Capítulo 5.
No entendía por qué continuaba inmóvil, pero no conseguía recorrerse ni un solo milímetro. Aun cuando miró al chico de los ojos brillantes acercarse de forma intimidante al sujeto que había intentado asaltarle, o cuando este le empujó muy bruscamente.
Jimin estaba hecho una piedra, no podía hacer nada y ellos dos parecían estar a punto de tener una gran pelea.
—¿Cuándo vas a aprender en no meter tus narices donde no te llaman, chiquillo entrometido? —dijo aquel hombre, alzando un poco la voz y acercándose del pelinegro de capucha.
—Quizá el día en que tú aprendas a llevar una vida decente y sin aprovecharte de los demás...—respondió el muchacho, sonriendo amargamente—. O sea, nunca.
—¡Eres una hijo de perra! —exclamó el otro, lanzando el primer golpe hacia el azabache. Este esquivó rápido el puñetazo y en su lugar le dio uno en el pómulo.
—Créeme, me lo han dicho. —contestó, la expresión en su rostro reflejaba una mezcla entre gracia y desprecio—. Pero no voy a dejar de serlo, me divierte bastante.
—¡Te voy a matar, maldito imbécil! —gritó aquel tipo, retrocediendo un segundo antes de meter su mano en su bolsillo y sacar una navaja retráctil de este.
Park miró aterrado aquel objeto brillante y aparentemente filoso, sudó frío y entonces logró moverse, aunque solo fue un paso hacia atrás. El pánico lo había invadido.
—¡Cuidado! —advirtió al azabache, saliendo de su pequeño transe.
Avanzó solo unos centímetros más antes de volver a quedarse quieto, justo cuando el pelinegro de ojos bonitos logró tomar hábilmente al hombre del brazo, para después poner presión en este, quitarle la navaja e inclinarse para ponerla muy cerca del rostro del tipo.
—¿Sí recuerdas quién es quien domina en esta zona, idiota de mierda? —murmuró, ronco y tosco, mientras el sujeto se retorcía de dolor bajo él y lloriqueando por ser liberado—. La próxima vez que te vea molestando a alguien voy a encajarte la navaja en el pene, espero estar siendo claro.
—Lo siento, solo quería dinero. Él parece tener mucho, así que por eso lo hice, seguro no le faltarían unos cuantos pesos que a mí sí...—murmuraba aquel tipo, el cual causó en Jimin una mezcla de lástima y pena ajena—. No le iba a hacer nada, solo le quitaría algo para venderlo y comer. Mi hijo está enfermo y necesito dinero para sus medicinas.
—Créeme que le ayudas más a tu hijo sacándolo de aquí consiguiendo un trabajo decente, en lugar de perder el tiempo en tu mierda...—le contestó el azabache, dejándolo libre y guardando la navaja en su bolsillo—. Ahora vete, antes de que cambie de opinión y te corte un dedo.
Sin pensarlo dos veces el hombre corrió lejos, lo cual impresionó al rubio por el miedo que aquel chico de ojos brillantes podía causar. Parecía alguien temido en la zona, o alguien que solía estar en conflictos. Inclusive por un momento se cuestioné si había sido prudente ir a buscarle, pues hasta a él le había intimidado, pero cuando sus miradas se cruzaron y conectó de nuevo con aquellos luceros oscuros y profundos, supo por qué estaba ahí.
—¿Te hizo daño? —le preguntó, desviando su mirada de sus ojos para inspeccionarle—. ¿Te lastimó en alguna parte?
—Estoy bien...—susurró, casi audible. Pero por la sonrisa que le brindó, Jimin supo que le había escuchado perfectamente—. Gracias por ayudarme, estoy en deuda contigo.
—No me debes nada, descuida. —respondió amable, volviendo su mirada a la suya. Sus ojos brillaban más ahora que le veía de pie, con la luz de aquella parada de autobuses dándole más cerca e iluminando mejor su rostro.
Sí, lo recordaba a la perfección, pero ahora que veía con detalle el rubio podía notar que era más guapo de lo que recordaba, e igual se veía bastante joven. Su sonrisa era demasiado adorable y su cabello estaba un poco largo, lograba rozarle los ojos bonitos que tenía.
Su barbilla era pronunciada y su nariz igual, sus labios eran delgados y había un bonito lunar bajo estos. Era como un sueño en verdad, pero las brillantes estrellas en su rostro fueron las favoritas de Park sin duda. Sentía que podía quedarse toda una vida admirándolas y no se cansaría jamás.
—Dios mío...—murmuró torpemente, a lo que el azabache soltó una risilla.
—Vaya...—comentó, girando su vista hacia donde aquel sujeto se había ido—. ¿Sabes? Me quedé con una duda ahora que lo recuerdo, y fue porque no respondiste la pregunta de Hangsul.
Sus palabras le confundieron con demasía y el ceño del de cabellos dorados se frunció casi de manera automática. Boqueó sin saber qué decir y trató de hacer memoria un momento, pero no podía recordar nada importante más allá del temor que sentía durante ese instante.
—No entiendo...—respondió—. ¿Qué pregunta?
Su bonita sonrisa no se borró ni un solo momento, ni aun cuando se dirigió a tomar asiento en la parada de autobuses, o cuando palmeó el lugar junto a él pidiéndole sentarme a su lado. Jimin obedeció a la petición y lo siguió, manteniendo su mirada en el suelo en espera de una respuesta.
—¿Por qué has estado viniendo todas las tardes desde hace dos semanas? —soltó, haciéndole abrir los ojos a tope.
Giró a verle más que avergonzado y nuevamente se quedó sin habla, Jimin hasta podía jurar que se veía más rojo que nunca antes en su vida. —T-tú... —balbuceó torpemente—. ¿Lo habías notado?
—Te veo tomar el autobús todos los días.
Unos minutos, solo eso debió esperar durante esas dos últimas semanas. Unos minutos más y quizá le habría visto pasar, o quizá él lo hubiera notado. Se preguntó si le recordaba por aquel sábado o solo por ser el rostro nuevo que apareció de la nada en el vecindario y solo iba a estar sentado en aquella parada.
—Curioso... —susurró el rubio—. Venía a buscarte a ti.
—¿Por qué harías eso? Ni siquiera me conoces. Me sorprende que recuerdes mi cara, solo nos vimos una vez...
La respuesta a su cuestionamiento llegó tan rápido que ni siquiera pudo procesarlo, pero le hizo feliz. Él le recordaba al igual que Park lo hacía, desde la primera vez que se vieron. Le daba gusto saber que no se había olvidado tan fácil de él como tanto temía.
—Eso significa que tú sí te acuerdas de mí, ¿verdad? —preguntó esperanzado.
—Las personas de aura brillante y pendientes costosos como tú no se ven seguido por aquí, dedos lindos. ¿Cómo olvidarte?
Jimin debía admitir que, a diferencia de la vez anterior, su apodo no le molestó ni un poco. La vez pasada tampoco fue un serio sentimiento de molestia, pero sus ganas de darle un golpe estuvieron presentes.
—Yo tampoco me podía olvidar de ti, creo que es obvio.
—¿Y por eso has venido? —cuestionó sereno.
—Sí. Quizá suene loco, pero solo quería verte a los ojos una vez más.
El ceño del muchacho se frunció ligeramente y luego sonrió. Se acomodó mejor en su lugar, de tal manera que quedara viéndole directamente. Se inclinó apenas unos centímetros y nuevamente sus miradas se conectaron.
Sus preciosos ojos negros y brillantes estaban viendo hacia los de Jimin, dándole esa sensación de paz y alivio que tanto venía buscando. No sabía o entendía qué demonios había en ellos que le descolocaba tanto, pero simplemente no quería hacer más que admirarlos por horas y horas.
Se sentía muy bien mirarle a los ojos, aun cuando no conocía ni su nombre, edad o algo básico de él. Aun cuando era la segunda vez que le veía, mirarle a los ojos se sentía como un lugar seguro.
—Ya lo has hecho...—murmuró, incorporándose un poco más recto—. ¿Feliz?
—Sí... —susurró encantado, era justo lo que iba a buscar. Pero ahora que lo había conseguido, admitía que se sentía cien veces mejor—. Creo que sí.
La sonrisa creció en su rostro y le vio soltar una risilla, y Jimin pensó que quizá era porque sus ojos le causaban gracia, ya que eran pequeños y cuando sonreía se ocultaban. Gran diferencia con los suyos, los cuales eran grandes, redondos y con una galaxia infinita en su reflejo.
Aquel contacto visual se vio interrumpido por el autobús, quien por fin hacía acto de presencia. El pelinegro giró a ver este y luego al rubio nuevamente, sonriendo de labios.
—Es para ti, hora de ir a casa. Es peligroso estar por aquí de noche, creí habértelo dicho.
—Espera, antes de irme... —intervino Park de inmediato, cuando le vio ponerse de pie.
—¿Qué sucede?
—¿Puedo saber tu nombre? —se atrevió a preguntar, sintiendo los colores subir por su rostro—. He estado curioso por eso desde que te conocí.
—Ven el sábado en la tarde antes de que anochezca y te lo diré. —respondió sonriente.
—Creí que no querías que viniera tarde.
—Sí, pero si vienes sabré qué tanto te importa conocer mi nombre. Ya has venido por dos semanas enteras para verme, quiero creer que un día más no será demasiado. Estaré aquí esperándote desde temprano, así que no tengas miedo de que algo pueda sucederte, estarás bien si estás conmigo.
El chico de cabellos dorados mordió su labio inferior para tratar su sonrisa y se limitó a asentir antes de encaminarse hasta el autobús. Subió a este y se sentó del lado derecho, donde podía verle perfectamente por la ventana.
Jungkook se despidió de él con un ademán y Jimin hizo lo mismo. El autobús arrancó y le vio esperar ahí de pie, no fue hasta que comenzó a perderlo de vista que desapareció entre las calles ya muy oscuras y desiertas.
El muchacho sonrió en grande al estar solo, sintiendo su corazón latir a prisa. El destino caprichoso le apoyaba en esa locura, estaba cien por ciento seguro de ello.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top