Ansiedad
La entrega del mierdero proyecto transversal era el viernes de esa semana, el maestro Gale cerraba calificaciones al día siguiente y a León le faltaba un apunte, había un ensayo del Club de Teatro el jueves para una obra que habría que presentar el lunes de la siguiente semana como festejo a la Batalla del Viejo Pueblo, mañana debía ir a Mina Rocosa a recoger su vestuario para aquella obra, Sandman acababa de terminar con él, no había comido desde el desayuno por dedicar su receso a terminar la tarea de ese mismo día para tener su tarde libre y terminar los otros pendientes, su habitación era un desastre y su padre quería que ayudara a Nita con su tarea, pues él debía trabajar hasta tarde.
- Seguro, papá, no te preocupes - quería llorar.
Tenía el corazón roto en mil pedazos, había llorado un poco de camino de la escuela hasta su edificio, pero le resultaba penoso que alguien lo viera en ese estado. Tenía planeado llegar, encerrarse en su baño y morir en lágrimas algunas horas, pero ahora ese tiempo había sido reemplazado por hacerle un omelette a su tierna hermana, quien le había comentado que tenía algo de hambre.
León tenía un buen corazón. Amaba a su hermana, la consentía cuanto podía, tratándola como una princesa.
- Aquí tienes, corazona.
- ¡Gracia, Leoncito! - y gustosa comenzó a devorar aquel platillo.
- Recuerda lavar tu plato cuando termines.
- ¡Chi! - exclamó con la boca llena de un gran bocado de omelette.
El mayor le revolvió el cabello con cariño para retirarse a su habitación y finalmente poder sentirse miserable.
Odiaba llamar la atención cuando se sentía mal, no le gustaba la sensación de ser ayudado. Amaba apoyar a los demás, consolarlos, darles unas sinceras palabras de aliento e impulsarlos a seguir. Lo amaba. Pero se sentía tan extraño cuando lo recibía. Y no era que le disgustara, si no que nadie lo ayudaba como él quería. Sabía bien que si le pedía ayuda a cualquier amigo suyo, se la otorgaría sin duda alguna, más sin embargo, nadie lo consolaba como él lo hacía con los demás. Y no era desagradecido, cuando alguien le daba unas buenas palabras de aliento lo tenía muy presente siempre, pero aquellas veces habían sido muy contadas. Además que le costaba un esfuerzo descomunal el pedir ayuda. Razón por la cual, cuando se disponía a llorar, lloraba todo aquello que no había lamentado antes. Tenía tantas angustias.
Había sido infiel, ¿Cómo demonios había terminado haciendo algo tan estúpido?. Por su culpa lo había terminado su novio, ex novio ahora. Por su tontería había hecho sentir mal a la persona que amaba, había traicionado su confianza, había faltado a su lema de ser una buena influencia en todos. ¿Si no había podido hacer feliz a la persona que le gustaba, cómo iba a hacer con los demás?. Había fallado. Jodidamente lo había arruinado. Era un imbécil, un completo idiota. Un pedazo de mierda que había intentado hacer felices a los demás y simplemente no se puede hacer feliz a él mismo. Imbécil. Eso era lo que era. Un completo imbécil.
Si hubiera sido más responsable en la escuela, no tendría tanta carga de trabajos, era un jodido irresponsable, un intento de buen estudiante y no era nada más que alguien mediocre. Debía mantener una buena actitud con su familia para no preocuparlos, lo menos que podía hacer ahora era ser una carga más, no quería ser una molestia, no quería que su padre volviera a pagar aquellas costosas sesiones con el psicólogo Poco. Debía hacer un desempeño impecable en su obra, tenía el papel protagónico, no podía perder los reflectores, debía seguir siendo el mejor actor del club. Tenía que entregar un proyecto esplendoroso para poder conseguir una calificación perfecta y mantener las expectativas que todos tenían en él, debía conservar esa beca por desempeño, esa racha de primer lugar en calificaciones desde que había ingresado al bachillerato. Debía ser perfecto. Debía cumplir sus expectativas y las de los demás.
Debía seguir, debía ser fuerte.
Ya no quería seguir, ya no quería ser fuerte.
La ansiedad se lo comió.
Sus manos tomaron vida propia, sus uñas le pintaron de rojo unos curiosos zarpazos en los muslos y el abdomen. Su voz quería salir y revelar un monstruoso grito, pero no debía llamar la atención, no debía hacer preocupar a Nita, así que para mantener su llanto en silencio, comenzó a encajarse los dientes en los brazos. Sangre escurría de sus piernas en delgados hilos, su boca comenzó a degustar un sabor metálico tras sus mordidas, las cuales se hinchaban, sangrando con dolor y gradualmente se volvían moradas. Manchó las hojas de su tarea con sus amargas lágrimas, provocando que el plumón se escurriera y creara una curiosa mancha verde en el texto de su apunte. Debía hacerlo de nuevo. Nada le salía bien, arruinaba todo, cuando creía que por fin estaban yendo bien las cosas, terminaba saboteándolo todo. Todo era su culpa, era un monstruo, era la pura escoria del mundo.
Se volvía loco. Solo quería hacerse bolita en el rincón de su habitación y desaparecer por un momento. Quería olvidar que podía pensar y estar en paz aunque sea cinco minutos. Quería estar solo, quería dejar de tener tantas responsabilidades. Quería dejar de ser él, dejar de tener un alto perfil que cumplir, dejar de abrazar las expectativas que de los demás tenían sobre él. Ya no quería ser León Piepequeño. Ya no quería ser ese personaje que ayuda a todos, que resuelve todo. Ya no quería ser él.
Quería volver a ser un niño y que sólo le doliera rasparse las rodillas.
El día pasaba, soleado y caluroso como era de esperarse en un primaveral abril. El sol comenzó a ponerse en aquel amplio horizonte, Nita había recibido ayuda de su prodigioso hermano con su tarea, por lo que ahora se encontraba muy feliz jugando con su tableta en algún juego online.
- Si me necesitas, toca mi puerta, linda - le había comentando antes de volver a sumirse en su miseria que yacía dentro de su habitación color azul pastel.
Lloraba, lloraba amargamente. Extrañaba a Sandman. Extrañaba aquellos infaltables mensajes preguntando por su bienestar, aquellas etiquetas en publicaciones cursis, aquellas canciones dedicadas, esas llamadas de mil horas, esas compañías que se hacían en el pasillo en común frente a sus departamentos, esas tardes jugando videojuegos o contando acerca de sus vidas, aquellos golpes en sus paredes para llamar su atención. Le dolía tanto aquella ruptura y se sentía tan inútil por no haber podido recuperar su confianza. ¿Qué había fallado? Oh, en todo había fallado, ¿Cuál fue su error? Ser un estúpido inmaduro, ser él, existir había sido su error.
Había perdido al chico de sus sueños
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El aún no se asomaba para el amanecer cuando León ya se encontraba listo para salir hacia la Mina.
- ¿Estas seguro de querer recogerlo ahora? - su padre se encontraba algo preocupado por la urgencia de su hijo por salir tan temprano al distrito minero.
- Síp, pa'. No te preocupes, te aviso cuando llegue a la escuela - ya se encontraba en la puerta, listo para salir. Bo le deseó suerte y le recomendó ser cuidadoso, León asintió y salió. Se quedó un momento viendo la puerta de al lado. Suspiró, suprimió cualquier tonta reacción y caminó hacia las escaleras.
Eran las cinco de la mañana, sus clases iniciaban dentro de dos horas, por lo que tenía tiempo para ir y regresar hacia su escuela con total tranquilidad. Se puso sus audífonos y aprovechó la soledad del autobús para llorar nuevamente. A pesar del evidente calor que emanaba la primavera, tuvo que vestirse con manga larga y pantalones sueltos, pues las heridas que se había realizado comenzaban a pasarle factura, al igual que el inigualable dolor que sintió cuando el agua de su ducha tocó su cuerpo le había arrebatado cualquier sobra de sueño que pudo tener por no dormir ni un mísero momento. Se había maquillado discretamente aquellas bolsas bajo sus ojos, al igual que se tomó la molestia de vendar y cuidar aquellos rasguños en sus piernas que habían sido más profundos de lo habitual.
En media hora llegó a Mina Rocosa, caminó unos diez minutos hasta que llegó al Centro de Costuraría. Entró, acercándose a la recepcionista, quien le indicó que esperara un momento en lo que le traían el vestuario. Se sentó con pesar en los sillones del lobby, esperando a quien sea que le entregara su vestuario y pudiera emprender marcha hacia su bachillerato. Cada nuevo día es inesperado, pueden terminar ocurriendo situaciones que jamás habrías previsto, y para León era divertido terminar improvisando algo completamente diferente a lo planeado.
- Oh, buenos días, León - Esa ruda y tosca voz lo trajeron de vuelta a la tierra en un instante. Dio un brinco al darse vuelta y reconocer aquel curvilíneo cuerpo, tragando saliva.
- ¿Jackasy?
- Vaya, cuánto tiempo sin verte - notó entonces que ella era quien traía el gancho con su vestuario. La azabache colocó aquellas ropas con delicadeza en el respaldo de un sillón cercano y se atrevió a darle un abrazo al castaño. Aquel contacto era muy diferente al que solía recibir cuando eran amigos: No era fuerte ni abrumador, tampoco era brusco o sofocante. Fue muy delicado, muy suave, muy avergonzado y arrepentido - ¿Cómo has estado? - la chica se sentó frente a él, dispuesta a entablar una conversación extensa. Parecía haber cambiado, de cualquier forma, León no era quién para negarse a conocer de nuevo a alguien.
- Bien, dentro de lo que cabe - fingió lo mejor posible su sonrisa y aparentó aquella felicidad que siempre lo caracterizaba - ¿Y tú? -
- Oh, pues a mi la vida ya me devolvió todos los males que causé - divertida de su desgracia, se burló de su situación - Mi madre se enteró de toda la situación de la escuela, así que me sacó de los estudios y comencé a trabajar -
Los ojos de León no podían expresar más sorpresa de la que realmente sentía - ¿No estudias? -
- Al menos ahora no - volvió a reír para no llorar - Mi madre me dijo que si podía cubrir los gastos de mi educación, podría volver - El ojimiel estaba sorprendido. Cada vez más gente de su edad comenzaba a desempeñarse en diferentes empleos, tal vez también debía empezar a hacerlo -Pero mi vida es tan triste como para ser entretenida. Cuéntame de ti - justo aquel era el lugar donde León no podía volver a andar como si nada hubiera pasado.
Apenado, tuvo que hablar de su sentir - Perdón, Jackasy, no puedo volver a confiar en ti después de lo que sucedió -
A diferencia de la respuesta victimizante y dramática que esperaba, la ojiazul sonrió con comprensión y asintió seguidamente - Entiendo bien, León - soltó un triste suspiro antes de hablar - Me gustaría pedirte perdón por todo lo que hice. Sé que una palabra no arregla todos mis errores, pero es completamente sincera y espero que mi inmadurez no haya afectado en tu vida. Estaba celosa, envidiaba tu luz y esencia, quería ser como tú. Pero el rencor y la ira me cegaron. De verdad lo siento, León. No merecías nada de lo que hice y entiendo a la perfección si no quieres volver a relacionarte conmigo, pero me gustaría enmendar todos los errores que tuve contigo - Alzó la mirada triste, sonriéndole con nostalgia - Eres un gran amigo, de verdad me gustaría recuperarte -
Silencio. Nuevamente el azul miraba fijamente al oro. Incluso la sensación de sus orbes había cambiado completamente. Aquella mirada filosa, coqueta y atrevida había desaparecido, ahora su mirada era más redonda, más clara, incluso algo más triste y consternada. Ya no era aquella persona que le había hecho tanto mal, y León era un fiel creyente de las segundas oportunidades. Le extendió la mano con una sonrisa, haciendo que la chica también sonriera.
- Volvamos a ser amigos - de cualquier forma, Jacky seguía siendo Jacky. Emocionada, se abalanzó a propinarle un gran abrazo, haciendo ruiditos extraños por la emoción que sentía.
- ¡Mierda!, no sabes cuánto me consternaba haber sido tan estúpida contigo - rápidamente su voz comenzó a hacer notar las enormes lágrimas que se conglomeraban en sus párpados - De verdad me arrepiento de todo lo que te hice, León. Me arrepiento de todo lo malo que le hice a todos, en serio lo siento - y rompió en un ruidoso llanto, lleno de dolor y culpa.
León, contento por ver un estado tan vulnerable y poder ser un apoyo, la consoló debidamente, abrazándola y escuchando cada uno de sus lamentos, sin interrumpirla, sin cuestionarla ni callando sus gritos al llorar. Entendía que ese llanto lo tenía guardado desde hace mucho, que le dolía tenerlo dentro y que debía sacarlo. La escuchó, la apoyó y estuvo para ella. Le gustaba ayudarla, le gustaba sentir toda esa confianza que le había obsequiado. Cómo disfrutaba de ayudar a los demás.
Transcurrió unos buenos veinte minutos hasta que Drill logró tranquilizarse y establecer sus pies en el suelo de nuevo, apenada de que el ojimiel haya sido testigo de su llorar.
- A todo esto - comenzó a hablar de otro tema una vez hubo sacado todo lo que sentía - Vi que Sandman y tú son novios, ¿Cómo van? - No era su culpa, nadie en el mundo sabía que Mamluk y él ya no tenían ningún vínculo afectuoso. Con una triste sonrisa, le explicó:
- Ya no somos novios.
León estaba mal, y de verdad necesitaba sacar todo ese veneno que le consumía el alma. Tranquilo y sin dejarse llevar por lo fuerte de sus emociones, le platicó objetivamente todo lo ocurrido entre ellos, desde aquella tonta infidelidad, hasta los problemas de confianza que tenía su ex novio. Fue claro, ya que de verdad esperaba obtener un consejo, no podía entender muy bien qué era lo que debía hacer, ni siquiera tenía muy en claro qué había pasado, y hablarlo le ayudaría a comprender más aquella revoltosa situación.
- Joder, ¿De verdad te terminó? - la incredulidad en la voz de la azabache lo confundieron, pues para él no era algo sorprendente ni exagerado.
- No veo razón por la cual no haya estado bien hacerlo.
- Vamos, León - Jacky se revolvió los cabellos frustrada, mirando al suelo fijamente para poder organizar sus ideas correctamente y poder hablar - No digo que haya estado bien que le pusieras los cuernos, eso es indiscutiblemente una traición a la confianza - golpe directo, pero justo y necesario - Pero todo el teatrito que se está armando es demasiado innecesario -
León frunció el ceño - No soy fan de minimizar las emociones de los demás - Jacky sonrió.
- No la invalido ni la hago menos. Tan sólo digo que Sandman tampoco está haciendo un gran trabajo por sacar adelante la relación. Digo, no es como que hayas mantenido una relación en paralelo, o que hayas planeado dejarlo, solamente fue un impulso por la mera hormona, eres hombre con dieciséis años, joder, estamos en la plena edad de querer fornicar todos los días - sus palabras no parecían ayudar. Entendió entonces que eso no era lo que quería escuchar - Lo que quiero decir es que una relación no es responsabilidad de uno sólo. Tu parte en aquel problema era simplemente honrar más la confianza de Sandman y él volver a confiar. Y no lo hizo, seguía dudando y tan sólo te hizo sentir más culpa. Haya sido apropósito o no, no tiene porqué echarte en cara eso si es que decidió continuar a pesar de ello. Suficiente tienes tú con los sermones que te das para que venga él y también lo haga. Los dos fueron un par de tortolos -
Piepequeño mantuvo su mirada clavada en el suelo un momento, después levantó su mirada al reloj que yacía en la parte alta de la pared de enfrente, avisándole que era hora de emprender su camino a la escuela.
- Gracias por tus palabras, Jacky.
- No hay de qué, León - Tomó el gancho con su vestuario, y abrazó a la azabache como señal de despedida - No es tu culpa, León. Ese error no debe opacar los aciertos que tenías con Sandman -
Intentando disimular el tremendo golpe que le había dado en la mera herida emocional que tenía, salió casi corriendo del Centro de Costuraría en dirección a la parada de autobuses con destino a Superciudad. Aquellas palabras de Jacky habían sido una linda caricia a su alma. Se sentía mejor consigo mismo, se entendía y se auto compadecía. Ya no sería tan duro consigo mismo, ya no estaría sumido en el pasado. El sol comenzó a asomarse por el horizonte, pintando las nubes de tonalidades rosas y naranjas, alegrando el alba. Se sentía bien, sentía que podía tener un nuevo comienzo, que podía con esto, que era una buena oportunidad para mejorar como persona y ser una mejor versión de él mismo. Estaba motivado, estaba inspirado.
El día comenzaba, y con él, León Piepequeño volvía a recobrar los soles de sus ojos.
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