aquellos girasoles habían sido deshojados, aquella piel que había jurado curar estaba llena de hematomas y raspones sangrantes. Lo había decepcionado, había faltado a su palabra. Ahora sólo era un miserable monstruo que había desfigurado la cara de un chico. Ya nada importaba
No se percató cuando una ambulancia y dos patrullas llegaron. Los agentes, al ver que era el único ileso y que aparentemente estaba intimidando a una víctima, lo ubicaron como el agresor. Le apuntaron con sus armas.
- ¡Policía de Superciudad, suelte su arma y coloque las manos sobre su cabeza!
Ya nada importaba. Con la mirada gris y perdida en el infinito, siguió las ordenes de aquel policía. El agente lo tomó bruscamente y lo arremetió contra la pared, colocándole unas esposas en las muñecas, sellando aquel frío metal en sus muñecas que había asumido el papel del villano en un horrible malentendido.
Los paramédicos priorizaron el traslado del pelirrojo al hospital al notar que sus signos vitales eran débiles y lentos. Sandman alcanzó a ver el oxidado oro de aquellos dorados ojos. Su corazón ya no podía. Ya no quería seguir en aquella realidad. Había cometido tantos errores. Debió terminar con su patética aquel 31 de diciembre, había sido un error continuar viviendo. Quería dormir. Dormir y soñar que tenía una vida feliz y color rosa. Dormir y nunca despertar.
Dormir
Dormir
Dormir
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Despertar
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Despertar
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Despertar
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Despertó
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El sueño había acabado
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Al abrir sus ojos le fue fácil reconocer el olor a medicamentos. Su cuerpo le dolía por los golpes que había recibido. Se levantó lentamente y se sentó en la camilla a revisar los moretones que tenía en los brazos.
- Me alegra que hayas despertado - la señorita enfermera se dirigió hacía él, colocando una lámpara frente a su ojo para corroborar su bienestar - Estuviste inconsciente tres horas. Perdiste todas tus clases, ya será la hora de salida en unos minutos - se dirigió a su escritorio para redactar el citatorio que se había ganado por involucrarse en una pelea escolar.
Se encontraba confundido.
- ¿Estoy en el hospital? - la enfermera soltó una risilla.
- Solo estás en la enfermería, cariño - Su confusión de acrecentó - Citatorio al día 10 de septiembre -
¿Septiembre?
- ¿No estamos en mayo ya?
- No, querido - la enfermera lo observó confundida - Estuviste inconsciente mucho tiempo, seguramente tuviste un largo sueño -
Sueño
¿Había estado soñando todo este tiempo?
- Más que un sueño, al final fue una pesadilla.
La campana sonó, anunciando el término de las clases. Sandman Mamluk tomó sus cosas y se dirigió al escritorio de la enfermera para recibir su citatorio por mala conducta.
- Aquí tienes tu reporte y citatorio, Mamluk - comentó la enfermera con pesar - Uno más y serás dado de baja, corazón -
- ¿Sandman?- Su corazón dio un vuelco al escuchar aquel llamado. Su pulso a mil por hora, sus ojos con ganas de llorar, el impulso de salir corriendo a abrazarlos y darle un beso que le durara toda la vida.
Lo miró.
Ahí estaba el. Con los ojos dorados, con una sudadera verde de camaleón. Jamás había estado tan feliz en su vida.
- ¿Te puedo ayudar en algo?.
Caminó hacía él, guardando todo impulso de abrazar a aquel chico que tanto había amado. Había soñado, todo lo que recordaba no había sido real. Tal vez ese chico no era el mismo con el que soñó, tal vez era alguien completamente diferente.
Todo había vuelto a estar en su contra. Era bulleado de nuevo, era excluido, ignorado, burlado. Volvía a ser el mismo Sandman Mamluk depresivo y con ganas de morir. Jackasy Drill seguiría haciéndole la vida imposible. Su vida volvía ser una mierda. Y el no trataría de llevarse bien con la misma mierda.
- Olvidé las llaves de mi departamento. ¿Podrías ayudarme a abrir mi puerta?
Pero todos merecen una oportunidad.
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