Día a Día de un Introvertido

La mañana era fría y con un gran viento soplando, el cielo aún negro en espera de la salida del incandescente sol, las aves ya cantando dándole un lindo ánimo al alba. En cuanto entró a la preparatoria colocó su dedo índice en el escáner para marcar su asistencia y en cuanto obtuvo el pitido de confirmación, salió casi huyendo de esa gran fila de alumnos esperando: odiaba las multitudes. A paso lento y con sus manos en los bolsillos de su sudadera violeta caminó hacia su aula.

- ¡Sandy! - seguido de ese gran grito recibió un brusco abrazo por parte de una ruda azabache - ¿Viste el anime que te recomendé? -

Estaba de sobra decir que odiaba los abrazos y todo el contacto físico en general, pero Jacky siempre encontraba la forma de forzarlo. Con todo el respeto que se merece una mujer, quitó los brazos que lo abrazaban y la alejó al menos medio metro de su cuerpo con una clara expresión de disgusto, incluso algo de asco.

- No me gustan los gore - sentenció al tiempo que quería volver a emprender su caminata, pero sus queridísimos amigos Crow y Rico ya lo habían acorralado, abrazándolo con solo un brazo, sabiendo que sólo les permitía ese tipo de contacto.

- ¡Sandías!, llegando temprano como siempre - habló con su amable y chistosa voz el chico con sudadera morada y círculos de colores.

- ¿Aún no llega León? - cuestionó el de ojos verdes esmeralda a Jacky.

- No debe tardar. Podrá vivir a media hora de la escuela, pero siempre llega malditamente temprano. 

Sandman ya estaba algo irritado por el grupo que se formaba. El dúo de Jacky y León era el más popular del primer año: dos extrovertidos condenadamente sociables, una con una ruda personalidad y el otro estúpidamente risueño. Y bueno, en realidad no conocía a León, pero si era amigo de Jacky no deberían de ser muy diferentes, y algo que tenía muy en claro era que Jacky Drill no era de su agrado. Eran muy conocidos ya en todo el bachillerato, por lo que casi todos los que entraban saludaban a la ojiazul y preguntaban por el pecoso castaño. Mamluk se mantenía cohibido bajo el brazo de Rico, muy ajeno a la conversación y sólo esperando a que el timbre sonara y pudiera huir a esconderse, pero una curiosa mancha verde que saltaba de un lado a otro capturó su atención.

- ¿Qué ven mis ojos? - bromeó la de ojos azules al identificar a su mejor amigo, sonriendo de inmediato en cuanto lo vio acercarse tan resplandeciente como siempre.

- ¡Ya llegó el sol, guapos! - así como se amaba a él mismo, amaba a los demás. Una linda característica del castaño.

En cuanto llegó la chica se abalanzó a abrazar a su querido compañero, seguidamente que este saludaba animadamente a Crow y Rico. Era imposible no terminar viendo en algún momento a ese risueño castaño, se movía tanto que siempre alguna parte de él se atravesaba en tu mirada. Mamluk odiaba a las personas ruidosas e hiperactivas.

- ¿Quién es esta morita? - aquel comentario hizo que el grupo estallara en risas ante el acertado comentario hacia el color de Sandman. Ofreció rápidamente su puño en forma de saludo, siendo correspondido por el contrario.

- ¿Qué tal? - respondió sin más.

- ¡Qué buena comparación, León!, para mi eres Morita de ahora en adelante - sentenció Jacky siempre tan burlona como siempre.

- Le queda demasiado bien - complementó Rico - Es pequeño, lindo y moradito -

- No homo - rectificó Crow.

¿Cómo es que hablen de ti y no te sientas incluido? era el día a día de Sandman. Odiaba el apodo que le acababan de otorgar y aborrecía más cómo lo llamaban tan sencillamente por aquel nombre sin siquiera tomar su opinión. Día a día de un introvertido. 

- No me llamen así.

- Vamos, Sand, no seas amargado - contradijo Jacky.

Desde hacía años se había dado por vencido respecto a dar valer su opinión, más que nada porque esa molesta chica siempre le decía "no seas amargado". Sentía que lo desgraciada de su vida social era culpa de Drill. Razón de sobra por la cual la odiaba. Resignado, comenzó a mentalizarse con tener que aceptar que ahora, aparte de Sandías, también debía tolerar que lo llamaran Morita. 

Ni siquiera era como si pudiera quejarse. Tristemente se había rodeado de muy malos compañeros: Crow, varonil y firme con su masculinidad, le echaría en cara que como hombre debe soportar las bromas, hasta las más pesadas. Rico, sumiso y borrego, seguía y apoyaba siempre todo lo que tenía que decir Jacky. Y la supuesta líder del grupo, Drill, quien a pesar de ser tremendamente ruda y brusca, siempre catalogaba a la gente honesta como amargada,  pues no soportaba que los grandes defectos suyos se le fueran mencionados. Tristemente él había sido víctima de la tóxica extrovertida, llevando cargando desde hace años la etiqueta de amargado por culpa de la ojiazul. Hasta hacía poco se les había unido León, algún foráneo de la provincia boscosa que se había mudado hace apenas algunos meses. Realmente no lo conocía, pero esa ruidosa risa, su diaria sonrisa empalagosa y su hiperactiva actitud no lo hacían muy diferente de Jacky, seguramente era igual que ella, además que ya le había dado un apodo terrible. No gastaría su tiempo tratando de llevarse bien con la misma mierda.

La campana sonó, soltándose de inmediato Mamluk de los brazos de sus supuestos amigos y se retiró silencioso a los salones de segundo año, ingresando al suyo. Tampoco era como si hubiesen notado su ausencia, pues Crow y Rico llegaron como si nada al aula.

- Oh, ya estás aquí - comentó realmente sorprendido el ojiverde - Eres sigiloso, Sandías - el mencionado no respondió.

El de ojos rosas estaba algo muy enfadado con sus amigos por aceptar llamarle de esa forma, pero no lo mencionaría, ya se sabía sus respuestas.

- ¿Cómo te va molestar un apodo?.

- Vamos, Sandías no te molesta.

Era un cuento de no acabar que desafortunadamente ya se lo sabía de memoria. Antes que llegara el profesor de Física, se colocó sus airpods, reprodujo su incondicional playslist de rock y se desconectó del mundo, no era como si le importara tomar sus clases o tan siquiera aprobarlas, desde la secundaria había mandado al caño a la escuela, sus aspiraciones laborales y cualquier otro sueño en su cabeza. Era una persona muy simple, él mismo se consideraba aburrido: adicto al anime y a los videojuegos, siempre con una sudadera negra o violeta, cabello sin peinar, unas ojeras del demonio, apariencia descuidada y siempre con unos audífonos. 

Sandman Mamluk acababa de cumplir sus 17 en el mes de julio. No hubo una gran fiesta, ni mucho menos un pastel o tan siquiera una felicitación. Se sintió alegre cuando le llegó una notificación de Google y Facebook deseándole un feliz cumpleaños. Su madre, Tara, gradualmente lo había dejado a la deriva cuando se juntó con su nuevo novio hace cinco años, ¿Su padre?, cientos de kilómetros al norte en otro país, con otra familia y otra vida; nunca lo conoció, así que nunca lo extrañó. Era hijo único, siempre vivió en el Baazar, y a diferencia de lo que muchos imaginan, tuvo una infancia normal: siempre fue muy tranquilo, nunca rompió un plato ni se ocasionó cicatrices que ameritaran una anécdota. Recordaba a Crow desde su infancia, ya que han coincidido en ir en la misma escuela y en el mismo grupo desde la primaria. 

Fue producto de un problemático embarazo adolescente, teniendo sólo de diferencia entre su madre y él apenas 16 años. Desde muy niño supo que la relación con su madre no era como decían las películas: él no recibiría un beso de buenas noches, ni un abrazo de cumpleaños, ni una felicitación por una buena calificación, ni un amoroso afecto maternal. Tara fue muy clara al mostrarse distante siempre. Tal vez nunca fue grosera, ni violenta, ni atroz, pero justamente era aquella indiferencia era lo que más le dolía. Y bueno, ¿Quién era él para culparla?, ya había dejado ese rencor a Tara muy atrás, sabía que su nacimiento había destrozado todos los sueños de su progenitora y él tampoco había hecho algo que la hiciera amarlo.

- Estaré yendo muy seguido con Brock - le decía cuando tenían pocos meses de haber empezado una relación - Siempre tendrás comida en el refrigerador o dinero en tu tarjeta - 

Sabía que esa era su forma de decirle "no molestes", y tanto Sandman hizo un buen trabajo para no atormentarla, como Tara tampoco lo dejó abandonado completamente. Esa conversación (intercambiar una frase era lo más que hablaban) había ocurrido hace ya cinco años, las responsabilidades que tenía Tara para con Sandy nunca las abandonó, pero sí que esas visitas con Brock se hicieron tan frecuentes y tan extensas que ahora a quien visitaba era a su hijo. Vivía relativamente solo desde hace dos años, aprendió a cocinar y a mantener la casa limpia, tuvo pequeños trabajos para tener un dinero extra y poder llenarse de cuantos caprichos quisiera, estando orgulloso  de que ese celular, esa consola de videojuegos, sus infinitos audífonos, su ropa y sus tantas cuentas en diferentes plataformas de entretenimiento fueron o son pagados por él. 

- Sandy - escuchó su nombre apenas audible debido al fuerte volumen en el que se reproducía Don't forget me, de Nathan Wagner - Sandy - ahora sí logró reconocer aquella voz.

Ocultando su felicidad, se retiró sus airpods y puso su cansada mirada en aquella linda rubia de ojos verdes.

- Bea - le devolvió el llamado.

- Ya es receso, ¿te sentarás a comer conmigo?.

- Seguro.

Bea es tan sólo un cariñoso apodo que sus amigos le dieron a Belinda, una preciosa rubia, de baja estatura, pecosa, de grandes y expresivos ojos verdes: la única mejor amiga que Sandman tenía. Ambos salieron del aula conversando casualmente sobre un anime de comedia romántica que veían a la par, comprando ambos una orden de hot dogs y yendo a sentarse junto a los demás. Bea estaba dentro del grupo de Drill, viniendo junto con ella Rosa, siendo ambas amigas inseparables. 

- Buenos días - saludó Bea por Sandy al ruidoso grupo sentado en aquella banca.

- Buenas, Bea preciosa - le respondió Jacky, feliz de ver al par, aunque más por saber que estaría el de ojos rosas.

Sandy se sentó junto a la rubia, quien lo dejó un poco de lado al reencontrarse con Rosa. Él sabía que aunque considerara a Bea su mejor amiga, para ella él no era nada más que una simple amistad. Comenzó a comer con desgano su hot dog: sólo lo había pedido porque a su compañera le encantaba aquel manjar, pero él sentía una repulsión por todo embutido. 

- ¡Morita! - escuchó la voz de León, ocultando las ganas de hacer una expresión fastidiada. León se sentó al lado de Jacky con una colosal charola llena de papas fritas, nuggets, una hamburguesa y una humilde manzana roja. Sintió asco de solo ver tanta comida chatarra - En realidad no sé tu nombre, Morita - escuchó que de nuevo se dirigía a él.

- Te lo presento. Es Sandman Mamluk - respondió Jacky por el pelimorado -Lo conozco desde la secundaria. Un amargado y otaku de primera -

Cómo odiaba que le llamaran otaku. Cómo odiaba a Jacky Drill.

- Woah, ¿ves anime?.

- Eso es ser otaku, ¿no? - le respondió de una forma despectiva. Bea salió a su rescate.

- Es fan de las comedias románticas - comentó amable, poniendo una mano en el hombro de su amigo esperando calmarlo.

- Hiug, romance - ahora en verdad lo detestaba - Prefiero el terror y suspenso - le caía peor si es que eso era posible - Tampoco veo mucho anime, películas o series. Me aburren mucho. Prefiero los libros porque... - en el momento en el que dijo "libros" dejó de ponerle atención. Bea volvió a olvidarlo cuando dejaron de dirigirle la palabra. No había sido una buena idea salir del salón.

Su receso transcurrió entre constantes preguntas de León y burlas de Jacky. En cuanto sonó la campana, tomó su charola, la aventó en la zona de trastes sucios y huyó a su edificio. ¿Por qué todo el mundo era tan odioso? Ni siquiera Bea, la chica que le gustaba, ayudó en hacer más amena su comida. Algo irritado, se dirigió a su salón, pero al entrar tuvo la desgracia de chocar con un chico de tercero.

- ¿Qué demonios? ten cuidado, cabrón - Sandy estaba de humor. Lo ignoró por completo y se dirigió a su butaca.

- Espera, ¿No es el perro de Drill? - comentó otro chico.

- Ohhh, la famosa Morita - aquel grupo de cuatro comenzaron a caminar hacia su asiento. Sandy los fulminaba con la mirada - ¿Tienes idea de lo afeminado que luces? -

- Vamos, perra, discúlpate con tu mayor.

- Vete al diablo - contestó agresivo.

El aparente líder del grupo lo tomó bruscamente del brazo. Sandy no estaba de humor. Perdió los estribos y le propinó un acertado golpe en la mandíbula.

- ¡Colt! - otro chico se abalanzó contra Mamluk, pero este rápidamente le dio una buena patada en el pecho y lo hizo caer contra los bancos. Aquel metálico estruendo llamó la atención de los demás alumnos, quienes se comenzaron a conglomerar en la puerta del salón al visualizar la pelea. Los otros dos chicos tomaron a Sandman de los brazos, inmovilizándolo. Colt se levantó, limpiándose el hilo de sangre que brotaba por su labio.

- Parece que la perrita ladra - el pelirrojo le estrelló su puño en su estómago. Sandy se dobló por el dolor y comenzó a jadear buscando recobrar el aire - Así, zorra, gime - otro golpe impactó en su abdomen. 

Nadie hacía nada. Sólo miraban. Con lágrimas en los ojos, vio a Bea al frente de la multitud. Observando. ¿Por qué no hacía nada?, ¿Por qué no lo ayudaba?, ¿Tan poco significaba para ella como para no querer ensuciarse las manos por él?. La gran agrupación llamó la atención de los supervisores y maestros, quienes disiparon a los alumnos.

- ¿Qué está pasando aquí? - los chicos que lo sostenían de los brazos lo lanzaron al suelo al ver que el profesor los había descubierto. 

- Quédate en el suelo junto a la mierda. Ahí perteneces, Mamluk - Le dijo Colt para después recibir el sermón de los profesores.

Se quedó en el suelo, muerto de dolor. Escuchó alboroto - ¡Ayuden a su compañero!, ¡llévenlo a la enfermería! - No supo nada después, tenía mucho sueño y estaba cansado, no dando lucha a dormir, cayó inconsciente.

Día a día de Sandman Mamluk.

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