No te conozco

Entramos Edvard y yo a mi casa y me dirigí a mi cuarto, él iba detrás mío.

—¿Te quedas a dormir conmigo otra vez o te doy otro cuarto? — pregunto cuando entramos.

—No vuelvo a dormirme contigo — responde y yo lo veo confundido —Roncas

—No es cierto — contesto —Tú sí

—¡Yo no ronco! — reclama.

—Claro que lo haces, y muy fuerte de hecho — replico —Pero bueno, entonces ten

Busco en mi cajón y saco una llave larga de color rosa con flores violetas para lanzársela.

—Es el cuarto de mi hermana — aviso y él asiente —Primera puerta del otro lado de la pared

—Okey, voy a revisar — contesta y sale mientras yo río.

Empiezo a desempacar mi ropa y a guardarla en sus lugares correspondientes, cuando terminé di un suspiro y miré mi cuarto con una sonrisa, lo había extrañado, salí de ahí y fuí a buscar a Edvard.

Llegué al cuarto de mi hermana, tenía piso de azulejo color crema, paredes con detalles de madera y pintura blanca, los muebles, que eran dos cajoneras, un escritorio con su silla y la cama tenían detalles rosados y violetas. Edvard estaba sentado en la orilla del escritorio mirando por la ventana, en el alfelizar de esta había algunos libros y el marco estaba pintado de color palo de rosa.

—Te pareces a ella así sentado — hablo desde la puerta y Edvard voltea a verme.

—Sí que le gusta el rosa a tu hermana — contesta golpeando con sus pies la parte baja del escritorio.

—Le gusta más el violeta según ella — respondo, me acerco a la cama y doy una vuelta antes de dejarme caer sobre esta riendo.

—Ya madura — dice Edvard riendo conmigo.

—Madurar es para frutas — reclamo y él suelta una carcajada.

—Oye, ¿quieres jugar? — pregunta y lo veo con una ceja arqueada.

—¿A qué? — respondo sentándome en la cama con las piernas cruzadas.

—A las veinte preguntas — contesta y lo miro aún más confundido.

—¿Por qué? — pregunto frunciendo el ceño.

—Porque no te conozco — contesta y me pongo a pensar —Ni siquiera sé cuántos años tienes

—Bueno — concedo encogiéndome de hombros —Juguemos.

Edvard se sienta frente a mi en la cama y saca una pequeña pelota de su chamarra, la sostiene un momento mientras piensa.

—Empecemos por algo básico — dice —¿Nombre completo? — pregunta y me lanza la pelota.

—Aramis Saavedra Hernández — respondo cuando atrapo la pelota —¿El tuyo? —pregunto devolviéndosela

—Edvard Alexandre Dumas Cameron — contesta y me lanza la pelota mientras lo miro confundido

—Creí que habías dicho que no te llamabas Alexandre — menciono y él sonríe

—Ya no — explica y me quedo más confundido —Me cambié el nombre a mis 18, total, nadie sabía que tenía ese nombre

—¿Y por qué no te cambiaste Edvard? — pregunto

—Todos me decían así — responde encogiéndose de hombros —No tenía caso

—Comprendo, bueno, mi turno — digo y pienso mientras hago pasar la pelota de mano en mano —¿Cuántos años tienes?

—Veintiuno — responde atrapando la pelota y regresándomela.

—Diecinueve — digo yo y le lanzo la bola.

—¿Fecha de nacimiento? — pregunta mientras seguimos con el juego de la pelota.

—Julio 20, 2025 — respondo con una sonrisa.

—Noviembre 17, 2023 — contesta él y yo frunzo el ceño.

—¿Osea que he estado presente en dos de tus cumpleaños y no sabía? — pregunto y él hace una mueca

—Ajá — responde —Y según mis cuentas, tú cumpliste 18 antes de que nos conociéramos

—Ajá — contesto

—Y cumpliste 19 poco antes de irte — termina

—Correcto — afirmo asintiendo con la cabeza

—¿Y tampoco me dijiste nada? — cuestiona

—No me gusta celebrar mi cumpleaños — explico arrugando la nariz —Así que desde hace unos años mi cumpleaños es un día normal

—¿Por qué? — pregunta Edvard frunciendo las cejas e inclinándose hacia mi.

—Pasé por algunos... eventos traumaticos durante mis cumpleaños de niño — explico intentando bloquear los recuerdos que me atacan —Llegó el momento en el que, preso del pánico, preferí fingir que no era importante, y mis padres lo entendieron

—Comprendo, ¿quieres contarme? — pregunta apoyando su barbilla en sus manos

—La verdad no, creo que aún no lo supero — respondo y él asiente entendiendo —¿Y tú por qué no me dijiste?

—El año en que nos conocimos porque mi cumpleaños cayó en lunes y yo tengo una superstición rara cuando eso pasa, así que prefiero no celebrar mi cumpleaños — explica y yo asiento —Y el año pasado porque la verdad estaba muy enojado con mis padres y no estaba de humor para poner buena cara cada que alguien me felicitara

—Entiendo, ¿qué pasó? — cuestiono ladeando la cabeza.

—Nada nuevo realmente, tal vez por eso me enoja más — contesta exhalando un suspiro —Le regalaron una paleta de maquillaje a Juno, la llevaron a comer y a pasear y a mi me dejaron un cheque de dos mil pesos, ni siquiera un "Feliz cumpleaños"

—No friegues, ¿de verdad? — pregunto incrédulo, ya había notado que sus padres parecían no tenerle mucho aprecio, pero no creí que fueran tan cínicos.

—De verdad — responde asintiendo y apartando la vista —Y mira, de verdad, no pido que me den más, ni siquiera que dejen de darle a ella, solo... pido que me traten como si fuera su hijo, es lo que soy a fin de cuentas

—Mira amigo, no lo entiendo la verdad, porque no lo hago, no he pasado por algo similar — digo tomando su mano —Pero tienes que aceptarlo, ellos no te quieren, no como su hijo al menos, tienes que soltarlos

—Lo sé, pero no puedo wey, no puedo — contesta con la voz quebrándosele —Son mis padres, creí haberlo aceptado hace muchos años, pero no puedo hacerlo, no puedo dejar de quererlos, no puedo hacer que deje de dolerme su indiferencia, sigo queriendo que un día me abracen y me digan que me quieren como alguna vez lo hicieron

Edvard se suelta a llorar y yo me acerco a él para abrazarlo, él se recarga en mi hombro y me abraza con cuidado, permanecemos en esa posición hasta que él se calma.

—Gracias amigo — dice secándose las lágrimas y sorbiendo su nariz

—No hay de qué — digo y me siento a su lado —Sigamos jugando — sugiero.

—Okey, te toca — dice y me regresa la pelota.

—Cierto, ehmm... — digo pensando —¿Cuánto mides?

—Metro ochenta y siete — responde y me regresa la pelota

—No te vayas a reír —advierto y él asiente —Metro sesenta y ocho

Edvard suelta una carcajada y yo le lanzo la pelota a la cara pero no se inmuta, al contrario, se acuesta en la cama y sigue riendo.

—Estás chiquito — dice entre risas

—Ya wey, dijiste que no te ibas a reír — reclamo dándole un golpe en la pierna

—Perdón amigo pero esto es de verdad muy gracioso — responde levantándose —Sabía que eras chaparrito, pero no creí que tanto

—Sí ajá, lo que digas — reclamo molesto cruzándome de brazos.

—Ya perdón — dice abrazándome por la espalda—Mejor dime, ¿tu mayor miedo?

—Tengo claustrofobia — respondo.

—Las tormentas eléctricas — responde él y es mi turno de soltar una carcajada

—¡No manches Edvard! — digo riendo —¿Qué persona le teme a una tormenta eléctrica?

—La persona que a sus cuatro años se quedó encerrado, solo y enfermo en un departamento del 15° piso durante una tormenta eléctrica y un apagón — reclama él y me dejo de reír.

—Oh, lo siento — respondo serio.

—Está bien, no te preocupes — contesta sin darle importancia.

Seguimos jugando y platicando hasta completar las veinte preguntas, o tal vez más, o menos, la verdad es que nunca llevamos la cuenta y luego salimos del cuarto para comer.

—¿Me ayudas a cocinar? — pregunto, tras su silencio volteo a verlo y lo miro con una mueca de seriedad, entonces recuerdo —Oh, cierto, no sabes cocinar

—¡No! — reclama —Además, no hay nada, la casa lleva vacía un año.

—Touché — respondo —Bueno, pediremos pizza

—Vegetariana por favor — pide sentándose en el sofá

—No eres vegetariano — digo viéndolo confundido

—No, pero me gusta esa pizza — responde y yo suelto una risa.

Llamo a la pizzería y pido una, me avisan que llegará en 40 minutos, acepto, cuelgo la llamada y me siento a un lado de Edvard.

—Wey, ¿por qué traes mal puestos los tenis? — pregunta y yo volteo la vista a ellos

—¿Qué tienen? —pregunto confundido, yo los veo bien.

—Aramis — dice suavemente —¡Uno es blanco con negro y el otro es multicolor!

—Ah, eso — respondo —Así es el par

Mi calzado era un par de tenis Adidas tributo al aniversario de una obra popular llamada Boulevard, la tienda había decidido recrear en sus tenis el logo de el disco "The Dark Side of the Moon" de Pink Floyd y "American Idiot" de Green Day.

La verdad es que estaban muy mal hechos puesto que no se entendían, el par que traía puesto tenía el tenis izquierdo color negro con detalles en blanco los cuales supuestamente eran el has de luz blanca y el prisma, mientras que el otro era la luz descompuesta en todos los colores del arcoíris, eran muy raros, pero me gustaban.

Cuando le expliqué a Edvard, soltó una risa y me miró negando.

—Tienes gustos raros amigo — dice palmeándome el hombro.

—Podría tener peores — respondo y ambos reímos.

—Por cierto, me vas a dejar celebrarte tu cumpleaños antes de que te vayas —sentencia y yo hago una mueca.

—Está bien, supongo —respondo encogiéndome de hombros.

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Me encanta hacer que parezcan pareja, personajes que no tienen nada que ver.

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista 

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