Todos juntos
A la mañana siguiente después de levantarme y que Kathleen me avisara que se daría un baño rápido me dedico a vestirme cuando escucho llegar un auto; sonrío un poco antes de levantarme para ponerme los zapatos, quiero caminar hasta la puerta, pero mis piernas me tiemblan adoloridas, así que me dejo caer sobre la silla de ruedas y salgo del cuarto para ver a Khaled y Auguste riendo en el pasillo.
—Buenos días —saludan ambos.
—¿Cómo entraron? —cuestiono acercándome a ellos para saludar.
—Con mis llaves —responde Aramis sentado en el sillón —Te recuerdo que es mi casa
—Touché
—¿Qué pasó Ed? —pregunta Khaled apoyándose en el reposabrazos de mi silla —¿Ya no puedes caminar?
—De poder puedo —admito estirando mis piernas —Pero me duele, así que no lo haré por ahora
Muevo mi silla rumbo a la cocina y me acomodo lo mejor que puedo para no estorbar, Liesel y mi hermana se encuentran ahí y ambas me miran con una sonrisa.
—¿Cómo estás hermanito? —cuestiona Juno.
—Mejor, gracias —admito sonriente.
—Me da gusto verte, Edvard —comenta Liesel.
—Siempre es un gusto verte, Lis —respondo.
—¿Y Kathleen?
—Arreglandose —contesto simple —No hay problema con que se metiera a bañar, ¿verdad?
—En absoluto —exclama Aramis entre un bostezo acostado en el sillón.
—¿Tienes sueño? —reclamo incrédulo.
—Se vino durmiendo todo el camino —expone Khaled —El único motivo por el que no lo hizo fue porque él iba manejando
—Y él iba manejando porque tú no dejas que nadie de nosotros conduzca tu camioneta —finaliza Auguste.
—¿Por qué no dejas a nadie conducir tu camioneta? —interroga Liesel.
—Porque Khaled no sabe conducir, no me gusta como conduce Auguste y no confío en Juno —explico.
—Sí sé conducir, ¿qué te pasa? —reclama Khaled.
—¡No tienes licencia! —reprocho y él se encoge de hombros.
—¡Sé conducir!
—Legalmente no sabes
—Legalmente tú no deberías conducir
—Men. Tira —sentencio —Médicamente no debería conducir, legalmente no hay nada que me lo impida
—Claro, porque no es más riesgoso que conduzca alguien que tiene altas probabilidades de perder el control del auto que un idiota sin licencia —argumenta Auguste, yo levanto mi dedo índice y le indico que guarde silencio haciéndolo reír.
—¡Ya llegué! —anuncia Kathleen apareciendo vistiendo un sencillo vestido rojo con cinturón negro.
—Hola amor —saludo alzando la cabeza, ella se agacha y deja un suave beso en mis labios antes de acercarse a saludar a las chicas.
—¿Qué discuten ahora? —pregunta Kathleen después de abrazar a Liesel y a mi hermana.
—Nada fuera de lo normal —afirma Auguste mirando a mi novia con una sonrisa afectuosa.
—¿Crees que a Aramis le moleste que esté usando un vestido de su hermana? —cuestiona Kathleen apuntando el vestido.
—No lo sé —admito —Con su ropa no es exigente pero no sé cómo sea con la de su hermana
—La lógica debería decir que no —interviene Khaled encogiéndose de hombros.
—Bueno, ¿y qué vamos a desayunar? —pregunto bromista aunque sí tengo un poco de hambre.
—Lo que quieran hacernos —sentencia Juno.
—¿Disculpa? —reclama Khaled indignado.
—No por ser las mujeres les vamos a cocinar —explica mi hermana cruzándose de brazos —Así que les toca cocinar
—¿Yo? ¿Cocinar? —escupo sarcástico —¿En silla de ruedas?
—Entiendo el punto de lo último —menciona Liesel —¿Pero acaso no sabes cocinar?
—No, Aramis está de testigo —apunto hacia el aludido para darme cuenta que este duerme plácidamente en el sofá —¿Es en serio?
—Ni que fuera la primera vez que lo hace —exclama Khaled rodando los ojos.
—¿Alguno de ustedes sabe cocinar? —cuestiona Kathleen.
—No —respondemos al unísono Khaled y yo.
—Meh —contesta Auguste —Sé no incendiar la cocina
—¿Por qué? —cuestionan mi novia y Liesel.
_Mis padres nunca quisieron que entrara a la cocina —me defiendo alzando las manos en señal de inocencia.
—Nunca lo necesité —se excusa Khaled encogiéndose de hombros.
—Se me olvidan las cosas —admite Auguste rascándose la nuca.
—Ustedes se van a morir de hambre —afirma Liesel risueña.
—No es nada que Uber Eats no solucione —afirma Khaled haciéndonos reír a todos.
—¿Me prestan dos sartenes? —pido estirando las manos.
Las chicas me ven confundidas, pero Liesel se agacha y saca lo que le pedí de la alacena antes de tendermelos con el ceño fruncido; coloco los sartenes en mis piernas y muevo mi silla hacia donde Aramis se encuentra, me coloco al otro lado de la sala, tomo ambos sartenes por el mango y los hago chocar por la base, el ruido hace que todos se tapen los oídos y Aramis se despierte asustado.
Todos reímos, por lo menos hasta que vemos al chico hacer una mueca extraña y volver a dejarse caer en el sillón de golpe tapándose los ojos con el brazo; en ese momento se escucha un pequeño llanto.
—Imbécil, asustaste a mi hija —reclama Aramis.
—No era mi intención —murmuro preocupado —¿Estás bien?
Liesel pasa corriendo detrás de mí hacia el lugar de dónde proviene el llanto mientras todos se acercan a la sala.
—Seh —responde Aramis —Solo mareado
Auguste se acerca un poco a Aramis con aire preocupado, se sienta a su lado y con sus dedos toma su pulso antes de exhalar un suspiro.
—Me preocupaba que te estuviera dando un infarto —exclama Auguste —Te pusiste muy pálido
—Me mareé —repite Aramis como si eso lo explicara todo.
Tras un par de minutos Aramis se incorpora más lento y me saca el dedo medio, suelto una pequeña risa ante su mueca molesta.
—¿Qué hay de desayunar? —pregunta Aramis.
—Nada, las chicas entraron en huelga feminista gracias a Juno —explico pretendiendo que es un tema serio cuando todos sabemos que es otra de nuestras bromas.
—¿Y ahora? —inquiere Aramis siguiéndome el juego —¿No vamos a comer nunca?
—No mientras no preparen nada —sentencia Juno.
—Habermelo dicho antes —exclama Aramis levantándose y sacudiendo sus manos —Ahorita me arreglo
—¿Sabes cocinar? —cuestionan las tres chicas.
—Sé llevar por mí cuenta una casa —afirma Aramis pasando por su lado —Quítate el vestido de mi hermana
Todos reímos ante el comentario de Aramis y Kathleen hace una pequeña mueca de inconformidad.
—¿Por qué? —reclama Kathleen.
—No te dí permiso de ponértelo, ¿verdad? —responde sarcástico antes de voltear a verme por un momento —¿Esa es mi chamarra?
Bajo la vista hacia la chamarra deportiva azul con dorado y el escudo de los Pumas que llevo puesta antes de darle una sonrisa tímida.
—Sí, perdón —admito avergonzado —¿Me la puedo poner? Mi suéter sufrió unos desperfectos técnicos
Aramis arquea una ceja por un momento, intercala su mirada pasando múltiples veces entre Kathleen y yo.
—¿Qué diablos hicieron ayer en MI casa? —cuestiona con una mezcla de asco y molestia.
—Te dije que se daría cuenta —exclamo mirando la espalda de mi novia haciendo que ella gire hacia mí.
—¡Edvard! —reclama Aramis.
—¡Oye! En mi defensa no fue mi culpa —defiendo levantando mis manos.
—Se necesitan dos para hacer eso —aclara con una mueca, entrecerrando los ojos.
—No se necesita que ambos acepten —refuto y mis mejores amigos me miran confundidos.
—¿Deberíamos llamar a la policía? —cuestiona Khaled haciéndome reír.
—No te preocupes, no pasó nada malo —afirmo con una sonrisa.
—Bueno, no quiero saber, pero los dos van a limpiar —advierte Aramis —Y no está a discusión Kathleen, te quitas el vestido de mi hermana
—¿Por qué él puede usar tu chamarra y yo no el vestido? —reclama Kathleen.
—Por el simple hecho de que no es mío —expica Aramis con una sonrisa condescendiente —Si lo fuera te lo prestaría
Mi novia suelta un resoplido antes de dar media vuelta y caminar por el pasillo, me dirige una mirada seria y yo me encojo de hombros.
—Bueno, ahora —comenta Aramis —Acepto cocinar pero necesito ayuda
—Nosotras no esta vez —sentencia Juno cruzándose de brazos.
—Yo no sé cocinar —advierte Khaled.
—Creo que yo estorbaría esta vez —comento apuntando mi silla de ruedas.
—Auguste, eres mi última esperanza —suplica Aramis mirando al aludido.
—Si me dices lo que debo hacer, te ayudo —afirma Auguste.
—Me sirve, ven —accede Aramis indicándole al rubio que lo siga.
Liesel aparece caminando cargando a la pequeña Winter, con una sonrisa se sienta en el sofá cerca de mí y me da una sonrisa, su niña me mira con sus grandes ojitos marrones y estira sus brazos hacia mí abriendo y cerrando sus manitas.
—Papá Ed —llama dulce.
Estiro los brazos hacia ella y Liesel me la pasa para que la siente en mis piernas con suavidad.
—Ya te dije que no soy tu papá —regaño abrazándola y meciendome un poco para acunarla.
La pequeña se acurruca en mi pecho y me abraza cubriendo apenas mi torso con sus manitas y la veo sonreír.
—Esa niña te adora Edvard —comenta Khaled mirando con dulzura la escena.
—Y yo la adoro a ella —afirmo.
Los minutos pasan, Kathleen llega a sentarse a mi lado cargando ella también a Winter hasta que Auguste sale de la cocina para avisarnos que ya está el desayuno.
Liesel toma a su hija en brazos y se levanta, Khaled sigue al rubio y mi novia se levanta para ayudarme empujando mi silla hacia la cocina, todos somos recibidos por el rico olor a hot cakes que Auguste pasa a la mesa en platos de tres.
—Uy que rico —comenta Juno frotándose las manos con ilusión.
—Espero satisfacer tu ilusión —exclama Aramis sonriendo mientras deja en la mesa mermelada, cajeta, chocolate líquido y miel.
Todos empezamos a desayunar con apetito, Aramis demuestra su habilidad en la cocina, aunque evidentemente Auguste debió hacer lo suyo.
—¿Estamos todos listos para lo de hoy? —cuestiona Aramis después de dar un trago a su vaso de leche.
—Sí, claro —son las exclamaciones del grupo.
—Solo debo dejar a Winter con su niñera —afirma Liesel.
—¿Alguien quiere explicarme de que hablan? —inquiero confundido.
—Ya lo entenderás —evade Aramis sonriente.
—El club de los nombres ridículos vuelve a las andadas —claman eufóricos Khaled y Auguste.
Esa frase me da una idea clara de lo que planearon, era lo que yo decía cuando invitaba a mis amigos a una salida por fin de año escolar.
—¿Qué hicieron? —pregunto sonriente.
—Ya verás —afirman ambos levantando sus tazas para hacer un brindis entre ellos.
—Esto será perfecto Edvard —asegura Juno apretándome los hombros con alegría.
—Confiaré en ustedes —digo asintiendo repetidas veces antes de darle un largo trago a mi taza de café.
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Muy bonito todo, ¿no es así?
Espero les guste.
Atte: Ale Bautista
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