3. ¿Qué rayos?

Desde que entré a la universidad he notado como mi padre ha hecho un gran esfuerzo por darme un poco más de libertad en cuestión de permisos y salidas.

Al referirme a salidas, no se trata precisamente de salidas a fiestas o a algún club, aunque bueno, no soy de las personas que salen mucho. A veces siento la curiosidad como cualquier chico de mi edad, pero más bien son salidas para ir a la biblioteca donde me puedo pasar horas o ir a casa de algún compañero para hacer trabajos en equipo.

He de confesar que también me he dado algunas escapadas a comer con mis dos mejores y únicos amigos. No me gusta mentirle a mi padre, pero un poco de libertad no me viene mal de vez en cuando. Además no he fallado ni he incumplido en ninguna de sus miles de reglas.

Sé que parte de su gran esfuerzo tiene mucho que ver con el que yo esté con Gulf y Flukie, los conoce desde antes de nacer y prácticamente él les ayudó a sus padres a cambiarles los pañales.

Los padres de mis mejores amigos son socios e íntimos amigos de mi padre desde la infancia, cuándo ellos eran muy jóvenes siempre tuvieron la visión de formar una de empresa o alguna Asociación donde pudieran trabajar juntos.

Ahora los tres son dueños y socios de un Centro de Alto Rendimiento Pugilista, donde mi padre Leo Atthaphan, es uno de los mejores y más estrictos entrenadores, el señor Mike Kanawut, padre de Gulf es un reconocido promotor, y el padre de Flukie, el señor Lee Natouch es el administrador y asesor legal.

Juntos forman un gran equipo de trabajo donde no sólo son socios y buenos amigos, ellos son familia al igual que sus hijos y yo, una familia con la que no sólo se está en los buenos momentos, ellos han estado ahí para apoyar a mi padre de manera incondicional.

Después de lo que pasó con mi madre, y tras quedarme bajo su cuidado, perdió toda la oportunidad de regresar al cuadrilátero, y aunque él diga lo contrario sé que fue un duro golpe cuando se retiró de manera profesional al casarse con mi madre, y después de que ella decidiera marcharse se dedicó por completo a mi crianza.

Él, en su momento, había dejado de ser padre proveedor, para dedicarse por completo a mi cuidado y educación, fue entonces cuando decidió iniciar su labor de entrenar a jóvenes promesas en el deporte.

A pesar de que él me podría haber contratado a una nana o pudo haberse casado —si así lo hubiera deseado— no lo hizo y creo entender el por qué, porque aunque él no lo admita, sé que aún tiene la esperanza de que mi madre regrese y cruce la puerta de casa, buscando su perdón.

Así que no le quedó más opción que llevarme todos los días —después de clases— al CARP [Centro de Alto Rendimiento Pugilista] Verlo entrenar y pegar de gritos cuando la gente no obedecía sus instrucciones era algo muy intimidante.

Es curioso porque a raíz de mis visitas al CARP, los hijos de los socios de mi padre o sea mis mejores amigos también empezaron a acudir, a veces era estresante para ellos ver como tres niños pequeños corrían por todos lados, mientras veían a grandes peleadores entrenar de manera ardua sin parar, esforzándose y haciendo sacrificios tratando de conseguir la oportunidad de sus vidas.

Muchos lo lograban, muchos se daban por vencidos y desertaban. Mi padre está entrenado a la vieja escuela y sus reglas siempre han sido muy estrictas para todo aquel que ha logrado entrar al CARP.

Realmente logran entrar muy pocos, es raro ver rostros nuevos a menos que tengas una muy buena recomendación o vean que tienes potencial dentro del mundo del Pugilismo, de lo contrario no dudaban en negarte el acceso.

Suena horrible lo sé, pero ahí se va a entrenar, no se va a jugar, ni a hacer amistades. Si no tienes madera de Pugilista prefieren evitar hacerte perder el tiempo, y que se los hagas perder a ellos.

A lo largo de los años he aprendido que este lugar se ha vuelto sagrado para los que aquí entrenan, aquí se viene a dejar la sangre, el sudor, y las lágrimas.

Con el paso del tiempo cuando mi pequeña y aniñada fisonomía empezó a cambiar, también lo hicieron algunas de las reglas que estaban visibles en un enorme muro con letras grandes, la última regla impuesta fue el colmo y decía algo más o menos así:

"Queda estrictamente prohibido hablar o interactuar dentro y fuera del CARP con Baby... Quien rompa esta regla queda automáticamente fuera de este lugar sin derecho de volver a ser admitido"


Ridículo... ¿Cierto?

Mi padre y su delirio de que todo el mundo está interesado en cortejarme. En serio... ¿que acaso no me ha visto con detenimiento? ¿O es que su amor de papá cuervo lo ha cegado por completo? Porque... No soy el chico más popular, menos el más atractivo, tengo algunas pecas que sobresalen en mi pálido rostro, mis ojos color miel siempre lucen asustadizos y para colmo esta mi rebelde cabello. A veces quisiera agarrarlo y teñirlo, quitarme este color... Pero no me animo, sería tan raro mirarme al espejo y ver que algo tan único y tan característico en mí ya no esté.

Cuándo vi aquella última regla con mi nombre en el muro... me horroricé, me enfadé, me avergoncé y hasta me indigné... Incluso había tomado la decisión de no volver a pisar el CARP porque todos ahí me saludaban con la mirada y me esquivaban como si fuera una plaga...

Ese es el efecto que tiene mi padre.

Agradezco que me cuide y me proteja de esa manera, aunque siento que a veces exagera más de la cuenta, no lo culpo, sé que todo ha sido pensando en mi bienestar, aunque a veces crea que sus decisiones hacia mí, no hayan sido las más adecuadas.

Una de las cosas que prácticamente me-... mmm... Bueno NOS obligó a hacer, fue aprender defensa personal. Tanto mis amigos como yo, sufrimos con eso, fueron muchos años de práctica, donde lo único bueno de todo esto es que a pesar de mi delgadez y de tener los músculos de un fideo, tengo un cuerpo firme y tonificado aunque eso no le quita que este muy escuálido.

Debo admitir que sufrí horrible durante ese tiempo, porque fue un maestro muy, pero muy exigente, tal vez lo hacía por ser su hijo y quería poner el ejemplo. Porque sí, adivinaron, no quiso que nadie más nos enseñará. Él quiso encargarse personalmente de enseñarnos todo lo que sabe, y aunque siempre he estado entre el CARP y en el mundo de las peleas, no es algo que llame mi atención, no he sentido esa necesidad de intentar defenderme cuando se han burlado de mi por mi aspecto, menos de ser yo quien inicie una pelea. Creo que es una muestra de que este mundo y yo somos como el agua y el aceite, totalmente incompatibles, aunque es algo que no voy admitir en voz alta. No pretendo romper aún más el frágil corazón de mi padre.

Voy a confesar algo que no le he dicho a mi padre, y es algo que en verdad me preocupa, en primera porque no quiero provocarle ningún problema y en segunda porque no sé cómo sentirme con ello.

Cuando entré a la universidad, desde el primer día de clases me percaté de la presencia de cierto castaño muy atractivo que desde hace algún tiempo me ha estado pretendiendo, su nombre: Ohm Thitiwat.

»Aquella tarde al salir de clases nos disponíamos a salir rumbo al estacionamiento para ir a comer, cuando de pronto escuché que alguien me gritaba y me llamaba por el apodo de "Baby", por lo que sin pensarlo aceleré aún más mi andar para salir de ahí corriendo ante los gruñidos de mis amigos.

Aún recuerdo ese caótico día...

—¡Baby! ¡Mierda!. Baby por favor espera. Necesito hablar contigo. —se escuchaba como hablaba a mis espaldas.

"Esa voz", dije entre mí, la fuerte y potente voz inconfundible de Ohm me hizo palidecer. ¿Qué rayos está haciendo aquí?

—Por Dios Baby... Deberías de hablar con él, se ve que está hasta las manitas por ti —me dijo Flukie con esa boba sonrisa, y cuando estaba a punto de protestar ya tenía a mi lado a un muro humano de un metro ochenta, con un alborotado cabello castaño oscuro y esa mirada tan pura y sincera.

Pero no. No podía hablar con él, no podía darle esperanza alguna, porque sólo lo iba a perjudicar y todo el trabajo y esfuerzo que él ha hecho y todo lo que él ha pasado se irá por la borda en un parpadeo.

—Hey Baby... ¿Podemos hablar? ¿Por favor? Sólo dame cinco minutos. Es todo lo que pido. —su voz y su mirada, caían casi en una súplica haciéndome sentir horrible.

—No creo que sea lo correcto. Si mi papá se entera... —le dije la verdad.

—Él no se va a enterar. Te lo prometo

—¿Qué haces aquí Ohm? Se supone que estabas en otra universidad ¿qué no? —traté de alejarme pero me lo impidió

—Pedí un cambio al saber que estarías aquí, pensé que así podía hablarte sin que tu papá intente cortarme las pelotas. —Dios no puedo con esa confesión debo de parar con esto.

—Ohm... Yo-

—Acepta salir conmigo Baby. Aunque sea una vez —su mirada y su tono de voz eran una dolorosa súplica. Eso hizo que me dieran ganas de llorar.

Es una lástima porque Ohm lleva tres años en el CARP, donde lo he visto partirse el lomo ejercitándose y entrenando constantemente a pesar de que su cuerpo es de complexión media, tiene un cuerpo muy trabajado sin ser tan musculoso, sometiéndose a los duros entrenamientos que le da mi padre.

Una vez, casi cuando recién ingresó como futura promesa, intentó acercarse a mí durante un entrenamiento y mi padre casi se le va encima, creo que desde entonces aplicó lo de la última regla en la pared, y ahora él está aquí en esta universidad y es cierto puede que mi padre no se llegue a enterar, pero a la vez, temo que si lo descubre pueda expulsar a Ohm del CARP y todo su esfuerzo y años de entrenamiento se vayan a la basura en cuestión de segundos.

—Sabes que no puedo Ohm, sabes que si mi papá se entera puedes quedar fuera y no puedo permitirlo.

Veo como se agarra su hermoso cabello en señal de frustración, pasando sus delgados dedos por esa mata sedosa.

¿Pero qué rayos? Contrólate Gun, o terminarás por joderlo en grande. Por más que me lo repetía era imposible ante la belleza de su atractivo y cincelado rostro.

—Puedo buscar la manera... —me decía buscando la manera de hacerme entrar en razón.

—No creo que sea buena idea. —solté y me sentí mal de hablar con él frente a mis amigos que no hacían nada para darnos un poco de espacio para hablar.

—Yo te quiero Baby... Sabes que yo te quiero bien y si tan sólo me dieras una oportunidad...

—Yo-

—Nos vamos a ir adelantando al Sakura Baby —dijo Gulf ante la situación que se había vuelto incómoda para todos.

No pude evitar mirar los dolidos ojos color aceituna y el rostro abatido de Ohm, ante su confesión yo no podía darle falsas esperanzas.

—Lo siento mucho —dije apenado bajando la mirada.

Podía sentir la tensión que emanaba de su cuerpo, como sus músculos se habían tensado a un nivel alarmante haciéndome sentir peor de lo que ya me sentía.

—Tengo que irme... —le dije en un hilo de voz.

—Me ganaré tu cariño Baby. Voy a convencer a tu padre de que mis intenciones contigo son buenas, y haré que te sientas orgulloso de mi —dijo lo último tan rápido que apenas y si fue entendible.

Ahora mi corazón latía a todo galope, quise responder ante aquello, pero cuando menos lo pensé iba caminando de regreso hacía un grupo de amigos mientras se agarraba su hermosa y despeinada cabellera.

—¿Y bien? —Preguntó curioso Gulf.

—Lo mismo de siempre. —Respondí con un semblante triste.

—Yo digo que te des una oportunidad, al fin y al cabo tú papá no tiene por qué enterarse.

Ese comentario solo me hizo virar aún más los ojos, Ohm es un buen chico es tierno y no dudo de que sus sentimientos hacía mi sean honestos, pero aún así no lo puedo arriesgar a que pierda todo lo que ha logrado sólo por una necedad.

Y si pensaron que lo sucedido con Ohm había sido un desastre, sólo esperen a que les platique lo que pasó en el famoso restaurante...

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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Bien se darán cuenta de que cada uno de los protagonistas, narra distintas situaciones, en distintos tiempos...


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